SUICIDIO ES EL PECADO

El señor William Archer incluso llegó a insinuar que en la edad dorada habría máquinas automáticas con las que uno podría suicidarse introduciendo un penique por una ranura. Descubrí que en semejante cuestión yo era totalmente hostil ante muchos que se las daban de liberales y de humanitarios.

No es que el suicidio sea un pecado, sino que es el pecado. Es el mal definitivo y absoluto, la negativa a interesarse por la existencia y a pronunciar el juramento de fidelidad a la vida. Quien mata a un hombre, mata a un hombre. Quien comete suicidio, mata a todos los hombres y, por lo que a él respecta, borra el mundo de un plumazo.

Su acto es peor (desde el punto de vista simbólico) que cualquier violación o atentado con dinamita, pues destruye todos los edificios y ofende a todas las mujeres. El ladrón se contenta con los diamantes, en cambio el suicida no: en eso consiste su crimen. No puede sobornársele ni con las relucientes piedras de la Ciudad Celestial. El ladrón rinde un homenaje a su botín, aunque no a su dueño. Sin embargo, el suicida insulta todo lo que hay en la Tierra al negarse a robarlo. Desfigura las flores al negarse a vivir por ellas. Desdeña con su muerte incluso a la criatura más minúscula de la Tierra. Cuando alguien se cuelga de un árbol, las hojas deberían caer enfadadas y los pájaros alejarse furiosos, pues todos ellos han recibido una ofensa personal. Por supuesto que puede haber patéticas excusas emocionales para un hecho semejante, como suele haberlas para la violación y las hay casi siempre para los atentados con dinamita. Pero, puestos a aclarar las ideas y el significado de las cosas, hay mucha más verdad racional y filosófica en ser enterrado en una encrucijada atravesado con una estaca[25] que en la máquina de suicidio automático del señor Archer. Tiene sentido enterrar apartado al suicida. Su crimen es diferente de todos los demás, pues convierte en imposible incluso el crimen.

CATECISIMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
El suicidio

2280 Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. Él sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella.

2281 El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende también al amor del prójimo porque rompe injustamente los lazos de solidaridad con las sociedades familiar, nacional y humana con las cuales estamos obligados. El suicidio es contrario al amor del Dios vivo.

El aborto

2270  La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida (cf Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, 1, 1).

«Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado» (Jr 1, 5

«Y mis huesos no se te ocultaban, cuando era yo hecho en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra» (Sal 139, 15).

DERECHO INALIENABLE A LA VIDA

2273 El derecho inalienable de todo individuo humano inocente a la vida constituye un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación:

“Los derechos inalienables de la persona deben ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad civil y de la autoridad política. Estos derechos del hombre no están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha originado. Entre esos derechos fundamentales es preciso recordar a este propósito el derecho de todo ser humano a la vida y a la integridad física desde la concepción hasta la muerte” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae 3).

“Cuando una ley positiva priva a una categoría de seres humanos de la protección que el ordenamiento civil les debe, el Estado niega la igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de derecho […] El respeto y la protección que se han de garantizar, desde su misma concepción, a quien debe nacer, exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus derechos” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae 3).

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