Josué 19
1 La segunda suerte cayó a Simeón, a la tribu de los hijos de Simeón,
por clanes: su heredad estaba en medio de la heredad de los hijos de Judá.
2 Les correspondió como heredad: Berseba, Semá, Moladá;
3 Jasar Sual, Balá, Esem;
4 Eltolad, Betul, Jormá;
5 Siquelag, Bet Hammarkabot; Jasar Susá;
6 Bet Lebaot y Sarujem: trece ciudades y sus aldeas;
7 Ayín, Rimmón, Eter y Asán; cuatro ciudades y sus aldeas.
8 Adémas todas las aldeas de los alrededores de estas ciudades hasta
Baalat Beer, Ramá del Négueb. Esa fue la heredad de la tribu de los hijos
de Simeón, por clanes.
9 La heredad de los hijos de Simeón se tomó de la porción de los hijos
de Judá, porque la parte de los hijos de Judá era demasiado grande para
ellos. Los hijos de Simeón recibieron, pues, su heredad en medio de la
heredad de los hijos de Judá.
10 La tercera suerte tocó a los hijos de Zabulón, por clanes: el límite
de su heredad se extendía hasta Sadud;
11 su límite subía al occidente hacia Maraalá y tocaba en Dabbéset y
luego en el torrente que hay frente a Yoqneam.
12 De Sadud volvía el límite hacia el este, hacia la salida del sol, hasta
el límite de Kislot Tabor, seguía hacia Daberat y subía a Yafía.
13 De allí pasaba hacia el este, al oriente, por Gat Jéfer y por Itta
Casín, iba hacia Rimmón y volvía hacia Neá.
14 El límite volvía por el norte hacia Jannatón e iba a salir al valle de
Yiftaj El.
15 Además, Cattat, Nahalal, Simrón, Yiralá y Belén: doce ciudades
con sus aldeas.
16 Esa fue la heredad de los hijos de Zabulón, por clanes: esas
ciudades y sus aldeas.
17 La cuarta suerte tocó a Isacar, a los hijos de Isacar, por clanes.18 Su territorio se extendía hasta Yizreel y comprendía Kesulot y
Sunem;
19 Jafaráyim, Sión, Anajarat,
20 Daberat, Quisyón, Ebes;
21 Rémet y En Gannim, En Jaddá y Bet Passés.
22 Su límite tocaba en el Tabor, en Sajasima y en Bet Semes, y el
límite terminaba en el Jordán; dieciséis ciudades con su aldeas.
23 Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Isacar, por clanes: las
ciudades y sus aldeas.
24 La quinta suerte tocó a la tribu de los hijos de Aser, por clanes.
25 Su territorio comprendía: Jelcat, Jalí, Beten, Aksaf,
26 Alammélek, Amad, Misal; tocaba en el Carmelo por el oeste y en
el curso del Libnat;
27 volvía luego hacia la salida del sol hasta Bet Dagón y tocaba por el
norte en Zabulón y en el valle de Yiftaj El, y Bet Haemeq y Neiel, yendo a
parar hacia Kabul por la izquierda con
28 Abdón, Rejob, Jammón y Caná hasta Sidón la Grande.
29 El límite volvía a Ramá y hasta la plaza fuerte de Tiro y hasta Josá,
e iba a terminar en el mar. Majaleb, Akzib,
30 Akko, Afeq, Rejob: veintidós ciudades con sus aldeas.
31 Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Aser, por clanes: esas
ciudades y sus aldeas.
32 A los hijos de Neftalí les tocó la sexta suerte; a los hijos de Neftalí,
por clanes:
33 su límite iba de Jélef y de la Encina de Saanannim y Adamí
Hannéqueb y Yabneel hasta Laqcum e iba a salir al Jordán.
34 Volvía el límite hacia el oeste por Aznot Tabor y de allí a salir a
Juqcoq, lindaba con Zabulón al sur, con Aser al oeste y con el Jordán al
oriente.
35 Y las ciudades fuertes eran: Siddim, Ser, Jammat, Raqcat,
Kinneret,
36 Adamá, Ramá, Jasor;
37 Quedes, Edreí, En Jasor,
38 Yirón, Migdal El, Jórem, Bet Anat, Bet Semes: diecinueve
ciudades con sus aldeas.
39 Esa fue la heredad de los hijas de Neftalí, por clanes: las ciudades y
sus aldeas.
40 A la tribu de los hijos de Dan, por clanes, tocó la séptima suerte.
41 El territorio de su heredad comprendía: Sorá, Estaol, Ir Simes.
42 Saalbim, Ayyalón, Silatá;
43 Elón, Timná, Ecrón,
44 Eltequé, Guibbetón, Baalat;
45 Azor, Bené Beraq, Gat Rimmón;
46 y hacia el mar Yeraqón con el territorio de enfrente de Joppe.
47 Pero el territorio de los hijos de Dan quedaba fuera de su poder.
Por eso, los hijos de Dan subieron a atacar a Lésem; la tomaron y la pasaron a cuchillo. Tomada la ciudad, se establecieron en ella y a Lésem la llamaron
Dan, del nombre de Dan su padre.
48 Esa fue la heredad de la tribu de los hijos de Dan, por clanes: esas
ciudades y sus aldeas.
49 Acabaron, pues, de sortear el país con sus límites. Y los israelitas
dieron a Josué, hijo de Nun, una heredad en medio de ellos;
50 según orden de Yahveh, le dieron la ciudad que había pedido,
Timnat Sérak, en la montaña de Efraím. Reconstruyó la ciudad y se
estableció en ella.
51 Esas son las heredades que el sacerdote Eleazar, Josué, hijo de
Nun, y los jefes de familia sortearon entre las tribus de Israel en Silo, en
presencia de Yahveh, a la entrada de la Tienda del Encuentro; y así se
terminó el reparto de la tierra.
Josué 20
1 Yahveh dijo a Josué:
2 «Habla a los israelitas y diles: Señalaos las ciudades de asilo de las
que os hablé por medio de Moisés,
3 a las que pueda huir el homicida que haya matado a alguien por
inadvertencia (sin querer), y que le sirvan de asilo contra el vengador de la
sangre.
4 (El homicida huirá a una de estas ciudades: se detendrá a la entrada
de la puerta de la ciudad y expondrá su caso a los ancianos de la ciudad.
Estos le admitirán en su ciudad y le señalarán una casa para que habite con
ellos.
5 Si el vengador de la sangre le persigue, no le entregarán al homicida
en su manos, pues ha herido a su prójimo sin querer, y no le tenía odio
anteriormente.
6 El homicida habrá de permanecer en la ciudad, hasta que
comparezca en juicio ante la comunidad, hasta la muerte del Sumo
Sacerdote que esté en funciones por aquel tiempo. Entonces el homicida
podrá volver a sus ciudad y a su casa, a la ciudad de la que huyó.»
7 Consagraron: Quedes en Galilea, en la montaña de Neftalí, Siquem
en la montaña de Efraím, Quiryat Arbá, o sea Hebrón, en la montaña de
Judá.
8 En Transjordania, al oriente de Jericó, se designó Béser, de la tribu
de Rubén, en el desierto, en el llano; Ramot en Galaad, de la tribu de Gad, y
Golán en Basán, de la tribu de Manasés.
9 Estas son las ciudades designadas para todos los israelitas, así como
para el forastero residente entre ellos, para que pueda refugiarse en ellas
cualquiera que haya matado a alguien por inadvertencia, y no muera a
manos del vengador de la sangre, hasta que comparezca ante la comunidad.
Josué 21
1 Se acercaron los cabezas de familia de los levitas al sacerdote
Eleazar, a Josué, hijo de Nun, y a los cabezas de familia de las tribus de
Israel,
2 cuando estaban en Silo, en tierra de Canaán, y les dijeron: «Yahveh
ordenó por medio de Moisés que se nos dieran ciudades donde residir, con
sus pastos para nuestro ganado.»
3 Los israelitas, conforme a la orden de Yahveh, dieron a los levitas,
de su heredad, las siguientes ciudades con sus pastos.
4 Se hizo el sorteo para los clanes quehatitas: y a los levitas hijos del
sacerdote Aarón les tocaron trece ciudades de las tribus de Judá, Simeón, y
Benjamín;
5 a los otros hijos de Quehat, por clanes, diez ciudades de las tribus de
Efraím, de Dan y de la media tribu de Manasés.
6 A los hijos de Guerson, por clanes, les tocaron trece ciudades de las
tribus de Isacar, Aser, Neftalí y de la media tribu de Manasés, en Basán.
7 A los hijos de Merarí, por clanes, les tocaron doce ciudades de las
tribus de Rubén, Gad y Zabulón.
8 Los israelitas dieron a los levitas por suertes esas ciudades y sus
pastos, como Yahveh había ordenado por boca de Moisés.
9 De la tribu de Judá y de la tribu de Simeón les dieron las ciudades
que se nombran a continuación;
10 esta fue la parte de los hijos de Aarón, pertenecientes al clan
quehatita, de los hijos de Leví; porque la primera suerte fue para ellos.
11 Les dieron Quiryat Arbá (ciudad del padre de Anaq), o sea Hebrón,
en la montaña de Judá, con los pastos circundantes.
12 Pero la campiña de esta ciudad con sus aldeas se la dieron en
propiedad a Caleb, hijo de Yefunné.
13 A los hijos del sacerdote Aarón les dieron, como ciudad de asilo
para los homicidas, Hebrón con sus pastos, y además Libná y sus pastos,
14 Yattir con sus pastos, Estemoa con sus pastos
15 Jolón con sus pastos, Debir con sus pastos,
16 Asan con sus pastos, Yutta con sus pastos, Bet Semes con sus
pastos: nueve ciudades de esas dos tribus.
17 De la tribu de Benjamín, Gabaón y sus pastos, Gueba y sus pastos,
18 Anatot y sus pastos, Almón y sus pastos: cuatro ciudades.
19 Total de las ciudades de los sacerdotes hijos de Aarón: trece
ciudades con sus pastos.
20 A los clanes de los hijos de Quehat, a los levitas restantes entre los
hijos de Quehat, les tocaron en suerte ciudades de la tribu de Efraím.
21 Se les dio, como ciudad de asilo para los homicidas, Siquem con
sus pastos, en la montaña de Efraím, y además Guézer con sus pastos.
22 Quibsáyim con sus pastos, Bet Jorón con sus pastos: cuatro
ciudades.
23 De la tribu de Dan, Eltequé con sus pastos, Guibbetón con sus
pastos,24 Ayyalón con sus pastos, Gat Rimmón con sus pastos: cuatro
ciudades.
25 De la media tribu de Manasés, Tanak con sus pastos y Yibleam con
sus pastos: dos ciudades.
26 Total: diez ciudades con sus pastos para lo restantes clanes de los
hijos de Quehat.
27 A los hijos de Guersón, de los clanes levíticos, les dieron: de la
media tribu de Manasés, como ciudad de asilo para los homicidas, Golán en
Basán con sus pastos, y Astarot con sus pastos: dos ciudades.
28 De la tribu de Isacar, Quisyón con sus pastos, Daberat con sus
pastos
29 Yarmut con sus pastos, En Gannim con sus pastos: cuatro
ciudades.
30 De la tribu de Aser, Misal con sus pastos, Abdón con sus pastos,
31 Jelcat con sus pastos, Rejob con sus pastos: cuatro ciudades.
32 De la tribu de Neftalí, como ciudad de asilo para los homicidas,
Quedes en Galilea con sus pastos, Jammot Dor con sus pastos, Raqcat con
sus pastos: tres ciudades.
33 Total de ciudades de los guersonitas, por clanes: trece ciudades con
sus pastos.
34 A los clanes de los hijos de Merarí, al resto de los levitas: de la
tribu de Zabulón: Yoqneam con sus pastos, Cartá con sus pastos,
35 Rimmón con sus pastos, Nahalal con sus pastos: cuatro ciudades;
36 al otro lado del Jordán, de la tribu de Rubén, como ciudad de asilo
para los homicidas, Béser en el desierto, en el llano, con sus pastos, y
además Yahás con sus pastos,
37 Quedemot con sus pastos, Mefaat con sus pastos: cuatro ciudades.
38 De la tribu de Gad, como ciudad de asilo para los homicidas,
Ramot en Galaad, y Majanáyim
39 Jesbón con sus pastos, Yazer con sus pastos: cuatro ciudades.
40 Total de ciudades asignadas por suerte a los hijos de Merarí, por
clanes, es decir, al resto de los clanes levíticos: doce ciudades.
41 Total de las ciudades de los levitas en medio de la propiedad de los
israelitas: 48 ciudades con sus pastos.
42 Cada una de las ciudades comprendía la ciudad y los pastos
circundantes. Así todas las ciudades mencionadas.
43 Yahveh dio a los israelitas toda la tierra que había jurado dar a sus
padres. La ocuparon y se establecieron en ella.
44 Yahveh les concedió paz en todos sus confines, tal como había
jurado a sus padres, y ninguno de sus enemigos pudo hacerles frente.
Yahveh entregó a todos sus enemigos en sus manos.
45 No falló una sola de todas las espléndidas promesas que Yahveh
había hecho a la casa de Israel. Todo se cumplió.
Josué 22
1 Josué convocó a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de
Manasés,
2 y les dijo: «Habéis cumplido todo lo que os mandó Moisés, siervo
de Yahveh, y habéis atendido a mis órdenes siempre que os he mandado
algo.
3 No habéis abandonado a vuestros hermanos durante tan largo tiempo
hasta el día de hoy; habéis cumplido la orden que os encomendó Yahveh
vuestro Dios.
4 Ahora Yahveh vuestro Dios ha dado a vuestros hermanos el
descanso que les había prometido. Volveos, pues, e id a vuestras tiendas, a
la tierra de vuestra propiedad, la que os dio Moisés, siervo de Yahveh, al
otro lado del Jordán.
5 Únicamente preocupaos de guardar el mandato y la Ley que os dio
Moisés, siervo de Yahveh: que améis a Yahveh vuestro Dios, que sigáis
siempre sus caminos, que guardéis sus mandamientos y os mantengáis
unidos a él y le sirváis con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma.»
6 Josué los bendijo y los despidió, y ellos se fueron a sus tiendas.
7 Moisés había dado a la media tribu de Manasés su parte en Basán; a
la otra media se la dio Josué entre sus hermanos, al lado occidental del
Jordán. Cuando los mandó Josué a sus tiendas, les dio la bendición
8 y les dijo: «Volvéis a vuestras tiendas con grandes riquezas, rebaños
numerosos, plata, oro, bronce, hierro y gran cantidad de vestidos; repartid
con vuestros hermanos el botín de vuestros enemigos.»
9 Los rubenitas y los gaditas, con la media tribu de Manasés, se
volvieron y dejaron a los israelitas en Silo, en la tierra de Canaán, para
volver a la tierra de Galaad, tierra de su propiedad donde se habían
establecido según la orden de Yahveh dada por medio de Moisés.
10 Cuando llegaron a los círculos de piedras del Jordán, en tierra de
Canaán, los rubenitas y los gaditas y la media tribu de Manasés levantaron
allí un altar a orillas del Jordán, un altar de grandioso aspecto.
11 Se enteraron los israelitas y dijeron: «Mirad, los rubenitas, los
gaditas y la media tribu de Manasés han levantado ese altar, frente al país
de Canaán, junto a los círculos de piedras del Jordán, del lado de los
israelitas.»
12 Al oír esto los israelitas, se reunió en Silo toda la comunidad de los
israelitas para hacerles guerra.
13 Los israelitas enviaron donde los rubenitas, los gaditas y la media
tribu de Manasés, al país de Galaad, al sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar
14 y a diez principales con él, un principal por cada familia, por cada
tribu de Israel: cada uno de ellos era cabeza de su familia en los clanes de
Israel.
15 Cuando llegaron donde los rubenitas, los rubenitas, los gaditas y la
media tribu de Manasés, al país de Galaad, les hablaron así:
16 «Esto ha dicho toda la comunidad de Yahveh: ¿Qué significa esa
prevaricación que habéis cometido contra el Dios de Israel, apartándoos hoy
de Yahveh, al construiros un altar, rebelándoos hoy contra Yahveh?
17 «¿No teníamos bastante con el crimen de Peor, del que hoy todavía
no hemos acabado de purificarnos, a pesar de que vino la plaga sobre la
comunidad de Yahveh?
18 Si vosotros hoy os apartáis de Yahveh, hoy os rebeláis vosotros
contra Yahveh, y mañana se encenderá él contra toda la comunidad de
Israel.
19 «Ahora bien, si nos parece impura vuestra propiedad, pasad a la
tierra de propiedad de Yahveh, donde ha fijado su morada, y estableceos
entre nosotros. Pero no os rebeléis contra Yahveh, ni nos arrastréis en
vuestra rebeldía al construiros un altar aparte del altar de Yahveh nuestro
Dios.
20 ¿No prevaricó Akán, hijo de Zéraj, en el anatema, y la Cólera
alcanzó a toda la comunidad de Israel, aunque él no era más que un solo
individuo? ¿No murió por su crimen?»
21 Respondieron los rubenitas, los gaditas y la media tribu de
Manasés y dijeron a los jefes de los clanes de Israel:
22 «El Dios de los dioses, Yahveh, el Dios de los dioses, Yahveh, lo
sabe bien, y que lo sepa también Israel: si ha habido por nuestra parte
rebelión o prevaricación contra Yahveh, que no nos salve hoy;
23 y si hemos levantado un altar para apartarnos de Yahveh y para
ofrecer en él holocausto y oblación o para hacer sobre él sacrificios de
comunión, que Yahveh nos lo demande.
24 En verdad, lo hemos hecho así por preocupación y razonadamente,
diciéndonos: El día de mañana podrían decir vuestros hijos a los nuestros:
“¿Qué tenéis que ver vosotros con Yahveh el Dios de Israel?
25 Yahveh ha puesto entre nosotros y vosotros, rubenitas y gaditas, la
frontera del Jordán. No tenéis parte con Yahveh.” Así vuestros hijos harían
que nuestros hijos dejaran de temer a Yahveh.
26 «Y nos hemos dicho: Vamos a construir este altar, pero no para
holocaustos, ni sacrificios,
27 sino para que sea testigo entre nosotros y vosotros y entre nuestros
descendientes después de nosotros, de que rendimos culto a Yahveh en su
presencia con nuestros holocaustos, nuestras víctimas y nuestros sacrificios
de comunión. Así no podrán decir mañana vuestros hijos a los nuestros:
“No tenéis parte con Yahveh.”
28 No hemos dicho: Si llega a suceder que nos hablen así a nosotros o
el día de mañana a nuestros descendientes, les podremos responder: “Mirad
la edificación del altar de Yahveh que hicieron nuestros padres, no para
ofrecer holocaustos ni sacrificios, sino como testigo entre nosotros y
vosotros.”
29 Lejos de nosotros rebelarnos contra Yahveh y desertar hoy de su
servicio, levantando, para ofrecer en él holocaustos, oblaciones o
sacrificios, un altar aparte del altar de Yahveh nuestro Dios erigido delante
de su morada.»30 Cuando el sacerdote Pinjás, los principales de la comunidad y los
jefes de los clanes de Israel que le acompañaban, oyeron las palabras
pronunciadas por los gaditas, los rubenitas y los manasitas, les pareció bien.
31 Y el sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, dijo a los rubenitas, los
gaditas y los manasitas: «Ahora reconocemos que Yahveh está en medio de
nosotros, pues no habéis cometido tan grande prevaricación contra él. Así
habéis salvado a los israelitas de la mano de Yahveh.»
32 El sacerdote Pinjás, hijo de Eleazar, y los principales, dejando a los
rubenitas y a los gaditas, volvieron del país de Galaad al de Canaán, a
donde los israelitas, y les dieron la respuesta.
33 La cosa pareció bien a los israelitas: los israelitas dieron gracias a
Dios y no hablaron más de hacerles la guerra y devastar el territorio
habitado por los rubenitas y los gaditas.
34 Los rubenitas y gaditas llamaron al altar…, porque decían: «Será
testigo entre nosotros de que Yahveh es Dios.»
Josué 23
1 Sucedió, mucho tiempo después de que Yahveh concediera a Israel
la paz de todos los enemigos de alrededor, – Josué era ya viejo y avanzado
en días –
2 que Josué convocó a todo Israel, a sus ancianos, sus jefes, sus
jueces, sus escribas y les dijo: «Yo ya soy viejo, avanzado en días;
3 y vosotros habéis visto todo lo que Yahveh, vuestro Dios, ha hecho
en atención a vosotros con todos estos pueblos; pues Yahveh vuestro Dios
era el que combatía por vosotros.
4 Mirad, yo os he dado por suertes, como heredad para vuestras tribus,
esos pueblos que quedan por conquistar, así como todos los pueblos que yo
exterminé desde el Jordán hasta el mar Grande de occidente.
5 Yahveh mismo, vuestro Dios, los arrojará delante de vosotros, los
expulsará de delante de vosotros, y vosotros tomaréis posesión de su tierra,
como os lo ha prometido Yahveh vuestro Dios.
6 «Esforzaos mucho en guardar y cumplir todo lo que está escrito en
el libro de la Ley de Moisés, no apartándoos de ella ni a la derecha ni a la
izquierda,
7 no mezclándoos con esos pueblos que quedan todavía entre
vosotros. No recordaréis el nombre de sus dioses ni juraréis por ellos, no les
serviréis ni os postraréis ante ellos,
8 sino manteneos unidos a Yahveh vuestro Dios, como habéis hecho
hasta el día de hoy.
9 Yahveh ha arrojado de vuestra presencia a pueblos numerosos y
fuertes, y nadie os ha podido resistir hasta el presente.
10 Uno solo de vosotros perseguía a mil, porque Yahveh mismo,
vuestro Dios, peleaba por vosotros, como os lo había prometido.
11 Tendréis buen cuidado, por vuestra vida, de amar a Yahveh vuestro
Dios.12 «Pero si os desviáis y os unís a ese resto de naciones que quedan
todavía entre vosotros, emparentáis con ellas y entráis en tratos con ellas,
13 tened por sabido que Yahveh vuestro Dios no seguirá arrojando de
delante de vosotros a esos pueblos; serán para vosotros red, lazo, espinas
en vuestros costados y aguijones en vuestros ojos, hasta que desaparezcáis
de esta espléndida tierra que os ha dado Yahveh vuestro Dios.
14 «Mirad que yo me voy ya por el camino de todo el mundo.
Reconoced con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma que, de todas
las promesas que Yahveh vuestro Dios había hecho en vuestro favor, no ha
fallado ni una sola: todas se os han cumplido. Ni una sola ha fallado.
15 «Pues de la misma manera que se os han cumplido todas las
espléndidas promesas hechas por Yahveh vuestro Dios en vuestro favor,
igualmente acarreará Yahveh contra vosotros todas sus amenazas, hasta
borraros de la espléndida tierra que Yahveh vuestro Dios os ha dado.
16 «Si quebrantáis la alianza que Yahveh vuestro Dios os ha
impuesto, si vos vais a servir a otros dioses, y os postráis ante ellos, la ira de
Yahveh se encenderá contra vosotros y desapareceréis rápidamente de la
espléndida tierra que os ha dado.»
Josué 24
1 Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquem, llamó a los
ancianos de Israel, a sus jefes, jueces y escribas que se situaron en presencia
de Dios.
2 Josué dijo a todo el pueblo: «Esto dice Yahveh el Dios de Israel: Al
otro lado del Río habitaban antaño vuestros padres, Téraj, padre de
Abraham y de Najor, y servían a otros dioses.
3 Yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del Río y le hice
recorrer toda la tierra de Canaán, multipliqué su descendencia y le di por
hijo a Isaac.
4 A Isaac le di por hijos a Jacob y Esaú. A Esaú le di en propiedad la
montaña de Seír. Jacob y sus hijos bajaron a Egipto.
5 Envié después a Moisés y Aarón y herí a Egipto con los prodigios
que obré en medio de él. Luego os saqué de allí.
6 Saqué a vuestros padres de Egipto y llegasteis al mar; los egipcios
persiguieron a vuestros padres con los carros y sus guerreros hasta el mar
de Suf.
7 Clamaron entonces a Yahveh, el cual tendió unas densas nieblas
entre vosotros y los egipcios, e hizo volver sobre ellos el mar, que los
cubrió. Visteis con vuestros propios ojos lo que hice con Egipto; luego
habitasteis largo tiempo en el desierto.
8 Os introduje después en la tierra de los amorreos, que habitaban al
otro lado del Jordán; ellos os declararon la guerra y yo los entregué en
vuestras manos; y así pudisteis poseer su tierra, porque yo los exterminé
delante de vosotros.
9 Después se levantó Balaq, hijo de Sippor, rey de Moab, para pelear
contra Israel, y mandó llamar a Balaam, hijo de Beor, para que os maldijera.
10 Pero no quise escuchar a Balaam, y hasta tuvo que bendeciros; así
os salvé yo de su mano.
11 «Pasasteis el Jordán y llegasteis a Jericó; pero las gentes de Jericó
os hicieron la guerra, igual que los amorreos, los perizitas, los cananeos, los
hititas, los guirgasitas, los jivitas y los jebuseos, pero yo los entregué en
vuestras manos.
12 Mandé delante de vosotros avispas que expulsaron, antes que
llegarais, a los dos reyes de los amorreos; no fue con tu espada ni con tu
arco.
13 Os he dado una tierra que no os ha costado fatiga, unas ciudades
que no habéis construido y en las que sin embargo habitáis, viñas y olivares
que no habéis plantado y de las que os alimentáis.
14 «Ahora, pues, temed a Yahveh y servidle perfectamente, con
fidelidad; apartaos de los dioses a los que sirvieron vuestros padres más
allá del Río y en Egipto y servid a Yahveh.
15 Pero, si no os parece bien servir a Yahveh, elegid hoy a quién
habéis de servir, o a los dioses a quienes servían vuestros padres más allá
del Río, o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis ahora. Yo y mi
familia serviremos a Yahveh.»
16 El pueblo respondió: «Lejos de nosotros abandonar a Yahveh para
servir a otros dioses.
17 Porque Yahveh nuestro Dios es el que nos hizo subir, a nosotros y
a nuestros padres, de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre, y el que
delante de nuestros ojos obró tan grandes señales y nos guardó por todo el
camino que recorrimos y en todos los pueblos por los que pasamos.
18 Además Yahveh expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos
y a los amorreos que habitaban en el país. También nosotros serviremos a
Yahveh, porque él es nuestro Dios.»
19 Entonces Josué dijo al pueblo: «No podréis servir a Yahveh,
porque es un Dios santo, es un Dios celoso, que no perdonará ni vuestras
rebeldías ni vuestros pecados.
20 Si abandonáis a Yahveh para servir a los dioses del extranjero, él a
su vez traerá el mal sobre vosotros y acabará con vosotros, después de
haberos hecho tanto bien.»
21 El pueblo respondió a Josué: «No; nosotros serviremos a Yahveh.»
22 Josué dijo al pueblo: «Vosotros sois testigos contra vosotros
mismos de que habéis elegido a Yahveh para servirle.» Respondieron ellos:
«¡Testigos somos!» –
23 «Entonces, apartad los dioses del extranjero que hay en medio de
vosotros e inclinad vuestro corazón hacia Yahveh, Dios de Israel.»
24 El pueblo respondió a Josué: «A Yahveh nuestro Dios serviremos y
a sus voz atenderemos.»
25 Aquél día, Josué pactó una alianza para el pueblo; le impuso
decretos y normas en Siquem.26 Josué escribió estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Tomó
luego una gran piedra y la plantó allí, al pie de la encina que hay en el
santuario de Yahveh.
27 Josué dijo al todo el pueblo: «Mirad, esta piedra será testigo contra
nosotros, pues ha oído todas las palabras que Yahveh ha hablado con
nosotros; ella será testigo contra vosotros para que no reneguéis de vuestro
Dios.»
28 Y Josué despidió al pueblo cada uno a su heredad.
29 Después de estos acontecimientos, murió Josué, hijo de Nun,
siervo de Yahveh, a la edad de 110 años.
30 Fue enterrado en el término de su heredad, en Timnat Séraj, que
está en la montaña de Efraím, al norte del monte Gaás.
31 Israel sirvió a Yahveh todos los días de Josué y todos los días de
los ancianos que siguieron viviendo después de Josué y que sabían todas
las hazañas que Yahveh había hecho en favor de Israel.
32 Los huesos de José, que los hijos de Israel habían subido de Egipto,
fueron sepultados en Siquem, en la parcela de campo que había comprado
Jacob a los hijos de Jamor, padre de Siquem, por cien pesos, y que pasó a
ser heredad de los hijos de José.
33 También Eleazar, hijo de Aarón, murió y lo enterraron en Guibeá,
ciudad de su hijo Pinjás, que le había sido dada en la montaña de Efraím.
JUECES
Jueces 1
1 Después de la muerte de Josué, los israelitas hicieron esta consulta a
Yahveh: «¿Quién de nosotros subirá el primero a combatir a los cananeos?»
2 Yahveh respondió: «Subirá Judá, he puesto el país en sus manos.»
3 Judá dijo a su hermano Simeón: «Sube conmigo al territorio que me
ha tocado; atacaremos al cananeo; y luego yo también iré contigo a tu
territorio.» Y Simeón marchó con él.
4 Subió Judá; Yahveh puso en sus manos a los cananeos y a los
perizitas, y derrotaron en Bezeq a 10.000 hombres.
5 Habiendo encontrado en Bezeq a Adoni Bézeq, le atacaron y
derrotaron a los cananeos y a los perizitas.
6 Huyó Adoni Bézeq, pero le persiguieron, le capturaron y le cortaron
los pulgares de manos y pies.
7 Y Adoni Bézeq dijo: «Setenta reyes, con los pulgares de manos y
pies cortados, andaban recogiendo migajas bajo mi mesa. Según lo que yo
hice, así me ha pagado Dios.» Le llevaron a Jerusalén, y allí murió.
8 (Los hijos de Judá atacaron a Jerusalén, la tomaron, la pasaron a
cuchillo y prendieron fuego a la ciudad).
9 Después, los hijos de Judá bajaron a atacar a los cananeos, que
ocupaban la Montaña, el Négueb y la Tierra Baja.10 Luego Judá marchó contra los cananeos que habitaban en Hebrón –
el nombre de Hebrón era antes Quiryat Arbá – y derrotó a Sesay, Ajimán y
Talmay.
11 De allí marchó contra los habitantes de Debir – el nombre de Debir
era antes Quiryat Séfer. –
12 Y Caleb dijo: «Al que derrote a Quiryat Séfer y la tome, le daré mi
hija Aksá por mujer.»
13 La tomó Otniel, hijo de Quenaz, el hermano menor de Caleb. Y
éste le dio su hija Aksá por mujer.
14 Cuando ella vino donde el marido, le incitó a que pidiera a su padre
un campo. Ella se apeó del asno, y Caleb le preguntó: «¿Qué quieres?»
15 Ella respondió: «Hazme un regalo. Ya que me has dado la tierra del
Négueb, dame fuentes de agua.» Y Caleb le dio las fuentes de arriba y las
fuentes de abajo.
16 Los hijos de Jobab el quenita, suegro de Moisés, subieron con los
hijos de Judá de la ciudad de las Palmeras al desierto de Judá, que está en
el Négueb de Arad, y fueron a habitar con el pueblo.
17 Judá se fue con su hermano Simeón, derrotaron a los cananeos que
habitaban en Sefat y consagraron la ciudad al anatema. Por eso la ciudad se
llamó Jormá.
18 Judá se apoderó de Gaza y su comarca, de Ascalón y su comarca,
de Ecrón y su comarca;
19 Yahveh estuvo con Judá, que conquistó la Montaña; pero no pudo
expulsar a los habitantes del llano, porque tenían carros de hierro.
20 Dieron Hebrón a Caleb, según el mandato de Moisés: y él arrojó de
allí a los tres hijos de Anaq.
21 Los hijos de Benjamín no expulsaron a los jebuseos que habitaban
en Jerusalén; por eso los jebuseos siguen habitando en Jerusalén con los
hijos de Benjamín, hasta el día de hoy.
22 También la casa de José subió a Betel; Yahveh estuvo con ella.
23 La casa de José hizo una exploración por Betel. (Antes la ciudad se
llamaba Luz.)
24 Los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad y le dijeron:
«Indícanos la entrada de la ciudad y te lo agradeceremos.»
25 El les enseñó la entrada de la ciudad: la pasaron a cuchillo, y
dejaron libre a aquel hombre con toda su familia.
26 El hombre se fue al país de los hititas y construyó una ciudad, a la
que llamó Luz. Es el nombre que tiene hasta la fecha.
27 Manasés no se apoderó de Bet Seán y sus filiales, ni de Tanak y sus
filiales. No expulsó a los habitantes de Dor y sus filiales, ni a los de
Yibleam y sus filiales, ni a los de Meguiddó y sus filiales: los cananeos
siguieron ocupando el territorio.
28 Sin embargo, cuando Israel cobró más fuerza, sometió a los
cananeos a tributo, aunque no llegó a expulsarlos.
29 Tampoco Efraím expulsó a los cananeos que habitaban en Guézer,
de manera que los cananeos siguieron viviendo en Guézer, en medio de
Israel.
30 Zabulón no expulsó a los habitantes de Quitrón, ni a los de
Nahalol. Los cananeos se quedaron en medio de Zabulón, pero fueron
sometidos a tributo.
31 Aser no expulsó a los habitantes de Akko, ni a los de Sidón, de
Majaleb, de Akzib, de Jelbá, de Afiq, ni de Rejob.
32 Los aseritas se establecieron, pues, entre los cananeos que
habitaban en el país, porque no los expulsaron.
33 Neftalí no expulsó a los habitantes de Bet Semes, ni a los de Bet
Anat, y se estableció entre los cananeos que habitaban en el país; pero los
habitantes de Bet Semes y de Bet Anat fueron sus tributarios.
34 Los amorreos rechazaron hacia la montaña a los hijos de Dan sin
dejarles bajar a la llanura.
35 Los amorreos se mantuvieron en Har Jéres, en Ayyalón y en
Saalbim, pero luego pesó sobre ellos la mano de la casa de José y fueron
reducidos a tributo.
36 (La frontera de los edomitas va desde la cuesta de los Escorpiones,
desde la Peña, y hacia arriba.)
Jueces 2
1 El Ángel de Yahveh subió de Guilgal a Betel y dijo: «Yo os hice
subir de Egipto y os introduje en la tierra que había prometido con
juramento a vuestros padres. Yo dije: “No romperé jamás mi alianza con
vosotros.
2 Pero vosotros no pactaréis con los habitantes de este país; sino que
destruiréis sus altares.” Pero no habéis escuchado mi voz. ¿Por qué habéis
hecho esto?
3 Por eso os digo: No los arrojaré delante de vosotros; serán vuestros
opresores y sus dioses una trampa para vosotros.»
4 Así que el Ángel de Yahveh dijo estas palabras a todos los israelitas,
el pueblo se puso a llorar a gritos.
5 Llamaron a aquel lugar Bokim, y ofrecieron allí sacrificios a
Yahveh.
6 Josué despidió al pueblo, y los israelitas se volvieron cada uno a su
heredad para ocupar la tierra.
7 El pueblo sirvió a Yahveh en vida de Josué y de los ancianos que le
sobrevivieron y que habían sido testigos de todas las grandes hazañas que
Yahveh había hecho a favor de Israel.
8 Josué, hijo de Nun, siervo de Yahveh, murió a la edad de 110 años.
9 Le enterraron en el término de su heredad, en Timnat Jeres, en la
montaña de Efraím, al norte del monte Gaás.
10 También aquella generación fue a reunirse con sus padres y les
sucedió otra generación que no conocía a Yahveh ni lo que había hecho por
Israel.11 Entonces los hijos de Israel hicieron lo que desagradaba a Yahveh
y sirvieron a los Baales.
12 Abandonaron a Yahveh, el Dios de sus padres, que los había
sacado de la tierra de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de
alrededor; se postraron ante ellos, irritaron a Yahveh;
13 dejaron a Yahveh y sirvieron a Baal y a las Astartés.
14 Entonces se encendió la ira de Yahveh contra Israel. Los puso en
manos de salteadores que los despojaron, los dejó vendidos en manos de
los enemigos de alrededor y no pudieron ya sostenerse ante sus enemigos.
15 En todas sus campañas la mano de Yahveh intervenía contra ellos
para hacerles daño, como Yahveh se lo tenía dicho y jurado. Los puso así
en gran aprieto.
16 Entonces Yahveh suscitó jueces que los salvaron de la mano de los
que los saqueaban.
17 Pero tampoco a sus jueces los escuchaban. Se prostituyeron
siguiendo a otros dioses, y se postraron ante ellos. Se desviaron muy pronto
del camino que habían seguido sus padres, que atendían a los
mandamientos de Yahveh; no los imitaron.
18 Cuando Yahveh les suscitaba jueces, Yahveh estaba con el juez y
los salvaba de la mano de sus enemigos mientras vivía el juez, porque
Yahveh se conmovía de los gemidos que proferían ante los que los
maltrataban y oprimían.
19 Pero cuando moría el juez, volvían a corromperse más todavía que
sus padres, yéndose tras de otros dioses, sirviéndoles y postrándose ante
ellos, sin renunciar en nada a las prácticas y a la conducta obstinada de sus
padres.
20 Se encendió la ira de Yahveh contra el pueblo de Israel y dijo: «Ya
que este pueblo ha quebrantado la alianza que prescribí a sus padres y no
ha escuchado mi voz,
21 tampoco yo arrojaré en adelante de su presencia a ninguno de los
pueblos que dejó Josué cuando murió.»
22 Era para probar con ellos a Israel, a ver si seguían o no los caminos
de Yahveh, como los habían seguido sus padres.
23 Yahveh dejó en paz a estos pueblos, en vez de expulsarlos
enseguida, y no los puso en manos de Josué.
Jueces 3
1 Estos son los pueblos que Yahveh dejó subsistir para probar con
ellos a Israel, a cuantos no habían conocido ninguna de las guerras de
Canaán.
2 (Era sólo para que aprendieran las generaciones de los hijos de
Israel, para enseñarles el arte de la guerra; por lo menos los que antes no lo
habían conocido):
3 los cinco príncipes de los filisteos y todos los cananeos, los sidonios
y los hititas que vivían en el monte Líbano, desde la montaña de Baal
Hermón hasta la entrada de Jamat.4 Sirvieron para probar con ellos a Israel, a ver si guardaban los
mandamientos que Yahveh había prescrito a sus padres por medio de
Moisés.
5 Y los israelitas habitaron en medio de los cananeos, hititas,
amorreos, perizitas, jivitas y jebuseos;
6 se casaron con sus hijas, dieron sus propias hijas a los hijos de
aquellos y sirvieron a sus dioses.
7 Los israelitas hicieron lo que desagradaba a Yahveh. Se olvidaron de
Yahveh su Dios y sirvieron a los Baales y a las Aserás.
8 Se encendió la ira de Yahveh contra Israel y los dejó a merced de
Kusán Riseatáyim, rey de Edom, y los israelitas sirvieron a Kusán
Riseatáyim durante ocho años.
9 Los israelitas clamaron a Yahveh y Yahveh suscitó a los israelitas
un libertador que los salvó: Otniel, hijo de Quenaz y hermano menor de
Caleb.
10 El espíritu de Yahveh vino sobre él, fue juez de Israel y salió a la
guerra. Yahveh puso en sus manos a Kusán Riseatáyim, rey de Edom y
triunfó sobre Kusán Riseatáyim.
11 El país quedó tranquilo cuarenta años. Y murió Otniel, hijo de
Quenaz.
12 Los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a Yahveh; y
Yahveh fortaleció a Eglón, rey de Moab, por encima de Israel, porque
hacían lo que desagradaba a Yahveh.
13 A Eglón se le juntaron los hijos de Ammón y de Amalec; salió y
derrotó a Israel, y tomó la ciudad de las Palmeras.
14 Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab,
dieciocho años.
15 Entonces los israelitas clamaron a Yahveh y Yahveh les suscitó un
libertador: Ehúd, hijo de Guerá, benjaminita, que era zurdo. Los israelitas le
encargaron de llevar el tributo a Eglón, rey de Moab.
16 Ehúd se hizo un puñal de dos filos, de un codo de largo, se lo ciño
debajo de la ropa sobre el muslo derecho,
17 y presentó el tributo a Eglón, rey de Moab. Eglón era un hombre
muy obeso.
18 En cuanto terminó de presentar el tributo, Ehúd mandó marchar a
la gente que había llevado el tributo;
19 pero él, al llegar a los Ídolos que hay en la región de Guilgal,
volvió otra vez y dijo: «Tengo un mensaje secreto para ti ¡oh rey!» El rey
respondió: ¡Silencio!» y salieron de su presencia todos los que estaban con
él.
20 Ehúd se le acercó . El rey estaba sentado en su galería fresca
particular. Ehúd le dijo: «Tengo una palabra de Dios para ti.» El rey se
levantó de su silla.
21 Ehúd alargó su mano izquierda, cogió el puñal de su cadera
derecha y se lo hundió en el vientre.22 Detrás de la hoja entró incluso el mango, y la grasa se cerró sobre
la hoja, pues Ehúd no le sacó el puñal del vientre. Luego escapó por la
ventana.
23 Ehúd salió por el pórtico; había cerrado tras de sí las puertas de la
galería y echado el cerrojo.
24 Después que se fue, llegaron los criados y vieron que las puertas de
la galería tenían echado el cerrojo. Y se dijeron para sí: «Sin duda se está
cubriendo los pies en el aposento de la galería fresca.»
25 Estuvieron esperando hasta quedar desconcertados, porque no
acababan de abrirse las puertas de la galería. Cogieron la llave y abrieron.
Su amo yacía en tierra, muerto.
26 Mientras esperaban, Ehúd había huido: había pasado los Ídolos y se
había puesto a salvo en Hasseirá.
27 En cuanto llegó tocó el cuerno en la montaña de Efraím y los
israelitas bajaron con él de la montaña. El se puso al frente de ellos,
28 y les dijo: «Seguidme, porque Yahveh ha entregado a Moab,
vuestro enemigo, en vuestras manos.» Bajaron tras él, cortaron a Moab los
vados del Jordán y no dejaron pasar a nadie.
29 Derrotaron en aquella ocasión a los de Moab; eran unos 10.000
hombres, todos fuertes y valientes, y no escapó ni uno.
30 Aquél día fue humillado Moab bajo la mano de Israel, y el país
quedó tranquilo ochenta años.
31 Después de él vino Samgar, hijo de Anat. Derrotó a los filisteos,
que eran seiscientos hombres, con una aguijada de bueyes; él también salvó
a Israel.
Jueces 4
1 Cuando murió Ehúd los israelitas volvieron a hacer lo que
desagradaba a Yahveh,
2 y Yahveh los dejó a merced de Yabín, rey de Canaán, que reinaba en
Jasor. El jefe de su ejército era Sísara, que habitaba en Jaróset Haggoyim.
3 Entonces los israelitas clamaron a Yahveh. Porque Yabín tenía
novecientos carros de hierro y había oprimido duramente a los israelitas
durante veinte años.
4 En aquel tiempo, Débora, una profetisa, mujer de Lappidot, era juez
en Israel.
5 Se sentaba bajo la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la
montaña de Efraím; y los israelitas subían donde ella en busca de justicia.
6 Esta mandó llamar a Baraq, hijo de Abinoam, de Quédes de Neftalí,
y le dijo: «¿Acaso no te ordena esto Yahveh, Dios de Israel: “Vete, y en el
monte Tabor recluta y toma contigo 10.000 hombres de los hijos de Neftalí
y de los hijos de Zabulón.
7 Yo atraeré hacia ti al torrente Quison a Sísara, jefe del ejército de
Yabín, con sus carros y sus tropas, y los pondré en tus manos”?»8 Baraq le respondió: «Si vienes tú conmigo, voy. Pero si no vienes
conmigo, no voy, porque no sé en qué día me dará la victoria el Ángel de
Yahveh.»
9 «Iré contigo – dijo ella – sólo que entonces no será tuya la gloria del
camino que emprendes, porque Yahveh entregará a Sísara en manos de una
mujer.» Débora se levantó y marchó con Baraq a Quédes.
10 Y Baraq convocó en Quédes a Zabulón y Neftalí. Subieron tras él
10.000 hombres y Débora subió con el.
11 Jéber el quenita, se había separado de la tribu de Caín y del clan de
los hijos de Jobab, el suegro de Moisés; había plantado su tienda cerca de
la Encina de Saanannim, cerca de Quédes.
12 Le comunicaron a Sísara que Baraq, hijo de Abinoam, había subido
al monte Tabor.
13 Reunió Sísara todos sus carros, y todas las tropas que tenía y las
llevó de Jaróset Haggoyim al Torrente de Quisón.
14 Débora dijo a Baraq: «Levántate, porque este es el día en que
Yahveh ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No es cierto que Yahveh
marcha delante de ti?» Baraq bajó del monte Tabor seguido de los 10.000
hombres.
15 Yahveh sembró el pánico en Sísara, en todos sus carros y en todo
su ejército ante Baraq. Sísara bajó de su carro y huyó a pie.
16 Baraq persiguió a los carros y al ejército hasta Jaróset Haggoyim.
Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada: no quedó ni uno.
17 Pero Sísara huyó a pie hacia la tienda de Yael, mujer de Jéber el
quenita, porque reinaba la paz entre Yabín, rey de Jasor, y la casa de Jéber
el quenita.
18 Yael salió al encuentro de Sísara y le dijo: «Entra, señor mío, entra
en mi casa. No temas.» Y entró en su tienda y ella lo tapó con un cobertor.
19 El le dijo: «Por favor, dame de beber un poco de agua, porque
tengo sed.» Ella abrió el odre de la leche, le dio de beber y lo volvió a
tapar.
20 El le dijo; «Estáte a la entrada de la tienda y si alguno viene, te
pregunta y te dice: “¿Hay alguien aquí?, respóndele que no.»
21 Pero Yael, mujer de Jéber, cogió una clavija de la tienda, tomó el
martillo en su mano, se le acercó callando y le hincó la clavija en la sien
hasta clavarla en tierra. El estaba profundamente dormido, agotado de
cansancio; y murió.
22 Cuando llegó Baraq persiguiendo a Sísara, Yael salió a su
encuentro y le dijo: «Ven, que te voy a mostrar al hombre que buscas.»
Entró donde ella, y Sísara yacía muerto con la clavija en la sien.
23 Así humilló Dios aquel día a Yabín, rey de Canaán, ante los
israelitas.
24 La mano de los israelitas fue haciéndose cada vez más pesada
sobre Yabín, rey de Canaán, hasta que acabaron con Yabín, rey de Canaán.
Salmo 112 (111)
1 ¡Aleluya! = Alef. = ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, = Bet.
= que en sus mandamientos mucho se complace!
2 = Guímel. = Fuerte será en la tierra su estirpe, = Dálet. = bendita la
raza de los hombres rectos.
3 = He. = Hacienda y riquezas en su casa, = Vau. = su justicia por
siempre permanece.
4 = Zain = En las tinieblas brilla, como luz de los rectos, = Jet. =
tierno, clemente y justo.
5 = Tet. = Feliz el hombre que se apiada y presta, = Yod. = y arregla
rectamente sus asuntos.
6 = Kaf. = No, no será conmovido jamás, = Lámed. = en memoria
eterna permanece el justo;
7 = Mem. = no tiene que temer noticias malas, = Nun. = firme es su
corazón, en Yahveh confiado.
8 = Sámek. = Seguro está su corazón, no teme: = Ain. = al fin
desafiará a sus adversarios.
9 = Pe. = Con largueza da a los pobres; = Sade. = su justicia por
siempre permanece, = Qof. = su frente se levanta con honor.10 = Res. = Lo ve el impío y se enfurece, = Sin. = rechinando sus
dientes, se consume. = Tau. = El afán de los impíos se pierde.
Salmo 113 (112)
(1) ¡Aleluya!
1 ¡Alabad, servidores de Yahveh, alabad el nombre de Yahveh!
2 ¡Bendito sea el nombre de Yahveh, desde ahora y por siempre!
3 ¡De la salida del sol hasta su ocaso, sea loado el nombre de Yahveh!
4 ¡Excelso sobre todas las naciones Yahveh, por encima de los cielos
su gloria!
5 ¿Quién como Yahveh, nuestro Dios, que se sienta en las alturas,
6 y se abaja para ver los cielos y la tierra?
7 El levanta del polvo al desvalido, del estiércol hace subir al pobre,
8 para sentarle con los príncipes, con los príncipes de su pueblo.
9 El asienta a la estéril en su casa, madre de hijos jubilosa.
Salmo 114 (113 A)
¡Aleluya!
1 Cuando Israel salió de Egipto, la casa de Jacob de un pueblo
bárbaro,
2 se hizo Judá su santuario, Israel su dominio.
3 Lo vio la mar y huyó, retrocedió el Jordán,
4 los montes brincaron lo mismo que carneros, las colinas como
corderillos.
5 Mar, ¿qué es lo que tienes para huir, y tú, Jordán, para retroceder,
6 montes, para saltar como carneros, colinas, como corderillos?
7 ¡Tiembla, tierra, ante la faz del Dueño, ante la faz del Dios de Jacob,
8 aquel que cambia la peña en un estanque, y el pedernal en una
fuente!
Salmo 115 (113 B)
1 ¡No a nosotros, Yahveh, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria,
por tu amor, por tu verdad!
2 ¿Por qué han de decir las gentes: «¿Dónde está su Dios?»
3 Nuestro Dios está en los cielos, todo cuanto le place lo realiza.
4 Plata y oro son sus ídolos, obra de mano de hombre.
5 Tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven,
6 tienen oídos y no oyen, tienen nariz y no huelen.
7 Tienen manos y no palpan, tienen pies y no caminan, ni un solo
susurro en su garganta.
8 Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su
confianza.
9 Casa de Israel, confía en Yahveh, él, su auxilio y su escudo;
10 casa de Aarón, confía en Yahveh, él, su auxilio y su escudo; 11 los que teméis a Yahveh, confiad en Yahveh, él, su auxilio y su
escudo.
12 Yahveh se acuerda de nosotros, él bendecirá, bendecirá a la casa de
Israel, bendecirá a la casa de Aarón,
13 bendecirá a los que temen a Yahveh, a pequeños y grandes.
14 ¡Yahveh os acreciente a vosotros y a vuestros hijos!
15 ¡Benditos vosotros de Yahveh, que ha hecho los cielos y la tierra!
16 Los cielos, son los cielos de Yahveh, la tierra, se la ha dado a los
hijos de Adán.
17 No alaban los muertos a Yahveh, ni ninguno de los que bajan al
Silencio;
18 mas nosotros, los vivos, a Yahveh bendecimos, desde ahora y por
siempre.
Salmo 116 (114-115)
¡Aleluya!
1 Yo amo, porque Yahveh escucha mi voz suplicante;
2 porque hacia mí su oído inclina el día en que clamo.
3 Los lazos de la muerte me aferraban, me sorprendieron las redes del
seol; en angustia y tristeza me encontraba,
4 y el nombre de Yahveh invoqué: ¡Ah, Yahveh, salva mi alma!
5 Tierno es Yahveh y justo, compasivo nuestro Dios;
6 Yahveh guarda a los pequeños, estaba yo postrado y me salvó.
7 Vuelve, alma mía, a tu reposo, porque Yahveh te ha hecho bien.
8 Ha guardado mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, y mis
pies de mal paso.
9 Caminaré en la presencia de Yahveh por la tierra de los vivos.
10 ¡Tengo fe, aún cuando digo: «Muy desdichado soy»!,
11 yo que he dicho en mi consternación: «Todo hombre es
mentiroso».
12 ¿Cómo a Yahveh podré pagar todo el bien que me ha hecho?
13 La copa de salvación levantaré, e invocaré el nombre de Yahveh.
14 Cumpliré mis votos a Yahveh, ¡sí, en presencia de todo su pueblo!
15 Mucho cuesta a los ojos de Yahveh la muerte de los que le aman.
16 ¡Ah, Yahveh, yo soy tu siervo, tu siervo, el hijo de tu esclava, tú
has soltado mis cadenas!
17 Sacrificio te ofreceré de acción de gracias, e invocaré el nombre de
Yahveh.
18 Cumpliré mis votos a Yahveh, sí, en presencia de todo su pueblo,
19 en los atrios de la Casa de Yahveh, en medio de ti, Jerusalén.
Gálatas 3
1 ¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os fascinó a vosotros, a cuyos ojos
fue presentado Jesucristo crucificado?
2 Quiero saber de vosotros una sola cosa: ¿recibisteis el Espíritu por
las obras de la ley o por la fe en la predicación?
3 ¿Tan insensatos sois? Comenzando por espíritu, ¿termináis ahora en
carne?
4 ¿Habéis pasado en vano por tales experiencias? ¡Pues bien en vano
sería!
5 El que os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros,
¿lo hace porque observáis la ley o porque tenéis fe en la predicación?
6 Así Abraham = creyó en Dios y le fue reputado como justicia. =
7 Tened, pues, entendido que los que viven de la fe, ésos son los hijos
de Abraham.
8 La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe,
anunció con antelación a Abraham esta buena nueva: = En ti serán
bendecidas todas las naciones. =
9 Así pues, los que viven de la fe son bendecidos con Abraham el
creyente.
10 Porque todos los que viven de las obras de la ley incurren en
maldición. Pues dice la Escritura: = Maldito todo el que no se mantenga en
la práctica de todos los preceptos escritos en el libro de la Ley. =
11 – Y que la ley no justifica a nadie ante Dios es cosa evidente, pues
= el justo vivirá por la fe; =
12 pero la ley no procede de la fe, sino que = quien practique sus
preceptos, vivirá por ellos – =
13 Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo
maldición por nosotros, pues dice la Escritura: = Maldito todo el que está
colgado de un madero, =
14 a fin de que llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, la bendición de
Abraham, y por la fe recibiéramos el Espíritu de la Promesa.
15 Hermanos, voy a explicarme al modo humano: aun entre los
hombres, nadie anula ni añade nada a un testamento hecho en regla.
16 Pues bien, las promesas fueron dirigidas a Abraham = y a = su =
descendencia. = No dice: «y a los descendientes», como si fueran muchos,
sino a uno solo, = a tu descendencia, = es decir, a Cristo.
17 Y digo yo: Un testamento ya hecho por Dios en debida forma, no
puede ser anulado por la ley, que llega 430 años más tarde, de tal modo que
la promesa quede anulada.
18 Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la
promesa, y sin embargo, Dios otorgó a Abraham su favor en forma de
promesa.
19 Entonces, ¿para qué la ley? Fue añadida en razón de las
transgresiones hasta que llegase la descendencia, a quien iba destinada la
promesa, ley que fue promulgada por los ángeles y con la intervención de
un mediador.
20 Ahora bien, cuando hay uno solo no hay mediador, y Dios es uno
solo.
21 Según eso, ¿la ley se opone a las promesas de Dios? ¡De ningún
modo! Si de hecho se nos hubiera otorgado una ley capaz de vivificar, en
ese caso la justicia vendría realmente de la ley.
22 Pero, de hecho, la Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de
que la Promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesucristo.
23 Y así, antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la
vigilancia de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse.
24 De manera que la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para
ser justificados por la fe.
25 Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo.
26 Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
27 En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de
Cristo:
28 ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer,
ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
29 Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abraham, herederos
según la Promesa.
Gálatas 4
1 Pues yo digo: Mientras el heredero es menor de edad, en nada se
diferencia de un esclavo, con ser dueño de todo;
2 sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo fijado
por el padre.
3 De igual manera, también nosotros, cuando éramos menores de
edad, vivíamos como esclavos bajo los elementos del mundo.
4 Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo,
nacido de mujer, nacido bajo la ley,
5 para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que
recibiéramos la filiación adoptiva.
6 La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!
7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también
heredero por voluntad de Dios.8 Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que
en realidad no son dioses.
9 Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que él os ha
conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales
queréis volver a servir de nuevo?
10 Andáis observando los días, los meses, las estaciones, los años.
11 Me hacéis temer no haya sido en vano todo mi afán por vosotros.
12 Os ruego que os hagáis como yo, pues yo me hice como vosotros.
Ningún agravio me hicisteis.
13 Pero bien sabéis que una enfermedad me dio ocasión para
evangelizaros por primera vez;
14 y, no obstante la prueba que suponía para vosotros mi cuerpo, no
me mostrasteis desprecio ni repulsa, sino que me recibisteis como a un
ángel de Dios: como a Cristo Jesús.
15 ¿Dónde están ahora los parabienes que os dabais? Pues yo mismo
puedo atestiguaros que os hubierais arrancado los ojos, de haber sido
posible, para dármelos.
16 ¿Es que me he vuelto enemigo vuestro diciéndoos la verdad?
17 El celo que ésos muestran por vosotros no es bueno; quieren
alejaros de mí para que mostréis celo por ellos.
18 Bien está procurarse el celo de otros para el bien, siempre, y no
sólo cuando yo estoy entre vosotros,
19 ¡hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver
a Cristo formado en vosotros.
20 Quisiera hallarme ahora en medio de vosotros para poder acomodar
el tono de mi voz, pues no sé cómo habérmelas con vosotros.
21 Decidme vosotros, los que queréis estar sometidos a la ley: ¿No oís
la ley?.
22 Pues dice la Escritura que Abraham tuvo dos hijos: uno de la
esclava y otro de la libre.
23 Pero el de la esclava nació según la naturaleza; el de la libre, en
virtud de la Promesa.
24 Hay en ello una alegoría: estas mujeres representan dos alianzas; la
primera, la del monte Sinaí, madre de los esclavos, es Agar,
25 (pues el monte Sinaí está en Arabia) y corresponde a la Jerusalén
actual, que es esclava, y lo mismo sus hijos.
26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre,
27 pues dice la Escritura: = Regocíjate estéril, la que no das hijos;
rompe en gritos de júbilo, la que no conoces los dolores de parto, que más
son los hijos de la abandonada que los de la casada. =
28 Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la
Promesa.
29 Pero, así como entonces el nacido según la naturaleza perseguía al
nacido según el espíritu, así también ahora.
30 Pero ¿qué dice la Escritura? = Despide a la esclava y a su hijo, pues
no ha de heredar el hijo de la esclava juntamente con el hijo = de la libre.31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.
Gálatas 5
1 Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os
dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud.
2 Soy yo, Pablo, quien os lo dice: Si os dejáis circuncidar, Cristo no os
aprovechará nada.
3 De nuevo declaro a todo hombre que se circuncida que queda
obligado a practicar toda la ley.
4 Habéis roto con Cristo todos cuantos buscáis la justicia en la ley. Os
habéis apartado de la gracia.
5 Pues a nosotros nos mueve el Espíritu a aguardar por la fe los bienes
esperados por la justicia.
6 Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen
valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad.
7 Comenzasteis bien vuestra carrera, ¿quién os puso obstáculo para no
seguir a la verdad?
8 Semejante persuasión no proviene de Aquel que os llama.
9 Un poco de levadura fermenta toda la masa.
10 Por mi parte, confío en el Señor que vosotros no pensaréis de otra
manera; pero el que os perturba llevará su castigo, quienquiera que sea.
11 En cuanto a mí, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué
soy todavía perseguido? ¡Pues se acabó ya el escándalo de la cruz!
12 ¡Ojalá que se mutilaran los que os perturban!
13 Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no
toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por
amor los unos a los otros.
14 Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: =
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. =
15 Pero si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis
mutuamente a destruiros!
16 Por mi parte os digo: Si vivís según el Espíritu, no daréis
satisfacción a las apetencias de la carne.
17 Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu
contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no
hacéis lo que quisierais.
18 Pero, si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
19 Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación,
impureza, libertinaje,
20 idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas,
divisiones, disensiones,
21 envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales
os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no
heredarán el Reino de Dios.
22 En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia,
afabilidad, bondad, fidelidad,23 mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley.
24 Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus
pasiones y sus apetencias.
25 Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu.
26 No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y
envidiándonos mutuamente.
Gálatas 6
1 Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los
espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo,
pues también tú puedes ser tentado.
2 Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de
Cristo.
3 Porque si alguno se imagina ser algo, no siendo nada, se engaña a sí
mismo.
4 Examine cada cual su propia conducta y entonces tendrá en sí solo,
y no en otros, motivo para glorificarse,
5 pues cada uno tiene que llevar su propia carga.
6 Que el discípulo haga partícipe en toda suerte de bienes al que le
instruye en la Palabra.
7 No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre,
eso cosechará:
8 el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que
siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna.
9 No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la
cosecha si no desfallecemos.
10 Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos,
pero especialmente a nuestros hermanos en la fe.
11 Mirad con qué letras tan grandes os escribo de mi propio puño.
12 Los que quieren ser bien vistos en lo humano, ésos os fuerzan a
circuncidaros, con el único fin de evitar la persecución por la cruz de
Cristo.
13 Pues ni siquiera esos mismos que se circuncidan cumplen la ley;
sólo desean veros circuncidados para gloriarse en vuestra carne.
14 En cuanto a mí ¡Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de
nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y
yo un crucificado para el mundo!
15 Porque nada cuenta ni la circuncisión, ni la incircuncisión, sino la
creación nueva.
16 Y para todos los que se sometan a esta regla, paz y misericordia, lo
mismo que para el Israel de Dios.
17 En adelante nadie me moleste, pues llevo sobre mi cuerpo las
señales de Jesús.
18 Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con
vuestro espíritu. Amén.
EPÍSTOLA DE SANTIAGO
Santiago 1
1 Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce
tribus de la Dispersión.
2 Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados
por toda clase de pruebas,
3 sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia
en el sufrimiento;
4 pero la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que
seáis perfectos e íntegros sin que dejéis nada que desear.
5 Si alguno de vosotros está a falta de sabiduría, que la pida a Dios,
que da a todos generosamente y sin echarlo en cara, y se la dará.
6 Pero que la pida con fe, sin vacilar; porque el que vacila es
semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una a otra
parte.
7 Que no piense recibir cosa alguna del Señor un hombre como éste,
8 un hombre irresoluto e inconstante en todos sus caminos.
9 El hermano de condición humilde gloríese en su exaltación;
10 y el rico, en su humillación, porque pasará = como flor de hierba: =
11 sale el sol con fuerza y = seca la hierba y su flor cae = y se pierde
su hermosa apariencia; así también el rico se marchitará en sus caminos.
12 = ¡Feliz = el hombre = que soporta = la prueba! Superada la
prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le
aman.
13 Ninguno, cuando sea probado, diga: «Es Dios quien me prueba»;
porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie.
14 Sino que cada uno es probado por su propia concupiscencia que le
arrastra y le seduce.
15 Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz el
pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte.
16 No os engañéis, hermanos míos queridos:
17 toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende
del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de rotación.
18 Nos engendró por su propia voluntad, con Palabra de verdad, para
que fuésemos como las primicias de sus criaturas.
19 Tenedlo presente, hermanos míos queridos: Que cada uno sea =
diligente para escuchar y tardo = para hablar, tardo para la ira.
20 Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
21 Por eso, desechad toda inmundicia y abundancia de mal y recibid
con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar
vuestras almas.
22 Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla,
engañándoos a vosotros mismos.23 Porque si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla por
obra, ése se parece al que contempla su imagen en un espejo:
24 se contempla, pero, en yéndose, se olvida de cómo es.
25 En cambio el que considera atentamente la Ley perfecta de la
libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como
cumplidor de ella, ése, practicándola, será feliz.
26 Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino
que engaña a su propio corazón, su religión es vana.
27 La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los
huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del
mundo.