Génesis 36
1 Este es el linaje de Esaú, o sea Edom.
2 Esaú tomó a sus mujeres de entre las cananeas: a Adá, hija de Elón
el hitita, a Oholibamá, hija de Aná, hijo de Sibeón el jorita,
3 y a Basmat, hija de Ismael, la hermana de Nebayot.
4 Adá dio a luz para Esaú a Elifaz, Basmat le dio a Reuel.
5 Oholibamá le dio a Yeús, Yalam y Coré. Estos son los hijos que le
nacieron a Esaú en Canaán.
6 Esaú tomó a sus mujeres, hijos e hijas y a todas la personas de su
casa, su ganado, todas sus bestias y toda la hacienda que había logrado en
territorio cananeo, y se fue al país de Seír, enfrente de su hermano Jacob,
7 porque los bienes de entrambos eran demasiados para poder vivir
juntos, y el país donde residían no daba abasto para tanto ganado como
tenían.
8 Esaú se estableció, pues, en la tierra de Seír. Esaú es Edom.
9 Estos son los descendientes de Esaú, padre de Edom, en la montaña
de Seír,
10 y éstos los nombres de sus hijos: Elifaz, hijo de Adá, mujer de
Esaú, y Reuel, hijo de Basmat, mujer de Esaú.
11 Los hijos de Elifaz fueron: Temán, Omar, Sefó, Gaetam y Quenaz.
12 Timná fue concubina de Elifaz, hijo de Esaú, y dio a luz a Amalec.
Estos son los descendientes de Adá, mujer de Esaú.
13 Y estos son los hijos de Reuel: Nájat, Zéraj, Sammá y Mizzá. Estos
son los descendientes de Basmat, mujer de Esaú.
14 Los hijos de la mujer de Esaú, Oholibamá, hija de Aná, hijo de
Sibeón, que ella dio a luz a Esaú, fueron éstos: Yeús, Yalam y Coré.
15 He aquí los jeques de los hijos de Esaú. De los hijos de Elifaz,
primogénito de Esaú: el jeque Temán, el jeque Omar, el jeque Sefó, el jeque
Quenaz,
16 el jeque Gaetam, el jeque Amalec. Estos son los jeques de Elifaz,
en el país de Edom, y éstos los descendientes de Adá.
17 Los hijos de Reuel, hijo de Esaú, fueron: el jeque Najat, el jeque
Zéraj, el jeque Sammá, el jeque Mizzá. Estos son los jeque de Reuel, en el
país de Edom; y éstos los descendientes de Basmat, mujer de Esaú.
18 Los hijos de Oholibamá, mujer de Esaú, fueron: el jeque Yeús, el
jeque Yalam, el jeque Coré. Estos son los jeques de Oholibamá, hija de
Aná, mujer de Esaú.
19 Estos son los hijos de Esaú y éstos sus jeques, los de Edom.
20 He aquí los hijos de Seír el jorita, que habitaban en aquella tierra:
Lotán, Sobal, Sibeón, Aná,
21 Disón, Eser y Disán. Estos son los jeques de los joritas, hijos de
Seír, en el país de Edom.
22 Los hijos de Lotán fueron: Jorí y Hemam, y hermana de Lotán fue
Timná.
23 Los hijos de Sobal fueron: Alván, Manájat, Ebal, Sefó y Onam.
24 Los hijos de Sibeón: Ayyá y Aná. Este es el mismo Aná que
encontró las aguas termales en el desierto, cuando apacentaba los asnos de
su padre Sibeón.
25 Los hijos de Aná: Disón y Oholibamá, hijo de Aná.
26 Los hijos de Disón: Jemdán, Esbán, Yitrán y Kerán.
27 Los hijos de Eser: Bilhán, Zaaván y Acán.
28 Los hijos de Disán: Us y Arán.
29 Estos son los jeques joritas: el jeque Lotán, el jeque Sobal, el jeque
Sibeón, el jeque Aná,
30 el jeque Disón, el jeque Eser, el jeque Disán. Estos son los jeques
joritas según sus clanes en el país de Seír.
31 Estos son los reyes que reinaron en Edom, antes de reinar rey
alguno de los israelitas.
32 Reinó en Edom Belá, hijo de Beor; y el nombre de su ciudad era
Dinhabá.
33 Murió Belá, y reinó en su lugar Yobab, hijo de Zéraj, de Bosrá.
34 Murió Yobab, y reinó en su lugar Jusam, del país de los temanitas.
35 Murió Jusam, y reinó en su lugar Hadad, hijo de Bedad, el que
derrotó a Madián en el campo de Moab; y el nombre de su ciudad era Avit.
36 Murió Hadad, y reinó en su lugar Samlá de Masrecá.
37 Murió Samlá, y reinó en su lugar Saúl, de Rejobot del Río.
38 Murió Saúl, y reinó en su lugar Baal Janán hijo de Akbor.
39 Murió Baal Janán hijo de Akbor, y reinó en su lugar Hadad; el
nombre de su ciudad era Pau, y el nombre de su mujer, Mehetabel, hija de
Matred, hija de Mezahab.
40 Estos son los nombres de los jeques de Esaú, según sus familias y
territorios y por sus nombres. El jeque Timná, el jeque Alvá, el jeque Yetet,
41 el jeque Oholibamá, el jeque Elá, el jeque Pinón.
42 el jeque Quenaz, el jeque Temán, el jeque Mibsar,
43 el jeque Magdiel, el jeque Iram. Estos son los jeques de Edom,
según sus moradas, en las tierras que ocupan. Este es Esaú padre de Edom.
Génesis 37
1 Jacob, por su parte, se estableció en el que fue país residencial de su
padre, el país de Canaán.
2 Esta es la historia de Jacob. José tenía diecisiete años. Estaba de
pastor de ovejas con sus hermanos – él, muchacho todavía, con los hijos de
Bilhá y los de Zilpá, mujeres de su padre. Y José comunicó a su padre lo
mal que se hablaba de ellos.
3 Israel amaba a José más que a todos los demás hijos, por ser para él
el hijo de la ancianidad. Le había hecho una túnica de manga larga.
4 Vieron sus hermanos cómo le prefería su padre a todos sus otros
hijos, y le aborrecieron hasta el punto de no poder ni siquiera saludarle.
5 José tuvo un sueño y lo manifestó a sus hermanos, quienes le
odiaron más aún.
6 Les dijo: «Oíd el sueño que he tenido.

7 Me parecía que nosotros estábamos atando gavillas en el campo, y
he aquí que mi gavilla se levantaba y se tenía derecha, mientras que
vuestras gavillas le hacían rueda y se inclinaban hacia la mía.»
8 Sus hermanos le dijeron: «¿Será que vas a reinar sobre nosotros o
que vas a tenernos domeñados?» Y acumularon todavía más odio contra él
por causa de sus sueños y de su palabras.
9 Volvió a tener otro sueño, y se lo contó a sus hermanos. Díjoles:
«He tenido otro sueño: Resulta que el sol, la luna y once estrellas se
inclinaban ante mí.»
10 Se lo contó a su padre y a sus hermanos, y su padre le reprendió y
le dijo: «¿Qué sueño es ése que has tenido? ¿Es que yo, tu madre y tus
hermanos vamos a venir a inclinarnos ante ti hasta el suelo?»
11 Sus hermanos le tenían envidia, mientras que su padre
reflexionaba.
12 Fueron sus hermanos a apacentar las ovejas de su padre en Siquem,
13 y dijo Israel a José: «¿No están tus hermanos pastoreando en
Siquem? Ve de mi parte a donde ellos.» Dijo: «Estoy listo.»
14 Díjole: «Anda, vete a ver si tus hermanos siguen sin novedad, y lo
mismo el ganado, y tráeme noticias.» Le envió, pues, desde el valle de
Hebrón, y José fue a Siquem.
15 Encontróse con él un hombre mientras estaba discurriendo por el
campo. El hombre le preguntó: «¿Qué buscas?»
16 Díjole: «Estoy buscando a mis hermanos. Indícame, por favor,
dónde están pastoreando.»
17 El hombre le dijo: «Partieron de aquí, pues yo les oí decir: “Vamos
a Dotán.”» José fue detrás de sus hermanos y los encontró en Dotán.
18 Ellos le vieron de lejos, y antes que se les acercara, conspiraron
contra él para matarle,
19 y se decían mutuamente: «Por ahí viene el soñador.
20 Ahora, pues, venid, matémosle y echémosle en un pozo cualquiera,
y diremos que algún animal feroz le devoró. Veremos entonces en qué
paran sus sueños.»
21 Rubén lo oyó y le libró de sus manos. Dijo: «No atentemos contra
su vida.»
22 Rubén les dijo: «No derraméis sangre. Echadle a ese pozo que hay
en el páramo, pero no pongáis la mano sobre él.» Su intención era de
salvarle de sus hermanos para devolverle a su padre.
23 Y ocurrió, que cuando llegó José donde sus hermanos, éstos
despojaron a José de su túnica – aquella túnica de manga larga que llevaba
puesta -,
24 y echándole mano le arrojaron al pozo. Aquel pozo estaba vacío,
sin agua.
25 Luego se sentaron a comer. Y levantando los ojos divisaron una
caravana de ismaelitas que venían de Galaad, con camellos cargados de
almáciga, sandáraca y ládano, que iban bajando hacia Egipto.
26 Entonces dijo Judá a sus hermanos: «¿Qué aprovecha el que
asesinemos a nuestro hermano y luego tapemos su sangre?
27 Venid vamos a venderle a los ismaelitas, pero no pongamos la
mano en él, porque es nuestro hermano, carne nuestra.» Y sus hermanos
asintieron.
28 Pasaron unos madianitas mercaderes, y descubriéndole subieron a
José del pozo. Vendieron a José a los ismaelitas por veinte piezas de plata,
y éstos se llevaron a José a Egipto.
29 Vuelve Rubén al pozo, y he aquí que José nos estaba en el pozo. El
desgarró sus ropas,
30 y volviendo donde sus hermanos les dijo: «El niño no aparece, y yo
¿qué hago ahora?»
31 Entonces tomaron la túnica de José, y degollando un cabrito,
tiñeron la túnica en sangre,
32 y enviaron la túnica de manga larga, haciéndola llegar hasta su
padre con este recado: «Esto hemos encontrado: examina si se trata de la
túnica de tu hijo, o no.»
33 El la examinó y dijo: «¡Es la túnica de mi hijo! ¡Algún animal
feroz le ha devorado! ¡José ha sido despedazado!»
34 Jacob desgarró su vestido, se echó un sayal a la cintura e hizo duelo
por su hijo durante muchos días.
35 Todos sus hijos e hijas acudieron a consolarle, pero él rehusaba
consolarse y decía: «Voy a bajar en duelo al seol donde mi hijo.» Y su
padre le lloraba.
36 Por su parte, los madianitas, llegados a Egipto, le vendieron a
Putifar, eunuco de Faraón y capitán de los guardias.
Génesis 38
1 Por aquel tiempo bajó Judá de donde sus hermanos para dirigirse a
cierto individuo de Adullam llamado Jirá.
2 Allí conoció Judá a la hija de un cananeo llamado Súa y tomándola
por esposa se llegó a ella;
3 ella concibió y dio a luz un hijo, al que llamó Er.
4 Volvió a concebir y dio a luz otro hijo, al que llamó Onán.
5 Nuevamente dio a luz otro hijo, al que llamó Selá. Ella se
encontraba en Akzib al darle a luz.
6 Judá tomó para su primogénito Er a una mujer llamada Tamar.
7 Er, el primogénito de Judá, fue malo a los ojos de Yahveh, Yahveh
le hizo morir.
8 Entonces Judá dijo a Onán: «Cásate con la mujer de tu hermano y
cumple como cuñado con ella, procurando descendencia a tu hermano.»
9 Onán sabía que aquella descendencia no sería suya, y así, si bien
tuvo relaciones con su cuñada, derramaba a tierra, evitando el dar
descendencia a su hermano.
10 Pareció mal a Yahveh lo que hacía y le hizo morir también a él.
11 Entonces dijo Judá a su nuera Tamar: «Quédate como viuda en
casa de tu padre hasta que crezca mi hijo Selá.» Pues se decía: «Por si acaso
muere también él, lo mismo que sus hermanos.» Tamar se fue y quedó en
casa de su padre.
12 Pasaron muchos días, y murió la hija de Súa, la mujer de Judá.
Cuando Judá se hubo consolado, subió a Timná para el trasquileo de su
rebaño, junto con Jirá su compañero adulamita.
13 Se lo notificaron a Tamar: «Oye, tu suegro sube a Timná para el
trasquileo de su rebaño.»
14 Entonces ella se quitó de encima sus ropas de viuda y se cubrió con
el velo, y bien disfrazada se sentó en Petaj Enáyim, que está a la vera del
camino de Timná. Veía, en efecto, que Selá había crecido, pero que ella no
le era dada por mujer.
15 Judá la vio y la tomó por una ramera, porque se había tapado el
rostro,
16 y desviándose hacia ella dijo: «Déjame ir contigo» – pues no la
reconoció como su nuera. Dijo ella: «¿Y qué me das por venir conmigo?» –
17 «Te mandaré un cabrito de mi rebaño.» – «Si me das prenda hasta
que me lo mandes…» –
18 «¿Qué prenda he de darte?» – «Tu sello, tu cordón y el bastón que
tienes en la mano.» El se lo dio y se unió a ella, la cual quedó encinta de él.
19 Entonces se marchó ella y, quitándose el velo, se vistió sus ropas
de viuda.
20 Judá, por su parte, envió el cabrito por mediación de su compañero
el adulamita, para rescatar la prenda de manos de la mujer, pero éste no la
encontró.
21 Preguntó a los del lugar: «¿Dónde está la ramera aquella que había
en Enáyim, a la vera del camino?» – «Ahí no ha habido ninguna ramera» –
dijeron.
22 Entonces él se volvió donde Judá y dijo: «No la he encontrado; y
los mismos lugareños me han dicho que allí no ha habido ninguna ramera.»
23 «Pues que se quede con ello – dijo Judá -; que nadie se burle de
nosotros. Ya ves cómo he enviado ese cabrito, y tú no la has encontrado.»
24 Ahora bien, como a los tres meses aproximadamente, Judá recibió
este aviso: «Tu nuera Tamar ha fornicado, y lo que es más, ha quedado
encinta a consecuencia de ello.» Dijo Judá: «Sacadla y que sea quemada.»
25 Pero cuando ya la sacaban, envió ella un recado a su suegro: «Del
hombre a quien esto pertenece estoy encinta», y añadía: «Examina, por
favor, de quién es este sello, este cordón y este bastón.»
26 Judá lo reconoció y dijo: «Ella tiene más razón que yo, porque la
verdad es que no la he dado por mujer a mi hijo Selá.» Y nunca más volvió
a tener trato con ella.
27 Al tiempo del parto resultó que tenía dos mellizos en el vientre.
28 Y ocurrió que, durante el parto, uno de ellos sacó la mano, y la
partera le agarró y le ató una cinta escarlata a la mano, diciendo: «Este ha
salido primero.»
29 Pero entonces retiró él la mano, y fue su hermano el que salió. Ella
dijo: «¡Cómo te has abierto brecha!» Y le llamó Peres.
30 Detrás salió su hermano, que llevaba en la mano la cinta escarlata,
y le llamó Zéraj.
Génesis 39
1 José fue bajado a Egipto, y le compró un egipcio, Putifar, eunuco de
Faraón y jefe de los guardias; le compró a los ismaelitas que le habían
bajado allá.
2 Yahveh asistió a José, que llegó a ser un hombre afortunado,
mientras estaba en casa de su señor egipcio.
3 Este echó de ver que Yahveh estaba con él y que Yahveh hacía
prosperar todas sus empresas.
4 José ganó su favor y entró a su servicio, y su señor le puso al frente
de su casa y todo cuanto tenía se lo confió.
5 Desde entonces le encargó de toda su casa y de todo lo que tenía, y
Yahveh bendijo la casa del egipcio en atención a José, extendiéndose la
bendición de Yahveh a todo cuanto tenía en casa y en el campo.
6 El mismo dejó todo lo suyo en manos de José y, con él, ya no se
ocupó personalmente de nada más que del pan que comía. José era apuesto
y de buena presencia.
7 Tiempo más tarde sucedió que la mujer de su señor se fijó en José y
le dijo: «Acuéstate conmigo.»
8 Pero él rehusó y dijo a la mujer de su señor: «He aquí que mi señor
no me controla nada de lo que hay en su casa, y todo cuanto tiene me lo ha
confiado.
9 ¿No es él mayor que y o en esta casa? Y sin embargo, no me ha
vedado absolutamente nada más que a ti misma, por cuanto eres su mujer.
¿Cómo entonces voy a hacer este mal tan grande, pecando contra Dios?»
10 Ella insistía en hablar a José día tras día, pero él no accedió a
acostarse y estar con ella.
11 Hasta que cierto día entró él en la casa para hacer su trabajo y
coincidió que no había ninguno de casa allí dentro.
12 Entonces ella le asió de la ropa diciéndole: «Acuéstate conmigo.»
Pero él, dejándole su ropa en la mano, salió huyendo afuera.
13 Entonces ella, al ver que había dejado la ropa en su mano, huyó
también afuera y gritó a los de su casa diciéndoles:
14 – «¡Mirad! Nos ha traído un hebreo para que se burle de nosotros.
Ha venido a mí para acostarse conmigo, poro yo he gritado,
15 y al oírme levantar la voz y gritar, ha dejado su vestido a mi lado y
ha salido huyendo afuera.»
16 Ella depositó junto a sí el vestido de él, hasta que vino su señor a
casa,
17 y le repitió esto mismo: «Ha entrado a mí ese siervo hebreo que tú
nos trajiste, para abusar de mí;
18 pero yo he levantado la voz y he gritado, y entonces ha dejado él su
ropa junto a mí y ha huido afuera.»
19 Al oír su señor las palabras que acababa de decirle su mujer: –
«Esto ha hecho conmigo tu siervo» – se encolerizó.
20 Y el señor de José le prendió y le puso en la cárcel, en el sitio
donde estaban los detenidos del rey. Allí se quedó en presidio.
21 Pero Yahveh asistió a José y le cubrió con su misericordia,
haciendo que se ganase el favor del alcaide.
22 El alcaide confió a José todos los detenidos que había en la cárcel;
todo lo que se hacía allí, lo hacía él.
23 El alcaide no controlaba absolutamente nada de cuanto
administraba José, ya que Yahveh le asistía y hacía prosperar todas sus
empresas.
Salmo 24 (23)
(1) Salmo. De David.
1 De Yahveh es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que en él
habitan;
2 que él lo fundó sobre los mares, él lo asentó sobre los ríos.
3 ¿Quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto
santo?
4 El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su
alma, ni con engaño jura.
5 El logrará la bendición de Yahveh, la justicia del Dios de su
salvación.
6 Tal es la raza de los que le buscan, los que van tras tu rostro, oh Dios
de Jacob.
7 ¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para
que entre el rey de la gloria!
8 ¿Quién es ese rey de gloria? Yahveh, el fuerte, el valiente, Yahveh,
valiente en la batalla.
9 ¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para
que entre el rey de la gloria!
10 ¿Quién es ese rey de gloria? Yahveh Sebaot, él es el rey de gloria.
Salmo 25 (24)
(1) De David
1 Alef. A ti, Yahveh, levanto mi alma,
2 oh Dios mío. Bet. En ti confío, ¡no sea confundido, no triunfen
de mí mis enemigos!
3 Guimel. No hay confusión para el que espera en ti, confusión
sólo para el que traiciona sin motivo.
4 Dálet. Muéstrame tus caminos, Yahveh, enséñame tus sendas.
5 He. verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi
salvación. (Vau) En ti estoy esperando todo el día,
6 Zain. Acuérdate, Yahveh, de tu ternura, y de tu amor, que son de
siempre.
7 Jet. De los pecados de mi juventud no te acuerdes, pero según tu
amor, acuérdate de mí. por tu bondad, Yahveh.
8 Tet. Bueno y recto es Yahveh; por eso muestra a los pecadores
el camino;
9 Yod. conduce en la justicia a los humildes, y a los pobres enseña
su sendero.
10 Kaf. Todas las sendas de Yahveh son amor y verdad para quien
guarda su alianza y sus dictámenes.
11 Lámed. Por tu nombre, oh Yahveh, perdona mi culpa, porque
es grande.
12 Mem. Si hay un hombre que tema a Yahveh, él le indica el
camino a seguir;
13 Nun. su alma mora en la felicidad, y su estirpe poseerá la tierra.
14 Sámek. El secreto de Yahveh es para quienes le temen, su
alianza, para darles cordura.
15 Ain. Mis ojos están fijos en Yahveh, que él sacará mis pies del
cepo.
16 Pe. Vuélvete a mí, tenme piedad, que estoy solo y desdichado.
17 Sade. Alivia los ahogos de mi corazón, hazme salir de mis
angustias.
18 (Qof.) Ve mi aflicción y mi penar, quita todos mis pecados.
19 Res. Mira cuántos son mis enemigos, cuán violento el odio que
me tienen.
20 Sin. Guarda mi alma, líbrame, no quede confundido, cuando en
ti me cobijo.
21 Tau. Inocencia y rectitud me amparen, que en ti espero,
Yahveh.
22 Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias.
MATEO 13

44 «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un
campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría
que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.»
45 «También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que
anda buscando perlas finas,
46 y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que
tiene y la compra.
47 «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se
echa en el mar y recoge peces de todas clases;
48 y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en
cestos los buenos y tiran los malos.
49 Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los
malos de entre los justos
50 y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar
de dientes.
51 «¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí.»
52 Y él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del
Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas
lo nuevo y lo viejo.»
53 Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí.
54 Viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera
que decían maravillados: «¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos
milagros?
55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y
sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?
56 Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de
dónde le viene todo esto?»
57 Y se escandalizaban a causa de él. Mas Jesús les dijo: «Un profeta
sólo en su patria y en su casa carece de prestigio.»
58 Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe.
Mateo 14
1 En aquel tiempo se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús,
2 y dijo a sus criados: «Ese es Juan el Bautista; él ha resucitado de
entre los muertos, y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.»
3 Es que Herodes había prendido a Juan, le había encadenado y puesto
en la cárcel, por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo.
4 Porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla.»
5 Y aunque quería matarle, temió a la gente, porque le tenían por
profeta.
6 Mas llegado el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en
medio de todos gustando tanto a Herodes,
7 que éste le prometió bajo juramento darle lo que pidiese.
8 Ella, instigada por su madre, «dame aquí, dijo, en una bandeja, la
cabeza de Juan el Bautista».
9 Entristecióse el rey, pero, a causa del juramento y de los comensales,
ordenó que se le diese,
10 y envió a decapitar a Juan en la cárcel.
11 Su cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, la
cual se la llevó a su madre.
12 Llegando después sus discípulos, recogieron el cadáver y lo
sepultaron; y fueron a informar a Jesús.
13 Al oírlo Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar
solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de
las ciudades.
14 Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó
a sus enfermos.
15 Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está
deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que
vayan a los pueblos y se compren comida.»
16 Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros
de comer.»
17 Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos
peces.»
18 El dijo: «Traédmelos acá.»
19 Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco
panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición
y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente.
20 Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes
doce canastos llenos.
21 Y los que habían comido eran unos 5.000 hombres, sin contar
mujeres y niños.