# 139

Ezequiel 11

1 El espíritu me elevó y me condujo al pórtico oriental de la Casa de
Yahveh, el que mira a oriente. Y he aquí que a la entrada del pórtico había
veinticinco hombres, entre los cuales vi a Yazanías, hijo de Azzur, y a
Pelatías, hijo de Benaías, jefes del pueblo.
2 El me dijo: «Hijo de hombre, éstos son los hombres que maquinan el
mal, que dan malos consejos en esta ciudad.
3 Dicen: “¡No es para pronto el construir casas! Ella es la olla y
nosotros somos la carne.”
4 Por eso, profetiza contra ellos, profetiza, hijo de hombre.»
5 El espíritu de Yahveh irrumpió en mí y me dijo: «Di: Así dice
Yahveh: Eso es lo que habéis dicho, casa de Israel, conozco bien vuestra
insolencia.
6 Habéis multiplicado vuestras víctimas en esta ciudad; habéis llenado
de víctimas sus calles.
7 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Las víctimas que habéis tirado en
medio de ella son la carne, y ella es la olla; pero yo os haré salir de ella.
8 Teméis la espada, pues yo traeré espada contra vosotros, oráculo del
Señor Yahveh.
9 Os sacaré de la ciudad, os entregaré en mano de extranjeros, y haré
justicia de vosotros.
10 A espada caeréis; en el término de Israel os juzgaré yo, y sabréis
que yo soy Yahveh.
11 Esta ciudad no será olla para vosotros, ni vosotros seréis carne en
medio de ella; dentro del término de Israel os juzgaré yo.
12 Y sabréis que yo soy Yahveh cuyos preceptos no habéis seguido y
cuyas normas no habéis guardado – por el contrario habéis obrado según las
normas de las naciones que os circundan.»
13 En esto, mientras yo estaba profetizando, Pelatías, hijo de Benaías,
murió. Yo caí rostro en tierra y grité con voz fuerte: «¡Ah, Señor Yahveh!,
¿vas a aniquilar al resto de Israel?»
14 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos:
15 «Hijo de hombre; de cada uno de tus hermanos, de tus parientes y
de toda la casa de Israel, dicen los habitantes de Jerusalén: Seguid lejos de
Yahveh; a nosotros se nos ha dado esta tierra en posesión.
16 Por eso, di: Así dice el Señor Yahveh: Sí, yo los he alejado entre
las naciones, y los he dispersado por los países, pero yo he sido un santuario
para ellos, por poco tiempo, en los países adonde han ido.
17 Por eso, di: Así dice el Señor Yahveh: Yo os recogeré de en medio
de los pueblos, os congregaré de los países en los que habéis sido
dispersados, y os daré la tierra de Israel.
18 Vendrán y quitarán de ella todos sus monstruos y abominaciones;
19 yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo:
quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne,
20 para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las
pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios.
21 En cuanto a aquellos cuyo corazón va en pos de sus monstruos y
abominaciones, yo haré recaer su conducta sobre su cabeza, oráculo del
Señor Yahveh.»
22 Los querubines desplegaron sus alas y las ruedas les siguieron,
mientras la gloria del Dios de Israel estaba encima de ellos.
23 La gloria de Yahveh se elevó de en medio de la ciudad y se detuvo
sobre el monte que está al oriente de la ciudad.
24 El espíritu me elevó y me llevó a Caldea, donde los desterrados, en
visión, en el espíritu de Dios; y la visión que había contemplado se retiró de
mí.
25 Yo conté a los desterrados todo lo que Yahveh me había dado a
ver.

Ezequiel 12

1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, tú vives en medio de la casa de rebeldía: tienen ojos
para ver y no ven, oídos para oír y no oyen, porque son una casa de
rebeldía.
3 Ahora, pues, hijo de hombre, prepárate un equipo de deportado y sal
deportado en pleno día, a sus propios ojos. Saldrás del lugar en que te
encuentras hacia otro lugar, ante sus ojos. Acaso vean que son una casa de
rebeldía.
4 Arreglarás tu equipo como un equipo de deportado, de día, ante sus
ojos. Y saldrás por la tarde, ante sus ojos, como salen los deportados.
5 Haz a vista de ellos un agujero en la pared, por donde saldrás.
6 A sus ojos, cargarás con tu equipaje a la espalda y saldrás en la
oscuridad; te cubrirás el rostro para no ver la tierra, porque yo he hecho de
ti un símbolo para la casa de Israel.
7 Yo hice como se me había ordenado; preparé de día mi equipo,
como un equipo de deportado, y por la tarde hice un agujero en la pared
con la mano. Y salí en la oscuridad, cargando con el equipaje a mis
espaldas, ante sus ojos.
8 Por la mañana la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos
términos:
9 Hijo de hombre, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, esta casa de
rebeldía: «Qué es lo que haces»?
10 Diles: Así dice el Señor Yahveh. Este oráculo se refiere a Jerusalén
y a toda la casa de Israel que está en medio de ella.
11 Di: Yo soy un símbolo para vosotros; como he hecho yo, así se
hará con ellos; serán deportados, irán al destierro.
12 El príncipe que está en medio de ellos cargará con su equipo a la
espalda, en la oscuridad, y saldrá; horadarán la muralla para hacerle salir
por ella; y se tapará la cara para no ver la tierra con sus propios ojos.
13 Mas yo tenderé mi lazo sobre él y quedará preso en mi red; le
conduciré a Babilonia, al país de los caldeos; pero no lo verá, y morirá allí.
14 Y a todo su séquito, su guardia y todas sus tropas, yo los esparciré
a todos los vientos y desenvainaré la espada detrás de ellos.
15 Y sabrán que yo soy Yahveh cuando los disperse entre las naciones
y los esparza por los países.
16 Sin embargo, dejaré que un pequeño número de ellos escapen a la
espada, al hambre y a la peste, para que cuenten todas sus abominaciones
entre las naciones adonde vayan, a fin de que sepan que yo soy Yahveh.
17 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
18 Hijo de hombre, comerás tu pan con temblor y beberás tu agua con
inquietud y angustia;
19 y dirás al pueblo de la tierra: Así dice el Señor Yahveh a los
habitantes de Jerusalén que andan por el suelo de Israel: comerán su pan
con angustia, beberán su agua con estremecimiento, para que esta tierra y
los que en ella se encuentran queden libres de la violencia de todos sus
habitantes.
20 Las ciudades populosas serán destruidas y esta tierra se convertirá
en desolación; y sabréis que yo soy Yahveh.
21 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
22 Hijo de hombre, ¿qué queréis decir con ese proverbio que circula
acerca del suelo de Israel: Los días se prolongan y toda visión se
desvanece?
23 Pues bien diles: Así dice el Señor Yahveh: Yo haré que calle ese
proverbio; no se le repetirá más en Israel. Diles en cambio: Llegan los días
en que toda visión se cumplirá,
24 pues ya no habrá ni visión vana ni presagio mentiroso en medio de
la casa de Israel.
25 Yo, Yahveh, hablaré, y lo que yo hablo es una palabra que cumple
sin dilación. Sí, en vuestros días, casa de rebeldía, yo pronunciaré una
palabra y la ejecutaré, oráculo del Señor Yahveh.
26 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
27 Hijo de hombre, mira, la casa de Israel está diciendo: «La visión
que éste contempla es para días lejanos, éste profetiza para una época
remota.»


28 Pues bien, diles: Así dice el Señor Yahveh: Ya no habrá más dilación para ninguna de mis palabras. Lo que yo hablo es una palabra que
se cumple, oráculo del Señor Yahveh.

Ezequiel 13

1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, profetiza contra los profetas de Israel; profetiza y di
a los que profetizan por su propia cuenta: Escuchad la palabra de Yahveh.
3 Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de los profetas insensatos que siguen
su propia inspiración, sin haber visto nada!
4 Como chacales entre las ruinas, tales han sido tus profetas, Israel.
5 No habéis escalado a las brechas, no habéis construido una muralla
en torno a la casa de Israel, para que pueda resistir en el combate, en el día
de Yahveh.
6 Tienen visiones vanas, presagio mentiroso los que dicen: «Oráculo
de Yahveh», sin que Yahveh les haya enviado; ¡y esperan que se confirme
su palabra!
7 ¿No es cierto que no tenéis más que visiones vanas, y no anunciáis
más que presagios mentirosos, cuando decís: «Oráculo de Yahveh», siendo
así que yo no he hablado?
8 Pues bien, así dice el Señor Yahveh: Por causa de vuestras palabras
vanas y vuestras visiones mentirosas, sí, aquí estoy contra vosotros,
oráculo del Señor Yahveh.
9 Extenderé mi mano contra los profetas de visiones vanas y presagios
mentirosos; no serán admitidos en la asamblea de mi pueblo, no serán
inscritos en el libro de la casa de Israel, no entrarán en el suelo de Israel, y
sabréis que yo soy el Señor Yahveh.
10 Porque, en efecto, extravían a mi pueblo diciendo: «¡Paz!», cuando
no hay paz. Y mientras él construye un muro, ellos le recubren de
argamasa.
11 Di a los que lo recubren de argamasa: ¡Que haya una lluvia
torrencial, que caiga granizo y un viento de tormenta se desencadene,
12 y ved ahí el muro derrumbado! ¿No se os dirá entonces: «¿Dónde
está la argamasa con que lo recubristeis?»
13 Pues bien, así dice el Señor Yahveh: Voy a desencadenar en mi
furor un viento de tormenta, una lluvia torrencial habrá en mi cólera,
granizos caerán en mi furia destructora.
14 Derribaré el muro que habéis recubierto de argamasa, lo echaré por
tierra, y sus cimientos quedarán al desnudo. Caerá y vosotros pereceréis
debajo de él, y sabréis que yo soy Yahveh.
15 Cuando haya desahogado mi furor contra el muro y contra los que
lo recubren de argamasa, os diré: Ya no existe el muro ni los que lo
revocaban,
16 los profetas de Israel que profetizaban sobre Jerusalén y veían para
ella visiones de paz, cuando no había paz, oráculo del Señor Yahveh.
17 Y tú, hijo de hombre, vuélvete hacia las hijas de tu pueblo que
profetizan pro su propia cuenta, y profetiza contra ellas.
18 Dirás: Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de aquellas que cosen bandas
para todos los puños, que hacen velos para cabezas de todas las tallas, con
ánimo de atrapar a las almas! Vosotras atrapáis a las almas de mi pueblo, ¿y
vais a asegurar la vida de vuestras propias almas?
19 Me deshonráis delante de mi pueblo por unos puñados de cebada y
unos pedazos de pan, haciendo morir a las almas que no deben morir y
dejando vivir a las almas que no deben vivir, diciendo mentiras al pueblo
que escucha la mentira.
20 Pues bien, así dice el Señor Yahveh: Heme aquí contra vuestras
bandas con las cuales atrapáis a las almas como pájaros. Yo las desgarraré
en vuestros brazos, y soltaré libres las almas que atrapáis como pájaros.
21 Rasgaré vuestros velos y libraré a mi pueblo de vuestras manos; ya
no serán más presa en vuestras manos, y sabréis que yo soy Yahveh.
22 Porque afligís el corazón del justo con mentiras, cuando yo no lo
aflijo, y aseguráis las manos del malvado para que no se convierta de su
mala conducta a fin de salvar su vida,
23 por eso, no veréis más visiones vanas ni pronunciaréis más
presagios. Yo libraré a mi pueblo de vuestras manos, y sabréis que yo soy
Yahveh.

Ezequiel 14

1 Algunos ancianos de Israel vinieron a mi casa y se sentaron ante mí.
2 Entonces la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
3 Hijo de hombre, estos hombres han erigido sus basuras en su
corazón, han puesto delante de su rostro la ocasión de sus culpas, ¿y voy a
dejarme consultar por ellos?
4 Habla, pues, y diles: Así dice el Señor Yahveh: A todo aquel de la
casa de Israel que erija sus basuras en su corazón o que ponga delante de su
rostro la ocasión de sus culpas, y luego se presente al profeta, yo mismo,
Yahveh, le responderé, a causa de la multitud de sus basuras,
5 a fin de prender a la casa de Israel en su corazón, a aquellos que se
han alejado de mí a causa de todas sus basuras.
6 Por eso, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Convertíos,
apartaos de vuestras basuras, de todas vuestras abominaciones apartad
vuestro rostro,
7 porque a todo hombre de la casa de Israel, o de los forasteros
residentes en Israel, que se aleje de mí para erigir sus basuras en su corazón,
que ponga delante de su rostro la ocasión de sus culpas, y se presente al
profeta para consultarme, yo mismo, Yahveh, le responderé.
8 Volveré mi rostro contra ese hombre, haré de él ejemplo y
proverbio, le extirparé de en medio de mi pueblo, y sabréis que yo soy
Yahveh.
9 Y si el profeta se deja seducir y pronuncia una palabra, es que yo,
Yahveh, he seducido a ese profeta; extenderé mi mano contra él y le
exterminaré de en medio de mi pueblo Israel.
10 Cargarán con el peso de sus culpas ambos: la culpa del profeta será
como la del que le consulte.
11 Así, la casa de Israel no se desviará más lejos de mí ni seguirá
manchándose con todas sus culpas. Ellos serán mi pueblo y yo seré su
Dios, oráculo del Señor Yahveh.
12 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
13 Hijo de hombre, si un país peca contra mí cometiendo infidelidad,
y yo extiendo mi mano contra él, destruyo su provisión de pan y envío
contra él el hambre para extirpar de allí hombres y bestias,
14 y en ese país se hallan estos tres hombres, Noé, Danel y Job, ellos
salvarán su vida por su justicia, oráculo del Señor Yahveh.
15 Si yo suelto las bestias feroces contra ese país para privarle de sus
hijos y convertirle en una desolación por donde nadie pase a causa de las
bestias,
16 y en ese país se hallan esos tres hombres: por mi vida, oráculo del
Señor Yahveh, que ni hijos ni hijas podrán salvar; sólo se salvarán a sí
mismos, pero el país quedará convertido en desolación.
17 O bien, si yo hago venir contra ese país la espada, si digo: «Pase la
espada por este país», y extirpo de él hombres y bestias,
18 y esos tres hombres se hallan en ese país: por mi vida, oráculo del
Señor Yahveh, que no podrán salvar ni hijos ni hijas; ellos solos se
salvarán.
19 O si envío la peste sobre ese país y derramo en sangre mi furor
contra ellos, extirpando de él hombres y bestias,
20 y en ese país se hallan Noé, Danel y Job: por mi vida, oráculo del
Señor Yahveh, que ni hijos ni hijas podrán salvar; sólo se salvarán a sí
mismos por su justicia.
21 Pues así dice el Señor Yahveh: Aun cuando yo mande contra
Jerusalén mis cuatro terribles azotes: espada, hambre, bestias feroces y
peste, para extirpar de ella hombres y bestias,
22 he aquí que quedan en ella algunos supervivientes que han podido
salir, hijos e hijas; y he aquí que salen hacia vosotros, para que veáis su
conducta y sus obras y os consoléis de la desgracia que yo he acarreado
sobre Jerusalén, de todo lo que he acarreado sobre ella.
23 Ellos os consolarán cuando veáis su conducta y sus obras, y sabréis
que no sin motivo hice yo todo lo que hice en ella, oráculo del Señor
Yahveh.

Ezequiel 15

1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, ¿en qué vale más el leño de la vid que el leño de
cualquier rama que haya entre los árboles del bosque?
3 ¿Se toma de él madera para hacer alguna cosa? ¿Se hace con él un
gancho para colgar algún objeto?
4 No, se tira al fuego para que lo devore: el fuego devora los dos
cabos; el centro está quemado, ¿sirve aún para hacer algo?
5 Si ya, cuando estaba intacto, no se podía hacer nada con él, ¡cuánto
menos, cuando lo ha devorado el fuego y lo ha quemado, se podrá hacer
con él alguna cosa!
6 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Lo mismo que el leño de la vid,
entre los árboles del bosque, al cual he arrojado al fuego para que lo devore,
así he entregado a los habitantes de Jerusalén.
7 He vuelto mi rostro contra ellos. Han escapado al fuego, pero el
fuego los devorará. Y sabréis que yo soy Yahveh, cuando vuelva mi rostro
contra ellos.
8 Convertiré esta tierra en desolación, porque han cometido
infidelidad, oráculo del Señor Yahveh.

Ezequiel 16

1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, haz saber a Jerusalén sus abominaciones.
3 Dirás: Así dice el Señor Yahveh a Jerusalén: Por tu origen y tu
nacimiento eres del país de Canaán. Tu padre era amorreo y tu madre hitita.
4 Cuando naciste, el día en que viniste al mundo, no se te cortó el
cordón, no se te lavó con agua para limpiarte, no se te frotó con sal, ni se te
envolvió en pañales.
5 Ningún ojo se apiadó de ti para brindarte alguno de estos
menesteres, por compasión a ti. Quedaste expuesta en pleno campo, porque
dabas repugnancia, el día en que viniste al mundo.
6 Yo pasé junto a ti y te vi agitándote en tu sangre. Y te dije, cuando
estabas en tu sangre: «Vive»,
7 y te hice crecer como la hierba de los campos. Tú creciste, te
desarrollaste, y llegaste a la edad núbil. Se formaron tus senos, tu cabellera
creció; pero estabas completamente desnuda.
8 Entonces pasé yo junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los
amores. Extendí sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez; me
comprometí con juramento, hice alianza contigo – oráculo del señor Yahveh y tú fuiste mía.
9 Te bañé con agua, lavé la sangre que te cubría, te ungí con óleo.
10 Te puse vestidos recamados, zapatos de cuero fino, una banda de
lino fino y un manto de seda.
11 Te adorné con joyas, puse brazaletes en tus muñecas y un collar a
tu cuello.
12 Puse un anillo en tu nariz, pendientes en tus orejas, y una
espléndida diadema en tu cabeza.
13 Brillabas así de oro y plata, vestida de lino fino, de seda y
recamados. Flor de harina, miel y aceite era tu alimento. Te hiciste cada día
más hermosa, y llegaste al esplendor de una reina.
14 Tu nombre se difundió entre las naciones, debido a tu belleza, que
era perfecta, gracias al esplendor de que yo te había revestido – oráculo del
Señor Yahveh.
15 Pero tú te pagaste de tu belleza, te aprovechaste de tu fama para
prostituirte, prodigaste tu lascivia a todo transeúnte entregándote a él.
16 Tomaste tus vestidos para hacerte altos de ricos colores y te
prostituiste en ellos.
17 Tomaste tus joyas de oro y plata que yo te había dado y te hiciste
imágenes de hombres para prostituirte ante ellas.
18 Tomaste tus vestidos recamados y las recubriste con ellos; y
pusiste ante ellas mi aceite y mi incienso.
19 El pan que yo te había dado, la flor de harina, el aceite y la miel
con que yo te alimentaba, lo presentaste ante ellas como calmante aroma. Y
sucedió incluso – oráculo del Señor Yahveh –
20 que tomaste a tus hijos y a tus hijas que me habías dado a luz y se
los sacrificaste como alimento. ¿Acaso no era suficiente tu prostitución,
21 que inmolaste también a mis hijos y los entregaste haciéndoles
pasar por el fuego en su honor?
22 Y en medio de todas tus abominaciones y tus prostituciones no te
acordaste de los días de tu juventud, cuando estabas completamente
desnuda, agitándote en tu sangre.

23 Y para colmo de maldad – ¡ay, ay de ti!, oráculo del Señor Yahveh

24 te construiste un prostíbulo, te hiciste una altura en todas las plazas.
25 En la cabecera de todo camino te construiste tu altura y allí
contaminaste tu hermosura, entregaste tu cuerpo a todo transeúnte y
multiplicaste tus prostituciones.
26 Te prostituiste a los egipcios, tus vecinos, de cuerpos fornidos, y
multiplicaste tus prostituciones para irritarme.
27 Entonces yo levanté mi mano contra ti. Disminuí tu ración y te
entregué a la animosidad de tus enemigas, las hijas de los filisteos, que se
avergonzaban de la infamia de tu conducta.
28 Y no harta todavía, te prostituiste a los asirios; te prostituiste sin
hartarte tampoco.
29 Luego, multiplicaste tus prostituciones en el país de los
mercaderes, en Caldea, y tampoco esta vez quedaste harta.
30 ¡Oh, qué débil era tu corazón – oráculo del Señor Yahveh – para
cometer todas estas acciones, dignas de una prostituta descarada!
31 Cuando te construías un prostíbulo a la cabecera de todo camino,
cuando te hacías una altura en todas las plazas, despreciando el salario, no
eras como la prostituta.
32 La mujer adúltera, en lugar de su marido, toma ajenos.
33 A toda prostituta se le da un regalo. Tú, en cambio, dabas regalos a
todos tus amantes, y los atraías con mercedes para que vinieron a ti de los
alrededores y se prestasen a tus prostituciones.
34 Contigo ha pasado en tus prostituciones al revés que con las otras
mujeres; nadie andaba solicitando detrás de ti; eras tú la que pagabas, y no
se te pagaba: ¡ha sido al revés!
35 Pues bien, prostituta, escucha la palabra de Yahveh.
36 Así dice el Señor Yahveh: Por haber prodigado tu bronce y
descubierto tu desnudez en tus prostituciones con tus amantes y con todas
tus abominables basuras, por la sangre de tus hijos que les has dado,
37 por esto he aquí que yo voy a reunir a todos los amantes a quienes
complaciste, a todos los que amaste y también a los que aborreciste; los voy
a congregar de todas partes contra ti, y descubriré tu desnudez delante de
ellos, para que vean toda tu desnudez.
38 Voy a aplicarte el castigo de las mujeres adúlteras y de las que
derraman sangre: te entregaré al furor y a los celos,
39 te entregaré en sus manos, ellos arrasarán tu prostíbulo y
demolerán tus alturas, te despojarán de tus vestidos, te arrancarán tus joyas
y te dejarán completamente desnuda.
40 Luego, incitarán a la multitud contra ti, te lapidarán, te acribillarán
con sus espadas,
41 prenderán fuego a tus casas y harán justicia de ti, a la vista de una
multitud de mujeres; yo pondré fin a tus prostituciones, y no volverás a dar
salario de prostituta.
42 Desahogaré mi furor en ti; luego mis celos se retirarán de ti, me
apaciguaré y no me airaré más.
43 Porque no te has acordado de los días de tu juventud, y con todas
estas cosas me has provocado, he aquí que también yo por mi parte haré
recaer tu conducta sobre tu cabeza, oráculo del Señor Yahveh. Pues ¿no has
cometido infamia con todas tus abominaciones?
44 Mira, todos los autores de proverbios harán uno a propósito de ti,
diciendo: «Cual la madre, tal la hija.»
45 Hija eres, sí, de tu madre, que dejó de amar a sus maridos y a sus
hijos, y hermana de tus hermanas, que dejaron de amar a sus maridos y a
sus hijos. Vuestra madre era una hitita y vuestro padre un amorreo.
46 Tu hermana mayor es Samaria, que habita a tu izquierda con sus
hijas. Tu hermana menor es Sodoma, que habita a tu derecha con sus hijas.
47 No has sido parca en imitar su conducta y en cometer sus
abominaciones; te has mostrado más corrompida que ellas en toda tu
conducta.
48 Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que tu hermana Sodoma y
sus hijas no obraron como habéis obrado vosotras, tú y tus hijas.
49 Este fue el crimen de tu hermana Sodoma: orgullo, voracidad,
indolencia de la dulce vida tuvieron ella y sus hijas; no socorrieron al pobre
y al indigente,
50 se enorgullecieron y cometieron abominaciones ante mí: por eso
las hice desaparecer, como tú viste.
51 En cuanto a Samaria, ni la mitad de tus pecados ha cometido. Tú
has cometido muchas más abominaciones que ellas y, al cometer tantas
abominaciones, has hecho parecer justas a tus hermanas.
52 Así, pues, carga con tu ignominia por haber decidido el fallo en
favor de tus hermanas: a causa de los pecados que has cometido, mucho
más abominables que los suyos, ellas resultan ser más justas que tú.
Avergüénzate, pues, y carga con tu ignominia por hacer parecer justas a tus
hermanas.
53 Yo las restableceré. Restableceré a Sodoma y a sus hijas,
restableceré a Samaria y a sus hijas, y después te restableceré a ti en medio
de ella,
54 a fin de que soportes tu ignominia y te avergüences de todo lo que
has hecho, para consuelo de ellas.
55 Tu hermana Sodoma y sus hijas serán restablecidas en su antiguo
estado. Samaria y sus hijas serán restablecidas en su antiguo estado. Tú y
tus hijas seréis restablecidas también en vuestro antiguo estado.
56 ¿No hiciste burla de tu hermana Sodoma, el día de tu orgullo,
57 antes que fuese puesta al descubierto tu desnudez? Como ella, eres
tú ahora el blanco de las burlas de las hijas de Edom y de todas las de los
alrededores, de las hijas de los filisteos, que por todas partes te agobian a
desprecios.
58 Tú misma soportas las consecuencias de tu infamia y tus
abominaciones, oráculo de Yahveh.
59 Pues así dice el Señor Yahveh: Yo haré contigo como has hecho tú,
que menospreciaste el juramento, rompiendo la alianza.
60 Pero yo me acordaré de mi alianza contigo en los días de tu
juventud, y estableceré en tu favor una alianza eterna.
61 Y tú te acordarás de tu conducta y te avergonzarás de ella, cuando
acojas a tus hermanas, las mayores y las menores, y yo te las dé como hijas,
si bien no en virtud de tu alianza.
62 Yo mismo restableceré mi alianza contigo, y sabrás que yo soy
Yahveh,
63 para que te acuerdes y te avergüences y no oses más abrir la boca
de vergüenza, cuando yo te haya perdonado todo lo que has hecho, oráculo
del Señor Yahveh.

Ezequiel 17

1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 Hijo de hombre, propón un enigma, presenta una parábola a la casa
de Israel.
3 Dirás: Así dice el Señor Yahveh: El águila grande, de grandes alas,
de enorme envergadura, de espeso plumaje abigarrado, vino al Líbano y
cortó la cima del cedro;
4 arrancó la punta más alta de sus ramas, la llevó a un país de
mercaderes y la colocó en una ciudad de comerciantes.
5 Luego, tomó de la semilla de la tierra y la puso en un campo de
siembra; junto a una corriente de agua abundante la colocó como un sauce.
6 Y brotó y se hizo una vid desbordante, de pequeña talla, que volvió
sus ramas hacia el águila, mientras sus raíces estaban bajo ella. Se hizo una
vid, echó cepas y alargó sarmientos.
7 Había otra águila grande, de grandes alas, de abundante plumaje, y
he aquí que esta vid tendió sus raíces hacia ella, hacia ella alargó sus ramas,
para que la regase desde el terreno donde estaba plantada.
8 En campo fértil, junto a una corriente de agua abundante, estaba
plantada, para echar ramaje y dar fruto, para hacerse una vid magnífica.
9 Di: Así dice el Señor Yahveh: ¿Le saldrá bien acaso? ¿No arrancará
sus raíces el águila, no cortará sus frutos, de suerte que se sequen todos los
brotes tiernos que eche, sin que sea menester brazo grande ni pueblo
numeroso para arrancarla de raíz?
10 Vedla ahí plantada, ¿prosperará tal vez? Al soplar el viento del
este, ¿no se secará totalmente? En el terreno en que brotó, se secará.
11 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
12 Di a esa casa de rebeldía: ¿No sabéis lo que significa esto? Di:
Mirad, el rey de Babilonia vino a Jerusalén; tomó al rey y a los príncipes y
los llevó con él a Babilonia.
13 Escogió luego a uno de estirpe real, concluyó un pacto con él y le
hizo prestar juramento, después de haberse llevado a los grandes del país,
14 a fin de que el reino quedase modesto y sin ambición, para guardar
su alianza y mantenerla.
15 Pero este príncipe se ha rebelado contra él enviando mensajeros a
Egipto en busca de caballos y tropas en gran número. ¿Le saldrá bien? ¿Se
salvará el que ha hecho esto? Ha roto el pacto ¡y va a salvarse!
16 Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que en el lugar del rey que
le puso en el trono, cuyo juramento despreció y cuyo pacto rompió, allí en
medio de Babilonia morirá.
17 Ni con su gran ejército y sus numerosas tropas le salvará Faraón en
la guerra, cuando se levanten terraplenes y se hagan trincheras para
exterminar muchas vidas humanas.
18 Ha despreciado el juramento, rompiendo el pacto; aun después de
haber dado su mano, ha hecho todo esto: ¡no tendrá remedio!
19 Por eso, así dice el Señor Yahveh: Por mi vida que el juramento
mío que ha despreciado, mi alianza que ha roto, lo haré recaer sobre su
cabeza.
20 Extenderé mi lazo sobre él y quedará preso en mi red; le llevaré a
Babilonia y allí le pediré cuentas de la infidelidad que ha cometido contra
mí.
21 Lo más selecto, entre todas sus tropas, caerá a espada, y los que
queden serán dispersados a todos los vientos. Y sabréis que yo, Yahveh, he
hablado.
22 Así dice el Señor Yahveh: También yo tomaré de la copa del alto
cedro, de la punta de sus ramas escogeré un ramo y lo plantaré yo mismo en
una montaña elevada y excelsa:
23 en la alta montaña de Israel lo plantaré. Echará ramaje y producirá
fruto, y se hará un cedro magnífico. Debajo de él habitarán toda clase de
pájaros, toda clase de aves morarán a la sombra de sus ramas.
24 Y todos los árboles del campo sabrán que yo, Yahveh, humillo al
árbol elevado y elevo al árbol humilde, hago secarse al árbol verde y
reverdecer al árbol seco. Yo, Yahveh, he hablado y lo haré.

Ezequiel 18

1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 ¿Por qué andáis repitiendo este proverbio en la tierra de Israel: Los
padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera?
3 Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que no repetiréis más este
proverbio en Israel.

4 Mirad: todas las vidas son mías, la vida del padre lo mismo que la del hijo, mías son. El que peque es quien morirá.
5 El que es justo y practica el derecho y la justicia,
6 no come en los montes ni alza sus ojos a las basuras de la casa de Israel, no contamina a la mujer de su prójimo, ni se acerca a una mujer
durante su impureza,
7 no oprime a nadie, devuelve la prenda de una deuda, no comete rapiñas, da su pan al hambriento y viste al desnudo,
8 no presta con usura ni cobra intereses, aparta su mano de la injusticia, dicta un juicio honrado entre hombre y hombre,
9 se conduce según mis preceptos y observa mis normas, obrando conforme a la verdad, un hombre así es justo: vivirá sin duda, oráculo del Señor Yahveh.

10 Si éste engendra un hijo violento y sanguinario, que hace alguna de
estas cosas
11 que él mismo no había hecho, un hijo que come en los montes,
contamina a la mujer de su prójimo,
12 oprime al pobre y al indigente, comete rapiñas, no devuelve la
prenda, alza sus ojos a las basuras, comete abominación,
13 presta con usura y cobra intereses, éste no vivirá en modo alguno
después de haber cometido todas estas abominaciones; morirá sin remedio,
y su sangre recaerá sobre él.
14 Y si éste, a su vez, engendra un hijo que ve todos los pecados que
ha cometido su padre, que los ve sin imitarlos,
15 que no come en los montes ni alza sus ojos a las basuras de la casa
de Israel, no contamina a la mujer de su prójimo,
16 no oprime a nadie, no guarda la prenda, no comete rapiñas, da su
pan al hambriento, viste al desnudo,
17 aparta su mano de la injusticia, no presta con usura, ni cobra
intereses, practica mis normas y se conduce según mis preceptos, éste no
morirá por la culpa de su padre, vivirá sin duda.
18 Su padre, porque fue violento, cometió rapiñas y no obró bien en
medio de su pueblo, por eso morirá a causa de su culpa.
19 Y vosotros decís: «¿Por qué no carga el hijo con la culpa de su
padre?» Pero el hijo ha practicado el derecho y la justicia, ha observado
todos mis preceptos y los ha puesto en práctica: vivirá sin duda.
20 El que peque es quien morirá; el hijo no cargará con la culpa de su
padre, ni el padre con la culpa de su hijo: al justo se le imputará su justicia y
al malvado su maldad.

21 En cuanto al malvado, si se aparta de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el derecho y la justicia, vivirá sin duda, no morirá.
22 Ninguno de los crímenes que cometió se le recordará más; vivirá a causa de la justicia que ha practicado.

23 ¿Acaso me complazco yo en la muerte del malvado – oráculo del
Señor Yahveh – y no más bien en que se convierta de su conducta y viva?
24 Pero si el justo se aparta de su justicia y comete el mal, imitando
todas las abominaciones que comete el malvado, ¿vivirá acaso? No, no
quedará ya memoria de ninguna de las obras justas que había practicado,
sino que, a causa de la infidelidad en que ha incurrido y del pecado que ha
cometido, morirá.

25 Y vosotros decís: «No es justo el proceder del Señor.» Escuchad,
casa de Israel: ¿Que no es justo mi proceder? ¿No es más bien vuestro
proceder el que no es justo?
26 Si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, a causa
del mal que ha cometido muere.
27 Y si el malvado se aparta del mal que ha cometido para practicar el
derecho y la justicia, conservará su vida.
28 Ha abierto los ojos y se ha apartado de todos los crímenes que
había cometido; vivirá sin duda, no morirá.
29 Y sin embargo la casa de Israel dice: «No es justo el proceder del
Señor.» ¿Que mi proceder no es justo, casa de Israel? ¿No es más bien
vuestro proceder el que no es justo?
30 Yo os juzgaré, pues, a cada uno según su proceder, casa de Israel,
oráculo del Señor Yahveh. Convertíos y apartaos de todos vuestros
crímenes; no haya para vosotros más ocasión de culpa.
31 Descargaos de todos los crímenes que habéis cometido contra mí, y
haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué habéis de morir,
casa de Israel?
32 Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere,
oráculo del Señor Yahveh. Convertíos y vivid.

Ezequiel 19

1 Y tú entona una elegía sobre los príncipes de Israel.
2 Dirás: ¿Qué era tu madre? Una leona entre leones. Echada entre los
leoncillos, criaba a sus cachorros.
3 Exaltó a uno de sus cachorros, que se hizo un león joven; y aprendió
a desgarrar su presa, devoró hombres.
4 Oyeron hablar de él las naciones, en su fosa quedó preso; con
garfios le llevaron al país de Egipto.
5 Vio ella que su espera era fallida, fallida su esperanza; y tomo otro
de sus cachorros, le hizo un león joven.
6 Andaba éste entre los leones, se hizo un león joven, aprendió a
desgarrar su presa, devoró hombres;
7 derribó sus palacios, devastó sus ciudades; la tierra y sus habitantes
estaban aterrados por la voz de su rugido.
8 Se alzaron contra él las naciones, las provincias circundantes;
tendieron sobre él su red y en su fosa quedó preso.
9 Con garfios le cerraron en jaula, le llevaron al rey de Babilonia en
calabozos le metieron, para que no se oyese más su voz por los montes de
Israel.
10 Tu madre se parecía a una vid plantada a orillas de las aguas. Era
fecunda, exuberante, por la abundancia de agua.
11 Tenía ramas fuertes para ser cetros reales; su talla se elevó hasta
dentro de las nubes. Era imponente por su altura, por su abundancia de
ramaje.
12 Pero ha sido arrancada con furor, tirada por tierra; el viento del este
ha agostado su fruto; ha sido rota, su rama fuerte se ha secado, la ha
devorado el fuego.
13 Y ahora está plantada en el desierto, en tierra de sequía y de sed.
14 Ha salido fuego de su rama, ha devorado sus sarmientos y su fruto.
No volverá a tener su rama fuerte, su cetro real. Esto es una elegía; y de
elegía sirvió.

Ezequiel 20

1 El año séptimo, el día diez del quinto mes, algunos de los ancianos
de Israel vinieron a consultar a Yahveh y se sentaron ante mí.
2 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos:
3 Hijo de hombre, habla a los ancianos de Israel. Les dirás: Así dice el
Señor Yahveh: ¿A consultarme venís? Por mi vida, que no me dejaré
consultar por vosotros, oráculo del Señor Yahveh.
4 ¿Vas a juzgarlos? ¿Vas a juzgar, hijo de hombre? Hazles saber las
abominaciones de sus padres.
5 Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: El día que yo elegí a Israel,
alcé mi mano hacia la raza de la casa de Jacob, me manifesté a ellos en el
país de Egipto, y levanté mi mano hacia ellos diciendo: Yo soy Yahveh,
vuestro Dios.
6 Aquel día alcé mi mano hacia ellos jurando sacarlos del país de
Egipto hacia una tierra que había explorado para ellos, que mana leche y
miel, la más hermosa de todas las tierras.
7 Y les dije: Arrojad cada uno los monstruos que seducen vuestros
ojos, no os contaminéis con las basuras de Egipto; yo soy Yahveh, vuestro
Dios.
8 Pero ellos se rebelaron contra mí y no quisieron escucharme.
Ninguno arrojó los monstruos que seducían sus ojos; ninguno abandonó las
basuras de Egipto. Pensé entonces, derramar mi furor sobre ellos y
desahogar en ellos mi cólera, en medio del país de Egipto.
9 Pero tuve consideración a mi nombre y procedí de modo que no
fuese profanado a los ojos de las naciones entre las que ellos se
encontraban, y a la vista de las cuales me había manifestado a ellos,
sacándolos del país de Egipto.
10 Por eso, los saqué del país de Egipto y los conduje al desierto.
11 Les di mis preceptos y les di a conocer mis normas, por las que el
hombre vive, si las pone en práctica.
12 Y les di además mis sábados como señal entre ellos y yo, para que
supieran que yo soy Yahveh, que los santifico.
13 Pero la casa de Israel se rebeló contra mí en el desierto; no se
condujeron según mis preceptos, rechazaron mis normas por las que vive el
hombre, si las pone en práctica, y no hicieron más que profanar mis
sábados. Entonces pensé en derramar mi furor sobre ellos en el desierto,
para exterminarlos.
14 Pero tuve consideración a mi nombre, y procedí de modo que no
fuese profanado a los ojos de las naciones, a la vista de las cuales los había
sacado.
15 Y, una vez más alcé mi mano hacia ellos en el desierto, jurando
que no les dejaría entrar en la tierra que les había dado, que mana leche y
miel, la más hermosa de todas las tierras.
16 Pues habían despreciado mis normas, no se habían conducido
según mis preceptos y habían profanado mis sábados; porque su corazón se
iba tras sus basuras.
17 Pero tuve una mirada de piedad para no exterminarlos, y no acabé
con ellos en el desierto.
18 Y dije a sus hijos en el desierto: No sigáis las reglas de vuestros
padres, no imitéis sus normas, no os contaminéis con sus basuras.
19 Yo soy Yahveh, vuestro Dios. Seguid mis preceptos, guardad mis
normas y ponedlas en práctica.
20 Santificad mis sábados; que sean una señal entre yo y vosotros,
para que se sepa que yo soy Yahveh, vuestro Dios.
21 Pero los hijos se rebelaron contra mí, no se condujeron según mis
preceptos, no guardaron ni pusieron en práctica mis normas, aquéllas por
las que vive el hombre, si las pone en práctica, y profanaron mis sábados.
Entonces pensé en derramar mi furor sobre ellos y desahogar en ellos mi
cólera, en el desierto.
22 Pero retiré mi mano y tuve consideración a mi nombre,
procediendo de modo que no fuese profanado a los ojos de las naciones, a la
vista de las cuales los había sacado.
23 Pero una vez más alcé mi mano hacia ellos, en el desierto, jurando
dispersarlos entre las naciones y esparcirlos por los países.
24 Porque no habían puesto en práctica mis normas, habían
despreciado mis preceptos y profanado mis sábados, y sus ojos se habían
ido tras las basuras de sus padres.
25 E incluso llegué a darles preceptos que no eran buenos y normas
con las que no podrían vivir,
26 y los contaminé con sus propias ofrendas, haciendo que pasaran
por el fuego a todo primogénito, a fin de infundirles horror, para que
supiesen que yo soy Yahveh.
27 Por eso, hijo de hombre, habla a la casa de Israel. Les dirás: Así
dice el Señor Yahveh: En esto todavía me ultrajaron vuestros padres
siéndome infieles.
28 Yo les conduje a la tierra que, mano en alto, había jurado darles.
Allí vieron toda clase de colinas elevadas, toda suerte de árboles frondosos,
y en ellos ofrecieron sus sacrificios y presentaron sus ofrendas
provocadoras; allí depositaron el calmante aroma y derramaron sus
libaciones.
29 Y yo les dije: ¿Qué es el alto adonde vosotros vais?; y se le puso el
nombre de = Bamá =, hasta el día de hoy.
30 Pues bien, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Conque
vosotros os contamináis conduciéndoos como vuestros padres,
prostituyéndoos detrás de sus monstruos,
31 presentando vuestras ofrendas, haciendo pasar a vuestros hijos por
el fuego; os contamináis con todas vuestras basuras, hasta el día de hoy, ¿y
yo voy a dejarme consultar por vosotros, casa de Israel? Por mi vida,
oráculo del Señor Yahveh, que no me dejaré consultar por vosotros.
32 Y no se realizará jamás lo que se os pasa por la imaginación,
cuando decís: «Seremos como las naciones, como las tribus de los otros
países, adoradores del leño y de la piedra.»
33 Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que yo reinaré sobre
vosotros, con mano fuerte y tenso brazo, con furor derramado.
34 Os haré salir de entre los pueblos y os reuniré de los países donde
fuisteis dispersados, con mano fuerte y tenso brazo, con furor derramado;
35 os conduciré al desierto de los pueblos y allí os juzgaré cara a cara.
36 Como juzgué a vuestros padres en el desierto de Egipto, así os
juzgaré a vosotros, oráculo del Señor Yahveh.
37 Os haré pasar bajo el cayado y os haré entrar por el aro de la
alianza;
38 separaré de vosotros a los rebeldes, a los que se han rebelado
contra mí: les haré salir del país en que residen, pero no entrarán en la tierra
de Israel, y sabréis que yo soy Yahveh.
39 En cuanto a vosotros, casa de Israel, así dice el Señor Yahveh: Que
vaya cada uno a servir a sus basuras; después, yo juro que me escucharéis y
no profanaréis más mi santo nombre con vuestras ofrendas y vuestras
basuras.
40 Porque será en mi santa montaña, en la alta montaña de Israel –
oráculo del Señor Yahveh – donde me servirá toda la casa de Israel, toda
ella en esta tierra. Allí los acogeré amorosamente y allí solicitaré vuestras
ofrendas y las primicias de vuestros dones, con todas vuestras cosas santas.
41 Como calmante aroma yo os acogeré amorosamente, cuando os
haya hecho salir de entre los pueblos, y os reúna de en medio de los países
en los que habéis sido dispersados; y por vosotros me mostraré santo a los
ojos de las naciones.
42 Sabréis que yo soy Yahveh, cuando os conduzca al suelo de Israel,
a la tierra que, mano en alto, juré dar a vuestros padres.
43 Allí os acordaréis de vuestra conducta y de todas las acciones con
las que os habéis contaminado, y cobraréis asco de vosotros mismos por
todas las maldades que habéis cometido.
44 Sabréis que yo soy Yahveh, cuando actúe con vosotros por
consideración a mi nombre, y no con arreglo a vuestra mala conducta y a
vuestras corrompidas acciones, casa de Israel, oráculo del Señor Yahveh.

Eclesiástico 29

1 Quien hace misericordia, presta al prójimo, quien le apoya con su
mano, guarda los mandamientos.
2 Presta a tu prójimo cuando se halle en necesidad, y por tu parte
restituye a tiempo al prójimo.
3 Mantén tu palabra y ten confianza en él, y en toda ocasión
encontrarás lo que necesitas.
4 Muchos consideran el préstamo como una ganga, y a los que les
han socorrido causan sinsabores.
5 Hasta que no recibe, besa las manos de su prójimo, y ante su dinero
humilla la voz; pero al tiempo de la restitución da largas, responde con
palabras negligentes y echa la culpa a las circustancias.
6 Si puede, el otro recibirá apenas la mitad, y aun lo tendrá como una
ganga. Si no, se quedará sin su dinero, y se habrá ganado sin necesidad un
enemigo, que le devolverá maldiciones e injurias y le dará, en vez de gloria,
vilipendio.
7 Muchos, sin malicia, vuelven las espaldas, pues temen ser
despojados sin necesidad.
8 Pero con el humilde muéstrate paciente, y a tu limosna no des
largas.
9 En atención al mandamiento, acoge al indigente, según su
necesidad no le despidas vacío.
10 Gasta dinero por el hermano y el amigo, que no se te enroñe bajo
la piedra y lo pierdas.
11 Coloca tu tesoro según los mandamientos del Altísimo, y te dará
provecho más que el oro.
12 Encierra la limosna en tus graneros, ella te preservará de todo mal.
13 Mejor que recio escudo y que pesada lanza frente al enemigo
combatirá por ti.
14 El hombre bueno sale fiador de su prójimo, el que ha perdido la
vergüenza, lo deja abandonado.
15 No olvides los favores de tu fiador, pues él se ha expuesto por ti.
16 El pecador dilapida los bienes de su fiador, el ingrato abandona en
su corazón al que le ha salvado.
17 La fianza perdió a muchos que iban bien, los sacudió como ola del
mar.
18 Echó de su patria a hombres poderosos, que anduvieron errando
por naciones extrañas.
19 Pecador que se presta a la fianza buscando especular, incurre en
juicio.
20 Acoge al prójimo según tus recursos, y cuida de no caer tú mismo.
21 Lo primero para vivir es agua, pan, vestido, y casa para abrigarse.
22 Más vale vida de pobre bajo techo de tablas que comida suntuosa
en casa de extraños.
23 En lo poco y en lo mucho ten buena cara, y no escucharás
reproches de tu huésped.
24 Triste vida andar de casa en casa: donde te hospedes no podrás
abrir la boca.
25 Hospedarás y darás de beber a desagradecidos, y encima tendrás
que oír cosas amargas:
26 «Pasa, huésped, adereza la mesa, si tienes algo a mano, dame de
comer.»
27 – «Vete, huésped, cede el puesto a uno más digno, viene a
hospedarse mi hermano, necesito la casa.»
28 Duro es para un hombre de sentimiento tal desprecio de la casa, tal
insulto propio para un deudor.

Eclesiástico 30

1 El que ama a su hijo, le azota sin cesar, para poderse alegrar en su
futuro.
2 El que enseña a su hijo, sacará provecho de él, entre sus conocidos
de él se gloriará.
3 El que instruye a su hijo, pondrá celoso a su enemigo, y ante sus
amigos se sentirá gozoso.
4 Murió su padre, y como si no hubiera muerto, pues dejó tras de sí
un hombre igual que él.
5 En su vida le mira con contento, y a su muerte no se siente triste.
6 Contra sus enemigos deja un vengador, y para los amigos quien les
pague sus favores.
7 El que mima a su hijo, vendará sus heridas, a cada grito se le
conmoverán sus entrañas.
8 Caballo no domado, sale indócil, hijo consentido, sale libertino.
9 Halaga a tu hijo, y te dará sorpresas juega con él, y te traerá pesares.
10 No rías con él, para no llorar y acabar rechinando de dientes.
11 No le des libertad en su juventud, y no pases por alto sus errores.
12 Doblega su cerviz mientras es joven, tunde sus costillas cuando es
niño, no sea que, volviéndose indócil, te desobedezca, y sufras por él
amargura de alma.
13 Enseña a tu hijo y trabaja en él, para que no tropieces por su
desvergüenza.
14 Vale más pobre sano y fuerte de constitución que rico lleno de
achaques en su cuerpo.
15 Salud y buena constitución valen más que todo el oro, cuerpo
vigoroso más que inmensa fortuna.
16 Ni hay riqueza mejor que la salud del cuerpo, ni contento mayor
que la alegría del corazón.
17 Mejor es la muerte que una vida amarga, el descanso eterno que
enfermedad permanente.
18 Manjares derramados sobre boca cerrada, eso son las ofrendas de
alimentos puestas sobre una tumba.
19 ¿De qué le sirve el sacrificio a un ídolo? ¡ni lo comerá ni lo olerá!
Así aquel a quien persigue el Señor,
20 que mira con sus ojos y gime. Escomo un eunuco que oprime a
una virgen y gime.
21 No entregues tu alma a la tristeza, ni te atormentes a ti mismo con
tus cavilaciones.
22 La alegría de corazón es la vida del hombre, el regocijo del varón,
prolongación de sus días.
23 Engaña tu alma y consuela tu corazón, echa lejos de ti la tristeza;
que la tristeza perdió a muchos, y no hay en ella utilidad.
24 Envidia y malhumor los días acortan, las preocupaciones traen la
vejez antes de tiempo.
25 Un corazón radiante viene bien en las comidas, se preocupa de lo
que come.

Juan 20

1 El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al
sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro.
2 Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a
quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no
sabemos dónde le han puesto.»
3 Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro.
4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más
rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro.
5 Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró.
6 Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve
las vendas en el suelo,
7 y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino
plegado en un lugar aparte.
8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el
primero al sepulcro; vio y creyó,
9 pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura
Jesús debía resucitar de entre los muertos.
10 Los discípulos, entonces, volvieron a casa.
11 Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba
se inclinó hacia el sepulcro,
12 y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo
de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.
13 Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió:
«Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.»
14 Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era
Jesús.
15 Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella,
pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has
llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.»
16 Jesús le dice: «María.» Ella se vuelve y le dice en hebreo:
«Rabbuní» – que quiere decir: «Maestro» -.
17 Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre.
Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a
mi Dios y vuestro Dios.»
18 Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al
Señor y que había dicho estas palabras.
19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando
cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban
los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con
vosotros.»
20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se
alegraron de ver al Señor.
21 Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me
envió, también yo os envío.»
22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo.
23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes
se los retengáis, les quedan retenidos.»
24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos
cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.»
25 Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos
y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su
costado, no creeré.»
26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás
con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo:
«La paz con vosotros.»
27 Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae
tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.»
28 Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.»
29 Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no
han visto y han creído.»
30 Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales
que no están escritas en este libro.
31 Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el
Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Juan 21

1 Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a
orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera.
2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael,
el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos.
3 Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos: «También
nosotros vamos contigo.» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche
no pescaron nada.
4 Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no
sabían que era Jesús.
5 Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron:
«No.»
6 El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces.
7 El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el
Señor», se puso el vestido – pues estaba desnudo – y se lanzó al mar.
8 Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los
peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
9 Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre
ellas y pan.
10 Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.»
11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes:
ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red.
12 Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se
atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor.
13 Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el
pez.
14 Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos
después de resucitar de entre los muertos.
15 Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de
Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te
quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.»
16 Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le
dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis
ovejas.»
17 Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se
entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le
dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús:
«Apacienta mis ovejas.
18 «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te
ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus
manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.»
19 Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a
Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.»
20 Pedro se vuelve y ve siguiéndoles detrás, al discípulo a quién Jesús
amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le
había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
21 Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?»
22 Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga,
¿qué te importa? Tú, sígueme.»
23 Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no
moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: « No morirá», sino: «Si quiero
que se quede hasta que yo venga.»
24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha
escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
25 Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran
una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros
que se escribieran.

PRIMERA EPÍSTOLA DE SAN JUAN

1 Juan 1

1 Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos
visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos
acerca de la Palabra de vida,
2 – pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos
testimonio y os anunciamos la Vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre
y que se nos manifestó –
3 lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también
vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión
con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
4 Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo.
5 Y este es el mensaje que hemos oído de él y que os anunciamos:
Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna.
6 Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en
tinieblas, mentimos y no obramos la verdad.
7 Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos
en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de
todo pecado.

8 Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros.
9 Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia.
10 Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su
Palabra no está en nosotros.

1 Juan 2

1 Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca,
tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.
2 El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los
nuestros, sino también por los del mundo entero.
3 En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus
mandamientos.
4 Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un
mentiroso y la verdad no está en él.
5 Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha
llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.
6 Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él.
7 Queridos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el
mandamiento antiguo, que tenéis desde el principio. Este mandamiento
antiguo es la Palabra que habéis escuchado.
8 Y sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo – lo cual es
verdadero en él y en vosotros – pues las tinieblas pasan y la luz verdadera
brilla ya.
9 Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en
las tinieblas.
10 Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza.
11 Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en
las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.
12 Os escribo a vosotros, hijos míos, porque se os han perdonado los
pecados por su nombre.
13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el
principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al
Maligno.
14 Os he escrito a vosotros, hijos míos, porque conocéis al Padre, Os
he escrito, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os he
escrito, jóvenes, porque sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en
vosotros y habéis vencido al Maligno.
15 No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al
mundo, el amor del Padre no está en él.
16 Puesto que todo lo que hay en el mundo – la concupiscencia de la
carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas – no viene
del Padre, sino del mundo.
17 El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la
voluntad de Dios permanece para siempre.
18 Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un
Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos
damos cuenta que es ya la última hora.
19 Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si
hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero
sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros.
20 En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo y todos vosotros
lo sabéis.
21 Os he escrito, no porque desconozcáis la verdad, sino porque la
conocéis y porque ninguna mentira viene de la verdad.
22 ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo?
Ese es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.
23 Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa
al Hijo posee también al Padre.
24 En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio
permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde
el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre,
25 y esta es la promesa que él mismo os hizo: la vida eterna.
26 Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros.
27 Y en cuanto a vosotros, la unción que de El habéis recibido
permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su
unción os enseña acerca de todas las cosas – y es verdadera y no mentirosa –
según os enseñó, permaneced el él.
28 Y ahora, hijos míos, permaneced en él para que, cuando se
manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de
él en su Venida.
29 Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia
ha nacido de él.

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