# 102

2 Crónicas 4

1 Construyó también un altar de bronce de veinte codos de largo,
veinte codos de ancho y diez codos de alto.
2 Hizo el Mar de metal fundido, de diez codos de borde a borde. Era
enteramente redondo y de cinco codos de alto. Un cordón de treinta codos
medía su contorno.
3 Debajo del borde había en todo el contorno unas como figuras de
bueyes, diez por cada codo, colocadas en dos órdenes, fundidas en una sola
masa.
4 Se apoyaba sobre doce bueyes; tres mirando al norte, tres mirando al
oeste, tres mirando al sur y tres mirando al este. El Mar estaba sobre ellos,
quedando sus partes traseras hacia el interior.
5 Su espesor era de un palmo, y su borde como el borde del cáliz de la
flor de lirio. Cabían en él 3.000 medidas.
6 Hizo diez pilas para las abluciones y colocó cinco de ellas a la
derecha y cinco a la izquierda para lavar en ellas lo que se ofrecía en
holocausto. El Mar era para las abluciones de los sacerdotes.
7 Hizo diez candelabros de oro según la forma prescrita, y los colocó
en el Hekal, cinco a la derecha y cinco a la izquierda.
8 Hizo diez mesas, que puso en el Hekal, cinco a la derecha y cinco a
la izquierda. Hizo también cien acetres de oro.
9 Construyó también el atrio de los sacerdotes y el atrio grande con
sus puertas, revistiendo las puertas de bronce.
10 Colocó el Mar al lado derecho, hacia el sureste.
11 Juram hizo también los ceniceros, las paletas y los acetres. Así
concluyó Juram la obra que le había encargado el rey Salomón en la Casa
de Dios:
12 Las dos columnas; las molduras de los capiteles que coronaban las
columnas; los dos trenzados para cubrir las dos molduras de los capiteles
que estaban sobre las columnas;
13 las cuatrocientas granadas para cada trenzado;
14 las diez basas, y las diez pilas sobre las basas;
15 el Mar con los doce bueyes debajo de él;
16 los ceniceros, las paletas y los acetres. Todos estos utensilios los
hizo Juram Abí para el rey Salomón, para la Casa de Yahveh, de bronce
bruñido.17 El rey los hizo fundir en la vega del Jordán, en el mismo suelo,
entre Sukkot y Seredá.
18 Salomón fabricó todos estos utensilios en tan enorme cantidad que
no se pudo calcular el peso del bronce.
19 Salomón hizo todos los objetos destinados a la Casa de Dios: el
altar de oro, las mesas para el pan de la Presencia,
20 los candelabros con sus lámparas de oro fino, para que ardieran,
según el rito, delante del Debir;
21 las flores, las lámparas y las despabiladeras de oro, de oro
purísimo;
22 y los cuchillos, los acetres, los vasos y los braseros, de oro puro.
Eran también de oro las puertas interiores de la Casa a la entrada del Santo
de los Santos, y las puertas de la Casa para el Hekal.

2 Crónicas 5

1 Así fue concluida todo la obra que hizo Salomón para la Casa de
Yahveh. Salomón hizo traer todo lo consagrado por su padre David, la
plata, el oro y todos los objetos, y lo puso en los tesoros de la Casa de Dios.
2 Entonces congregó Salomón en Jerusalén a todos los ancianos de
Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas paternas
de los hijos de Israel, para hacer subir el arca de la alianza de Yahveh desde
la Ciudad de David, que es Sión.
3 Se reunieron junto al rey todos los hombres de Israel, en la fiesta del
mes séptimo.
4 Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los levitas alzaron el
arca;
5 y llevaron el arca y la Tienda del Encuentro y todos los utensilios
del santuario que había en la Tienda; lo llevaron los sacerdotes levitas.
6 El rey Salomón, con toda la comunidad de Israel que se había
reunido en torno a él, sacrificaron ante el arca ovejas y bueyes en
incalculable e innumerable abundancia.
7 Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza de Yahveh a su lugar, al
Debir de la Casa, al Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines.
8 Pues los querubines extendían las alas por encima del
emplazamiento del arca, cubriendo el arca y los varales por encima.
9 Los varales eran tan largos que se veían sus puntas desde el Santo,
desde la parte anterior al Debir, pero no se veían desde fuera; y allí están
hasta el día de hoy.
10 En el arca no había nada más que las dos tablas que hizo poner
Moisés en ella, en el Horeb, cuando Yahveh hizo alianza con los israelitas a
su salida de Egipto.
11 Cuando los sacerdotes salieron del santuario, porque todos los
sacerdotes que se hallaban presentes se habían santificado, sin guardar
orden de clases,
12 y todos los levitas cantores, Asaf, Hemán y Yedutún, con sus hijos
y hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del altar,tocando címbalos, salterios y cítaras, y con ellos 120 sacerdotes que tocaban
las trompetas;
13 se hacían oír al mismo tiempo y al unísono los que tocaban las
trompetas y los cantores, alabando y celebrando a Yahveh; alzando la voz
con las trompetas y con los címbalos y otros instrumentos de música,
alababan a Yahveh diciendo: «Porque es bueno, porque es eterno su amor»;
la Casa se llenó de una nube, la misma Casa de Yahveh.
14 Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la
nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Dios.

2 Crónicas 6

1 Entonces dijo Salomón: «Yahveh quiere habitar en densa nube.
2 He querido erigirte una morada, un lugar donde habites para
siempre».
3 Se volvió el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel, mientras toda
la asamblea de Israel estaba en pie.
4 Dijo: «Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, que habló por su boca a
mi padre David, y ha cumplido por su mano lo que dijo:
5 “Desde el día en que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, no he
elegido ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel, para edificar una
Casa en la que esté mi Nombre; ni elegí varón que fuese caudillo de mi
pueblo Israel;
6 pero elijo a Jerusalén, para que esté allí mi Nombre, y elijo a David
para que sea jefe de mi pueblo Israel.”
7 «Mi padre David pensó en su corazón edificar una Casa al Nombre
de Yahveh, Dios de Israel.
8 Pero Yahveh dijo a mi padre David: “Cuanto a haber pensado en tu
corazón edificar una Casa a mi Nombre, bien has hecho en tener tal
voluntad.
9 Pero no edificarás tú la Casa, sino que será un hijo tuyo, salido de
tus entrañas, quien edifique la Casa a mi Nombre.”

10 Yahveh ha cumplido la promesa que dijo; he sucedido a mi padre
David, me he sentado en el trono de Israel, como Yahveh había dicho, y he
construido la Casa al Nombre de Yahveh, Dios de Israel;
11 y he puesto allí el arca, en la cual está la alianza de Yahveh, que él
pactó con los israelitas.»
12 Salomón se puso ante el altar de Yahveh en presencia de toda la
asamblea de Israel y extendió las manos.
13 Salomón había hecho un estrado de bronce de cinco codos de largo,
cinco codos de ancho, y tres codos de alto, que había colocado en medio del
atrio; poniéndose sobre él se arrodilló frente a toda la asamblea de Israel. Y
extendiendo sus manos hacia el cielo,
14 dijo: «Yahveh, Dios de Israel, no hay Dios como tú ni en el cielo ni
en la tierra; tú que guardas la alianza y el amor a tus siervos que andan en tu
presencia con todo su corazón;15 tú que has mantenido a mi padre David la promesa que le hiciste,
pues por tu boca lo prometiste, y con tu mano lo has cumplido este día.
16 Ahora, pues Yahveh, Dios de Israel, mantén a tu siervo David, mi
padre, la promesa que le hiciste, diciendo: “ Nunca será quitado de mi
presencia uno de los tuyos, que se siente en el trono de Israel, con tal que
tus hijos guarden su camino andando en mi Ley, como tú has andado
delante de mí.”
17 Ahora, Yahveh, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que dijiste
a tu siervo David.
18 Pero ¿es que verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre
la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte,
¡cuánto menos esta Casa que yo te he construido!
19 Atiende a la plegaria de tu siervo y a su petición, Yahveh, Dios
mío, y escucha el clamor y la plegaria que tu siervo hace en tu presencia.
20 ¡Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta Casa, sobre este
lugar del que dijiste que pondrías en él tu Nombre para escuchar la oración
que dirige tu siervo hacia este lugar!
21 «Oye, pues, las plegarias de tu siervo Israel, tu pueblo, cuando oren
hacia este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde los cielos;
escucha y perdona.
22 «Cuando un hombre peque contra su prójimo, y éste pronuncie una
imprecación sobre él, haciéndole jurar delante de tu altar en esta Casa,
23 escucha tú desde los cielos y obra; juzga a tus siervos. Da su
merecido al inicuo, haciendo recaer su conducta sobre su cabeza y
declarando inocente al justo, para darle según su justicia.
24 «Si Israel, tu pueblo, es batido por el enemigo por haber pecado
contra ti, y ellos se vuelven y alaban tu Nombre orando y suplicando ante ti
en esta Casa,
25 escucha tú desde los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel,
y vuélvelos a la tierra que les diste a ellos y a sus padres.
26 «Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron
contra ti, si oran en este lugar y alaban tu nombre, y se convierten de su
pecado porque les humillaste,
27 escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de
tu pueblo Israel, pues les enseñarás el camino bueno por el que deben andar,
y envía lluvia sobre tu tierra, la que diste a tu pueblo por herencia.
28 «Cuando haya hambre en esta tierra, cuando haya peste, tizón,
añublo, langosta o pulgón, cuando su enemigo le asedie en una de sus
puertas, en todo azote y toda enfermedad,
29 si un hombre cualquiera, o todo Israel, tu pueblo, hace oraciones y
súplicas, y, reconociendo su pena y su dolor, tiende sus manos hacia esta
Casa,
30 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y perdona, dando a
cada uno según todos sus caminos, pues tú conoces su corazón – y sólo tú
conoces el corazón de todos los hijos de los hombres -31 para que teman y sigan tus caminos todos los días que vivan sobre
la haz de la tierra que has dado a nuestros padres.
32 «También al extranjero, que no es de tu pueblo Israel, el que viene
de un país lejano a causa de tu gran Nombre, tu mano fuerte y tu tenso
brazo, cuando venga a orar en esta Casa,
33 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, y haz cuanto te
pida el extranjero, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu
Nombre y te teman, como tu pueblo Israel, y sepan que tu Nombre es
invocado sobre esta Casa que yo he construido.
34 «Si tu pueblo va a la guerra contra sus enemigos por el camino por
el que tú le envíes, si oran a ti, vueltos hacia esta ciudad que tú has elegido,
y hacia la Casa que yo he construido a tu Nombre,
35 escucha tú desde los cielos su oración y su plegaria y hazles
justicia.
36 Cuando pequen contra ti – pues no hay hombre que no peque – y tú,
irritado contra ellos, los entregues al enemigo, y sus conquistadores los
lleven cautivos a un país lejano o cercano,
37 si se convierten en su corazón en la tierra a que hayan sido
llevados, si se arrepienten y te suplican en la tierra de su cautividad,
diciendo: “Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables”;
38 si se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma en el país
de la cautividad al que fueren deportados, y te suplican vueltos hacia la
tierra que tú diste a sus padres y hacia la ciudad que tú has elegido y hacia
la Casa que yo he edificado a tu Nombre,
39 escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, su oración y su
plegaria; hazles justicia y perdona a tu pueblo los pecados cometidos contra
ti.
40 «Que tus ojos, Dios mío, estén abiertos, y tus oídos atentos a la
oración que se haga en este lugar.
41 Y ahora ¡levántate, Yahveh Dios, hacia tu reposo, tú y el arca de tu
fuerza! ¡Que tus sacerdotes, Yahveh Dios, se revistan de salvación. y tus
fieles gocen de la felicidad!
42 Yahveh, Dios mío, no rehaces el rostro de tu Ungido; acuérdate de
las misericordias otorgadas a David tu siervo.»

2 Crónicas 7

1 Cuando Salomón acabó de orar, bajó fuego del cielo que devoró el
holocausto y los sacrificios; y la gloria de Yahveh llenó la Casa.
2 Los sacerdotes no podían entrar en la Casa de Yahveh, porque la
gloria de Yahveh llenaba la Casa de Yahveh.
3 Entonces todos los hijos de Israel, viendo descender el fuego y la
gloria de Yahveh sobre la Casa, se postraron rostro en tierra sobre el
pavimento y adoraron y alabaron a Yahveh «porque es bueno, porque es
eterno su amor».
4 Luego el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios ante Yahveh.5 El rey Salomón ofreció en sacrificio 22.000 bueyes y 120.000
ovejas. Así inauguraron la Casa de Dios el rey y todo el pueblo.
6 Los sacerdotes atendían a su ministerio, mientras los levitas
glorificaban a Yahveh con los instrumentos que el rey David fabricó para
acompañar los cánticos de Yahveh, «porque es eterno su amor», ejecutando
los cánticos compuestos por David. Los sacerdotes estaban delante de ellos
tocando las trompetas, y todo Israel se mantenía en pie.
7 Salomón consagró el interior del patio, que está delante de la Casa
de Yahveh, pues ofreció allí los holocaustos y las grasas de los sacrificios
de comunión, ya que el altar de bronce que había hecho Salomón no podía
contener el holocausto, la oblación y las grasas.
8 Entonces Salomón celebró la fiesta durante siete días y con él todo
Israel, en magna asamblea, venida desde la Entrada de Jamat hasta el
Torrente de Egipto.
9 El día octavo tuvo lugar la asamblea solemne, pues habían hecho la
dedicación del altar por siete días, de manera que la fiesta duró siete días.
10 El día veintitrés del mes séptimo, Salomón envió al pueblo a sus
tiendas alegre y contento en su corazón por el bien que Yahveh había hecho
a David, a Salomón y a su pueblo Israel.
11 Acabó Salomón la Casa de Yahveh y la casa del rey y llevó a cabo
todo cuanto se había propuesto hacer en la Casa de Yahveh y en su propia
casa.
12 Aparecióse entonces Yahveh a Salomón por la noche y le dijo: «He
oído tu oración, y me he elegido este lugar como Casa de sacrificio.
13 Si yo cierro el cielo y no llueve, si yo mando a la langosta devorar
la tierra, o envío la peste entre mi pueblo;
14 y mi pueblo, sobre el cual es invocado mi Nombre, se humilla,
orando y buscando mi rostro, y se vuelven de sus malos caminos, yo les
oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.
15 Mis ojos estarán abiertos, y mis oídos atentos a la oración que se
haga en este lugar;
16 pues ahora he escogido y santificado esta Casa, para que en ella
permanezca mi Nombre por siempre. Allí estarán mis ojos y mi corazón
todos los días.
17 Y en cuanto a ti, si andas en mi presencia como anduvo tu padre
David, haciendo todo lo que he mandado y guardando mis decretos y mis
sentencias,
18 afianzaré el trono de tu realeza como pacté con tu padre David
diciendo: “No te faltará un hombre que domine en Israel.”
19 Pero si os apartáis, abandonando los decretos y los mandamientos
que os he dado, y vais a servir a otros dioses, postrándoos ante ellos,
20 os arrancaré de mi tierra que os he dado; arrojaré de mi presencia
esta Casa que yo he consagrado a mi Nombre y la haré objeto de proverbio
y de escarnio entre todos los pueblos.21 Y esta Casa que es tan sublime vendrá a ser el espanto de todos los
que pasen cerca de ella, de modo que dirán: “¿Por qué ha hecho así Yahveh
a esta tierra y a esta Casa?”
22 Y se responderá: “Porque abandonaron a Yahveh, el Dios de sus
padres que los sacó de la tierra de Egipto, y han seguido a otros dioses, se
han postrado ante ellos y les han servido; por eso ha hecho venir sobre ellos
todo este mal.”»

2 Crónicas 8

1 Al cabo de los veinte años que empleó Salomón en edificar la Casa
de Yahveh y su propia casa,
2 reconstruyó las ciudades que Juram le había dado, y estableció allí
los israelitas.
3 Salomón marchó contra Jamat de Sobá y se apoderó de ella;
4 reedificó Tadmor en el desierto, y todas las ciudades de
avituallamiento que construyó en Jamat;
5 reconstruyó Bet Jorón de arriba y Bet Jorón de abajo, ciudades
fortificadas, con murallas, puertas y barras,
6 y Baalat, con todas las ciudades de avituallamiento que pertenecían
a Salomón, todas las ciudades de carros y las ciudades para los caballos, y
todo cuanto quiso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra de
su dominio.
7 Con toda la gente que había quedado de los hititas, los amorreos, los
perizitas, los jivitas y los jebuseos, que no eran israelitas,
8 cuyos descendientes habían quedado después de ellos en el país y a
los que los israelitas no habían exterminado, hizo Salomón una leva que
dura hasta el día de hoy.
9 Pero no empleó Salomón a ninguno de los israelitas como esclavo
para sus obras, sino como hombres de guerra, jefes y escuderos,
comandantes de sus carros y de sus caballos.
10 Los jefes de las guarniciones que tenía el rey Salomón eran 250,
que gobernaban al pueblo.
11 Salomón hizo subir a la hija de Faraón desde la Ciudad de David a
la casa que había edificado para ella; pues se decía: «No debe habitar mujer
mía en la casa de David, rey de Israel; porque los lugares donde ha estado el
arca de Yahveh son sagrados.»
12 Entonces empezó a ofrecer Salomón holocaustos a Yahveh sobre el
altar de Yahveh, que había erigido delante del Ulam;
13 ofreció holocaustos según el rito de cada día, conforme a los
prescrito por Moisés, en los sábados, los novilunios y en las solemnidades,
tres veces al año: en la fiesta de los Ázimos, en la fiesta de las Semanas y
en la fiesta de las Tiendas.
14 Estableció también las secciones de los sacerdotes en sus servicios
conforme al reglamento de su padre David, a los levitas en sus cargos de
alabar y servir junto a los sacerdotes, según el rito de cada día; y a losporteros con arreglo a sus secciones, en cada puerta; porque ésta era la
orden de David, hombre de Dios.
15 No se apartaron en nada de la orden del rey en lo tocante a los
sacerdotes y los levitas, ni tampoco en lo relativo a los tesoros.
16 Así fue dirigida toda la obra de Salomón, desde el día en que se
echaron los cimientos de la Casa de Yahveh hasta su terminación. Así fue
acabada la Casa de Yahveh.
17 Entonces Salomón fue a Esyón Guéber y a Elat, a orillas del mar,
en el país de Edom,
18 y Juram le envió, por medio de sus siervos, navíos y marinos
conocedores del mar, que fueron con los siervos de Salomón a Ofir, de
donde tomaron 450 talentos de oro, que trajeron al rey Salomón.

2 Crónicas 9

1 La reina de Sabá había oído la fama de Salomón, y vino a Jerusalén
para probar a Salomón por medio de enigmas, con gran séquito y con
camellos que traían aromas, gran cantidad de oro y piedras preciosas.
Llegada que fue donde Salomón, le dijo todo cuanto tenía en su corazón.
2 Salomón resolvió todas sus preguntas; y no hubo ninguna
proposición oscura que Salomón no pudiese resolver.
3 Cuando la reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón y la casa que
había edificado,
4 los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte
de sus ministros y sus vestidos, sus coperos con sus trajes y los holocaustos
que ofrecía en la Casa de Yahveh, se quedó sin aliento,
5 y dijo al rey: «Verdad es cuanto oí decir en mi tierra de tus palabras
y de tu sabiduría.
6 No daba yo crédito a lo que se decía, hasta que he venido y lo he
visto con mis propios ojos; y encuentro que no se me había contado ni la
mitad de la grandeza de tu sabiduría, pues tú superas todo lo que oí decir.
7 ¡Dichosas tus gentes! ¡Dichosos estos tus servidores, que están
siempre en tu presencia y escuchan tu sabiduría!
8 ¡Bendito sea Yahveh, tu Dios, que se ha complacido en ti,
poniéndote sobre su trono como rey de Yahveh, tu Dios, por el amor que tu
Dios tiene hacia Israel para conservarle por siempre, y te ha puesto por rey
sobre ellos para administrar derecho y justicia!»
9 Dio al rey 120 talentos de oro, gran cantidad de aromas y piedras
preciosas. Nunca hubo aromas como los que la reina de Sabá dio al rey
Salomón.
10 Los siervos de Juram y los siervos de Salomón, que habían traído
oro de Ofir, trajeron también madera de algummim y piedras preciosas.
11 Con la madera de algummim hizo el rey entarimados para la Casa
de Yahveh y la casa del rey, cítaras y salterios para los cantores. No se
había visto nunca en la tierra de Judá madera semejante.12 El rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella quiso
pedirle, aparte lo que ella había traído al rey. Después se volvió y regresó a
su país con sus servidores.
13 El peso del oro que llegaba a Salomón cada año era de 666 talentos
de oro,
14 sin contar las contribuciones de los mercaderes y comerciantes.
Todos los reyes de Arabia y los inspectores del país traían oro y plata a
Salomón.
15 Hizo el rey Salomón doscientos grandes escudos de oro batido,
aplicando seiscientos siclos de oro batido en cada escudo,
16 y trescientos escudos pequeños de oro batido, aplicando trescientos
siclos de oro en cada escudo; el rey los colocó en la casa «Bosque del
Líbano».
17 Hizo el rey un gran trono de marfil y lo revistió de oro puro.
18 El trono tenía seis gradas y un cordero de oro al respaldo, y brazos
a uno y otro lado del asiento, y dos leones, de pie, junto a los brazos.
19 Más doce leones de pie sobre las seis gradas a uno y otro lado. No
se hizo cosa semejante en ningún reino.
20 Todas las copas de beber del rey Salomón eran de oro, y toda la
vajilla de la casa «Bosque del Líbano» era de oro fino. La plata no se
estimaba en nada en tiempo del rey Salomón.
21 Porque el rey tenía naves que navegaban a Tarsis con los siervos de
Juram, y cada tres años venía la flota de Tarsis trayendo oro y plata, marfil,
monos y pavos reales.
22 Así el rey Salomón sobrepujó a todos los reyes de la tierra en
riqueza y sabiduría.
23 Todos los reyes de la tierra querían ver el rostro de Salomón, para
oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón.
24 Y cada uno de ellos traía su presente, objetos de plata y objetos de
oro, vestidos, armas, aromas, caballos y mulos, año tras año.
25 Tenía Salomón 4.000 caballerizas para sus caballos y carros, y
12.000 caballos, que puso en cuarteles en las ciudades de los carros y en
Jerusalén junto al rey.
26 Dominaba sobre todos los reyes desde el Río hasta el país de los
filisteos y hasta la frontera de Egipto.
27 Hizo el rey que la plata fuese tan abundante en Jerusalén como las
piedras, y los cedros como los sicómoros de la Tierra Baja.
28 Traían también caballos para Salomón de Musur y de todos los
países.
29 El resto de los hechos de Salomón, los primeros y los postreros,
¿no están escritos en la historia del profeta Natán, en la profecía de Ajías el
silonita, y en las visiones de Yedó el vidente, sobre Jeroboam, hijo de
Nebat?
30 Salomón reinó en Jerusalén sobre todo Israel cuarenta años.
31 Se acostó Salomón con sus padres, y le sepultaron en la ciudad de
su padre David. En su lugar reinó su hijo Roboam.

2 Crónicas 10

1 Fue Roboam a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para
proclamarle rey.
2 Apenas lo supo Jeroboam, hijo de Nebat, que estaba todavía en
Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón, volvió de Egipto,
3 pues habían enviado a llamarle. Vino entonces Jeroboam con todo
Israel, y hablaron a Roboam diciendo:
4 «Tu padre ha hecho pesado nuestro yugo; ahora tú aligera la dura
servidumbre de tu padre y el pesado yugo que puso sobre nosotros y te
serviremos.»
5 El les dijo: «Volved a mí de aquí a tres días.» Y el pueblo se fue.
6 El rey Roboam pidió consejo a los ancianos que habían servido a su
padre Salomón, en vida de éste, diciendo: « ¿Qué me aconsejáis que
responda a este pueblo?»
7 Ellos le respondieron: «Si eres bueno con este pueblo y les sirves y
les das buenas palabras, serán siervos tuyos para siempre.»
8 Pero él abandonó el consejo que los ancianos le aconsejaron y pidió
consejo a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio.
9 Les dijo: «¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que me ha
hablado diciendo: “Aligera el yugo que tu padre puso sobre nosotros?”»
10 Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron diciendo:
«Esto debes responder al pueblo que te ha dicho: “Tu padre hizo pesado
nuestro yugo, ahora tú aligera nuestro yugo”, esto debes responder: “Mi
dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre.
11 Un yugo pesado os cargó mi padre, mas yo haré más pesado
vuestro yugo; mi padre os ha azotado con azotes, pero yo os azotaré con
escorpiones.”»
12 Volvieron, pues, Jeroboam y todo el pueblo al tercer día donde
Roboam, según lo que había dicho el rey: «Volved a mí al tercer día»;
13 y el rey les respondió con dureza, abandonando el consejo de los
ancianos,
14 y hablándoles según el consejo de los jóvenes, diciendo: «Mi padre
hizo pesado vuestro yugo, yo lo haré más pesado todavía; mi padre os azotó
con azotes, pero yo os azotaré con escorpiones.»
15 No escuchó el rey al pueblo, pues se trataba de una intervención de
Dios para dar cumplimiento a la palabra que Yahveh había anunciado a
Jeroboam, hijo de Nebat, por medio de Ajías de Silo.
16 Viendo todo Israel que el rey no le oía, replicó el pueblo al rey
diciendo: «¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia
en el hijo de Jesé. ¡A tus tiendas, Israel! Mira ahora por tu casa, David.» Y
todo Israel se fue a sus tiendas.
17 Roboam reinó sobre los israelitas que habitaban en las ciudades de
Judá.18 El rey Roboam envió a Adoram, jefe de la leva, pero los israelitas
le mataron a pedradas y murió. Entonces el rey Roboam se apresuró a subir
a su carro para huir a Jerusalén.
19 Israel está en desobediencia contra la casa de David hasta el día de
hoy.
2 Crónicas 11
1 En llegando a Jerusalén, reunió Roboam a la casa de Judá y
Benjamín, 180.000 hombres, guerreros escogidos, para combatir contra
Israel y devolver el reino a Roboam.
2 Pero fue dirigida la palabra de Yahveh a Semaías, hombre de Dios,
diciendo:
3 «Habla a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todo Israel que
está en Judá y Benjamín, diciendo:
4 Así habla Yahveh: No subáis a combatir con vuestros hermanos; que
cada uno se vuelva a su casa, porque esto es cosa mía.» Ellos escucharon la
palabra de Yahveh y desistieron de marchar contra Jeroboam.
5 Roboam habitó en Jerusalén y edificó ciudades fortificadas en Judá.
6 Fortificó Belén, Etam, Técoa,
7 Bet Sur, Sokó, Adullam,
8 Gat, Maresá, Zif,
9 Adoráyim, Lakís, Azecá,
10 Sorá, Ayyalón y Hebrón, ciudades fortificadas de Judá y Benjamín.
11 Reforzó las fortificaciones y puso en ellas comandantes y
provisiones de víveres, de aceite y vino.
12 En todas estas ciudades había escudos y lanzas, y las hizo
sumamente fuertes. Estaban por él Judá y Benjamín.
13 Los sacerdotes y levitas de todo Israel se pasaron a él desde todos
sus territorios;
14 pues los levitas abandonaron sus ejidos y sus posesiones y se
fueron a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboam y sus hijos les habían
prohibido el ejercicio del sacerdocio de Yahveh,
15 y Jeroboam instituyó sus propios sacerdotes para los altos, los
sátiros y los becerros que había hecho.
16 Tras ellos vinieron a Jerusalén, para ofrecer sacrificios a Yahveh, el
Dios de sus padres, aquellos de entre todas las tribus de Israel que tenían
puesto su corazón en buscar a Yahveh, el Dios de Israel;
17 y fortalecieron el reino de Judá y consolidaron a Roboam, hijo de
Salomón, por tres años. Pues tres años siguió el camino de David y de
Salomón.
18 Roboam tomó por mujer a Majalat, hija de Yerimot, hijo de David
y de Abiháyil, hija de Eliab, hijo de Jesé.
19 Esta le dio los hijos Yeús, Semarías y Zaham.
20 Después de ésta tomó a Maaká, hija de Absalón, la cual le dio a
Abías, Attay, Zizá y Selomit.21 Roboam amaba a Maaká, hija de Absalón, más que a todas sus
mujeres y concubinas, pues tuvo dieciocho mujeres y sesenta concubinas; y
engendró veintiocho hijos y sesenta hijas.
22 Roboam puso a la cabeza a Abías, hijo de Maaká, como príncipe de
sus hermanos, porque quería hacerle rey.
23 Repartió hábilmente a todos sus hijos por toda la tierra de Judá y de
Benjamín, en todas las ciudades fortificadas, les dio alimentos en
abundancia y les buscó mujeres.
2 Crónicas 12
1 Cuando Roboam hubo consolidado y afianzado el reino, abandonó
la Ley de Yahveh y con él todo Israel.
2 Y sucedió que el año quinto del rey Roboam subió Sosaq, rey de
Egipto, contra Jerusalén, – pues no era fiel a Yahveh –
3 con 1.200 carros y 60.000 caballos; no se podía contar la gente que
venía con él de Egipto: libios, sukíes y etíopes.
4 Tomó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén.
5 El profeta Semaías vino a Roboam y a los jefes de Judá que se
habían reunido en Jerusalén para hacer frente a Sosaq, y les dijo: «Así dice
Yahveh: Vosotros me habéis abandonado, y por esto también yo os
abandono en manos de Sosaq.»
6 Entonces los jefes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: «¡Justo
es Yahveh!»
7 Cuando Yahveh vio que se habían humillado, fue dirigida la palabra
de Yahveh a Semaáis, diciendo: «Por haberse ellos humillado, no los
destruiré, sino que dentro de poco les daré la salvación y no se derramará
mi cólera sobre Jerusalén por mano de Sosaq.
8 Pero serán sus siervos, para que sepan lo que es mi servidumbre y la
servidumbre de los reinos de las naciones.»
9 Subió, pues, Sosaq, rey de Egipto, contra Jerusalén y se apoderó de
los tesoros de la Casa de Yahveh y de los tesoros de la casa del rey. De todo
se apoderó. Habiéndose llevado los escudos de oro que había hecho
Salomón,
10 el rey Roboam hizo en su lugar escudos de bronce, que confió a los
jefes de la guardia que custodiaban la entrada de la casa del rey.
11 Cuando el rey entraba en la Casa de Yahveh, venían los de la
guardia y los llevaban, y después los devolvían a la sala de la guardia.
12 Gracias a su humillación se apartó de él la ira de Yahveh y no le
destruyó del todo; y concedió algunas cosas buenas a Judá.
13 Se afianzó, pues, el rey Roboam en Jerusalén, y reinó. Roboam
tenía 41 años cuando comenzó a reinar y reinó diecisiete años en Jerusalén,
la ciudad que había elegido Yahveh de entre todas las tribus de Israel para
poner en ella su Nombre. El nombre de su madre era Naamá, ammonita.
14 Hizo lo que era malo, porque no había dispuesto su corazón para
buscar a Yahveh.15 Los hechos de Roboam, los primeros y los postreros, ¿no están
escritos en la historia del profeta Semaías y del vidente Iddó? Hubo guerra
continua entre Roboam y Jeroboam.
16 Roboam se acostó con sus padres y fue sepultado en la ciudad de
David. Reinó en su lugar su hijo Abías.

Proverbios 17

1 Mejor es un mendrugo de pan a secas, pero con tranquilidad, que
casa llena de sacrificios de discordia.
2 El siervo prudente prevalece sobre el hijo sin honra; tendrá, con los
hermanos, parte en la herencia.
3 Crisol para la plata, horno para el oro; los corazones, Yahveh mismo
los prueba.
4 El malo está atento a los labios inicuos, el mentiroso presta oído a la
lengua perversa.
5 Quien se burla de un pobre, ultraja a su Hacedor, quien se ríe de la
desgracia no quedará impune.
6 Corona de los ancianos son los hijos de los hijos; los padres son el
honor de los hijos.
7 Al necio no le sienta un lenguaje pulido, y aún menos al noble un
hablar engañoso.
8 El obsequio es un talismán, para el que puede hacerlo; dondequiera
que vaya, tiene éxito.
9 El que cubre un delito, se gana una amistad el que propala cosas,
divide a los amigos.

10 Más afecta un reproche a un hombre inteligente que cien golpes a
un necio.
11 El malvado sólo busca rebeliones, pero le será enviado un cruel
mensajero.
12 Mejor topar con osa privada de sus cachorros que con tonto en su
necedad.
13 Si uno devuelve mal por bien no se alejará la desdicha de su casa.
14 Entablar proceso es dar curso libre a las aguas; interrúmpelo antes
de que se extienda.
15 Justificar al malo y condenar al justo; ambas cosas abomina
Yahveh.
16 ¿De qué sirve la riqueza en manos del necio? ¿Para adquirir
sabiduría, siendo un insensato?
17 El amigo ama en toda ocasión, el hermano nace para tiempo de
angustia.
18 Es hombre insensato el que choca la mano y sale fiador de su
vecino.
19 El que ama el pecado, ama los golpes, el que es altanero, busca la
ruina.
20 El de corazón pervertido, no hallará la dicha; el de lengua doble
caerá en desgracia.
21 El que engendra un necio, es para su mal; no tendrá alegría el padre
del insensato.
22 El corazón alegre mejora la salud; el espíritu abatido seca los
huesos.
23 El malo acepta regalos en su seno, para torcer las sendas del
derecho.
24 Ante el hombre inteligente está la sabiduría, los ojos del necio en
los confines de la tierra.
25 Hijo necio, tristeza de su padre, y amargura de la que lo engendró.
26 No es bueno poner multa al justo, golpear a los nobles es contra
derecho.
27 El que retiene sus palabras es conocedor de la ciencia, el de sangre
fría es hombre inteligente.
28 Hasta al necio, si calla, se le tiene por sabio, por inteligente, si
cierra los labios.

Proverbios 18

1 El que vive apartado, busca su capricho, se enfada por cualquier
consejo.
2 El necio no halla gusto en la prudencia, sino en manifestar su
corazón.
3 Cuando llega la maldad, también llega el desprecio; y con la afrenta
viene la ignominia.
4 Las palabras en la boca del hombre son aguas profundas: torrente
desbordado, fuente de sabiduría.5 No es bueno tener miramientos con el malo, para quitar, en el juicio,
la razón al justo.
6 Los labios del necio se meten en el proceso, y su boca llama a los
golpes.
7 La boca del necio es su ruina, y sus labios una trampa para su vida.
8 Las palabras del delator son golosinas, que bajan hasta el fondo de
las entrañas.
9 El que es perezoso en el trabajo, es hermano del que destruye.
10 El nombre de Yahveh es torre fuerte, a ella corre el justo y no es
alcanzado.
11 La fortuna del rico es su plaza fuerte; como muralla inexpugnable,
en su opinión.
12 El corazón humano se engríe antes de la ruina, y delante de la
gloria va la humildad.
13 Si uno responde antes de escuchar eso es para él necedad y
confusión.
14 El ánimo del hombre lo sostiene en su enfermedad; pero perdido el
ánimo, ¿quién lo levantará?
15 Corazón inteligente adquiere ciencia, el oído de los sabios busca la
ciencia.
16 El regalo de un hombre todo se lo allana, y le lleva hasta la
presencia de los grandes.
17 Parece justo el primero que pleitea; mas llega su contendiente y lo
pone al descubierto.
18 Las suertes ponen fin a los litigios y deciden entre los poderosos.
19 Un hermano ofendido es peor que una plaza fuerte, y las querellas
son como cerrojos de ciudadela.
20 Con el fruto de la boca sacia el hombre su vientre, con los frutos de
sus labios se sacia.
21 Muerte y vida están en poder de la lengua, el que la ama comerá su
fruto.
22 Quien halló mujer, halló cosa buena, y alcanzó favor de Yahveh.
23 El pobre habla suplicando, pero el rico responde con dureza.
24 Hay amigos que causan la ruina, y hay quien ama con más apego
que un hermano.

Romanos 6

1 ¿Qué diremos, pues? ¿Que debemos permanecer en el pecado para
que la gracia se multiplique? ¡De ningún modo!
2 Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él?
3 ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús,
fuimos bautizados en su muerte?
4 Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin
de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de
la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.
5 Porque si hemos hecho una misma cosa con él por una muerte
semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante;
6 sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de
que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del
pecado.
7 Pues el que está muerto, queda librado del pecado.
8 Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con
él,
9 sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no
muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él.
10 Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su
vida, es un vivir para Dios.
11 Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos
para Dios en Cristo Jesús.
12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que
obedezcáis a sus apetencias.
13 Ni hagáis ya de vuestros miembros armas de injusticia al servicio
del pecado; sino más bien ofreceos vosotros mismos a Dios como muertos
retornados a la vida; y vuestros miembros, como armas de justicia al
servicio de Dios.
14 Pues el pecado no dominará ya sobre vosotros, ya que no estáis
bajo la ley sino bajo la gracia.
15 Pues ¿qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley sino bajo la
gracia? ¡De ningún modo!16 ¿No sabéis que al ofreceros a alguno como esclavos para
obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis: bien del pecado,
para la muerte, bien de obediencia, para la justicia?
17 Pero gracias a Dios, vosotros, que erais esclavos del pecado, habéis
obedecido de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis entregados,
18 y liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia. –
19 Hablo en términos humanos, en atención a vuestra flaqueza natural
-. Pues si en otros tiempos ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la
impureza y al desorden hasta desordenaros, ofrecedlos igualmente ahora a
la justicia para la santidad.
20 Pues cuando erais esclavos del pecado, erais libres respecto de la
justicia.
21 ¿Qué frutos cosechasteis entonces de aquellas cosas que al presente
os avergüenzan? Pues su fin es la muerte.
22 Pero al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis
para la santidad; y el fin, la vida eterna.

23 Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don gratuito de
Dios, la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 7

1 ¿O es que ignoráis, hermanos, – hablo a quienes entienden de leyes –
que la ley no domina sobre el hombre sino mientras vive?
2 Así, la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras éste
vive; mas, una vez muerto el marido, se ve libre de la ley del marido.
3 Por eso, mientras vive el marido, será llamada adultera si se une a
otro hombre; pero si muere el marido, queda libre de la ley, de forma que
no es adultera si se casa con otro.
4 Así pues, hermanos míos, también vosotros quedasteis muertos
respecto de la ley por el cuerpo de Cristo, para pertenecer a otro: a aquel
que fue resucitado de entre los muertos, a fin de que fructificáramos para
Dios.
5 Porque, cuando estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas,
excitadas por la ley, obraban en nuestros miembros, a fin de que
produjéramos frutos de muerte.
6 Mas, al presente, hemos quedado emancipados de la ley, muertos a
aquello que nos tenía aprisionados, de modo que sirvamos con un espíritu
nuevo y no con la letra vieja.
7 ¿Qué decir, entonces? ¿Que la ley es pecado? ¡De ningún modo! Sin
embargo yo no conocí el pecado sino por la ley. De suerte que yo hubiera
ignorado la concupiscencia si la ley no dijera: = ¡No te des a la
concupiscencia! =
8 Mas el pecado, tomando ocasión por medio del precepto, suscitó en
mi toda suerte de concupiscencias; pues sin ley el pecado estaba muerto.
9 ¡Ah! ¡Vivía yo un tiempo sin ley!, pero en cuanto sobrevino el
precepto, revivió el pecado,10 y yo morí; y resultó que el precepto, dado para vida, me fue para
muerte.
11 Porque el pecado, tomando ocasión por medio del precepto, me =
sedujo =, y por él, me mató.
12 Así que, la ley es santa, y santo el precepto, y justo y bueno.
13 Luego ¿se habrá convertido lo bueno en muerte para mí? ¡De
ningún modo! Sino que el pecado, para aparecer como tal, se sirvió de una
cosa buena, para procurarme la muerte, a fin de que el pecado ejerciera todo
su poder de pecado por medio del precepto.
14 Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual, mas yo soy de carne,
vendido al poder del pecado.
15 Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que
quiero, sino que hago lo que aborrezco.
16 Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que es
buena;
17 en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en
mí.
18 Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne;
en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo,
19 puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no
quiero.
20 Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado
que habita en mí.
21 Descubro, pues, esta ley: aun queriendo hacer el bien, es el mal el
que se me presenta.
22 Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior,
23 pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de
mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la
muerte?
25 ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor! Así pues,
soy yo mismo quien con la razón sirve a la ley de Dios, mas con la carne, a
la ley del pecado.

Romanos 8

1 Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están
en Cristo Jesús.
2 Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de
la ley del pecado y de la muerte.
3 Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la
carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne semejante a la
del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne,
4 a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que
seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu.
5 Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas
los que viven según el espíritu, lo espiritual.6 Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida
y paz,
7 ya que las tendencias de la carne llevan al odio a Dios: no se
someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden;
8 así, los que están en la carne, no pueden agradar a Dios.
9 Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el
Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo,
no le pertenece;
10 mas si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya a
causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia.
11 Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos
habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará
también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en
vosotros.
12 Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir
según la carne,
13 pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis
morir las obras del cuerpo, viviréis.
14 En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son
hijos de Dios.
15 Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor;
antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar:
¡Abbá, Padre!
16 El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de
que somos hijos de Dios.
17 Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de
Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados.
18 Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son
comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros.
19 Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación
de los hijos de Dios.
20 La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no
espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza
21 de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar
en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
22 Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre
dolores de parto.
23 Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate
de nuestro cuerpo.
24 Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se
ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve?
25 Pero esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia.
26 Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza.
Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables,27 y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del
Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios.
28 Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para
bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su
designio.
29 Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a
reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre
muchos hermanos;
30 y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que
justificó, a ésos también los glorificó.
31 Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra
nosotros?
32 El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por
todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?
33 ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? = Dios es quien justifica. =
34 = ¿Quién condenará? = ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún
el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por
nosotros?
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la
angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la
espada?,
36 como dice la Escritura: = Por tu causa somos muertos todo el día;
tratados como ovejas destinadas al matadero. =
37 Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó.
38 Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni
los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades
39 ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá
separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.

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