#131

Jeremías 11

1 Palabra que llegó de parte de Yahveh a Jeremías:
2 Oíd los términos de esta alianza y hablad a los hombres de Judá y a
los habitantes de Jerusalén,
3 y diles: Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Maldito el varón que no
escuche los términos de esta alianza
4 que mandé a vuestros padres el día que los saqué de Egipto, del
crisol de hierro, diciéndoles: «Oíd mi voz y obrad conforme a lo que os he
mandado; y así seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios,
5 en orden a cumplir el juramento que hice a vuestros padres, de
darles una tierra que mana leche y miel – como se cumple hoy.» Respondí y
dije: ¡Amén, Yahveh!
6 Y me dijo Yahveh: Pregona todas estas palabras por las ciudades de
Judá y por las calles de Jerusalén: «Oíd los términos de esta alianza y
cumplidlos:
7 que bien advertí a vuestros padres el día que les hice subir de Egipto,
y hasta la fecha he insistido en advertírselo: ¡Oíd mi voz!
8 Mas no oyeron ni aplicaron el oído, sino que cada cual procedió
según la terquedad de su corazón malo. Y así he aplicado contra ellos todos
los términos de dicha alianza que les mandé cumplir y no lo hicieron.»
9 Y me dijo Yahveh: Se ha descubierto una conjura entre los hombres
de Judá y entre los habitantes de Jerusalén.
10 Han reincidido en las culpas de sus mayores, que rehusaron
escuchar mis palabras: se han ido en pos de otros dioses para servirles; han
violado la casa de Israel y la casa de Judá mi alianza, que pacté con sus
padres.
11 Por ende, así dice Yahveh: He aquí que yo les traigo una desgracia
a la que no podrán hurtarse; y aunque se me quejaren, no les oiré.
12 ¡Que vayan las ciudades de Judá y los moradores de Jerusalén, y
que se quejen a los dioses a quienes inciensan!, que lo que es salvarles, no
les salvarán al tiempo de su desgracia.
13 Pues cuantas son tus ciudades, otros tantos son tus dioses, Judá; y
cuantas calles cuenta Jerusalén, otros tantos altares a la Vergüenza, otros
tantos altares hay de Baal.
14 En cuanto a ti, no pidas por este pueblo, ni eleves por ellos plegaria
ni oración, porque no he de oír cuando clamen a mí por su desgracia.
15 ¿Qué hace mi amada en mi Casa?; su obrar ¿no es pura doblez?
¿Es que los votos y la carne consagrada harán pasar de ti tu desgracia?
Entonces sí que te regocijarías.
16 «Olivo frondoso, lozano, de fruto hermoso» te había puesto
Yahveh por nombre. Pero con gran estrépito le ha prendido fuego, y se han
quemado sus guías.
17 Yahveh Sebaot, que te plantó, te ha sentenciado, dada la maldad
que ha cometido la casa de Israel y la casa de Judá, exasperándome por
incensar a Baal.
18 Yahveh me lo hizo saber, y me enteré de ello. Entonces me
descubriste, Yahveh, sus maquinaciones.
19 Y yo que estaba como cordero manso llevado al matadero, sin
saber que contra mí tramaban maquinaciones: «Destruyamos el árbol en su
vigor; borrémoslo de la tierra de los vivos, y su nombre no vuelva a
mentarse.»
20 ¡Oh Yahveh Sebaot, juez de lo justo, que escrutas los riñones y el
corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he manifestado mi
causa.
21 Y en efecto, así dice Yahveh tocante a los de Anatot, que buscan
mi muerte diciendo: «No profetices en nombre de Yahveh, y no morirás a
nuestras manos».
22 Por eso así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo les voy a visitar.
Sus mancebos morirán por la espada, sus hijos e hijas morirán de hambre,
23 y no quedará de ellos ni reliquia cuando yo traiga la desgracia a los
de Anatot, el año en que sean visitados.

Jeremías 12

1 Tu llevas la razón, Yahveh, cuando discuto contigo, no obstante,
voy a tratar contigo un punto de justicia. ¿Por qué tienen suerte los malos, y
son felices todos los felones?
2 Los plantas, y enseguida arraigan, van a más y dan fruto. Cerca estás
tú de sus bocas, pero lejos de sus riñones.
3 En cambio a mí ya me conoces, Yahveh; me has visto y has
comprobado que mi corazón está contigo. Llévatelos como ovejas al
matadero, y conságralos para el día de la matanza.
4 (¿Hasta cuándo estará de luto la tierra y la hierba de todo el campo
estará seca? Por la maldad de los que moran en ella han desaparecido
bestias y aves.) Porque han dicho: «No ve Dios nuestros senderos.»
5 – Si con los de a pie corriste y te cansaron, ¿cómo competirás con los
de a caballo? Y si en tierra abierta te sientes seguro. ¿qué harás entre el
boscaje del Jordán?
6 Porque incluso tus hermanos y la casa de tu padre, ésos también te
traicionarán y a tus espaldas gritarán. No te fíes de ellos cuando te digan
hermosas palabras.
7 Dejé mi casa, abandoné mi heredad, entregué el cariño de mi alma
en manos de sus enemigos.
8 Se ha portado conmigo mi heredad como un león en la selva: me
acosaba con sus voces; por eso la aborrecí.
9 ¿Es por ventura un pájaro pinto mi heredad? Las rapaces merodean
sobre ella. ¡Andad, juntaos, fieras todas del campo: id al yantar!
10 Entre muchos pastores destruyeron mi viña, hollaron mi heredad,
trocaron mi mejor campa en un yermo desolado.
11 La convirtieron en desolación lamentable, en inculta para mí.
Totalmente desolado está todo el país porque no hay allí nadie que lo sienta.
12 Sobre todos los calveros del desierto han venido saqueadores
(porque una espada tiene Yahveh devorada), de un cabo al otro de la tierra
no hubo cuartel para alma viviente.
13 Sembraron trigo, y espinos segaron, se afanaron sin provecho.
Vergüenza les dan sus cosechas, por causa de la ira ardiente de Yahveh.
14 Así dice Yahveh: En cuanto a todos los malos vecinos que han
tocado la heredad que di en precio a mi pueblo Israel, he aquí que yo los
arranco de su solar. (Y a la casa de Judá voy a arrancarla de en medio de
ellos.)
15 Pero luego de haberlos arrancado, me volveré y les tendré lástima,
y les haré retornar, cada cual a su heredad y a su tierra.
16 Y entonces, si de veras aprendieron el camino de mi pueblo
jurando en mi Nombre: «¡Por vida de Yahveh!» – lo mismo que ellos
enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal – serán restablecidos a la par de mi
pueblo.
17 Mas si no obedecen, arrancaré a aquella gente y arrancada quedará
y la haré perecer – oráculo de Yahveh -.

Jeremías 13

1 Yahveh me dijo así: «Anda y cómprate una faja de lino y te la pones
a la cintura, pero no la metas en agua.»
2 Compré la faja, según la orden de Yahveh, y me la puse a la cintura.
3 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh por la segunda vez:
4 «Toma la faja que has comprado y que llevas a la cintura, levántate
y vete al Eufrates y la escondes allí en un resquicio de la peña.»
5 Yo fui y la escondí en el Eufrates como me había mandado Yahveh.
6 Al cabo de mucho tiempo me dijo Yahveh: «Levántate, vete al
Eufrates y recoges de allí la faja que te mandé que escondieras allí.»
7 Yo fui al Eufrates, cavé, recogí la faja del sitio donde la había
escondido y he aquí que se había echado a perder la faja: no valía para
nada.
8 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos:
9 «Así dice Yahveh: Del mismo modo echaré a perder la mucha
soberbia de Judá y de Jerusalén.
10 Ese pueblo malo que rehúsa oír mis palabras, que caminan según la
terquedad de sus corazones y han ido en pos de otros dioses a servirles y
adorarles, serán como esta faja que no vale para nada.
11 Porque así como se pega la faja a la cintura de uno, de igual modo
hice apegarse a mí a toda la casa de Israel y a toda la casa de Judá – oráculo
de Yahveh – con idea de que fuesen mi pueblo, mi nombradía, mi loor y mi
prez, pero ellos no me oyeron.
12 Diles este refrán: Así dice Yahveh, el Dios de Israel: «Todo cántaro
se puede llenar de vino.» Ellos te dirán: «¿No sabemos de sobra que todo
cántaro se puede llenar de vino?»
13 Entonces les dices: «Pues así dice Yahveh: He aquí que yo lleno de
borrachera a todos los habitantes de esta tierra, a los reyes sucesores de
David en el trono, a los sacerdotes y profetas y a todos los habitantes de
Jerusalén,
14 y los estrellaré, a cada cual contra su hermano, padres e hijos a una

oráculo de Yahveh – sin que piedad, compasión y lástima me quiten de
destruirlos.»
15 Oíd y escuchad, no seáis altaneros, porque habla Yahveh.
16 Dad gloria a vuestro Dios Yahveh antes que haga oscurecer, y
antes que se os vayan los pies sobre la sierra oscura, y esperéis la luz, y él la
haya convertido en negrura, la haya trocado en tiniebla densa.
17 Pero si no le oyereis, en silencio llorará mi alma por ese orgullo, y
dejarán caer mi ojos lágrimas, y verterán copiosas lágrimas, porque va
cautiva la grey de Yahveh.
18 Di al rey y a la Gran Dama: Humillaos, sentaos, porque ha caído de
vuestras cabezas vuestra diadema preciosa.
19 Las ciudades del Négueb están cercadas, y no hay quien abra. Todo
Judá es deportado, deportado en masa.
20 Alza tus ojos, Jerusalén, y mira a los que vienen del norte. ¿Dónde
está la grey que se te dio, tus preciosas ovejas?
21 ¿Qué dirás cuando te visiten con autoridad sobre ti? Pues lo que tú
les enseñabas a hacer sobre ti eran caricias. ¿No te acometerán dolores
como de parturienta?
22 Pero acaso digas en tus adentros: «¿Por qué me ocurren estas
cosas?» Por tu gran culpa han sido alzadas tus faldas y han sido forzados
tus calcañales.
23 ¿Muda el kusita su piel, o el leopardo sus pintas? ¡También
vosotros podéis entonces hacer el bien, los avezados a hacer el mal!
24 Por eso os esparcí como paja liviana al viento de la estepa.
25 Esa es tu suerte, el tanto por tu medida que te toca de mi parte –
oráculo de Yahveh -: por cuanto que me olvidaste y te fiaste de la Mentira.
26 Pues también yo te he levantado las faldas sobre tu rostro, y se ha
visto tu indecencia.
27 ¡Ah, tus adulterios y tus relinchos, la bajeza de tu prostitución!
Sobre los altos, por la campiña he visto tus Monstruos abominables. ¡Ay de
ti, Jerusalén, que no estás pura! ¿Hasta cuándo todavía…?

Jeremías 14

1 Palabra de Yahveh a Jeremías, a propósito de la sequía.
2 Judá está de luto, y sus ciudades lánguidas: están sórdidas de tierra,
y sube el alarido de Jerusalén.
3 Sus nobles mandaban a los pequeños por agua: llegaban a los aljibes
y no la encontraban; volvían con sus cántaros vacíos. Quedaban
confundidos y avergonzados y se cubrían la cabeza.
4 El suelo está consternado por no haber lluvia en la tierra. Confusos
andan los labriegos, se han cubierto la cabeza.
5 Hasta la cierva en el campo parió y abandonó, porque no había
césped.
6 Los onagros se paraban sobre los calveros, aspiraban el aire como
chacales, tenían los ojos consumidos por falta de hierba.
7 Aunque nuestras culpas atesten contra nosotros, Yahveh, obra por
amor de tu Nombre. Cierto, son muchas nuestras apostasías, contra ti hemos
pecado.
8 ¡Oh esperanza de Israel, Yahveh, Salvador suyo en tiempo de
angustia! ¿Por qué has de ser cual forastero en la tierra, o cual viajero que
se tumba para hacer noche?
9 ¿Por qué has de ser como un pasmado, como un valiente incapaz de
ayudar? Pues tú estás entre nosotros, Yahveh, y por tu Nombre se nos
llama, ¡no te deshagas de nosotros!
10 Así dice Yahveh de este pueblo: ¡Cómo les gusta vagabundear!, no
contienen sus pies. Pero Yahveh no se complace en ellos: ahora se va a
acordar de su culpa y a castigar su pecado.
11 Y me dijo Yahveh: «No intercedas en pro de este pueblo.
12 Así ayunen, no escucharé su clamoreo; y así levanten holocausto y
ofrenda, no me complacerán; sino que con espada, con hambre y con peste
voy a acabarlos.»
13 Dije yo: «¡Ah, Señor Yahveh! Pues he aquí que los profetas están
diciéndoles: No veréis espada, ni tendréis hambre, sino que voy a daros paz
segura en este lugar.»
14 Y me dijo Yahveh: «Mentira profetizan esos profetas en mi
nombre. Yo no les he enviado ni dado instrucciones, ni les he hablado.
Visión mentirosa, augurio fútil y delirio de sus corazones os dan por
profecía.
15 Por tanto, así dice Yahveh: Tocante a los profetas que profetizan en
mi nombre sin haberles enviado yo, y que dicen: No habrá espada ni
hambre en este país, con espada y con hambre serán rematados los tales
profetas,
16 y el pueblo al que profetizan yacerá derribado por las calles de
Jerusalén, por causa del hambre y de la espada, y no habrá sepulturero para
ellos ni para sus mujeres, sus hijos y sus hijas; pues volcaré sobre ellos
mismos su maldad.»
17 Les dirás esta palabra: Dejen caer mis ojos lágrimas de noche y de
día sin parar, porque de quebranto grande es quebrantada la doncella, hija
de mi pueblo, de golpe gravísimo,
18 Si salgo al campo encuentro heridos de espada; y si entro en la
ciudad, encuentro desfallecidos de hambre. Y aun el mismo profeta, aun el
mismo sacerdote andan errantes por el país y nada saben.
19 – ¿Es que has desechado a Judá? ¿o acaso de Sión se ha hastiado tu
alma? ¿Por qué nos has herido, que no tenemos cura? Esperábamos paz, y
no hubo bien alguno; el tiempo de la cura, y se presenta el miedo.
20 Reconocemos, Yahveh, nuestras maldades, la culpa de nuestros
padres; que hemos pecado contra ti.
21 No desprecies, por amor de tu Nombre, no deshonres la sede de tu
Gloria. Recuerda, no anules tu alianza con nosotros.
22 ¿Hay entre las Vanidades gentílicas quienes hagan llover? ¿o acaso
los cielos dan de suyo la llovizna? ¿No eres tú mismo, oh Yahveh? ¡Dios
nuestro, esperamos en ti, porque tú hiciste todas estas cosas!

Jeremías 15

1 Y me dijo Yahveh: Aunque se me pongan Moisés y Samuel por
delante, no estará mi alma por este pueblo. Échales de mi presencia y que
salgan.
2 Y como te digan: «¿A dónde salimos?», les dices: Así dice Yahveh:
Quien sea para la muerte, a la muerte; quien para la espada, a la espada;
quien para el hambre, al hambre, y quien para el cautiverio, al cautiverio.
3 Haré que se encarguen de ellos cuatro géneros (de males) – oráculo
de Yahveh -: la espada para degollar, los perros para despedazar, las aves
del cielo y las bestias terrestres para devorar y estragar.
4 Los convertiré en espantajo para todos los reinos de la tierra, por
culpa de Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá, por lo que hizo en
Jerusalén.
5 ¿Quién, pues, te tendrá lástima, Jerusalén? ¿quién meneará la cabeza
por ti? ¿quién se alargará a saludarte?
6 Tú me has abandonado – oráculo de Yahveh – de espaldas te has ido.
Pues yo extiendo mi mano sobre ti y te destruyo. Estoy cansado de
apiadarme,
7 y voy a beldarlos con el bieldo en las puertas del país. He dejado sin
hijos, he malhadado a mi pueblo, porque de sus caminos no se convertían.
8 Yo les he hecho más viudas que la arena de los mares. He traído
sobre las madres de los jóvenes guerreros al saqueador en el pleno
mediodía. He hecho caer sobre ellos de pronto sobresalto y alarma.
9 Mal lo pasó la madre de siete hijos: exhalaba el alma, se puso su sol
siendo aún de día, se avergonzó y se abochornó. Y lo que queda de ellos, a
la espada voy a entregarlo delante de sus enemigos – oráculo de Yahveh -.
10 ¡Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz varón discutido y
debatido por todo el país! Ni les debo, ni me deben, ¡pero todos me
maldicen!
11 Di, Yahveh, si no te he servido bien: intercedí ante ti por mis
enemigos en el tiempo de su mal y de su apuro.
12 ¿Se mella el hiero, el hierro del norte, y el bronce?
13 Tu haber y tus tesoros al pillaje voy a dar gratis, por todos tus
pecados en todas tus fronteras,
14 y te haré esclavo de tus enemigos en un país que no conoces,
porque un fuego ha saltado en mi ira que sobre vosotros estará encendido.
15 Tú lo sabes. Yahveh, acuérdate de mí, visítame y véngame de mis
perseguidores. No dejes que por alargarse tu ira sea yo arrebatado. Sábelo:
he soportado por ti el oprobio.
16 Se presentaban tus palabras, y yo las devoraba; era tu palabra para
mí un gozo y alegría de corazón, porque se me llamaba por tu Nombre
Yahveh, Dios Sebaot.
17 No me senté en peña de gente alegre y me holgué: por obra tuya,
solitario me senté, porque de rabia me llenaste.
18 ¿Por qué ha resultado mi penar perpetuo, y mi herida irremediable,
rebelde a la medicina? ¡Ay! ¿serás tú para mí como un espejismo, aguas no
verdaderas?
19 Entonces Yahveh dijo así: Si te vuelves por que yo te haga volver,
estarás en mi presencia; y si sacas lo precioso de lo vil, serás como mi boca.
Que ellos se vuelvan a ti, y no tú a ellos.
20 Yo te pondré para este pueblo por muralla de bronce inexpugnable.
Y pelearán contigo, pero no te podrán, pues contigo estoy yo para librarte y
salvarte – oráculo de Yahveh -.
21 Te salvaré de mano de los malos y te rescataré del puño de esos
rabiosos.

Jeremías 16

1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
2 No tomes mujer ni tengas hijos ni hijas en este lugar.
3 Que así dice Yahveh de los hijos e hijas nacidos en este lugar, de sus
madres que los dieron a luz y de sus padres que los engendraron en esta
tierra:
4 De muertes miserables morirán, sin que sean plañidos ni sepultados.
Se volverán estiércol sobre la haz del suelo. Con espada y hambre serán
acabados, y serán sus cadáveres pasto para las aves del cielo y las bestias de
la tierra.
5 Sí, así dice Yahveh: No entres en casa de duelo, ni vayas a plañir, ni
les consueles; pues he retirado mi paz de este pueblo – oráculo de Yahveh –
la merced y la compasión.
6 Morirán grandes y chicos en esta tierra. No se les sepultará, ni nadie
les plañirá, ni se arañarán ni se raparán por ellos,
7 ni se partirá el pan al que está de luto para consolarle por el muerto,
ni le darán a beber la taza consolatoria por su padre o por su madre.
8 Y en casa de convite tampoco entres a sentarte con ellos a comer y
beber.
9 Que así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que voy a
hacer desaparecer de este lugar, a vuestros propios ojos y en vuestros días,
toda voz de gozo y alegría, la voz del novio y la voz de la novia.
10 Luego, cuando hayas comunicado a este pueblo todas estas
palabras, y te digan: «¿Por qué ha pronunciado Yahveh contra nosotros
toda esta gran desgracia? ¿cuál es nuestra culpa, y cuál nuestro pecado que
hemos cometido contra Yahveh nuestro Dios?»,
11 tú les dirás: «Es porque me dejaron vuestros padres – oráculo de
Yahveh – y se fueron tras otros dioses y les sirvieron y adoraron, y a mí me
dejaron, y mi Ley no guardaron.
12 Y vosotros mismos habéis hecho peor que vuestros padres, pues he
aquí que va cada uno en pos de la dureza de su mal corazón, sin
escucharme.
13 Pero yo os echaré lejos de esta tierra, a otra que no habéis conocido
vosotros ni vuestros padres, y serviréis allí a otros dioses día y noche, pues
no os otorgaré perdón.»
14 En efecto, mirad que vienen días – oráculo de Yahveh – en que no
se dirá más: «¡Por vida de Yahveh, que subió a los hijos de Israel de
Egipto!»,
15 sino: «¡Por vida de Yahveh, que subió a los hijos de Israel del país
del norte, y de todos los países a donde los arrojara!» Pues yo los devolveré
a su solar, que di a sus padres.
16 He aquí que envío a muchos pescadores – oráculo de Yahveh – y
los pescarán. Y luego de esto enviaré a muchos cazadores, y los cazarán de
encima de cada monte y de cada cerro y de los resquicios de las peñas.
17 Porque mis ojos están puestos sobre todos sus caminos: no se me
ocultan, ni se zafa su culpa de delante de mis ojos.
18 Pagaré doblado por su culpa y su pecado, porque ellos execraron
mi tierra con la carroña de sus Monstruos abominables, y de sus
Abominaciones llenaron mi heredad.
19 ¡Oh Yahveh, mi fuerza y mi refuerzo, mi refugio en día de apuro!
A ti las gentes vendrán de los confines de la tierra y dirán: ¡Luego Mentira
recibieron de herencia nuestros padres, Vanidad y cosas sin provecho!
20 ¿Es que va a hacerse el hombre dioses para sí? ¡aunque aquellos no
son dioses!
21 Por tanto, he aquí que yo les hago conocer – esta vez sí – mi mano y
mi poderío, y sabrán que mi nombre es Yahveh.

Jeremías 17

1 El pecado de Judá está escrito con buril de hierro; con punta de
diamante está grabado sobre la tabla de su corazón y en los cuernos de sus
aras,
2 así, recordarán sus hijos sus aras y sus cipos cabe los árboles
frondosos, sobre los oteros altos,
3 mi monte, en la campiña. Tu haber y todos tus tesoros al pillaje voy
a dar, en pago por todos tus pecados de los altos, en todas tus fronteras.
4 Tendrás que deshacerte de tu heredad que yo te di, y te haré esclavo
de tus enemigos en un país que no conoces, porque un fuego ha saltado en
mi ira que para siempre estará encendido.
5 Así dice Yahveh: Maldito sea aquel que fía en hombre, y hace de la
carne su apoyo, y de Yahveh se aparta en su corazón.
6 Pues es como el tamarisco en la Arabá, y no verá el bien cuando
viniere. Vive en los sitios quemados del desierto, en saladar inhabitable.
7 Bendito sea aquel que fía en Yahveh, pues no defraudará Yahveh su
confianza.
8 Es como árbol plantado a las orillas del agua, que a la orilla de la
corriente echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su
follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto.
9 El corazón es lo más retorcido; no tiene arreglo: ¿quién lo conoce?
10 Yo, Yahveh, exploro el corazón, pruebo los riñones, para dar a
cada cual según su camino, según el fruto de sus obras.
11 La perdiz incuba lo que no ha puesto; así es el que hace dinero,
mas no con justicia: en mitad de sus días lo ha de dejar y a la postre
resultará un necio.
12 Solio de Gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro
santuario…
13 Esperanza de Israel, Yahveh: todos los que te abandonan serán
avergonzados, y los que se apartan de ti, en la tierra serán escritos, por
haber abandonado el manantial de aguas vivas, Yahveh.
14 Cúrame, Yahveh, y sea yo curado; sálvame, y sea yo salvo, pues mi
prez eres tú.
15 Mira que ellos me dicen: «¿Dónde está la palabra de Yahveh?
¡vamos, que venga!»
16 Yo nunca te apremié a hacer daño; el día irremediable no he
anhelado; tú lo sabes: lo salido de mis labios enfrente de tu faz ha estado.
17 No seas para mí espanto, ¡oh tú, mi amparo en el día aciago!
18 Avergüéncense mis perseguidores, y no me avergüence yo;
espántense ellos, y no me espante yo. Trae sobre ellos el día aciago, y con
doble quebrantamiento quebrántalos.
19 Yahveh me dijo así: Ve y te paras a la puerta de los Hijos del
pueblo, por la que entran los reyes de Judá y por la que salen, y asimismo
en todas las puertas de Jerusalén,
20 y les dices: Oíd la palabra de Yahveh, reyes de Judá, y todo Judá y
los habitantes de Jerusalén que entráis por estas puertas.
21 Así dice Yahveh: «Guardaos, por vida vuestra, de llevar carga en
día de sábado y meterla por las puertas de Jerusalén.
22 No saquéis tampoco carga de vuestras casas en sábado, ni hagáis
trabajo alguno, antes bien santificad el sábado como mandé a vuestros
padres.
23 Mas no oyeron ni aplicaron el oído, sino que atiesaron su cerviz sin
oír ni aprender.
24 Que si me hacéis caso – oráculo de Yahveh – no metiendo carga por
las puertas de esta ciudad en sábado y santificando el día de sábado sin
realizar en él trabajo alguno,
25 entonces entrarán por las puertas de esta ciudad reyes que se
sienten sobre el trono de David, montados en carros y caballos, ellos y sus
oficiales, la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén. Y durará esta
ciudad para siempre.
26 Y vendrán de las ciudades de Judá, de los aledaños de Jerusalén,
del país de Benjamín, de la Tierra Baja, de la Sierra y del Négueb a traer
holocaustos, sacrificios, oblaciones e incienso y a traer ofrendas de acción
de gracias a la Casa de Yahveh.
27 Pero si no me oyereis en cuanto a santificar el sábado y no llevar
carga ni meterla por las puertas de Jerusalén en sábado, entonces prenderé
fuego a sus puertas, que consumirá los palacios de Jerusalén, y no se
apagará.

Jeremías 18

1 Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh:
2 Levántate y baja a la alfarería, que allí mismo te haré oír mis
palabras.
3 Bajé a la alfarería, y he aquí que el alfarero estaba haciendo un
trabajo al torno.
4 El cacharro que estaba haciendo se estropeó como barro en manos
del alfarero, y éste volvió a empezar, trasformándolo en otro cacharro
diferente, como mejor le pareció al alfarero.
5 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos:
6 ¿No puedo hacer yo con vosotros, casa de Israel, lo mismo que este
alfarero? – oráculo de Yahveh -. Mirad que como el barro en la mano del
alfarero, así sois vosotros en mi mano, casa de Israel.
7 De pronto hablo contra una nación o reino, de arrancar, derrocar y
perder;
8 pero se vuelve atrás de su mal aquella gente contra la que hablé, y
yo también desisto del mal que pensaba hacerle.
9 Y de pronto hablo, tocante a una nación o un reino, de edificar y
plantar;
10 pero hace lo que parece malo desoyendo mi voz, y entonces yo
también desisto del bien que había decidido hacerle.
11 Ahora, pues, di a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén:
Así dice Yahveh: «Mirad que estoy ideando contra vosotros cosa mala y
pensando algo contra vosotros. Ea, pues; volveos cada cual de su mal
camino y mejorad vuestra conducta y acciones.»
12 Pero van a decir: «Es inútil; porque iremos en pos de nuestros
pensamientos y cada uno de nosotros hará conforme a la terquedad de su
mal corazón.»
13 Por tanto, así dice Yahveh: Vamos, preguntad entre las naciones:
¿Quién oyó tal cosa? ¡Bien fea cosa ha hecho la virgen de Israel!
14 ¿Faltará acaso de la peña excelsa la nieve del Líbano? ¿o se
agotarán las aguas crecidas, frescas, corrientes?
15 Pues bien, mi pueblo me ha olvidado. A la Nada inciensan. Han
tropezado en sus caminos, aquellos senderos de siempre, para irse por
trochas, por camino no trillado.
16 Es para trocar su tierra en desolación, en eterna rechifla: todo el
que pasare se asombrará de ella y meneará la cabeza.
17 Como el viento solano los esparciré delante del enemigo. La
espalda, que no la cara, les mostraré el día de su infortunio.
18 Entonces dijeron: «Venid y tramemos algo contra Jeremías, porque
no va a faltarle la ley al sacerdote, el consejo al sabio, ni al profeta la
palabra. Venid e hirámosle por su propia lengua: no estemos atentos a todas
sus palabras.»
19 Estáte atento a mí, Yahveh, y oye lo que dicen mis contrincantes.
20 ¿Es que se paga mal por bien? (Porque han cavado una hoya para
mi persona.) Recuerda cuando yo me ponía en tu presencia para hablar en
bien de ellos, para apartar tu cólera de ellos.
21 Por tanto, entrega a sus hijos al hambre y desángralos a filo de
espada; queden sus mujeres sin hijos y viudas, sean sus varones asesinados,
sus mancebos acuchillados en la guerra.
22 Oigase griterío en sus casas, cuando traigas sobre ellos pillaje
repentino. Porque han cavado una hoya para prenderme, y trampas han
escondido para mis pies.
23 Pero tú, Yahveh, conoces todo su plan de muerte contra mí. ¡No
disimules su culpa, no borres de tu presencia su pecado! ¡Que caigan ante ti,
al tiempo de tu ira, descarga en ellos!

Eclesiástico 11

18 Hay quien se hace rico a fuerza de engaño y avaricia, y esta es la
parte de su recompensa:
19 cuando dice: «Ya he logrado reposo, ahora voy a comer de mis
bienes», no sabe qué tiempo va a venir, morirá y se lo dejará a otros.
20 Manténte en tu quehacer y conságrate a él, en tu tarea envejece.
21 No te admires de las obras del pecador, confía en el Señor y en tu
esfuerzo persevera. Que es cosa fácil a los ojos del Señor enriquecer de
golpe al indigente.
22 La bendición del Señor es la recompensa del piadoso, y en un
instante hace florecer su bendición.
23 No digas: «¿De qué he menester? o ¿qué bienes me vendrán
todavía?»
24 No digas: «Tengo bastante con ellos, ¿qué mal puede alcanzarme
ahora?»
25 Día de bienes, olvido de males, día de males, olvido de bienes.
26 Que es fácil al Señor, el día de la muerte, pagar a cada uno según
su proceder.
27 El mal de una hora el placer hace olvidar, al final del hombre se
descubren sus obras.
28 Antes del fin no llames feliz a nadie, que sólo a su término es
conocido el hombre.
29 No metas a cualquiera en tu casa, que son muchos los lazos del
taimado.
30 Perdiz cautiva en su jaula, tal es el corazón del orgulloso, como el
espía acecha tu caída.
31 Cambiando el bien por el mal, está al acecho, y a las cosas más
limpias pone mancha.
32 Con una chispa se enciende un brasero, así el pecador tiende lazos
en busca de sangre.
33 Guárdate del malvado, porque maquina el mal, no sea que te
manche para siempre.
34 Mete en casa al extraño, y te traerá el desorden, te hará extraño a
tu propia familia.

Eclesiástico 12

1 Si haces el bien, mira a quién lo haces, y por tus beneficios recibirás
favor.
2 Haz bien al piadoso; hallarás recompensa, si no de él, al menos del
Altísimo.
3 No habrá bienes para el que en mal persiste, ni para quien no
agradece la limosna.
4 Da al hombre piadoso, y del pecador no te cuides.
5 Haz bien al humilde y no des al impío; niégale su pan, no se lo des,
para que no llegue con ello a dominarte. Pues un mal duplicado encontrarías
por todos los bienes que le hubieres hecho.
6 Que también el Altísimo odia a los pecadores, y de los impíos
tomará venganza.
7 Da al hombre de bien, y del pecador no te cuides.
8 No se demuestra en la prosperidad el amigo, ni queda oculto en la
adversidad el enemigo.
9 Cuando hay prosperidad, los enemigos se entristecen, mas en la
adversidad, hasta el amigo se aleja.
10 No confíes jamás en tu enemigo, que cual bronce roñoso, así es su
maldad.
11 Aunque se haga el humilde y camine encorvado, mira por ti
mismo y guárdate de él. Pórtate con él como el que pule un espejo, sábete
que no retendrá hasta el fin su roña.
12 No le pongas junto a ti, no sea que se te revuelva y suplante tu
puesto. No le sientes a tu diestra, no sea que tu asiento pretenda, y que al fin
comprendas mis palabras, y te pese al recordar mis consejos.
13 ¿Quién se compadecerá del encantador mordido de serpiente y de
todos los que se acercan a las fieras?
14 Lo mismo le ocurre al que convive con el pecador y comparte sus
pecados.
15 Una hora aguantará contigo, mas si te desmandas, no lo soportará.
16 En sus labios pone dulzura el enemigo, mas en su corazón trama
arrojarte a la fosa. En sus ojos lagrimea el enemigo, mas si topa ocasión, no
se verá harto de tu sangre.
17 Si los males te visitan, primero que tú le encontrarás allí, fingiendo
ayurdarte te agarrará el talón.
18 Meneará su cabeza, batirá palmas, cuchicheará mucho y mudará
de cara.

Eclesiástico 13

1 El que toca la pez, se mancha, el que convive con el orgulloso, se
hará como él.
2 No tomes sobre ti carga pesada, con el más fuerte y rico que tú no
convivas. ¿Por qué juntar cántaro con caldero? Este le chocará y aquél se
romperá.
3 El rico agravia y encima se envalentona, el pobre es agraviado y
encima ha de excusarse.
4 Si le eres útil, se servirá de ti, si eres torpe, te abandonará.
5 Si tienes algo, vivirá contigo, y te despojará sin fatigarse él.
6 ¿Ha menester de ti? Tratará de engañarte, te sonreirá y te dará
esperanzas; buenas palabras te dará y dirá: «¿Qué te hace falta?»
7 Te avergonzará en sus festines, hasta despojarte dos, tres veces, y
para terminar se burlará de ti. Después, si te ve, te dejará a un lado, y
meneará la cabeza ante ti.
8 Guárdate de dejarte engañar, y de ser humillado por estúpido.
9 Cuando te llame un poderoso, quédate a distancia, que tanto más te
llamará.
10 No te presentes por ti mismo, no sea que te rechace, ni te quedes
muy lejos, para no pasar inadvertido.
11 No pretendas hablar con él de igual a igual, ni te fíes de sus
muchas palabras. Que con su mucho hablar te pondrá a prueba, como quien
pasa el rato, te examinará.
12 Despiadado es quien no guarda tus palabras, no te ahorrará ni
golpes ni cadenas.
13 Observa y ponte bien en guardia, porque caminas junto a tu propia
ruina.
15 Todo viviente ama a su semejante, y todo hombre a su prójimo.
16 Todo animal según su especie se une, a su semejante se adhiere el
hombre.
17 ¿Cómo podrá convivir lobo con cordero? Así el pecador con el
piadoso.
18 ¿Qué paz puede tener la hiena con el perro? ¿qué paz el rico con el
indigente?
19 Caza de leones son los onagros en el desierto, así los pobres son
presa de los ricos.
20 Abonimación para el orgulloso es la humilidad, así para el rico es
abominación el pobre.
21 El rico que vacila es sostenido por sus amigos, al humilde que cae
sus amigos le rechazan.
22 Cuando el rico resbala, muchos le toman en sus brazos, dice
estupideces, y le justifican; resbala el humilde, y se le hacen reproches, dice
cosas sensatas, y no se le hace caso.
23 Habla el rico, y todos se callan, y exaltan su palabra hasta las
nubes. Habla el pobre y dicen: «¿Quién es éste?» y si se equivoca, se le
echa por tierra.
24 Buena es la riqueza en la que no hay pecado, mala la pobreza al
decir del impío.
25 El corazón del hombre modela su rostro tanto hacia el bien como
hacia el mal.
26 Signo de un corazón dichoso es un rostro alegre, la invención de
proverbios es penoso ejercicio.

EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN
Juan 1

1 En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la
Palabra era Dios.
2 Ella estaba en el principio con Dios.
3 Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
4 En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres,
5 y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
6 Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan.
7 Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que
todos creyeran por él.
8 No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
9 La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene
a este mundo.
10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no
la conoció.
11 Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
12 Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de
Dios, a los que creen en su nombre;
13 la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació
de Dios.
14 Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y
hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
15 Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que
viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.»
16 Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia.
17 Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad
nos han llegado por Jesucristo.
18 A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno
del Padre, él lo ha contado.
19 Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde
él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?»
20 El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo.»
21 Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?» El dijo: «No lo
soy.» – «¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No.»
22 Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta
a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?»
23 Dijo él: «Yo soy = voz del que clama en el desierto: Rectificad el
camino del Señor, = como dijo el profeta Isaías.»
24 Los enviados eran fariseos.
25 Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo
ni Elías ni el profeta?»
26 Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de
vosotros está uno a quien no conocéis,
27 que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la
correa de su sandalia.»
28 Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan
bautizando.
29 Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero
de Dios, que quita el pecado del mundo.
30 Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha
puesto delante de mí, porque existía antes que yo.
31 Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él
sea manifestado a Israel.»
32 Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba
como una paloma del cielo y se quedaba sobre él.
33 Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me
dijo: “Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése
es el que bautiza con Espíritu Santo.”
34 Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de
Dios.»
35 Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus
discípulos.
36 Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios.»
37 Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús.
38 Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?»
Ellos le respondieron: «Rabbí – que quiere decir, “Maestro” – ¿dónde
vives?»
39 Les respondió: «Venid y lo veréis.» Fueron, pues, vieron dónde
vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.
40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían
oído a Juan y habían seguido a Jesús.
41 Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice:
«Hemos encontrado al Mesías» – que quiere decir, Cristo.
42 Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú
eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» – que quiere decir,
“Piedra”.
43 Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con
Felipe y le dice: «Sígueme.»
44 Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro.
45 Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ese del que escribió
Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo
de José, el de Nazaret.»
46 Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» Le
dice Felipe: «Ven y lo verás.»
47 Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un
israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
48 Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te
vi.»
49 Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el
Rey de Israel.»
50 Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la
higuera, crees? Has de ver cosas mayores.»
51 Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto
y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»

Juan 2

1 Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba
allí la madre de Jesús.
2 Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos.
3 Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le
dice a Jesús su madre: «No tienen vino.»
4 Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha
llegado mi hora.»
5 Dice su madre a los sirvientes: = «Haced lo que él os diga.» =
6 Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de
los judíos, de dos o tres medidas cada una.
7 Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta
arriba.
8 «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.» Ellos lo
llevaron.
9 Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como
ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que
lo sabían), llama el maestresala al novio
10 y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están
bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.»
11 Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y
manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.
12 Después bajó a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus
discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.
13 Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
14 Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y
palomas, y a los cambistas en sus puestos.
15 Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo,
con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les
volcó las mesas;
16 y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis
de la Casa de mi Padre una casa de mercado.»
17 Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: = El celo por tu
Casa me devorará. =
18 Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal nos
muestras para obrar así?»
19 Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo
levantaré.»
20 Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en
construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
21 Pero él hablaba del Santuario de su cuerpo.
22 Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus
discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las
palabras que había dicho Jesús.
23 Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron
muchos en su nombre al ver las señales que realizaba.
24 Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos
25 y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los
hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre.
Juan 3

1 Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado
judío.
2 Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has
venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que
tú realizas si Dios no está con él.»
3 Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca
de lo alto no puede ver el Reino de Dios.»
4 Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?
¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?»
5 Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de
agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
6 Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu.
7 No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto.
8 El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde
viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.»
9 Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?»
10 Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas
cosas?
11 «En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que
sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no
aceptáis nuestro testimonio.
12 Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os
digo cosas del cielo?
13 Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del
hombre.
14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser
levantado el Hijo del hombre,
15 para que todo el que crea tenga por él vida eterna.
16 Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que
todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él.
18 El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está
juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios.
19 Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron
más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
20 Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para
que no sean censuradas sus obras.
21 Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de
manifiesto que sus obras están hechas según Dios.»

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