# 113

Ester 6

1 Aquella misma noche, no pudiendo el rey conciliar el sueño, mandó
que trajeran y leyeran en su presencia el libro de las Memorias, o Crónica.
2 Estaba allí, puesta por escrito, la denuncia que Mardoqueo había
hecho contra Bigtán y Teres, los dos eunucos del rey, guardianes del
umbral, que habían intentado poner las manos sobre el rey Asuero.
3 Preguntó el rey: «¿Qué honor o dignidad se concedió por esto a
Mardoqueo?» Los jóvenes del servicio del rey dijeron: «No se hizo nada en
su favor.»
4 Continuó el rey: «Quién está en el atrio?» – Justamente entonces
llegaba Amán al atrio exterior de la casa del rey, para pedir al rey que
colgaran a Mardoqueo en la horca que él había hecho levantar -.
5 Los jóvenes del servicio del rey le respondieron: «Es Amán el que
está en el atrio.» Dijo el rey: «Que entre.»
6 Entró, pues, Amán, y el rey le preguntó: «¿Qué debe hacerse al
hombre a quien el rey quiere honrar?» Amán pensó: «¿A quién ha de querer
honrar el rey, sino a mí?»
7 Respondió, pues, Amán al rey: «Para el hombre a quien el rey quiere
honrar,
8 deben tomarse regias vestiduras que el rey haya vestido, y un
caballo que el rey haya montado, y en cuya cabeza se haya puesto una
diadema real.
9 Deben darse los vestidos, y el caballo a uno de los servidores más
principales del rey, para que vista al hombre a quien el rey desea honrar; y
le hará cabalgar sobre el caballo por la plaza mayor de la ciudad gritando
delante de él: «¡Así se trata al hombre a quien el rey quiere honrar!»
10 Dijo el rey a Amán: «Toma al momento vestidos y caballo, tal
como lo has dicho, y hazlo así con el judío Mardoqueo, que está en la
Puerta Real. No dejes de cumplir ni un solo detalle.»
11 Tomó Amán los vestidos y el caballo, vistió a Mardoqueo y le hizo
cabalgar por la plaza mayor de la ciudad, gritando delante de él: «¡Así se
trata al hombre a quien el rey quiere honrar!»
12 Después Mardoqueo se quedó en la Puerta Real, mientras Amán
regresaba precipitadamente a su casa, entristecido y con la cabeza
encubierta.
13 Contó Amán a su mujer Zeres y a todos sus amigos cuanto había
pasado; sus consejeros y su mujer Zeres le dijeron: «Si Mardoqueo, ante el
que has comenzado a declinar, pertenece al linaje de los judíos, no podrás
vencerle, sino que sin remedio caerás ante él.»
14 Estaban aún hablándole cuando llegaron los eunucos del rey y
llevaron a Amán rápidamente al banquete preparado por Ester.

Ester 7

1 El rey y Amán fueron al banquete de la reina Ester.
2 También el segundo día dijo el rey a Ester, durante el banquete:
«¿Qué deseas pedir, reina Ester?, pues te será concedido. ¿Cuál es tu deseo?
Aunque fuera la mitad del reino, se cumplirá.»
3 Respondió la reina Ester: «Si he hallado gracia a tus ojos, ¡oh rey!, y
si al rey le place, concédeme la vida – este es mi deseo – y la de mi pueblo –
esta es mi petición.
4 Pues yo y mi pueblo hemos sido vendidos, para ser exterminados,
muertos y aniquilados. Si hubiéramos sido vendidos para esclavos y
esclavas, aún hubiera callado; mas ahora, el enemigo no podrá compensar al
rey por tal pérdida.»
5 Preguntó el rey Asuero a la reina Ester: «¿Quién es, y dónde está el
hombre que ha pensado en su corazón ejecutar semejante cosa?»
6 Respondió Ester: «¡El perseguidor y enemigo es Amán, ese
miserable!» Amán quedó aterrado en presencia del rey y de la reina.
7 El rey se levantó, lleno de ira, del banquete y se fue al jardín del
palacio; Amán, se quedó junto a la reina Ester, para suplicarle por su vida,
porque comprendía que, de parte del rey, se le venía encima la perdición.
8 Cuando el rey volvió del jardín de palacio a la sala del banquete,
Amán se había dejado caer sobre el lecho de Ester. El rey exclamó: «¿Es
que incluso en mi propio palacio quiere hacer violencia a la reina?» Dio el
rey una orden y cubrieron el rostro de Amán.
9 Jarboná, uno de los eunucos que estaban ante el rey, sugirió:
«Precisamente, la horca que Amán había destinado para Mardoqueo, aquel
cuyo informe fue tan útil al rey, está preparada en casa de Amán, y tiene
cincuenta codos de altura.» Dijo el rey: «¡Colgadle de ella!»
10 Colgaron a Amán de la horca que había levantado para Mardoqueo,
y se aplacó la ira del rey.

Ester 8

1 Aquel mismo día, el rey Asuero entregó a la reina Ester la hacienda
de Amán, el enemigo de los judíos, y Mardoqueo fue presentado al rey,
pues Ester le hizo saber lo que él había sido para ella.
2 El rey se sacó el anillo que había mandado quitar a Amán y se lo
entregó a Mardoqueo, a quien Ester encargó de la hacienda de Amán.
3 Ester volvió a suplicar al rey, cayendo a sus pies, llorando y
ganando su benevolencia, que anulara la maldad de Amán, el de Agag, y los
proyectos que había concebido contra los judíos.
4 Extendió el rey el cetro de oro y tocó a Ester, que se puso en pie en
presencia del rey.
5 Dijo ella: «Si al rey le parece bien, y si he hallado gracia a sus ojos,
si la petición le parece justa al rey y yo misma soy grata a sus ojos, que se
escriba para revocar los decretos escritos por Amán, hijo de Hamdatá, de
Agag, y maquinados para hacer perecer a los judíos de todas las provincias
del rey.
6 Porque ¿cómo podré yo ver la desgracia que amenaza a mi pueblo y
la ruina de mi gente?»
7 El rey Asuero respondió a la reina Ester y al judío Mardoqueo: «Ya
he dado a la reina Ester la hacienda de Amán, a quien he mandado colgar de
la horca por haber alzado su mano contra los judíos.
8 Vosotros, por vuestra parte, escribid acerca de los judíos, en nombre
del rey, lo que os parezca oportuno, y selladlo con el anillo del rey. Pues
todo lo que se escribe en nombre del rey y se sella con su sello, es
irrevocable.»
9 Fueron convocados al momento los secretarios del rey, en el mes
tercero, que es el mes de Siván, el día veintitrés, y escribieron, según las
órdenes de Mardoqueo, a los judíos, a los sátrapas, a los inspectores y a los
jefes de todas las provincias, desde la India hasta Etiopía, a las 127
provincias, a cada provincia según su escritura y a cada pueblo según su
lengua, y a los judíos según su lengua y escritura.
10 Escribieron en nombre del rey Asuero y lo sellaron con el anillo
del rey. Se enviaron las cartas por medio de correos, jinetes en caballos de
las caballerizas reales.
11 En las cartas concedía el rey que los judíos de todas las ciudades
pudieran reunirse para defender sus vidas, para exterminar, matar y
aniquilar a las gentes de todo pueblo o provincia que los atacaran con las
armas, junto con sus hijos y sus mujeres, y para saquear sus bienes,
12 y esto en un mismo día, en todas las provincias del rey Asuero, el
trece del mes doce, que es el mes de Adar.
13 Una copia de este escrito debía ser publicada como ley en todas las
provincias y promulgada en todos los pueblos; y los judíos debían estar
preparados aquel día para vengarse de sus enemigos.
14 Los correos salieron con celeridad y a toda prisa, empleando los
caballos de las caballerizas reales, según la orden del rey; la ley también fue
promulgada en la ciudadela de Susa.
15 Cuanto a Mardoqueo, salió de la presencia del rey espléndidamente
vestido de púrpura violeta y lino blanco, con una gran diadema de oro y
manto de lino fino y púrpura; la ciudad de Susa se llenó de gozo y alegría.
16 Para los judíos todo fue esplendor, alegría, triunfo y gloria.
17 En todas las provincias y ciudades, en los lugares en que se
publicaba la orden y edicto del rey, hubo entre los judíos alegría triunfal,
banquetes y días de fiesta. Y muchos habitantes del país se hicieron judíos,
pues el temor a los judíos se había apoderado de ellos.

Ester 9

1 Las órdenes del rey fueron ejecutadas en el mes doce, que es el mes
de Adar, el día trece del mes, el mismo día en que los enemigos de los
judíos esperaban aplastarlos; pero la situación cambió y fueron los judíos
los que aplastaron a sus enemigos.
2 En todas las provincias del rey Asuero se reunieron los judíos en sus
ciudades para poner la mano sobre cuantos habían intentado hacerles mal,
sin que nadie les opusiera resistencia, porque el temor se había apoderado
de todos los pueblos.
3 Todos los jefes de las provincias, los sátrapas, los inspectores y los
funcionarios del rey apoyaron a los judíos, porque todos temían a
Mardoqueo,
4 ya que Mardoqueo era influyente en el palacio real y su fama se
había extendido por todas las provincias; pues, en efecto, de día en día se
acrecentaba su poder.
5 Los judíos pasaron a filo de espada a todos sus enemigos; fue un
degüello, un exterminio: hicieron lo que quisieron con sus adversarios.
6 En la ciudadela de Susa los judíos mataron y exterminaron a
quinientos hombres
7 y además a Parsandata, Dalfón, Aspata,
8 Porata, Adalías, Andata,
9 Parmasta, Arisay, Ariday y Yezata,
10 los diez hijos de Amán, hijo de Hamdatá, enemigo de los judíos.
Los mataron, pero no saquearon sus bienes.
11 Aquel mismo día llevaron al rey la cifra de los que habían sido
muertos en las ciudadela de Susa.
12 Dijo el rey a la reina Ester: «En la ciudadela de Susa han matado y
exterminado los judíos a quinientos hombres y a los diez hijos de Amán.
¿Qué habrán hecho en las restantes provincias del rey? ¿Qué deseas pedir
ahora? Pues te será concedido. Se seguirá haciendo lo que tú desees.»
13 Respondió Ester: «Si al rey le parece bien, que se conceda a los
judíos de Susa que puedan actuar mañana según el edicto de hoy; cuanto a
los diez hijos de Amán, que sean colgados de la horca.»
14 Ordenó el rey que se hiciera así; se promulgó la ley en Susa y los
diez hijos de Amán fueron colgados.
15 Los judíos de Susa se reunieron también el día catorce del mes de
Adar y mataron en Susa a trescientos hombres, pero no saquearon sus
bienes.
16 Los judíos de las restantes provincias del rey se reunieron para
defender, contra sus enemigos, sus vidas y su seguridad; mataron de entre
sus adversarios a 75.000, pero no saquearon sus bienes.
17 Ocurrió esto el día trece del mes de Adar y el día catorce
descansaron, convirtiéndolo en un día de alegres festines.
18 Cuanto a los judíos de Susa, que se habían reunido los días trece y
catorce, descansaron el día quince, convirtiéndolo en un día de alegres
festines.
19 Por eso, los judíos diseminados en las ciudades no fortificadas
celebran el día catorce del mes de Adar con alegres festines, como día de
fiesta, y se envían recíprocos regalos,
20 Mardoqueo consignó por escrito todas estas cosas y envió cartas a
los judíos de todas las provincias del rey Asuero tanto lejanos como
próximos,
21 ordenándoles que celebraran todos los años el día catorce y el día
quince del mes de Adar,
22 porque en tales días obtuvieron los judíos paz contra sus enemigos,
y en este mes la aflicción se trocó en alegría y el llanto en festividad; que
los convirtieran en días de alegres festines y mutuos regalos, y de
donaciones a los pobres.
23 Los judíos adoptaron esta costumbre, que ya habían comenzado a
observar y acerca de la cual les escribió Mardoqueo:
24 «Amán, hijo de Hamdatá, de Agag, enemigo de todos los judíos,
había proyectado exterminar a los judíos y echó el “Pur”, es decir, la suerte,
para su ruina y exterminio.
25 Pero cuando se presentó al rey, para hacer ahorcar a Mardoqueo, su
proyecto se volvió contra él, y los males que había meditado contra los
judíos cayeron sobre su cabeza, siendo ahorcados él y sus hijos.
26 Por esta razón, estos días son llamados “Purim”, de la palabra
“Pur”.» Asimismo, por todo la relatado en esta carta por lo que ellos
mismos vieron y por lo que se les contó,
27 hicieron los judíos de estos días una institución irrevocable para sí,
para sus descendientes y para todos los que se pasaron a ellos, conforme a
este escrito y esta fecha, de año en año.
28 Así, estos días de los Purim, conmemorados y celebrados de
generación en generación, en todas las familias, en todas las provincias y
en todas las ciudades, no desaparecerán de entre los judíos, y su recuerdo no
se perderá entre sus descendientes.
29 La reina Ester, hija de Abijayil, y el judío Mardoqueo, escribieron,
con toda su autoridad, para dar fuerza de ley a esta segunda carta de los
Purim,
30 y se enviaron cartas a todos los judíos de las 127 provincias del rey
Asuero, con palabras de paz y fidelidad,
31 para ratificar en su fecha estos días de los Purim, tal como había
sido ordenado por el judío Mardoqueo y la reina Ester, y tal como lo
habían establecido para sí mismos y para sus descendientes, añadiendo lo
tocante a los ayunos y lamentaciones.
32 La orden de Ester fijó la institución de estos Purim, siendo
consignada en el libro.

Ester 10

1 El rey Asuero impuso un tributo al país y a las islas del mar.
2 Todas las obras de su poder y su vigor y el relato del
encumbramiento de Mardoqueo, a quien el rey enalteció, ¿no están escritas
en las Crónicas de los reyes de los medos y los persas?
3 Pues el judío Mardoqueo era el segundo después del rey, persona
importante entre los judíos, amado por la multitud de sus hermanos,
preocupado por el bien de su pueblo y procurador de la paz de su raza.

Eclesiastés 6

1 Hay otro mal que observo bajo el sol, y que pesa sobre el hombre:
2 Un hombre a quien Dios da riquezas, tesoros y honores; nada le falta
de lo que desea, pero Dios no le deja disfrutar de ello, porque un extraño lo
disfruta. Esto es vanidad y gran desgracia.
3 Si alguno que tiene cien hijos y vive muchos años, y por muchos
que sean sus años, no se sacia su alma de felicidad y ni siquiera halla
sepultura, entonces yo digo: Más feliz es un aborto,
4 pues, entre vanidades vino y en la oscuridad se va; mientras su
nombre queda oculto en las tinieblas.
5 No ha visto el sol, no lo ha conocido, y ha tenido más descanso que
el otro.
6 Y aunque hubiera vivido por dos veces mil años, pero sin gustar la
felicidad, ¿no caminan acaso todos al mismo lugar?
7 Todo el mundo se fatiga para comer, y a pesar de todo nunca se
harta.
8 ¿En qué supera el sabio al necio? ¿En qué, al pobre que sabe vivir su
vida?
9 Mejor es lo que los ojos ven que lo que el alma desea. También esto
es vanidad y atrapar vientos.
10 De lo que existe, ya se anunció su nombre, y se sabe lo que es un
hombre: no puede litigar con quien es más fuerte que él.
11 A más palabras, más vanidades. ¿Qué provecho saca el hombre?
12 Porque, ¿quién sabe lo que conviene al hombre en su vida, durante
los días contados de su vano vivir, que él los vive como una sombra? Pues
¿quién indicará al hombre lo que sucederá después de él bajo el sol?

Eclesiastés 7

1 Más vale el renombre que óleo perfumado; y el día de la muerte más
que el día del nacimiento.
2 Más vale ir a casa de luto que ir a casa de festín; porque allí termina
todo hombre, y allí el que vive, reflexiona.
3 Más vale llorar que reír, pues tras una cara triste hay un corazón
feliz.
4 El corazón de los sabios está en la casa de luto, mientras el corazón
de los necios en la casa de alegría.
5 Más vale oír reproche de sabio, que oír alabanza de necios.
6 Porque como crepitar de zarzas bajo la olla, así es el reír del necio: y
también esto es vanidad.
7 El halago atonta al sabio, y el regalo pervierte el corazón.
8 Más vale el término de una cosa que su comienzo, más vale el
paciente que el soberbio.
9 No te dejes llevar del enojo, pues el enojo reside en el pecho de los
necios.
10 No digas: ¿Cómo es que el tiempo pasado fue mejor que el
presente? Pues no es de sabios preguntar sobre ello.
11 Tan buena es la sabiduría como la hacienda, y aprovecha a los que
ven el sol.
12 Porque la sabiduría protege como el dinero, pero el saber le
aventaja en que hace vivir al que lo posee.
13 Mira la obra de Dios: ¿quién podrá enderezar lo que él torció?
14 Alégrate en el día feliz y, en el día desgraciado, considera que,
tanto uno como otro, Dios lo hace para que el hombre nada descubra de su
porvenir.
15 En mi vano vivir, de todo he visto: justos perecer en su justicia, e
impíos envejecer en su iniquidad.
16 No quieras ser justo en demasía, ni te vuelvas demasiado sabio. ¿A
qué destruirte?
17 No quieras ser demasiado impío, ni te hagas el insensato. ¿A qué
morir antes de tu tiempo?
18 Bueno es que mantengas esto sin dejar aquellos de la mano, porque
el temeroso de Dios con todo ello se sale.
19 La sabiduría da más fuerza al sabio que diez poderosos que haya en
la ciudad.
20 Cierto es que no hay ningún justo en la tierra que haga el bien sin
nunca pecar.
21 Tampoco hagas caso de todo lo que se dice, para que no oigas que
tu siervo te denigra.
22 Que tu corazón bien sabe cuántas veces también tú has denigrado a
otros.
23 Todo esto lo intenté con la sabiduría. Dije: Seré sabio. Pero eso
estaba lejos de mí.
24 Lejos está cualquier cosa, y profundo, lo profundo: ¿quién lo
encontrará?
25 He aplicado mi corazón a explorar y a buscar sabiduría y razón, a
reconocer la maldad como una necedad, y la necedad como una locura.
26 He hallado que la mujer es más amarga que la muerte, porque ella
es como una red, su corazón como un lazo, y sus brazos como cadenas: El
que agrada a Dios se libra de ella, mas el pecador cae en su trampa.
27 Mira, esto he hallado, dice Cohélet, tratando de razonar, caso por
caso.
28 Aunque he seguido buscando, nada más he hallado. Un hombre
entre mil, sí que lo hallo; pero mujer entre todas ellas, no la encuentro.
29 Mira, lo que hallé fue sólo esto: Dios hizo sencillo al hombre, pero
él se complicó con muchas razones.

Lucas 4

1 Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido
por el Espíritu en el desierto,
2 durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en
aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre.
3 Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que
se convierta en pan.»

4 Jesús le respondió: «Esta escrito: = No sólo de pan vive el hombre.»

5 Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de
la tierra;
6 y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos,
porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero.
7 Si, pues, me adoras, toda será tuya.»
8 Jesús le respondió: «Esta escrito: = Adorarás al Señor tu Dios y sólo
a él darás culto.» =
9 Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo;
10 porque está escrito: = A sus ángeles te encomendará para que te
guarden. =
11 Y: = En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra
alguna.» =
12 Jesús le respondió: «Está dicho: = No tentarás al Señor tu Dios.» =
13 Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo
oportuno.
14 Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se
extendió por toda la región.
15 El iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos.
16 Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró
en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura.
17 Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el
volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:
18 = El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para
anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los
oprimidos =
19 = y proclamar un año de gracia del Señor. =
20 Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la
sinagoga todos los ojos estaban fijos en él.
21 Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se
ha cumplido hoy.»
22 Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras
llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de
José?»
23 El les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate
a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo
también aquí en tu patria.»
24 Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido
en su patria.»
25 «Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de
Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran
hambre en todo el país;
26 y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a = una mujer viuda de
Sarepta de Sidón. =
27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y
ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.»
28 Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira;
29 y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una
altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para
despeñarle.
30 Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.
31 Bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.
32 Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con
autoridad.
33 Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un
demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces:
34 «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has
venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.»
35 Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él.» Y el
demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño.
36 Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra
ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen.»
37 Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.
38 Saliendo de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de
Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella.
39 Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó;
ella, levantándose al punto, se puso a servirles.
40 A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas
dolencias se los llevaban; y, poniendo él las manos sobre cada uno de ellos,
los curaba.
41 Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres
el Hijo de Dios.» Pero él, conminaba y no les permitía hablar, porque
sabían que él era el Cristo.
42 Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le
andaba buscando y, llegando donde él, trataban de retenerle para que no les
dejara.
43 Pero él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la
Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado.»
44 E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Lucas 5

1 Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre
él para oír la Palabra de Dios,
2 cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los
pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes.
3 Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se
alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la
muchedumbre.
4 Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad
vuestras redes para pescar.»
5 Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche
y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes.»
6 Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las
redes amenazaban romperse.
7 Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran
en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se
hundían.
8 Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo:
«Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.»
9 Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él
estaban, a causa de los peces que habían pescado.
10 Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran
compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás
pescador de hombres.»
11 Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.
12 Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre
cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó
diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
13 El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al
instante le desapareció la lepra.
14 Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete,
muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió
Moisés para que les sirva de testimonio.»
15 Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía
para oírle y ser curados de sus enfermedades.
16 Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.
17 Un día que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y
doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y
Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones.
18 En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y
trataban de introducirle, para ponerle delante de él.
19 Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud,
subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le
pusieron en medio, delante de Jesús.
20 Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan
perdonados.»
21 Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que
dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?»
22 Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis
pensando en vuestros corazones?
23 ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te quedan perdonados”, o
decir: “Levántate y anda”?
24 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder
de perdonar pecados, – dijo al paralítico -: “A ti te digo, levántate, toma tu
camilla y vete a tu casa”.»
25 Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que
yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios.
26 El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de
temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.»

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