# 64

Números 34


1 Habló Yahveh a Moisés y le dijo:
2 «Da esta orden a los israelitas: Cuando entréis en el país de Canaán,
éste será el territorio que os caerá en herencia: el país de Canaán con todas
sus fronteras.
3 Por el sur, os pertenecerá desde el desierto de Sin, siguiendo el
límite de Edom. Vuestra frontera meridional empezará por el oriente en la
extremidad del mar de la Sal.
4 Torcerá vuestra frontera por el sur hacia la subida de los
Escorpiones, pasará por Sin y terminará por el sur en Cadés Barnea. Luego
irá hacia Jasar Addar y pasará por Asmón.
5 Torcerá la frontera de Asmón hacia el Torrente de Egipto y acabará
en el Mar.
6 Vuestra frontera occidental será el mar Grande. Esta frontera será
vuestro límite al oeste.
7 Vuestra frontera por el norte será la siguiente: Desde el mar Grande
trazaréis el límite hasta Hor de la Montaña.
8 De Hor de la Montaña, trazaréis el límite hasta la Entrada de Jamat,
y vendrá a salir la frontera a Sedad.
9 Seguirá luego la frontera hacia Zifrón y terminará en Jasar Enán. Esa
será vuestra frontera septentrional.10 Luego trazaréis vuestra frontera oriental desde Jasar Enán hasta
Sefam.
11 La frontera bajará de Sefam hacia Arbel, al oriente de Ayín.
Seguirá bajando la frontera, y, tocando la orilla del mar de Kinnéret por el
oriente,
12 bajará al Jordán y vendrá a dar en el mar de la Sal. Esa será vuestra
tierra con las fronteras que la circunscriben.»
13 Moisés dio esta orden a los israelitas: «Este es el país que habéis de
repartir a suertes, el que Yahveh mandó dar a las nueve tribus y a la mitad
de la otra,
14 pues la tribu de los hijos de Rubén con sus distintas casas paternas
y la tribu de los hijos de Gad con sus distintas casas paternas, han recibido
ya su herencia; y la media tribu de Manasés ha recibido también su
herencia.
15 Las dos tribus y la otra media tribu han recibido ya su herencia más
allá del Jordán, a oriente de Jericó, hacia la salida del sol.»
16 Habló Yahveh a Moisés y le dijo:
17 «Estos son los nombres de los que os han de repartir la tierra: el
sacerdote Eleazar y Josué, hijo de Nun.
18 Elegiréis también un principal de cada tribu, para que repartan la
tierra.
19 Estos son sus nombres: por la tribu de Judá, Caleb, hijo de
Yefunné;
20 por la tribu de los hijos de Simeón, Semuel, hijo de Ammihud;
21 por la tribu de Benjamín, Elidad, hijo de Kislón;
22 por la tribu de los hijos de Dan, el principal Buquí, hijo de Yoglí;
23 por los hijos de José: por la tribu de los hijos de Manasés, el
principal Janniel, hijo de Efod;
24 y por la tribu de los hijos de Efraím, el principal Quemuel, hijo de
Siftán;
25 por la tribu de los hijos de Zabulón, el principal Elisafán, hijo de
Parnak;
26 por la tribu de los hijos de Isacar, el principal Paltiel, hijo de
Azzán;
27 por la tribu de los hijos de Aser, el principal Ajihud, hijo de
Selomí;
28 por la tribu de los hijos de Neftalí, el principal Pedahel, hijo de
Ammihud.»
29 A éstos mandó Yahveh repartir la herencia a los israelitas en el país
de Canaán.

Números 35

1 Habló Yahveh a Moisés en las Estepas de Moab, cerca del Jordán, a
la altura de Jericó, y le dijo:2 «Manda a los israelitas que cedan a los levitas, de la herencia que les
pertenece, ciudades en las que puedan habitar y pastos de alrededor de las
ciudades. Se las daréis a los levitas.
3 Esas ciudades serán su morada, y sus pastos serán para sus bestias,
su ganado y todos sus animales.
4 Los pastos de las ciudades que cedáis a los levitas comprenderán mil
codos alrededor de la ciudad, a contar desde las murallas.
5 Mediréis, fuera de la ciudad, 2000 codos a oriente, 2000 codos a
mediodía, 2000 codos a occidente y 2000 codos al norte, teniendo la ciudad
como centro. Estos serán los pastos de las ciudades.
6 Las ciudades que daréis a los levitas serán las seis de asilo, que
cederéis para que se pueda refugiar en ellas el homicida, y además les
daréis otras 42 ciudades.
7 El total de ciudades que daréis a los levitas será 48 ciudades, todas
ellas con sus pastos.
8 Estas ciudades que cederéis de la propiedad de los israelitas, las
tomaréis en mayor número del grande y en menor del pequeño; cada uno
cederá ciudades a los levitas en proporción a la herencia que le haya
tocado.»
9 Habló Yahveh a Moisés y le dijo:
10 «Habla a los israelitas y diles: Cuando paséis el Jordán hacia la
tierra de Canaán,
11 encontraréis ciudades de las que haréis ciudades de asilo: en ellas
se refugiará el homicida, el que ha herido a un hombre por inadvertencia.
12 Esas ciudades os servirán de asilo contra el vengador; no debe
morir el homicida hasta que comparezca ante la comunidad para ser
juzgado.
13 De las ciudades que les cedáis, seis ciudades serán de asilo:
14 tres ciudades les cederéis al otro lado del Jordán y tres ciudades en
el país de Canaán; serán ciudades de asilo.
15 Las seis ciudades serán de asilo tanto para los israelitas como para
el forastero y para el huésped que viven en medio de vosotros, para que se
pueda refugiar en ellas todo aquel que haya matado a un hombre por
inadvertencia.
16 Pero si le ha herido con un instrumento de hierro, y muere, es un
homicida. El homicida debe morir.
17 Si le hiere con una piedra como para causar la muerte con ella, y
muere, es homicida. El homicida debe morir.
18 Si le hiere con un instrumento de madera como para matarle, y
muere, es un homicida. El homicida debe morir.
19 El mismo vengador de la sangre dará muerte al homicida: en
cuanto le encuentre, lo matará.
20 Si el homicida lo ha matado por odio, o le ha lanzado algo con
intención, y muere,21 o si por enemistad le ha golpeado con las manos, y muere, el que le
ha herido tiene que morir: es un homicida. El vengador de la sangre dará
muerte al homicida en cuanto le encuentre.
22 Pero si lo derribó de casualidad y sin enemistad, o le lanzó
cualquier objeto sin ninguna mala intención,
23 o le tiró, sin verle, una piedra capaz de matarle, y le causó la
muerte, sin que fuera su enemigo ni buscara su daño,
24 la comunidad juzgará entre el homicida y el vengador de la sangre
según estas normas,
25 y salvará la comunidad al homicida de la mano del vengador de la
sangre. Le hará volver la comunidad a la ciudad de asilo en la que se
refugió y en ella vivirá hasta que muera el Sumo Sacerdote ungido con el
óleo santo.
26 Pero si sale el homicida de los límites de la ciudad de asilo en que
se ha refugiado,
27 y le encuentra el vengador de la sangre fuera del término de su
ciudad de asilo, el vengador de la sangre podrá matar al homicida, sin ser
responsable de su sangre,
28 porque aquél debía permanecer en la ciudad de asilo hasta la
muerte del Sumo Sacerdote. Cuando muera el Sumo Sacerdote, el homicida
podrá volver a la tierra de su propiedad.
29 Esto será norma de derecho para vosotros y para vuestros
descendientes, dondequiera que habitéis.
30 En cualquier caso de homicidio, se matará al homicida según la
declaración de los testigos; pero un solo testigo no bastará para condenar a
muerte a un hombre.
31 No aceptaréis rescate por la vida de un homicida reo de muerte,
pues debe morir.
32 Tampoco aceptaréis rescate por el que se ha refugiado en la ciudad
de asilo y quiere volver a habitar en su tierra antes que muera el Sumo
Sacerdote.
33 No profanaréis la tierra en que estáis, porque aquella sangre
profana la tierra, y la tierra no queda expiada de la sangre derramada más
que con la sangre del que la derramó.
34 No harás impura la tierra en que habitáis, porque yo habito en
medio de ella, pues yo, Yahveh, tengo mi morada entre los israelitas.

Números 36

1 Los jefes de familia del clan de los hijos de Galaad, hijo de Makir,
hijo de Manasés, uno de los clanes de los hijos de José, se presentaron y
dijeron delante de Moisés y de los principales jefes de las casas paternas de
los israelitas:
2 «Yahveh mandó a mi Señor que diera la tierra en herencia, por
suertes, a los israelitas, y mi Señor recibió orden de Yahveh de dar la
herencia de Selofjad, nuestro hermano, a sus hijas.3 Si resulta que se casan con alguno de otra tribu israelita, será
arrancada su parte de la herencia de nuestras familias. Aumentará entonces
la herencia de la tribu a la que vayan a pertenecer, y se reducirá la herencia
que nos tocó en suerte.
4 Y cuando llegue el jubileo para los israelitas, se añadirá la herencia
de ellas a la herencia de la tribu a la que vayan a pertenecer y se restará su
herencia de la herencia de la tribu de nuestros padres.»
5 Moisés, según la orden de Yahveh, mandó lo siguiente a los
israelitas: «Dice bien la tribu de los hijos de José.
6 Esto es lo que Yahveh ordenó acerca de las hijas de Selofjad:
Tomarán por esposos a los que bien les parezca, con tal que se casen dentro
de los clanes de la tribu de su padre.
7 La herencia de los israelitas no podrá pasar de una tribu a otra, sino
que los israelitas estarán vinculados cada uno a la herencia de la tribu de
sus padres.
8 Y toda hija que posea una herencia en una de las tribus de los
israelitas se casará con uno de un clan de la tribu de su padre para que cada
uno de los israelitas posea la herencia de sus padres.
9 No podrá pasar una herencia de una tribu a otra. Cada una de las
tribus de los israelitas quedará vinculada a su heredad.»
10 Tal como había mandado Yahveh a Moisés, así hicieron las hijas
de Selofjad.
11 Majlá, Tirsá, Joglá, Milká y Noá, las hijas de Selofjad, se casaron
con los hijos de sus tíos paternos.
12 Tomaron marido de los clanes de los hijos de Manasés, hijo de
José, y así su herencia fue para la tribu del clan de su padre.
13 Estas son las órdenes y normas que dio Yahveh, por medio de
Moisés, a los israelitas, en las Estepas de Moab, cerca del Jordán, a la
altura de Jericó.

Salmo 86 (85)

(1) = Oración. De David. =
1 Tiende tu oído, Yahveh, respóndeme, que soy desventurado y pobre,
2 guarda mi alma, porque yo te amo, salva a tu siervo que confía en ti.
Tú eres mi Dios,
3 tenme piedad, Señor, pues a ti clamo todo el día;
4 recrea el alma de tu siervo, cuando hacia ti, Señor, levanto mi alma.
5 Pues tú eres, Señor, bueno, indulgente, rico en amor para todos los
que te invocan;
6 Yahveh, presta oído a mi plegaria, atiende a la voz de mis súplicas.
7 En el día de mi angustia yo te invoco, pues tú me has de responder;
8 entre los dioses, ninguno como tú, Señor, ni obras como las tuyas.
9 Vendrán todas las naciones a postrarse ante ti, y a dar, Señor, gloria
a tu nombre;
10 pues tú eres grande y obras maravillas, tú, Dios, y sólo tú.
11 Enséñame tus caminos Yahveh, para que yo camine en tu verdad,
concentra mi corazón en el temor de tu nombre.
12 Gracias te doy de todo corazón, Señor Dios mío, daré gloria a tu
nombre por siempre,
13 pues grande es tu amor para conmigo, tú has librado mi alma del
fondo del seol.
14 Oh Dios, los orgullosos se han alzado contra mí, una turba de
violentos anda buscando mi alma, y no te tienen a ti delante de sus ojos.
15 Mas tú, Señor, Dios clemente y compasivo, tardo a la cólera, lleno
de amor y de verdad,
16 ¡vuélvete a mí, tenme compasión! Da tu fuerza a tu siervo, salva al
hijo de tu sierva. 17 Haz conmigo un signo de bondad: Que los que me odian vean,
avergonzados, que tú, Yahveh, me ayudas y consuelas.

Salmo 87 (86)

(1) = De los hijos de Coré. Salmo. Cántico. =
1 Su fundación sobre los santos montes
2 ama Yahveh: las puertas de Sión más que todas las moradas de
Jacob.
3 Glorias se dicen de ti, ciudad de Dios: = Pausa. =
4 «Yo cuento a Ráhab y Babel entre los que me conocen. Tiro, Filistea
y Etiopía, fulano nació allí.»
5 Pero de Sión se ha de decir: «Todos han nacido en ella», y quien la
funda es el propio Altísimo.
6 Yahveh a los pueblos inscribe en el registro: «Fulano nació allí», =
Pausa. =
7 y los príncipes, lo mismo que los hijos, todos ponen su mansión en
ti.

Hechos 19


1 Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas
y llegó a Éfeso donde encontró algunos discípulos;
2 les preguntó: «¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando abrazasteis la
fe?» Ellos contestaron: «Pero si nosotros no hemos oído decir siquiera que
exista el Espíritu Santo.»
3 El replicó: «¿Pues qué bautismo habéis recibido?» – «El bautismo de
Juan», respondieron.
4 Pablo añadió: «Juan bautizó con un bautismo de conversión,
diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, o
sea en Jesús.»
5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor
Jesús.
6 Y, habiéndoles Pablo impuesto las manos, vino sobre ellos el
Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar.
7 Eran en total unos doce hombres.
8 Entró en la sinagoga y durante tres meses hablaba con valentía,
discutiendo acerca del Reino de Dios e intentando convencerles.
9 Pero como algunos, obstinados e incrédulos, hablaban mal del
Camino ante la gente, rompió con ellos y formó grupo aparte con los
discípulos; y diariamente les hablaba en la escuela de Tirano.
10 Esto duró dos años, de forma que pudieron oír la Palabra del Señor
todos los habitantes de Asia, tanto judíos como griegos.
11 Dios obraba por medio de Pablo milagros no comunes,
12 de forma que bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos o
mandiles que había usado y se alejaban de ellos las enfermedades y salían
los espíritus malos.
13 Algunos exorcistas judíos ambulantes intentaron también invocar
el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, y decían:
«Os conjuro por Jesús a quien predica Pablo.»
14 Eran siete hijos de un tal Esceva, sumo sacerdote judío, los que
hacían esto.

15 Pero el espíritu malo les respondió: «A Jesús le conozco y sé quién
es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?»
16 Y arrojándose sobre ellos el hombre poseído del mal espíritu,
dominó a unos y otros y pudo con ellos de forma que tuvieron que huir de
aquella casa desnudos y cubiertos de heridas.
17 Llegaron a enterarse de esto todos los habitantes de Éfeso, tanto
judíos como griegos. El temor se apoderó de todos ellos y fue glorificado el
nombre del Señor Jesús.
18 Muchos de los que habían creído venían a confesar y declarar sus
prácticas.
19 Bastantes de los que habían practicado la magia reunieron los
libros y los quemaron delante de todos. Calcularon el precio de los libros y
hallaron que subía a 50.000 monedas de plata.
20 De esta forma la Palabra del Señor crecía y se robustecía
poderosamente.
21 Después de estos sucesos, Pablo tomó la decisión de ir a Jerusalén
pasando por Macedonia y Acaya. Y decía: «Después de estar allí he de
visitar también Roma.»
22 Envió a Macedonia a dos de sus auxiliares, Timoteo y Erasto,
mientras él se quedaba algún tiempo en Asia.
23 Por entonces se produjo un tumulto no pequeño con motivo del
Camino.
24 Cierto platero, llamado Demetrio, que labraba en plata templetes de
Artemisa y proporcionaba no pocas ganancias a los artífices,
25 reunió a éstos y también a los obreros de este ramo y les dijo:
«Compañeros, vosotros sabéis que a esta industria debemos el bienestar;
26 pero estáis viendo y oyendo decir que no solamente en Éfeso, sino
en casi toda el Asia, ese Pablo persuade y aparta a mucha gente, diciendo
que no son dioses los que se fabrican con las manos.
27 Y esto no solamente trae el peligro de que nuestra profesión caiga
en descrédito, sino también de que el templo de la gran diosa Artemisa sea
tenido en nada y venga a ser despojada de su grandeza aquella a quien
adora toda el Asia y toda la tierra.»
28 Al oír esto, llenos de furor se pusieron a gritar: «¡Grande es la
Artemisa de los efesios!»
29 La ciudad se llenó de confusión. Todos a una se precipitaron en el
teatro arrastrando consigo a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros
de viaje de Pablo.
30 Pablo quiso entrar y presentarse al pueblo, pero se lo impidieron
los discípulos.
31 Incluso algunos asiarcas, que eran amigos suyos, le enviaron a
rogar que no se arriesgase a ir al teatro.
32 Unos gritaban una cosa y otros otra. Había gran confusión en la
asamblea y la mayoría no sabía por qué se habían reunido.33 Algunos de entre la gente aleccionaron a Alejandro a quien los
judíos habían empujado hacia delante. Alejandro pidió silencio con la mano
y quería dar explicaciones al pueblo.
34 Pero al conocer que era judío, todos a una voz se pusieron a gritar
durante casi dos horas: «¡Grande es la Artemisa de los efesios!»
35 Cuando el magistrado logró calmar a la gente, dijo: «Efesios,
¿quién hay que no sepa que la ciudad de los efesios es la guardiana del
templo de la gran Artemisa y de su estatua caída del cielo?
36 Siendo, pues, esto indiscutible, conviene que os calméis y no
hagáis nada inconsideradamente.
37 Habéis traído acá a estos hombres que no son sacrílegos ni
blasfeman contra nuestra diosa.
38 Si Demetrio y los artífices que le acompañan tienen quejas contra
alguno, audiencias y procónsules hay; que presenten sus reclamaciones.
39 Y si tenéis algún otro asunto, se resolverá en la asamblea legal.
40 Porque, además, corremos peligro de ser acusados de sedición por
lo de hoy, no existiendo motivo alguno que nos permita justificar este
tumulto.» Dicho esto disolvió la asamblea.