OPTIMISTA Y PESIMISTA

Cuando era niño había dos hombres muy curiosos correteando por ahí y a quienes llamaban el optimista y el pesimista. Yo mismo utilizaba constantemente dichos términos, aunque no me duelen prendas en señalar que nunca supe lo que significaban. Lo único que podría considerarse evidente era que no podían significar lo que decían, pues la explicación verbal más común era que el optimista opinaba que este mundo no podía ser mejor mientras que el pesimista pensaba que no podía ser peor. Dado que ambas afirmaciones eran obviamente un disparate, se hacía necesario buscar otra explicación. Un optimista no podía ser alguien que pensaba que todo estaba bien y nada iba mal, porque eso no tiene sentido; es como decir que todo está a la derecha y nada a la izquierda. En conjunto, llegué a la conclusión de que el optimista pensaba que todo estaba bien menos el pesimista, mientras que el pesimista opinaba que todo estaba mal excepto él.

AMOR GRATUITO DE CHESTERTON Y LA MISERICORDIA INFINITA DE DIOS

Si la gente amase Pimlico como aman las madres a sus hijos — arbitrariamente, porque son suyos—, en un año o dos sería más bello que Florencia. Algunos lectores dirán que esto es pura fantasía. Yo les respondo que es la historia de la humanidad. Así, de hecho, es como se hicieron grandes las grandes ciudades. Remontémonos a las raíces más recónditas de la civilización y veremos cómo se enroscan en torno a alguna piedra sagrada o rodean algún pozo consagrado. La gente primero rendía honores a un lugar y luego buscaba su gloria. Los romanos no amaban a Roma porque fuese grande. Era grande porque la habían amado.

TESTIMONIO DE LA CONVERSIÓN DEL PADRE PACHÚS
AUTOR: ALAN CORRNETT

Nadie pone en duda que cualquiera puede arreglárselas en este mundo, pero lo que queremos no son fuerzas suficientes para arreglárnoslas, sino para arreglar el mundo. ¿Podemos odiarlo lo bastante para cambiarlo, y amarlo lo suficiente para creer que vale la pena cambiarlo? ¿Podemos contemplar sus enormes dosis de bondad y no sentirnos inclinados sin más a dar nuestra aprobación? ¿Podemos contemplar sus enormes dosis de maldad y no desesperarnos sin más? ¿Podemos, en suma, ser al mismo tiempo no sólo pesimistas y optimistas, sino fanáticos pesimistas y fanáticos optimistas? ¿Somos los bastante paganos para morir por el mundo y lo bastante cristianos para morir para él? Mi tesis es que, en esa combinación, quien fracasa es el optimista racional y quien triunfa es el optimista irracional. Sólo él está dispuesto a destruir el universo entero en beneficio del propio universo.

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