2 Reyes 14

1 En el año segundo de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel, comenzó a
reinar Amasías, hijo de Joás, rey de Judá.
2 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve
años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yehoaddán, de Jerusalén.
3 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, pero no como su padre David;
hizo en todo como su padre Joás.
4 Tan sólo que no desaparecieron los altos, y el pueblo siguió
ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los altos.
5 Cuando el reino se afianzó en sus manos, mató a los servidores que
habían matado al rey su padre,
6 pero no hizo morir a los hijos de los asesinos, según está escrito en
el libro de la Ley de Moisés, donde Yahveh dio una orden diciendo: «No
harán morir a los hijos por los padres, sino que cada uno morirá por su
pecado.»
7 El fue el que batió a los edomitas en el valle de la Sal, a 10.000
hombres, y conquistó la Peña por las armas. La llamó Yoqteel hasta el día
de hoy.
8 Entonces Amasías envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de
Jehú, rey de Israel, diciendo: «Sube, y nos veremos las caras.»
9 Joás, rey de Israel, mandó a decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo
del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame tu hija para mujer de
mi hijo; pero las bestias salvajes del Líbano pasaron y pisotearon el cardo.
10 Cierto que has batido a Edom y tu corazón te ha envanecido; sé
glorioso, pero quédate en tu casa. ¿Por qué exponerte a una calamidad y a
caer tú y Judá contigo?»
11 Pero Amasías no le escuchó; subió Joás, rey de Israel, y se
enfrentaron él y Amasías, rey de Judá, en Bet Semes de Judá.
12 Judá fue derrotado por Israel y huyeron cada uno a su tienda.
13 Joás, rey de Israel, capturó en Bet Semes a Amasías, rey de Judá,
hijo de Joás, hijo de Ocozías, y lo llevó a Jerusalén. Abrió brecha de
cuatrocientos codos en la muralla de Jerusalén desde la puerta de Efraím
hasta la puerta del Angulo.
14 Tomó todo el oro, toda la plata y todos los objetos que se hallaban
en la Casa de Yahveh, los tesoros de la casa del rey y también rehenes, y se
volvió a Samaría.
15 El resto de los hechos de Joás, cuanto hizo, su bravura y cómo
combatió contra Amasías, rey de Judá, ¿no está escrito en el libro de los
Anales de los reyes de Israel?
16 Se acostó Joás con sus padres y fue sepultado en Samaría junto a
los reyes de Israel. Reinó en su lugar su hijo Jeroboam.17 Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la
muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel.
18 El resto de los hechos de Amasías, ¿no está escrito en el libro de
los Anales de los reyes de Judá?
19 Se conjuraron contra él en Jerusalén y huyó a Lakís, pero enviaron
gente en su persecución hasta Lakís y allí lo mataron.
20 Trajéronle a caballo y le sepultaron en Jerusalén con sus padres, en
la Ciudad de David.
21 Todo el pueblo de Judá tomó a Ozías, que tenía dieciséis años, y le
proclamaron rey en lugar de su padre Amasías.
22 Reconstruyó Elat y la devolvió a Judá, después que el rey se hubo
acostado con sus padres.
23 En el año quince de Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, comenzó a
reinar Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel, en Samaría. Reinó 41 años.
24 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de todos los
pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.
25 El restableció las fronteras de Israel desde la Entrada de Jamat
hasta el mar de la Arabá, según la palabra que Yahveh, Dios de Israel,
había dicho por boca de su siervo, el profeta Jonás, hijo de Amittay, el de
Gat de Jéfer,
26 porque Yahveh había visto la miseria, amarga en extremo, de
Israel; no había esclavo ni libre, ni quien auxiliara a Israel.
27 No había decidido Yahveh borrar el nombre de Israel de debajo de
los cielos y lo salvó por mano de Jeroboam, hijo de Joás.
28 El resto de los hechos de Jeroboam, todo cuanto hizo y la bravura
con que guerreó, y cómo devolvió Jamat y Damasco a Judá y a Israel, ¿no
está escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
29 Se acostó Jeroboam con sus padres y fue sepultado en Samaría con
los reyes de Israel. Reinó en su lugar su hijo Zacarías.
2 Reyes 15
1 En el año veintisiete de Jeroboam, rey de Israel, comenzó a reinar
Ozías, hijo de Amasías, rey de Judá.
2 Tenía dieciséis años cuando comenzó a reinar y reinó 52 años en
Jerusalén; el nombre de su madre era Yekolía de Jerusalén.
3 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo había
hecho su padre Amasías.
4 Sólo que no desaparecieron los altos y el pueblo siguió ofreciendo
sacrificios y quemando incienso en los altos.
5 Yahveh hirió al rey y quedó leproso hasta el día de su muerte. Vivió
en una casa aislada, y Jotam, hijo del rey, estaba al frente de la casa y
administraba justicia al pueblo de la tierra.
6 El resto de los hechos de Ozías, todo cuanto hizo ¿no está escrito en
el libro de los Anales de los reyes de Judá?
7 Se acostó Ozías con sus padres y le sepultaron con sus padres en la
Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Jotam.8 En el año 38 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Zacarías, hijo
de Jeroboam, sobre Israel, en Samaría; reinó seis meses.
9 Hizo el mal a los ojos de Yahveh como hicieron sus padres; no se
apartó de los pecados con que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.
10 Sallum, hijo de Yabés, conspiró contra él, le hirió en Yibleam, le
mató, y reinó en su lugar.
11 El resto de los hechos de Zacarías ¿no está escrito en el libro de los
Anales de los reyes de Israel?
12 Esta fue la palabra de Yahveh, la que habló a Jehú diciendo: «Tus
hijos hasta la cuarta generación se sentarán en el trono de Israel.» Y así fue.
13 Sallum, hijo de Yabés, comenzó a reinar el año 39 de Ozías, rey de
Judá, y reinó un mes en Samaría.
14 Menajem, hijo de Gadí, subió de Tirsá, entró en Samaría e hirió a
Sallum, hijo de Yabés, en Samaría; le mató y reinó en su lugar.
15 El resto de los hechos de Sallum y la conspiración que tramó está
escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel.
16 Entonces hirió Menajem a Tappúaj y a todos los que había en ella y
a su territorio, a partir de Tirsá, porque no le abrieron las puertas; a todas
sus embarazadas abrió el vientre.
17 En el año 39 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Menajem,
hijo de Gadí, en Israel. Reinó diez años en Samaría.
18 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con
que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel. En su tiempo,
19 Pul, rey de Asiria, vino contra el país. Menajem dio a Pul mil
talentos de plata para que le ayudara a él y afianzara el reino en su mano.
20 Menajem exigió el dinero a Israel, a todos los notables, que habían
de dar al rey de Asiria cincuenta siclos de plata cada uno. Entonces se
volvió el rey de Asiria y no se detuvo allí en el país.
21 El resto de los hechos de Menajem, todo cuanto hizo, ¿no está
escrito en el libro de los Anales de los reyes de Israel?
22 Menajem se acostó con sus padres, y reinó en su lugar su hijo
Pecajías.
23 En el año cincuenta de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar
Pecajías, hijo de Menajem, sobre Israel, en Samaría. Reinó dos años.
24 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con
que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.
25 Su escudero Pecaj, hijo de Remalías, se conjuró contra él y le hirió
en Samaría, en el torreón de la casa del rey… Había con él cincuenta
hombres de los hijos de Galaad. Hizo morir al rey y reinó en su lugar.
26 El resto de los hechos de Pecajías, todo cuanto hizo, está escrito en
el libro de los Anales de los reyes de Israel.
27 En el año 52 de Ozías, rey de Judá, comenzó a reinar Pecaj, hijo de
Remalías, sobre Israel, en Samaría. Reinó veinte años.
28 Hizo el mal a los ojos de Yahveh y no se apartó de los pecados con
que Jeroboam, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel.29 En tiempo de Pecaj, rey de Israel, vino Teglatfalasar, rey de Asiria,
y tomó Iyyón, Abel Bet Maacá, Yanóaj, Cadés, Jasor, Galaad, Galilea, todo
el país de Neftalí, y los deportó a Asiria.
30 Oseas, hijo de Elá, tramó una conjuración contra Pecaj, hijo de
Remalías, le hirió, le mató y reinó en su lugar.
31 El resto de los hechos de Pecaj, todo cuanto hizo, está escrito en el
libro de los Anales de los reyes de Israel.
32 En el año segundo de Pecaj, hijo de Remalías, rey de Israel,
comenzó a reinar Jotam, hijo de Ozías, rey de Judá.
33 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó dieciséis
años en Jerusalén; el nombre de su madre era Yerusá, hija de Sadoq.
34 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, enteramente como había hecho
su padre Ozías,
35 sólo que no desaparecieron los altos y el pueblo siguió sacrificando
y quemando incienso en los altos. Él construyó la Puerta Superior de la
Casa de Yahveh.
36 El resto de los hechos de Jotam, lo que hizo ¿no está escrito en el
libro de los Anales de los reyes de Judá?
37 En aquellos días comenzó Yahveh a enviar contra Judá a Rasón,
rey de Aram, y a Pecaj, hijo de Remalías.
38 Jotam se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la
ciudad de su padre David. Reinó en su lugar su hijo Ajaz.
2 Reyes 16
1 En el año diecisiete de Pecaj, hijo de Remalías, comenzó a reinar
Ajaz, hijo de Jotam, rey de Judá.
2 Tenía Ajaz veinte años cuando comenzó a reinar y reinó dieciséis
años en Jerusalén. No hizo lo recto a los ojos de Yahveh su Dios, como su
padre David.
3 Anduvo por el camino de los reyes de Israel e incluso hizo pasar por
el fuego a su hijo, según las abominaciones de las naciones que Yahveh
había arrojado ante los israelitas.
4 Ofreció sacrificios y quemó incienso en los altos, en las colinas y
bajo todo árbol frondoso.
5 Entonces subió Rasón, rey de Aram, y Pecaj, hijo de Remalías, rey
de Israel, para combatir a Jerusalén y la cercaron, pero no pudieron
conquistarla.
6 En aquel tiempo el rey de Edom recobró Elat para Edom; expulsó a
los de Judá de Elat, entraron los edomitas en Elat y habitaron allí hasta el
día de hoy.
7 Ajaz envió mensajeros a Teglatfalasar, rey de Asiria, diciendo: «Soy
tu siervo y tu hijo. Sube, pues y sálvame de manos del rey de Israel que se
han levantado contra mí.»
8 Y tomó Ajaz la plata y el oro que había en la Casa de Yahveh y en
los tesoros de la casa del rey y lo envió al rey de Asiria como presente.9 El rey de Asiria le escuchó y subió contra Damasco, la conquistó,
los deportó a Quir y mató a Rasón.
10 El rey Ajaz fue a Damasco al encuentro de Teglatfalasar, rey de
Asiria, y viendo el altar que había en Damasco, envío al sacerdote Urías la
imagen del altar y su modelo, según toda su hechura.
11 El sacerdote Urías construyó un altar; todo cuanto el rey Ajaz había
mandado desde Damasco lo realizó el sacerdote Urías antes de que el rey
Ajaz regresara de Damasco.
12 Cuando el rey regresó de Damasco vio el altar, se acercó y subió a
él.
13 Mandó quemar sobre el altar su holocausto y su oblación, hizo su
libación y derramó la sangre de sus sacrificios de comunión;
14 desplazó el altar de bronce que estaba ante Yahveh, delante de la
Casa, de entre el altar nuevo y la Casa de Yahveh, y lo colocó al lado del
altar nuevo, hacia el norte.
15 El rey Ajaz ordenó al sacerdote Urías: «Sobre el altar grande
quemarás el holocausto de la mañana y la oblación de la tarde, el
holocausto del rey y su oblación, el holocausto de todo el pueblo de la
tierra, sus oblaciones y sus libaciones, derramarás sobre él toda la sangre
del holocausto y toda la sangre del sacrificio. Cuanto al altar de bronce, yo
me ocuparé de él.»
16 El sacerdote Urías hizo cuanto le había ordenado el rey Ajaz.
17 El rey Ajaz desmontó los paneles de las basas, quitó de encima de
ellos la jofaina; hizo bajar el Mar de bronce de sobre los bueyes que estaban
debajo de él y lo colocó sobre un solado de piedra.
18 Cuanto al estrado del trono de la Casa de Yahveh, que se había
construido en ella, y la entrada exterior del rey, lo quitó por causa del rey de
Asiria.
19 El resto de los hechos de Ajaz, lo que hizo ¿no está escrito en el
libro de los Anales de los reyes de Judá?
20 Ajaz se acostó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la
Ciudad de David. Reinó en su lugar su hijo Ezequías.
2 Reyes 17
1 En el año doce de Ajaz, rey de Judá, comenzó a reinar Oseas, hijo de
Elá, en Samaría, sobre Israel. Reinó nueve años.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, aunque no como los reyes de
Israel que le precedieron.
3 Salmanasar, rey de Asiria, subió contra Oseas; Oseas se le sometió y
le pagó tributo.
4 Pero el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba, pues había
enviado mensajeros a So, rey de Egipto, y no pagó tributo al rey de Asiria,
como lo venía haciendo cada año; el rey de Asiria lo detuvo y lo encadenó
en la cárcel.
5 El rey de Asiria subió por toda la tierra, llegó a Samaría y la asedió
durante tres años.6 El año noveno de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaría y deportó a
los israelitas a Asiria; los estableció en Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, y en
las ciudades de los medos.
7 Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra Yahveh su
Dios, que los había hecho subir de la tierra de Egipto, de bajo la mano de
Faraón, rey de Egipto, y habían reverenciado a otros dioses,
8 siguiendo las costumbres de las naciones que Yahveh había arrojado
delante de ellos.
9 Los israelitas maquinaron acciones no rectas contra Yahveh su Dios,
se edificaron altos en todas las ciudades, desde las torres de guardia hasta
las ciudades fortificadas.
10 Se alzaron estelas y cipos sobre toda colina elevada y bajo todo
árbol frondoso,
11 y quemaron allí, sobre todos los altos, incienso, como las naciones
que Yahveh había expulsado de delante de ellos, y cometieron maldades,
que irritaban a Yahveh.
12 Sirvieron a los ídolos acerca de los que Yahveh les había dicho:
«No haréis tal cosa.»
13 Yahveh advertía a Israel y Judá por boca de todos los profetas y de
todos los videntes diciendo: «Volveos de vuestros malos caminos y guardad
mis mandamientos y mis preceptos conforme a la Ley que ordené a
vuestros padres y que les envié por mano de mis siervos los profetas.»
14 Pero ellos no escucharon y endurecieron sus cervices como la
cerviz de sus padres, que no creyeron en Yahveh su Dios.
15 Despreciaron sus decretos y la alianza que hizo con sus padres y las
advertencias que les hizo, caminando en pos de vanidades, haciéndose ellos
mismos vanidad, en pos de las naciones que les rodeaban, acerca de las que
Yahveh les había ordenado: «No haréis como ellas.»
16 Abandonaron todos los mandamientos de Yahveh su Dios, y se
hicieron ídolos fundidos, los dos becerros; se hicieron cipos y se postraron
ante todo el ejército de los cielos y dieron culto a Baal.
17 Hicieron pasar a sus hijos y a sus hijas por el fuego, practicaron la
adivinación y los augurios, y se prestaron a hacer lo malo a los ojos de
Yahveh, provocando su cólera.
18 Yahveh se airó en gran manera contra Israel y los apartó de su
rostro, quedando solamente la tribu de Judá.
19 Tampoco Judá guardó los mandamientos de Yahveh su Dios y
siguió las costumbres que practicó Israel.
20 Rechazó Yahveh el linaje de Israel, los humilló y los entregó en
mano de saqueadores, hasta que los arrojó de su presencia;
21 pues como había arrancado a Israel de la casa de David y ellos se
habían elegido rey a Jeroboam, hijo de Nebat, Jeroboam alejó a Israel del
seguimiento de Yahveh, haciéndoles cometer un gran pecado.
22 Cometieron los israelitas todos los pecados que hizo Jeroboam, y
no se apartaron de ellos,23 hasta que Yahveh apartó a Israel de su presencia, como había
anunciado por medio de todos sus siervos los profetas; deportó a Israel de
su tierra a Asiria, hasta el día de hoy.
24 El rey de Asiria hizo venir gentes de Babilonia, de Kutá, de Avvá,
de Jamat y de Sefarváyim y los estableció en las ciudades de Samaría en
lugar de los israelitas; ellos ocuparon Samaría y se establecieron en sus
ciudades.
25 Sucedió que, cuando comenzaron a establecerse allí, no veneraban
a Yahveh, y Yahveh envió contra ellos leones que mataron a muchos.
26 Entonces dijeron al rey de Asiria: «Las gentes que has hecho
deportar para establecerlas en las ciudades de Samaría no conocen el culto
del dios de la tierra, y ha enviado contra ellos leones que los matan, porque
ellos no conocen el culto del dios de la tierra.»
27 El rey de Asiria dio esta orden: «Haced partir allá a uno de los
sacerdotes que deporté de allí; que vaya y habite allí y les enseñe el culto
del dios de la tierra.»
28 Vino entonces uno de los sacerdotes deportados de Samaría, se
estableció en Betel y les enseñó cómo debían reverenciar a Yahveh.
29 Pero cada nación se hizo sus dioses y los pusieron en los templos
de los altos que habían hecho los samaritanos, cada nación en las ciudades
que habitaba.
30 Las gentes de Babilonia hicieron un Sukkot Benot, las gentes de
Kutá hicieron un Nergal, las gentes de Jamat hicieron un Asimá,
31 los avvitas hicieron un Nibjaz y un Tartaq y los sefarvitas
quemaban a sus hijos en honor de Adrammélek y Anammélek, dioses de los
sefarvitas.
32 Veneraban también a Yahveh y se hicieron sacerdotes en los altos,
tomados de entre ellos, que oficiaban por ellos en los templos de los altos.
33 Reverenciaban a Yahveh y servían a sus dioses según el rito de las
naciones de donde habían sido deportados.
34 Hasta el día de hoy siguen sus antiguos ritos. No reverenciaban a
Yahveh y no seguían sus preceptos y sus ritos, la ley y los mandamientos
que había mandado Yahveh a los hijos de Jacob, al que dio el nombre de
Israel.
35 Yahveh hizo una alianza con ellos y les dio esta orden: «No
reverenciaréis dioses extraños, no os postraréis ante ellos, no les serviréis y
no les ofreceréis sacrificios.
36 Sino que solamente a Yahveh, que os hizo subir de la tierra de
Egipto con gran fuerza y tenso brazo, a él reverenciaréis, ante él os
postraréis y a él ofreceréis sacrificios.
37 Guardaréis los preceptos, los ritos, la ley y los mandamientos que
os dio por escrito para cumplirlos todos los días, y no reverenciaréis dioses
extraños.
38 No olvidaréis la alianza que hice con vosotros y no reverenciaréis
dioses extraños,39 sino que reverenciaréis sólo a Yahveh vuestro Dios, y él os librará
de la mano de todos vuestros enemigos.»
40 Pero ellos no escucharon, sino que siguieron haciendo según sus
antiguos ritos.
41 De modo que aquellas gentes reverenciaban a Yahveh, pero servían
a sus ídolos; sus hijos y los hijos de sus hijos continúan haciendo como
hicieron sus padres hasta el día de hoy.
2 Reyes 18
1 En el año tercero de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, comenzó a
reinar Ezequías, hijo de Ajaz, rey de Judá.
2 Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve
años en Jerusalén; el nombre de su madre era Abía, hija de Zacarías.
3 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh enteramente como David su
padre.
4 El fue quien quitó los altos, derribó las estelas, cortó los cipos y
rompió la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los israelitas
le habían quemado incienso hasta aquellos días; se la llamaba Nejustán.
5 Confió en Yahveh, Dios de Israel. Después de él no le ha habido
semejante entre todos los reyes de Judá, ni tampoco antes.
6 Se apegó a Yahveh y no se apartó de él; guardó los mandamientos
que Yahveh había mandado a Moisés.
7 Yahveh estuvo con él y tuvo éxito en todas sus empresas; se rebeló
contra el rey de Asiria y no le sirvió.
8 El batió a los filisteos hasta Gaza y sus fronteras, desde las torres de
guardia hasta las ciudades fortificadas.
9 En el año cuarto del rey Ezequías, que es el año séptimo de Oseas,
hijo de Elá, rey de Israel, subió Salmanasar, rey de Asiria, contra Samaría y
la asedió.
10 La conquistó al cabo de tres años. En el año sexto de Ezequías, que
es el año noveno de Oseas, rey de Israel, fue conquistada Samaría.
11 El rey de Asiria deportó a los israelitas a Asiria y los instaló en
Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos,
12 porque no escucharon la voz de Yahveh su Dios y violaron su
alianza y todo cuanto había ordenado Moisés, siervo de Yahveh. No lo
escucharon y no lo practicaron.
13 En el año catorce del rey Ezequías subió Senaquerib, rey de Asiria,
contra todas las ciudades fortificadas de Judá y se apoderó de ellas.
14 Ezequías, rey de Judá, envió a decir a Senaquerib a Lakís: «He
pecado; deja de atacarme, y haré cuanto me digas.» El rey de Asiria impuso
a Ezequías, rey de Judá, trescientos talentos de plata y treinta talentos de
oro.
15 Ezequías entregó todo el dinero que se encontró en la Casa de
Yahveh y en los tesoros de la casa del rey.16 En aquella ocasión Ezequías quitó las puertas del santuario de
Yahveh y los batientes que…, rey de Judá, había revestido de oro, y lo
entregó al rey de Asiria.
17 El rey de Asiria envió desde Lakís a Jerusalén, donde el rey
Ezequías, al copero mayor con un fuerte destacamento. Subió a Jerusalén y
en llegando se colocó en el canal de la alberca superior que está junto al
camino del campo del Batanero.
18 Llamó al rey, y el mayordomo de palacio, Elyaquim, hijo de
Jilquías, el secretario Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, salieron hacia
él.
19 El copero mayor les dijo: «Decid a Ezequías: Así habla el gran rey,
el rey de Asiria: ¿Qué confianza es ésa en la que te fías?
20 Te has pensado que meras palabras de los labios son consejo y
bravura para la guerra. Pero ahora ¿en quién confías, que te has rebelado
contra mí?
21 Mira: te has confiado al apoyo de esa caña rota, de Egipto, que
penetra y traspasa la mano del que se apoya sobre ella. Pues así es Faraón,
rey de Egipto, para todos los que confían en él.
22 Pero vais a decirme: “Nosotros confiamos en Yahveh, nuestro
Dios.” ¿No ha sido él, Ezequías, quien ha suprimido los altos y los altares y
ha dicho a Judá y a Jerusalén: “Os postraréis delante de este altar en
Jerusalén?”
23 Pues apostad ahora con mi señor, el rey de Asiria: te daré 2.000
caballos si eres capaz de encontrarte jinetes para ellos.
24 ¿Cómo harías retroceder a uno solo de los más pequeños servidores
de mi señor? ¡Te fías de Egipto para tener carros y gentes de carro!
25 Y ahora ¿es que yo he subido contra este lugar para destruirlo, sin
Yahveh? Yahveh me ha dicho: Sube contra esa tierra y destrúyela.»
26 Dijeron Elyaquim, Sebná y Yoaj al copero mayor: «Por favor,
háblanos a nosotros, tus siervos, en arameo, que lo entendemos; no nos
hables en lengua de Judá a oídos del pueblo que está sobre la muralla.»
27 El copero mayor dijo: «¿Acaso mi señor me ha enviado a decir
estas cosas a tu señor, o a ti, y no a los hombres que se encuentran sobre la
muralla, que tienen que comer sus excrementos y beber sus orinas con
vosotros?»
28 Se puso en pie el copero mayor y gritó con gran voz, en lengua de
Judá, diciendo: «Escuchad la palabra del gran rey, del rey de Asiria.
29 Así habla el rey: No os engañe Ezequías, porque no podrá libraros
de mi mano.
30 Que Ezequías no os haga confiar en Yahveh diciendo: “De cierto
nos librará Yahveh, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de
Asiria.”
31 No escuchéis a Ezequías, porque así habla el rey de Asiria: Haced
paces conmigo, rendíos a mi y comerá cada uno de su viña y de su higuera,
y beberá cada uno de su cisterna,32 hasta que yo llegue y os lleve a una tierra como vuestra tierra, tierra
de trigo y de mosto, tierra de pan y de viñas, tierra de aceite y de miel, y
viviréis y no moriréis. Pero no escuchéis a Ezequías, porque os engaña
diciendo: “Yahveh nos librará.”
33 ¿Acaso los dioses de las naciones han librado cada uno a su tierra
de la mano del rey de Asiria?
34 ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arpad, dónde están los
dioses de Sefarváyim, de Hená y de Ivvá? ¿Acaso han librado a Samaría de
mi mano?
35 ¿Quiénes, de entre todos los dioses de los países, los han librado de
mi poder para que libre Yahveh a Jerusalén de mi mano?»
36 Calló el pueblo y no le respondió una palabra, porque el rey había
dado esta orden diciendo: «No le respondáis.»
37 Elyaquim, hijo de Jilquías, mayordomo de palacio, y el secretario
Sebná y el heraldo Yoaj, hijo de Asaf, fueron a Ezequías, desgarrados los
vestidos, y le relataron las palabras del copero mayor.
2 Reyes 19
1 Cuando lo oyó el rey Ezequías desgarró sus vestidos, se cubrió de
sayal y se fue a la Casa de Yahveh.
2 Envió a Elyaquim, mayordomo, a Sebná, secretario, y a los
sacerdotes ancianos cubiertos de sayal, donde el profeta Isaías, hijo de
Amós.
3 Ellos le dijeron: «Así habla Ezequías: Este día es día de angustia, de
castigo y de vergüenza. Los hijos están para salir del seno, pero no hay
fuerza para dar a luz.
4 ¿No habrá oído Yahveh tu Dios, todas las palabras del copero mayor
al que ha enviado el rey de Asiria su señor, para insultar al Dios vivo? ¿No
castigará Yahveh tu Dios, las palabras que ha oído? ¡Dirige una plegaria en
favor del resto que aún queda!»
5 Cuando los siervos del rey Ezequías llegaron donde Isaías,
6 éste les dijo: «Así diréis a vuestro señor: Esto dice Yahveh: No
tengas miedo por las palabras que has oído, con las que me insultaron los
criados del rey de Asiria.
7 Voy a poner en él un espíritu, oirá una noticia y se volverá a su
tierra, y en su tierra yo le haré caer a espada.»
8 El copero mayor se volvió y encontró al rey de Asiria atacando a
Libná, pues había oído que había partido de Lakís,
9 porque había recibido esta noticia acerca de Tirhacá, rey de Kus:
«Mira que ha salido a guerrear contra ti.» Volvió a enviar mensajeros para
decir a Ezequías:
10 «Así hablaréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu Dios en el
que confías pensando: “No será entregada Jerusalén en manos del rey de
Asiria”.
11 Bien has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los
países, entregándolos al anatema, ¡y tú te vas a librar!12 ¿Acaso los dioses de las naciones salvaron a aquellos que mis
padres aniquilaron, a Gozán, a Jarán, a Résef, a los edenitas que estaban en
Tel Basar?
13 ¿Dónde está el rey de Jamat, el rey de Arpad, el rey de Laír, de
Sefarváyim, de Hená y de Ivvá?».
14 Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó.
Luego subió a la Casa de Yahveh y Ezequías la desenrolló ante Yahveh.
15 Hizo Ezequías esta plegaria ante Yahveh: «Yahveh, Dios de Israel,
que estás sobre los Querubines, tú sólo eres Dios en todos los reinos de la
tierra, tú el que has hecho los cielos y la tierra.
16 ¡Tiende, Yahveh, tu oído y escucha; abre, Yahveh, tus ojos y mira!
Oye las palabras con que Senaquerib ha enviado a insultar al Dios vivo.
17 Es verdad, Yahveh, que los reyes de Asiria han exterminado las
naciones
18 y han entregado sus dioses al fuego, porque ellos no son dioses,
sino hechuras de mano de hombre, de madera y de piedra, y por eso han
sido aniquilados.
19 Ahora pues, Yahveh, Dios nuestro, sálvanos de su mano, y sabrán
todos los reinos de la tierra que sólo tú eres Dios, Yahveh.»
20 Isaías, hijo de Amós, envió a decir a Ezequías: «Así dice Yahveh,
Dios de Israel: He escuchado tu plegaria acerca de Senaquerib, rey de
Asiria.
21 Esta es la palabra que Yahveh pronuncia contra él: Ella te
desprecia, ella te hace burla, la virgen hija de Sión. Mueve la cabeza a tus
espaldas, la hija de Jerusalén.
22 ¿A quién has insultado y blasfemado? ¿Contra quién has alzado tu
voz y levantas tus ojos altaneros? ¡Contra el Santo de Israel!
23 Por tus mensajeros insultas a Adonay y dices: Con mis muchos
carros subo a los cumbres de los montes a las laderas del Líbano, derribo la
altura de sus cedros, la flor de sus cipreses, alcanzo el postrer de sus
refugios, su jardín del bosque.
24 Yo he cavado y bebido en extranjeras aguas. Secaré bajo la planta
de mis pies. todos los Nilos del Egipto.
25 ¿Lo oyes bien? Desde antiguo lo tengo preparado; desde viejos días
lo había planeado. Ahora lo ejecuto. Tú convertirás en cúmulos de ruinas
las fuertes ciudades
26 Sus habitantes, de débiles manos, confusos y aterrados, son plata
del campo, verdor de hierba, hierba de tejados, pasto quemado por el viento
de Oriente.
27 Si te alzas o te sientas, si sales o entras, estoy presente y lo sé.
28 Pues que te alzas airado contra mí y tu arrogancia ha subido a mis
oídos, voy a poner mi anillo en tus narices, mi brida en tu boca, y voy a
devolverte por la ruta por la que has venido.
29 La señal será ésta: Este año se comerá lo que rebrote, lo que nazca
de sí al año siguiente. Al año tercero sembrad y segad, plantad las viñas y
comed su fruto. 30 El resto que se salve de la casa de Judá echará raíces por debajo y
frutos en lo alto.
31 Pues saldrá un Resto de Jerusalén, y supervivientes del monte Sión;
el celo de Yahveh Sebaot lo hará.
32 Por eso, así dice Yahveh al rey de Asiria: No entrará en esta
ciudad. No lanzará flechas en ella. No le opondrá escudo, ni alzará en
contra de ella empalizada.
33 Volverá por la ruta que ha traído. No entrará en esta ciudad.
Palabra de Yahveh.
34 Protegeré a esta ciudad para salvarla, por quien soy y por mi siervo
David.»
35 Aquella misma noche salió el Angel de Yahveh e hirió en el
campamento asirio a 185.000 hombres; a la hora de despertarse, por la
mañana, no había más que cadáveres.
36 Senaquerib, rey de Asiria, partió y, volviéndose, se quedó en
Nínive.
37 Y sucedió que estando él postrado en el templo de su dios Nisrok,
sus hijos Adrammélek y Saréser le mataron a espada y se pusieron a salvo
en el país de Ararat. Su hijo Asarjaddón reinó en su lugar.
Proverbios 8
1 ¿No está llamando la Sabiduría? y la Prudencia, ¿no alza su voz?
2 En la cumbre de las colinas que hay sobre el camino, en los cruces
de sendas se detiene;
3 junto a las puertas, a la salida de la ciudad, a la entrada de los
portales, da sus voces:
4 «A vosotros, hombres, os llamo, para los hijos de hombre es mi voz.
5 Entended, simples, la prudencia y vosotros, necios, sed razonables.
6 Escuchad: voy a decir cosas importantes y es recto cuanto sale de
mis labios.
7 Porque verdad es el susurro de mi boca y mis labios abominan la
maldad.
8 Justos son todos los dichos de mi boca, nada hay en ellos astuto ni
tortuoso.
9 Todos están abiertos para el inteligente y rectos para los que la
ciencia han encontrado.
10 Recibid mi instrucción y no la plata, la ciencia más bien que el oro
puro.
11 Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas, ninguna
cosa apetecible se le puede igualar.
12 «Yo, la Sabiduría, habito con la prudencia, yo he inventado la
ciencia de la reflexión.
13 (El temor de Yahveh es odiar el mal.) La soberbia y la arrogancia y
el camino malo y la boca torcida yo aborrezco.
14 Míos son el consejo y la habilidad, yo soy la inteligencia, mía es la
fuerza.
15 Por mí los reyes reinan y los magistrados administran la justicia.
16 Por mí los príncipes gobiernan y los magnates, todos los jueces
justos.
17 Yo amo a los que me aman y los que me buscan me encontrarán.
18 Conmigo están la riqueza y la gloria, la fortuna sólida y la justicia.
19 Mejor es mi fruto que el oro, que el oro puro, y mi renta mejor que
la plata acrisolada.
20 Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la
equidad,
21 para repartir hacienda a los que me aman y así llenar sus arcas.»
22 «Yahveh me creó, primicia de su camino, antes que sus obras más
antiguas.
23 Desde la eternidad fui fundada, desde el principio, antes que la
tierra.
24 Cuando no existían los abismos fui engendrada, cuando no había
fuentes cargadas de agua.
25 Antes que los montes fuesen asentados, antes que las colinas, fui
engendrada.
26 No había hecho aún la tierra ni los campos, ni el polvo primordial
del orbe.
27 Cuando asentó los cielos, allí estaba yo, cuando trazó un círculo
sobre la faz del abismo,
28 cuando arriba condensó las nubes, cuando afianzó las fuentes del
abismo,
29 cuando al mar dio su precepto – y las aguas no rebasarán su orilla –
cuando asentó los cimientos de la tierra,
30 yo estaba allí, como arquitecto, y era yo todos los días su delicia,
jugando en su presencia en todo tiempo,
31 jugando por el orbe de su tierra; y mis delicias están con los hijos
de los hombres.»
32 «Ahora pues, hijos, escuchadme, dichosos los que guardan mis
caminos.
33 Escuchad la instrucción y haceos sabios, no la despreciéis.
34 Dichoso el hombre que me escucha velando ante mi puerta cada
día, guardando las jambas de mi entrada.
35 Porque el que me halla, ha hallado la vida, ha logrado el favor de
Yahveh.
36 Pero el que me ofende, hace daño a su alma; todos los que me
odian, aman la muerte.»
Proverbios 9
1 La Sabiduría ha edificado una casa, ha labrado sus siete columnas,
2 ha hecho su matanza, ha mezclado su vino, ha aderezado también su
mesa.
3 Ha mandado a sus criadas y anuncia en lo alto de las colinas de la
ciudad:
4 «Si alguno es simple, véngase acá.» Y al falto de juicio le dice:
5 «Venid y comed de mi pan, bebed del vino que he mezclado;
6 dejaos de simplezas y viviréis, y dirigíos por los caminos de la
inteligencia.»
7 El que corrige al arrogante se acarrea desprecio, y el que reprende al
malvado, insultos.
8 No reprendas al arrogante, porque te aborrecerá; reprende al sabio, y
te amará.
9 Da al sabio, y se hará más sabio todavía; enseña al justo, y crecerá
su doctrina. 10 Comienzo de la sabiduría es el temor de Yahveh, y la ciencia de los
santos es inteligencia.
11 Pues por mí se multiplicarán tus días y se aumentarán los años de
tu vida.
12 Si te haces sabio, te haces sabio para tu provecho, y si arrogante, tú
solo lo tendrás que pagar.
13 La mujer necia es alborotada, todo simpleza, no sabe nada.
14 Se sienta a la puerta de su casa, sobre un trono, en las colinas de la
ciudad,
15 para llamar a los que pasan por el camino, a los que van derechos
por sus sendas:
16 «Si alguno es simple, véngase acá» y al falto de juicio le dice:
17 «Son dulces las aguas robadas y el pan a escondidas es sabroso.»
18 No sabe el hombre que allí moran las Sombras; sus invitados van a
los valles del seol
SEGUNDA EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS
2 Corintios 1
1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Timoteo, el
hermano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que
están en toda Acaya;
2 a vosotros gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor
Jesucristo.
3 ¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de
los misericordias y Dios de toda consolación,
4 que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros
consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que
nosotros somos consolados por Dios!
5 Pues, así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo,
igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación.
6 Si somos atribulados, lo somos para consuelo y salvación vuestra; si
somos consolados, lo somos para el consuelo vuestro, que os hace soportar
con paciencia los mismos sufrimientos que también nosotros soportamos.
7 Es firme nuestra esperanza respecto de vosotros; pues sabemos que,
como sois solidarios con nosotros en los sufrimientos, así lo seréis también
en la consolación.
8 Pues no queremos que lo ignoréis, hermanos: la tribulación sufrida
en Asia nos abrumó hasta el extremo, por encima de nuestras fuerzas, hasta
tal punto que perdimos la esperanza de conservar la vida.
9 Pues hemos tenido sobre nosotros mismos la sentencia de muerte,
para que no pongamos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios
que resucita a los muertos.
10 El nos libró de tan mortal peligro, y nos librará; en él esperamos
que nos seguirá librando,
11 si colaboráis también vosotros con la oración en favor nuestro, para
que la gracia obtenida por intervención de muchos sea por muchos
agradecida en nuestro nombre.
12 El motivo de nuestro orgullo es el testimonio de nuestra
conciencia, de que nos hemos conducido en el mundo, y sobre todo
respecto de vosotros, con la santidad y la sinceridad que vienen de Dios, y
no con la sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios.
13 Pues no os escribimos otra cosa que lo que leéis y comprendéis, y
espero comprenderéis plenamente,
14 como ya nos habéis comprendido en parte, que somos nosotros el
motivo de vuestro orgullo, lo mismo que vosotros seréis el nuestro en el Día
de nuestro Señor Jesús.
15 Con este convencimiento quería yo ir primero donde vosotros a fin
de procuraros una segunda gracia,
16 y pasando por vosotros ir a Macedonia y volver nuevamente de
Macedonia donde vosotros, y ser encaminado por vosotros hacia Judea.
17 Al proponerme esto ¿obré con ligereza? O ¿se inspiraban mis
proyectos en la carne, de forma que se daban en mí el sí y el no?
18 ¡Por la fidelidad de Dios!, que la palabra que os dirigimos no es sí
y no.
19 Porque el Hijo de Dios, Cristo Jesús, a quien os predicamos
Silvano, Timoteo y yo, no fue sí y no; en él no hubo más que sí.
20 Pues todas las promesas hechas por Dios han tenido su sí en él; y
por eso decimos por él «Amén» a la gloria de Dios.
21 Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y
el que nos ungió,
22 y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en
nuestros corazones.
23 ¡Por mi vida!, testigo me es Dios de que, si todavía no he ido a
Corinto, ha sido por miramiento a vosotros.
24 No es que pretendamos dominar sobre vuestra fe, sino que
contribuimos a vuestro gozo, pues os mantenéis firmes en la fe.
2 Corintios 2
1 En mi interior tomé la decisión de no ir otra vez con tristeza donde
vosotros.
2 Porque si yo os entristezco ¿quién podría alegrarme sino el que se ha
entristecido por mi causa?
3 Y si os escribí aquello, fue para no entristecerme a mi ida, a causa de
los mismos que deberían procurarme alegría, convencido respecto de todos
vosotros de que mi alegría es la alegría de todos vosotros.
4 Efectivamente, os escribí en una gran aflicción y angustia de
corazón, con muchas lágrimas, no para entristeceros, sino para que
conocierais el amor desbordante que sobre todo a vosotros os tengo.
5 Pues si alguien ha causado tristeza, no es a mí quien se la ha
causado; sino en cierto sentido – para no exagerar – a todos vosotros.
6 Bastante es para ese tal el castigo infligido por la comunidad,
7 por lo que es mejor, por el contrario, que le perdonéis y le animéis
no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza.
8 Os suplico, pues, que reavivéis la caridad para con él.
9 Pues también os escribí con la intención de probaros y ver si vuestra
obediencia era perfecta.
10 Y a quien vosotros perdonéis, también yo le perdono. Pues lo que
yo perdoné – si algo he perdonado – fue por vosotros en presencia de
Cristo,
11 para que no seamos engañados por Satanás, pues no ignoramos sus
propósitos.
12 Llegué, pues, a Tróada para predicar el Evangelio de Cristo, y aun
cuando se me había abierto una gran puerta en el Señor,
13 mi espíritu no tuvo punto de reposo, pues no encontré a mi
hermano Tito, y despidiéndome de ellos, salí para Macedonia.
14 ¡Gracias sean dadas a Dios, que nos lleva siempre en su triunfo, en
Cristo, y por nuestro medio difunde en todas partes el olor de su
conocimiento!
15 Pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que
se salvan y entre los que se pierden:
16 para los unos, olor que de la muerte lleva a la muerte; para los
otros, olor que de la vida lleva a la vida. Y ¿quién es capaz para esto?
17 Ciertamente no somos nosotros como la mayoría que negocian con
la Palabra de Dios. ¡No!, antes bien, con sinceridad y como de parte de
Dios y delante de Dios hablamos en Cristo.
2 Corintios 3

1 ¿Comenzamos de nuevo a recomendarnos? ¿O es que, como
algunos, necesitamos presentaros cartas de recomendación o pedíroslas?
2 Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida
y leída por todos los hombres.
3 Evidentemente sois una carta de Cristo, redactada por ministerio
nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas
de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones.
4 Esta es la confianza que tenemos delante de Dios por Cristo.
5 No que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos cosa
alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios,
6 el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza, no de
la letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida.
7 Que si el ministerio de la muerte, grabado con letras sobre tablas de
piedra, resultó glorioso hasta el punto de no poder los hijos de Israel fijar su vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, aunque
pasajera,
8 ¡cuánto más glorioso no será el ministerio del Espíritu!
9 Efectivamente, si el ministerio de la condenación fue glorioso, con
mucha más razón lo será el ministerio de la justicia.
10 Pues en este aspecto, no era gloria aquella glorificación en
comparación de esta gloria sobreeminente.
11 Porque si aquello, que era pasajero, fue glorioso, ¡cuánto más
glorioso será lo permanente!
12 Teniendo, pues, esta esperanza, hablamos con toda valentía,
13 y no como Moisés, que se ponía un velo sobre su rostro para
impedir que los israelitas vieran el fin de lo que era pasajero…
14 Pero se embotaron sus inteligencias. En efecto, hasta el día de hoy
perdura ese mismo velo en la lectura del Antiguo Testamento. El velo no se
ha levantado, pues sólo en Cristo desaparece.
15 Hasta el día de hoy, siempre que se lee a Moisés, un velo está
puesto sobre sus corazones.
16 Y cuando se convierte al Señor, se arranca el velo.
17 Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor,
allí está la libertad.
18 Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como
en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma
imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu