
Judit 12
1 Mandó luego que la introdujeran donde tenía su vajilla y ordenó
que le sirvieran de sus propios manjares y le dieran a beber de su propio
vino.
2 Pero Judit dijo: «No debo comer esto, para que no me sea ocasión
de falta. Se me dará de las provisiones que traje conmigo.»
3 Holofernes le dijo: «Cuando se te acaben las cosas que tienes, ¿de
dónde podremos traerte otras iguales? Porque no hay nadie de los tuyos
con nosotros.»
4 Respondió Judit: «Por tu vida, mi señor; que, antes que tu sierva
haya consumido lo que traje, cumplirá el Señor, por mi mano, sus
designios.»
5 Los siervos de Holofernes la condujeron a la tienda, y ella durmió
hasta media noche. Al acercarse la vigilia de la aurora, se levantó,
6 y envió a decir a Holofernes: «Ordene mi señor que se dé a tu sierva
permiso para salir a orar.»
7 Holofernes ordenó a su escolta que no se lo impidieran. Judit
permaneció tres días en el campamento. Cada noche se dirigía hacia el
barranco de Betulia y se lavaba en la fuente donde estaba el puesto de
guardia.
8 A su regreso, suplicaba al Señor, Dios de Israel, que diese buen fin
a sus proyectos para exaltación de los hijos de su pueblo.
9 Y, ya purificada, entraba en la tienda y allí permanecía hasta que le
traían su comida de la tarde.
10 Al cuarto día, dio Holofernes un banquete exclusivamente para sus
oficiales; no invitó a ninguno de los encargados de los servicios.
11 Dijo, pues, a Bagoas, el eunuco que tenía al frente de sus
negocios: «Trata de persuadir a esa mujer hebrea que tienes contigo, que
venga a comer y beber con nosotros.
12 Sería una vergüenza para nosotros que dejáramos marchar a tal
mujer sin habernos entretenido con ella. Si no somos capaces de atraerla,
luego hará burla de nosotros.»
13 Salió Bagoas de la presencia de Holofernes, entró en la tienda de
Judit y dijo: «Que esta bella esclava no se niegue a venir donde mi señor,
para ser honrada en su presencia, para beber vino alegremente con nosotros
y ser, en esta ocasión, como una de las hijas de los asirios que viven en el
palacio de Nabucodonosor.»
14 Judit le respondió: «¿Quién soy yo para oponerme a mi señor?
Haré prontamente todo cuanto le agrade y ello será para mí motivo de gozo
mientras viva.»
15 Después se levantó y se engalanó con sus vestidos y todos sus
ornatos femeninos. Se adelantó su sierva para extender en tierra, frente a
Holofernes, los tapices que había recibido de Bagoas para el uso cotidiano,
con el fin de que pudiera tomar la comida reclinada sobre ellos.
16 Entrando luego Judit, se reclinó. El corazón de Holofernes quedó
arrebatado por ella, su alma quedó turbada y experimentó un violento deseo
de unirse a ella, pues desde el día que la vio, andaba buscando ocasión de
seducirla.
17 Díjole Holofernes: «¡Bebe, pues, y comparte la alegría con
nosotros!»
18 Judit respondió: «Beberé señor; pues nunca, desde el día en que
nací, nunca estimé en tanto mi vida como ahora.»
19 Y comió y bebió, frente a él, sirviéndose de las provisiones que su
sierva había preparado.
20 Holofernes, que se hallaba bajo el influjo de su encanto, bebió
vino tan copiosamente como jamás había bebido en todos los días de su
vida.
Judit 13
1 Cuando se hizo tarde, sus oficiales se apresusaron a retirarse y
Bagoas cerró la tienda por el exterior, después de haber apartado de la
presencia de su señor a los que todavía quedaban; y todos se fueron a
dormir, fatigados por el exceso de bebida;
2 quedaron en la tienda tan sólo Judit y Holofernes, desplomado
sobre su lecho y rezumando vino.
3 Judit había mandado a su sierva que se quedara fuera de su
dormitorio y esperase a que saliera, como los demás días. Porque, en efecto,
ella había dicho que saldría para hacer su oración y en este mismo sentido
había hablado a Bagoas.
4 Todos se habían retirado; nadie, ni grande ni pequeño, quedó en el
dormitorio. Judit, puesta de pie junto al lecho, dijo en su corazón: «¡Oh
Señor, Dios de toda fuerza! Pon los ojos, en esta hora, a la empresa de mis
manos para exaltación de Jerusalén.
5 Es la ocasión de esforzarse por tu heredad y hacer que mis
decisiones sean la ruina de los enemigos que se alzan contra nosotros.»
6 Avanzó, después, hasta la columna del lecho que estaba junto a la
cabeza de Holofernes, tomó de allí su cimitarra,
7 y acercándose al lecho, agarró la cabeza de Holofernes por los
cabellos y dijo: «¡Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!»
8 Y, con todas sus fuerzas, le descargó dos golpes sobre el cuello y le
cortó la cabeza.
9 Después hizo rodar el tronco fuera del lecho, arrancó las colgaduras
de las columnas y saliendo entregó la cabeza de Holofernes a su sierva,
10 que la metió en la alforja de las provisiones. Luego salieron las
dos juntos a hacer la oración, como de ordinario, atravesaron el
campemento, contornearon el barranco, subieron por el monte de Betulia y
se presentaron ante las puertas de la ciudad.
11 Judit gritó desde lejos a los centinelas de las puertas: «¡Abrid,
abrid la puerta! El Señor, nuestro Dios, está con nosotros para hacer todavía
hazañas en Israel y mostrar su poder contra nuestros enemigos, como lo ha
hecho hoy mismo.»
12 Cuando los hombres de la ciudad oyeron su voz, se apresuraron a
bajar a la puerta y llamaron a los ancianos.
13 Acudieron todos corriendo, desde el más grande al más chico,
porque no tenían esperanza de que ella volviera; abrieron, pues, la puerta,
las recibieron, y encendiendo una hoguera para que se pudiera ver, hicieron
corro en torno a ellas.
14 Judit, con fuerte voz, les dijo: «¡Alabad a Dios, alabadle! Alabad a
Dios, que no ha apartado su misericordia de la casa de Israel, sino que esta
noche ha destrozado a nuestros enemigos por mi mano.»
15 Y sacando de la alforja la cabeza, se la mostró, diciéndoles:
«Mirad la cabeza de Holofernes, jefe supremo del ejército asirio, y mirad
las colgaduras bajo las cuales se acostaba en su borracheras. ¡El Señor le ha
herido por mano de mujer!
16 ¡Vive el Señor!, el que me ha guardado en el camino que
emprendí, que fue seducido, para perdición suya, por mi rostro, pero no ha
cometido conmigo ningún pecado que me manche o me deshonre.»
17 Todo el pueblo quedó lleno de estupor y postrándose adoraron a
Dios y dijeron a una: «¡Bendito seas, Dios nuestro, que has aniquilado el
día de hoy a los enemigos de tu pueblo!»
18 Ozías dijo a Judit: «¡Bendita seas, hija del Dios Altísimo más que
todas las mujeres de la tierra! Y bendito sea Dios, el Señor, Creador del
cielo y de la tierra, que te ha guiado para cortar la cabeza del jefe de
nuestros enemigos.
19 Jamás tu confianza faltará en el corazón de los hombres que
recordarán la fuerza de Dios eternamente.
20 Que Dios te conceda, para exaltación perpetua, el ser favorecida
con todos los bienes, porque no vacilaste en exponer tu vida a causa de la
humillación de nuestra raza. Detuviste nuestra ruina procediendo
rectamente ante nuestro Dios.» Todo el pueblo respondió: «¡Amén, amén!»
Judit 14
1 Judit les dijo: «Escuchadme, hermanos; tomad esta cabeza y
colgadle en el saliente de nuestras murallas;
2 y apenas despunte el alba y salga el sol sobre la tierra, empuñaréis
cada uno vuestras armas y saldréis fuera de la ciudad todos los hombres
capaces. Que se ponga uno al frente, como si intentarais bajar a la llanura,
contra la avanzada de los asirios. Pero no bajéis.
3 Los asirios tomarán sus armas y marcharán a su campamento para
despertar a los jefes del ejército de Asiria. Correrán a la tienda de
Holofernes, pero al no dar con él, quedarán aterrorizados y huirán ante
vosotros.
4 Entonces, vosotros y todos los habitantes del territorio de Israel,
saldréis en su persecución y los abatiréis en la retirada.
5 «Pero antes, traed aquí a Ajior el ammonita, para que vea y
reconozca al que despreciaba a la casa de Israel, al que le envió a nosotros
como destinado a la muerte.»
6 Hicieron, pues, venir a Ajior desde la casa de Ozías. Al llegar y ver
que uno de los hombres de la asamblea del pueblo tenía en la mano la
cabeza de Holofernes, cayó al suelo, desvanecido.
7 Cuando le reanimaron, se echó a los pies de Judit, se postró ante
ella y dijo: «¡Bendita seas en todas las tiendas de Judá y en todas las
naciones que, cuando oigan pronunciar tu nombre, se sentirán turbadas!»
8 «Y ahora, cuéntame lo que has hecho durante este tiempo.» Judit le
contó, en medio del pueblo, todo cuanto había hecho, desde que salió hasta
el momento en que les estaba hablando.
9 Cuando hubo acabado su relato, todo el pueblo lanzó grandes
aclamaciones y en toda la ciudad resonaron los gritos de alegría.
10 Ajior, por su parte, viendo todo cuanto había hecho el Dios de
Israel, creyó en él firmemente, se hizo circuncidar y quedó anexionado para
siempre a la casa de Israel.
11 Apenas despuntó el alba, colgaron de la muralla la cabeza de
Holofernes, tomaron las armas todos los hombres de Israel y salieron, por
grupos, hacia las subidas.
12 Al verlos los asirios, communicaron la novedad a sus oficiales, y
éstos la fueron comunicando a sus estrategas y comandantes y a todos sus
jefes,
13 hasta llegar a la tienda de Holofernes. Dijeron, pues, a su
intendente general: «Despierta a nuestro señor, porque esos esclavos tienen
la osadía de bajar a combatir contra nosotros, para hacerse exterminar
completamente.»
14 Entró, pues, Bagoas y dio palmadas ante la cortina de la tienda,
porque suponía que Holofernes estaría durmiendo con Judit.
15 Como nadie respondía, apartó la cortina, entró en el dormitorio, y
lo encontró tendido sobre el umbral muerto y decapitado.
16 Dio entonces una gran voz, con gemido y llanto y fuertes alaridos,
al tiempo que rasgaba sus vestiduras.
17 Entró luego en la tienda en que se había aposentado Judit, y al no
verla, se precipitó hacia la tropa gritando:
18 «¡Esas esclavas eran unas pérfidas! Una sola mujer hebrea ha
llenado de vergüenza la casa del rey Nabucodonosor. ¡Mirad a Holofernes,
derribado en tierra y decapitado!»
19 Cuando los jefes del ejército asirio oyeron estas palabras, su ánimo
quedó turbado hasta el extremo, rasgaron sus túnicas y lanzaron grandes
gritos y voces por todo el campamento.
Judit 15
1 Al oírlo los del campamento, quedaron estupefactos;
2 fueron presa de terror pánico y nadie ya fue capaz de mantenerse al
lado de sus compañeros: huyeron todos a la desbandada, por todos los
caminos, por la llanura y la montaña.
3 También los que estaban acampados en la altura, sitiando a Betulia,
se dieron a la fuga; entonces, todos los hombres de guerra de Israel cayeron
sobre ellos.
4 Ozías mandó aviso a Betomestáin, a Bebé, Jobá y Kolá, y a toda la
montaña de Israel, dando noticia de cuanto había pasado, para que todos se
arrojaran sobre los enemigos y los exterminaran.
5 Cuando los israelitas lo supieron, todos, como un solo hombre, se
lanzaron sobre los asirios y los batieron hasta Jobá. También acudieron los
de Jerusalén y los de la montaña, porque también a ellos se les dio noticia
de lo sucedido en el campo enemigo; de igual modo, los de Galaad y
Galilea, atacándoles de flanco, les hicieron enorme estrago hasta que
pudieron refugiarse en Damasco y su región.
6 En cuanto a los demás habitantes de Betulia, cayeron sobre el
campamento asirio, le saquearon y obtuvieron grandes riquezas.
7 Los israelitas, de vuelta de la matanza, se hicieron dueños del resto;
también los de las aldeas y granjas de la montaña y del llano obtuvieron
gran botín, porque había una abundancia incalculable.
8 El sumo sacerdote Yoyaquim, con el Consejo de Ancianos de Israel
y los habitantes de Jerusalén, vinieron a contemplar los bienes que el Señor
había hecho a Israel, y a ver y saludar a Judit.
9 En llegando a su presencia, todos a una voz la bendijeron diciendo:
«Tú eres la exaltación de Jerusalén, tú el gran orgullo de Israel, tú la
suprema gloria de nuestra raza.
10 Al hacer todo esto por tu mano has procurado la dicha de Israel y
Dios se ha complacido en lo que has hecho. Bendita seas del Señor
Omnipotente por siglos infinitos.» Y todo el pueblo respondió: «¡Amén!»
11 Todo el pueblo estuvo recogiendo botín del campamento durante
treinta días; dieron a Judit la tienda de Holofernes, con toda su vajilla de
plata, sus divanes, sus vasijas y todo su mobiliario. Ella lo tomó y lo cargó
sobre su mula, preparó sus carros y los amontonó todo encima.
12 Todas las mujeres de Israel acudieron para verla y la bendecían
danzando en coro. Judit tomaba tirsos con la mano y los distribuía entre las
mujeres que estaban a su lado.
13 Ellas y sus acompañantes se coronaron con coronas de olivo;
después, dirigiendo el coro de las mujeres, se puso danzando a la cabeza de
todo el pueblo. La seguían los hombres de Israel, armados de sus armas,
llevando coronas y cantando himnos.
14 Judit entonó, en medio de todo Israel, este himno de acción de
gracias y todo el pueblo repetía sus alabanzas:
Judit 16
1 ¡Alabad a mi Dios con tamboriles, elevad cantos al Señor con
címbalos, ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza, ensalzad e
invocad su Nombre!
2 Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras, porque en sus
campos, en medio de su pueblo me arrancó de la mano de mis
perseguidores.
3 Vinieron los asirios de los montes del norte, vinieron con tropa
innumerable; su muchedumbre obstruía los torrentes, y sus caballos cubrían
las colinas.
4 Hablaba de incendiar mis tierras, de pasar mis jóvenes a espada, de
estrellar contra el suelo a los lactantes, de entregar como botín a mis niños y
de dar como presa a mi doncellas.
5 El Señor Omnipotente por mano de mujer los anuló.
6 Que no fue derribado su caudillo por jóvenes guerreros, ni le
hirieron hijos de Titanes, ni altivos gigantes le vencieron; le subyugó Judit,
hija de Merarí, con sólo la hermosura de su rostro.
7 Se despojó de sus vestidos de viudez, para exaltar a los afligidos de
Israel; ungió su rostro de perfumes,
8 prendió con una cinta sus cabellos, ropa de lino vistió para
seducirle.
9 La sandalia de ella le robó los ojos, su belleza cautivóle el alma ¡y
la cimitarra atravesó su cuello!
10 Se estremecieron los persas por su audacia, se turbaron los medos
por su temeridad.
11 Entonces clamaron mis humildes, y ellos temieron; clamaron mis
débiles y ellos quedaron aterrados; alzaron su voz éstos, y ellos se dieron a
la fuga.
12 Hijos de jovenzuelas los asaetearon, como a hijos de desertores los
hirieron, perdieron en la batalla contra mi Señor.
13 Cantaré a mi Dios un cantar nuevo: «¡Tú eres grande, Señor, eres
glorioso, admirable en poder e insuperable!»
14 Sírvante a ti las criaturas todas, pues hablaste tú y fueron hechas,
enviaste tu espíritu y las hizo, y nadie puede resitir tu voz.
15 Pues los montes, desde sus cimientos, serán sacudidos con las
aguas; las rocas en tu presencia se fundirán como cera; pero con aquellos
que te temen, te muestras tú siempre propicio.
16 Porque es muy poca cosa todo sacrificio de calmante aroma, y
apenas es nada la grasa para serte ofrecida en holocausto. Mas quien teme
al Señor será grande para siempre.
17 ¡Ay de las naciones que se alzan contra mi raza! El Señor
Omnipotente les dará el castigo en el día del juicio. Entregará sus cuerpos al
fuego y a los gusanos, y gemirán en dolor eternamente.
18 Cuando llegaron a Jerusalén, adoraron a Dios, y una vez
purificado el pueblo, ofrecieron sus holocaustos, sus ofrendas voluntarias y
sus regalos.
19 Judit ofreció todo el mobiliario de Holofernes, que el pueblo le
había concedido, y entregó a Dios en anatema las colgaduras que ella
misma había tomado del dormitorio de Holofernes.
20 Durante tres meses permaneció el pueblo en Jerusalén, celebrando
festejos delante de santuario. También Judit estaba presente.
21 Pasados aquellos días, se volvió cada uno a su heredad. Judit
regresó a Betulia, donde vivió disfrutando de su hacienda; fue en su tiempo
muy famosa en toda aquella tierra.
22 Muchos la pretendieron, pero ella no tuvo relaciones con ningún
hombre en toda su vida, desde que su marido Manasés murió y fue a
reunirse con su pueblo.
23 Vivió hasta la avanzada edad de 105 años, transcurriendo su
ancianidad en casa de su marido. A su sierva le concedió la libertad. Murió
en Betulia y fue sepultada en la caverna de su marido Manasés.
24 La casa de Israel la lloró durante siete días. Antes de morir,
distribuyó su hacienda entre los parientes de su marido Manasés y entre sus
propios parientes.
25 Nadie ya atemorizó a los israelitas mientras vivió Judit, ni en
mucho tiempo después de su muerte.
ESTER
Ester 1
1 En tiempo del rey Asuero, el que reinó desde la India hasta Etiopía
sobre 127 provincias,
2 en aquellos días, estando el rey sentado en el trono real, en la
ciudadela de Susa,
3 en el año tercero de su reinado, ofreció un banquete en su presencia
a todos sus servidores: a jefes del ejército de los persas y los medos, a los
nobles y a los gobernadores de las provincias.
4 Les hizo ver la riqueza y la gloria de su reino y del magnífico
esplendor de su grandeza durante muchos días, durante 180 días.
5 Cumplido aquel plazo, ofreció el rey a todos los que se hallaban en
la ciudadela de Susa, desde el mayor al más pequeño, un banquete de siete
días en el patio del jardín del palacio real.
6 Había colgaduras de lino fino, de lana y de púrpura violeta, fijadas,
por medio de cordones de lino y púrpura, en anillas de plata sujetas a
columnas de mármol blanco; lechos de oro y plata sobre un pavimento de
pórfido, mármol, nácar y mosaicos.
7 Se bebía en copas de oro de formas diversas y el vino ofrecido por el
rey corría con regia abundancia.
8 Cuanto a la bebida, a nadie se le obligaba, pues así lo había
mandado el rey a los oficiales de su casa, para que cada cual hiciese lo que
quisiera.
9 También la reina Vastí ofreció un banquete a las mujeres en el
palacio del rey Asuero.
10 El día séptimo, alegre por el vino el corazón del rey, mandó a
Mehumán, a Bizzetá, a Jarboná, a Bigtá, a Abagtá, a Zetar y a Karkás, los
siete eunucos que estaban al servicio del rey Asuero,
11 que hicieran venir a la reina Vastí a presencia del rey, con diadema
real, para que vieran las gentes y los jefes su belleza, porque, en efecto, era
muy bella.
12 Pero la reina Vastí se negó a cumplir la orden del rey transmitida
por los eunucos; se irritó el rey muchísimo y, ardiendo en ira,
13 llamó a los sabios entendidos en la ciencia de las leyes, pues los
asuntos reales se discuten en presencia de los conocedores de la ley y el
derecho;
14 hizo, pues, venir a Karsená, Setar, Admatá, Tarsis, Meres, Marsená
y Memukán, los siete jefes de los persas y los medos que eran admitidos a
la presencia del rey y ocupaban los primeros puestos del reino,
15 y les dijo: «¿Qué debe hacerse, según la ley, a la reina Vastí, por no
haber obedecido la orden del rey Asuero, transmitida por los eunucos?»
16 Respondió Memukán en presencia del rey y de los jefes: «La reina
Vastí no ha ofendido solamente al rey, sino a todos los jefes y a todos los
pueblos de todas las provincias del rey Asuero.
17 Porque se correrá el caso de la reina entre todas las mujeres y hará
que pierdan estima a sus maridos, pues dirán: “El rey Asuero mandó hacer
venir a su presencia a la reina Vastí, pero ella no fue.”
18 Y a partir de hoy, las princesas de los persas y los medos, que
conozcan la conducta de la reina, hablarán de ello a los jefes del rey y habrá
menosprecio y altercados.
19 Si al rey le parece bien, publíquese, de su parte, e inscríbase en las
leyes de los persas y los medos, para que no sea traspasado, este decreto:
que no vuelva Vastí a presencia del rey Asuero. Y dé el rey el título de reina
a otra mejor que ella.
20 El acuerdo tomado por el rey será conocido en todo el reino, a
pesar de ser tan grande, y todas las mujeres honrarán a sus maridos, desde
el mayor al más pequeño.»
21 Pareció bueno el consejo al rey y a los jefes, y el rey llevó a efecto
la palabra de Memukán.
22 Envió el rey cartas a todas las provincias, a cada provincia según su
escritura, y a cada pueblo según su lengua, para que todo marido fuese
señor de su casa.
Ester 2
1 Después de estos sucesos se aplacó la cólera del rey Asuero y se
acordó de Vastí, de cuanto había hecho, y de lo que acerca de ella se había
decidido.
2 Dijeron los cortesanos que estaban al servicio del rey: «Que se
busquen para el rey jóvenes vírgenes y bellas.
3 Nombre el rey inspectores en todas las provincias de su reino para
que reúnan en la ciudadela de Susa, en el harén, a todas las jóvenes vírgenes
y bellas, bajo la vigilancia de Hegué, eunuco del rey, encargado de las
mujeres, y que él les dé cuanto necesiten para su adorno,
4 y la joven que agrade al rey, reinará en lugar de Vastí.» Le pareció
bien al rey y así se hizo.
5 Había en la ciudadela de Susa un judío, llamado Mardoqueo, hijo de
Yaír, hijo de Semeí, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín.
6 Había sido deportado de Jerusalén con Jeconías, rey de Judá, en la
deportación que hizo Nabucodonosor, el rey de Babilonia.
7 Tenía en su casa a Hadassá, es decir, Ester, hija de un tío suyo, pues
era huérfana de padre y madre. La joven era hermosa y de buen parecer, y
al morir su padre y su madre, Mardoqueo la adoptó por hija.
8 Cuando se proclamó la orden y el edicto del rey, fueron reunidas
muchísimas jóvenes en la ciudadela de Susa, bajo la vigilancia de Hegué;
también Ester fue llevada al palacio real y puesta bajo la vigilancia de
Hegué, encargado de las mujeres.
9 La joven le agradó y ganó su favor, por lo que se apresuró a
proporcionarle cuanto necesitaba para su adorno y mantenimiento; diole
también siete doncellas elegidas de la casa del rey y la instaló, con sus
doncellas, en el mejor departamento del harén.
10 Ester no dio a conocer ni su pueblo ni su origen, pues Mardoqueo
la había mandado que no lo dijera.
11 Día tras día, se paseaba Mardoqueo delante del patio del harén para
enterarse de la salud de Ester y de lo que le sucedía.
12 A cada joven le llegaba el turno de presentarse al rey Asuero al
cabo de doce meses, según el estatuto de las mujeres. Los días de
preparación se empleaban en ungirse, durante seis meses con óleo y mirra y
otros seis meses con los aromas y perfumes que usan las mujeres.
13 Cuando una joven se presentaba al rey, le daban cuanto pedía y lo
llevaba consigo del harén al palacio real.
14 Se presentaba por la tarde y a la mañana siguiente volvía al otro
harén, bajo la vigilancia de Saasgaz, el eunuco del rey encargado de las
concubinas; no se presentaba más ante el rey, a no ser que el rey deseara y
la llamara expresamente.
15 Cuando a Ester, hija de Abijayil, tío de Mardoqueo, que la había
adoptado por hija, le llegó el turno de presentarse al rey, no pidió sino lo
que le indicó Hegué, el eunuco del rey encargado de las mujeres. Ester se
ganaba el favor de cuantos la veían.
16 Ester fue presentada al rey Asuero, en el palacio real, el mes
décimo, que es el mes de Tébet, en el año séptimo de su reinado,
17 y el rey amó a Ester más que la otras mujeres; halló ella, en
presencia del rey, más gracia y favor que ninguna otra virgen y el rey
colocó la diadema real sobre la cabeza de Ester y la declaró reina, en lugar
de Vastí.
18 Ofreció el rey un gran banquete a todos sus jefes y servidores, el
banquete de Ester; concedió un día de descanso a todas las provincias y
repartió presentes con real magnificencia.
19 Cuando Ester pasó, como las otras jóvenes, al segundo harén,
20 no reveló ni su origen ni su pueblo, tal como se lo había ordenado
Mardoqueo; pues Ester seguía cumpliendo las órdenes de Mardoqueo
como cuando vivía bajo su tutela.
21 Por aquellos mismos días, estaba adscrito Mardoqueo a la Puerta
Real; Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, guardianes del umbral, estaban
irritados y andaban buscando poner la mano sobre el rey Asuero.
22 Llegó el hecho a conocimiento de Mardoqueo, el cual se lo
comunicó a la reina Ester, y Ester se lo dijo al rey, en nombre de
Mardoqueo.
23 Se investigó el caso y resultó verdadero; por lo que fueron
colgados los dos del madero y se consignó por escritos, en los Anales, en
presencia del rey.
Eclesiastés 2
1 Hablé en mi corazón: ¡Adelante! ¡Voy a probarte en el placer;
disfruta del bienestar! Pero vi que también esto es vanidad.
2 A la risa la llamé: ¡Locura!; y del placer dije: ¿Para qué vale?
3 Traté de regalar mi cuerpo con el vino, mientras guardaba mi
corazón en la sabiduría, y entregarme a la necedad hasta ver en qué
consistía la felicidad de los humanos, lo que hacen bajo el cielo durante los
contados días de su vida.
4 Emprendí mis grandes obras; me construí palacios, me planté viñas;
5 me hice huertos y jardines, y los planté de toda clase de árboles
frutales.
6 Me construí albercas con aguas para regar la frondosa plantación.
7 Tuve siervos y esclavas: poseí servidumbre, así como ganados,
vacas y ovejas, en mayor cantidad que ninguno de mis predecesores en
Jerusalén.
8 Atesoré también plata y oro, tributos de reyes y de provincias. Me
procuré cantores y cantoras, toda clase de lujos humanos, coperos y
reposteros.
9 Seguí engrandeciéndome más que cualquiera de mis predecesores en
Jerusalén, y mi sabiduría se mantenía.
10 De cuanto me pedían mis ojos, nada les negué ni rehusé a mi
corazón ninguna alegría; toda vez que mi corazón se solazaba de todas mis
fatigas, y esto me compensaba de todas mis fatigas.
11 Consideré entonces todas las obras de mis manos y el fatigoso afán
de mi hacer y vi que todo es vanidad y atrapar vientos, y que ningún
provecho se saca bajo el sol.
12 Yo me volví a considerar la sabiduría, la locura y la necedad. ¿Qué
hará el hombre que suceda al rey, sino lo que ya otros hicieron?
13 Yo vi que la sabiduría aventaja a la necedad, como la luz a las
tinieblas.
14 El sabio tiene sus ojos abiertos, mas el necio en las tinieblas
camina. Pero también yo sé que la misma suerte alcanza a ambos.
15 Entonces me dice: Como la suerte del necio será la mía, ¿para qué
vales, pues, mi sabiduría? Y pensé que hasta eso mismo es vanidad.
16 No hay recuerdo duradero ni del sabio ni del necio; al correr de los
días, todos son olvidados. Pues el sabio muere igual que el necio.
17 He detestado la vida, porque me repugna cuanto se hace bajo el sol,
pues todo es vanidad y atrapar vientos.
18 Detesté todos mis fatigosos afanes bajo el sol, que yo dejo a mi
sucesor.
19 ¿Quién sabe si será sabio o necio? El se hará dueño de todo mi
trabajo, lo que realicé con fatiga y sabiduría bajo el sol. También esto es
vanidad.
20 Entregué mi corazón al desaliento, por todos mis fatigosos afanes
bajo el sol,
21 pues un hombre que se fatigó con sabiduría, ciencia y destreza, a
otro que en nada se fatigó da su propia paga. También esto es vanidad y mal
grave.
22 Pues ¿qué le queda a aquel hombre de toda su fatiga y esfuerzo con
que se fatigó bajo el sol?
23 Pues todos sus días son dolor, y su oficio, penar; y ni aun de noche
su corazón descansa. También esto es vanidad.
24 No hay mayor felicidad para el hombre que comer y beber, y
disfrutar en medio de sus fatigas. Yo veo que también esto viene de la mano
de Dios,
25 pues quien come y quien bebe, lo tiene de Dios.
26 Porque a quien le agrada, da El sabiduría, ciencia y alegría; mas al
pecador, da la tarea de amontonar y atesorar para dejárselo a quien agrada a
Dios. También esto es vanidad y atrapar vientos.
Eclesiastés 3
1 Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo:
2 Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su
tiempo el arrancar lo plantado.
3 Su tiempo el matar, y su tiempo el sanar; su tiempo el destruir, y su
tiempo el edificar.
4 Su tiempo el llorar, y su tiempo el reír; su tiempo el lamentarse, y su
tiempo el danzar.
5 Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el recogerlas; su tiempo el
abrazarse, y su tiempo el separarse.
6 Su tiempo el buscar, y su tiempo el perder; su tiempo el guardar, y
su tiempo el tirar.
7 Su tiempo el rasgar, y su tiempo el coser; su tiempo el callar, y su
tiempo el hablar.
8 Su tiempo el amar, y su tiempo el odiar; su tiempo la guerra, y su
tiempo la paz.
9 ¿Qué gana el que trabaja con fatiga?
10 He considerado la tarea que Dios ha puesto a los humanos para que
en ella se ocupen.
11 El ha hecho todas las cosas apropiadas a su tiempo; también ha
puesto el mundo en sus corazones, sin que el hombre llegue a descubrir la
obra que Dios ha hecho de principio a fin.
12 Comprendo que no hay para el hombre más felicidad que alegrarse
y buscar el bienestar en su vida.
13 Y que todo hombre coma y beba y disfrute bien en medio de sus
fatigas, eso es don de Dios.
14 Comprendo que cuanto Dios hace es duradero. Nada hay que
añadir ni nada que quitar. Y así hace Dios que se le tema.
15 Lo que es, ya antes fue; lo que será, ya es. Y Dios restaura lo
pasado.
16 Todavía más he visto bajo el sol: en la sede del derecho, allí está la
iniquidad; y en el sitial del justo, allí el impío.
17 Dije en mi corazón: Dios juzgará al justo y al impío, pues allí hay
un tiempo para cada cosa y para toda obra.
18 Dije también en mi corazón acerca de la conducta de los humanos:
sucede así para que Dios los pruebe y les demuestre que son como bestias.
19 Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno
como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el
hombre a la bestia, pues todo es vanidad.
20 Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y
todos vuelven al polvo.
21 ¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia
arriba y si el aliento de vida de la bestia desciende hacia abajo, a la tierra?
22 Veo que no hay para el hombre nada mejor que gozarse en sus
obras, pues esa es su paga. Pero ¿quién le guiará a contemplar lo que ha de
suceder después de él?
Eclesiastés 4
1 Yo me volví a considerar todas las violencias perpetradas bajo el
sol: vi el llanto de los oprimidos, sin tener quien los consuele; la violencia
de sus verdugos, sin tener quien los vengue.
2 Felicité a los muertos que ya perecieron, más que a los vivos que
aún viven.
3 Más feliz aún que entrambos es aquel que aún no ha existido, que no
ha visto la iniquidad que se comete bajo el sol.
4 He visto que todo afán y todo éxito en una obra excita la envidia del
uno contra el otro. También esto es vanidad y atrapar vientos.
5 El necio se cruza de manos, y devora su carne.
6 Más vale llenar un puñado con reposo que dos puñados con fatiga en
atrapar vientos.
7 Volví de nuevo a considerar otra vanidad bajo el sol:
8 a saber, un hombre solo, sin sucesor, sin hijos ni hermano; sin límite
a su fatiga, sin que sus ojos se harten de riqueza. «Mas ¿para quién me
fatigo y privo a mi vida de felicidad?» También esto es vanidad y mal
negocio.
9 Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su
esfuerzo.
10 Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo
que cae!, que no tiene quien lo levante.
11 Si dos se acuestan, tienen calor; pero el solo ¿cómo se calentará?
12 Si atacan a uno, los dos harán frente. La cuerda de tres hilos no es
fácil de romper.
13 Más vale mozo pobre y sabio que rey viejo y necio, que no sabe ya
consultar.
14 Pues de prisión salió quien llegó a reinar, aunque pobre en sus
dominios naciera.
15 Veo a todos los vivientes que caminan bajo el sol, ponerse junto al
mozo, el sucesor, el que ocupará su puesto.
16 Era sin fin la multitud a cuyo frente estaba; tampoco la posteridad
se contentará de él. También esto es vanidad y atrapar vientos.
17 Guarda tus pasos cuando vas a la Casa de Dios. Acercarse
obediente vale más que el sacrificio de los necios, porque ellos no saben
que hacen el mal.
Lucas 2
1 Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto
ordenando que se empadronase todo el mundo.
2 Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria
Cirino.
3 Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.
4 Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea,
a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de
David,
5 para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.
6 Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días
del alumbramiento,
7 y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó
en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.
8 Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y
vigilaban por turno durante la noche su rebaño.
9 Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió
en su luz; y se llenaron de temor.
10 El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que
lo será para todo el pueblo:
11 os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el
Cristo Señor;
12 y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales
y acostado en un pesebre.»
13 Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial,
que alababa a Dios, diciendo:
14 «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en
quienes él se complace.»
15 Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo,
los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos
lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.»
16 Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño
acostado en el pesebre.
17 Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel
niño;
18 y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les
decían.
19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en
su corazón.
20 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo
lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el
nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.
22 Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la
Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor,
23 como está escrito en la Ley del Señor: = Todo varón primogénito
será consagrado al Señor =
24 y para ofrecer en sacrificio = un par de tórtolas o dos pichones =,
conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
25 Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este
hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en
él el Espíritu Santo.
26 Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte
antes de haber visto al Cristo del Señor.
27 Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres
introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él,
28 le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
29 «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se
vaya en paz;
30 porque han visto mis ojos tu salvación,
31 la que has preparado a la vista de todos los pueblos,
32 luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.»
33 Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él.
34 Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para
caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción –
35 ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que
queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»
36 Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de
Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su
marido,
37 y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba
del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones.
38 Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y
hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
39 Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor,
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
40 El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia
de Dios estaba sobre él.
41 Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.
42 Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la
fiesta
43 y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en
Jerusalén, sin saberlo su padres.
44 Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de
camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos;
45 pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.
46 Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo
sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles;
47 todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus
respuestas.
48 Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo:
«Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te
andábamos buscando.»
49 El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía
estar en la casa de mi Padre?»
50 Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.
51 Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre
conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.
52 Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y
ante los hombres.
Lucas 3
1 En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato
procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano,
tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene;
2 en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a
Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
3 Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de
conversión para perdón de los pecados,
4 como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: = Voz
del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus
sendas; =
5 = todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo
tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. =
6 = Y todos verán la salvación de Dios. =
7 Decía, pues, a la gente que acudía para ser bautizada por él: «Raza
de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?
8 Dad, pues, frutos dignos de conversión, y no andéis diciendo en
vuestro interior: “Tenemos por padre a Abraham”; porque os digo que
puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham.
9 Y ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no
dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.»
10 La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?»
11 Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el
que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.»
12 Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro,
¿qué debemos hacer?»
13 El les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado.»
14 Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos
hacer?» El les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias
falsas, y contentaos con vuestra soldada.»
15 Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus
corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo;
16 respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero
viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de
sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
17 En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en
su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.»
18 Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena
Nueva.
19 Pero Herodes, el tetrarca, reprendido por él a causa de Herodías, la
mujer de su hermano, y a causa de todas las malas acciones que había
hecho,
20 añadió a todas ellas la de encerrar a Juan en la cárcel.
21 Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado
también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo,
22 y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una
paloma; y vino una voz del cielo: = «Tú eres mi hijo; yo hoy te he
engendrado.» =
23 Tenía Jesús, al comenzar, unos treinta años, y era según se creía
hijo de José, hijo de Helí,
24 hijo de Mattat, hijo de Leví, hijo de Melkí, hijo de Jannái, hijo de
José,
25 hijo de Mattatías, hijo de Amós, hijo de Naúm, hijo de Eslí, hijo de
Nangay,
26 hijo de Maaz, hijo de Mattatías, hijo de Semeín, hijo de Josec, hijo
de Jodá,
27 hijo de Joanán, hijo de Resá, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel,
hijo de Nerí,
28 hijo de Melkí, hijo de Addí, hijo de Cosam, hijo de Elmadam, hijo
de Er,
29 hijo de Jesús, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Mattat, hijo de
Leví,
30 hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonam, hijo de
Eliaquim,
31 hijo de Meleá, hijo de Menná, hijo de Mattatá, hijo de Natán, hijo
de David,
32 hijo de Jesé, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Sala, hijo de
Naassón,
33 hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arní, hijo de Esrom, hijo
de Fares, hijo de Judá,
34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Tara, hijo de
Najor,
35 hijo de Serug, hijo de Ragáu, hijo de Fálek, hijo de Eber, hijo de
Sala,
36 hijo de Cainam, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de
Lámek,
37 hijo de Matusalén, hijo de Henoc, hijo de Járet, hijo de Maleleel,
hijo de Cainam,
38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adam, hijo de Dios.