I MACABEOS
I Macabeos 1
1 Alejandro de Macedonia, hijo de Filipo, partió del país de Kittim,
derrotó a Darío, rey de los persas y los medos, y reinó en su lugar,
empezando por la Hélada.
2 Suscitó muchas guerras, se apoderó de plazas fuertes y dio muerte a
reyes de la tierra.
3 Avanzó hasta los confines del mundo y se hizo con el botín de
multitud de pueblos. La tierra enmudeció en su presencia y su corazón se
ensoberbeció y se llenó de orgullo.
4 Juntó un ejército potentísimo y ejerció el mando sobre tierras,
pueblos y príncipes, que le pagaban tributo.
5 Después, cayó enfermo y cononció que se moría.
6 Hizo llamar entonces a sus servidores, a los nobles que con él se
habían criado desde su juventud, y antes de morir, repartió entre ellos su
reino.
7 Reinó Alejandro doce años y murió.
8 Sus servidores entraron en posesión del poder, cada uno en su
región.
9 Todos a su muerte se ciñeron la diadema y sus hijos después de
ellos durante largos años; y multiplicaron los males sobre la tierra.
10 De ellos surgió un renuevo pecador, Antíoco Epífanes, hijo del rey
Antíoco, que había estado como rehén en Roma. Subió al trono el año 137
del imperio de los griegos.
11 En aquellos días surgieron de Israel unos hijos rebeldes que
sedujeron a muchos diciendo: «Vamos, concertemos alianza con los
pueblos que nos rodean, porque desde que nos separamos de ellos, nos han
sobrevenido muchos males.»
12 Estas palabras parecieron bien a sus ojos,
13 y algunos del pueblo se apresuraron a acudir donde el rey y
obtuvieron de él autorización para seguir las costumbres de los gentiles.
14 En consecuencia, levantaron en Jerusalén un gimnasio al uso de
los paganos,
15 rehicieron sus prepucios, renegaron de la alianza santa para atarse
al yugo de los gentiles, y se vendieron para obrar el mal.
16 Antíoco, una vez asentado en el reino, concibió el proyecto de
reinar sobre el país de Egipto para ser rey de ambos reinos.
17 Con un fuerte ejército, con carros, elefantes, (jinetes) y numerosa
flota, entró en Egipto
18 y trabó batalla con el rey de Egipto, Tolomeo. Tolomeo rehuyó su
presencia y huyó; muchos cayeron heridos.
19 Ocuparon las ciudades fuertes de Egipto y Antíoco se alzó con los
despojos del país.
20 El año 143, después de vencer a Egipto, emprendió el camino de
regreso. Subió contra Israel y llegó a Jerusalén con un fuerte ejército.
21 Entró con insolencia en el santuario y se llevó el altar de oro, el
candelabro de la luz con todos sus accesorios,
22 la mesa de la proposición, los vasos de las libaciones, las copas,
los incensarios de oro, la cortina, las coronas, y arrancó todo el decorado de
oro que recubría la fachada del Templo.
23 Se apropió también de la plata, oro, objetos de valor y de cuantos
tesoros ocultos pudo encontrar.
24 Tomándolo todo, partió para su tierra después de derramar mucha
sangre y de hablar con gran insolencia.
25 En todo el país hubo gran duelo por Israel.
26 Jefes y ancianos gimieron, languidecieron doncellas y jóvenes, la
belleza de las mujeres se marchitó.
27 El recién casado entonó un canto de dolor, sentada en el lecho
nupcial, la esposa lloraba.
28 Se estremeció la tierra por sus habitantes, y toda la casa de Jacob
se cubrió de vergüenza.
29 Dos años después, envió el rey a las ciudades de Judá al Misarca,
que se presentó en Jerusalén con un fuerte ejército.
30 Habló dolosamente palabras de paz y cuando se hubo ganado la
confianza, cayó de repente sobre la ciudad y le asestó un duro golpe
matando a muchos del pueblo de Israel.
31 Saqueó la ciudad, la incendió y arrasó sus casas y la muralla que la
rodeaba.
32 Sus hombres hicieron cautivos a mujeres y niños y se adueñaron
del ganado.
33 Después reconstruyeron la Ciudad de David con una muralla
grande y fuerte, con torres poderosas, y la hicieron su Ciudadela.
34 Establecieron allí una raza pecadora de rebeldes, que en ella se
hicieron fuertes.
35 La proveyeron de armas y vituallas y depositaron en ella el botín
que habían reunido del saqueo de Jerusalén. Fue un peligroso lazo.
36 Se convirtió en asechanza contra el santuario, en adversario
maléfico para Israel en todo tiempo.
37 Derramaron sangre inocente en torno al santuario y lo profanaron.
38 Por ellos los habitantes de Jerusalén huyeron; vino a ser ella
habitación de extraños, extraña para los que en ella nacieron, pues sus hijos
la abandonaron.
39 Quedó su santuario desolado como un desierto, sus fiestas
convertidas en duelo, sus sábados en irrisión, su honor en desprecio.
40 A medida de su gloria creció su deshonor, su grandeza se volvió
aflicción.
41 El rey publicó un edicto en todo su reino ordenando que todos
formaran un único pueblo
42 y abandonara cada uno sus peculiares costumbres. Los gentiles
acataron todos el edicto real
43 y muchos israelitas aceptaron su culto, sacrificaron a los ídolos y
profanaron el sábado.
44 También a Jerusalén y a la ciudades de Judá hizo el rey llegar, por
medio de mensajeros, el edicto que ordenaba seguir costumbres extrañas al
país.
45 Debían suprimir en el santuario holocaustos, sacrificios y
libaciones; profanar sábados y fiestas;
46 mancillar el santuario y lo santo;
47 levantar altares, recintos sagrados y templos idolátricos; sacrificar
puercos y animales impuros;
48 dejar a sus hijos incircuncisos; volver abominables sus almas con
toda clase de impurezas y profanaciones,
49 de modo que olvidasen la Ley y cambiasen todas sus costumbres.
50 El que no obrara conforme a la orden del rey, moriría.
51 En el mismo tono escribió a todo su reino, nombró inspectores
para todo el pueblo, y ordenó a las ciudades de Judá que en cada una de
ellas se ofrecieran sacrificios.
52 Muchos del pueblo, todos los que abandonaban la Ley, se unieron
a ellos. Causaron males al país
53 y obligaron a Israel a ocultarse en toda suerte de refugios.
54 El día quince del mes de Kisléu del año 145 levantó el rey sobre el
altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También
construyeron altares en las ciudades de alrededor de Judá.
55 A las puertas de las casas y en las plazas quemaban incienso.
56 Rompían y echaban al fuego los libros de la Ley que podían hallar.
57 Al que encontraban con un ejemplar de la Alianza en su poder, o
bien descubrían que observaba los preceptos de la Ley, la decisión del rey
le condenaba a muerte.
58 Actuaban violentamente contra los israelitas que sorprendían un
mes y otro en las ciudades;
59 el día veinticinco de cada mes ofrecían sacrificios en el ara que se
alzaba sobre el altar de los holocaustos.
60 A las mujeres que hacían circuncidar a sus hijos las llevaban a la
muerte, conforme al edicto,
61 con sus criaturas colgadas al cuello. La misma suerte corrían sus
familiares y los que habían efectuado la circuncisión.
62 Muchos en Israel se mantuvieron firmes y se resistieron a comer
cosa impura.
63 Prefirieron morir antes que contaminarse con aquella comida y
profanar la alianza santa; y murieron.
64 Inmensa fue la Cólera que descargó sobre Israel.
I Macabeos 2
1 Por aquel tiempo, Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, sacerdote
del linaje de Yehoyarib, dejó Jerusalén y fue a establecerse en Modín.
2 Tenía cinco hijos: Juan, por sobrenombre Gaddí;
3 Simón, llamado Tasí;
4 Judas, llamado Macabeo;
5 Eleazar, llamado Avarán; y Jonatán, llamado Affús.
6 Al ver las impiedades que en Judá y en Jerusalén se cometían,
7 exclamó: «¡Ay de mí! ¿He nacido para ver la ruina de mi pueblo y
la ruina de la ciudad santa, y para estarme allí cuando es entregada en
manos de enemigos y su santuario en poder de extraños?
8 Ha quedado su Templo como hombre sin honor,
9 los objetos que eran su gloria, llevados como botín, muertos en las
plazas sus niños, y sus jóvenes por espada enemiga.
10 ¿Qué pueblo no ha venido a heredar su reino
11 y a entrar en posesión de sus despojos? Todos sus adornos le han
sido arrancados y de libre que era, ha pasado a ser esclava.
12 Mirad nuestro santuario, nuestra hermosura y nuestra gloria,
convertido en desierto, miradlo profanado de los gentiles.
13 ¿Para qué vivir más?»
14 Matatías y sus hijos rasgaron sus vestidos, se vistieron de sayal y
se entregaron a un profundo dolor.
15 Los enviados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron
a la ciudad de Modín para los sacrificios.
16 Muchos israelitas acudieron donde ellos. También Matatías y sus
hijos fueron convocados.
17 Tomando entonces la palabra los enviados del rey, se dirigieron a
Matatías y le dijeron: «Tú eres jefe ilustre y poderoso en esta ciudad y estás
bien apoyado de hijos y hermanos.
18 Acércate, pues, el primero y cumple la orden del rey, como la han
cumplido todas las naciones, los notables de Judá y los que han quedado en
Jerusalén. Entonces tú y tus hijos seréis contados entre los amigos del rey, y
os veréis honrados, tú y tus hijos, con plata, oro y muchas dádivas.»
19 Matatías contestó con fuerte voz: «Aunque todas las naciones que
forman el imperio del rey le obedezcan hasta abandonar cada uno el culto
de sus padres y acaten sus órdenes,
20 yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos en la alianza de
nuestros padres.
21 El Cielo nos guarde de abandonar la Ley y los preceptos.
22 No obedeceremos las órdenes del rey para desviarnos de nuestro
culto ni a la derecha ni a la izquierda.»
23 Apenas había concluido de pronunciar estas palabras, cuando un
judío se adelantó, a la vista de todos, para sacrificar en el altar de Modín,
conforme al decreto real.
24 Al verle Matatías, se inflamó en celo y se estremecieron sus
entrañas. Encendido en justa cólera, corrió y le degolló sobre el altar.
25 Al punto mató también al enviado del rey que obligaba a sacrificar
y destruyó el altar.
26 Emuló en su celo por la Ley la gesta de Pinjás contra Zimrí, el hijo
de Salú.
27 Luego, con fuerte voz, gritó Matatías por la ciudad: «Todo aquel
que sienta celo por la Ley y mantenga la alianza, que me siga.»
28 Y dejando en la ciudad cuanto poseían, huyeron él y sus hijos a las
montañas.
29 Por entonces muchos, preocupados por la justicia y la equidad,
bajaron al desierto para establecerse allí
30 con sus mujeres, sus hijos y sus ganados, porque los males
duramente les oprimían.
31 La gente del rey y la tropa que estaba en Jerusalén, en la Ciudad
de David, recibieron la denuncia de que unos hombres que habían
rechazado el mandato del rey habían bajado a los lugares ocultos del
desierto.
32 Muchos corrieron tras ellos y los alcanzaron. Los cercaron y se
prepararon para atacarles el día del sábado.
33 Les dijeron: «Basta ya, salid, obedeced la orden del rey y salvaréis
vuestras vidas.»
34 Ellos les contestaron: «No saldremos ni obedeceremos la orden del
rey de profanar el día de sábado.»
35 Asaltados al instante,
36 no replicaron ni arrojando piedras ni atrincherando sus cuevas.
Dijeron:
37 «Muramos todos en nuestra rectitud. El cielo y la tierra nos son
testigos de que nos matáis injustamente.»
38 Les atacaron, pues, en sábado y murieron ellos, sus mujeres, hijos
y ganados: unas mil personas.
39 Lo supieron Matatías y sus amigos y sintieron por ellos gran pesar.
40 Pero se dijeron: «Si todos nos comportamos como nuestros
hermanos y no peleamos contra los gentiles por nuestras vidas y nuestras
costumbres, muy pronto nos exterminarán de la tierra.»
41 Aquel mismo día tomaron el siguiente acuerdo: «A todo aquel que
venga a atacarnos en día de sábado, le haremos frente para no morir todos
como murieron nuestros hermanos en las cuevas.»
42 Se les unió por entonces el grupo de los asideos, israelitas
valientes y entregados de corazón a la Ley.
43 Además, todos aquellos que querían escapar de los males, se les
juntaron y les ofrecieron su apoyo.
44 Formaron así un ejército e hirieron en su ira a los pecadores, y a
los impíos en su furor. Los restantes tuvieron que huir a tierra de gentiles
buscando su salvación.
45 Matatías y sus amigos hicieron correrías destruyendo altares,
46 obligando a circuncidar cuantos niños incircuncisos hallaron en el
territorio de Israel
47 y persiguiendo a los insolentes. La empresa prosperó en sus
manos:
48 arrancaron la Ley de mano de gentiles y reyes, y no consintieron
que el pecador se impusiera.
49 Los días de Matatías se acercaban a su fin. Dijo entonces a sus
hijos: «Ahora reina la insolencia y la reprobación, es tiempo de ruina y de
violenta Cólera.
50 Ahora, hijos, mostrad vuestro celo por la Ley; dad vuestra vida por
la alianza de nuestros padres.
51 Recordad las gestas que en su tiempo nuestros padres realizaron;
alcanzaréis inmensa gloria, inmortal nombre.
52 ¿No fue hallado Abraham fiel en la prueba y se le reputó por
justicia?
53 José, en el tiempo de su angustia, observó la Ley y vino a ser señor
de Egipto.
54 Pinjás, nuestro padre, por su ardiente celo, alcanzó la alianza de un
sacerdocio eterno.
55 Josué, por cumplir su mandato, llegó a ser juez en Israel.
56 Caleb, por su testimonio en la asamblea, obtuvo una herencia en
esta tierra.
57 David, por su piedad, heredó un trono real para siempre.
58 Elías, por su ardiente celo por la Ley, fue arrebatado al cielo.
59 Ananías, Azarías, Misael, por haber tenido confianza, se salvaron
de las llamas.
60 Daniel por su rectitud, escapó de las fauces de los leones.
61 Advertid, pues, que de generación en generación todos los que
esperan en El jamás sucumben.
62 No temáis amenazas de hombre pecador: su gloria parará en
estiércol y gusanos;
63 estará hoy encumbrado y mañana no se le encontrará: habrá vuelto
a su polvo y sus maquinaciones se desvanecerán.
64 Hijos, sed fuertes y manteneos firmes en la Ley, que en ella
hallaréis gloria.
65 Ahí tenéis a Simeón, vuestro hermano. Sé que es hombre sensato;
escuchadle siempre: él será vuestro padre.
66 Tenéis a Judas Macabeo, valiente desde su mocedad: él será jefe
de vuestro ejército y dirigirá la guerra contra los pueblos.
67 Vosotros, atraeos a cuantos obervan la Ley, vengad a vuestro
pueblo,
68 devolved a los gentiles el mal que os han hecho y observad los
preceptos de la Ley.»
69 A continuación, les bendijo y fue a reunirse con sus padres.
70 Murió el año 146 y fue sepultado en Modín, en el sepulcro de sus
padres. Todo Israel hizo gran duelo por él.
I Macabeos 3
1 Se levantó en su lugar su hijo Judas, llamado Macabeo.
2 Todos sus hermanos y los que habían seguido a su padre le
ofrecieron apoyo y sostuvieron con entusiasmo la guerra de Israel.
3 El dilató la gloria de su pueblo; como gigante revistió la coraza y se
ciñó sus armas de guerra. Empeñó batallas, protegiendo al ejército con su
espada,
4 semejante al león en sus hazañas, como cachorro que ruge sobre su
presa.
5 Persiguió a los impíos hasta sus rincones, dio a las llamas a los
perturbadores de su pueblo.
6 Por el miedo que les infundía, se apocaron los impíos, se
sobresaltaron todos los que obraban la iniquidad; la liberación en su mano
alcanzó feliz éxito.
7 Amargó a muchos reyes, regocijó a Jacob con sus hazañas; su
recuerdo será eternamente bendecido.
8 Recorrió las ciudades de Judá, exterminó de ellas a los impíos y
apartó de Israel la Cólera.
9 Su nombre llegó a los confines de la tierra y reunió a los que
estaban perdidos.
10 Apolonio reunió gentiles y una numerosa fuerza de Samaría para
llevar la guerra a Israel.
11 Judas, al tener noticia de ello, salió a su encuentro, le venció y le
mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a la fuga.
12 Recogido el botín, Judas tomó para sí la espada de Apolonio y en
adelante entró siempre en combate con ella.
13 Serón, general del ejército de Siria, al saber que Judas había
congregado en torno suyo una multitud de fieles y gente de guerra,
14 se dijo: «Conseguiré un nombre y alcanzaré gloria en el reino
atacando a Judas y a los suyos, que desprecian las órdenes del rey.»
15 Partió, pues, a su vez, y subió con él una poderosa tropa de impíos
para ayudarle a tomar venganza de los hijos de Israel.
16 Cuando se aproximaba a la subida de Bet Jorón, le salió al
encuentro Judas con unos pocos hombres.
17 Al ver éstos el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas:
«¿Cómo podremos combatir, siendo tan pocos, con una multitud tan
poderosa? Además estamos extenuados por no haber comido hoy en todo el
día.»
18 Judas respondió: «Es fácil que una multitud caiga en manos de
unos pocos. Al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos;
19 que en la guerra no depende la victoria de la muchedumbre del
ejército, sino de la fuerza que viene del Cielo.
20 Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad con
intención de destruirnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, y
hacerse con nuestros despojos;
21 nosotros, en cambio, combatimos por nuestras vidas y nuestras
leyes;
22 El les quebrantará ante nosotros; no les temáis.»
23 Cuando acabó de hablar, se lanzó de improviso sobre ellos y Serón
y su ejército fueron derrotados ante él.
24 Les persiguieron por la pendiente de Bet Jorón hasta la llanura.
Unos ochocientos sucumbieron y los restantes huyeron al país de los
filisteos.
25 Comenzó a cundir el miedo a Judas y sus hermanos y el espanto se
apoderó de los gentiles circunvecinos.
26 Su nombre llegó hasta el rey y en todos los pueblos se comentaban
las batallas de Judas.
27 El rey Antíoco, al oír esto, se encendió en violenta ira; mandó
juntar las fuerzas todas de su reino, un ejército poderosísimo;
28 abrió su tesoro y dio a las tropas la soldada de un año con la orden
de que estuviesen preparadas a todo evento.
29 Entonces advirtió que se le había acabado el dinero del tesoro y
que los tributos de la región eran escasos, debido a las revueltas y
calamidades que él había provocado en el país al suprimir las leyes en vigor
desde los primeros tiempos.
30 Temió no tener, como otras veces, para los gastos y para los
donativos que solía antes prodigar con larga mano, superando en ello a los
reyes que le precedieron.
31 Hallándose, pues, en tan grave aprieto, resolvió ir a Persia a
recoger los tributos de aquellas provincias y reunir mucho dinero.
32 Dejó a Lisias, personaje de la nobleza y de la familia real, al frente
de los negocios del rey desde el río Eufrates hasta la frontera de Egipto;
33 le confió la tutela de su hijo Antíoco hasta su vuelta;
34 puso a su disposición la mitad de sus tropas y los elefantes, y le
dio orden de ejecutar cuanto había resuelto. En lo que tocaba a los
habitantes de Judea y Jerusalén,
35 debía enviar contra ellos un ejército que quebrantara y deshiciera
las fuerzas de Israel y lo que quedaba de Jerusalén hasta borrar su recuerdo
del lugar.
36 Luego establecería extranjeros en todo su territorio y repartiría
entre ellos sus tierras.
37 El rey, tomando consigo la otra mitad del ejército, partió de
Antioquía, capital de su reino, el año 147. Atravesó el río Eufrates y
prosiguió su marcha a través de la región alta.
38 Lisias eligió a Tolomeo, hijo de Dorimeno, a Nicanor y a Gorgias,
hombres poderosos entre los amigos del rey,
39 y les envió con 40.000 infantes y 7.000 de a caballo a invadir el
país de Judá y arrasarlo, como lo había mandado el rey.
40 Partieron con todo su ejército, llegaron y acamparon cerca de
Emaús, en la Tierra Baja.
41 Los mercaderes de la región, que oyeron hablar de ellos, tomaron
grandes sumas de plata y oro, además de grilletes, y se fueron al
campamento con intención de adquirir como esclavos a los hijos de Israel.
Se les unió también una fuerza de Idumea y del país de los filisteos.
42 Judas y sus hermanos comprendieron que la situación era grave: el
ejército estaba acampado dentro de su territorio y conocían la consigna del
rey de destruir el pueblo y acabar con él.
43 Y se dijeron unos a otros: «Levantemos a nuestro pueblo de la
ruina y luchemos por nuestro pueblo y por el Lugar Santo.»
44 Se convocó la asamblea para prepararse a la guerra, hacer oración
y pedir piedad y misericordia.
45 Pero Jerusalén estaba despoblada como un desierto, ninguno de
sus hijos entraba ni salía; conculcado el santuario, hijos de extraños en la
Ciudadela, convertida en albergue de gentiles. Había desaparecido la alegría
de Jacob, la flauta y la lira habían enmudecido.
46 Por eso, una vez reunidos, se fueron a Masfá, frente a Jerusalén,
porque tiempos atrás había habido en Masfá un lugar de oración para Israel.
47 Ayunaron aquel día, se vistieron de sayal, esparcieron ceniza sobre
la cabeza y rasgaron sus vestidos.
48 Desenrollaron el libro de la Ley para buscar en él lo que los
gentiles consultan a las imágenes de sus ídolos.
49 Trajeron los ornamentos sacerdotales, las primicias y los diezmos,
e hicieron comparecer a los nazireos que habían cumplido el tiempo de su
voto.
50 Levantaron sus clamores al Cielo diciendo: «¿Qué haremos con
éstos? ¿A dónde los llevaremos?
51 Tu Lugar Santo está conculcado y profanado, tus sacerdotes en
duelo y humillación,
52 y ahí están los gentiles coligados contra nosotros para
exterminarnos. Tú conoces lo que traman contra nosotros.
53 ¿Cómo podremos resistir frente a ellos si no acudes en nuestro
auxilio?»
54 Hicieron sonar las trompetas y prorrumpieron en grandes gritos.
55 A continuación, Judas nombró jefes del pueblo: jefes de mil
hombres, de cien, de cincuenta y de diez.
56 A los que estaban construyendo casas, a los que acababan de
casarse o de plantar viñas y a los cobardes, les mandó, conforme a la Ley,
que se volvieran a sus casas.
57 Luego, se puso en marcha el ejército y acamparon al sur de
Emaús.
58 Judas les dijo: «Preparaos, revestíos de valor y estad dispuestos
mañana temprano para entrar en batalla con estos gentiles que se han
coligado contra nosotros para destruirnos y destruir nuestro Lugar Santo.
59 Porque es mejor morir combatiendo que estarnos mirando las
desdichas de nuestra nación y del Lugar Santo.
60 Lo que el Cielo tenga dispuesto, lo cumplirá.»
Eclesiastés 8
1 ¿Quién como el sabio? ¿Quién otro sabe explicar una cosa? La
sabiduría del hombre hace brillar su rostro, y sus facciones severas
transfigura.
2 Aténte al dictado del rey, y por causa del juramento divino
3 no te apresures a irte de su presencia; no te mezcles en conspiración,
pues todo cuanto le plazca puede hacerlo,
4 ya que la palabra regia es soberana, y ¿quién va a decirle: Qué
haces?
5 Quien se atiene al mandamiento, no sabe de conspiraciones. Y el
corazón del sabio sabe el cuándo y el cómo.
6 Porque todo asunto tiene su cuándo y su cómo. Pues es grande el
peligro que acecha al hombre,
7 ya que éste ignora lo que está por venir, pues lo que está por venir,
¿quién va a anunciárselo?
8 No es el hombre señor del viento para domeñar al viento. Tampoco
hay señorío sobre el día de la muerte, ni hay evasión en la agonía, ni libra la
maldad a sus autores.
9 Todo esto tengo visto al aplicar mi corazón a cuanto pasa bajo el sol,
cuando el hombre domina en el hombre para causarle el mal.
10 Por ejemplo, he visto a gente mala llevada a la tumba. Partieron del
Lugar Santo, y se dio al olvido en la ciudad que hubiesen obrado de aquel
modo. ¡Otro absurdo!:
11 que no se ejecute en seguida la sentencia de la conducta del malo,
con lo que el corazón de los humanos se llena de ganas de hacer el mal;
12 que el pecador haga el mal veces ciento, y se le den largas. Pues yo
tenía entendido que les va bien a los temerosos de Dios, a aquellos que ante
su rostro temen,
13 y que no le va bien al malvado, ni alargará sus días como sombra el
que no teme ante el rostro de Dios.
14 Pues bien, un absurdo se da en la tierra: Hay justos a quienes les
sucede cual corresponde a las obras de los malos, y malos a quienes sucede
cual corresponde a las obras de los buenos. Digo que este es otro absurdo.
15 Y yo por mí alabo la alegría, ya que otra cosa buena no existe para
el hombre bajo el sol, si no es comer, beber y divertirse; y eso es lo que le
acompaña en sus fatigas en los días de vida que Dios le hubiera dado bajo el
sol.
16 Cuanto más apliqué mi corazón a estudiar la sabiduría y a
contemplar el ajetreo que se da sobre la tierra – pues ni de día ni de noche
concilian los ojos el sueño –
17 fui viendo que el ser humano no puede descubrir todas las obras de
Dios, las obras que se realizan bajo el sol. Por más que se afane el hombre
en buscar, nada descubre, y el mismo sabio, aunque diga saberlo, no es
capaz de descubrirlo.
Eclesiastés 9
1 Pues bien, a todo eso he aplicado mi corazón y todo lo he explorado,
y he visto que los justos y los sabios y sus obras están en manos de Dios. Y
ni de amor ni de odio saben los hombres nada: todo les resulta
2 absurdo. Como el que haya un destino común para todos, para el
justo y para el malvado, el puro y el manchado, el que hace sacrificios y el
que no los hace, así el bueno como el pecador, el que jura como el que se
recata de jurar.
3 Eso es lo peor de todo cuanto pasa bajo el sol: que haya un destino
común para todos, y así el corazón de los humanos está lleno de maldad y
hay locura en sus corazones mientras viven, y su final ¡con los muertos!
4 Pues mientras uno sigue unido a todos los vivientes hay algo seguro,
pues vale más perro vivo que león muerto.
5 Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben
nada, y no hay ya paga para ellos, pues se perdió su memoria.
6 Tanto su amor, como su odio, como sus celos, ha tiempo que
pereció, y no tomarán parte nunca jamás en todo lo que pasa bajo el sol.
7 Anda, come con alegría tu pan y bebe de buen grado tu vino, que
Dios está ya contento con tus obras.
8 En toda sazón sean tus ropas blancas y no falte ungüento sobre tu
cabeza.
9 Vive la vida con la mujer que amas, todo el espacio de tu vana
existencia que se te ha dado bajo el sol, ya que tal es tu parte en la vida y en
las fatigas con que te afanas bajo el sol.
10 Cualquier cosa que esté a tu alcance el hacerla, hazla según tus
fuerzas, porque no existirá obra ni razones ni ciencia ni sabiduría en el seol
a donde te encaminas.
11 Vi además que bajo el sol no siempre es de los ligeros el correr ni
de los esforzados la pelea; como también hay sabios sin pan, como también
discretos sin hacienda, como también hay doctos que no gustan, pues a
todos les llega algún mal momento.
12 Porque, además, el hombre ignora su momento: como peces
apresados en la red, como pájaros presos en el cepo, así son tratados los
humanos por el infortunio cuando les cae encima de improviso.
13 También he visto otro acierto bajo el sol, y grande, a juicio mío:
14 Una ciudad chiquita, con pocos hombres en ella. Llega un gran rey
y le pone cerco, levantando frente a ella empalizadas potentes.
15 Encontrábase allí un hombre pobre y sabio. El pudo haber librado
la ciudad gracias a su sabiduría, ¡pero nadie paró mientes en aquel pobre!
16 Y yo me digo: Más vale sabiduría que fuerza; pero la sabiduría del
pobre se desprecia y sus palabras no se escuchan.
17 Mejor se oyen las palabras sosegadas de los sabios que los gritos
del soberano de los necios.
18 Más vale sabiduría que armas de combate, pero un solo yerro echa
a perder mucho bueno.
Eclesiastés 10
1 Una mosca muerta pudre una copa de ungüento de perfumista;
monta más un poco de necedad que sabiduría y honor.
2 El sabio tiene el corazón a la derecha, el necio tiene el corazón a la
izquierda.
3 Además, en cualquier camino que tome el necio, su entendimiento
no le da de sí y dice de todo el mundo: «Ese es un necio.»
4 Si el enojo del que manda se abate sobre ti, no abandones tu puesto,
que la flema libra de graves yerros.
5 Otra calamidad he visto bajo el sol, como error que emana de la
autoridad:
6 La necedad elevada a grandes dignidades, mientras ricos se sentaban
abajo.
7 He visto siervos a caballo, y príncipes que iban a pie, como los
siervos.
8 El que cava la hoya cae en ella, y al que atraviesa el seto le muerde
la culebra.
9 El que saca piedras se lastima con ellas, el que raja maderos puede
hacerse daño.
10 Si se embota el hierro y no se afilan sus caras, hay que acrecentar
los bríos: también supone ganancia afinar en sabiduría.
11 Si pica culebra por falta de encantamiento no hay ganancia para el
encantador.
12 Palabras de boca de sabio agradan, mas los labios del necio a él lo
engullen.
13 Empieza diciendo necedades, para acabar en locura de las malas.
14 Y el necio dice más y más palabras. Nadie sabe lo que vas venir, y
el remate de todo, ¿quién puede pronosticárselo?
15 Lo que más molesta al necio es que no sabe ir a la ciudad.
16 ¡Ay de ti, tierra, cuyo rey es un chiquillo, y cuyos príncipes comen
de mañana!
17 ¡Dichosa tú, tierra, cuyo rey es hidalgo y cuyos príncipes comen a
la hora, por cobrar vigor y no por banquetear!
18 Por estar mano sobre mano se desploma la viga, y por brazos
caídos la casa se viene abajo.
19 Para holgar preparan su banquete, y el vino alegra la vida, y el
dinero todo lo allana.
20 Ni aun en tu rincón faltes al rey, ni en tu misma alcoba faltes al
rico, que un pájaro del cielo hace correr la voz, y un ser alado va a contar la
cosa.
Lucas 5
27 Después de esto, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado
en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
28 El, dejándolo todo, se levantó y le siguió.
29 Leví le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número
de publicanos, y de otros que estaban a la mesa con ellos.
30 Los fariseos y sus escribas murmuraban diciendo a los discípulos:
«¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?»
31 Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que están sanos,
sino los que están mal.
32 No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores.»
33 Ellos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y
recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y
beben.»
34 Jesús les dijo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la
boda mientras el novio está con ellos?
35 Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces
ayunarán en aquellos días.»
36 Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo
para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y
al viejo no le iría el remiendo del nuevo.
37 «Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo,
el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se
echarían a perder;
38 sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos.
39 Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque
dice: «El añejo es el bueno.»
Lucas 6
1 Sucedió que cruzaba en sábado por unos sembrados; sus discípulos
arrancaban y comían espigas desgranándolas con las manos.
2 Algunos de los fariseos dijeron: «¿Por qué hacéis lo que no es lícito
en sábado?»
3 Y Jesús les respondió: «¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David,
cuando sintió hambre él y los que le acompañaban,
4 cómo entró en la Casa de Dios, y tomando los panes de la presencia,
que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, comió él y dio a los que le
acompañaban?»
5 Y les dijo: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»
6 Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a
enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca.
7 Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado,
para encontrar de qué acusarle.
8 Pero él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la
mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio.» El, levantándose, se puso
allí.
9 Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer
el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla.»
10 Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano.» El lo hizo, y
quedó restablecida su mano.
11 Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.
12 Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la
noche en la oración de Dios.
13 Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de
entre ellos, a los que llamó también apóstoles.
14 A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago
y Juan, a Felipe y Bartolomé,
15 a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes;
16 a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.
17 Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran
multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda
Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón,
18 que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y
los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados.
19 Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que
sanaba a todos.
20 Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
21 Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis
saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.
22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os
expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del
Hijo del hombre.
23 Alegráos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será
grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.
24 «Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro
consuelo.
25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis
hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.
26 ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de
ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.
27 «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os odien,
28 bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen.
29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que
te quite el manto, no le niegues la túnica.
30 A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames.
31 Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros
igualmente.
32 Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los
pecadores aman a los que les aman.
33 Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis?
¡También los pecadores hacen otro tanto!
34 Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito
tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo
correspondiente.
35 Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin
esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del
Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.
36 «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.
37 No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis
condenados; perdonad y seréis perdonados.
38 Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante
pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que
midáis se os medirá.»
39 Les añadió una parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No
caerán los dos en el hoyo?
40 No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien
formado, será como su maestro.
41 ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y
no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?
42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que saque la
brizna que hay en tu ojo”, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo?
Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar
la brizna que hay en el ojo de tu hermano.
43 «Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no
hay árbol malo que dé fruto bueno.
44 Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los
espinos, ni de la zarza se vendimian uvas.
45 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el
malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su
boca.
46 «¿Por qué me llamáis: “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?
47 «Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en
práctica, os voy a mostrar a quién es semejante:
48 Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó
profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una
inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla
por estar bien edificada.
49 Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es semejante a
un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que
rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella
casa.»