# 115

I Macabeos 4

1 Gorgias, tomando 5.000 hombres y mil jinetes escogidos, partió con
ellos de noche
2 para caer sobre el campamento de los judíos y vencerles por
sorpresa. La gente de la Ciudadela los guiaba.
3 Pero lo supo Judas y salió él a su vez con sus guerreros con
intención de batir al ejército real que quedaba en Emaús
4 mientras estaban todavía dispersas las tropas fuera del campamento.
5 Gorgias llegó de noche al campamento de Judas y al no encontrar a
nadie, los estuvo buscando por las montañas, pues decía: «Estos van
huyendo de nosotros.»
6 Al rayar el día, apareció Judas en la llanura con 3.000 hombres.
Sólo que no tenían las armas defensivas y las espadas que hubiesen
querido,
7 mientras veían el campamento de los gentiles fuerte, bien
atrincherado, rodeado de la caballería y todos diestros en la guerra.
8 Judas entonces dijo a los que con él iban: «No temáis a esa
muchedumbre ni su pujanza os acobarde.
9 Recordad cómo se salvaron nuestros padres en el mar Rojo, cuando
Faraón les perseguía con su ejército.
10 Clamemos ahora al Cielo, a ver si nos tiene piedad, recuerda la
alianza de nuestros padres y quebranta hoy este ejército ante nosotros.
11 Entonces reconocerán todas las naciones que hay quien rescata y
salva a Israel.»
12 Los extranjeros alzaron los ojos y, viendo a los judíos que venían
contra ellos,
13 salieron del campamento a presentar batalla. Los soldados de
Judas hicieron sonar la trompeta
14 y entraron en combate. Salieron derrotados los gentiles y huyeron
hacia la llanura.
15 Los rezagados cayeron todos a filo de espada. Los persiguieron
hasta Gázara y hasta las llanuras de Idumea, Azoto y Yamnia. Cayeron de
ellos al pie de 3.000 hombres.
16 Judas, al volver con su ejército de la persecución,
17 dijo a su gente: «Contened vuestros deseos de botín, que otra
batalla nos amenaza;
18 Gorgias y su ejército se encuentran cerca de nosotros en la
montaña. Haced frente ahora a nuestros enemigos y combatid con ellos;
después podréis con tranquilidad haceros con el botín.»
19 Apenas había acabado Judas de hablar, cuando se dejó ver un
destacamento que asomaba por la montaña.
20 Advirtieron éstos que los suyos habían huido y que el campamento
había sido incendiado, como se lo daba a entender el humo que divisaban.
21 Viéndolo se llenaron de pavor y al ver por otro lado en la llanura
el ejército de Judas dispuesto para el combate,
22 huyeron todos al país de los filisteos.
23 Judas se volvió entonces al campamento para saquearlo.
Recogieron mucho oro y plata, telas teñidas en púrpura marina, y muchas
otras riquezas.
24 De regreso cantaban y bendecían al Cielo: “Porque es bueno,
porque es eterno su amor.”
25 Hubo aquel día gran liberación en Israel.
26 Los extranjeros que habían podido escapar se fueron donde Lisias
y le comunicaron todo lo que había pasado.
27 Al oírles quedó consternado y abatido porque a Israel no le había
sucedido lo que él quería ni las cosas habían salido como el rey se lo tenía
ordenado.
28 Al año siguiente, reunió Lisias 60.000 hombres escogidos y 5.000
jinetes para combatir contra ellos.
29 Llegaron a Idumea y acamparon en Bet Sur. Judas fue a su
encuentro con 10.000 hombres
30 y cuando vio aquel poderoso ejército, oró diciendo: «Bendito seas,
Salvador de Israel, que quebraste el ímpetu del poderoso guerrero por mano
de tu siervo David y entregaste el ejército de los filisteos en manos de
Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero.
31 Pon de la misma manera este ejército en manos de tu pueblo Israel
y queden corridos de sus fuerzas y de su caballería.
32 Infúndeles miedo, rompe la confianza que en su fuerza ponen y
queden abatidos con su derrota.
33 Hazles sucumbir bajo la espada de los que te aman, y entonen
himnos en tu alabanza todos los que conocen tu nombre.»
34 Vinieron a las manos y cayeron en el combate unos 5.000 hombres
del ejército de Lisias.
35 Al ver Lisias la derrota sufrida por su ejército y la intrepidez de los
soldados de Judas, y cómo estaban resueltos a vivir o morir valerosamente,
partió para Antioquía, donde reclutó mercenarios con ánimo de presentarse
de nuevo en Judea con fuerzas más numerosas.
36 Judas y sus hermanos dijeron: «Nuestros enemigos están vencidos;
subamos, pues, a purificar el Lugar Santo y a celebrar su dedicación.»
37 Se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión.
38 Cuando vieron el santuario desolado, el altar profanado, las
puertas quemadas, arbustos nacidos en los atrios como en un bosque o en
un monte cualquiera, y las salas destruidas,
39 rasgaron sus vestidos, dieron muestras de gran dolor y pusieron
ceniza sobre sus cabezas.
40 Cayeron luego rostro en tierra y a una señal dada por las
trompetas, alzaron sus clamores al Cielo.
41 Judas dio orden a sus hombres de combatir a los de la Ciudadela
hasta terminar la purificación del Lugar Santo.
42 Luego eligió sacerdotes irreprochables, celosos de la Ley,
43 que purificaron el Lugar Santo y llevaron las piedras de la
contaminación a un lugar inmundo.
44 Deliberaron sobre lo que había de hacerse con el altar de los
holocaustos que estaba profanado.
45 Con buen parecer acordaron demolerlo para evitarse un oprobio,
dado que los gentiles lo habían contaminado. Lo demolieron, pues,
46 y depositaron sus piedras en el monte de la Casa, en un lugar
conveniente, hasta que surgiera un profeta que diera respuesta sobre ellas.
47 Tomaron luego piedras sin labrar, como prescribía la Ley, y
construyeron un nuevo altar como el anterior.
48 Repararon el Lugar Santo y el interior de la Casa y santificaron los
atrios.
49 Hicieron nuevos objetos sagrados y colocaron dentro del templo el
candelabro, el altar del incienso y la mesa.
50 Quemaron incienso sobre el altar y encendieron las lámparas del
candelabro, que lucieron en el Templo.
51 Pusieron panes sobre la mesa, colgaron las cortinas y dieron fin a
la obra que habían emprendido.
52 El día veinticinco del noveno mes, llamado Kisléu, del año 148, se
levantaron al romper el día
53 y ofrecieron sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían
construido un sacrificio conforme a la Ley.
54 Precisamente fue inaugurado el altar, con cánticos, cítaras, liras y
címbalos, en el mismo tiempo y el mismo día en que los gentiles la habían
profanado.
55 El pueblo entero se postró rostro en tierra, y adoró y bendijo al
Cielo que los había conducido al triunfo.
56 Durante ocho días celebraron la dedicación del altar y ofrecieron
con alegría holocaustos y el sacrificio de comunión y acción de gracias.
57 Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y pequeños
escudos, restauraron las entradas y las salas y les pusieron puertas.
58 Hubo grandísima alegría en el pueblo, y el ultraje inferido por los
gentiles quedó borrado.
59 Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de
Israel, decidió que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a
contar del veinticinco del mes de Kisléu, se celebrara con alborozo y
regocijo el aniversario de la dedicación del altar.
60 Por aquel tiempo, levantaron en torno al monte Sión altas murallas
y fuertes torres, no fuera que otra vez se presentaran como antes los gentiles
y lo pisotearan.
61 Puso Judas allí una guarnición que lo defendiera y para que el
pueblo tuviese una fortaleza frente a Idumea, fortificó Bet Sur.

I Macabeos 5

1 Cuando los pueblos circunvecinos supieron que había sido
reconstruido el altar y restaurado como antes el santuario, se irritaron
sobremanera.
2 Decidieron acabar con los descendientes de Jacob que entre ellos
vivían y comenzaron a matar y exterminar gente del pueblo.
3 Judas movió la guerra a los hijos de Esaú en Idumea, al país de
Acrabatena, porque tenían asediados a los israelitas. Les infligió fuerte
derrota, les rechazó y se alzó con sus despojos.
4 Recordó luego la maldad de los hijos de Baián, que eran un lazo y
una trampa para el pueblo por las emboscadas que en los caminos le
tendían.
5 Les obligó a encerrarse en sus torres, les puso cerco y dándolos al
anatema, abrasó las torres con todos los que estaban dentro.
6 Pasó a continuación a los ammonitas, donde encontró una fuerte
tropa y una población numerosa cuyo jefe era Timoteo.
7 Después de muchos combates, los derrotó y deshizo.
8 Ocupó Yazer y sus aldeas, y regresó a Judea.
9 Los gentiles de Galaad se unieron para exterminar a los israelitas
que vivían en su territorio, pero ellos se refugiaron en la fortaleza de
Datemá.
10 Enviaron cartas a Judas y sus hermanos diciéndoles: «Los gentiles
que nos rodean se han unido para exterminarnos;
11 se preparan para venir a tomar la fortaleza donde nos hemos
refugiado, y Timoteo está al frente de su ejército.
12 Ven, pues, ahora a librarnos de sus manos, que muchos de entre
nosotros han caído ya;
13 todos nuestros hermanos que vivían en el país de Tubías han sido
muertos, llevados cautivos sus mujeres, hijos y bienes, y han perecido allí
unos mil hombres.»
14 Estaban todavía leyendo las cartas, cuando otros mensajeros, con
los vestidos rasgados, llegaron de Galilea con esta noticia:
15 «Se han unido los de Tolemaida, Tiro, Sidón y toda la Galilea de
los Gentiles para acabar con nosotros.»
16 Cuando Judas y el pueblo oyeron tales noticias, reunieron una gran
asamblea para deliberar sobre lo que habían de hacer para socorrer a sus
hermanos puestos en angustia y combatidos de enemigos.
17 Judas dijo a su hermano Simón: «Toma gente contigo y parte a
librar a tus hermanos de Galilea; mi hermano Jonatán y yo iremos a la
región de Galaad.»
18 Dejó para defensa de Judea a José, hijo de Zacarías, y a Azarías,
jefe del pueblo, con el resto del ejército,
19 dándoles esta orden: «Estad al frente del pueblo y no entréis en
batalla con los gentiles hasta que nosotros regresemos.»
20 Se le dieron 3.000 hombres a Simón para la campaña de Galilea y
8.000 a Judas para la de Galaad.
21 Simón partió para Galilea y luego de empeñar muchos combates
con los gentiles, los derrotó
22 y los persiguió hasta la entrada de Tolemaida. Sucumbieron unos
3.000 gentiles y se llevó sus despojos.
23 Tomó luego consigo a los judíos de Galilea y Arbattá, con sus
mujeres, hijos y cuanto poseían, y en medio de una gran alegría los llevó a
Judea.
24 Por su parte, Judas Macabeo y su hermano Jonatán atravesaron el
Jordán y caminaron tres jornadas por el desierto.
25 Se encontraron con los nabateos, que les acogieron amistosamente
y les pusieron al tanto de lo que les ocurría a sus hermanos de la región de
Galaad:
26 que muchos de ellos se encontraban encerrados en Bosorá y
Bosor, en Alemá, Casfó, Maqued y Carnáyim, todas ellas ciudades fuertes y
grandes;
27 que también los había encerrados en las demás ciudades de la
región de Galaad, y que sus enemigos habían fijado el día siguiente para
atacar las fortalezas, tomarlas y exterminarlos a todos en un solo día.
28 Inmediatamente Judas hizo que su ejército tomara el camino de
Bosorá, a través del desierto; tomó la ciudad y después de pasar a filo de
espada a todo varón y de saquearla por completo, la incendió.
29 Partió de allí por la noche y avanzó hasta las cercanías de la
fortaleza.
30 Cuando, al llegar el día, alzaron los judíos sus ojos, vieron una
muchedumbre innumerable que levantaba escalas e ingenios para tomar la
plaza, y había comenzado ya el ataque.
31 Al ver que el ataque se había iniciado y que un inmenso griterío y
sonido de trompetas se levantaba de la ciudad hasta el cielo,
32 Judas dijo a los hombres de su ejército: «Combatid hoy por
vuestros hermanos.»
33 Y, ordenados en tres columnas, les hizo avanzar detrás del
enemigo tocando las trompetas y gritando invocaciones.
34 El ejército de Timoteo, al reconocer que era Macabeo, huyeron
ante él, sufrieron una fuerte derrota y dejaron tendidos unos 8.000 hombres
aquel día.
35 Volvióse luego Judas contra Alemá. La atacó, la tomó y después
de matar a todos los varones y saquearla, la dio a las llamas.
36 Partiendo de allí, se apoderó de Casfó, Maqued, Bosor y de las
restantes ciudades de la región de Galaad.
37 Después de estos acontecimientos, juntó Timoteo un nuevo
ejército y acampó frente a Rafón, al otro lado del torrente.
38 Judas envió a reconocer el campamento y le trajeron el siguiente
informe: «Todos los gentiles de nuestro alrededor se le han unido y forman
un ejército considerable.
39 Tienen además, como auxiliares, árabes tomados a sueldo.
Acampan al otro lado del torrente y están preparados para venir a atacarte.»
Judas salió a su encuentro.
40 Cuando se aproximaba con su ejército al torrente de agua, dijo
Timoteo a los capitanes de sus tropas: «Si él lo pasa primero y viene sobre
nosotros, no podremos resistirle, porque nos vencerá seguramente,
41 pero si muestra miedo y acampa al otro lado del río, lo
atravesaremos nosotros, iremos sobre él y le venceremos.»
42 Cuando Judas llegó al borde del torrente de agua, situó a los
escribas del pueblo a la orilla y les dio esta orden: «No dejéis acampar a
nadie; que todos vayan al combate.»
43 Pasó él el primero contra el enemigo y toda su gente le siguió. Los
gentiles todos, derrotados ante ellos, tiraron las armas y corrieron a buscar
refugio en el templo de Carnáyim.
44 Pero los judíos tomaron la ciudad y quemaron el templo con todos
los que había dentro. Carnáyim fue arrasada. Y ya nadie pudo resistir a
Judas.
45 Judas reunió a todos los israelitas de la región de Galaad,
pequeños y grandes, a sus mujeres, hijos y bienes, una inmensa
muchedumbre, para llevarlos al país de Judá.
46 Llegaron a Efrón, ciudad importante y muy fuerte, situada en el
camino. Necesariamente tenían que pasar por ella, por no haber posibilidad
de desviarse ni a la derecha ni a la izquierda.
47 Pero los habitantes les negaron el paso y bloquearon las entradas
con piedras.
48 Judas les envió un mensaje en son de paz diciéndoles: «Pasaremos
por vuestro país para llegar al nuestro; nadie os hará mal alguno; no
limitaremos a pasar a pie.» Pero no quisieron abrirle.
49 Entonces Judas hizo anunciar por el ejército que cada uno tomara
posición donde se encontrara.
50 La gente de guerra tomó posición y Judas atacó la ciudad todo
aquel día y toda la noche, hasta que cayó en sus manos.
51 Hizo pasar a filo de espada a todos los varones, la arrasó, la
saqueó, y atravesó la ciudad por encima de los cadáveres.
52 Pasaron el Jordán para entrar en la Gran Llanura frente a Bet San.
53 Judas fue durante toda la marcha recogiendo a los rezagados y
animando al pueblo hasta llegar a la tierra de Judá.
54 Subieron al monte Sión con alborozo y alegría y ofrecieron
holocaustos por haber regresado felizmente sin haber perdido a ninguno de
los suyos.
55 Cuando Judas y Jonatán estaban en el país de Galaad, y su
hermano Simón en Galilea, frente a Tolemaida,
56 José, hijo de Zacarías, y Azarías, jefes del ejército, al oír las
proezas y combates que aquéllos habían realizado,
57 se dijeron: «Hagamos nosotros también célebre nuestro nombre
saliendo a combatir a los gentiles de los alrededores.»
58 Y dieron orden a la tropa que estaba bajo su mando de ir sobre
Yamnia.
59 Gorgias salió de la ciudad con su gente para irles al encuentro y
entrar en batalla.
60 Y José y Azarías fueron derrotados y perseguidos hasta la frontera
de Judea. Sucumbieron aquel día alrededor de 2.000 hombres del pueblo de
Israel.
61 Sobrevino este grave revés al pueblo por no haber obedecido a
Judas y sus hermanos, creyéndose capaces de grandes hazañas.
62 Pero no eran ellos de aquella casta de hombres a quienes estaba
confiada la salvación de Israel.
63 El valiente Judas y sus hermanos alcanzaron gran honor ante todo
Israel y todas las naciones a donde su nombre llegaba.
64 Las muchedumbres se agolpaban a su alrededor para aclamarles.
65 Salió Judas con sus hermanos a campaña contra los hijos de Esaú,
al país del mediodía. Tomó Hebrón y sus aldeas, arrasó sus murallas y
prendió fuego a las torres de su contorno.
66 Partió luego en dirección al país de los filisteos y atravesó Marisá.
67 Al querer señalarse tomando parte imprudentemente en el
combate, cayeron aquel día algunos sacerdotes.
68 Dobló luego Judas sobre Azoto, territorio de los filisteos, y
destruyó sus altares, dio fuego a las imágenes de sus dioses y saqueó sus
ciudades. Después, regresó al país de Judá.

I Macabeos 6

1 El rey Antíoco, en su recorrido por la región alta, tuvo noticia de
que había una ciudad en Persia, llamada Elimaida, famosa por sus riquezas,
su plata y su oro.
2 Tenía un templo rico en extremo, donde se guardaban armaduras de
oro, corazas y armas dejadas allí por Alejandro, hijo de Filipo, rey de
Macedonia, que fue el primer rey de los griegos.
3 Allá se fue con intención de tomar la ciudad y entrar a saco en ella.
Pero no lo consiguió, porque los habitantes de la ciudad, al conocer sus
propósitos,
4 le ofrecieron resistencia armada, y tuvo que salir huyendo y
marcharse de allí con gran tristeza para volverse a Babilonia.
5 Todavía se hallaba en Persia, cuando llegó un mensajero
anunciándole la derrota de las tropas enviadas a la tierra de Judá.
6 Lisias, en primer lugar, había ido al frente de un poderoso ejército,
pero había tenido que huir ante los judíos. Estos se habían crecido con las
tropas y los muchos despojos tomados a los ejércitos vencidos.
7 Habían destruido la Abominación levantada por él sobre el altar de
Jerusalén. Habían rodeado de altas murallas como antes el santuario, así
como a Bet Sur, ciudad del rey.
8 Ante tales noticias, quedó el rey consternado, presa de intensa
agitación, y cayó en cama enfermo de pesadumbre por no haberle salido las
cosas como él quisiera.
9 Muchos días permaneció allí, renovándosele sin cesar la profunda
tristeza, hasta que sintió que se iba a morir.
10 Hizo venir entonces a todos sus amigos y les dijo: «Huye el sueño
de mis ojos y mi corazón desfallece de ansiedad.
11 Me decía a mí mismo: ¿Por qué he llegado a este extremo de
aflicción y me encuentro en tan gran tribulación, siendo así que he sido
bueno y amado en mi gobierno?
12 Pero ahora caigo en cuenta de los males que hice en Jerusalén,
cuando me llevé los objetos de plata y oro que en ella había y envié gente
para exterminar sin motivo a los habitantes de Judá.
13 Reconozco que por esta causa me han sobrevenido los males
presentes y muero de inmensa pesadumbre en tierra extraña.»
14 Llamó luego a Filipo, uno de sus amigos, y le puso al frente de
todo su reino.
15 Le dio su diadema, sus vestidos y su anillo, encargándole que
educara a su hijo Antíoco y le preparara para que fuese rey.
16 Allí murió el rey Antíoco el año 149.
17 Lisias, al saber la muerte del rey, puso en el trono a su hijo
Antíoco, al que había educado desde niño, y le dio el sobrenombre de
Eupátor.
18 La guarnición de la Ciudadela tenía sitiado a Israel en el recinto
del Lugar Santo; buscaba siempre ocasión de causarle mal y de ofrecer
apoyo a los gentiles.
19 Resuelto Judas a exterminarlos, convocó a todo el pueblo para
sitiarles.
20 El año 150, una vez reunidos, dieron comienzo al sitio de la
Ciudadela y construyeron plataformas de tiro e ingenios de guerra.
21 Pero algunos de los sitiados lograron romper el cerco y
juntándoseles otros de entre los impíos de Israel,
22 acudieron al rey para decirle: «¿Hasta cuándo vas a estar sin hacer
justicia y sin vengar a nuestros hermanos?
23 Nosotros aceptamos de buen grado servir a tu padre, seguir sus
órdenes y obedecer sus edictos.
24 Esta es la causa por la que nuestros conciudadanos se nos
muestran hostiles. Han matado a cuantos de nosotros han caído en sus
manos y nos han arrebatado nuestras haciendas.
25 Pero no sólo han alzado su mano sobre nosotros, sino también
sobre todos tus territorios.
26 He aquí que hoy tienen puesto cerco a la Ciudadela de Jerusalén
con intención de tomarla y han fortificado el santuario y Bet Sur.
27 Si no te apresuras a atajarles, se atreverán a más, y ya te será
imposible contenerles.»
28 Al oírlo el rey, montó en cólera y convocó a todos sus amigos,
capitanes del ejército y comandantes de la caballería.
29 Le llegaron tropas mercenarias de otros reinos y de la islas del
mar.
30 El número de sus fuerzas era de 10.000 infantes, 20.000 jinetes y
32 elefantes adiestrados para la guerra.
31 Viniendo por Idumea, pusieron cerco a Bet Sur y la atacaron
durante mucho tiempo, valiéndose de ingenios de guerra. Pero los sitiados,
en salidas que hacían, se los quemaban y peleaban valerosamente.
32 Entonces Judas partió de la Ciudadela y acampó en Bet Zacaría,
frente al campamento real.
33 El rey se levantó de madrugada y puso en marcha el ejército con
todo su ímpetu por el camino de Bet Zacaría. Los ejércitos se dispusieron
para entrar en batalla y se tocaron las trompetas.
34 A los elefantes les habían mostrado zumo de uvas y moras para
prepararlos al combate.
35 Las bestias estaban repartidas entre las falanges. Mil hombres, con
cota de malla y casco de bronce en la cabeza, se alineaban al lado de cada
elefante. Además, con cada bestia iban quinientos jinetes escogidos,
36 que estaban donde el animal estuviese y le acompañaban adonde
fuese, sin apartarse de él.
37 Cada elefante llevaba sobre sí, sujeta con cinchas, una torre fuerte
de madera como defensa y tres guerreros que combatían desde ella, además
del conductor.
38 Al resto de la caballería el rey lo colocó a un lado y otro, en los
flancos del ejército, con la misión de hostigar al enemigo y proteger las
falanges.
39 Cuando el sol dio sobre los escudos de oro y bronce,
resplandecieron los montes a su fulgor y brillaron como antorchas
encendidas.
40 Una parte del ejército real se desplegó por las alturas de los
montes, mientras algunos lo hicieron por el llano; y avanzaban con
seguridad y buen orden.
41 Se estremecían todos los que oían el griterío de aquella
muchedumbre y el estruendo que levantaba al marchar y entrechocar las
armas; era, en efecto, un ejército muy grande y fuerte.
42 Judas y su ejército se adelantaron para entrar en batalla, y
sucumbieron seiscientos hombres del ejército real.
43 Eleazar, llamado Avarán, viendo una de las bestias que iba
protegida de una coraza real y que aventajaba en corpulencia a todas las
demás, creyó que el rey iba en ella,
44 y se entregó por salvar a su pueblo y conseguir un nombre
inmortal.
45 Corrió audazmente hasta la bestia, metiéndose entre la falange,
matando a derecha e izquierda y haciendo que los enemigos se apartaran de
él a un lado y a otro;
46 se deslizó debajo del elefante e hiriéndole por debajo, lo mató.
Cayó a tierra el animal sobre él y allí murió Eleazar.
47 Los judíos, al fin, viendo la potencia del reino y la impetuosidad
de sus tropas, cedieron ante ellas.
48 El ejército real subió a Jerusalén, al encuentro de los judíos, y el
rey acampó contra Judea y contra el monte Sión.
49 Hizo la paz con los de Bet Sur, que salieron de la ciudad al no
tener allí víveres para sostener el sitio por ser año sabático para la tierra.
50 El rey ocupó Bet Sur y dejó allí una guarnición para su defensa.
51 Muchos días estuvo sitiando el santuario. Levantó allí plataformas
de tiro e ingenios de guerra, lanzallamas, catapultas, escorpiones de lanzar
flechas y hondas.
52 Por su parte, los sitiados construyeron ingenios contra los ingenios
de los otros y combatieron durante muchos días.
53 Pero no había víveres en los almacenes, porque aquel era año
séptimo, y además los israelitas liberados de los gentiles y traídos a Judea
habían consumido las últimas reservas.
54 Víctimas, pues, del hambre, dejaron unos pocos hombres en el
Lugar Santo y los demás se dispersaron cada uno a su casa.
55 Se enteró Lisias de que Filipo, aquel a quien el rey Antíoco había
confiado antes de morir la educación de su hijo Antíoco para el trono,
56 había vuelto de Persia y Media y con él las tropas que
acompañaron al rey, y que trataba de hacerse con la dirección del gobierno.
57 Entonces se apresuró a señalar la conveniencia de volverse,
diciendo al rey, a los capitanes del ejército y a la tropa: «De día en día
venimos a menos; las provisiones faltan; la plaza que asediamos está bien
fortificada y los negocios del reino nos urgen.
58 Demos, pues, la mano a estos hombres, hagamos la paz con ellos y
con toda su nación
59 y permitámosles vivir según sus costumbres tradicionales, pues
irritados por habérselas abolido nosotros, se han portado de esta manera.»
60 El rey y los capitanes aprobaron la idea y el rey envió a proponer
la paz a los sitiados. Estos la aceptaron
61 y el rey y los capitanes se la juraron. Con esta garantía salieron de
la fortaleza
62 y el rey entró en el monte Sión. Pero al ver la fortaleza de aquel
lugar, violó el juramento que había hecho y ordenó destruir la muralla que
lo rodeaba.
63 Luego, a toda prisa, partió y volvió a Antioquía, donde encontró a
Filipo dueño de la ciudad. Le atacó y se apoderó de la ciudad por la fuerza.

Eclesiastés 11

1 Echa tu pan al agua, que al cabo de mucho tiempo lo encontrarás.
2 Reparte con siete, y también con ocho, que no sabes qué mal puede
venir sobre la tierra.
3 Si las nubes van llenas, vierten lluvia sobre la tierra, y caiga el árbol
al sur o al norte, donde cae el árbol allí se queda.
4 El que vigila el viento no siembra, el que mira a las nubes no siega.
5 Como no sabes cómo viene el espíritu a los huesos en el vientre de
la mujer encinta, así tampoco sabes la obra de Dios que todo lo hace.
6 De madrugada siembra tu simiente y a la tarde no des paz a tu mano.
Pues no sabes si es menor esto o lo otro o si ambas cosas son igual de
buenas.
7 Dulce es la luz y bueno para los ojos ver el sol.
8 Si uno vive muchos años, que se alegre en todos ellos, y tenga en
cuenta que los días de tinieblas muchos serán, que es vanidad todo el
porvenir.
9 Alégrate, mozo, en tu juventud, ten buen humor en tus años mozos,
Vete por donde te lleve el corazón y a gusto de tus ojos; pero a sabiendas de
que por todo ello te emplazará Dios a juicio.
10 Aparta el mal humor de tu pecho y aleja el sufrimiento de tu carne,
pero juventud y pelo negro, vanidad.

Eclesiastés 12

1 Acuérdate de tu Creador en tus días mozos, mientras no vengan los
días malos, y se echen encima años en que dirás: «No me agradan»;
2 mientras no se nublen el sol y la luz, la luna y las estrellas, y
retornen las nubes tras la lluvia;
3 cuando tiemblen los guardas de palacio y se doblen los guerreros, se
paren las moledoras, por quedar pocas, se queden a oscuras las que miran
por las ventanas,
4 y se cierren las puertas de la calle, ahogándose el son del molino;
cundo uno se levante al canto del pájaro, y se enmudezcan todas las
canciones.
5 También la altura da recelo, y hay sustos en el camino, florece el
almendro, está grávida la langosta, y pierde su sabor la alcaparra; y es que
el hombre se va a su eterna morada, y circulan por la calle los del duelo;
6 mientras no se quiebre la hebra de plata, se rompa la bolita de oro, se
haga añicos el cántaro contra la fuente, se caiga la polea dentro del pozo,
7 vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios
que es quien lo dio.
8 ¡Vanidad de vanidades! – dice Cohélet -: ¡todo vanidad!
9 Cohélet, a más de ser un sabio, enseñó doctrina al pueblo. Ponderó e
investigó, compuso muchos proverbios.
10 Cohélet trabajó mucho en inventar frases felices, y escribir bien
sentencias verídicas.
11 Las palabras de los sabios son como aguijadas, o como estacas
hincadas, puertas por un pastor para controlar el rebaño.
12 Lo que de ellas se saca, hijo mío, es ilustrarse. Componer muchos
libros es nunca acabar, y estudiar demasiado daña la salud.
13 Basta de palabras. Todo está dicho. Teme a Dios y guarda sus
mandamientos, que eso es ser hombre cabal.
14 Porque toda obra la emplazará Dios a juicio, también todo lo
oculto, a ver si es bueno o malo.

CANTAR DE LOS CANTARES

Cantar 1

1 Cantar de los cantares, de Salomón.
2 ¡Que me bese con los besos de su boca! Mejores son que el vino tus
amores;
3 mejores al olfato tus perfumes; ungüento derramado es tu nombre,
por eso te aman las doncellas.
4 Llévame en pos de ti: ¡Corramos! El Rey me ha introducido en sus
mansiones; por ti exultaremos y nos alegraremos. Evocaremos tus amores
más que el vino; ¡con qué razón eres amado!
5 Negra soy, pero graciosa, hijas de Jerusalén, como las tiendas de
Quedar, como los pabellones de Salmá.
6 No os fijéis en que estoy morena: es que el sol me ha quemado. Los
hijos de mi madre se airaron contra mí; me pusieron a guardar las viñas, ¡mi
propia viña no la había guardado!
7 Indícame, amor de mi alma, dónde apacientas el rebaño, dónde lo
llevas a sestear a mediodía, para que no ande yo como errante tras los
rebaños de tus compañeros.
8 Si no lo sabes, ¡oh la más bella de las mujeres!, sigue las huellas de
las ovejas, y lleva a pacer tus cabritas junto al jacal de los pastores.
9 A mi yegua, entre los carros de Faraón, yo te comparo, amada mía.
10 Graciosas son tus mejillas entre los zarcillos, y tu cuello entre los
collares.
11 Zarcillos de oro haremos para ti, con cuentas de plata.
12 – Mientras el rey se halla en su diván, mi nardo exhala su fragancia.
13 Bolsita de mirra es mi amado para mí, que reposa entre mis pechos.
14 Racimo de alheña es mi amado para mí, en las viñas de Engadí.
15 – ¡Qué bella eres, amada mía, qué bella eres! ¡Palomas son tus ojos!
16 – ¡Qué hermoso eres, amado mío, qué delicioso! Puro verdor es
nuestro lecho.
17 – Las vigas de nuestra casa son de cedro, nuestros artesonados, de
ciprés.

Lucas 7

1 Cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró
en Cafarnaúm.
2 Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión,
muy querido de éste.
3 Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los
judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo.
4 Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo:
«Merece que se lo concedas,
5 porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la
sinagoga.»
6 Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el
centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy
digno de que entres bajo mi techo,
7 por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro.
Mándalo de palabra, y quede sano mi criado.
8 Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis
órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo:
“Haz esto”, y lo hace.»
9 Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la
muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe
tan grande.»
10 Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.
11 Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e
iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre.
12 Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un
muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha
gente de la ciudad.
13 Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores.»
14 Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él
dijo: «Joven, a ti te digo: Levántate.»
15 El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él = se lo dio a su
madre. =
16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un
gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su
pueblo».
17 Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la
región circunvecina.
18 Sus discípulos llevaron a Juan todas estas noticias. Entonces él,
llamando a dos de ellos,
19 los envió a decir al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos
esperar a otro?»
20 Llegando donde él aquellos hombres, dijeron: «Juan el Bautista nos
ha enviado a decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?»
21 En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y
dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos.
22 Y les respondió: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído:
Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos
oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva;
23 ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!»
24 Cuando los mensajeros de Juan se alejaron, se puso a hablar de
Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por
el viento?
25 ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido?
¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los
palacios.
26 Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que
un profeta.
27 Este es de quien está escrito: = He aquí que envío mi mensajero
delante de ti, que preparará por delante tu camino. =
28 «Os digo: Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que
Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él.
29 Todo el pueblo que le escuchó, incluso los publicanos,
reconocieron la justicia de Dios, haciéndose bautizar con el bautismo de
Juan.
30 Pero los fariseos y los legistas, al no aceptar el bautismo de él,
frustraron el plan de Dios sobre ellos.
31 «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y
¿a quién se parecen?
32 Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se
gritan unos a otros diciendo: “Os hemos tocado la flauta, y no habéis
bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado.”
33 «Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía
vino, y decís: “Demonio tiene.”
34 Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Ahí
tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.”
35 Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos.»
36 Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del
fariseo, se puso a la mesa.
37 Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que
estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de
perfume,
38 y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus
lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba;
besaba sus pies y los ungía con el perfume.
39 Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste
fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando,
pues es una pecadora.»
40 Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte.» El dijo: «Di,
maestro.»
41 Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el
otro cincuenta.
42 Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le
amará más?»
43 Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más.» El
le dijo: «Has juzgado bien»,
44 y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer?
Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha
mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos.
45 No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de
besarme los pies.
46 No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con
perfume.
47 Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados,
porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor
muestra.»
48 Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.»
49 Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste que
hasta perdona los pecados?»
50 Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz.»

Lucas 8

1 Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos,
proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le
acompañaban los Doce,
2 y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y
enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete
demonios,
3 Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras
muchas que les servían con sus bienes.
4 Habiéndose congregado mucha gente, y viniendo a él de todas las
ciudades, dijo en parábola:
5 «Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte
cayó a lo largo del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron;
6 otra cayó sobre piedra, y después de brotar, se secó, por no tener
humedad;
7 otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la
ahogaron.
8 Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado.»
Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
9 Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola,
10 y él dijo: «A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del
Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que = viendo, no vean y,
oyendo, no entiendan. =
11 «La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios.
12 Los de a lo largo del camino, son los que han oído; después viene
el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven.
13 Los de sobre piedra son los que, al oír la Palabra, la reciben con
alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de
la prueba desisten.
14 Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo
de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los
placeres de la vida, y no llegan a madurez.
15 Lo que en buena tierra, son los que, después de haber oído,
conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con
perseverancia.
16 «Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone
debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que
entren vean la luz.
17 Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que
no venga a ser conocido y descubierto.
18 Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no
tenga, aun lo que crea tener se le quitará.»
19 Se presentaron donde él su madre y sus hermanos, pero no podían
llegar hasta él a causa de la gente.
20 Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren
verte.»
21 Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que
oyen la Palabra de Dios y la cumplen.»
22 Sucedió que cierto día subió a una barca con sus discípulos, y les
dijo: «Pasemos a la otra orilla del lago.» Y se hicieron a la mar.
23 Mientras ellos navegaban, se durmió. Se abatió sobre el lago una
borrasca; se inundaba la barca y estaban en peligro.
24 Entonces, acercándose, le despertaron, diciendo: «¡Maestro,
Maestro, que perecemos!» El, habiéndose despertado, increpó al viento y al
oleaje, que amainaron, y sobrevino la bonanza.
25 Entonces les dijo: «¿Dónde está vuestra fe?» Ellos, llenos de temor,
se decían entre sí maravillados: «Pues ¿quién es éste, que impera a los
vientos y al agua, y le obedecen?»

%d bloggers like this: