Judit 4
1 Los israelitas que habitaban en Judea oyeron todo cuanto
Holofernes, jefe supremo del ejército de Nabucodonosor, rey de Asiria,
había hecho con todas las naciones: cómo había saqueado sus templos y los
había destruido,
2 y tuvieron gran miedo ante él, temblando por la suerte de Jerusalén
y por el Templo del Señor su Dios,
3 pues hacía poco que habían vuelto del destierro y apenas si acababa
de reunirse el pueblo de Judea y de ser consagrados el mobiliario, el altar y
el Templo profanados.
4 Pusieron, pues, sobre aviso a toda la región de Samaría, a Koná, Bet
Jorón, Belmáin, Jericó, y también Joba, Esorá y el valle de Salem,
5 y ocuparon con tiempo todas las alturas de las montañas más
elevadas, fortificaron los poblados que había en ellas e hicieron provisiones
con vistas a la guerra, pues tenían reciente la cosecha de los campos.
6 El sumo sacerdote Yoyaquim, que estaba entonces en Jerusalén,
escribió a los habitantes de Betulia y Betomestáin, que está frente a
Esdrelón, a la entrada de la llanura cercana a Dotán,
7 ordenándoles que tomaran posiciones en las subidas de la montaña
que dan acceso a Judea, pues era fácil detener allí a los atacantes por la
angostura del paso que sólo permite avanzar dos hombres de frente.
8 Los israelitas cumplieron la orden del sumo sacerdote Yoyaquim y
del Consejo de Ancianos de todo el pueblo de Israel que se encontraba en
Jerusalén.
9 Todos los hombres de Israel clamaron a Dios con gran fervor, y con
gran fervor se humillaron;
10 y ellos, sus mujeres, sus hijos y sus ganados, los forasteros
residentes, los jornaleros y los esclavos, se ciñeron de sayal.
11 Todos los hombres, mujeres y niños de Israel que habitaban en
Jerusalén se postraron ante el Templo, cubrieron de ceniza sus cabezas y
extendieron las manos ante el Señor.
12 Cubrieron el altar de saco y clamaron insistentemente, todos a una,
al Dios de Israel, para que no entregase sus hijos al saqueo, sus mujeres al
pillaje, las ciudades de su herencia a la destrucción y las cosas santas a la
profanación y al ludibrio, para mofa de los gentiles.
13 El Señor oyó su voz y vio su angustia. El pueblo ayunó largos días
en toda Judea y en Jerusalén, ante el santuario del Señor Omnipotente.
14 El sumo sacerdote Yoyaquim y todos los que estaban delante del
Señor, sacerdotes y ministros del Señor, ceñidos de sayal, ofrecían el
holocausto perpetuo, las oraciones y las ofrendas voluntarias del pueblo,
15 y con la tiara cubierta de ceniza clamaban al Señor con todas sus
fuerzas para que velara benignamente por toda la casa de Israel.
Judit 5
1 Se dio aviso a Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, de que
los israelitas se habían preparado para la guerra, que habían cerrado los
pasos de las montañas, fortificado todas las alturas de los montes elevados y
puesto obstáculos en las llanuras.
2 Esto le irritó sobremanera, y mandó llamar a todos los jefes de
Moab, a los generales de Ammón y a todos los sátrapas del litoral,
3 les dijo: «Hijos de Canaán, hacedme saber quién es este pueblo
establecido en la montaña, qué ciudades habita, cuál es la importancia de
su ejército y en qué estriba su poder y su fuerza, qué rey está a su frente y
manda a sus soldados,
4 y por qué, a diferencia de todos los demás pueblos de occidente,
han desdeñado salir a recibirme.»
5 Entonces Ajior, general de todos los ammonitas, le dijo: «Escuche
mi señor las palabras de la boca de tu siervo y te diré la verdad sobre este
pueblo que habita esta montaña junto a la que te encuentras. No saldrá
mentira de la boca de tu siervo.
6 Este pueblo desciende de los caldeos.
7 Al principio se fueron a residir a Mesopotamia, porque no quisieron
seguir a los dioses de sus padres, que vivían en Caldea.
8 Se apartaron del camino de sus padres y adoraron al Dios del Cielo,
al Dios que habían reconocido. Por eso les arrojaron de la presencia de sus
dioses y ellos se refugiaron en Mesopotamia, donde residieron por mucho
tiempo.
9 Su Dios les ordenó salir de su casa y marchar a la tierra de Canaán;
se establecieron en ella y fueron colmados de oro, de plata y de gran
cantidad de ganado.
10 Bajaron después a Egipto, porque el hambre se extendió sobre la
superficie de la tierra de Canaán, y permanecieron allí mientras tuvieron
alimentos. Allí se hicieron muy numerosos, de modo que no se podía contar
a los de su raza.
11 Pero el rey de Egipto se alzó contra ellos y los engañó con el
trabajo de los ladrillos, los humilló y los redujo a esclavitud.
12 Clamaron a su Dios, que castigó la tierra de Egipto con plagas
incurables. Los egipcios, entonces, los arrojaron lejos de sí.
13 Dios secó a su paso el mar Rojo,
14 y los condujo por el camino del Sinaí y Cadés Barnea. Arrojaron a
todos los moradores del desierto,
15 se establecieron en el país de los amorreos y aniquilaron por la
fuerza a todos los jesbonitas. Pasaron el Jordán y se apoderaron de toda la
montaña,
16 expulsaron ante ellos al cananeo, al perizita, al jebuseo, a los
siquemitas y a todos los guirgasitas, y habitaron allí por mucho tiempo.
17 Mientras no pecaron contra su Dios vivieron en prosperidad,
porque está en medio de ellos un Dios que odia la iniquidad.
18 Pero cuando se apartaron del camino que les había impuesto,
fueron duramente aniquilados por múltiples guerras, y deportados a tierra
extraña; el Templo de su Dios fue arrasado y sus ciudades cayeron en poder
de sus adversarios.
19 Pero ahora, habiéndose convertido a su Dios, han vuelto de los
diversos lugares en que habían sido dispersados, han tomado posesión de
Jerusalén, donde se encuentra su santuario, y se han estabecido en la
montaña que había quedado desierta.
20 Así pues, dueño y señor, si hay algún extravío en este pueblo, si
han pecado contra su Dios, y vemos que hay en ellos alguna causa de ruina,
subamos y ataquémoslos.
21 Pero si no hay iniquidad en esa gente, que mi señor se detenga, no
sea que su Dios y Señor les proteja con su escudo y nos hagamos nosotros
la irrisión de toda la tierra.»
22 En acabando de decir Ajior todas estas palabras, se alzó un
murmullo entre toda la gente que estaba en torno de la tienda, y los
magnates de Holofernes y los habitantes de la costa y de Moab hablaron de
despedazarle.
23 «¡No tememos a los israelitas! No son gente que tenga fuerza ni
vigor para un encuentro violento.
24 ¡Subamos y serán un bocado para todo tu ejército, señor,
Holofernes!»
Judit 6
1 Calmado el tumulto provocado por los hombres que estaban en
torno al Consejo. Holofernes, jefe supremo del ejército de Asiria, dijo a
Ajior delante de todos los pueblos extranjeros y de los moabitas:
2 «¿Quién eres tú, Ajior, y quiénes los mercenarios de Ammón, que
te permites hoy lanzar profecías entre nosotros y nos aconsejas que no
luchemos contra esta ralea de Israel, porque su Dios los cubrirá con su
escudo? ¿Qué otro dios hay fuera de Nabucodonosor? Este enviará su
fuerza y los aniquilará de sobre la faz de la tierra, sin que su Dios pueda
librarlos.
3 Nosotros, sus siervos, los batiremos como si fueran sólo un hombre,
4 y no podrán resistir el empuje de nuestros caballos. Los pasaremos
a fuego sin distinción. Sus montes se embriagarán de su sangre y sus
llanuras se colmarán con sus cadáveres. No podrán mantenerse a pie firme
ante nosotros y serán totalmente destruidos, dice el rey Nabucodonosor,
Señor de toda la tierra. Porque lo ha dicho y no quedarán sin cumplimiento
sus palabras.
5 Cuanto a ti, Ajior, mercenario ammonita, que has dicho estas
palabras el día de tu iniquidad, a partir de ahora no verás ya mi rostro hasta
el día en que tome venganza de esa ralea venida de Egipto.
6 Entonces, el hierro de mis soldados y la lanza de mis servidores te
atravesará los costados y caerás junto a sus heridos, cuando yo me revuelva
contra ellos.
7 Mis servidores te van a llevar a la montaña y te van a dejar en una
de las ciudades que están en las subidas.
8 No perecerás sino cuando seas aniquilado justo con ellos.
9 Y no muestres un rostro tan abatido ya que en tu corazón esperas
que no serán conquistados. Así lo digo y no dejará de cumplirse ni una sola
de mis palabras.»
10 Holofernes ordenó a los servidores que estaban al servicio de su
tienda que tomasen a Ajior, lo llevasen a Betulia y lo entregasen en manos
de los israelitas.
11 Los servidores le agarraron y le condujeron fuera del campamento,
a la llanura; y de la llanura abierta pasaron a la región montañosa,
alcanzando las fuentes que había al pie de Betulia.
12 Cuando los hombres de la ciudad los divisaron desde la cumbre
del monte, corrieron a las armas y salieron fuera de la ciudad, a la cumbre
del monte, mientras los honderos dominaban la subida y disparaban sus
piedras contra ellos.
13 Entonces los asirios se deslizaron al pie del monte, ataron a Ajior,
lo dejaron tendido en la falda y se volvieron donde su señor.
14 Los israelitas bajaron de su ciudad, se acercaron y desatándole le
llevaron a Betulia y le presentaron a los jefes de la ciudad,
15 que en aquel tiempo eran Ozías, hijo de Miqueas, de la tribu de
Simeón, Jabrís, hijo de Gotoniel, y Jarmís, hijo de Melkiel.
16 Estos mandaron convocar a todos los ancianos de la ciudad. Se
unieron también a la asamblea todos lo jóvenes y las mujeres; pusieron a
Ajior en medio de todo el pueblo y Ozías le interrogó acerca de los
sucedido.
17 Ajior respondió narrándoles las deliberaciones habidas en el
Consejo de Holofernes, todas las cosas que él mismo había dicho delante de
todos los jefes de los asirios y las bravatas que Holofernes había proferido
contra la casa de Israel.
18 Entonces el pueblo se postró, adoró a Dios y clamó:
19 «Señor, Dios del cielo, mira su soberbia, compadécete de la
humillación de nuestra raza y mira con piedad el rostro de los que te están
consagrados».
20 Después dieron ánimos a Ajior y le felicitaron calurosamente,
21 y a la salida de la asamblea, Ozías le condujo a su propia casa y
ofreció un banquete a los ancianos. Y estuvieron invocando la ayuda del
Dios de Israel durante toda la noche.
Judit 7
1 Al día siguiente ordenó Holofernes a todo su ejército y a todos los
pueblos que iban como tropas auxiliares mover el campo contra Betulia,
ocupar los accesos de la montaña y comenzar las hostilidades contra los
israelitas.
2 El mismo día levantaron el campo todos los hombres de su ejército;
el número de sus guerreros era de 120.000 infantes y 12.000 jinetes, sin
contar los encargados del bagaje y la gran cantidad de hombres que iban a
pie con ellos.
3 Acamparon en el valle que hay cerca de Betulia, junto a la fuente, y
se desplegaron en profundidad desde Dotán hasta Belbáin, y en longitud
desde Betulia hasta Kiamón, que está frente a Esdrelón.
4 Cuando los israelitas vieron su muchedumbre, quedaron
sobrecogidos y se dijeron unos a otros: «Estos ahora van a arrasar toda la
tierra y ni los montes más altos ni los barrancos ni las colinas podrán
soportar su peso.»
5 Tomó cada cual su equipo de guerra, encendieron hogueras en las
torres y permanecieron sobre las armas toda aquella noche.
6 Al segundo día, Holofernes hizo desfilar toda su caballería ante los
israelitas que había en Betulia.
7 Inspeccionó todas las subidas de la ciudad, reconoció las fuentes y
las ocupó, dejando en ellas guarniciones de soldados; y él se volvió donde
su ejército.
8 Se acercaron entonces a él los príncipes de los hijos de Esaú, todos
los jefes de los moabitas y los generales del litoral, y le dijeron:
9 «Que nuestro señor escuche una palabra y no habrá ni un solo
herido en tu ejército.
10 Este pueblo de los israelitas no confía tanto en sus lanzas como en
las alturas de los montes en que habitan. De hecho no es fácil escalar la
cumbre de estos montes.
11 «Por eso, señor, no pelees contra ellos en el orden de batalla
acostumbrado, para que no caiga ni un solo hombre de los tuyos.
12 Quédate en el campamento y conserva todos los hombres de tu
ejército. Que tus siervos se apoderen de la fuente que brota en la falda de la
montaña,
13 porque de ella se abastecen todos los habitantes de Betulia. La sed
los destruirá y tendrán que entregarte la ciudad. Nosotros y nuestro pueblo
ocuparemos las alturas de los montes cercanos y acamparemos en ellas,
vigilando para que no salga de la ciudad ni un solo hombre.
14 Ellos, sus mujeres y sus hijos, serán consumidos por el hambre y,
aun antes de que la espada les alcance, caerán tendidos por las plazas de su
ciudad.
15 Entonces les impondrás un duro castigo por haberse rebelado y no
haber salido a tu encuentro en son de paz.»
16 Parecieron bien estos consejos a Holofernes y a todos sus
oficiales, y ordenó que se ejecutara lo que proponían.
17 Se puso en marcha el ejército moabita, reforzado por 5.000 asirios,
acamparon en el valle y se apoderaron de los depósitos de agua y de las
fuentes de los israelitas.
18 Los edomitas y ammonitas, por su parte, acamparon en el monte,
frente a Dotán, y enviaron destacamentos hacia el sur y el este, frente a
Egrebel, que está al lado de Jus, sobre el torrente Mojmur. El resto del
ejército asirio quedó acampado en la llanura y cubría toda la superficie del
suelo. Sus tiendas y bagajes formaban un campamento inmenso, porque
eran una enorme muchedumbre.
19 Clamaron los israelitas al Señor su Dios, pues su ánimo empezaba
a flaquear, viendo que el enemigo les había cercado y cortado toda retirada.
20 34 días estuvieron cercados por todo el ejército asirio, infantes,
carros y jinetes. A todos las habitantes de Betulia se les acabaron las
reservas de agua;
21 las cisternas se agotaron; ni un solo día podían beber a
satisfacción, porque se les daba el agua racionada.
22 Los niños aparecían abatidos, las mujeres y los adolescentes
desfallecían de sed y caían en las plazas y a las salidas de las puertas de la
ciudad, faltos de fuerzas.
23 Todo el pueblo, los adolescentes, las mujeres y los niños, se
reunieron en torno a Ozías y a los jefes de la ciudad y clamaron a grandes
voces, diciendo delante de los ancianos:
24 «Juzgue Dios entre nosotros y vosotros, pues habéis cometido una
gran injusticia contra nosotros, por no haber hecho tentativas de paz con
los asirios.
25 Y ahora no hay nadie que pueda valernos. Dios nos ha vendido en
sus manos, para sucumbir ante ellos de sed y destrucción total.
26 Llamadles ahora mismo y entregad toda la ciudad al saqueo de la
gente de Holofernes y de todo su ejército.
27 Mejor nos es convertirnos en botín suyo. Seremos sus esclavos,
pero salvaremos la vida y no tendremos que ver cómo, a nuestros ojos, se
mueren nuestros niños y expiran nuestras mujeres y nuestros hijos.
28 Os conjuramos por el cielo y por la tierra, y por nuestro Dios,
Señor de nuestros padres, que nos ha castigado por nuestros pecados, y por
los pecados de nuestros padres, que cumpláis ahora mismo nuestros
deseos.»
29 Y toda la asamblea, a una, prorrumpió en gran llanto y clamaron, a
grandes voces, al Señor Dios.
30 Ozías les dijo: «Tened confianza, hermanos; resistamos aún cinco
días, y en este tiempo el Señor Dios nuestro volverá su compasión hacia
nosotros, porque no nos ha de abandonar por siempre.
31 Pero si pasan estos días sin recibir ayuda cumpliré vuestros
deseos.»
32 Y despidió a la gente, cada cual a su puesto. Los hombres fueron a
las murallas y torres de la ciudad, y a las mujeres y niños los enviaron a
casa. Había en la ciudad un gran abatimiento.
Judit 8
1 Se enteró entonces de ello Judit, hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de
José, hijo de Oziel, hijo de Elcías, hijo de Ananías, hijo de Gedeón, hijo de
Rafaín, hijo de Ajitob, hijo de Elías, hijo de Jilquías, hijo de Eliab, hijo de
Natanael, hijo de Salamiel, hijo de Sarasaday, hijo de Israel.
2 Su marido Manasés, de la misma tribu y familia que ella, había
muerto en la época de la recolección de la cebada.
3 Estaba, en efecto, en el campo, vigilando a los que ataban las
gavillas, y le dio una insolación a la cabeza, cayó en cama y vino a morir en
su ciudad de Betulia. Fue sepultado junto a sus padres, en el campo que hay
entre Dotán y Balamón.
4 Judit llevaba ya tres años y cuatro meses viuda, viviendo en su casa.
5 Se había hecho construir un aposento sobre el terrado de la casa, se
había ceñido de sayal y se vestía vestidos de viuda; ayunaba
6 durante toda su viudez, a excepción de los sábados y las vigilias de
los sábados, los novilunios y sus vigilias, las solemnidades y los días de
regocijo de la casa de Israel.
7 Era muy bella y muy bien parecida. Su marido Manasés le había
dejado oro y plata, siervos y siervas, ganados y campos, quedando ella
como dueña,
8 y no había nadie que pudiera decir de ella una palabra maliciosa,
porque tenía un gran temor de Dios.
9 Oyó, pues, Judit las amargas palabras que el pueblo había dicho
contra el jefe de la ciudad, pues habían perdido el ánimo ante la escasez de
agua. Supo también todo cuanto Ozías les había respondido y cómo les
había jurado que entregaría la ciudad a los asirios al cabo de cinco días.
10 Entonces, mandó llamar a Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad,
por medio de la sierva que tenía al frente de su hacienda.
11 Vinieron y ella les dijo: «Escuchadme, jefes de los moradores de
Betulia. No están bien las palabras que habéis pronunciado hoy delante del
pueblo, cuando habéis interpuesto entre Dios y vosotros un juramento,
asegurando que entregaríais la ciudad a nuestros enemigos si en el plazo
convenido no os enviaba socorro el Señor.
12 ¿Quiénes sois vosotros para permitiros hoy poner a Dios a prueba
y suplantar a Dios entre los hombres?
13 ¡Así tentáis al Señor Onmipotente, vosotros que nunca llegaréis a
comprender nada!
14 Nunca llegaréis a sondear el fondo del corazón humano, ni podréis
apoderaros de los pensamientos de su inteligencia, pues ¿cómo vais a
escrutar a Dios que hizo todas las cosas, conocer su inteligencia y
comprender sus pensamientos? No, hermanos, no provoquéis la cólera del
Señor, Dios nuestro.
15 Si no quiere socorrernos en el plazo de cinco días, tiene poder para
protegernos en cualquier otro momento, como lo tiene para aniquilarnos en
presencia de nuestros enemigos.
16 Pero vosotros no exijáis garantías a los designios del Señor nuestro
Dios, porque Dios no se somete a las amenazas, como un hombre, ni se le
marca, como a un hijo de hombre, una línea de conducta.
17 Pidámosle más bien que nos socorra, mientras esperamos
confiadamente que nos salve. Y él escuchará nuestra súplica, si le place
hacerlo.
18 «Verdad es que no hay en nuestro tiempo ni en nuestros días tribu,
familia, pueblo o ciudad de las nuestras que se postre ante dioses hechos
por mano de hombre, como sucedió en otros tiempos,
19 en castigo de lo cual fueron nuestros padres entregados a la espada
y al saqueo, y sucumbieron desastradamente ante sus enemigos.
20 Pero nosotros no conocemos otro Dios que él, y en esto estriba
nuestra esperanza de que no nos mirará con desdén ni a nosotros ni a
ninguno de nuestra raza.
21 «Porque si de hecho se apoderan de nosotros, caerá todo Judea;
nuestro santuario será saqueado y nosotros tendremos que responder de esta
profanación con nuestra propia sangre.
22 La muerte de nuestros hermanos, la deportación de esta tierra y la
devastación de nuestra heredad, caerá sobre nuestras cabezas, en medio de
las naciones en que estemos como esclavos y seremos para nuestros amos
escarnio y mofa,
23 ya que nuestra esclavitud no concluiría en benevolencia, sino que
el Señor nuestro Dios la convertiría en deshonra.
24 Ahora, pues, hermanos, mostremos a nuestros hermanos que su
vida depende de nosotros y que sobre nosotros se apoyan las cosas
sagradas, el Templo y el altar.
25 «Por todo esto, debemos dar gracias al Señor nuestro Dios que ha
querido probarnos como a nuestros padres.
26 Recordad lo que hizo con Abraham, las pruebas por que hizo pasar
a Isaac, lo que aconteció a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando
pastoreaba los rebaños de Labán, el hermano de su madre.
27 Como les puso a ellos en el crisol para sondear sus corazones, así
el Señor nos hiere a nosotros, los que nos acercamos a él, no para
castigarnos, sino para amonestarnos.»
28 Ozías respondió: «En todo cuanto has dicho, has hablado con recto
juicio y nadie podrá oponerse a tus razones,
29 ya que no has empezado hoy a dar muestras de tu sabiduría, sino
que de antiguo conoce todo el pueblo tu inteligencia y la bondad de los
pensamientos que forma tu corazón.
30 Pero el pueblo padecía gran sed y nos obligaron a pronunciar
aquellas palabras, y a comprometernos con un juramento que no podemos
violar.
31 Ahora, pues, tú que eres una mujer piadosa, pide por nosotros al
Señor que envíe lluvia para llenar nuestras cisternas, y así no nos veamos
acabados.»
32 Respondió Judit: «Escuchadme. Voy a hacer algo que se
transmitirá de generación en generación entre los hijos de nuestra raza.
33 Estad esta noche a la puerta de la ciudad. Yo saldré con mi sierva
y antes del plazo que os habéis fijado para entregar la ciudad a nuestros
enemigos, visitará el Señor a Israel por mi mano.
34 No intentéis averiguar lo que quiero hacer, pues no lo diré hasta no
haberlo cumplido.»
35 Ozías y los jefes le dijeron: «Vete en paz y que el Señor Dios te
preceda para tomar venganza de nuestros enemigos.»
36 Y dejando el aposento, regresaron a sus puestos.
Judit 9
1 Cayó Judit, rostro en tierra, echó ceniza sobre su cabeza, dejó ver el
sayal que tenía puesto y, a la misma hora en que se ofrecía en Jerusalén, en
la Casa de Dios, el incienso de aquella tarde, clamó al Señor en alta voz
diciendo:
2 Señor, Dios de mi padre Simeón, a quien diste una espada para
vengarse de extranjeros que habían soltado el ceñidor de una virgen para
mancha, que desnudaron sus caderas para vergüenza y profanaron su seno
para deshonor; pues tú dijiste: «Eso no se hace», y ellos lo hicieron.
3 Por eso entregaste sus jefes a la muerte y su lecho, rojo de
vergüenza por su engaño, lo dejaste engañado hasta la sangre. Castigaste a
los esclavos con los príncipes, a los príncipes con los siervos.
4 Entregaste al saqueo a sus mujeres, sus hijas al destierro, todos sus
despojos en reparto para tus hijos amados, que se habían encendido de tu
celo, y tuvieron horror a la mancha hecha a su sangre y te llamaron en su
ayuda. ¡Oh Dios, mi Dios, escucha a esta viuda!
5 Tú que hiciste las cosas pasadas, las de ahora y las venideras, que
has pensado el presente y el futuro; y sólo sucede lo que tú dispones,
6 y tus designios se presentan y te dicen: «Aquí estamos!» Pues todos
tus caminos están preparados y tus juicios de antemano previstos.
7 Mira, pues, a los asirios que juntan muchas fuerzas, orgullosos de
sus caballos y jinetes, engreídos por la fuerza de sus infantes, fiados en sus
escudos y en sus lanzas, en sus arcos y en sus hondas, y no han reconocido
que tú eres el Señor, quebrantador de guerras.
8 Tu Nombre es «¡Señor!» ¡Quebranta su poder con tu fuerza! ¡Abate
su poderío con tu cólera!, pues planean profanar tu santuario, manchar la
Tienda en que reposa la Gloria de tu Nombre, y derribar con fuerza el
cuerno de tu altar.
9 Mira su altivez, y suelta tu ira sobre sus cabezas; da a mi mano de
viuda fuerza para lo que he proyectado.
10 Hiere al esclavo con el jefe, y al jefe con su siervo, por la astucia
de mis labios. Abate su soberbia por mano de mujer.
11 No está en el número tu fuerza, ni tu poder en los valientes, sino
que eres el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los
débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados.
12 ¡Sí, sí! Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel, Señor de
los cielos y la tierra, Creador de las aguas, Rey de toda tu creación,
¡escucha mi plegaria!
13 Dame una palabra seductora para herir y matar a los que traman
duras decisiones contra tu alianza, contra tu santa Casa y contra el monte
Sión y la casa propiedad de tus hijos.
14 Haz conocer a toda nación y toda tribu que tú eres Yahveh, Dios
de todo poder y toda fuerza, y que no hay otro protector fuera de ti para la
estirpe de Israel.
Judit 10
1 Acabada su plegaria al Dios de Israel, y dichas todas estas palabras,
2 se levantó Judit del suelo, llamó a su sierva y bajando a la casa
donde pasaba los sábados y solemnidades,
3 se quitó el sayal que vestía, se desnudó de sus vestidos de viudez, se
baño toda, se ungió con perfumes exquisitos, se compuso la cabellera
poniéndose una cinta, y se vistió los vestidos que vestía cuando era feliz, en
vida de su marido Manasés.
4 Se calzó las sandalias, se puso los collares, brazeletes y anillos, sus
pendientes y todas sus joyas, y realzó su hermosura cuanto pudo, con ánimo
de seducir los ojos de todos los hombres que la viesen.
5 Luego dio a su sierva un odre de vino y un cántaro de aceite, llenó
una alforja con harina de cebada, tortas de higos y panes puros, empaquetó
las provisiones y se lo entregó igualmente a su sierva.
6 Luego se dirigieron a la puerta de la ciudad, de Betulia, donde se
encontraron con Ozías y con Jabrís y Jarmís, ancianos de la ciudad.
7 Cuando vieron a Judit con el rostro transformado y mudada de
vestidos, se quedaron maravillados de su extremada hermosura y le dijeron:
8 «¡Que el Dios de nuestros padres te haga alcanzar favor y dé
cumplimiento a tus designios, para gloria de los hijos de Israel y exaltación
de Jerusalén!»
9 Ella adoró a Dios y les dijo: «Mandad que me abran la puerta de la
ciudad para que vaya a poner por obra los deseos de que me habéis
hablado.» Ellos mandaron a los jóvenes que le abrieran, tal como lo pedía.
10 Así lo hicieron ellos, y salió Judit con su sierva. Los hombres de la
ciudad la siguieron con la mirada mientras descendía por la ladera, hasta
que llegó al valle; y allí la perdieron de vista.
11 Avanzaron ellas a derecho por el valle, hasta que le salió al
encuentro una avanzada de los asirios,
12 que la detuvieron y preguntaron: «¿Quién eres? ¿De dónde vienes?
¿A dónde vas?» Ella respondió: «Hija de hebreos soy y huyo de ellos,
porque están a punto de ser devorados por vosotros.
13 Vengo a presentarme ante Holofernes, jefe de vuestro ejército,
para hablarle con sinceridad y mostrarle un camino por el que pueda pasar
para adueñarse de toda la montaña, sin que perezca ninguno de sus hombres
y sin que se pierda una sola vida».
14 Oyéndola hablar aquellos hombres, y viendo la admirable
hermosura de su rostro, le dijeron:
15 «Has salvado tu vida con tu decisión de bajar a presentarte ante
nuestro señor. Dirígete a su tienda, que algunos de los nuestros te
acompañarán hasta ponerte en sus manos.
16 Cuando estés en su presencia, no tengas miedo; anúnciale tus
propósitos y él se portará bien contigo.»
17 Y eligieron entre ellos cien hombres que le dieran escolta a ella y a
su sierva y las llevaran hasta la tienda de Holofernes.
18 Habiéndose corrido por todas las tiendas la noticia de su llegada,
concurrió la gente del campamento, que hicieron corro en torno a ella,
mientras esperaba, fuera de la tienda, que la anunciasen a Holofernes.
19 Se quedaban admirados de su belleza y, por ella, admiraban a los
israelitas, diciéndose unos a otros: «¿Quién puede menospreciar a un pueblo
que tiene mujeres como ésta? ¡Sería un error dejar con vida a uno solo de
ellos, porque los que quedaran, serían capaces de engañar a toda la tierra!»
20 Salieron, pues, los de la escolta personal de Holofernes y todos sus
servidores y la introdujeron en la tienda.
21 Estaba Holofernes descansando en su lecho, bajo colgaduras de
oro y púrpura recamadas de esmeraldas y piedras preciosas.
22 Se la anunciaron y él salió hasta la entrada de la tienda, precedido
de lámparas de plata.
23 Cuando Judit llegó ante Holofernes y sus ministros, todos se
maravillaron de la hermosura de su rostro. Cayó ella rostro en tierra y se
postró ante él, pero los siervos la levantaron.
Judit 11
1 Holofernes le dijo: «Ten confianza, mujer, no tengas miedo, porque
yo ningún mal hago a quien se decide a servir a Nabucodonosor, rey de
toda la tierra.
2 Tampoco contra tu pueblo de la montaña habría alzado yo mi lanza,
si ellos no me hubieran despreciado; pero ellos mismos lo han querido.
3 Dime ahora por qué razón huyes de ellos y te pasas a nosotros.
Desde luego, al venir aquí te has salvado. Ten confianza; vivirás esta noche
y las restantes.
4 Nadie te hará ningún mal; serás bien tratada, como se hace con los
siervos de mi señor, el rey Nabucodonosor.»
5 Respondió Judit: «Acoge las palabras de tu sierva, y que tu sierva
pueda hablar en tu presencia. Ninguna falsedad diré esta noche a mi señor.
6 Si te dignas seguir los consejos de tu sierva, Dios actuará contigo
hasta el fin y mi señor no fracasará en sus proyectos.
7 ¡Viva Nabucodonosor, rey de toda la tierra y viva su poder que te
ha enviado para poner en el recto camino a todo viviente!; porque gracias a
ti no le sirven tan sólo los hombres, sino que, por medio de tu fuerza, hasta
las fieras salvajes, los ganados y las aves del cielo viven para
Nabucodonosor y para toda su casa.
8 «Nosotros, en efecto, hemos oído hablar de tu sabiduría y de la
prudencia de tu espíritu, y se dice por toda la tierra que tú eres el mejor en
todo el reino, de profundos conocimientos y admirable como estratega.
9 Por lo que se refiere al discurso que Ajior pronunció en tu Consejo,
nosotros hemos oído sus mismas palabras, pues los hombres de Betulia le
han salvado y él les refirió todo lo que te dijo.
10 Acerca de esto, dueño y señor, no desestimes sus palabras; tenlas
bien presentes, porque responden a la verdad. Pues muestra raza no recibe
castigo ni la espada tiene poder sobre ellos, si no han pecado contra su
Dios.
11 Pero precisamente para que mi señor no se vea rechazado y con las
manos vacías, la muerte va a caer sobre sus cabezas. Han caído en un
pecado con el que provocan la cólera de su Dios cada vez que cometen tal
desorden.
12 En vista de que se les acaban los víveres y escasea el agua, han
deliberado echar mano de sus ganados y están ya decididos a consumir todo
aquello que su Dios, por sus leyes, les ha prohibido comer.
13 Han decidido, igualmente, consumir las primicias del trigo y el
diezmo del vino y del aceite que habían reservado, porque están
consagrados a los sacerdotes que están en la presencia de nuestro Dios, en
Jerusalén, y que ningún laico puede ni tan siquiera tocar con la mano.
14 Han enviado mensajeros a Jerusalén (cuyos habitantes hacen estas
mismas cosas) para recabar del Consejo de Ancianos los permisos.
15 Y en cuanto les sea concedido y lo realicen, en ese mismo
momento te serán entregados para su destrucción.
16 Cuando yo, tu esclava, supe todo esto, huí de ellos. Mi Dios me ha
enviado para que yo haga contigo cosas de que se pasmará toda la tierra y
todos cuantos las oigan.
17 Porque tu esclava es piadosa y sirve noche y día al Dios del Cielo.
Ahora, mi señor, quisiera quedarme a tu lado. Tu sierva saldría por las
noches hacia el barranco, para suplicar a mi Dios y El me dirá cuándo han
cometido su pecado.
18 Yo vendré a comunicártelo y entonces tú saldrás con todo tu
ejército y ninguno de ellos podrá resistirte.
19 Yo te guiaré por medio de Judea hasta llegar a Jerusalén y haré
que te asientes en medio de ella. Tú los llevarás como rebaño sin pastor, y
ni un perro ladrará contra ti. He tenido el presentimiento de todo esto; me
ha sido anunciado y he sido enviada para comunicártelo.»
20 Agradaron estas palabras a Holofernes y a todos sus servidores,
que estaban admirados de su sabiduría, y dijeron:
21 «De un cabo al otro del mundo, no hay mujer como ésta, de tanta
hermosura en el rostro y tanta sensatez en las palabras.»
22 Holofernes le dijo: «Bien ha hecho Dios en enviarte por delante de
tu pueblo, para que esté en nuestras manos el poder, y en manos de los que
han despreciado a mi señor, la ruina.
23 Por lo demás, eres tan bella de aspecto como prudente en tus
palabras. Si haces lo que has prometido, tu Dios será mi Dios, vivirás en el
palacio del rey Nabucodonosor y serás famosa en toda la tierra.»
Proverbios 31
1 Palabras de Lemuel, rey de Massá, que le enseño su madre:
2 ¡No, hijo mío, no, hijo de mis entrañas! ¡No, hijo de mis votos!
3 No entregues tu vigor a las mujeres, ni tus caminos a las que pierden
a los reyes.
4 No es para los reyes, Lemuel, no es para los reyes beber vino, ni
para los príncipes ser aficionado a la bebida.
5 No sea que, bebiendo, olviden sus decretos y perviertan las causas
de todos los desvalidos.
6 Dad bebidas fuertes al que va a perecer y vino al de alma amargada;
7 que beba y olvide su miseria, y no se acuerde ya de su desgracia.
8 Abre tu boca en favor del mudo, por la causa de todos los
abandonados,
9 abre tu boca, juzga con justicia y defiende la causa del mísero y del
pobre.
10 = Alef. = Una mujer completa, ¿quién la encontrará? Es mucho
más valiosa que las perlas.
11 = Bet. = En ella confía el corazón de su marido, y no será sin
provecho.
12 = Guímel. = Le produce el bien, no el mal, todos los días de su
vida.
13 = Dálet. = Se busca lana y lino y lo trabaja con manos diligentes.
14 = He. = Es como nave de mercader que de lejos trae su provisión.
15 = Vau. = Se levanta cuando aún es de noche da de comer a sus
domésticos y órdenes a su servidumbre.
16 = Zain. = Hace cálculos sobre un campo y lo compra; con el fruto
de sus manos planta una viña.
17 = Jet. = Se ciñe con fuerza sus lomos y vigoriza sus brazos.
18 = Tet. = Siente que va bien su trabajo, no se apaga por la noche su
lámpara.
19 = Tod. = Echa mano a la rueca, sus palmas toman el huso.
20 = Kaf. = Alarga su palma al desvalido, y tiende sus manos al pobre.
21 = Lámed. = No teme por su casa a la nieve, pues todos los suyos
tienen vestido doble.
22 = Mem. = Para sí se hace mantos, y su vestido es de lino y púrpura.
23 = Nun. = Su marido es considerado en las puertas, cuando se sienta
con los ancianos del país.
24 = Sámek. = Hace túnicas de lino y las vende, entrega al
comerciante ceñidores.
25 = Ain. = Se viste de fuerza y dignidad, y se ríe del día de mañana.
26 = Pe. = Abre su boca con sabiduría, lección de amor hay en su
lengua.
27 = Sade. = Está atenta a la marcha de su casa, y no come pan de
ociosidad.
28 = Qof. = Se levantan sus hijos y la llaman dichosa; su marido, y
hace su elogio:
29 = Res. = «¡Muchas mujeres hicieron proezas, pero tú las superas a
todas!»
30 = Sin. = Engañosa es la gracia, vana la hermosura, la mujer que
teme a Yahveh, ésa será alabada.
31 = Tau. = Dadle del fruto de sus manos y que en las puertas la
alaben sus obras.
ECLESIASTÉS
Eclesiastés 1
1 Palabras de Cohélet, hijo de David, rey en Jerusalén.
2 ¡Vanidad de vanidades! – dice Cohélet -, ¡vanidad de vanidades,
todo vanidad!
3 ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?
4 Una generación va, otra generación viene; pero la tierra para
siempre permanece.
5 Sale el sol y el sol se pone; corre hacia su lugar y allí vuelve a salir.
6 Sopla hacia el sur el viento y gira hacia el norte; gira que te gira
sigue el viento y vuelve el viento a girar.
7 Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al lugar donde los
ríos van, allá vuelven a fluir.
8 Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el
ojo de ver ni el oído de oír.
9 Lo que fue, eso será; lo que se hizo, ese se hará. Nada nuevo hay
bajo el sol.
10 Si algo hay de que se diga: «Mira, eso sí que es nuevo», aun eso ya
sucedía en los siglos que nos precedieron.
11 No hay recuerdo de los antiguos, como tampoco de los venideros
quedará memoria en los que después vendrán.
12 Yo, Cohélet, he sido rey de Israel, en Jerusalén.
13 He aplicado mi corazón a investigar y explorar con la sabiduría
cuanto acaece bajo el cielo. ¡Mal oficio éste que Dios encomendó a los
humanos para que en él se ocuparan!
14 He observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es
vanidad y atrapar vientos.
15 Lo torcido no puede enderezarse, lo que falta no se puede contar.
16 Me dije en mi corazón: Tengo una sabiduría grande y extensa,
mayor que la de todos mis predecesores en Jerusalén; mi corazón ha
contemplado mucha sabiduría y ciencia.
17 He aplicado mi corazón a conocer la sabiduría, y también a conocer
la locura y la necedad, he comprendido que aun esto mismo es atrapar
vientos,
18 pues: Donde abunda sabiduría, abundan penas, y quien acumula
ciencia, acumula dolor.
Lucas 2
1 Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto
ordenando que se empadronase todo el mundo.
2 Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria
Cirino.
3 Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.
4 Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea,
a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de
David,
5 para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.
6 Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días
del alumbramiento,
7 y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó
en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.
8 Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y
vigilaban por turno durante la noche su rebaño.
9 Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió
en su luz; y se llenaron de temor.
10 El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que
lo será para todo el pueblo:
11 os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el
Cristo Señor;
12 y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales
y acostado en un pesebre.»
13 Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial,
que alababa a Dios, diciendo:
14 «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en
quienes él se complace.»
15 Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo,
los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos
lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.»
16 Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño
acostado en el pesebre.
17 Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel
niño;
18 y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les
decían.
19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en
su corazón.
20 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo
lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el
nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.
22 Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la
Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor,
23 como está escrito en la Ley del Señor: = Todo varón primogénito
será consagrado al Señor =
24 y para ofrecer en sacrificio = un par de tórtolas o dos pichones =,
conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
25 Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este
hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en
él el Espíritu Santo.
26 Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte
antes de haber visto al Cristo del Señor.
27 Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres
introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él,
28 le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
29 «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se
vaya en paz;
30 porque han visto mis ojos tu salvación,
31 la que has preparado a la vista de todos los pueblos,
32 luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.»
33 Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él.
34 Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para
caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción –
35 ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que
queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»
36 Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de
Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su
marido,
37 y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba
del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones.
38 Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y
hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
39 Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor,
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
40 El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia
de Dios estaba sobre él.
41 Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.
42 Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la
fiesta
43 y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en
Jerusalén, sin saberlo su padres.
44 Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de
camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos;
45 pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.
46 Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo
sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles;
47 todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus
respuestas.
48 Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo:
«Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te
andábamos buscando.»
49 El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía
estar en la casa de mi Padre?»
50 Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.
51 Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre
conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.
52 Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y
ante los hombres.
Lucas 3
1 En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato
procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano,
tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene;
2 en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a
Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
3 Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de
conversión para perdón de los pecados,
4 como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: = Voz
del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus
sendas; =
5 = todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo
tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. =
6 = Y todos verán la salvación de Dios. =
7 Decía, pues, a la gente que acudía para ser bautizada por él: «Raza
de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?
8 Dad, pues, frutos dignos de conversión, y no andéis diciendo en
vuestro interior: “Tenemos por padre a Abraham”; porque os digo que
puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham.
9 Y ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no
dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.»
10 La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?»
11 Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el
que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.»
12 Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro,
¿qué debemos hacer?»
13 El les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado.»
14 Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos
hacer?» El les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias
falsas, y contentaos con vuestra soldada.»
15 Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus
corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo;
16 respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero
viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de
sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
17 En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en
su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.»
18 Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena
Nueva.
19 Pero Herodes, el tetrarca, reprendido por él a causa de Herodías, la
mujer de su hermano, y a causa de todas las malas acciones que había
hecho,
20 añadió a todas ellas la de encerrar a Juan en la cárcel.
21 Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado
también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo,
22 y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una
paloma; y vino una voz del cielo: = «Tú eres mi hijo; yo hoy te he
engendrado.» =
23 Tenía Jesús, al comenzar, unos treinta años, y era según se creía
hijo de José, hijo de Helí,
24 hijo de Mattat, hijo de Leví, hijo de Melkí, hijo de Jannái, hijo de
José,
25 hijo de Mattatías, hijo de Amós, hijo de Naúm, hijo de Eslí, hijo de
Nangay,
26 hijo de Maaz, hijo de Mattatías, hijo de Semeín, hijo de Josec, hijo
de Jodá,
27 hijo de Joanán, hijo de Resá, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel,
hijo de Nerí,
28 hijo de Melkí, hijo de Addí, hijo de Cosam, hijo de Elmadam, hijo
de Er,
29 hijo de Jesús, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Mattat, hijo de
Leví,
30 hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonam, hijo de
Eliaquim,
31 hijo de Meleá, hijo de Menná, hijo de Mattatá, hijo de Natán, hijo
de David,
32 hijo de Jesé, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Sala, hijo de
Naassón,
33 hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arní, hijo de Esrom, hijo
de Fares, hijo de Judá,
34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Tara, hijo de
Najor,
35 hijo de Serug, hijo de Ragáu, hijo de Fálek, hijo de Eber, hijo de
Sala,
36 hijo de Cainam, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de
Lámek,
37 hijo de Matusalén, hijo de Henoc, hijo de Járet, hijo de Maleleel,
hijo de Cainam,
38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adam, hijo de Dios.