# 75

Josué 7

1 Pero los israelitas cometieron un delito en lo del anatema. Akán, hijo
de Karmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá, se quedó con
algo del anatema, y la ira de Yahveh se encendió contra los israelitas.2 Josué envió de Jericó a Ay, que está (junto a Bet Avén) al oriente de
Betel, unos hombres, diciéndoles: «Subid a explorar el país.» Los hombres
subieron y exploraron Ay.
3 Volvieron donde Josué y le dijeron: «Que no suba toda la gente;
para atacar a Ay basta con que suban dos o 3.000 hombres. No molestes a
toda la gente haciéndoles subir hasta allí, porque ellos son pocos.»
4 Subieron a Ay unos 3.000 hombres del pueblo, pero tuvieron que
huir ante los hombres de Ay.
5 Los hombres de Ay les mataron como unos 36 hombres y los
persiguieron más allá de la puerta hasta Sebarim, batiéndolos en la bajada.
Entonces desfalleció el corazón del pueblo y se derritió como agua.
6 Josué desgarró sus vestidos, se postró rostro en tierra delante del
arca de Yahveh hasta la tarde, junto con los ancianos de Israel, y todos
esparcieron polvo sobre sus cabezas.
7 Dijo Josué: «¡Ah, Señor Yahveh! ¿Por qué has hecho pasar el
Jordán a este pueblo, para entregarnos en manos de los amorreos y
destruirnos? ¡Ojalá nos hubiésemos empeñado en establecernos al otro lado
del Jordán!
8 ¡Perdón, Señor! ¿Qué puedo decir ahora que Israel ha vuelto la
espalda a sus enemigos?
9 Se enterarán los cananeos y todos los habitantes del país: se aliarán
contra nosotros y borrarán nuestro nombre de la tierra. ¿Que harás tú
entonces por tu gran nombre?»
10 Yahveh respondió a Josué: «¡Arriba! ¡Vamos! ¿Por qué te estás así
rostro en tierra?
11 Israel ha pecado, también ha violado la alianza que yo le había
impuesto. Y hasta se han quedado con algo del anatema, y lo han robado, y
lo han escondido y lo han puesto entre sus utensilios.
12 Los israelitas no podrán sostenerse ante sus enemigos; volverán la
espalda ante sus enemigos, porque se han convertido en anatema. Yo no
estaré ya con vosotros, si no hacéis desaparecer el anatema de en medio de
vosotros.
13 Levántate, purifica al pueblo y diles: Purificaos para mañana,
porque así dice Yahveh, el Dios de Israel: El anatema está dentro de ti,
Israel; no podrás mantenerte delante de tus enemigos hasta que extirpéis el
anatema de entre vosotros.
14 Os presentaréis, pues, mañana por la mañana, por tribus: la tribu
que Yahveh designe por la suerte se presentará por clanes, el clan que
Yahveh designe se presentará por familias, y la familia que Yahveh designe
se presentará hombre por hombre.
15 El designado por la suerte en lo del anatema será entregado al
fuego con todo lo que le pertenece, por haber violado la alianza de Yahveh
y cometido una infamia en Israel.»
16 Josué se levantó de mañana; mandó que se acercara Israel por
tribus, y fue designada por la suerte la tribu de Judá.17 Mandó que se acercaran los clanes de Judá, y fue designado por la
suerte el clan de Zéraj. Mandó que se acercara el clan de Zéraj por familias,
y fue designado por la suerte Zabdí.
18 Mandó que se acercara la familia de Zabdí, hombre por hombre, y
fue designado por la suerte Akán, hijo de Karmí, hijo de Zabdí, hijo de
Zéraj, de la tribu de Judá.
19 Dijo entonces Josué a Akán: «Hijo mío, da gloria a Yahveh, Dios
de Israel y tribútale alabanza; declárame lo que has hecho, no me lo
ocultes».
20 Akán respondió a Josué: «En verdad, yo soy el que ha pecado
contra Yahveh, Dios de Israel; esto y esto es lo que he hecho:
21 Vi entre el botín un hermoso manto de Senaar, doscientos siclos de
plata y un lingote de oro de cincuenta siclos de peso, me gustaron y me los
guardé. Están escondidos en la tierra en medio de mi tienda, y la plata
debajo.»
22 Josué envió emisarios, que fueron corriendo a la tienda, y en efecto
el manto estaba escondido en la tienda y la plata debajo.
23 Lo sacaron de la tienda y se lo llevaron a Josué y a todos los
israelitas delante de Yahveh.
24 Entonces Josué tomó a Akán, hijo de Zéraj, con la plata, el manto y
el lingote de oro, a sus hijos, sus hijas, su toro, su asno y su oveja, su tienda
y todo lo suyo y los hizo subir al valle de Akor. Todo Israel le acompañaba.
25 Josué dijo: «¿Por qué nos has traído la desgracia? Que Yahveh te
haga desgraciado en este día.» Y todo Israel lo apedreó (y los quemaron en
la hoguera y los apedrearon).
26 Levantaron sobre él un gran montón de piedras, que existe todavía
hoy. Así Yahveh se calmó del furor de su cólera. Por eso se llama aquel
lugar Valle de Akor hasta el día de hoy.

Josué 8

1 Yahveh dijo entonces a Josué: «¡No tengas miedo ni te asustes!
Toma contigo a toda la gente de guerra; levántate y sube contra Ay. Mira
que entrego en tus manos al rey de Ay, a su pueblo, su ciudad y su
territorio.
2 Harás con Ay y con su rey lo que has hecho con Jericó y con su rey.
Pero como botín sólo tomaréis los despojos y el ganado. Pon una
emboscada a espaldas de la ciudad.»
3 Josué se levantó con toda la gente de guerra para marchar sobre Ay.
Escogió Josué 30.000 guerreros valientes y les hizo salir de noche,
4 dándoles esta orden: «Mirad, vosotros vais a estar emboscados a
espaldas de la ciudad, pero no os alejéis mucho de ella, y estad todos alerta.
5 Yo y toda la gente que me acompaña nos acercaremos a la ciudad y,
cuando la gente de Ay salga a nuestro encuentro como la primera vez,
huiremos ante ellos.
6 Saldrán tras de nosotros hasta que los alejemos de la ciudad, porque
se dirán: “Huyen delante de nosotros como la primera vez.7 Entonces vosotros saldréis de la emboscada y os apoderaréis de la
ciudad; Yahveh, vuestro Dios, la pondrá en vuestras manos.
8 En cuanto toméis la ciudad la incendiaréis. Lo haréis según la orden
de Yahveh. Mirad que os lo mando yo.»
9 Los envió Josué y fueron al lugar de la emboscada, y se apostaron
entre Betel y Ay, al occidente de Ay; Josué pasó aquella noche en medio de
la gente.
10 Se levantó de mañana Josué, revistó la tropa y subió contra Ay, con
los ancianos de Israel al frente de la tropa.
11 Toda la gente de guerra que estaba con él subió y se acercó hasta
llegar ante la ciudad. Acamparon al norte de Ay. El valle quedaba entre
ellos y la ciudad.
12 Tomó unos 5.000 hombres y tendió con ellos una emboscada entre
Betel y Ay, al oeste de la ciudad.
13 Pero la tropa formó el grueso del campamento que estaba al norte
de la ciudad, quedando emboscada al oeste de la ciudad. Josué pasó aquella
noche en medio del valle.
14 En cuanto vio esto el rey de Ay, se dieron prisa, se levantaron
temprano y salieron él y toda su gente a presentar batalla a Israel en la
bajada, frente a la Arabá, sin saber que tenía una emboscada a espaldas de
la ciudad.
15 Josué y todo Israel se hicieron los derrotados por ellos y huyeron
camino del desierto.
16 Toda la gente que estaba en la ciudad se puso a dar grandes
alaridos saliendo tras ellos y al perseguir a Josué, se alejaron de la ciudad.
17 No quedó un solo hombre en Ay (ni en Betel) que no saliera en
persecución de Israel. Y dejaron la ciudad abierta por perseguir a Israel.
18 Yahveh dijo entonces a Josué: «Tiende hacia Ay el dardo que
tienes en tu mano porque en tu mano te la entrego.» Josué tendió el dardo
que tenía en la mano hacia la ciudad.
19 Tan pronto como extendió la mano, los emboscados surgieron
rápidamente de su puesto, corrieron y entraron en la ciudad, se apoderaron
de ella y a toda prisa la incendiaron.
20 Cuando los hombres de Ay volvieron la vista atrás y vieron la
humareda que subía de la ciudad hacia el cielo, no tuvieron fuerza para huir
por un lado o por otro. El pueblo que iba huyendo hacia el desierto se
volvió contra los perseguidores.
21 Viendo Josué y todo Israel que los emboscados habían tomado la
ciudad y que subía de ella una humareda, se volvieron y batieron a los
hombres de Ay.
22 Los otros salieron de la ciudad a su encuentro, de modo que los
hombres de Ay se encontraron en medio de los israelitas, unos por un lado y
otros por otro. Estos los derrotaron hasta que no quedó superviviente ni
fugitivo.
23 Pero al rey de Ay lo prendieron vivo y lo condujeron ante Josué.24 Cuando Israel acabó de matar a todos los habitantes de Ay en el
campo y en el desierto, hasta donde habían salido en su persecución, y
todos ellos cayeron a filo de espada hasta no quedar uno, todo Israel volvió
a Ay y pasó a su población a filo de espada.
25 El total de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue
12.000, todos los habitantes de Ay.
26 Josué no retiró la mano que tenía extendida con el dardo hasta que
consagró al anatema a todos los habitantes de Ay.
27 Israel se repartió solamente el ganado y los despojos de dicha
ciudad, según la orden que Yahveh había dado a Josué.
28 Josué incendió Ay y la convirtió para siempre en una ruina, en
desolación hasta el día de hoy.
29 Al rey de Ay lo colgó de un árbol hasta la tarde; y a la puesta del
sol ordenó Josué que bajaran el cadáver del árbol. Lo echaron luego a la
entrada de la puerta de la ciudad y amontonaron sobre él un gran montón de
piedras, que existe todavía hoy.
30 Entonces Josué construyó un altar a Yahveh, Dios de Israel, en el
monte Ebal,
31 como había mandado Moisés, siervo de Yahveh, a los israelitas,
según está escrito en el libro de la Ley de Moisés: un altar de piedras sin
labrar, a las que no haya tocado el hierro. Ofrecieron sobre él holocaustos a
Yahveh e inmolaron sacrificios de comunión.
32 Josué escribió allí mismo, sobre las piedras, una copia de la Ley
que Moisés había escrito delante de los israelitas.
33 Y todo Israel, sus ancianos, sus escribas y sus jueces, de pie a los
lados del arca, delante de los sacerdotes levitas que llevaban el arca de la
alianza de Yahveh, todos, tanto forasteros como ciudadanos, se colocaron
la mitad en la falda del monte Garizim y la otra mitad en la falda del monte
Ebal, según la orden de Moisés, siervo de Yahveh, para bendecir por
primera vez al pueblo de Israel.
34 Luego, Josué leyó todas las palabras de la Ley – la bendición y la
maldición – a tenor de cuanto está escrito en el libro de la Ley.
35 No hubo ni una palabra de cuanto Moisés había mandado que no la
leyera Josué en presencia de toda la asamblea de Israel, incluidas las
mujeres, los niños y los forasteros que vivían en medio de ellos.

Josué 9

1 En cuanto se enteraron todos los reyes que estaban de este lado del
Jordán, en la Montaña, en la Tierra Baja, a lo largo de la costa del mar
Grande hasta la región del Líbano, hititas, amorreos, cananeos, perizitas,
jivitas y jebuseos,
2 se aliaron para combatir como un solo hombre contra Josué e Israel.
3 Pero los habitantes de Gabaón se enteraron de lo que había hecho
Josué con Jericó y Ay,4 y recurrieron también ellos a la astucia. Fueron y se proveyeron de
víveres, tomaron alforjas viejas para sus asnos y odres de vino viejos, rotos
y recosidos;
5 sandalias viejas y remendadas en sus pies y vestidos viejos. Todo el
pan que llevaban para su alimento era seco y desmigado.
6 Fueron donde Josué, al campamento de Guilgal, y le dijeron a él y a
los hombres de Israel: «Venimos de un país lejano: haced, pues, alianza con
nosotros.
7 Los hombres de Israel respondieron a aquellos jivitas: «Acaso
habitáis en medio de nosotros y entonces no podemos hacer alianza con
vosotros.»
8 Respondieron a Josué: «Somos tus siervos.» Josué les dijo:
«¿Quiénes sois vosotros y de dónde venís?»
9 Le respondieron: «De muy lejana tierra vienen tus siervos, por la
fama de Yahveh tu Dios, pues hemos oído hablar de él, de todo lo que ha
hecho en Egipto
10 y de todo lo que ha hecho con los dos reyes amorreos del otro lado
del Jordán, Sijón, rey de Jesbón y Og, rey de Basán, que vivía en Astarot.
11 Y nos han dicho nuestros ancianos y todos los habitantes de nuestra
tierra: «Tomad en vuestras manos provisiones para el viaje, id a su
encuentro y decidles: “Siervos vuestros somos: haced, pues, alianza con
nosotros.”
12 Este nuestro pan estaba caliente cuando hicimos provisión de él en
nuestras casas para el viaje, el día en que partimos para venir a vuestro
encuentro: miradlo ahora duro y desmigado.
13 Estos odres de vino, que eran nuevos cuando los llenamos, se han
roto; nuestras sandalias y nuestros vestidos están gastados por lo largo del
camino.»
14 Los hombres hicieron aprecio de sus provisiones sin consultar el
oráculo de Yahveh.
15 Josué hizo las paces con ellos, hizo con ellos pacto de conservarles
la vida, y los principales de la comunidad se lo juraron.
16 Sucedió que, al cabo de tres días de cerrado este pacto, supieron
que vivían cerca y habitaban en medio de Israel.
17 Los israelitas partieron del campamento y llegaron al tercer día a
sus ciudades, que eran Gabaón, Kefirá, Beerot y Quiryat Yearim.
18 Los israelitas no los mataron porque los principales de la
comunidad se lo habían jurado por Yahveh Dios de Israel. Pero toda la
comunidad murmuró de los principales.
19 Todos los principales declararon a la comunidad reunida:
«Nosotros lo hemos jurado por Yahveh Dios de Israel; no podemos, pues,
tocarlos.
20 Lo que hemos de hacer con ellos es: Déjalos con vida para que no
venga sobre nosotros la Cólera por el juramento que hemos hecho.»

21 Les dijeron también los principales: «Que vivan, pero que sean
leñadores y aguadores de toda la comunidad.» Así les dijeron los
principales.
22 Josué los llamó y les dijo: «¿Por qué nos habéis engañado
diciendo: «Vivimos muy lejos de vosotros», siendo así que habitáis en
medio de nosotros?
23 Sois, pues, unos malditos y nunca dejaréis de servir como
leñadores y aguadores de la casa de mi Dios.»
24 Le respondieron a Josué: «Es que tus siervos estaban bien
enterados de la orden que había dado Yahveh tu Dios a Moisés su siervo, de
entregaros todo este país y exterminar delante de vosotros a todos sus
habitantes. Temimos mucho por nuestras vidas a vuestra llegada y por eso
hemos hecho esto.
25 Ahora, aquí estamos en tus manos: haz con nosotros lo que te
parezca bueno y justo.»
26 Así hizo con ellos, los salvó de la mano de los israelitas, que no los
mataron.
27 Aquel día los puso Josué como leñadores y aguadores de la
comunidad y del altar de Yahveh hasta el día de hoy, en lugar que Yahveh
había de elegir.

Josué 10

1 Sucedió, pues, que Adoni Sédeq, rey de Jerusalén, se enteró de que
Josué se había apoderado de Ay y la había consagrado al anatema, haciendo
con Ay y su rey como había hecho con Jericó y su rey, y de que los
habitantes de Gabaón habían hecho las paces con Israel y que estaban en
medio de Israel.
2 Se atemorizó mucho con ello, porque Gabaón era una ciudad grande,
como una ciudad real, mayor que Ay, y todos sus hombres eran valientes.
3 Entonces Adoni Sédeq, rey de Jerusalén, mandó a decir a Hohán, rey
de Hebrón, a Piram, rey de Yarmut, a Yafia, rey de Lakís, y a Debir, rey de
Eglón:
4 «Venid en mi auxilio para que derrotemos a Gabaón, pues ha hecho
las paces con Josué y con los israelitas.»
5 Se juntaron y subieron los cinco reyes amorreos: el rey de Jerusalén,
el rey de Hebrón, el rey de Yarmut, el rey de Lakís y el rey de Eglón, con
todas sus tropas; asediaron Gabaón y la atacaron.
6 Los gabaonitas mandaron a decir a Josué al campamento de Guilgal:
No dejes solos a tus siervos; sube aprisa donde nosotros, sálvanos y
socórrenos, porque se han aliado contra nosotros todos los reyes amorreos
que habitan en la montaña.»
7 Josué subió de Guilgal con toda la gente de guerra y todos los
guerreros valientes.
8 Y Yahveh dijo a Josué: «No les temas, porque los he puesto en tus
manos; ninguno de ellos te podrá resistir.»

9 Josué cayó sobre ellos de improviso, tras haber caminado toda la
noche desde Guilgal.
10 Yahveh los puso en fuga delante de Israel y les causó una gran
derrota en Gabaón: los persiguió por el camino de la subida de Bet Jorón, y
los batió hasta Azecá (y hasta Maquedá).
11 Mientras huían ante Israel por la bajada de Bet Jorón, Yahveh
lanzó del cielo sobre ellos hasta Azecá grandes piedras, y murieron. Y
fueron más los que murieron por las piedras que los que mataron los
israelitas a filo de espada.
12 Entonces habló Josué a Yahveh, el día que Yahveh entregó al
amorreo en manos de los israelitas, a los ojos de Israel y dijo: «Deténte, sol,
en Gabaón, y tú, luna, en el valle de Ayyalón.»
13 Y el sol se detuvo y la luna se paró hasta que el pueblo se vengó de
sus enemigos. ¿ No está esto escrito en el libre del Justo? El sol se paró en
medio del cielo y no tuvo prisa en ponerse como un día entero.
14 No hubo día semejante ni antes ni después, en que obedeciera
Yahveh a la voz de un hombre. Es que Yahveh combatía por Israel.
15 Josué volvió con todo Israel al campamento de Guilgal.
16 Aquellos cinco reyes habían huido y se habían escondido en la
cueva de Maquedá.
17 Se dio aviso a Josué: «Han sido descubiertos los cinco reyes,
escondidos en la cueva de Maquedá.»
18 Josué respondió: «Rodad unas piedras grandes a la boca de la
cueva y poned junto a ella hombres que la guarden.
19 Y vosotros no os quedéis quietos: perseguid a vuestros enemigos,
cortadles la retirada, no les dejéis entrar en sus ciudades, porque Yahveh
vuestro Dios los ha puesto en vuestras manos.»
20 Cuando Josué y los israelitas acabaron de causarles una grandísima
derrota, hasta acabar con ellos, los supervivientes se les escaparon y se
metieron en las plazas fuertes.
21 Todo el pueblo volvió sano y salvo al campamento, junto a Josué, a
Maquedá, y no hubo nadie que ladrara contra los israelitas.
22 Dijo entonces Josué: «Abrid la boca de la cueva y sacadme de ella
a esos cinco reyes.»
23 Así lo hicieron: le sacaron de la cueva a los cinco reyes: el rey de
Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Yarmut, el rey de Lakís y el rey de
Eglón.
24 En cuanto sacaron a los reyes, Josué llamó a todos los hombres de
Israel y dijo a los capitanes de tropa que le habían acompañado: «Acercaos
y poned vuestros pies sobre la nuca de esos reyes.» Ellos se acercaron y
pusieron los pies sobre las nucas.
25 «No tengáis miedo – les dijo Josué – ni os desaniméis; sed valientes
y decididos, porque así hará Yahveh con todos los enemigos con quienes
tenéis que combatir.»
26 Acto seguido, Josué los hirió, les dio muerte y los hizo colgar de
cinco árboles, de los que quedaron colgados hasta la tarde.

27 A la hora de la puesta del sol, a una orden de Josué, los
descolgaron de los árboles y los arrojaron a la cueva en que se habían
escondido, y echaron unas piedras grandes a la boca de la cueva: allí están
todavía hoy.
28 El mismo día Josué tomó Maquedá y la pasó a filo de espada, a ella
y a su rey: los consagró al anatema con todos los seres vivientes que había
en ella. No dejó escapar a nadie, e hizo con el rey de Maquedá como había
hecho con el rey de Jericó.
29 Josué, con todo Israel, pasó de Maquedá a Libná y la atacó.
30 Y Yahveh la entregó también, con su rey, en manos de Israel, que
la pasó a filo de espada con todos los seres vivientes que había en ella: no
dejó en ella ni uno solo con vida. Hizo con su rey como había hecho con el
rey de Jericó.
31 Josué, con todo Israel, pasó de Libná a Lakís, la asedió y atacó.
32 Yahveh entregó Lakís en manos de Israel, que la tomó al segundo
día, y la pasó a cuchillo con todos los seres vivientes que había en ella, lo
mismo que había hecho con Libná.
33 Entonces Horam, el rey de Guézer, subió en ayuda de Lakís, pero
Josué le derrotó a él y a su pueblo, hasta no dejar ni un superviviente.
34 Josué, con todo Israel, pasó de Lakís a Eglón. La sitiaron y
atacaron.
35 La tomaron aquel mismo día y la pasaron a cuchillo. Consagró al
anatema aquel día a todos los seres vivientes que había en ella, lo mismo
que había hecho con Lakís.
36 Josué, con todo Israel, subió de Eglón a Hebrón y a la atacaron.
37 La tomaron y la pasaron a cuchillo, con su rey, todas sus ciudades
y todos los seres vivientes que había en ella. No dejó ni un superviviente,
igual que había hecho con Eglón. La consagró al anatema, a ella y a todos
los seres vivientes que había en ella.
38 Entonces Josué, con todo Israel, se volvió contra Debir y la atacó.
39 Se apoderó de ella, de su rey y de todas sus ciudades, las pasaron a
filo de espada y consagraron al anatema a todos los seres vivientes que
había en ella, sin dejar uno solo con vida. Como había hecho con Hebrón,
así hizo con Debir y su rey, igual que había hecho con Libná y con su rey.
40 Batió, pues, Josué todo el país: la Montaña, el Négueb, la Tierra
Baja y las laderas, con todos sus reyes, sin dejar ni un superviviente.
Consagró a todos los seres vivientes al anatema, como Yahveh, el Dios de
Israel, le había ordenado.
41 Josué los batió desde Cadés Barnea hasta Gaza, y toda la región de
Gosen hasta Gabaón.
42 Se apoderó Josué de todos aquellos reyes y de sus territorios de una
sola vez, porque Yahveh, el Dios de Israel, peleaba en favor de Israel.
43 Josué, con todo Israel, se volvió al campamento de Guilgal.

Josué 11

1 Cuando Yabín, rey de Jasor, se enteró, mandó aviso a Yobab, rey de
Merom, al rey de Simrón, al rey de Aksaf,
2 y a los reyes de la parte norte de la montaña, del valle al sur de
Kinerot, de la Tierra Baja y de las alturas del oeste de Dor.
3 El cananeo estaba al oriente y al occidente; el amorreo, el jivita, el
perizita y el jebuseo en la montaña; el hitita en las faldas del Hermón, en el
país de Mispá.
4 Partieron, pues, con todas sus tropas: una muchedumbre
innumerable como la arena de la orilla del mar y con gran número de
caballos y carros.
5 Se juntaron todos estos reyes, llegaron y acamparon juntos hacia las
aguas de Merom para luchar contra Israel.
6 Yahveh dijo entonces a Josué: «No les tengas miedo, porque
mañana a esta misma hora los dejará a todos ellos atravesados ante Israel; tú
desjarretarás sus caballos y quemarás sus carros.»
7 Josué, con toda su gente de guerra, los alcanzó de improviso junto a
las aguas de Merom y cayó sobre ellos.
8 Yahveh los entregó en manos de Israel, que los batió y persiguió por
occidente hasta Sidón la Grande y hasta Misrefot y, por oriente, hasta el
valle de Mispá. Los batió hasta que no quedó ni uno vivo.
9 Josué los trató como le había dicho Yahveh: desjarretó sus caballos
y quemó sus carros.
10 Por entonces, Josué se volvió y tomó Jasor, y mató a su rey a
espada. Jasor era antiguamente la capital de todos aquellos reinos.
11 Pasaron a cuchillo a todo ser viviente que había en ella, dando
cumplimiento al anatema. No quedó alma viva y Jasor fue entregada a las
llamas.
12 Josué se apoderó de todas las ciudades de aquellos reyes, y de
todos sus reyes y los pasó a cuchillo para cumplir en ellos el anatema,
según le había mandado Moisés, siervo de Yahveh.
13 Pero Israel no quemó ninguna de las ciudades emplazadas sobre
sus montículos de ruinas; con la única excepción de Jasor, que fue
incendiada por Josué.
14 El botín de estas ciudades, incluso el ganado, se lo repartieron los
israelitas. Pero pasaron a cuchillo a todo ser humano hasta acabar con
todos. No dejaron ninguno con vida.
15 Tal como Yahveh había ordenado a su siervo Moisés, Moisés se lo
había ordenado a Josué, Josué lo ejecutó: no dejó de pasar una sola palabra
de lo que Yahveh había ordenado a Moisés.
16 Josué se apoderó de todo el país: de la montaña, de todo el Négueb
y de todo el país de Gosen, de la Tierra Baja, de la Arabá, de la montaña de
Israel y de sus estribaciones.
17 Desde el monte Pelado, que sube hacia Seír, hasta Baal Gad en el
valle del Líbano, al pie del monte Hermon, apreso a todos sus reyes y los
hirió de muerte.
18 Largo tiempo estuvo Josué haciendo la guerra a todos estos reyes;19 no hubo ciudad que hiciera paz con los israelitas, excepto los jivitas
que vivían en Gabaón: de todas se apoderaron por la fuerza.
20 Porque de Yahveh provenía el endurecer su corazón para combatir
a Israel, para ser así consagradas al anatema sin remisión y para ser
exterminadas, como había mandado Yahveh a Moisés.
21 Por entonces fue Josué y exterminó a los anaquitas de la Montaña,
de Hebrón, de Debir, de Anab, de toda la montaña de Judá y de toda la
montaña de Israel: los consagró al anatema con sus ciudades.
22 No quedó un anaquita en el país de los israelitas; sólo quedaron en
Gaza, Gad y Asdod.
23 Josué se apoderó de toda la tierra tal como Yahveh le había dicho a
Moisés, y se la dio en herencia a Israel según las suertes de las tribus. Y el
país vivió en paz tras la guerra.

Josué 12

1 Estos son los reyes del país vencidos por los israelitas y despojados
de su territorio en Transjordania, al oriente, desde el torrente Arnón hasta el
monte Hermón, con toda la Arabá oriental:
2 Sijón, rey de los amorreos, que residía en Jesbón, y dominaba desde
Aroer, situada a la orilla del torrente Arnón, la cuenca del torrente y la
mitad de Galaad hasta el torrente Yabboq, que sirve de frontera con los
ammonitas,
3 y, al oriente, la Arabá hasta el mar de Kinerot por una parte y hasta
el mar de la Arabá, o mar de la Sal, por otra, camino de Bet Hayesimot,
hasta llegar por el sur al pie de las laderas del Pisgá.
4 Y Og, rey de Basán, un residuo de los Refaím, que residía en
Astarot y en Edreí,
5 y dominaba en la montaña de Hermón y Salká, y todo el Basán hasta
la frontera de los guesuritas y los maakatitas, y la mitad de Galaad hasta la
frontera de Sijón, rey de Jesbón.
6 Moisés, siervo de Yahveh, y los israelitas los habían vencido, y
Moisés, siervo de Yahveh, había dado el territorio en propiedad a los
rubenitas, a los gaditas y a la medio tribu de Manasés.
7 Estos son los reyes del país, vencidos por Josué y los israelitas, del
lado occidental del Jordán, desde Baal Gad, en el valle del Líbano, hasta el
monte Pelado, que se alza hacia Seír, y cuya tierra repartió Josué en
herencia a las tribus de Israel según sus suertes:
8 en la montaña, en la Tierra Baja, en la Arabá, en las laderas, en le
desierto, en el Négueb: hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y
jebuseos:
9 el rey de Jericó, uno; el rey de Ay, que está junto a Betel
10 el rey de Jerusalén, uno; el rey de Hebrón, uno;
11 el rey de Yarmut, uno; el rey de Lakís, uno;
12 el rey de Eglón, uno; el rey de Guézer, uno;
13 el rey de Debir, uno ; el rey de Guéder, uno;

14 el rey de Jormá, uno; el rey de Arad, uno;
15 el rey de Libná, uno; el rey de Adullam, uno;
16 el rey de Maquedá, uno; el rey de Betel, uno;
17 el rey de Tappuaj, uno; el rey de Jéfer, uno;
18 el rey de Afeq, uno; el rey de Sarón, uno;
19 el rey de Merom, uno; el rey de Jasor, uno;
20 el rey de Simron Merón, uno; el rey de Aksaf, uno;
21 el rey de Tanak, uno; el rey de Meguiddó, uno;
22 el rey de Quedés, uno; el rey de Yoqneam, en el Carmelo, uno;
23 el rey de Dor, en la región de Dor, uno; el rey de las naciones, en
Galilea, uno;
24 el rey de Tirsá, uno; Total de reyes: 31

Josué 13

1 Josué era ya viejo y entrado en años. Yahveh le dijo: «Eres viejo y
entrado en años, y queda todavía muchísima tierra por conquistar.
2 Esta es la tierra que queda: «Todos los distritos de los filisteos y
todo lo de los guesuritas;
3 desde Sijor, que esta al lado de Egipto, hasta el límite de Ecron por
el norte, es considerado como de los cananeos. Los cinco tiranos de los
filisteos son el de Gaza, el de Asdod, el de Ascalón, el de Gat y el de Ecrón.
Los avitas
4 están al sur. Todo el país de los cananeos, y Mearah, que es de los
sidonios, hasta Afeqá y hasta la frontera de los amorreos;
5 luego el país de los guiblitas con todo el Líbano hacia la salida del
sol, desde Baal Gad, al pie del monte Hermón, hasta la Entrada de Jamat.
6 «Yo arrojaré de la presencia de los israelitas a todos los habitantes
de la montaña, desde el Líbano hasta Misrefot al occidente: a todos los
sidonios. Tú solamente reparte por suertes la tierra como heredad entre los
israelitas, según te he ordenado.
7 Reparte ya esta tierra como heredad entre las nueve tribus y la media
tribu de Manasés: se la darás desde el Jordán hasta el mar Grande de
occidente; el mar Grande será su límite.»
8 La otra media tribu de Manasés, junto con los rubenitas y los
gaditas, había recibido ya la parte de la heredad que Moisés les había dado
al lado oriental del Jordán, como Moisés, siervo de Yahveh, les había dado:
9 la tierra desde Aroer, que está a orillas del torrente Arnón, y la
ciudad que está en medio de la vaguada: y toda la llanura desde Medbá
hasta Dibón;
10 todas las ciudades de Sijón, rey de los amorreos, que había reinado
en Jesbón, hasta la frontera de los ammonitas.
11 Además, Galaad y el territorio de los guesuritas y los maakatitas
con toda la montaña del Hermón y todo Basán hasta Salká;
12 y dentro de Basán todo el reino de Og, que había reinado en
Astarot y en Edreí, y era último residuo de los Refaím. Moisés los había
batido y desposeído.13 Pero los israelitas no desposeyeron ni a los guesuritas ni a los
maakatitas, de manera que Guesur y Maaká siguen todavía hoy habitando
en medio de Israel.
14 La tribu de Leví fue la única a la que no se dio heredad: Yahveh,
Dios de Israel, fue su heredad, como se lo había dicho.
15 Moisés había dado a la tribu de los hijos de Rubén una parte por
clanes.
16 Su territorio fue desde Aroer, que está a orillas del torrente Arnón,
incluida la ciudad que está en medio de la vaguada, y todo el llano hasta
Medbá;
17 Jesbón con todas las ciudades situadas en el llano: Dibón, Bamot,
Baal, Bet Baal Meón,
18 Yahás, Quedemot, Mefaat,
19 Quiryatáyim, Sibmá, y Seret Hassajar, en el monte del valle;
20 Bet Peor, las laderas del Pisgá, Bet Hayesimot,
21 todas las ciudades del llano y todo el reino de Sijón, rey de los
amorreos, que reinó en Jesbón y a quien venció Moisés, igual que a los
príncipes de Madián: Eví, Réquem, Sur, Jur, Rebá, vasallos de Sijón, que
habitaban en el país.
22 Al adivino Balaam, hijo de Beor, los israelitas lo habían pasado a
cuchillo con otras víctimas.
23 Así el territorio de los rubenitas llegaba hasta el Jordán. Esta fue la
heredad de los hijos de Rubén por clanes: las ciudades y sus aldeas.
24 A la tribu de Gad, a los hijos de Gad, había dado Moisés una parte
conforme a sus clanes.
25 Su territorio fue Yazer, todas las ciudades de Galaad, la mitad del
país de los ammonitas hasta Aroer, que está enfrente de Rabbá,
26 y desde Jesbón hasta Ramat Hammispá y Betonim, y desde
Majanáyim hasta el territorio de Lo Debar;
27 y en el valle: Bet Jaram, Bet Nimrá, Sukkot, Safón – el resto del
reino de Sijón, rey de Jesbón -, el Jordán y el territorio hasta la punta del
mar de Kinnéret, al lado oriental del Jordán.
28 Esta fue la heredad de los hijos de Gad por clanes: las ciudades y
sus aldeas.
29 A la media tribu de Manasés le había dado Moisés una parte
conforme a sus clanes.
30 Su territorio comprendía, desde Majanáyim, todo el Basán, todos
los Aduares de Yaír en Basán: sesenta ciudades;
31 la mitad de Galaad, Astarot y Edreí, ciudades del reino de Og en
Basán. Pasaron a ser de los hijos de Makir, hijo de Manasés, de la mitad de
los hijos de Makir por clanes.
32 Esto fue lo que repartió en heredad Moisés en las Estepas de Moab,
al otro lado del Jordán, al oriente de Jericó.
33 Pero Moisés no dio heredad a la tribu de Leví: Yahveh, el Dios de
Israel, es su heredad, como se lo había dicho.

Josué 14

1 Esto es lo que recibieron como heredad los israelitas en el país de
Canaán, lo que les repartieron como heredad el sacerdote Eleazar y Josué,
hijo de Nun, y los cabezas de familia de las tribus de Israel.
2 El reparto para las nueve tribus de Israel y la media tribu se hizo a
suertes, como Yahveh había ordenado por medio de Moisés.
3 Porque Moisés había dado su heredad a las dos tribus y media de
Transjordania sin dar a los levitas heredad entre ellas.
4 Pues los hijos de José vinieron a formar dos tribus: Manasés y
Efraím, pero a los levitas no se les dio ninguna parte en el territorio sino
sólo ciudades para residir, con los pastos correspondientes para sus ganados
y su hacienda.
5 Como Yahveh había mandado a Moisés, así hicieron los israelitas en
el reparto de la tierra.
6 Se acercaron los hijos de Judá a Josué en Guilgal, y Caleb, hijo de
Yefunné el quenizita, le dijo: «Ya sabes lo que le dijo Yahveh a Moisés, el
hombre de Dios, de ti y de mí en Cadés Barnea.
7 Cuarenta años tenía yo cuando Moisés, siervo de Yahveh, me envió
de Cadés Barnea a explorar esta tierra y yo le di un informe con toda
sinceridad.
8 Los hermanos que habían subido conmigo desanimaron al pueblo,
pero yo me mantuve fiel a Yahveh mi Dios.
9 Aquel día Moisés hizo este juramento: “Te juro que la tierra que ha
hollado tu pie será heredad tuya y de tus hijos para siempre. Porque has sido
fiel a Yahveh mi Dios.”
10 Pues ahora mira cómo Yahveh me ha conservado con vida según lo
prometió. Hace 45 años que Yahveh le dijo esto a Moisés, cuando Israel iba
por el desierto, y ahora tengo 85 años.
11 Todavía estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió.
Conservo todo mi vigor de entonces para combatir y para ir y venir.
12 Dame ya esta montaña que me prometió Yahveh aquel día. Ya
entonces supiste que hay en ella anaquitas y ciudades grandes y fuertes. Si
Yahveh está conmigo, los expulsaré, como me prometió Yahveh.»
13 Josué bendijo a Caleb, hijo de Yefunné, y le dio Hebrón por
heredad.
14 Por eso Hebrón sigue siendo hasta el día de hoy heredad de Caleb,
hijo de Yefunné el quenizita, por haber sido fiel a Yahveh, Dios de Israel.
15 El nombre primitivo de Hebrón era Quiryat Arbá. Arbá era el
hombre más alto entre los anaquitas. Y el país vivió en paz tras la guerra.

Josué 15

1 La suerte que tocó a la tribu de los hijos de Judá conforme a sus
clanes cayó hacia la frontera de Edom, desde el desierto de Sin hacia el
mediodía hasta Cadés en el extremo sur.
2 Su límite meridional partía del extremo del mar de la Sal, desde la
lengua que da hacia el sur;3 luego se dirigía por el sur de la subida de los Escorpiones, pasaba
hacia Sin y subía por el sur de Cadés Barnea; pasando por Jesrón, subía
hacia Adar y volvía a Carcá;
4 pasaba por Asmón, iba hacia el torrente de Egipto y venía a salir al
mar. Esa será vuestra frontera por el sur.
5 Al oriente el límite era el mar de la Sal hasta la desembocadura del
Jordán. La frontera por el lado norte partía de la lengua de mar que hay en
la desembocadura del Jordán.
6 El límite subía a Bet Joglá, pasaba al norte de Bet Haarabá y subía
hasta la Peña de Boján, hijo de Rubén.
7 El límite subía desde el valle de Akor hasta Debir y volvía al norte
hacia el círculo de piedras que hay enfrente de la subida de Adummim, que
está al sur del Torrente. El límite pasaba hacia las aguas de En Semes y
venía a salir a En Roguel.
8 Subía después por el valle de Ben Hinnom, por el sur, al Hombro del
Jebuseo, es decir, Jerusalén; subía el límite por el oeste a la cima del monte
que hay frente al valle de Hinnom, al extremo norte del valle de los Refaím.
9 El límite torcía de la cumbre del monte hacia la fuente de agua de
Neftoaj y seguía hacia las ciudades del monte Efrón para torcer en
dirección a Baalá, o sea, Quiryat Yearim.
10 De Baalá, el límite doblaba por el oeste hacia el monte Seír y,
pasando por la vertiente norte del monte Yearim, o sea Kesalón, bajaba a
Bet Semes, pasaba a Timná,
11 iba hacia el lado norte de Ecrón, doblaba hacia Sikkarón, pasaba
por el monte de Baalá, salía por Yabneel. La frontera terminaba en el mar.
12 El límite occidental era el mar Grande. Este era el límite que
rodeaba el territorio de los hijos de Judá por clanes.
13 A Caleb, hijo de Yefunné, se le dio una parte entre los hijos de
Judá, según la orden de Yahveh a Josué: Quiryat Arbá, la ciudad del padre
de Anaq, que es Hebrón.
14 Caleb echó de allí a los tres hijos de Anaq: Sesay, Ajimán y
Talmay, descendientes de Anaq.
15 De allí se dirigió hacia los habitantes de Debir, que antiguamente
se llamaba Quiryat Séfer.
16 Entonces dijo Caleb: «Al que derrote a Quiryat Séfer y la tome, le
daré mi hija Aksá por mujer.»
17 El que la tomó fue Otniel, hijo de Quenaz, hermano de Caleb, y
éste le dio su hija Aksá por mujer.
18 Cuando iba a casa de su marido, éste le incitó a que pidiera a su
padre un campo; ella se apeó del asno y Caleb le preguntó: «¿Qué quieres?»
19 Ella respondió: «Hazme un regalo; ya que me has dado el desierto
de Négueb, dame fuentes de agua.» Y él le dio las fuentes de arriba y las
fuentes de abajo.
20 Esta fue la heredad de la tribu de los hijos de Judá por clanes.
21 Ciudades fronterizas de la tribu de los hijos de Judá, hacia la
frontera de Edom en el Négueb: Cabseel, Eder, Yagur,22 Quiná, Dimón, Adadá,
23 Quedes, Jasor Yitnam,
24 Zif, Télem, Bealot,
25 Jasor Jadattá, Queriyyot Jesrón (que es Jasor),
26 Amam, Semá, Moladá,
27 Jasar Gaddá, Jesmón, Bet Pélet,
28 Jasar Sual, Berseba y sus filiales,
29 Baalá, Iyyim, Esem,
30 Eltolad, Kesil, Jormá,
31 Siquelag, Madmanná, Sansanná,
32 Lebaot, Siljim, Ayin y Rimmón. En total veintinueve ciudades con
sus aldeas.
33 En la Tierra Baja: Estaol, Sorá, Asná,
34 Zanoaj, En Gannim, Tappuaj, Enam,
35 Yarmut, Adullam, Sokó, Azecá,
36 Saaráyim, Aditáyim, Hag Guederá, Guederotáyim: catorce
ciudades con sus aldeas.
37 Senán, Jadasá, Migdal Gad,
38 Dilán, Ham Mispé, Yoqteel,
39 Lakís, Boscat, Eglón,
40 Kabbón, Lajmás, Kitlís,
41 Guederot, Bet Dagón, Naamá, Maquedá: dieciséis ciudades con sus
aldeas.
42 Libná, Eter, Asán,
43 Iftaj, Asná, Nesib,
44 Queilá, Akzib, Maresá: nueve ciudades con sus aldeas.
45 Ecrón con sus filiales y aldeas.
46 De Ecrón hasta el mar, todo lo que está al lado de Asdod con sus
aldeas.
47 Asdod con sus filiales y aldeas, Gaza con sus filiales y aldeas hasta
el Torrente de Egipto, limitando con el mar Grande.
48 En la montaña: Samir, Yattir, Sokó,
49 Danná, Quiryat, Sanná, que es Debir,
50 Anab, Estemoa, Anim,
51 Gosen, Jolón, Guiló: once ciudades y sus aldeas.
52 Arab, Dumá, Esan,
53 Yanum, Bet Tappuaj, Afeqá,
54 Jumtá, Quiryat Arbá, que es Hebrón, Sior: nueve ciudades y sus
aldeas.
55 Maón, Carmelo, Zif, Yuttá,
56 Yizreel, Yoqdeam, Zanoaj,
57 Haqcayim, Guibeá y Timná: diez ciudades con sus aldeas.
58 Jaljul, Bet Sur, Guedor,
59 Maarat, Bet Anot, Eltecón: seis ciudades con sus aldeas. Técoa,
Efratá, que es Belén, Peor, Etam, Culón, Tatam, Sores, Karem, Gallim,
Béter, Manaj: once ciudades con sus aldeas.60 Quiryat Baal, que es Quiryat Yearim, y Harabbá: dos ciudades con
sus aldeas.
61 En el desierto: Bet Haarabá, Middin, Sekaká,
62 Nibsán, la ciudad de la Sal y Engadí: seis ciudades con sus aldeas.
63 Pero los hijos de Judá no pudieron echar a los jebuseos que
ocupaban Jerusalén. Por eso los jebuseos siguen habitando en Jerusalén
junto a los hijos de Judá hasta el día de hoy.

Salmo 107 (106)

¡Aleluya!
1 Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor.
2 Que lo digan los redimidos de Yahveh, los que él ha redimido del
poder del adversario,
3 los que ha reunido de entre los países, de oriente y de poniente, del
norte y mediodía.
4 En el desierto erraban, por la estepa, no encontraban camino de
ciudad habitada;
5 hambrientos, y sedientos, desfallecía en ellos su alma.
6 Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los libró de sus angustias,
7 les condujo por camino recto, hasta llegar a ciudad habitada.
8 ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos
de Adán!
9 Porque él sació el alma anhelante, el alma hambrienta saturó de
bienes.
10 Habitantes de tiniebla y sombra, cautivos de la miseria y de los
hierros,
11 por haber sido rebeldes a las órdenes de Dios y haber despreciado
el consejo del Altísimo,
12 él sometió su corazón a la fatiga, sucumbían, y no había quien
socorriera.
13 Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los salvó de sus
angustias,
14 los sacó de la tiniebla y de la sombra, y rompió sus cadenas.
15 ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos
de Adán!
16 Pues las puertas de bronce quebrantó, y los barrotes de hierro hizo
pedazos.
17 Embotados de resultas de sus yerros, miserables a causa de sus
culpas,
18 todo manjar les daba náusea, tocaban ya a las puertas de la muerte.19 Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los salvó de sus
angustias;
20 su palabra envió para sanarlos y arrancar sus vidas de la fosa.
21 ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos
de Adán!
22 Ofrezcan sacrificios de acción de gracias, y sus obras pregonen con
gritos de alegría.
23 Los que a la mar se hicieron en sus naves, llevando su negocio por
las muchas aguas,
24 vieron las obras de Yahveh, sus maravillas en el piélago.
25 Dijo, y suscitó un viento de borrasca, que entumeció las olas;
26 subiendo hasta los cielos, bajando hasta el abismo, bajo el peso del
mal su alma se hundía;
27 dando vuelcos, vacilando como un ebrio, tragada estaba toda su
pericia.
28 Y hacia Yahveh gritaron en su apuro, y él los sacó de sus
angustias;
29 a silencio redujo la borrasca, y las olas callaron.
30 Se alegraron de verlas amansarse, y él los llevó hasta el puerto
deseado.
31 ¡Den gracias a Yahveh por su amor, por sus prodigios con los hijos
de Adán!
32 ¡Ensálcenle en la asamblea del pueblo, en el concejo de los
ancianos le celebren!
33 El cambia los ríos en desierto, y en suelo de sed los manantiales,
34 la tierra fértil en salinas, por la malicia de sus habitantes.
35 Y él cambia el desierto en un estanque, y la árida tierra en
manantial.
36 Allí asienta a los hambrientos, y ellos fundan una ciudad habitada.
37 Y siembran campos, plantan viñas, que producen sus frutos de
cosecha.
38 El los bendice y crecen mucho y no deja que mengüen sus ganados.
39 Menguados estaban, y abatidos por la tenaza del mal y la aflicción.
40 El que vierte desprecio sobre príncipes, los hacía errar por caos sin
camino.
41 Mas él recobra de la miseria al pobre, aumenta como un rebaño las
familias;
42 los hombres rectos lo ven y se recrean, y toda iniquidad cierra su
boca.
43 ¿Hay algún sabio? ¡Que guarde estas cosas, y comprenda el amor
de Yahveh!

Salmo 108 (107)

(1) = Cántico. Salmo. De David. = 1 (2) A punto está mi corazón, oh Dios, – voy a cantar, voy a
salmodiar – ¡anda, gloria mía!
2 (3) ¡despertad, arpa y cítara! ¡a la aurora he de despertar!
3 (4) Te alabaré entre los pueblos, Yahveh, te salmodiaré entre las
gentes,
4 (5) porque tu amor es grande hasta los cielos, tu lealtad hasta las
nubes.
5 (6) ¡Alzate, oh Dios, sobre los cielos, sobre toda la tierra, tu gloria!
6 (7) Para que tus amados salgan libres, ¡salva con tu diestra,
respóndenos!
7 (8) Ha hablado Dios en su santuario: «Ya exulto, voy a repartir a
Siquem, a medir el valle de Sukkot.
8 (9) «Mío es Galaad, mío Manasés, Efraím, yelmo de mi cabeza,
Judá mi cetro.
9 (10) «Moab, la vasija en que me lavo. Sobre Edom tiro mi sandalia,
contra Filistea lanzo el grito de guerra.»
10 (11) ¿Quién me conducirá hasta la plaza fuerte, quién me guiará
hasta Edom?
11 (12) ¿No eres tú, oh Dios, que nos has rechazado y ya no sales, oh
Dios, con nuestras tropas?
12 (13) ¡Danos ayuda contra el adversario, que es vano el socorro del
hombre!
13 (14) ¡Con Dios hemos de hacer proezas, y él hollará a nuestros
adversarios!

Salmo 109 (108)

(1) = Del maestro de coro. De David. Salmo. = 1 ¡Oh Dios de mi
alabanza, no te quedes mudo!
2 Boca de impío, boca de engaño, se abren contra mí. Me hablan con
lengua de mentira,
3 con palabras de odio me envuelven, me atacan sin razón.
4 En pago de mi amor, se me acusa, y yo soy sólo oración;
5 se me devuelve mal por bien y odio por mi amor:
6 «¡Suscita a un impío contra él, y que un fiscal esté a su diestra;
7 que en el juicio resulte culpable, y su oración sea tenida por pecado!
8 «¡Sean pocos sus días, que otro ocupe su cargo;
9 queden sus hijos huérfanos y viuda su mujer!
10 «¡Anden sus hijos errantes, mendigando, y sean expulsados de sus
ruinas;
11 el acreedor le atrape todo lo que tiene, y saqueen su fruto los
extraños!
12 «¡Ni uno solo tenga con él amor, nadie se compadezca de sus
huérfanos, 13 sea dada al exterminio su posteridad, en una generación sea
borrado su nombre!
14 «¡Sea ante Yahveh recordada la culpa de sus padres, el pecado de
su madre no se borre;
15 estén ante Yahveh constantemente, y él cercene de la tierra su
memoria!»
16 Porque él no se acordó de actuar con amor: persiguió al pobre, al
desdichado, y al de abatido corazón para matarle;
17 amó la maldición: sobre él recaiga, no quiso bendición: que de él se
aleje.
18 Se vistió de maldición como de un manto: ¡que penetre en su seno
como agua, igual que aceite dentro de sus huesos!
19 ¡Séale cual vestido que le cubra, como cinto que la ciña siempre!
20 ¡Tal sea de parte de Yahveh la paga de mis acusadores, de los que
dicen mal contra mi alma!
21 ¡Y tú, Señor Yahveh, actúa por mí en gracia de tu nombre, porque
tu amor es bueno, líbrame!,
22 Porque soy pobre y desdichado, y tengo dentro herido el corazón;
23 cual sombra que declina me voy yendo, me han sacudido igual que
a la langosta.
24 Por tanto ayuno se doblan mis rodillas, falta de aceite mi carne ha
enflaquecido;
25 me he hecho el insulto de ellos, me ven y menean su cabeza.
26 ¡Ayúdame, Yahveh, Dios mío, sálvame por tu amor!
27 ¡Sepan ellos que tu mano es ésta, que tú, Yahveh, lo has hecho!
28 ¡Maldigan ellos, pero tú bendice, los que me atacan sean
confundidos y tu siervo se alegre!
29 ¡Los que me acusan queden vestidos de ignominia, como en un
manto en su vergüenza envueltos!
30 ¡Copiosas gracias a Yahveh en mi boca, entre la multitud le
alabaré:
31 porque él se pone a la diestra del pobre para salvar su alma de sus
jueces!

Salmo 110 (109)

(1) = De David. Salmo. =
1 Oráculo de Yahveh a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que yo
haga de tus enemigos el estrado de tus pies.
2 El cetro de tu poder lo extenderá Yahveh desde Sión: ¡domina en
medio de tus enemigos!
3 Para ti el principado el día de tu nacimiento, en esplendor sagrado
desde el seno, desde la aurora de tu juventud.
4 Lo ha jurado Yahveh y no ha de retractarse: «Tú eres por siempre
sacerdote, según el orden de Melquisedec.»
5 A tu diestra, Señor, él quebranta a los reyes el día de su cólera; 6 sentencia a las naciones, amontona cadáveres, cabezas quebranta
sobre la ancha tierra.
7 En el camino bebe del torrente, por eso levanta la cabeza.

SEGUNDA EPÍSTOLA A LOS TESALONICENSES

2 Tesalonicenses 1

1 Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios
nuestro Padre y en el Señor Jesucristo.
2 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios Padre y del Señor
Jesucristo.
3 Tenemos que dar en todo tiempo gracias a Dios por vosotros,
hermanos, como es justo, porque vuestra fe está progresando mucho y se
acrecienta la mutua caridad de todos y cada uno de vosotros,
4 hasta tal punto que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en
las Iglesias de Dios por la tenacidad y la fe en todas las persecuciones y
tribulaciones que estáis pasando.
5 Esto es señal del justo juicio de Dios, en el que seréis declarados
dignos del Reino de Dios, por cuya causa padecéis.
6 Porque es propio de la justicia de Dios el pagar con tribulación a los
que os atribulan,
7 y a vosotros, los atribulados, con el descanso junto con nosotros,
cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo con sus poderosos ángeles,
8 en medio de = una llama de fuego, y tome venganza = de los que =
no conocen a Dios = y de los que = no obedecen = al Evangelio de nuestro
Señor Jesús.9 Estos sufrirán la pena de una ruina eterna, alejados = de la presencia
del Señor y de la gloria de su poder, =
10 = cuando = venga = en aquel Día a ser glorificado en sus santos y
admirado = en todos los que hayan creído – pues nuestro testimonio ha sido
creído por vosotros.
11 Con este objeto rogamos en todo tiempo por vosotros: que nuestro
Dios os haga dignos de la vocación y lleve a término con su poder todo
vuestro deseo de hacer el bien y la actividad de la fe,
12 para que así = el nombre = de nuestro = Señor = Jesús = sea
glorificado = en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios
y del Señor Jesucristo.

2 Tesalonicenses 2

1 Por lo que respecta a la Venida de nuestro Señor Jesucristo y a
nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos,
2 que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestro ánimo, ni os
alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por
alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está
inminente el Día del Señor.
3 Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la
apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición,
4 el Adversario que = se eleva sobre todo = lo que lleva el nombre de
= Dios = o es objeto de culto, hasta el extremo de = sentarse = él mismo en
el Santuario de = Dios = y proclamar que él mismo es Dios.
5 ¿No os acordáis que ya os dije esto cuando estuve entre vosotros?
6 Vosotros sabéis qué es lo que ahora le retiene, para que se
manifieste en su momento oportuno.
7 Porque el ministerio de la impiedad ya está actuando. Tan sólo con
que sea quitado de en medio el que ahora le retiene,
8 entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor = destruirá con el
soplo de su boca, = y aniquilará con la Manifestación de su Venida.
9 La venida del Impío estará señalada por el influjo de Satanás, con
toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos,
10 y todo tipo de maldades que seducirán a los que se han de condenar
por no haber aceptado el amor de la verdad que les hubiera salvado.
11 Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la
mentira,
12 para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y
prefirieron la iniquidad.
13 Nosotros, en cambio, debemos dar gracias en todo tiempo a Dios
por vosotros, hermanos, amados del Señor, porque Dios os ha escogido
desde el principio para la salvación mediante la acción santificadora del
Espíritu y la fe en la verdad.
14 Para esto os ha llamado por medio de nuestro Evangelio, para que
consigáis la gloria de nuestro Señor Jesucristo.15 Así pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones
que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta.
16 Que el mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que
nos ha amado y que nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y
una esperanza dichosa,
17 consuele vuestros corazones y los afiance en toda obra y palabra
buena.

2 Tesalonicenses 3

1 Finalmente, hermanos, orad por nosotros para que la Palabra del
Señor siga propagándose y adquiriendo gloria, como entre vosotros,
2 y para que nos veamos libres de los hombres perversos y malignos;
porque la fe no es de todos.
3 Fiel es el Señor; él os afianzará y os guardará del Maligno.
4 En cuanto a vosotros tenemos plena confianza en el Señor de que
cumplís y cumpliréis cuanto os mandamos.
5 Que el Señor guíe vuestros corazones hacia el amor de Dios y la
tenacidad de Cristo.
6 Hermanos, os mandamos en nombre del Señor Jesucristo que os
apartéis de todo hermano que viva desordenadamente y no según la
tradición que de nosotros recibisteis.
7 Ya sabéis vosotros cómo debéis imitarnos, pues estando entre
vosotros no vivimos desordenadamente,
8 ni comimos de balde el pan de nadie, sino que día y noche con fatiga
y cansancio trabajamos para no ser una carga a ninguno de vosotros.
9 No porque no tengamos derecho, sino por daros en nosotros un
modelo que imitar.
10 Además, cuando estábamos entre vosotros os mandábamos esto: Si
alguno no quiere trabajar, que tampoco coma.
11 Porque nos hemos enterado que hay entre vosotros algunos que
viven desordenadamente, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo.
12 A ésos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que
trabajen con sosiego para comer su propio pan.
13 Vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien.
14 Si alguno no obedece a lo que os decimos en esta carta, a ése
señaladle y no tratéis con él, para que se avergüence.
15 Pero no lo miréis como a enemigo, sino amonestadle como a
hermano.
16 Que El, el Señor de la paz, os conceda la paz siempre y en todos
los órdenes. El Señor sea con todos vosotros.
17 El saludo va de mi mano, Pablo. Esta es la firma en todas mis
cartas; así escribo.
18 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros.

EPÍSTOLA A LOS GÁLATAS

Gálatas 1

1 Pablo, apóstol, no de parte de los hombres ni por mediación de
hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre
los muertos,
2 y todos los hermanos que conmigo están, a las Iglesias de Galacia.
3 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor
Jesucristo,
4 que se entregó a sí mismo por nuestros pecados, para librarnos de
este mundo perverso, según la voluntad de nuestro Dios y Padre,
5 a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
6 Me maravillo de que abandonando al que os llamó por la gracia de
Cristo, os paséis tan pronto a otro evangelio
7 – no que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren
deformar el Evangelio de Cristo -.
8 Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara
un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!
9 Como lo tenemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os
anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!
10 Porque ¿busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O
es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los
hombres, ya no sería siervo de Cristo.
11 Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por
mí, no es de orden humano,
12 pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por
revelación de Jesucristo.
13 Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el Judaísmo,
cuán encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba,
14 y cómo sobrepasaba en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas
contemporáneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis padres.
15 Mas, cuando Aquel que me separó = desde el seno de mi madre = y
me = llamó = por su gracia, tuvo a bien
16 revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al
punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre,
17 sin subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a
Arabia, de donde nuevamente volví a Damasco.
18 Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y
permanecí quince días en su compañía.
19 Y no vi a ningún otro apóstol, y sí a Santiago, el hermano del
Señor.
20 Y en lo que os escribo, Dios me es testigo de que no miento.
21 Luego me fui a las regiones de Siria y Cilicia;
22 pero personalmente no me conocían las Iglesias de Judea que están
en Cristo.
23 Solamente habían oído decir: «El que antes nos perseguía ahora
anuncia la buena nueva de la fe que entonces quería destruir».
24 Y glorificaban a Dios a causa de mí.

Gálatas 2

1 Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con
Bernabé, llevando conmigo también a Tito.
2 Subí movido por una revelación y les expuse el Evangelio que
proclamo entre los gentiles – tomando aparte a los notables – para saber si
corría o había corrido en vano.
3 Pues bien, ni siquiera Tito que estaba conmigo, con ser griego, fue
obligado a circuncidarse.
4 Pero, a causa de los intrusos, los falsos hermanos que solapadamente
se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin
de reducirnos a esclavitud,
5 a quienes ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de
salvaguardar para vosotros la verdad del Evangelio…
6 Y de parte de los que eran tenidos por notables – ¡qué me importa lo
que fuesen!: en Dios no hay acepción de personas – en todo caso, los
notables nada nuevo me impusieron.
7 Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la
evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los
circuncisos,
8 – pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los
circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles –
9 y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago,
Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano
en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles
y ellos a los circuncisos;
10 sólo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres, cosa que
he procurado cumplir con todo esmero.
11 Mas, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a
cara, porque era digno de reprensión.
12 Pues antes que llegaran algunos del grupo de Santiago, comía en
compañía de los gentiles; pero una vez que aquéllos llegaron, se le vio
recatarse y separarse por temor de los circuncisos.
13 Y los demás judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto de
que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos.
14 Pero en cuanto vi que no procedían con rectitud, según la verdad
del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: «Si tú, siendo judío, vives
como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?»
15 Nosotros somos judíos de nacimiento y no gentiles pecadores; a
pesar de todo,
16 conscientes de que el hombre no se justifica por las obras de la ley
sino sólo por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo
Jesús a fin de conseguir la justificación por la fe en Cristo, y no por las
obras de la ley, pues por las obras de la ley = nadie será justificado. =
17 Ahora bien, si buscando nuestra justificación en Cristo, resulta que
también nosotros somos pecadores, ¿estará Cristo al servicio del pecado?
¡De ningún modo!18 Pues si vuelvo a edificar lo que una vez destruí, a mí mismo me declaro transgresor.
19 En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios:
con Cristo estoy crucificado:
20 y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo
al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se
entregó a sí mismo por mí.
21 No tengo por inútil la gracia de Dios, pues si por la ley se obtuviera
la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano.

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