1 Samuel 9
1 Había un hombre de Benjamín, llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de
Seror, hijo de Bekorat, hijo de Afiaj. Era un benjaminita y hombre bien
situado.
2 Tenía un hijo llamado Saúl, joven aventajado y apuesto. Nadie entre
los israelitas le superaba en gallardía; de los hombros arriba aventajaba a
todos.
3 Se habían extraviado unas asnas pertenecientes a su padre Quis. Dijo
Quis a su hijo Saúl: «Toma contigo uno de los criados y vete a buscar las
asnas.»
4 Atravesaron la montaña de Efraím y cruzaron el territorio de Salisá
sin encontrar nada; cruzaron el país de Saalim, pero no estaban allí,
atravesaron el país de Benjamín sin encontrar nada.
5 Cuando llegaron a la comarca de Suf, dijo Saúl a su criado que le
acompañaba: «Vamos a volvernos, no sea que mi padre olvidando las asnas
se inquiete por nosotros.»
6 Pero él respondió: «Cabalmente hay en esta ciudad un hombre de
Dios. Es hombre acreditado: todo lo que dice se cumple con seguridad.
Vamos, pues, allá y acaso nos oriente acerca del viaje que hemos
emprendido.»
7 Saúl dijo a su criado: «Vamos a ir, pero ¿qué ofreceremos a ese
hombre? No queda pan en nuestros zurrones y no tenemos ningún regalo
que llevar al hombre de Dios. ¿Qué le podemos dar?»
8 Replicó el criado y dijo a Saúl: «Es el caso que tengo en mi poder un
cuarto de siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios y nos orientará sobre
nuestro viaje.»
9 Antes, en Israel, cuando alguien iba a consultar a Dios, decía:
«Vayamos al vidente,» porque en vez de «profeta» como hoy, antes se
decía «vidente».
10 Saúl dijo a su criado: «Tienes razón; vamos, pues.» Y se fueron a
la ciudad donde se encontraba el hombre de Dios.
11 Cuando subían por la cuesta de la ciudad, encontraron a unas
muchachas que salían a sacar agua y les preguntaron: «¿Está aquí el
vidente?»
12 Ellas les respondieron con estas palabras: «Sí, ahí delante está el
vidente. Cabalmente acaba de llegar ahora a la ciudad, porque hay hoy un
sacrificio por el pueblo en el alto.
13 En cuanto entréis en la ciudad, le encontraréis antes de que suba al
alto para la comida. El pueblo no comerá antes que él llegue, porque es él
quien ha de bendecir el sacrificio; y a continuación comerán los invitados.
Subid ahora y al momento le encontraréis.»
14 Subieron, pues, a la ciudad. Entraban ellos por la puerta, cuando
Samuel salía en dirección a ellos para subir al alto.
15 Ahora bien, la víspera de la venida de Saúl había hecho Yahveh
está revelación a Samuel:
16 «Mañana, a esta misma hora, te enviaré un hombre de la tierra de
Benjamín, le ungirás como jefe de mi pueblo Israel y él librará a mi pueblo
de la mano de los filisteos, porque he visto la aflicción de mi pueblo y su
clamor ha llegado hasta mí.»
17 Y cuando Samuel vio a Saúl, Yahveh le indicó: «Este es el hombre
del que te he hablado. El regirá a mi pueblo.»
18 Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta, y le dijo:
«Indícame, por favor, dónde está la casa del vidente.»

19 Samuel respondió a Saúl: Yo soy el vidente; sube delante de mí al
alto y comeréis hoy conmigo. Mañana por la mañana te despediré y te
descubriré todo lo que hay en tu corazón.
20 No te preocupes por las asnas que perdiste hace tres días, porque ya
han aparecido. Por lo demás, ¿para quién es lo mejor de Israel? ¿No es para
ti y para la casa de tu padre?»
21 Saúl respondió: ¿No soy yo de Benjamín, la menor de las tribus de
Israel? ¿No es mi familia la más pequeña de todas las de la tribu de
Benjamín? ¿Cómo me dices estas cosas?»
22 Tomó Samuel a Saúl y a su criado y los hizo entrar en la sala, y les
dio un asiento a la cabecera de los invitados, que eran unos treinta.
23 Después dijo Samuel al cocinero: «Sirve la porción que te
entregué, la que te dije que pusieras aparte.»24 Tomó el cocinero la pierna y el rabo poniéndolos delante de Saúl.
Y dijo: «Aquí tienes, ante ti, lo que se guardó. Come…» Aquel día Saúl
comió con Samuel.
25 Bajaron del alto a la ciudad. Se extendió una estera para Saúl en el
terrado,
26 y se acostó. Cuando apuntó el alba, llamó Samuel a Saúl en el
terrado y le dijo: «Levántate, que voy a despedirte.» Se levantó Saúl y
salieron ambos afuera, Samuel y Saúl.
27 Habían bajado hasta las afueras de la ciudad, cuando Samuel dijo a
Saúl: «Manda a tu criado que se adelante, y tú quédate ahora para que te de
a conocer la palabra de Dios.»
1 Samuel 10
1 Tomó Samuel el cuerno de aceite y lo derramó sobre la cabeza de
Saúl, y después le besó diciendo: «¿No es Yahveh quien te ha ungido como
jefe de su pueblo Israel? Tú regirás al pueblo de Yahveh y le librarás de la
mano de los enemigos que le rodean. Y ésta será para ti la señal de que
Yahveh te ha ungido como caudillo de su heredad.
2 En cuanto te separes hoy de mí, encontrarás dos hombres junto a la
tumba de Raquel, sobre la frontera de Benjamín… y ellos te dirán: “Las
asnas que has ido a buscar ya han aparecido. Ahora tu padre ha olvidado el
asunto de las asnas y está preocupado por vosotros, diciendo: ¿Qué debo
hacer por mi hijo?”
3 Pasando más allá, y en llegando a la Encina del Tabor, encontrarás
tres hombres que suben hacia Dios, a Betel, uno llevará tres cabritos, otro
llevará tres tortas de pan, y el tercero llevará un odre de vino.
4 Te saludarán y te darán dos panes, que tú tomarás de su mano.
5 Llegarás después a Guibeá de Dios (donde se encuentra el
gobernador de los filisteos) y a la entrada de la ciudad tropezarás con un
grupo de profetas que bajan del alto, precedidos del añafil, el adufe, la
flauta y la cítara, en trance profético.
6 Te invadirá entonces el espíritu de Yahveh, entrarás en trance con
ellos y quedarás cambiado en otro hombre.
7 Cuando se te hayan cumplido estas señales, haz lo que te viniere a
mano, porque Dios está contigo.
8 Bajarás delante de mí a Guilgal, y yo me reuniré allí contigo para
ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión. Esperarás siete días a que yo
vaya a tu encuentro y te diré lo que debes hacer.»
9 Apenas volvió las espaldas para dejar a Samuel, le cambió Dios el
corazón y todas las señales se realizaron aquel mismo día.
10 Desde allí fueron a Guibeá, y he aquí que venía frente a él un grupo
de profetas; le invadió el espíritu de Dios y se puso en trance en medio de
ellos.
11 Los que le conocían de toda la vida le vieron profetizando con los
profetas, y todos los del pueblo se decían entre sí: «¿Qué le ha pasado al
hijo de Quis? ¿Conque también Saúl anda entre los profetas?»
12 Replicó uno de allá: «Y ¿quién es su padre?» Y así pasó a
proverbio: «¿Conque también Saúl entre los profetas?».
13 Y cuando salió del trance se fue a casa.
14 El tío de Saúl le dijo a él y a su criado: «¿A dónde habéis ido?»
Contestó: «A buscar las asnas. Y como no vimos nada, acudimos a
Samuel.»
15 Dijo el tío de Saúl: Vamos, cuéntame qué os ha dicho Samuel.»
16 Saúl dijo a su tío: «Sencillamente, nos avisó que las asnas habían
aparecido.» Pero no le dijo ni palabra de lo que le había dicho Samuel
acerca del reino.
17 Samuel convocó al pueblo en Mispá junto a Yahveh.
18 Y dijo a los israelitas: Así ha dicho Yahveh, el Dios de Israel: Yo
hice subir a Israel de Egipto y os libré de los egipcios y de todos los reinos
que os tenían oprimidos.
19 Pero vosotros ahora habéis rechazado a vuestro Dios, a aquel
mismo que os salvó de todos vuestros males y aprietos, y le habéis dicho:
“No: tú ponnos un rey.” Ahora, pues, compareced delante de Yahveh
distribuidos por tribus y familias.»
20 Samuel hizo acercarse a todas las tribus de Israel y fue designada la
tribu de Benjamín.
21 Hizo que se acercara la tribu de Benjamín por familias y fue
designada la familia de Matrí, y luego mandó acercarse a la familia de
Matrí por individuos y quedó finalmente Saúl, hijo de Quis, y le buscaron,
pero no le encontraron.
22 Entonces volvieron a interrogar a Yahveh: «¿Ha venido ése?» Dijo
Yahveh: «Aquí le tenéis escondido entre la impedimenta.»
23 Corrieron y lo sacaron de allí y, puesto en medio del pueblo, les
llevaba a todos la cabeza.
24 Dijo Samuel a todo el pueblo: «¿Veis al que ha elegido Yahveh?
No hay como él en todo el pueblo.» Y todo el pueblo gritó: «¡Viva el rey!».
25 Samuel dictó al pueblo el fuero real y lo puso por escrito,
depositándolo delante de Yahveh, y despidió Samuel a cada cual a su casa.
26 También Saúl se fue a su casa, a Guibeá; le acompañaron algunos
valientes a quienes Dios tocó el corazón.
27 Pero algunos malvados dijeron: «Qué nos va a salvar ése!» Y le
despreciaron y no le llevaron regalos. Cosa de un mes más tarde,
1 Samuel 11
1 subió Najás el ammonita, y acampó contra Yabés de Galaad. Y
todos los de Yabés dijeron a Najás. «Ponnos condiciones y te serviremos.»
2 Dijo Najás el ammonita: «Estas son mis condiciones: saltar a todos
el ojo derecho y quedará en ridículo todo Israel.»
3 Y los ancianos de Yabés le dijeron: «Danos una tregua de siete días
y mandaremos mensajeros por todo el territorio de Israel y, si no hay quien
nos socorra, entonces nos rendiremos a ti.»4 Llegaron los mensajeros a Guibeá de Saúl, y dijeron estas palabras a
oídos del pueblo, y todo el pueblo lloró a voces.
5 He aquí que venía Saúl del campo detrás de los bueyes y dijo:«¿Qué
tiene el pueblo que esta llorando?», y le contaron las palabras de los de
Yabés.
6 Invadió a Saúl el espíritu de Dios en oyendo estas palabras, y se
irritó sobremanera.
7 Y tomando una yunta de bueyes los despedazó y los repartió por
todo el territorio de Israel por medio de mensajeros, diciendo: «Así se hará
con los bueyes del que no salga detrás de Saúl.» Y el temor de Yahveh cayó
sobre el pueblo, y salieron como un solo hombre.
8 Les pasó revista en Bézeq, y eran los israelitas 300.000 y los de Judá
30.000.
9 Dijeron a los mensajeros que habían venido: «Así diréis a los de
Yabés de Galaad: Mañana, cuando el sol apriete , seréis liberados.» Fueron
los mensajeros y lo anunciaron a los de Yabés, que se alegraron.
10 Y dijeron los de Yabés a Najás: «Mañana salimos a vosotros y
hacéis con nosotros lo que mejor os parezca.»
11 A la mañana siguiente dispuso Saúl a sus hombres en tres
columnas que irrumpieron en el campamento durante la guardia de la
madrugada, y batieron a los ammonitas hasta que apretó el sol. Y los demás
huyeron no quedando dos juntos.
12 El pueblo dijo a Samuel: «¿Quién andaba preguntando si Saúl iba a
reinar sobre nosotros? Dadnos esos hombres y los haremos morir.»
13 Pero Saúl dijo: «Que no muera nadie en este día, porque Yahveh ha
realizado hoy una liberación en Israel.»
14 Samuel dijo al pueblo: «Vamos todos a Guilgal e inauguraremos
allí la monarquía.»
15 Fue todo el pueblo a Guilgal, y allí en Guilgal, proclamaron rey a
Saúl delante de Yahveh, ofreciendo allí sacrificios de comunión delante de
Yahveh; y Saúl y todos los israelitas se alegraron en extremo.
1 Samuel 12

1 Samuel dijo a todo Israel: «Ya veis que os he atendido en todo lo
que me habéis pedido y he puesto un rey sobre vosotros.
2 En adelante, el rey marchara delante de vosotros. Cuanto a mí, he
envejecido y encanecido, y mis hijos entre vosotros están. He andado
delante de vosotros desde mi juventud hasta hoy.
3 Aquí me tenéis. Atestiguad contra mí delante de Yahveh y delante
de su ungido. ¿De quién he tomado yo el buey o de quién he tomado el
asno? ¿A quién he atropellado u oprimido? ¿Quién me ha sobornado para
que cerrara los ojos? Yo os lo restituiré.»
4 Respondieron: «No nos has atropellado ni oprimido, y nada has
recibido de nadie.»5 El les dijo: «Yahveh es testigo contra vosotros, y su ungido es
testigo hoy de que vosotros no habéis encontrado nada en mis manos.»
Respondieron: «Es testigo.»
6 Dijo entonces Samuel al pueblo: «Testigo es aquel Yahveh que
suscitó a Moisés y Aarón y que hizo subir a vuestros padres del país de
Egipto.
7 Presentaos ahora para que yo pleitee con vosotros ante Yahveh y
para recordaros todos los beneficios que Yahveh ha llevado a cabo en favor
vuestro y de vuestros padres.
8 Cuando Jacob entró en Egipto, los egipcios los oprimieron y
vuestros padres clamaron a Yahveh. Entonces Yahveh envió a Moisés y
Aarón que sacaron a vuestros padres de Egipto y los puso en este lugar.
9 Pero ellos olvidaron a Yahveh su Dios, y él los entregó en manos de
Sísara, jefe del ejército de Jasor, en manos de los filisteos y del rey de
Moab, que combatieron contra ellos.
10 Clamaron a Yahveh diciendo: “Hemos pecado, porque hemos
abandonado a Yahveh y servido a los Baales y a las Astartés. Pero ahora,
líbranos de las manos de nuestros enemigos y te serviremos.”
11 Envió entonces Yahveh a Yerubbaal, a Baraq, a Jefté y a Samuel,
os ha librado de los enemigos que os rodeaban y habéis vivido en
seguridad.
12 Pero, en cuanto habéis visto que Najás, rey de los ammonitas,
venía contra vosotros, me habéis dicho: “¡No! Que reine un rey sobre
nosotros,” siendo así que vuestro rey es Yahveh, Dios vuestro.
13 Aquí tenéis ahora al rey que os habéis elegido. Yahveh ha
establecido un rey sobre vosotros.
14 Si teméis a Yahveh y le servís, si escucháis su voz y no os rebeláis
contra las órdenes de Yahveh; si vosotros y el rey que reine sobre vosotros
seguís a Yahveh vuestro Dios, está bien.
15 Pero si no escucháis la voz de Yahveh, si os rebeláis contra las
órdenes de Yahveh, entonces la mano de Yahveh pesará sobre vosotros y
sobre vuestro rey.
16 Una vez más, quedaos para ver este gran prodigio que Yahveh
realiza a vuestros ojos.
17 ¿No es ahora la cosecha del trigo? Pues bien, voy a invocar a
Yahveh para que haga tronar y llover. Reconoced y ved el gran mal que
habéis hecho a los ojos de Yahveh, a pedir un rey para vosotros.»
18 Invocó Samuel a Yahveh, que hizo tronar y llover aquel mismo día,
y todo el pueblo cobró mucho temor a Yahveh y a Samuel.
19 Dijo todo el pueblo a Samuel: «Suplica a Yahveh tu Dios en favor
de tus siervos, para que no muramos; hemos colmado nuestros pecados
pidiendo en rey para nosotros.»
20 Pero Samuel dijo al pueblo: «No temáis. Cierto que habéis hecho
esta maldad. Pero ahora, no os alejéis de Yahveh y servidle con todo
vuestro corazón,21 y no os apartéis en pos de los que no son nada, que no sirven ni
salvan porque no son nada.
22 Pues Yahveh no rechazará a su pueblo por el honor de su gran
nombre, porque Yahveh se ha dignado hacer de vosotros su pueblo.
23 Por mi parte, lejos de mí pecar contra Yahveh dejando de suplicar
por vosotros y de enseñaros el camino bueno y recto.
24 Sólo a Yahveh temeréis y le serviréis fielmente, con todo vuestro
corazón, porque habéis visto esta cosa grandiosa que ha realizado en medio
de vosotros.
25 Pero si os portáis mal, pereceréis, vosotros y vuestro rey.»
1 Samuel 13
1 …
2 Se eligió Saúl 3.000 hombres de Israel; había 2.000 con Saúl en
Mikmás y en las montañas de Betel, y mil con Jonatán en Gueba de
Benjamín, y el resto del pueblo lo devolvió a sus tiendas.
3 Jonatán mató al gobernador de los filisteos que se hallaba en Guibeá,
y supieron los filisteos que los hebreos se habían rebelado. Saúl hizo sonar
el cuerno por toda la tierra,
4 y todo Israel oyó la noticia: «Saúl ha matado al gobernador de los
filisteos. Israel se ha hecho odioso a los filisteos.» Y se reunió el pueblo tras
Saúl en Guilgal.
5 Se concentraron los filisteos para combatir a Israel: 3.000 carros,
6.000 caballos y un ejército tan numeroso como la arena de la orilla del
mar; y acamparon en Mikmás, al este de Bet Avén.
6 Cuando los hombres de Israel se vieron en peligro, porque se les
apretaba de cerca, se escondió la gente en las cavernas, los agujeros, las
hendiduras de las peñas, los subterráneos y las cisternas.
7 Algunos hebreos pasaron también el Jordán al país de Gad y Galaad.
Saúl estaba todavía en Guilgal y todo el pueblo temblaba junto a él.
8 Esperó siete días conforme al plazo que Samuel había fijado, pero
Samuel no llegó a Guilgal y el ejército se desbandó, abandonando a Saúl.
9 Entonces Saúl dijo: «Acercadme el holocausto y los sacrificios de
comunión», y ofreció el holocausto.
10 Acababa él de ofrecer el holocausto, cuando llegó Samuel, y Saúl
le salió al encuentro para saludarle.
11 Samuel dijo: «¿Qué has hecho?» Y Saúl respondió: «Como vi que
el ejército me abandonaba y se desbandaba, que, por otro lado, tú no venías
en el plazo fijado, y que los filisteos estaban ya concentrados en Mikmás,
12 me dije: Ahora los filisteos van a bajar contra mí a Guilgal y no he
apaciguado a Yahveh. Entonces me he visto forzado a ofrecer el
holocausto.»
13 Samuel dijo a Saúl: «Te has portado como un necio. Si hubieras
cumplido la orden que Yahveh tu Dios te ha dado, entonces Yahveh hubiera
afianzado tu reino para siempre sobre Israel.
14 Pero ahora tu reino no se mantendrá. Yahveh se ha buscado un
hombre según su corazón, al que ha designado caudillo de su pueblo,
porque tú no has cumplido lo que Yahveh te había ordenado.»
15 Se levantó Samuel y partió de Guilgal para seguir su camino. Los
que quedaban del pueblo subieron tras Saúl al encuentro de los hombres de
guerra, y vino de Guilgal a Gueba de Benjamín. Saúl pasó revista a las
tropas que tenía con él: había unos seiscientos hombres.
16 Saúl, su hijo Jonatán y las tropas que estaban con ellos, se hallaban
situados en Gueba de Benjamín, mientras que los filisteos acampaban en
Mikmás.
17 La fuerza de choque salió del campo filisteo en tres columnas: una
columna tomó la dirección de Ofrá, en la comarca de Sual;
18 otra tomó la dirección de Bet Jorón y la tercera tomó la dirección
del alto que domina el valle de los Seboím, hacia el desierto.
19 No había herreros en todo el territorio de Israel, porque los filisteos
se decían: «Que no hagan los hebreos espadas ni lanzas.»
20 Así todos los israelitas tenían que bajar a los filisteos para vaciar
cada cual su reja, su hacha, su azuela o su aguijada.
21 El precio era dos tercios de siclo por aguzar las azuelas y enderezar
la aguijada.
22 Y así ocurrió que el día de la batalla nadie, en toda la tropa que
estaba con Saúl y Jonatán, tenía en la mano espada ni lanza. Las había sólo
para Saúl y para su hijo Jonatán.
23 Una avanzadilla de filisteos partió hacia el paso de Mikmás.
Salmo 120 (119)
(1) = Canción de las subidas. =
1 Hacia Yahveh, cuando en angustias me encontraba, clamé, y él me
respondió.
2 ¡Yahveh, libra mi alma del labio mentiroso, de la lengua tramposa!
3 ¿Qué te dará y qué te añadirá, lengua tramposa?
4 ¡Flechas de guerrero afiladas con brasas de retama!
5 ¡Qué desgracia para mí vivir en Mések, morar en las tiendas de
Quedar!
6 Harto ha vivido ya mi alma con los que odian la paz.
7 Que si yo hablo de paz, ellos prefieren guerra.
Salmo 121 (120)
(1) = Canción para las subidas. =
1 Alzo mis ojos a los montes: ¿de dónde vendrá mi auxilio?
2 Mi auxilio me viene de Yahveh, que hizo el cielo y la tierra.
3 ¡No deje él titubear tu pie! ¡no duerme tu guardián!
4 No, no duerme ni dormita el guardián de Israel.
5 Yahveh es tu guardián, tu sombra, Yahveh, a tu diestra.
6 De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
7 Te guarda Yahveh de todo mal, él guarda tu alma;
8 Yahveh guarda tus salidas y entradas, desde ahora y por siempre.
Marcos 6

1 Salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen.
2 Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La
multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto?
y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por
sus manos?
3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago,
Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se
escandalizaban a causa de él.
4 Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio.»
5 Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos
enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos.
6 Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno
enseñando.
7 Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles
poder sobre los espíritus inmundos.
8 Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni
pan, ni alforja, ni calderilla en la faja;
9 sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.»
10 Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta
marchar de allí.
11 Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí
sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra
ellos.»
12 Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran;
13 expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos
enfermos y los curaban.
14 Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre.
Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por
eso actúan en él fuerzas milagrosas.»
15 Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás
profetas.»
16 Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése
ha resucitado.»
17 Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le
había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su
hermano Filipo, con quien Herodes se había casado.
18 Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer
de tu hermano.»
19 Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía,
20 pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo,
y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.
21 Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un
banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.

22 Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a
Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme
lo que quieras y te lo daré.»
23 Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.»
24 Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y
ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.»
25 Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el
Bautista.»
26 El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del
juramento y de los comensales.
27 Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle
la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel
28 y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la
muchacha se la dio a su madre.
29 Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le
dieron sepultura.
30 Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que
habían hecho y lo que habían enseñado.
31 El, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar
solitario, para descansar un poco.» Pues los que iban y venían eran muchos,
y no les quedaba tiempo ni para comer.
32 Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.33 Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron
allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos.
34 Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues
estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas
cosas.
35 Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus
discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada.
36 Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a
comprarse de comer.»
37 El les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos le dicen:
«¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de
comer?»
38 El les dice: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Después de haberse
cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces.»
39 Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la
verde hierba.
40 Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.
41 Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al
cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los
discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los
dos peces.
42 Comieron todos y se saciaron.
43 Y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los
peces.
44 Los que comieron los panes fueron 5.000 hombres.
45 Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a ir por
delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente.
46 Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.
47 Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo, en tierra.
48 Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era
contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando
sobre el mar y quería pasarles de largo.
49 Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un
fantasma y se pusieron a gritar,
50 pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante,
les habló, diciéndoles: «¡Animo!, que soy yo, no temáis.»
51 Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y
quedaron en su interior completamente estupefactos,
52 pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba
embotada.
53 Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron.
54 Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida,
55 recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos
en camillas adonde oían que él estaba.56 Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas,
colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la
orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.