2 Reyes 20
1 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías,
hijo de Amós, vino a decirle: «Así habla Yahveh: Da órdenes acerca de tu
casa, porque vas a morir y no vivirás.»
2 Ezequías volvió su rostro a la pared y oró a Yahveh diciendo:
3 «¡Ah, Yahveh! Dígnate recordar que yo he andado en tu presencia
con fidelidad y corazón perfecto haciendo lo recto a tu ojos.» Y Ezequías
lloró con abundantes lágrimas.
4 Antes de que Isaías hubiera salido del patio central, le fue dirigida la
palabra de Yahveh diciendo:
5 «Vuelve y di a Ezequías, jefe de mi pueblo: Así habla Yahveh, Dios
de tu padre David: He oído tu plegaria y he visto tus lágrimas y voy a
curarte. Dentro de tres días subirás a la Casa de Yahveh.
6 Voy a darte quince años más de vida y te libraré a ti y a esta ciudad
de la mano del rey de Asiria, y ampararé esta ciudad por quien soy y por
amor a mi siervo David.»
7 Isaías dijo: «Tomad una masa de higos.» La tomaron, la aplicaron
sobre la úlcera y sanó.
8 Ezequías dijo a Isaías: «¿Cuál será la señal de que Yahveh me va a
curar y dentro de tres días subiré a la Casa de Yahveh?»
9 Isaías respondió: «Esta será para ti, de parte de Yahveh, la señal de
que Yahveh hará lo que ha dicho: ¿Quieres que la sombra avance diez
grados o que retroceda diez grados?»
10 Ezequías dijo: «Fácil es para la sombra extenderse diez grados. No.
Mejor que la sombra retroceda diez grados.»11 El profeta Isaías invocó a Yahveh y Yahveh hizo retroceder la
sombra diez grados sobre los grados que había recorrido en los grados de la
habitación de arriba de Ajaz.
12 En aquel tiempo Merodak Baladán, hijo de Baladán, rey de
Babilonia, envió cartas y un presente a Ezequías porque había oído que
Ezequías había estado enfermo.
13 Se alegró Ezequías por ello y enseñó a los enviados su cámara del
tesoro, la plata, el oro, los aromas, el aceite precioso, su arsenal y todo
cuanto había en los tesoros; no hubo nada que Ezequías no les mostrara en
su casa y en todo su dominio.
14 Fue el profeta Isaías al rey Ezequías y le dijo: «¿Qué han dicho
estos hombres y de dónde han venido a ti?» Respondió Ezequías: «Han
venido de un país lejano, de Babilonia.»
15 Dijo: «¿Qué han visto en tu casa?» Respondió Ezequías: «Han
visto cuanto hay en mi casa; nada hay en los tesoros que no les haya
enseñado.»
16 Dijo Isaías a Ezequías: «Escucha la palabra de Yahveh:
17 Vendrán días en que todo cuanto hay en tu casa y cuanto reunieron
tus padres hasta el día de hoy será llevado a Babilonia; nada quedará, dice
Yahveh.
18 Se tomará de entre tus hijos, los que han salido de ti, los que has
engendrado, para que sean eunucos en el palacio del rey de Babilonia.»
19 Respondió Ezequías a Isaías: «Es buena la palabra de Yahveh que
me dices.» Pues pensaba: «¿Qué me importa, si hay paz y seguridad en mis
días?»
20 El resto de los hechos de Ezequías, toda su bravura, cómo hizo la
alberca y la traída de aguas a la ciudad ¿no está escrito en el libro de los
Anales de los reyes de Judá?
21 Ezequías se acostó con sus padres y reinó en su lugar su hijo
Manasés.
2 Reyes 21
1 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años
en Jerusalén; el nombre de su madre era Jefsí Baj.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las
gentes que Yahveh había expulsado delante de los israelitas.
3 Volvió a edificar los altos que había destruido su padre Ezequías,
alzó altares a Baal e hizo un cipo como lo había hecho Ajab, rey de Israel;
se postró ante todo el ejército de los cielos y les sirvió.
4 Construyó altares en la Casa de la que Yahveh había dicho: «En
Jerusalén pondré mi Nombre.»
5 Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la
Casa de Yahveh.
6 Hizo pasar a su hijo por el fuego; practicó los presagios y los
augurios, hizo traer los adivinos y nigromantes, haciendo mucho mal a los
ojos de Yahveh y provocando su cólera.7 Colocó el ídolo de Aserá, que había fabricado, en la Casa de la que
dijo Yahveh a David y Salomón su hijo: «En esta Casa y en Jerusalén, que
he elegido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para
siempre.
8 No haré errar más los pasos de Israel fuera de la tierra que di a sus
padres, con tal que procuren hacer según todo lo que les he mandado y
según toda la Ley que les ordené por mi siervo Moisés.»
9 Pero no han escuchado, y Manasés los ha extraviado para que obren
el mal más que las naciones que había aniquilado Yahveh delante de los
israelitas.
10 Entonces habló Yahveh por boca de sus siervos, los profetas,
diciendo:
11 «Porque Manasés, rey de Judá, ha hecho estas abominaciones,
haciendo el mal más que cuanto hicieron los amorreos antes de él, haciendo
que también Judá pecase con sus ídolos,
12 por eso, así habla Yahveh, Dios de Israel: Voy a hacer venir sobre
Jerusalén y Judá un mal tan grande que a quienes lo oyeren les zumbarán
los oídos.
13 Extenderé sobre Jerusalén la cuerda de Samaría y el nivel de la
casa de Ajab, y fregaré a Jerusalén como se friega un plato, que se le
vuelve del revés después de fregado.
14 Arrojaré el resto de mi heredad y los entregaré en manos de sus
enemigos; serán presa y botín de todos sus enemigos,
15 porque hicieron lo que es malo a mis ojos y me han irritado desde
el día en que sus padres salieron de Egipto hasta este día.»
16 Manasés derramó también sangre inocente en tan gran cantidad que
llenó a Jerusalén de punta a cabo, aparte del pecado que hizo cometer a
Judá haciendo lo que es malo a los ojos de Yahveh.
17 El resto de los hechos de Manasés, todo cuanto hizo, los pecados
que cometió ¿no está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
18 Manasés se acostó con sus padres y fue sepultado en el jardín de su
casa, en el jardín de Uzzá, y reinó en su lugar su hijo Amón.
19 Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar y reinó dos
años en Jerusalén; el nombre de su madre era Mesullémet, hija de Jarús de
Yotbá.
20 Hizo el mal a los ojos de Yahveh como había hecho su padre
Manasés.
21 Caminó enteramente por el camino que siguió su padre, sirvió a los
ídolos a los que sirvió su padre y se postró ante ellos.
22 Abandonó a Yahveh, Dios de sus padres, y no anduvo por el
camino de Yahveh.
23 Los siervos de Amón se conjuraron contra él y mataron al rey en su
casa.
24 Mató el pueblo de la tierra a todos los conjurados contra el rey
Amón, y el pueblo de la tierra proclamó rey en su lugar a su hijo Josías.25 El resto de los hechos de Amón, lo que hizo ¿no está escrito en el
libro de los Anales de los reyes de Judá?
26 Le sepultaron en su sepulcro, en el jardín de Uzzá, y reinó en su
lugar su hijo Josías.
2 Reyes 22
1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar y reinó 31 años en
Jerusalén; el nombre de su madre era Yedidá, hija de Adías, de Boscat.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh y anduvo enteramente por el
camino de David su padre, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda.
3 En el año dieciocho del rey Josías, envió el rey al secretario Safán,
hijo de Asalías, hijo de Mesullam, a la Casa de Yahveh diciendo:
4 «Sube donde Jilquías, sumo sacerdote, para que funda el dinero
llevado a la Casa de Yahveh y que los guardianes del umbral han recogido
del pueblo,
5 y que se ponga en manos de los que hacían las obras, los encargados
de la Casa de Yahveh y ellos lo den a los que trabajan en la Casa para
hacer las reparaciones de la Casa de Yahveh,
6 a los carpinteros y obreros de la construcción y albañiles, y para
comprar maderas y piedra de cantería para la reparación de la Casa.
7 Pero no se les pida cuentas del dinero que se pone en sus manos
porque se portan con fidelidad.»
8 El sumo sacerdote Jilquías dijo al secretario Safán: «He hallado en
la Casa de Yahveh el libro de la Ley.» Jilquías entregó el libro a Safán, que
lo leyó.
9 Fue el secretario Safán al rey y le rindió cuentas diciendo: «Tus
siervos han fundido el dinero en la Casa y lo han puesto en manos de los
que hacen las obras, los encargados de la Casa de Yahveh.»
10 Después el secretario Safán anunció al rey: «El sacerdote Jilquías
me ha entregado un libro.» Y Safán lo leyó en presencia del rey.
11 Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley rasgó sus
vestiduras.
12 Y ordenó el rey al sacerdote Jilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a
Akbor, hijo de Miqueas, al secretario Safán y a Asaías, ministro del rey:
13 «Id a consultar a Yahveh por mí y por el pueblo y por todo Judá
acerca de las palabras de este libro que se ha encontrado, porque es grande
la cólera de Yahveh que se ha encendido contra nosotros porque nuestros
padres no escucharon las palabras de este libro haciendo lo que está escrito
en él.»
14 El sacerdote Jilquías, Ajicam, Akbor, Safán y Asaías fueron donde
la profetisa Juldá, mujer de Sallum, hijo de Tiqvá, hijo de Jarjás, encargado
del vestuario; vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva. Ellos le hablaron
15 y ella les respondió: «Así habla Yahveh, Dios de Israel: Decid al
hombre que os ha enviado a mí:
16 “Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus
habitantes, según todas las palabras del libro que ha leído el rey de Judá,17 porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros
dioses irritándome con todas las obras de sus manos. Mi cólera se ha
encendido contra este lugar y no se apagará.”
18 Y al rey de Judá, que os ha enviado para consultar a Yahveh, le
diréis: “Así dice Yahveh, Dios de Israel: Las palabras que has oído…
19 Pero ya que tu corazón se ha conmovido y te has humillado en
presencia de Yahveh, al oír lo que he dicho contra este lugar y contra sus
habitantes, que serán objeto de espanto y execración, ya que has rasgado tus
vestidos y has llorado ante mí, yo a mi vez he oído, oráculo de Yahveh.
20 Por eso voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu
sepulcro, y no verán tus ojos ninguno de los males que yo voy a traer
contra este lugar.”» Ellos llevaron la respuesta al rey.
2 Reyes 23
1 El rey hizo convocar a su lado a todos los ancianos de Judá y de
Jerusalén,
2 y subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y
todos los habitantes de Jerusalén; los sacerdotes, los profetas y todo el
pueblo desde el menor al mayor; y leyó a sus oídos todas las palabras del
libro de la alianza hallado en la Casa de Yahveh.
3 El rey estaba de pie junto a la columna; hizo en presencia de Yahveh
la alianza para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus
testimonios y sus preceptos con todo el corazón y toda el alma, y para poner
en vigor las palabras de esta alianza escritas en este libro. Todo el pueblo
confirmó la alianza.
4 El rey ordenó a Jilquías, al segundo de los sacerdotes y a los
encargados del umbral que sacaran del santuario de Yahveh todos los
objetos que se habían hecho para Baal, para Aserá y para todo el ejército de
los cielos; los quemó fuera de Jerusalén en los yermos del Cedrón y llevó
sus cenizas a Betel.
5 Suprimió los sacerdotes paganos que pusieron los reyes de Judá y
que quemaban incienso en los altos, en las ciudades de Judá y en los
contornos de Jerusalén, a los que ofrecían incienso a Baal, al sol, a la luna, a
los astros celestes y a todo el ejército de los cielos.
6 Sacó la Aserá de la Casa de Yahveh fuera de Jerusalén, al torrente
Cedrón, la quemó allí en el torrente Cedrón, la redujo a cenizas y arrojó las
cenizas a las tumbas de los hijos del pueblo.
7 Derribó las casas de los consagrados a la prostitución que estaban en
la Casa de Yahveh y donde las mujeres tejían velos para Aserá.
8 Hizo venir a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá y profanó
los altos donde quemaban incienso, desde Gueba hasta Berseba. Derribó los
altos de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué,
gobernador de la ciudad, a la izquierda según se pasa la puerta de la ciudad.
9 Con todo, los sacerdotes de los altos no podían acercarse al altar de
Yahveh en Jerusalén, aunque comían los panes ázimos en medio de sus
hermanos.10 Profanó el Tofet del valle de Ben Hinnom, para que nadie hiciera
pasar por el fuego a su hijo o a su hija en honor de Mólek.
11 Suprimió los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al Sol,
a la entrada de la Casa de Yahveh, cerca de la habitación del eunuco Netán
Mélek, en las dependencias, y quemó el carro del Sol.
12 Los altares que estaban sobre el terrado de la habitación superior de
Ajaz, que hicieron los reyes de Judá, y los altares que hizo Manasés en los
dos patios de la Casa de Yahveh, el rey los derribó, los rompió allí y arrojó
sus cenizas al torrente Cedrón.
13 El rey profanó los altos que estaban frente a Jerusalén, al sur del
Monte de los Olivos, que Salomón, rey de Israel, había construido a
Astarté, monstruo abominable de los sidonios, a Kemós, monstruo
abominable de Moab, y a Milkom, abominación de los amonitas.
14 Rompió las estelas, cortó los cipos y llenó sus emplazamientos de
los huesos humanos.
15 También el altar que había en Betel y el alto que hizo Jeroboam,
hijo de Nebat, el que hizo pecar a Israel, derribó este altar y este alto,
rompió las piedras, las redujo a polvo, y quemó el cipo.
16 Volvió la cabeza Josías y vio los sepulcros que habían allí en la
montaña; mandó tomar los huesos de las tumbas y los quemó sobre el altar,
profanándolo, y cumpliéndose así la palabra de Yahveh que había dicho al
hombre de Dios cuando Jeroboam estaba en pie junto al altar durante la
fiesta. Josías se volvió y vio la tumba del hombre de Dios que había dicho
estas cosas;
17 y dijo: «¿Qué monumento es ése que veo?» Los hombres de la
ciudad le respondieron: «Es la tumba del hombre de Dios que vino de Judá
y anunció estas cosas que has hecho contra el altar de Betel.»
18 Dijo él: «Dejadle en paz. Que nadie toque sus huesos.» Y salvaron
sus huesos, junto con los huesos del profeta que vino de Samaría.
19 También hizo desaparecer Josías todos los templos de los altos de
las ciudades de Samaría que hicieron los reyes de Israel, irritando a Yahveh,
e hizo con ellos enteramente como había hecho en Betel.
20 Inmoló sobre los altares a todos los sacerdotes de los altos que se
encontraban allí y quemó sobre ellos huesos humanos. Y se volvió a
Jerusalén.
21 El rey dio esta orden a todo el pueblo: «Celebrad la Pascua en
honor de Yahveh, vuestro Dios, según está escrito en este libro de la
alianza.»
22 No se había celebrado una Pascua como está desde los días de los
Jueces que habían juzgado a Israel, ni en los días de los reyes de Israel y de
los reyes de Judá.
23 Tan sólo en el año dieciocho del rey Josías se celebró una Pascua
así en honor de Yahveh en Jerusalén.
24 También los nigromantes y los adivinos, los terafim y los ídolos y
todos los monstruos abominables que se veían en la tierra de Judá y en
Jerusalén, fueron eliminados por Josías, para poner en vigor las palabras de la Ley escritas en el libro que encontró el sacerdote Jilquías en la Casa de
Yahveh.
25 No hubo antes de él ningún rey que se volviera como él a Yahveh,
con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fuerza, según toda la
ley de Moisés, ni después de él se ha levantado nadie como él.
26 Sin embargo, Yahveh no se volvió del ardor de su gran cólera que
se había encendido contra Judá por todas las irritaciones con que le había
irritado Manasés.
27 Yahveh había dicho: «También a Judá apartaré de mi presencia,
como he apartado a Israel, y rechazaré a esta ciudad que había elegido, a
Jerusalén y a la Casa de que había dicho: Mi Nombre estará en ella.»
28 El resto de los hechos de Josías, todo cuanto hizo ¿no está escrito
en el libro de los Anales de los reyes de Judá?
29 En sus días subió el Faraón Nekó, rey de Egipto, hacia el rey de
Asiria, junto al río Eufrates. Fue el rey Josías a su encuentro, pero Nekó le
mató en Meguiddó en cuanto le vio.
30 Sus servidores trasladaron en carro el cadáver desde Meguiddó,
llegaron a Jerusalén y lo sepultaron en su sepulcro. El pueblo de la tierra
tomó a Joacaz, hijo de Josías, y le ungieron y proclamaron rey, en lugar de
su padre.
31 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar y reinó tres
meses en Jerusalén; el nombre de su madre era Jamital, hija de Jeremías, de
Libná.
32 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como le habían
hecho sus padres.
33 El Faraón Nekó lo encadenó en Riblá, en el país de Jamat, para que
no reinara más en Jerusalén y puso un impuesto al país de cien talentos de
plata y diez talentos de oro.
34 El faraón Nekó puso por rey a Elyaquim, hijo de Josías, en lugar de
su padre Josías, y le cambió el nombre en Yoyaquim. Cuando a Joacaz, le
tomó y le llevó a Egipto, donde murió.
35 Yoyaquim entregó la plata y el oro a Faraón, pero para dar el
dinero según la orden de Faraón, impuso una derrama al país, a cada uno
según sus bienes; apremió al pueblo de la tierra acerca del dinero que había
de dar al faraón Nekó. Nekó.
36 Veinticinco años tenía Yoyaquim cuando comenzó a reinar y reinó
once años en Jerusalén; el nombre de su madre era Zebida, hija de Pedaías
de Rumá.
37 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, enteramente como hicieron sus
padres
Proverbios 10
1 = Proverbios de Salomón. = El hijo sabio es la alegría de su padre, el
hijo necio entristece a su madre.
2 Tesoros mal adquiridos no aprovechan, mas la justicia libra de la
muerte.
3 Yahveh no permite que el justo pase hambre, pero rechaza la codicia
de los malos.
4 Mano indolente empobrece, la mano de los diligentes enriquece.
5 Amontonar en verano es de hombre sensato, dormirse en la cosecha
es de hombre indigno.
6 Bendiciones sobre la cabeza del justo; pero la boca de los impíos
rezuma violencia.
7 El recuerdo del justo sirve de bendición; el nombre de los malos se
pudre.
8 El sensato de corazón acepta los mandatos, el hombre charlatán
corre a su ruina.
9 Quien va a derecho, va seguro, quien va con rodeos es descubierto.
10 El que guiña de ojos, dará disgustos, quien reprende a la cara,
proporciona paz.
11 Manantial de vida la boca del justo; la boca de los impíos rezuma
violencia.
12 El odio provoca discusiones, el amor cubre todas las faltas.
13 En labios del inteligente se encuentra sabiduría, palo a las espaldas
del falto de seso.
14 Los sabios atesoran conocimiento, la boca del necio es ruina
inmediata.
15 La fortuna del rico es su plaza fuerte, la ruina de los débiles es su
pobreza.
16 El salario del justo es para vivir, la renta del malo es para pecar.17 Camina hacia la vida el que guarda las instrucciones; quien
desatiende la reprensión se extravía.
18 Los labios mentirosos disimulan el odio; quien profiere una
calumnia es un necio.
19 En las muchas palabras no faltará pecado; quien reprime sus labios
es sensato.
20 Plata elegida es la lengua del justo, el corazón de los malos vale
poco.
21 Los labios del justo apacientan a muchos, los insensatos mueren en
su falta de seso.
22 La bendición de Yahveh es la que enriquece, y nada le añade el
trabajo a que obliga.
23 Como un juego es para el necio cometer el crimen, la sabiduría lo
es para el hombre inteligente.
24 Lo que teme el malo, eso le sucede, lo que el justo desea, se le da.
25 Cuando pasa la tormenta, ya no existe el malo, mas el justo es
construcción eterna.
26 Vinagre para los dientes y humo para los ojos: así es el perezoso
para quien lo envía.
27 El temor de Yahveh prolonga los días, los años de los malos son
acortados.
28 La espera de los justos es alegría, la esperanza de los malos
fracasará.
29 Fortaleza es para el íntegro la senda de Yahveh; pero ruina para los
malhechores.
30 Jamás el justo será conmovido, pero los malos no habitarán la
tierra.
31 La boca del justo da frutos de sabiduría, la lengua perversa será
cortada.
32 Los labios del justo saben de benevolencia; la boca de los malos,
de perversidad.
2 Corintios 4
1 Por esto, misericordiosamente investidos de este ministerio, no
desfallecemos.
2 Antes bien, hemos repudiado el silencio vergonzoso no procediendo
con astucia, ni falseando la Palabra de Dios; al contrario, mediante la
manifestación de la verdad nos recomendamos a nosotros mismos a toda
conciencia humana delante de Dios.
3 Y si todavía nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se
pierden,
4 para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo
para impedir que vean brillar el resplandor del Evangelio de la gloria de
Cristo, que es imagen de Dios.
5 No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como
Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús.
6 Pues el mismo Dios que dijo: = De las tinieblas brille la luz, = ha
hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de
la gloria de Dios que está en la faz de Cristo.
7 Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca
que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.
8 Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no
desesperados;
9 perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados.10 Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de
Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
11 Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la
muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se
manifieste en nuestra carne mortal.
12 De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida.
13 Pero teniendo aquel espíritu de fe conforme a lo que está escrito: =
Creí, por eso hablé, = también nosotros creemos, y por eso hablamos,
14 sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará
con Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros.
15 Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la
gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.
16 Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se
va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día.
17 En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre
toda medida, un pesado caudal de gloria eterna,
18 a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en
las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son
eternas.
2 Corintios 5
1 Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre,
se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna, no
hecha por mano humana, que está en los cielos.
2 Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser
revestidos de nuestra habitación celeste,
3 si es que nos encontramos vestidos, y no desnudos.
4 ¡Sí!, los que estamos en esta tienda gemimos abrumados. No es que
queramos ser desvestidos, sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal
sea absorbido por la vida.
5 Y el que nos ha destinado a eso es Dios, el cual nos ha dado en arras
el Espíritu.
6 Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras
habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor,
7 pues caminamos en la fe y no en la visión…
8 Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este
cuerpo para vivir con el Señor.
9 Por eso, bien en nuestro cuerpo, bien fuera de él, nos afanamos por
agradarle.
10 Porque es necesario que todos nosotros seamos puestos al
descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a
lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal.
11 Por tanto, conociendo el temor del Señor, tratamos de persuadir a
los hombres, pues ante Dios estamos al descubierto, como espero que ante
vuestras conciencias también estemos al descubierto.12 No volvemos a recomendarnos ante vosotros; solamente queremos
daros ocasión para gloriaros de nosotros y así tengáis cómo responder a los
que se glorían de lo exterior, y no de lo que está en el corazón.
13 En efecto, si hemos perdido el juicio, ha sido por Dios; y si somos
sensatos, lo es por vosotros.
14 Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió
por todos, todos por tanto murieron.
15 Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino
para aquel que murió y resucitó por ellos.
16 Así que, en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si
conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así.
17 Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo
viejo, todo es nuevo.
18 Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y
nos confió el ministerio de la reconciliación.
19 Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no
tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en
nosotros la palabra de la reconciliación.
20 Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por
medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con
Dios!
21 A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que
viniésemos a ser justicia de Dios en él.