La oración no consiste en decir Señor, Señor. Se fundamenta en el reconocimiento de la soberanía absoluta de Dios en el curso de los acontecimientos. De ahi, parte la oración. La actitud y la disposición de poner la Voluntad de Dios como el único camino real y verdadero que conduce el hombre hacia el justo bien y la civilización hacia la verdadera paz. Al reconocer la soberanía absoluta de Dios, la oración adquiere todo su poder y valor. La oración que parte de esa actitud, mueve montañas.
