II Macabeos 3
1 Mientras la ciudad santa era habitada en completa paz y las leyes
guardadas a la perfección, gracias a la piedad y al aborrecimiento de mal
del sumo sacerdote Onías,
2 sucedía que hasta los reyes veneraban el Lugar Santo y honraban el
Templo con magníficos presentes,
3 hasta el punto de que Seleuco, rey de Asia, proveía con sus propias
rentas a todos los gastos necesarios para el servicio de los sacrificios.
4 Pero un tal Simón, de la tribu de Bilgá, constituido administrador
del Templo, tuvo diferencias con el sumo sacerdote sobre la reglamentación
del mercado de la ciudad.
5 No pudiendo vencer a Onías, se fue donde Apolonio, hijo de
Traseo, estratega por entonces de Celesiria y Fenicia,
6 y le comunicó que el tesoro de Jerusalén, estaba repleto de riquezas
incontables, hasta el punto de ser incalculable la cantidad de dinero, sin
equivalencia con los gastos de los sacrificios, y que era posible que cayeran
en poder del rey.
7 Apolonio en conversación con el rey le habló de las riquezas de que
había tenido noticia y entonces el rey designó a Heliodoro, el encargado de
sus negocios, y le envió con la orden de realizar la trasferencia de las
mencionadas riquezas.
8 Enseguida Heliodoro emprendía el viaje con el pretexto de
inspeccionar las ciudades de Celesiria y Fenicia, pero en realidad para
ejecutar el proyecto del rey.
9 Llegado a Jerusalén y amistosamente acogido por el sumo sacerdote
y por la ciudad, expuso el hecho de la denuncia e hizo saber el motivo de
su presencia; preguntó si las cosas eran realmente así.
10 Manifestó el sumo sacerdote que eran depósitos de viudas y
huérfanos,
11 que una parte pertenecía a Hicarno, hijo de Tobías, personaje de
muy alta posición y, contra lo que había calumniado el impío Simón, que el
total era de cuatrocientos talentos de plata y doscientos de oro;
12 que de ningún modo se podía perjudicar a los que tenían puesta su
confianza en la santidad del Lugar, y en la majestad inviolable de aquel
Templo venerado en todo el mundo.
13 Pero Heliodoro, en virtud de las órdenes del rey, mantenía de
forma terminante que los bienes debían pasar al tesoro real.
14 En la fecha fijada hacía su entrada para realizar el inventario de los
bienes. No era pequeña la angustia en toda la ciudad:
15 los sacerdotes, postrados ante el altar con sus vestiduras
sacerdotales, suplicaban al Cielo, el que había dado la ley sobre los bienes
en depósito, que los guardara intactos para quienes los habían depositado.
16 El ver la figura del sumo sacerdote llegaba a partir el alma, pues su
aspecto y su color demudado manifestaban la angustia de su alma.
17 Aquel hombre estaba embargado de miedo y temblor en su cuerpo,
con lo que mostraba a los que le contemplaban el dolor que había en su
corazón.
18 De las casas salía en tropel la gente a una rogativa pública porque
el lugar estaba a punto de caer en oprobio.
19 Las mujeres, ceñidas de saco bajo el pecho, llenaban las calles; de
las jóvenes, que estaban recluidas, unas corrían a las puertas, otras subían a
los muros, otras se asomaban por las ventanas.
20 Todas, con las manos tendidas al cielo, tomaban parte en la
súplica.
21 Daba compasión aquella multitud confusamente postrada y el
sumo sacerdote angustiado en honda ansiedad.
22 Mientras ellos invocaban al Señor Todopoderoso para que
guardara intactos, en completa seguridad, los bienes en depósito para
quienes los habían confiado,
23 Heliodoro llevaba a cabo lo que tenía decidido.
24 Estaba ya allí mismo con su guardia junto al Tesoro, cuando el
Soberano de los Espíritus y de toda Potestad, se manifestó en su grandeza,
de modo que todos los que con él juntos se habían atrevido a acercarse,
pasmados ante el poder de Dios, se volvieron débiles y cobardes.
25 Pues se les apareció un caballo montado por un jinete terrible y
guarnecido con riquísimo arnés; lanzándose con ímpetu levantó contra
Heliodoro sus patas delanteras. El que lo montaba aparecía con una
armadura de oro.
26 Se le aparecieron además otros dos jóvenes de notable vigor,
espléndida belleza y magníficos vestidos que colocándose a ambos lados, le
azotaban sin cesar, moliéndolo a golpes.
27 Al caer de pronto a tierra, rodeado de densa oscuridad, lo
recogieron y lo pusieron en una litera;
28 al mismo que poco antes, con numeroso séquito y con toda su
guardia, había entrado en el mencionado Tesoro, lo llevaban ahora incapaz
de valerse por sí mismo, reconociendo todos claramente la soberanía de
Dios.
29 Mientras él yacía mudo y privado de toda esperanza de salvación,
a causa del poder divino,
30 otros bendecían al Señor que había glorificado maravillosamente
su propio Lugar; y el Templo, lleno poco antes de miedo y turbación,
rebosaba de gozo y alegría después de la manifestación del Señor
Todopoderoso.
31 Pronto algunos de los acompañantes de Heliodoro, instaban a
Onías que invocara al Altísimo para que diese la gracia de vivir a aquel que
yacía ya en su último suspiro.
32 Temiendo el sumo sacerdote que acaso el rey sospechara que los
judíos hubieran perpetrado alguna fechoría contra Heliodoro, ofreció un
sacrificio por la salud de aquel hombre.
33 Mientras el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio de expiación, se
aparecieron otra vez a Heliodoro los mismos jóvenes, vestidos con la
misma indumentaria y en pie le dijeron: «Da muchas gracias al sumo
sacerdote Onías, pues por él te concede el Señor la gracia de vivir;
34 y tú, que has sido azotado por el Cielo, haz saber a todos la
grandeza del poder de Dios.» En diciendo esto, desparacieron.
35 Heliodoro, habiendo ofrecido al Señor un sacrificio y tras haber
orado largamente al que le había concedido la vida, se despidió de Onías y
volvió con sus tropas donde el rey.
36 Ante todos daba testimonio de las obras del Dios grande que él
había contemplado con sus ojos.
37 Al preguntar el rey a Heliodoro a quién convendría enviar otra vez
a Jerusalén, él respondió:
38 «Si tienes algún enemigo conspirador contra el Estado, mándalo
allá y te volverá molido a azotes, si es que salva su vida, porque te aseguro
que rodea a aquel Lugar una fuerza divina.
39 Pues el mismo que tiene en los cielos su morada, vela y protege
aquel Lugar; y a los que se acercan con malas intenciones los hiere de
muerte.»
40 Así sucedieron las cosas relativas a Heliodoro y a la preservación
del Tesoro.
II Macabeos 4
1 En mencionado Simón, delator de los tesoros y de la patria,
calumniaba a Onías como si éste hubiera maltratado a Heliodoro y fuera el
causante de sus desgracias;
2 y se atrevía a decir que el bienhechor de la ciudad, el defensor de
sus compatriotas y celoso observante de las leyes, era un conspirador contra
el Estado.
3 A tal punto llegó la hostilidad, que hasta se cometieron asesinatos
por parte de uno de los esbirros de Simón.
4 Considerando Onías que aquella rivalidad era intolerable y que
Apolonio, hijo de Menesteo, estratega de Celesira y Fenicia, instigaba a
Simón al mal,
5 se hizo llevar donde el rey, no porque pretendiera acusar a sus
conciudadanos, sino que miraba por los intereses generales y particulares de
toda su gente.
6 Pues bien veía que sin la intervención real era ya imposible
pacificar la situación y detener a Simón en sus locuras.
7 Cuando Seleuco dejó esta vida y Antíoco, por sobrenombre
Epífanes, comenzó a reinar, Jasón, el hermano de Onías, usurpó el sumo
pontificado,
8 después de haber prometido al rey, en una conversación, 360
talentos de plata y ochenta talentos de otras rentas.
9 Se comprometía además a firmar el pago de otro 150, si se le
concedía la facultad de instalar por su propia cuenta un gimnasio y una
efebía, así como la de inscribir a los Antioquenos en Jerusalén.
10 Con el consentimiento del rey y con los poderes en su mano,
pronto cambió las costumbres de sus compatriotas conforme al estilo
griego.
11 Suprimiendo los privilegios que los reyes habían concedido a los
judíos por medio de Juan, padre de Eupólemo, el que fue enviado en
embajada a los romanos para un tratado de amistad y alianza, y abrogando
las instituciones legales, introdujo costumbres nuevas, contrarias a la Ley.
12 Así pues, fundó a su gusto un gimnasio bajo la misma acrópolis e
indujo a lo mejor de la juventud a educarse bajo el petaso.
13 Era tal el auge del helenismo y el progreso de la moda extranjera a
causa de la extrema perversidad de aquel Jasón, que tenía más de impío que
de sumo sacerdote,
14 que ya los sacerdotes no sentían celo por el servicio del altar, sino
que despreciaban el Templo; descuidando los sacrificios, en cuanto se daba
la señal con el gong se apresuraban a tomar parte en los ejercicios de la
palestra contrarios a la ley;
15 sin apreciar en nada la honra patria, tenían por mejores las glorias
helénicas.
16 Por esto mismo, una difícil situación les puso en aprieto, y
tuvieron como enemigos y verdugos a los mismos cuya conducta emulaban
y a quienes querían parecerse en todo.
17 Pues no resulta fácil violar las leyes divinas; así lo mostrará el
tiempo venidero.
18 Cuando se celebraron en Tiro los juegos cuadrienales, en presencia
del rey,
19 el impuro Jasón envió embajadores, como Antioquenos de
Jerusalén, que llevaban consigo trescientas dracmas de plata para el
sacrificio de Hércules. Pero los portadores prefirieron, dado que no
convenía, no emplearlas en el sacrificio, sino en otros gastos.
20 Y así, el dinero que estaba destinado por voluntad del que lo
enviaba, al sacrificio de Hércules, se empleó por deseo de los portadores, en
la construcción de las trirremes.
21 Apolonio, hijo de Menesteo, fue enviado a Egipto para la boda del
rey Filométor. Cuando supo Antíoco que aquél se había convertido en su
adversario político se preocupó de su propia seguridad; por eso, pasando
por Joppe, se presentó en Jerusalén.
22 Fue magníficamente recibido por Jasón y por la ciudad, e hizo su
entrada entre antorchas y aclamaciones. Después de esto llevó sus tropas
hasta Fenicia.
23 Tres años después, Jasón envió a Menelao, hermano del ya
mencionado Simón, para llevar el dinero al rey y gestionar la negociación
de asuntos urgentes.
24 Menelao se hizo presentar al rey, a quien impresionó con su aire
majestuoso, y logró ser investido del sumo sacerdocio, ofreciendo
trescientos talentos de plata más que Jasón.
25 Provisto del mandato real, se volvió sin poseer nada digno del
sumo sacerdocio, sino más bien el furor de un cruel tirano y la furia de una
bestia salvaje.
26 Jasón, por su parte, suplantador de su propio hermano y él mismo
suplantado por otro, se vio forzado a huir al país de Ammán.
27 Menelao detentaba ciertamente el poder, pero nada pagaba del
dinero prometido al rey,
28 aunque Sóstrates, el alcaide de la Acrópolis, se lo reclamaba, pues
a él correspondía la percepción de los tributos. Por este motivo, ambos
fueron convocados por el rey.
29 Menelao dejó como sustituto del sumo sacerdocio a su hermano
Lisímaco; Sóstrates a Crates, jefe de los chipriotas. a Crates, jefe de los
chipriotas.
30 Mientras tanto, sucedió que los habitantes de Tarso y de Malos se
sublevaron por haber sido cedidas sus ciudades como regalo a Antioquida,
la concubina del rey.
31 Fue, pues, el rey a toda prisa, para poner orden en la situación,
dejando como sustituto a Andrónico, uno de los dignatarios.
32 Menelao pensó aprovecharse de aquella buena oportunidad;
arrebató algunos objetos de oro del Templo, y se los regaló a Andrónico;
también logró vender otros en Tiro y en las ciudades de alrededor.
33 Cuando Onías llegó a saberlo con certeza, se lo reprochó, no sin
haberse retirado antes a un lugar de refugio, a Dafne, cerca de Antioquía.
34 Por eso, Menelao, a solas con Andrónico, le incitaba a matar a
Onías. Andrónico se llegó donde Onías, y, confiando en la astucia,
estrechándole la mano y dándole la diestra con juramento, perusadió a
Onías, aunque a éste no le faltaban sospechas, a salir de su refugio, e
inmediatamente le dio muerte, sin respeto alguno a la justicia.
35 Por este motivo no sólo los judíos sino también muchos de las
demás naciones se indignaron y se irritaron por el injusto asesinato de aquel
hombre.
36 Cuando el rey volvió de las regiones de Cilicia, los judíos de la
ciudad junto con los griegos, que también odiaban el mal, fueron a su
encuentro a quejarse de la injustificada muerte de Onías.
37 Antíoco, hondamente estristecido y movido a compasión, lloró
recordando la prudencia y la gran moderación del difunto.
38 Encendido en ira, despojó inmediatamente a Andrónico, de la
púrpura y desgarró sus vestidos. Le hizo conducir por toda la ciudad hasta
el mismo lugar donde tan impíamente había tratado a Onías; allí hizo
desaparecer de este mundo al criminal, a quien el Señor daba el merecido
castigo.
39 Lisímaco había cometido muchos robos sacrílegos en la ciudad
con el consentimiento de Menelao, y la noticia se había divulgado fuera;
por eso la multitud se amotinó contra Lisímaco. Pero eran ya muchos los
objetos de oro que estaban dispersos.
40 Como las turbas estaban excitadas y en el colmo de su cólera,
Lisímaco armó a cerca de 3.000 hombres e inició la represión violenta,
poniendo por jefe a un tal Aurano, avanzado en edad y no menos en locura.
41 Cuando se dieron cuenta del ataque de Lisímaco, unos se armaron
de piedras, otros de estacas y otros, tomando a puñadas ceniza que allí
había, lo arrojaban todo junto contra las tropas de Lisímaco.
42 De este modo hirieron a muchos de ellos, y mataron a algunos; a
todos los demás los pusieron en fuga, y al mismo ladrón sacrílego le
mataron junto al Tesoro.
43 Sobre todos estos hechos se instruyó proceso contra Menelao.
44 Cuando el rey llegó a Tiro, tres hombres enviados por el Senado
expusieron ante él el alegato.
45 Menelao, perdido ya, prometió una importante suma a Tolomeo,
hijo de Dorimeno, para que persuadiera al rey.
46 Entonces Tolomeo, llevando al rey aparte a una galería como para
tomar el aire, le hizo cambiar de parecer,
47 de modo que absolvió de las acusaciones a Menelao, el causante
de todos los males, y, en cambio, condenó a muerte a aquellos infelices que
hubieran sido absueltos, aun cuando hubieran declarado ante un tribunal de
escitas.
48 Así que, sin dilación, sufrieron aquella injusta pena los que habían
defendido la causa de la ciudad, del pueblo y de los vasos sagrados.
49 Por este motivo, algunos tirios, indignados contra aquella
iniquidad, prepararon con magnificencia su sepultura.
50 Menelao, por su parte, por la avaricia de aquellos gobernantes,
permaneció en el poder, creciendo en maldad, constituido en el principal
adversario de sus conciudadanos.
II Macabeos 5
1 Por esta época preparaba Antíoco la segunda expedición a Egipto.
2 Sucedió que durante cerca de cuarenta días aparecieron en toda la
ciudad, corriendo por los aires, jinetes vestidos de oro, tropas armadas
distribuidas en cohortes,
3 escuadrones de caballería en orden de batalla, ataques y cargas de
una y otra parte, movimiento de escudos, espesura de lanzas, espadas
desenvainadas, lanzamiento de dardos, resplandores de armaduras de oro y
corazas de toda clase.
4 Ante ello todos rogaban que aquella aparición presagiase algún
bien.
5 Al difundirse el falso rumor de que Antíoco había dejado esta vida,
Jasón, con no menos de mil hombres, lanzó un ataque imprevisto contra la
ciudad; al ser rechazados los que estaban en la muralla y capturada ya por
fin la ciudad, Menelao se refugió en la Acrópolis.
6 Jasón hacía cruel matanza de sus propios ciudadanos sin caer en
cuenta que un éxito sobre sus compatriotas era el peor de los desastres; se
imaginaba ganar trofeos de enemigos y no de sus compatriotas.
7 Pero no logró el poder; sino que al fin, con la ignominia ganada por
sus intrigas, se fue huyendo de nuevo al país de Ammán.
8 Por último encontró un final desastroso: acusado ante Aretas, tirano
de los árabes, huyendo de su ciudad, perseguido por todos, detestado como
apóstata de las leyes, y abominado como verdugo de la patria y de los
conciudadanos, fue arrojado a Egipto.
9 El que a muchos había desterrado de la patria, en el destierro murió,
cuando se dirigía a Lacedemonia, con la esperanza de encontrar protección
por razón de parentesco;
10 y el que a tantos había privado de sepultura, pasó sin ser llorado,
sin recibir honras fúnebres ni tener un sitio en la sepultura de sus padres.
11 Cuando llegaron al rey noticias de lo sucedido, sacó la conclusión
de que Judea se separaba; por eso regresó de Egipto, rabioso como una
fiera, tomó la ciudad por las armas,
12 y ordenó a los soldados que hirieran sin compasión a los que
encontraran y que mataran a los que subiesen a los terrados de las casas.
13 Perecieron jóvenes y ancianos; fueron asesinados muchachos,
mujeres y niños, y degollaron a doncellas y niños de pecho.
14 En sólo tres días perecieron 80.000 personas, 40.000 en la refriega
y otros, en número no menor que el de las víctimas, fueron vendidos como
esclavos.
15 Antíoco, no contento con esto, se atrevió a penetrar en el Templo
más santo de toda la tierra, llevando como guía a Menelao, el traidor a las
leyes y a la patria.
16 Con sus manos impuras tomó los vasos sagrados y arrebató con
sus manos profanas las ofrendas presentadas por otros reyes para
acrecentamiento de la gloria y honra del Lugar.
17 Antíoco estaba engreído en su pensamiento, sin considerar que el
Soberano estaba irritado por poco tiempo a causa de los pecados de los
habitantes de la ciudad y por eso desviaba su mirada del Lugar.
18 Pero de no haberse dejado arrastrar ellos por los muchos pecados,
el mismo Antíoco, como Heliodoro, el enviado por el rey Seleuco para
inspeccionar el Tesoro, al ser azotado nada más llegar, habría renunciado a
su osadía.
19 Pero el Señor no ha elegido a la nación por el Lugar, sino el Lugar
por la nación.
20 Por esto, también el mismo Lugar, después de haber participado de
las desgracias acaecidas a la nación, ha tenido luego parte en sus beneficios;
y el que había sido abandonado en tiempo de la cólera del Todopoderoso,
de nuevo en tiempo de la reconciliación del gran Soberano, ha sido
restaurado con toda su gloria.
21 Así pues, Antíoco, llevándose del Templo 1.800 talentos, se fue
pronto a Antioquía, creyendo en su orgullo que haría la tierra navegable y el
mar viable, por la arrogancia de su corazón.
22 Dejó también prefectos para hacer daño a la raza: en Jerusalén a
Filipo, de raza frigia, que tenía costumbres más bárbaras que el le había
nombrado;
23 en el monte Garizim, a Andrónico, y además de éstos, a Menelao,
que superaba a los demás en maldad contra sus conciudadanos. El rey, que
albergaba hacia los judíos sentimientos de odio,
24 envió al Misarca Apolonio con un ejército de 22.000 hombres, y la
orden de degollar a todos los que estaban en el vigor de la edad, y de vender
a las mujeres y a los más jóvenes.
25 Llegado éste a Jerusalén y fingiendo venir en son de paz esperó
hasta el día santo del sábado. Aprovechando el descanso de los judíos,
mandó a sus tropas que se equiparan con las armas,
26 y a todos los que salían a ver aquel espectáculo, los hizo matar e,
invadiendo la ciudad con los soldados armados, hizo caer una considerable
multitud.
27 Pero Judas, llamado también Macabeo, formó un grupo de unos
diez y se retiró al desierto. Llevaba con sus compañeros, en las montañas,
vida de fieras salvajes, sin comer más alimento que hierbas, para no
contaminarse de impureza.
II Macabeos 6
1 Poco tiempo después, el rey envió al ateniense Geronta para obligar
a los judíos a que desertaran de las leyes de sus padres y a que dejaran de
vivir según las leyes de su Dios;
2 y además para contaminar el Templo de Jerusalén, dedicándolo a
Zeus Olímpico, y el de Garizim, a Zeus Hospitalario, como lo habían
pedido los habitantes del lugar.
3 Este recrudecimiento del mal era para todos penoso e insoportable.
4 El Templo estaba lleno de desórdenes y orgías por parte de los
paganos que holgaban con meretrices y que en los atrios sagrados andaban
con mujeres, y hasta introducían allí cosas prohibidas.
5 El altar estaba repleto de víctimas ilícitas, prohibidas por las leyes.
6 No se podía ni celebrar el sábado, ni guardar las fiestas patrias, ni
siquiera confesarse judío;
7 antes bien eran obligados con amarga violencia a la celebración
mensual del nacimiento del rey con un banquete sacrificial y, cuando
llegaba la fiesta de Dióniso, eran forzados a formar parte de su cortejo,
coronados de hiedra.
8 Por instigación de los habitantes de Tolemaida salió un decreto para
las vecinas ciudades griegas, obligándolas a que procedieran de la misma
forma contra los judíos y a que les hicieran participar en los banquetes
sacrificiales,
9 con orden de degollar a los que no adoptaran el cambio a las
costumbres griegas. Podíase ya entrever la calamidad inminente.
10 Dos mujeres fueron delatadas por haber circuncidado a sus hijos;
las hicieron recorrer públicamente la ciudad con los niños colgados del
pecho, y las precipitaron desde la muralla.
11 Otros que se habían reunido en cuevas próximas para celebrar a
escondidas el día séptimo, fueron denunciados a Filipo y quemados juntos,
sin que quisieran hacer nada en su defensa, por respeto a la santidad del día.
12 Ruego a los lectores de este libro que no se desconcierten por estas
desgracias; piensen antes bien que estos castigos buscan no la destrucción,
sino la educación de nuestra raza;
13 pues el no tolerar por mucho tiempo a los impíos, de modo que
pronto caigan en castigos, es señal de gran benevolencia.
14 Pues con las demás naciones el Soberano, para castigarlas,
aguarda pacientemente a que lleguen a colmar la medida de sus pecados;
pero con nosotros ha decidido no proceder así,
15 para que no tenga luego que castigarnos, al llegar nuestros pecados
a la medida colmada.
16 Por eso mismo nunca retira de nosotros su misericordia: cuando
corrige con la desgracia, no está abandonando a su propio pueblo.
17 Quede esto dicho a modo de recuerdo. Después de estas pocas
palabras, prosigamos la narración.
18 A Eleazar, uno de los principales escribas, varón de ya avanzada
edad y de muy noble aspecto, le forzaban a abrir la boca y a comer carne
de puerco.
19 Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame,
marchaba voluntariamente al suplicio del apaleamiento,
20 después de escupir todo, que es como deben proceder los que
tienen valentía rechazar los alimentos que no es lícito probar ni por amor a
la vida.
21 Los que estaban encargados del banquete sacrificial contrario a la
Ley, tomándole aparte en razón del conocimiento que de antiguo tenían
con este hombre, le invitaban a traer carne preparada por él mismo, y que le
fuera lícita; a simular como si comiera la mandada por el rey, tomada del
sacrificio,
22 para que, obrando así, se librara de la muerte, y por su antigua
amistad hacia ellos alcanzara benevolencia.
23 Pero él, tomando una noble resolución digna de su edad, de la
prestancia de su ancianidad, de sus experimentadas y ejemplares canas, de
su inmejorable proceder desde niño y, sobre todo, de la legislación santa
dada por Dios, se mostró consecuente consigo diciendo que se le mandara
pronto al Hades.
24 «Porque a nuestra edad no es digno fingir, no sea que muchos
jóvenes creyendo que Eleazar, a sus noventa años, se ha pasado a las
costumbres paganas,
25 también ellos por mi simulación y por mi apego a este breve resto
de vida, se desvíen por mi culpa y yo atraiga mancha y deshonra a mi vejez.
26 Pues aunque me libre al presente del castigo de los hombres, sin
embargo ni vivo ni muerto podré escapar de las manos del Todopoderoso.
27 Por eso, al abandonar ahora valientemente la vida, me mostraré
digno de mi ancianidad,
28 dejando a los jóvenes un ejemplo noble al morir generosamente
con ánimo y nobleza por las leyes venerables y santas.» Habiendo dicho
esto, se fue enseguida al suplicio del apaleamiento.
29 Los que le llevaban cambiaron su suavidad de poco antes en
dureza, después de oír las referidas palabras que ellos consideraban una
locura;
30 él, por su parte, a punto ya de morir por los golpes, dijo entre
suspiros: «El Señor, que posee la ciencia santa, sabe bien que, pudiendo
librarme de la muerte, soporto flagelado en mi cuerpo recios dolores, pero
en mi alma los sufro con gusto por temor de él.»
31 De este modo llegó a su tránsito. (No sólo a los jóvenes, sino
también a la gran mayoría de la nación, Eleazar dejó su muerte como
ejemplo de nobleza y recuerdo de virtud.)
II Macabeos 7
1 Sucedió también que siete hermanos apresados junto con su madre,
eran forzados por el rey, flagelados con azotes y nervios de buey, a probar
carne de puerco (prohibida por la Ley).
2 Uno de ellos, hablando en nombre de los demás, decía así: «¿Qué
quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes
que violar las leyes de nuestros padres.»
3 El rey, fuera de sí, ordenó poner al fuego sartenes y calderas.
4 En cuanto estuvieron al rojo, mandó cortar la lengua al que había
hablado en nombre de los demás, arrancarle el cuero cabelludo y cortarle
las extremidades de los miembros, en presencia de sus demás hermanos y
de su madre.
5 Cuando quedó totalmente inutilizado, pero respirando todavía,
mandó que le acercaran al fuego y le tostaran en la sartén. Mientras el humo
de la sartén se difundía lejos, los demás hermanos junto con su madre se
animaban mutuamente a morir con generosidad, y decían:
6 «El Señor Dios vela y con toda seguridad se apiadará de nosotros,
como declaró Moisés en el cántico que atestigua claramente: “Se apiadará
de sus siervos”.»
7 Cuando el primero hizo así su tránsito, llevaron al segundo al
suplicio y después de arrancarle la piel de la cabeza con los cabellos, le
preguntaban: «¿Vas a comer antes de que tu cuerpo sea torturado miembro
a miembro?»
8 El respondiendo en su lenguaje patrio, dijo: «¡No!» Por ello,
también éste sufrió a su vez la tortura, como el primero.
9 Al llegar a su último suspiro dijo: «Tú, criminal, nos privas de la
vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes,
nos resucitará a una vida eterna.»
10 Después de éste, fue castigado el tercero; en cuanto se lo pidieron,
presentó la lengua, tendió decidido las manos
11 (y dijo con valentía: «Por don del Cielo poseo estos miembros, por
sus leyes los desdeño y de El espero recibirlos de nuevo).»
12 Hasta el punto de que el rey y sus acompañantes estaban
sorprendidos del ánimo de aquel muchacho que en nada tenía los dolores.
13 Llegado éste a su tránsito, maltrataron de igual modo con suplicios
al cuarto.
14 Cerca ya del fin decía así: «Es preferible morir a manos de
hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por
él; para ti, en cambio, no habrá resurrección a la vida.»
15 Enseguida llevaron al quinto y se pusieron a atormentarle.
16 El, mirando al rey, dijo: «Tú, porque tienes poder entre los
hombres aunque eres mortal, haces lo que quieres. Pero no creas que Dios
ha abandonado a nuestra raza.
17 Aguarda tú y contemplarás su magnifico poder, cómo te
atormentará a ti y a tu linaje.»
18 Después de éste, trajeron al sexto, que estando a punto de morir
decía: «No te hagas ilusiones, pues nosotros por nuestra propia culpa
padecemos; por haber pecado contra nuestro Dios (nos suceden cosas
sorprendentes).
19 Pero no pienses quedar impune tú que te has atrevido a luchar
contra Dios.»
20 Admirable de todo punto y digna de glorioso recuerdo fue aquella
madre que, al ver morir a sus siete hijos en el espacio de un solo día, sufría
con valor porque tenía la esperanza puesta en el Señor.
21 Animaba a cada uno de ellos en su lenguaje patrio y, llena de
generosos sentimientos y estimulando con ardor varonil sus reflexiones de
mujer, les decía:
22 «Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os
regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada
uno.
23 Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su
nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu
y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a
causa de sus leyes.»
24 Antíoco creía que se le despreciaba a él y sospechaba que eran
palabras injuriosas. Mientras el menor seguía con vida, no sólo trataba de
ganarle con palabras, sino hasta con juramentos le prometía hacerle rico y
muy feliz, con tal de que abandonara las tradiciones de sus padres; le haría
su amigo y le confiaría altos cargos.
25 Pero como el muchacho no le hacía ningún caso, el rey llamó a la
madre y la invitó a que aconsejara al adolescente para salvar su vida.
26 Tras de instarle él varias veces, ella aceptó el persuadir a su hijo.
27 Se inclinó sobre él y burlándose del cruel tirano, le dijo en su
lengua patria: «Hijo, ten compasión de mí que te llevé en el seno por nueve
meses, te amamanté por tres años, te crié y te eduqué hasta la edad que
tienes (y te alimenté).
28 Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que
hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el
género humano ha llegado así a la existencia.
29 No temas a este verdugo, antes bien, mostrándote digno de tus
hermanos, acepta la muerte, para que vuelva yo a encontrarte con tus
hermanos en la misericordia.»
30 En cuanto ella terminó de hablar, el muchacho dijo: «¿Qué
esperáis? No obedezco el mandato del rey; obedezco el mandato de la Ley
dada a nuestros padres por medio de Moisés.
31 Y tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos,
no escaparás de las manos de Dios.
32 (Cierto que nosotros padecemos por nuestros pecados.)
33 Si es verdad que nuestro Señor que vive, está momentáneamente
irritado para castigarnos y corregirnos, también se reconciliará de nuevo
con sus siervos.
34 Pero tú, ¡oh impío y el más criminal de todos los hombres!, no te
engrías neciamente, entregándote a vanas esperanzas y alzando la mano
contra sus siervos;
35 porque todavía no has escapado del juicio del Dios que todo lo
puede y todo lo ve.
36 Pues ahora nuestros hermanos, después de haber soportado una
corta pena por una vida perenne, cayeron por la alianza de Dios; tú, en
cambio, por el justo juicio de Dios cargarás con la pena merecida por tu
soberbia.
37 Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes
de mis padres, invocando a Dios para que pronto se muestre propicio con
nuestra nación, y que tú con pruebas y azotes llegues a confesar que él es el
único Dios.
38 Que en mí y en mis hermanos se detenga la cólera del
Todopoderoso justamente descargada sobre toda nuestra raza.»
39 El rey, fuera de sí, se ensañó con éste con mayor crueldad que con
los demás, por resultarle amargo el sarcasmo.
40 También éste tuvo un limpio tránsito, con entera confianza en el
Señor.
41 Por último, después de los hijos murió la madre.
42 Sea esto bastante para tener noticia de los banquetes sacrificiales y
de las crueldades sin medida.
II Macabeos 8
1 Judas, llamado también Macabeo, y sus compañeros entraban
sigilosamente en los pueblos, llamaban a sus hermanos de raza y acogiendo
a los que permanecían fieles al judaísmo, llegaron a reunir 6.000 hombres.
2 Rogaban al Señor que mirase por aquel pueblo que todos
conculcaban; que tuviese piedad del santuario profanado por los hombres
impíos;
3 que se compadeciese de la ciudad destruida y a punto de ser
arrasada, y que escuchase las voces de la sangre que clamaba a él;
4 que se acordase de la inicua matanza de niños inocentes y de las
blasfemias proferidas contra su nombre, y que mostrase su odio al mal.
5 Macabeo, con su tropa organizada, fue ya invencible para los
gentiles, al haberse cambiado en misericordia la cólera del Señor.
6 Llegando de improviso, incendiaba ciudades y pueblos; después de
ocupar las posiciones estratégicas, causaba al enemigo grandes pérdidas.
7 Prefería la noche como aliada para tales incursiones. La fama de su
valor se extendía por todas partes.
8 Al ver Filipo que este hombre progesaba paulatinamente y que sus
éxitos eran cada día más frecuentes, escribió a Tolomeo, estratega de
Celesiria y Fenicia para que viniese en ayuda de los intereses del rey.
9 Este designó enseguida a Nicanor, hijo de Patroclo, uno de sus
primeros amigos, y le envió al frente de no menos de 20.000 hombres de
todas las naciones para exterminar la raza entera de Judea. Puso a su lado a
Gorgias, general con experiencia en lides guerreras.
10 Nicanor intentaba, por su parte, saldar con la venta de prisioneros
judíos, el tributo de 2.000 talentos que el rey debía a los romanos.
11 Pronto envió a las ciudades marítimas una invitación para que
vinieran a comprar esclavos judíos, prometiendo entregar noventa esclavos
por un talento sin esperarse el castigo del Todopoderoso que estaba a punto
de caer sobre él.
12 Llegó a Judas la noticia de la expedición de Nicanor. Cuando
comunicó a los que le acompañaban que el ejército se acercaba,
13 los cobardes y desconfiados de la justicia divina, comenzaron a
escaparse y alejarse del lugar;
14 los demás vendían todo lo que les quedaba, y pedían al mismo
tiempo al Señor que librara a los que el impío Nicanor tenía vendidos aun
ante de haberse enfrentado.
15 Si no por ellos, sí por las alianzas con sus padres y porque
invocaban en su favor el venerable y majestuoso Nombre.
16 Después de reunir a los suyos, en número de 6.000, el Macabeo les
exhortaba a no dejarse amedrentar por los enemigos y a no temer a la
muchedumbre de gentiles que injustamente venían contra ellos, sino a
combatir con valor,
17 teniendo a la vista el ultraje que inicuamente habían inferido al
Lugar Santo, los suplicios infligidos a la ciudad y la abolición de las
instituciones ancestrales.
18 «Ellos, les dijo, confían en sus armas y en su audacia; pero
nosotros tenemos nuestra confianza puesta en Dios Todopoderoso, que
puede abatir con un gesto a los que vienen contra nosotros y al mundo
entero.»
19 Les enumeró los auxilios dispensados a sus antecesores,
especialmente frente a Senaquerib, cuando perecieron 185.000,
20 y el recibido en Babilonia, en la batalla contra los gálatas, cuando
entraron en acción todos los 8.000 judíos junto a los 4.000 macedonios, y
cuando los macedonios se hallaban en apuros, los 8.000 derrotaron a
120.000, gracias al auxilio que les llegó del cielo, y se hicieron con un gran
botín.
21 Después de haberlos enardecido con estas palabras y de haberlos
dispuesto a morir por las leyes y por la patria, dividió el ejército en cuatro
cuerpos.
22 Puso a sus hermanos, Simón, José y Jonatán, al frente de cada
cuerpo, dejando a las órdenes de cada uno 1.500 hombres.
23 Además mandó a Esdrías que leyera el libro sagrado; luego, dando
como consigna «Auxilio de Dios», él mismo al frente del primer cuerpo
trabó combate con Nicanor.
24 Al ponerse el Todopoderoso de su parte en la lucha, dieron muerte
a más de 9.000 enemigos, hirieron y mutilaron a la mayor parte del ejército
de Nicanor, y a todos los demás los pusieron en fuga.
25 Se apoderaron del dinero de los que habían venido a comprarlos.
Después de haberlos perseguido bastante tiempo, se volvieron, obligados
por la hora,
26 pues era víspera del sábado, y por esta causa no continuaron en su
persecución.
27 Una vez que hubieron amontonado las armas y recogido los
despojos de los enemigos, comenzaron la celebración del sábado,
desbordándose en bendiciones y alabanzas al Señor que en aquel día les
había salvado, estableciendo el comienzo de su misericordia.
28 Al acabar el sábado, dieron una parte del botín a los que habían
sufrido la persecución, así como a las viudas y huérfanos; ellos y sus hijos
se repartieron el resto.
29 Hecho esto, en rogativa pública rogaron al Señor misericordioso
que se reconciliara del todo con sus siervos.
30 En su combate con las tropas de Timoteo y Báquides, mataron a
éstos más de 20.000 hombres, se adueñaron por completo de altas fortalezas
y dividieron el inmenso botín en partes iguales, una para ellos y otra para
los que habían sufrido la persecución, los huérfanos y las viudas, así como
para los ancianos.
31 Con todo cuidado reunieron las armas capturadas en lugares
convenientes y llevaron a Jerusalén el resto de los despojos.
32 Mataron al filarca de la escolta de Timoteo, hombre muy impío
que había causado mucho pesar a los judíos.
33 Mientras celebraban la victoria en su patria, quemaron a los que
habían incendiado los portones sagrados, así como a Calístenes, que estaban
refugiados en una misma casita, y que recibieron así la merecida paga de su
impiedad.
34 Nicanor, tres veces criminal, que había traído a los mil
comerciantes para la venta de los judíos,
35 con el auxilio del Señor, quedó humillado por los mismos que él
despreciaba como los más viles; despojándose de sus galas, como un
fugitivo a campo través, buscando la soledad llegó hasta Antioquía con
mucha suerte, después del desastre de su ejército.
36 El que había pretendido saldar el tributo debido a los romanos con
la venta de los prisioneros de Jerusalén, proclamaba que los judíos tenían a
Alguien que les defendía, y que los judíos eran invulnerables por el hecho
de que seguían las leyes prescritas por Aquél.
Sabiduría 3
1 En cambio, las almas de los justos están en las manos de Dios y no
les alcanzará tormento alguno.
2 A los ojos de los insensatos pareció que habían muerto; se tuvo por
quebranto su salida,
3 y su partida de entre nosotros por completa destrucción; pero ellos
están en la paz.
4 Aunque, a juicio de los hombres, hayan sufrido castigos, su
esperanza estaba llena de inmortalidad;
5 por una corta corrección recibirán largos beneficios. pues Dios los
sometió a prueba y los halló dignos de sí;
6 como oro en el crisol los probó y como holocausto los aceptó.
7 El día de su visita resplandecerán, y como chispas en rastrojo
correrán.
8 Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos y sobre ellos el
Señor reinará eternamente.
9 Los que en él confían entenderán la verdad y los que son fieles
permanecerán junto a él en el amor, porque la gracia y la misericordia son
para sus santos y su visita para sus elegidos.
10 En cambio, los impíos tendrán la pena que sus pensamientos
merecen, por desdeñar al justo y separarse del Señor.
11 Desgraciados los que desprecian la sabiduría y la instrucción;
vana es su esperanza, sin provecho sus fatigas, inútiles sus obras;
12 sus mujeres son insensatas, malvados sus hijos, maldita su
posteridad.
13 Dichosa la estéril sin mancilla, la que no conoce lecho de pecado;
tendrá su fruto en la visita de las almas.
14 Dichoso también el eunuco que con sus manos no obra iniquidad
ni fomenta pensamientos perversos contra el Señor; por su fidelidad se le
dará una escogida recompensa, una herencia muy agradable en el Santurario
del Señor.
15 Que el fruto de los esfuerzos nobles es glorioso, imperecedera la
raíz de la prudencia.
16 En cambio los hijos de adúlteros no llegarán a sazón, desaparecerá
la raza nacida de una unión culpable.
17 Si viven largos años, no alcanzarán estima alguna y al fin su
ancianidad carecerá de honor.
18 Y si mueren pronto, no tendrán esperanza ni consuelo en el día de
la sentencia,
19 pues duro es el fin de una raza inicua.
Sabiduría 4
1 Mejor es carencia de hijos acompañada de virtud, pues hay
inmortalidad en su recuerdo, porque es conocida por Dios y por los
hombres;
2 presente, la imitan, ausente, la añoran; en la eternidad, ceñida de
una corona, celebra su triunfo porque venció en la lucha por premios
incorruptibles.
3 En cambio, la numerosa prole de los impíos será inútil; viniendo de
renuevos bastardos, no echará raíces profundas ni se asentará sobre
fundamento sólido.
4 Aunque despliegue por su tiempo su ramaje, precariamente
arraigada, será sacudida por el viento, arrancada de raíz por la furia del
vendaval;
5 se quebrarán sus ramas todavía tiernas, inútiles serán sus frutos, sin
sazón para comerlos, para nada servirán.
6 Que los hijos nacidos de sueños culpables son testigos, en su
examen, de la maldad de los padres.
7 El justo, aunque muera prematuramente, halla el descanso.
8 La ancianidad venerable no es la de los muchos días ni se mide por
el número de años;
9 la verdadera canicie para el hombre es la prudencia, y la edad
provecta, una vida inmaculada.
10 Agradó a Dios y fue amado, y como vivía entre pecadores, fue
trasladado.
11 Fue arrebatado para que la maldad no pervitiera su inteligencia o
el engaño sedujera su alma;
12 pues la fascinación del mal empaña el bien y los vaivenes de la
concupiscencia corrompen el espíritu ingenuo.
13 Alcanzando en breve la perfección, llenó largos años.
14 Su alma era del agrado del Señor, por eso se apresuró a sacarle de
entre la maldad. Lo ven las gentes y no comprenden, ni caen en cuenta
15 que la gracia y la misericordia son para sus elegidos y su visita
para sus santos.
Evangelio según San Lucas
32 «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido
bien daros a vosotros el Reino.
33 «Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se
deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la
polilla;
34 porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón.
35 «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas,
36 y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda,
para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran.
37 Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo
os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro,
les servirá.
38 Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así,
¡dichosos de ellos!
39 Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir
el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa.
40 También vosotros estad preparados, porque en el momento que no
penséis, vendrá el Hijo del hombre.»
41 Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para
todos?»
42 Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y
prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a
su tiempo su ración conveniente?
43 Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre
haciéndolo así.
44 De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda.
45 Pero si aquel siervo se dice en su corazón: “Mi señor tarda en
venir”, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y
a emborracharse,
46 vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el
momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.
47 «Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha
preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos
azotes;
48 el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a
quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho,
se le pedirá más.
49 «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que
ya estuviera encendido!
50 Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy
hasta que se cumpla!
51 «¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro,
sino división.
52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos;
tres contra dos, y dos contra tres;
53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la
madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la
nuera contra la suegra.»
54 Decía también a la gente: «Cuando veis una nube que se levanta en
el occidente, al momento decís: “Va a llover”, y así sucede.
55 Y cuando sopla el sur, decís: “Viene bochorno”, y así sucede.
56 ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo,
¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?
57 «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?
58 Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el
camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te
entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel.
59 Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último
céntimo.
Lucas 13
1 En aquel mismo momento llegaron algunos que le contaron lo de los
galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios.
2 Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores
que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas?
3 No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo
modo.
4 O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé
matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que
habitaban en Jerusalén?
5 No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo
modo.»
6 Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su
viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró.
7 Dijo entonces al viñador: “Ya hace tres años que vengo a buscar
fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la
tierra?”
8 Pero él le respondió: “Señor, déjala por este año todavía y mientras
tanto cavaré a su alrededor y echaré abono,
9 por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas.”»
10 Estaba un sábado enseñando en una sinagoga,
11 y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía
dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse.
12 Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu
enfermedad.»
13 Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a
Dios.
14 Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho
una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede
trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado.»
15 Replicóle el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos
vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar?
16 Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya
dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de
sábado?»
17 Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos,
mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.
18 Decía, pues: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo
compararé?
19 Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo
puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron
en sus ramas.»
20 Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios?
21 Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres
medidas de harina, hasta que fermentó todo.»
22 Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba
hacia Jerusalén.
23 Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» El les dijo:
24 «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos
pretenderán entrar y no podrán.
25 «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os
pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: “¡Señor,
ábrenos!” Y os responderá: “No sé de dónde sois.”
26 Entonces empezaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y
has enseñado en nuestras plazas”;
27 y os volverá a decir: “No sé de dónde sois. = ¡Retiraos de mí, todos
los agentes de injusticia!” =
28 «Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a
Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras
a vosotros os echan fuera.
29 Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán
a la mesa en el Reino de Dios.
30 «Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán
últimos.»
31 En aquel mismo momento se acercaron algunos fariseos, y le
dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte.»
32 Y él les dijo: «Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo
a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado.
33 Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no
cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén.
34 «¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los
que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una
gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido!
35 Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me
volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: = ¡Bendito el que viene
en nombre del Señor!» =
Lucas 14
1 Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de
los fariseos para comer, ellos le estaban observando.
2 Había allí, delante de él, un hombre hidrópico.
3 Entonces preguntó Jesús a los legistas y a los fariseos: «¿Es lícito
curar en sábado, o no?»
4 Pero ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió.
5 Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae un hijo o un buey
a un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?»
6 Y no pudieron replicar a esto.
7 Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo
una parábola:
8 «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el
primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido
que tú,
9 y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “Deja el sitio a
éste”, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto.
10 Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último
puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo,
sube más arriba.” Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén
contigo a la mesa.
11 Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille,
será ensalzado.»
12 Dijo también al que le había invitado: «Cuando des una comida o
una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a
tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu
recompensa.
13 Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los
cojos, a los ciegos;
14 y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te
recompensará en la resurrección de los justos.»
15 Habiendo oído esto, uno de los comensales le dijo: «¡Dichoso el
que pueda comer en el Reino de Dios!»
16 El le respondió: «Un hombre dio una gran cena y convidó a
muchos;
17 a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados:
“Venid, que ya está todo preparado.”
18 Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: “He
comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses.”
19 Y otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a
probarlas; te ruego me dispenses.”
20 Otro dijo: “Me he casado, y por eso no puedo ir.”
21 «Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, airado el
dueño de la casa, dijo a su siervo: “Sal en seguida a las plazas y calles de la
ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, y ciegos y cojos.”
22 Dijo el siervo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay
sitio.”
23 Dijo el señor al siervo: “Sal a los caminos y cercas, y obliga a
entrar hasta que se llene mi casa.”
24 Porque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi
cena.»
25 Caminaba con él mucha gente, y volviéndose les dijo:
26 «Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su
mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida,
no puede ser discípulo mío.
27 El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser
discípulo mío.
28 «Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se
sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla?
29 No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar,
todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo:
30 “Este comenzó a edificar y no pudo terminar.”
31 O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta
antes y delibera si con 10.000 puede salir al paso del que viene contra él
con 20.000?
32 Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir
condiciones de paz.
33 Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a
todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.
34 «Buena es la sal; mas si también la sal se desvirtúa, ¿con qué se la
sazonará?
35 No es útil ni para la tierra ni para el estercolero; la tiran afuera. El
que tenga oídos para oír, que oiga.»
Lucas 15
1 Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle,
2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a
los pecadores y come con ellos.»
3 Entonces les dijo esta parábola.
4 «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no
deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la
encuentra?
5 Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros;
6 y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice:
“Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.”
7 Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un
solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de
conversión.
8 «O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende
una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la
encuentra?
9 Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice:
“Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.”
10 Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de
Dios por un solo pecador que se convierta.»
11 Dijo: «Un hombre tenía dos hijos;
12 y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la
hacienda que me corresponde.” Y él les repartió la hacienda.
13 Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un
país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
14 «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en
aquel país, y comenzó a pasar necesidad.