
Continuamos compartiendo extractos de esta gran obra las Leyes del Infierno del Padre Fortea. La que él mismo califica como la corona de una vida dedicada a la reflexión. Las definiciones sobre los tres niveles de pecado: grave, mortal y satánico nos permiten crear una representación mental de las consecuencias de un ejercicio incorrecto y negativo de nuestra libertad.
Pecado grave: El pecado que implica una transgresión grave, de mucha entidad, de la Ley de Dios. Produce una mancha con la que no se puede entrar en el cielo. Acaba con la amistad de Dios y con la presencia habitual de la gracia santificante. Es el caso del que quebranta un mandamiento de la Iglesia que obliga bajo pecado grave, el que un día prueba una droga ligera, el que (urgido por una situación imprevista que le atemoriza) miente para librarse de un mal a sabiendas de que provoca un daño grave en otro.
Pecado mortal: Produce la muerte del alma. Es decir, el alma no solo está manchada, sino que toda vida de la gracia que vaya más allá de la naturaleza ha muerto en su espíritu. Un pecado grave se parece a una grave enfermedad: o se cura o le matará. O curas esa enfermedad o irás perdiendo fuerzas y cada vez se agudizará más tu estado. El pecado mortal implica la constatación de que con ese acto inicuo el alma es ya un cadáver. Por ejemplo, si una persona, con tiempo para pensarlo, toma fríamente la decisión, de mentir a sabiendas de que un grave daño recaerá sobre otro (por ejemplo, que será despedido), eso significa que el alma de esa persona ya no tiene ninguna vida espiritual. Si observamos, no es el caso que se ha referido en el apartado anterior. No es alguien que miente y daña a otro, pero que miente atemorizado, urgido por la prisa de tomar una decisión aquí y ahora. Sino que es el caso de alguien que acepta eso fríamente, con mucho tiempo para pensarlo. En un caso, el pecado mancha gravemente el alma (no podría entrar así en el cielo); en el otro caso, el alma ha muerto a la vida espiritual, es decir, a la vida de la que podía gozar con las gracias sobrenaturales. Dígase lo mismo, es pecado mortal, cuando alguien roba una cantidad grande de dinero o cuando uno no tiene intención de abandonar sus continuas borracheras.
Pecado satánico: Es la última consumación del mal, cuando la voluntad no solo comete actos con grave daño para el prójimo, sino que se alegra del sufrimiento ajeno. Cuando uno ya busca ese maligno placer y odia a Dios ha caído en el ámbito satánico. Se puede aumentar el grado de esa perversión, pero ya no hay cambios cualitativos. La repetición de ese tipo de pecados lo volverá, de por sí, un estado irreversible de la voluntad, pero ya no será otro tipo de pecado, sino ese pecado convertido el algo definitivamente querido.