# 65

Deuteronomio 1

1 Estas son las palabras que dijo Moisés a todo Israel al otro lado del
Jordán en el desierto, en la Arabá, frente a Suf, entre Parán y Tófel, Labán,
Jaserot y Di Zahab. –
2 Once son las jornadas desde el Horeb, por el camino del monte Seír,
hasta Cadés Barnea -.
3 El año cuarenta, el día uno del undécimo mes, habló Moisés a los
israelitas exponiendo todo cuanto Yahveh la había mandado respecto a
ellos.
4 Después de batir a Sijón, rey de los amorreos, que moraba en
Jesbón, y a Og, rey de Basán, que moraba en Astarot y en Edreí,
5 al otro lado del Jordán, en el país de Moab, decidió Moisés
promulgar esta Ley. Dijo:6 Yahveh, nuestro Dios, nos habló así en el Horeb: «Ya habéis estado
bastante tiempo en esta montaña.
7 ¡En marcha!, partid y entrad en la montaña de los amorreos, y donde
todos sus vecinos de la Arabá, la Montaña, la Tierra Baja, el Négueb y la
costa del mar; en la tierra de Canaán y el Líbano, hasta el río grande, el río
Eufrates.
8 Mirad: Yo he puesto esa tierra ante vosotros; id a tomar posesión de
la tierra que Yahveh juró dar a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, y a
su descendencia después de ellos.»
9 Yo os hablé entonces y os dije: «No puedo cargar con todos
vosotros yo solo.
10 Yahveh, vuestro Dios, os ha multiplicado y sois ahora tan
numerosos como las estrellas del cielo.
11 Yahveh, el Dios de vuestros padres, os aumente mil veces más
todavía y os bendiga como os ha prometido.
12 Pero ¿cómo voy a poder yo solo llevar vuestro peso, vuestra carga
y vuestros litigios?
13 Escoged entre vosotros hombres sabios, perspicaces y
experimentados, de cada una de vuestras tribus, y yo los pondré a vuestra
cabeza.»
14 Me respondisteis: «Está bien lo que propones hacer.»
15 Yo tomé, entre los jefes de vuestras tribus, hombres sabios y
experimentados, y los hice jefes vuestros: jefes de millar, de cien, de
cincuenta y de diez, así como escribas para vuestras tribus.
16 Y di entonces esta orden a vuestros jueces: «Escucharéis lo que
haya entre vuestros hermanos y administraréis justicia entre un hombre y su
hermano o un forastero.
17 No haréis en juicio acepción de personas, escucharéis al pequeño lo
mismo que al grande, no tendréis miedo al hombre, pues la sentencia es de
Dios. El asunto que os resulte demasiado difícil, me lo remitiréis a mí, y yo
lo oiré.»
18 Yo os prescribí entonces todo lo que tenías que hacer.
19 Partimos del Horeb y fuimos por ese enorme y temible desierto que
habéis visto, camino de la montaña de los amorreos, como Yahveh nuestro
Dios nos había mandado, y llegamos a Cadés Barnea.
20 Yo os dije: «Ya habéis llegado a la montaña de los amorreos que
Yahveh nuestro Dios nos da.
21 Mira: Yahveh tu Dios ha puesto ante ti este país. Sube a tomar
posesión de él como te ha dicho Yahveh el Dios de tus padres; no tengas
miedo ni te asustes».
22 Pero todos vosotros os acercasteis a decirme: «Enviemos delante
de nosotros hombres para que exploren el país y nos den noticias sobre el
camino por donde hemos de subir y sobre las ciudades en que podemos
entrar.»
23 Me pareció bien la propuesta y tomé de entre vosotros doce
hombres, uno por tribu.24 Partieron y subieron a la montaña; llegaron hasta el valle de Eskol
y lo exploraron.
25 Tomaron en su mano frutos del país, nos los trajeron, y nos
informaron: «Buena tierra es la que Yahveh nuestro Dios nos da.»
26 Pero vosotros os negasteis a subir; os rebelasteis contra la orden de
Yahveh vuestro Dios,
27 y os pusisteis a murmurar en vuestras tiendas: «Por el odio que nos
tiene nos ha sacado Yahveh de Egipto, para entregarnos en manos de los
amorreos y destruirnos.
28 ¿Adónde vamos a subir? Nuestros hermanos nos han
descorazonado al decir: Es un pueblo más grande y corpulento que
nosotros, las ciudades son grandes y sus murallas llegan hasta el cielo. Y
hasta anaquitas hemos visto allí.»
29 Yo os dije: «No os asustéis, no tengáis miedo de ellos.
30 Yahveh vuestro Dios, que marcha a vuestro frente, combatirá por
vosotros, como visteis que lo hizo en Egipto,
31 y en el desierto, donde has visto que Yahveh tu Dios te llevaba
como un hombre lleva a su hijo, a todo lo largo del camino que habéis
recorrido hasta llegar a este lugar.»
32 Pero ni aun así confiasteis en Yahveh vuestro Dios,
33 que era el que os precedía en el camino y os buscaba lugar donde
acampar, con el fuego durante la noche para alumbrar el camino que debíais
seguir, y con la nube durante el día.
34 Yahveh oyó encolerizado vuestras palabras y juró así:
35 «Ni un solo hombre de esta generación perversa verá la tierra
buena que yo juré dar a vuestros padres,
36 excepto Caleb, hijo de Yefunné: él la verá, y yo le daré a él y a sus
hijos la tierra que ha pisado, porque siguió cabalmente a Yahveh.»
37 Por culpa vuestra Yahveh se irritó también contra mí y me dijo:
«Tampoco tú entrarás allí.
38 Será tu ayudante Josué, hijo de Nun, el que entrará. Fortalécele, ya
que él dará a Israel posesión de la tierra.
39 Pero vuestros pequeños, de los que dijisteis que iban a servir de
botín, vuestros hijos que no conocen todavía el bien y el mal, sí entrarán
allá, a ellos se la daré yo, y ellos la poseerán.
40 Y vosotros ahora, volveos y partid hacia el desierto por el camino
del mar de Suf.»
41 Vosotros me respondisteis: «Hemos pecado contra Yahveh nuestro
Dios. Subiremos y combatiremos como Yahveh nuestro Dios nos ha
mandado.» Ceñísteis cada uno vuestras armas y creísteis fácil subir a la
montaña.
42 Pero Yahveh me dijo: «Diles: No subáis a combatir porque no
estoy yo en medio de vosotros, y así seréis derrotados por vuestros
enemigos.»
43 Yo os hablé, pero vosotros no me escuchasteis; fuisteis rebeldes a
la orden de Yahveh y tuvisteis la osadía de subir a la montaña.44 Los amorreos, habitantes de aquella montaña, salieron a vuestro
encuentro, os persiguieron como lo hubieran hecho las abejas, y os
derrotaron en Seír hasta Jormá.
45 A vuestro regreso llorasteis ante Yahveh, pero Yahveh no escuchó
vuestra voz ni os prestó oídos.
46 Por eso tuvisteis que permanecer en Cadés todo ese largo tiempo
que habéis estado allí.

Deuteronomio 2

1 Luego nos volvimos y partimos hacia el desierto, por el camino del
mar de Suf, como Yahveh me había mandado. Durante muchos días
anduvimos rodeando la montaña de Seír.
2 Yahveh me habló y me dijo:
3 «Ya habéis dado bastantes rodeos a esta montaña: dirigíos hacia el
norte.
4 Y da al pueblo esta orden: Vais a pasar por el territorio de vuestros
hermanos, los hijos de Esaú, que habitan en Seír. Ellos os temen; pero
vosotros tened mucho cuidado;
5 no los ataquéis, porque yo no os daré nada de su país, ni siquiera la
medida de la planta del pie, ya que el monte Seír se lo he dado en posesión
a Esaú.
6 La comida que comáis se la compraréis por dinero, y por dinero les
compraréis también el agua que bebáis.
7 Pues Yahveh tu Dios te ha bendecido en todas tu obras: ha protegido
tu marcha por este gran desierto, y hace ya cuarenta años que Yahveh tu
Dios está contigo sin que te haya faltado nada.»
8 Pasamos, pues, al lado de nuestros hermanos, los hijos de Esaú que
habitan en Seír, por el camino de la Arabá, de Elat y de Esyón Guéber;
después cambiando de rumbo, tomamos el camino del desierto de Moab.
9 Yahveh me dijo: «No ataques a Moab, no le provoques al combate,
pues yo no te daré nada de su país, ya que Ar se la he dado en posesión a
los hijos de Lot.
10 (Antiguamente habitaban allí los emitas, pueblo grande, numeroso
y corpulento como los anaquitas.
11 Tanto a ellos como a los anaquitas se los tenía por refaítas, pero los
moabitas los llamaban emitas.
12 Igualmente en Seír habitaron antiguamente los joritas, pero los
hijos de Esaú los desalojaron, los exterminaron y se establecieron en su
lugar, como ha hecho Israel con la tierra de su posesión, la que Yahveh les
dio.)
13 Y ahora, levantaos y pasad el torrente Zéred.» Y pasamos el
torrente Zéred.
14 El tiempo que estuvimos caminando desde Cadés Barnea hasta que
pasamos el torrente Zéred fue de 38 años; por lo que había desaparecido ya
del campamento toda la generación de hombres de guerra, como Yahveh les
había jurado.15 La misma mano de Yahveh había caído sobre ellos para extirparlos
de en medio del campamento hasta hacerlos desaparecer.
16 Cuando la muerte había hecho desaparecer a todos los hombres de
guerra en medio del pueblo,
17 Yahveh me habló y me dijo:
18 «Vas a pasar hoy la frontera de Moab, por Ar,
19 y vas a encontrarte con los hijos de Ammón. No los ataques ni les
provoques; pues yo no te daré nada del país de los hijos de Ammón, ya que
se lo he entregado a los hijos de Lot en posesión.
20 (También éste era considerado país de refaítas; los refaítas
habitaron aquí antiguamente; y los ammonitas los llamaban zanzumitas,
21 pueblo grande, numeroso y corpulento como los anaquitas; Yahveh
los exterminó ante los ammonitas, que los desalojaron y se establecieron en
su lugar;
22 así había hecho también en favor de los hijos de Esaú, que
habitaban en Seír, exterminando delante de ellos a los joritas; aquéllos los
desalojaron y se establecieron en su lugar hasta el día de hoy.
23 Y también a los avitas, que habitan en los campos hasta Gaza; los
kaftoritas, venidos de Kaftor, los exterminaron y se establecieron en su
lugar).
24 Levantaos, partid y pasad el torrente Arnón. Mira, yo pongo en tus
manos a Sijón, el amorreo, rey de Jesbón, y todo su país. Comienza la
conquista; provócale al combate.
25 Desde hoy comienzo a infundir terror y miedo de ti entre todos los
pueblos que hay debajo del cielo: al tener noticia de tu llegada temblarán
todos y se estremecerán.»
26 Del desierto de Quedemot envié mensajeros a Sijón, rey de Jesbón,
con estas palabras de paz:
27 «Voy a pasar por tu país; seguiré el camino sin desviarme a
derecha ni a izquierda.
28 La comida que coma véndemela por dinero, el agua que beba
dámela por dinero; sólo deseo pasar a pie,
29 como me han dejado los hijos de Esaú que habitan en Seír y los
moabitas que habitan en Ar, hasta cruzar el Jordán para ir hacia la tierra
que nos da Yahveh nuestro Dios.»
30 Pero Sijón, rey de Jesbón, no quiso dejarnos pasar por allí porque
Yahveh tu Dios le había empedernido el espíritu y endurecido el corazón, a
fin de entregarle en tus manos, como lo está todavía hoy.
31 Yahveh me dijo: «Mira, he comenzado a entregarte a Sijón y su
país; empieza la conquista, apodérate de su territorio.»
32 Sijón salió a nuestro encuentro con todo su pueblo, y nos presentó
batalla en Yahás.
33 Yahveh nuestro Dios nos lo entregó y le derrotamos a él, a sus
hijos y a todo su pueblo.
34 Nos apoderamos entonces de todas sus ciudades y consagramos al
anatema toda ciudad: hombres, mujeres y niños, sin dejar superviviente.35 Tan sólo guardamos como botín el ganado y los despojos de las
ciudades tomadas.
36 Desde Aroer, al borde del valle del Arnón, y la ciudad que está en
el valle, hasta Galaad, no hubo ciudad inaccesible para nosotros; Yahveh
nuestro Dios nos las entregó todas.
37 Únicamente respetaste el país de los ammonitas, toda la ribera del
torrente Yabboq y las ciudades de la montaña, todo lo que Yahveh nuestro
Dios había prohibido.

Deuteronomio 3

1 Luego nos volvimos y subimos por el camino de Basán. Og, rey de
Basán, salió a nuestro encuentro con todo su pueblo y nos presentó batalla
en Edreí.
2 Yahveh me dijo: «No le temas, porque yo le he entregado en tus
manos con todo su pueblo y su país. Harás con él lo que hiciste son Sijón,
el rey amorreo que habitaba en Jesbón.»
3 Yahveh nuestro Dios entregó en nuestras manos también a Og, rey
de Basán, con todo su pueblo. Le batimos hasta no dejarle ni un
superviviente.
4 Nos apoderamos entonces de todas sus ciudades; no hubo ciudad
que no les tomáramos: sesenta ciudades, toda la confederación de Argob,
reino de Og en Basán,
5 plazas fuertes todas ellas, con altas murallas, puertas y cerrojos; sin
contar las ciudades de los perizitas, en gran número.
6 Las consagramos al anatema, como habíamos hecho con Sijón, rey
de Jesbón: anatema a toda ciudad: hombres, mujeres y niños;
7 aunque guardamos como botín todo el ganado y los despojos de
estas ciudades.
8 Así tomamos entonces, de mano de los dos reyes amorreos, el país
de Transjordania, desde el torrente Arnón hasta el monte Hermón
9 (los sidonios llaman al Hermón Siryón, y los amorreos lo llaman
Senir):
10 todas las ciudades de la Altiplanicie, todo Galaad y todo Basán
hasta Salká y Edreí, ciudades del reino de Og en Basán.
11 (Og, rey de Basán, era el último superviviente de los refaítas: su
lecho es el lecho de hierro que se halla en Rabbá de los ammonitas, de
nueve codos de largo por cuatro de ancho, en codos corrientes.
12 De este país tomamos posesión entonces: desde Aroer, a orillas del
torrente Arnón, la mitad de la montaña de Galaad con sus ciudades se la di
a los rubenitas y a los gaditas.
13 A la media tribu de Manasés le di el resto de Galaad y todo Basán,
reino de Og: toda la confederación de Argob. (A todo este Basán es a lo que
se llama el país de los refaítas.)
14 Yaír, hijo de Manasés, se quedó con toda la confederación de
Argob, hasta la frontera de los guesuritas y de los maakatitas, y dio a Basán
su nombre que aún conserva: Aduares de Yaír.15 A Makir le di Galaad.
16 A los rubenitas y a los gaditas les di desde Galaad hasta el torrente
Arnón – la mitad del torrente marcaba la frontera – y hasta el torrente
Yabboq, frontera de los ammonitas.
17 La Arabá y el Jordán hacían de frontera, desde Kinnéret hasta el
mar de la Arabá (el mar de la Sal), al pie de las laderas del Pisgá, al oriente.
18 Yo os ordené entonces: «Yahveh, vuestro Dios, os ha dado esta
tierra en posesión. Vosotros pasaréis armados al frente de vuestros
hermanos los israelitas, todos hombres de armas.
19 Sólo vuestras mujeres, vuestros hijos y vuestros rebaños (pues sé
que tenéis rebaños numerosos) quedarán en las ciudades que yo os he dado,
20 hasta que Yahveh conceda reposo a vuestros hermanos, como a
vosotros, y ellos también hayan tomado posesión de la tierra que Yahveh
vuestro Dios les ha dado al otro lado del Jordán; entonces volveréis cada
uno a la heredad que yo os he dado.»
21 A Josué también le di entonces la orden siguiente: «Tus propios
ojos han visto todo lo que Yahveh vuestro Dios ha hecho con estos dos
reyes; lo mismo hará Yahveh con todos los reinos por donde vas a pasar.
22 No les temáis, porque el mismo Yahveh vuestro Dios combate por
vosotros.»
23 Entonces hice esta súplica a Yahveh:
24 «Yahveh, Señor mío, tú has comenzado a manifestar a tu siervo tu
grandeza y tu mano fuerte; pues ¿qué Dios hay, en los cielos ni en la tierra,
que pueda hacer obras y proezas como las tuyas?
25 Déjame, por favor, pasar y ver la tierra buena de allende el Jordán,
esa buena montaña y el Líbano.»
26 Pero, por culpa vuestra, Yahveh se irritó contra mí y no me
escuchó; antes bien me dijo: «¡Basta ya! No sigas hablándome de esto.
27 Sube a la cumbre del Pisgá, alza tus ojos al occidente, al norte, al
mediodía y al oriente; y contempla con tu ojos, porque no pasarás ese
Jordán.
28 Da tus órdenes a Josué, dale ánimos y fortalécele, porque él pasará
al frente de este pueblo: él le pondrá en posesión de esa tierra que ves.»
29 Y nos quedamos, en el valle, enfrente de Bet Peor.

Deuteronomio 4

1 Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las normas que yo os enseño
para que las pongáis en práctica, a fin de que viváis y entréis a tomar
posesión de la tierra que os da Yahveh, Dios de vuestros padres.
2 No añadiréis nada a lo que yo os mando, ni quitaréis nada; para así
guardar los mandamientos de Yahveh vuestro Dios que yo os prescribo.
3 Vuestros propios ojos han visto lo que hizo Yahveh con Baal Peor: a
todos los que habían seguido a Baal Peor, Yahveh tu Dios los exterminó de
en medio de ti;
4 en cambio vosotros, que habéis seguido unidos a Yahveh vuestro
Dios, estáis hoy todos vivos.

5 Mira, como Yahveh mi Dios me ha mandado, yo os enseño
preceptos y normas para que los pongáis en práctica en la tierra en la que
vais a entrar para tomarla en posesión.
6 Guardadlos y practicadlos, porque ellos son vuestra sabiduría y
vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de
todos estos preceptos, dirán: «Cierto que esta gran nación es un pueblo
sabio e inteligente.»
7 Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan
cerca como lo está Yahveh nuestro Dios siempre que le invocamos?
8 Y ¿cuál es la gran nación cuyos preceptos y normas sean tan justos
como toda esta Ley que yo os expongo hoy?
9 Pero ten cuidado y guárdate bien, no vayas o olvidarte de estas cosas
que tus ojos han visto, ni dejes que se aparten de tu corazón en todos los
días de tu vida; enséñaselas, por el contrario, a tus hijos y a los hijos de tus
hijos.
10 El día que estabas en el Horeb en presencia de Yahveh tu Dios,
cuando Yahveh me dijo: «Reúneme al pueblo para que yo les haga oír mis
palabras a fin de que aprendan a tenerme mientras vivan en el suelo y se las
enseñen a sus hijos»,
11 vosotros os acercasteis y permanecisteis al pie de la montaña,
mientras la montaña ardía en llamas hasta el mismo cielo, entre tinieblas de
nube y densa niebla.
12 Yahveh os habló de en medio del fuego; vosotros oíais rumor de
palabras, pero no percibíais figura alguna, sino sólo una voz.
13 El os reveló su alianza, que os mandó poner en práctica, las diez
Palabras que escribió en dos tablas de piedra.
14 Y a mí me mandó entonces Yahveh que os enseñase los preceptos
y normas que vosotros deberíais poner en práctica en la tierra en la que vais
a entrar para tomarla en posesión.
15 Tened mucho cuidado de vosotros mismos: puesto que no visteis
figura alguna el día en que Yahveh os habló en el Horeb de en medio del
fuego,
16 no vayáis a pervertiros y os hagáis alguna escultura de cualquier
representación que sea: figura masculina o femenina,
17 figura de alguna de las bestias de la tierra, figura de alguna de las
aves que vuelan por el cielo,
18 figura de alguno de los reptiles que serpean por el suelo, figura de
alguno de los peces que hay en las aguas debajo de la tierra.
19 Cuando levantes tus ojos al cielo, cuando veas el sol, la luna, las
estrellas y todo el ejército de los cielos, no vayas a dejarte seducir y te
postres ante ellos para darles culto. Eso se lo ha repartido Yahveh tu Dios a
todos los pueblos que hay debajo del cielo,
20 pero a vosotros os tomó Yahveh y os sacó del horno de hierro, de
Egipto, para que fueseis el pueblo de su heredad, como lo sois hoy.21 Por culpa vuestra Yahveh se irritó contra mí y juró que yo no
pasaría el Jordán ni entraría en la tierra buena que Yahveh tu Dios te da en
herencia.
22 Yo voy a morir en este país y no pasaré el Jordán. Vosotros en
cambio lo pasaréis y poseeréis esa tierra buena.
23 Guardaos, pues, de olvidar la alianza que Yahveh vuestro Dios ha
concluido con vosotros, y de haceros alguna escultura o representación de
todo lo que Yahveh tu Dios te ha prohibido;
24 porque Yahveh tu Dios es un fuego devorador, un Dios celoso.

Salmo 88 (87)

(1) = Cántico. Salmo. De los hijos de Coré. Del maestro de coro. Para
la enfermedad. Para la aflicción. Poema. De Hemán el indígena. =
1 (2) Yahveh, Dios de mi salvación, ante ti estoy clamando día y
noche;
2 (3) llegue hasta ti mi súplica, presta oído a mi clamor.
3 (4) Porque mi alma de males está ahíta, y mi vida está al borde del
seol;
4 (5) contado entre los que bajan a la fosa, soy como un hombre
acabado:
5 (6) relegado entre los muertos, como los cadáveres que yacen en la
tumba, aquellos de los que no te acuerdas más, que están arrancados de tu
mano.
6 (7) Me has echado en lo profundo de la fosa, en las tinieblas, en los
abismos;
7 (8) sobre mí pesa tu furor, con todas tus olas me hundes. = Pausa. =
8 (9) Has alejado de mí a mis conocidos, me has hecho para ellos un
horror, cerrado estoy y sin salida,
9 (10) mi ojo se consume por la pena. Yo te llamo, Yahveh, todo el
día, tiendo mis manos hacia ti. = Pausa. =
10 (11) ¿Acaso para los muertos haces maravillas, o las sombras se
alzan a alabarte?
11 (12) ¿Se habla en la tumba de tu amor, de tu lealtad en el lugar de
perdición?
12 (13) ¿Se conocen en las tinieblas tus maravillas, o tu justicia en la
tierra del olvido ?»

13 (14) Mas yo grito hacia ti, Yahveh, de madrugada va a tu
encuentro mi oración;
14 (15) ¿por qué, Yahveh, mi alma rechazas, lejos de mí tu rostro
ocultas?
15 (16) Desdichado y agónico estoy desde mi infancia, he soportado
tus terrores, y ya no puedo más;
16 (17) han pasado tus iras sobre mí, tus espantos me han aniquilado.
17 (18) Me envuelven como el agua todo el día, se aprietan contra mí
todos a una.
18 (19) Has alejado de mí compañeros y amigos, son mi compañía las
tinieblas.

Salmo 89 (88)

(1) = Poema. De Etán el indígena. =
1 (2) El amor de Yahveh por siempre cantaré, de edad en edad
anunciará mí boca tu lealtad.
2 (3) Pues tú dijiste: «Cimentado está el amor por siempre, asentada
en los cielos mi lealtad.
3 (4) «Una alianza pacté con mi elegido, un juramento hice a mi
siervo David:
4 (5) Para siempre jamás he fundado tu estirpe, de edad en edad he
erigido tu trono.» = Pausa. =
5 (6) Los cielos celebran, Yahveh, tus maravillas, y tu lealtad en la
asamblea de los santos.
6 (7) Porque ¿quién en las nubes es comparable a Yahveh, quién a
Yahveh se iguala entre los hijos de los dioses?
7 (8) Dios temible en el consejo de los santos, grande y terrible para
toda su corte.
8 (9) Yahveh, Dios Sebaot, ¿quién como tú?, poderoso eres, Yahveh,
tu lealtad te circunda.
9 (10) Tú domeñas el orgullo del mar, cuando sus olas se encrespan
las reprimes;
10 (11) tú machacaste a Ráhab lo mismo que a un cadáver, a tus
enemigos dispersaste con tu potente brazo.
11 (12) Tuyo es el cielo, tuya también la tierra, el orbe y cuanto
encierra tú fundaste;
12 (13) tú creaste el norte y el mediodía, el Tabor y el Hermón
exultan en tu nombre.
13 (14) Tuyo es el brazo y su bravura, poderosa tu mano, sublime tu
derecha;
14 (15) Justicia y Derecho, la base de tu trono, Amor y Verdad ante tu
rostro marchan. 15 (16) Dichoso el pueblo que la aclamación conoce, a la luz de tu
rostro caminan, oh Yahveh;
16 (17) en tu nombre se alegran todo el día, en tu justicia se
entusiasman.
17 (18) Pues tú eres el esplendor de su potencia, por tu favor exaltas
nuestra frente;
18 (19) sí, de Yahveh nuestro escudo; del Santo de Israel es nuestro
rey

Hechos 20

1 Cuando hubo cesado el tumulto, Pablo mandó llamar a los
discípulos, los animó, se despidió de ellos y salió camino de Macedonia.
2 Recorrió aquellas regiones y exhortó a los fieles con largos
discursos; después marchó a Grecia.
3 Pasó allí tres meses. Los judíos tramaron una conjuración contra él
cuando estaba a punto de embarcarse para Siria; entonces él tomó la
determinación de volver por Macedonia.
4 Le acompañaban Sópatros, hijo de Pirro, de Berea; Aristarco y
Segundo, de Tesalónica; Gayo, de Doberes, y Timoteo; Tíquico y Trófimo,
de Asia.
5 Estos se adelantaron y nos esperaron en Tróada.
6 Nosotros, después de los días de los Azimos, nos embarcamos en
Filipos y al cabo de cinco días nos unimos a ellos en Tróada donde pasamos
siete días.
7 El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la
fracción del pan, Pablo, que debía marchar al día siguiente, conversaba con
ellos y alargó la charla hasta la media noche.
8 Había abundantes lámparas en la estancia superior donde estábamos
reunidos.
9 Un joven, llamado Eutico, estaba sentado en el borde de la ventana;
un profundo sueño le iba dominando a medida que Pablo alargaba su
discurso. Vencido por el sueño se cayó del piso tercero abajo. Lo levantaron
ya cadáver.
10 Bajó Pablo, se echó sobre él y tomándole en sus brazos dijo: «No
os inquietéis, pues su alma está en él.»11 Subió luego; partió el pan y comió; después platicó largo tiempo,
hasta el amanecer. Entonces se marchó.
12 Trajeron al muchacho vivo y se consolaron no poco.
13 Nosotros nos adelantamos a tomar la nave y partimos hacia Asso,
donde habíamos de recoger a Pablo; así lo había él determinado; él iría por
tierra.
14 Cuando nos alcanzó en Asso, le tomamos a bordo y llegamos a
Mitilene.
15 Al día siguiente nos hicimos a la mar y llegamos a la altura de
Quíos; al otro día atracamos en Samos y, después de hacer escala en
Trogilión, llegamos al día siguiente a Mileto.
16 Pablo había resuelto pasar de largo por Éfeso, para no perder
tiempo en Asia. Se daba prisa, porque quería estar, si le era posible, el día
de Pentecostés en Jerusalén.
17 Desde Mileto envió a llamar a los presbíteros de la Iglesia de
Éfeso.
18 Cuando llegaron donde él, les dijo: «Vosotros sabéis cómo me
comporté siempre con vosotros, desde el primer día que entré en Asia,
19 sirviendo al Señor con toda humildad y lágrimas y con las pruebas
que me vinieron por las asechanzas de los judíos;
20 cómo no me acobardé cuando en algo podía seros útil; os predicaba
y enseñaba en público y por las casas,
21 dando testimonio tanto a judíos como a griegos para que se
convirtieran a Dios y creyeran en nuestro Señor Jesús.
22 «Mirad que ahora yo, encadenado en el espíritu, me dirijo a
Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá;
23 solamente sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que
me aguardan prisiones y tribulaciones.
24 Pero yo no considero mi vida digna de estima, con tal que termine
mi carrera y cumpla el ministerio que he recibido del Señor Jesús, de dar
testimonio del Evangelio de la gracia de Dios.
25 «Y ahora yo sé que ya no volveréis a ver mi rostro ninguno de
vosotros, entre quienes pasé predicando el Reino.
26 Por esto os testifico en el día de hoy que yo estoy limpio de la
sangre de todos,
27 pues no me acobardé de anunciaros todo el designio de Dios.
28 «Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual
os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de
Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio hijo.
29 «Yo sé que, después de mi partida, se introducirán entre vosotros
lobos crueles que no perdonarán al rebaño;
30 y también que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que
hablarán cosas perversas, para arrastrar a los discípulos detrás de sí.
31 Por tanto, vigilad y acordaos que durante tres años no he cesado de
amonestaros día y noche con lágrimas a cada uno de vosotros.32 «Ahora os encomiendo a Dios y a la Palabra de su gracia, que tiene
poder para construir el edificio y daros la herencia con todos los
santificados.
33 «Yo de nadie codicié plata, oro o vestidos.
34 Vosotros sabéis que estas manos proveyeron a mis necesidades y a
las de mis compañeros.
35 En todo os he enseñado que es así, trabajando, como se debe
socorrer a los débiles y que hay que tener presentes las palabras del Señor
Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay en dar que en recibir.»
36 Dicho esto se puso de rodillas y oro con todos ellos.
37 Rompieron entonces todos a llorar y arrojándose al cuello de Pablo,
le besaban,
38 afligidos sobre todo por lo que había dicho: que ya no volverían a
ver su rostro. Y fueron acompañándole hasta la nave.


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