Jeremías 19
1 Entonces Yahveh dijo a Jeremías: Ve y compras un jarro de
cerámica; tomas contigo a algunos ancianos del pueblo y algunos
sacerdotes,
2 sales al valle de Ben Hinnom, a la entrada de la puerta de las
Tejoletas, y pregonas allí las palabras que voy a decirte.
3 Dirás: Oíd la palabra de Yahveh, reyes de Judá y habitantes de
Jerusalén. Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: «He aquí que yo
traigo sobre este lugar una desgracia, que a todo el que la oyere le zumbarán
los oídos.
4 Porque me han dejado, han hecho extraño este lugar y han incensado
en él a otros dioses que ni ellos ni sus padres conocían. Los reyes de Judá
han llenado este lugar de sangre de inocentes,
5 y han construido los altos de Baal para quemar a sus hijos en el
fuego, en holocausto a Baal, – lo que no les mandé ni les dije ni me pasó por
las mientes -.
6 Por tanto, he aquí que vienen días – oráculo de Yahveh – en que no
se hablará más de Tofet ni del valle de Ben Hinnom, sino del “Valle de la
Matanza”.
7 Vaciaré la prudencia de Judá y Jerusalén a causa de este lugar: les
haré caer a espada ante sus enemigos por mano de los que busquen su
muerte; daré sus cadáveres por comida a las aves del cielo y a las bestias de
la tierra,
8 y convertiré esta ciudad en desolación y en rechifla: todo el que pase
a su vera se quedará atónito y silbará en vista de sus heridas.
9 Les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas, y
comerán cada uno la carne de su prójimo, en el aprieto y la estrechez con
que les estrecharán sus enemigos y los que busquen su muerte.»
10 Luego rompes el jarro a la vista de los hombres que vayan contigo
11 y les dices: Así dice Yahveh Sebaot: «Asimismo quebrantaré yo a
este pueblo y a esta ciudad, como quien rompe un cacharro de alfarería, que
ya no tiene arreglo. «Y se harán enterramientos en Tófet, hasta que falte
sitio para enterrar.
12 Así haré con este lugar – oráculo de Yahveh – y con sus habitantes,
hasta dejar a esta ciudad lo mismo que Tófet,
13 y que sean las casas de Jerusalén y las de los reyes de Judá como el
lugar de Tófet: una inmundicia; todas las casas en cuyas azoteas incensaron
a toda la tropa celeste y libaron libación a otros dioses.»
14 Partió Jeremías de Tófet a donde le había enviado Yahveh a
profetizar y, parándose en el atrio de la Casa de Yahveh, dijo a todo el
pueblo:
15 «Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que yo traigo a
esta ciudad y a todos sus aledaños toda la calamidad que he pronunciado
contra ella, porque ha atiesado su cerviz, desoyendo mis palabras.»
Jeremías 20
1 El sacerdote Pasjur, hijo de Immer, que era inspector jefe de la Casa
de Yahveh, oyó a Jeremías profetizar dichas palabras.
2 Pasjur hizo dar una paliza al profeta Jeremías y le hizo meter en el
calabozo de la Puerta Alta de Benjamín – la que está en la Casa de Yahveh
-.
3 Al día siguiente sacó Pasjur a Jeremías del calabozo. Díjole
Jeremías: No es Pasjur el nombre que te ha puesto Yahveh, sino «Terror en
torno».
4 Porque así dice Yahveh: «He aquí que yo te convierto en terror para
ti mismo y para todos tus allegados, los cuales caerán por la espada de sus
enemigos, y tus ojos lo estarán viendo. Y asimismo a todo Judá entregaré en
manos del rey de Babilonia, que los deportará a Babilonia y los acuchillará.
5 Y entregaré todas las reservas de esta ciudad y todo lo atesorado,
todas sus preciosidades y todos los tesoros de los reyes de Judá, en manos
de sus enemigos que los pillarán, los tomarán y se los llevarán a Babilonia.
6 En cuanto a ti, Pasjur, y todos los moradores de tu casa, iréis al
cautiverio. En Babilonia entrarás, allí morirás y allí mismo serás sepultado
tú y todos tus allegados a quienes has profetizado en falso.»
7 Me has seducido, Yahveh, y me dejé seducir; me has agarrado y me
has podido. He sido la irrisión cotidiana: todos me remedaban.
8 Pues cada vez que hablo es para clamar: «¡Atropello!», y para gritar:
«¡Expolio!». La palabra de Yahveh ha sido para mí oprobio y befa
cotidiana.
9 Yo decía: «No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre.»
Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis
huesos, y aunque yo trabajada por ahogarlo, no podía.
10 Escuchaba las calumnias de la turba: «¡Terror por doquier!,
¡denunciadle!, ¡denunciémosle!» Todos aquellos con quienes me saludaba
estaban acechando un traspiés mío: «¡A ver si se distrae, y le podremos, y
tomaremos venganza de él!»
11 Pero Yahveh está conmigo, cual campeón poderoso. Y así mis
perseguidores tropezarán impotentes; se avergonzarán mucho de su
imprudencia: confusión eterna, inolvidable.
12 ¡Oh Yahveh Sebaot, juez de lo justo, que escrutas los riñones y el
corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi
causa.
13 Cantad a Yahveh, alabad a Yahveh, porque ha salvado la vida de
un pobrecillo de manos de malhechores.
14 ¡Maldito el día en que nací! ¡el día que me dio a luz mi madre no
sea bendito!
15 ¡Maldito aquel que felicitó a mi padre diciendo: «Te ha nacido un
hijo varón», y le llenó de alegría!
16 Sea el hombre aquel semejante a las ciudades que destruyó Yahveh
sin que le pesara, y escuche alaridos de mañana y gritos de ataque al
mediodía.
17 ¡Oh, que no me haya hecho morir desde el vientre, y hubiese sido
mi madre mi sepultura, con seno preñado eternamente!
18 ¿Para qué haber salido del seno, a ver pena y aflicción, y a
consumirse en la vergüenza mis días?
Jeremías 21
1 Palabra dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, cuando el rey
Sedecías mandó donde él a Pasjur, hijo de Malkiyías, y al sacerdote
Sofonías, hijo de Maasías, a decirle:
2 «Ea, consulta de nuestra parte a Yahveh, porque el rey de Babilonia,
Nabucodonosor, nos ataca. A ver si nos hace Yahveh un milagro de los
suyos, y aquél se retira de encima de nosotros.»
3 Díjoles Jeremías: «Así diréis a Sedecías:
4 Esto dice Yahveh, el Dios de Israel: Mirad que yo hago rebotar las
armas que tenéis en las manos y con las que os batís contra el rey de
Babilonia y contra los caldeos que os cercan extramuros, y las amontonaré
en medio de esta ciudad.
5 Yo voy a batirme contra vosotros con mano fuerte y tenso brazo,
con ira, con cólera y con encono grande.
6 Heriré a los habitantes de esta ciudad, hombres y bestias, con una
gran peste; ¡morirán!
7 Y tras de esto – oráculo de Yahveh – entregaré al rey de Judá,
Sedecías, a sus siervos y al pueblo que en esta ciudad quedare de la peste,
de la espada y del hambre, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia,
y en manos de sus enemigos y de los que buscan su muerte. El los herirá a
filo de espada. No les dará cuartel, ni les tendrá clemencia ni lástima.»
8 Y a ese pueblo le dirás: «Así dice Yahveh: Mirad que yo os
propongo el camino de la vida y el camino de la muerte.
9 Quien se quede en esta ciudad, morirá de espada, de hambre y de
peste. El que salga y caiga en manos de los caldeos que os cercan, vivirá, y
eso saldrá ganando.
10 Porque me he fijado en esta ciudad para su daño, no para su bien –
oráculo de Yahveh -: será puesta en manos del rey de Babilonia, que la
incendiará.»
11 A la casa real de Judá. ¡Oíd la palabra de Yahveh,
12 casa de David! Así dice Yahveh: Haced justicia cada mañana, y
salvad al oprimido de mano del opresor, so pena de que brote como fuego
mi cólera, y arda y no haya quien apague, a causa de vuestras malas
acciones.
13 Mira que por ti va, población del valle, la Roca del Llano – oráculo
de Yahveh -: vosotros, los que decís: «¿Quién se nos echará encima? ¿quién
entrará en nuestras guaridas?»
14 (Yo os visitaré según el fruto de vuestras acciones – oráculo de
Yahveh -.) Encenderé fuego en su bosque, y devorará todos sus contornos.
Jeremías 22
1 Yahveh dijo así: Baja a la casa real de Judá y pronuncias allí estas
palabras.
2 Dirás: Oye la palabra de Yahveh, tú, rey de Judá, que ocupas el
trono de David, y tus servidores y pueblo – los que entran por estas puertas –
3 Así dice Yahveh: Practicad el derecho y la justicia, librad al
oprimido de manos del opresor, y al forastero, al huérfano y a la viuda no
atropelléis; no hagáis violencia ni derraméis sangre inocente en este lugar.
4 Porque si ponéis en práctica esta palabra, entonces seguirán entrando
por las puertas de esta casa reyes sucesores de David en el trono, montados
en carros y caballos, junto con sus servidores y su pueblo.
5 Mas si no oís estas palabras, por mí mismo os juro – oráculo de
Yahveh – que en ruinas parará esta casa.
6 Pues así dice Yahveh respecto a la casa real de Judá: Galaad eras tú
para mí, cumbre del Líbano: pero ¡vaya si te trocaré en desierto, en
ciudades deshabitadas!
7 Voy a consagrar contra ti a quienes te destruyan: ¡cada uno a sus
hachas! Talarán lo selecto de tus cedros, y lo arrojarán al fuego.
8 Muchas gentes pasarán a la vera de esta ciudad y dirán cada cual a
su prójimo: «¿Por qué ha hecho Yahveh semejante cosa a esta gran
ciudad?»
9 Y les dirán: «Es porque dejaron la alianza de su Dios Yahveh, y
adoraron a otros dioses y les sirvieron.»
10 No lloréis al muerto ni plañáis por él: llorad, llorad por el que se
va, porque jamás volverá ni verá su patria.
11 Pues así dice Yahveh respecto a Sallum, hijo de Josías, rey de Judá
y sucesor de su padre Josías en el reino, el cual salió de este lugar: «No
volverá más aquí,
12 sino que en el lugar a donde le deportaron, allí mismo morirá, y no
verá jamás este país.»
13 ¡Ay del que edifica su casa sin justicia y sus pisos sin derecho! De
su prójimo se sirve de balde y su trabajo no le paga.
14 El que dice: «Voy a edificarme una casa espaciosa y pisos
ventilados», y le abre sus correspondientes ventanas; pone paneles de cedro
y los pinta de rojo.
15 ¿Serás acaso rey porque seas un apasionado del cedro? Tu padre,
¿no comía y bebía? – «También hizo justicia y equidad.» – Pues mejor para
él.
16 «- Juzgó la causa del cuitado y del pobrecillo.» – Pues mejor. ¿No
es esto conocerme? – oráculo de Yahveh -.
17 Pero tus ojos y tu corazón no están más que a tu granjería, – ¡Y a la
sangre inocente! – Para verterla. – ¡Y al atropello y al entuerto! – Para hacer
tú lo propio.
18 Por tanto, así dice Yahveh respecto a Yoyaquim, hijo de Josías, rey
de Judá: No plañirán por él: «¡Ay hermano mío!, ¡ay hermana mía!»; no
plañirán por él: «¡Ay Señor!, ¡ay su Majestad!»
19 El entierro de un borrico será el suyo: arrastrarlo y tirarlo fuera de
las puertas de Jerusalén.
20 Sube al Líbano y clama, por Basán da voces y clama desde
Abarim, porque han sido quebrantados todos tus amantes.
21 Te había hablado en tu prosperidad. Dijiste: «No oigo.» Tal ha sido
tu costumbre desde tu mocedad, nunca oíste mi voz.
22 A todos tus pastores les pastoreará el viento, y tus amantes cautivos
irán. Entonces sí que estarás avergonzada y confusa de toda tu malicia.
23 Tú, que te asentabas en el Líbano, que anidabas en los cedros,
¡cómo suspirarás, en viniéndote los dolores, el trance como de parturienta!
24 Por mi vida – oráculo de Yahveh -, aunque fuese Konías, el hijo de
Yoyaquim, rey de Judá, un sello en mi mano diestra, de allí te arrancaría.
25 Yo te pondré en manos de los que buscan tu muerte, y en manos de
los que te atemorizan: en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en
manos de los caldeos;
26 y te arrojaré a ti y a la madre que te engendró a otra tierra donde no
habéis nacido, y allí moriréis.
27 Pero a la tierra a donde anhelan volver, no volverán.
28 ¿Es algún trasto despreciable, roto, este individuo, Konías?; ¿quizá
un objeto sin interés? Pues entonces, ¿por qué han sido arrojados él y su
prole, y echados a una tierra, que no conocían?
29 ¡Tierra, tierra, tierra! oye la palabra de Yahveh.
30 Así dice Yahveh: Inscribid a este hombre: «Un sin hijos, un
fracasado en la vida»; porque ninguno de su descendencia tendrá la suerte
de sentarse en el trono de David y de ser jamás señor en Judá.
Jeremías 23
1 ¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de
mis pastos! – oráculo de Yahveh -.
2 Pues así dice Yahveh, el Dios de Israel, tocante a los pastores que
apacientan a mi pueblo: Vosotros habéis dispersado las ovejas mías, las
empujasteis y no las atendisteis. Mirad que voy a pasaros revista por
vuestras malas obras – oráculo de Yahveh -.
3 Yo recogeré el Resto de mis ovejas de todas las tierras a donde las
empujé, las haré tornar a sus estancias, criarán y se multiplicarán.
4 Y pondré al frente de ellas pastores que las apacienten, y nunca más
estarán medrosas ni asustadas, ni faltará ninguna – oráculo de Yahveh -.
5 Mirad que días vienen – oráculo de Yahveh – en que suscitaré a
David un Germen justo: reinará un rey prudente, practicará el derecho y la
justicia en la tierra.
6 En sus días estará a salvo Judá, e Israel vivirá en seguro. Y este es el
nombre con que te llamarán: «Yahveh, justicia nuestra.»
7 Por tanto, mirad que vienen días – oráculo de Yahveh – en que no se
dirá más: «¡Por vida de Yahveh, que subió a los hijos de Israel de Egipto!»,
8 sino: «¡Por vida de Yahveh, que subió y trajo la simiente de la casa
de Israel de tierras del norte y de todas las tierras a donde los arrojara!», y
habitarán en su propio suelo.
9 A los profetas. Se me partió el corazón en mis adentros,
estremeciéronse todos mis huesos, me quedé como un borracho, como
aquél a quien le domina el vino, por causa de Yahveh, por causa de sus
santas palabras.
10 «Porque de fornicadores se ha henchido la tierra. (A causa de una
maldición se ha enlutado la tierra, se han secado los pastos de la estepa.) Se
ha vuelto la carrera de ellos mala y su esfuerzo no recto.
11 Tanto el profeta como el sacerdote se han vuelto impíos; en mi
misma Casa topé con su maldad – oráculo de Yahveh -.
12 Por ende su camino vendrá a ser su despeñadero: a la sima serán
empujados y caerán en ella. Porque voy a traer sobre ellos una calamidad, al
tiempo de su visita» – oráculo de Yahveh -.
13 En los profetas de Samaría, he observado una inepcia: profetizaban
por Baal y hacían errar a mi pueblo Israel.
14 Mas en los profetas de Jerusalén he observado una monstruosidad:
fornicar y proceder con falsía, dándose la mano con los malhechores, sin
volverse cada cual de su malicia. Se me han vuelto todos ellos cual
Sodoma, y los habitantes de la ciudad, cual Gomorra.
15 Por tanto, así dice Yahveh Sebaot tocante a los profetas: He aquí
que les voy a dar de comer ajenjo y les voy a dar de beber agua
emponzoñada. Porque a partir de los profetas de Jerusalén se ha propagado
la impiedad por toda la tierra.
16 Así dice Yahveh Sebaot: No escuchéis las palabras de los profetas
que os profetizan. Os están embaucando. Os cuentan sus propias fantasías,
no cosa de boca de Yahveh.
17 Dicen a los que me desprecian: «Yahveh dice: ¡Paz tendréis!» y a
todo el que camina en terquedad de corazón: «No os sucederá nada malo.»
18 (Porque ¿quién asistió al consejo de Yahveh y vio y oyó su
palabra?, ¿quién escuchó su palabra y la ha oído?)
19 Mirad que una tormenta de Yahveh, su ira, ha estallado, un
torbellino remolinea, sobre la cabeza de los malos descarga.
20 No ha de apaciguarse la ira de Yahveh hasta que la ejecute, y
realice los designios de su corazón. En días futuros os percataréis de ello.
21 Yo no envié a esos profetas, y ellos corrieron. No les hablé, y ellos
profetizaron.
22 Pues si asistieron a mi consejo, hagan oír mi palabra a mi pueblo, y
háganle tornar de su mal camino y de sus acciones malas.
23 ¿Soy yo un Dios sólo de cerca – oráculo de Yahveh – y no soy Dios
de lejos?
24 ¿O se esconderá alguno en escondite donde yo no le vea? – oráculo
de Yahveh -. ¿Los cielos y la tierra no los lleno yo? – oráculo de Yahveh -.
25 Ya he oído lo que dicen esos profetas que profetizan falsamente en
mi nombre diciendo: «¡He tenido un sueño, he tenido un sueño!»
26 ¿Hasta cuándo va a durar esto en el corazón de los profetas que
profetizan en falso y son profetas de la impostura de su corazón?,
27 ¿los que piensan hacer olvidarse a mi pueblo de mi Nombre por los
sueños que se cuentan cada cual a su vecino, como olvidaron sus padres mi
Nombre por Baal?
28 Profeta que tenga un sueño, cuente un sueño, y el que tenga
consigo mi palabra, que hable mi palabra fielmente. ¿Qué tiene que ver la
paja con el grano? – oráculo de Yahveh -.
29 ¿No es así mi palabra, como el fuego, y como un martillo golpea la
peña?
30 Pues bien, aquí estoy yo contra los profetas – oráculo de Yahveh –
que se roban mis palabras el uno al otro.
31 Aquí estoy yo contra los profetas – oráculo de Yahveh – que usan
de su lengua y emiten oráculo.
32 Aquí estoy yo contra los profetas que profetizan falsos sueños –
oráculo de Yahveh – y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus
falsedades y su presunción, cuando yo ni les he enviado ni dado órdenes, y
ellos de ningún provecho han sido para este pueblo – oráculo de Yahveh -.
33 Y cuando te pregunte este pueblo – o un profeta o un sacerdote -.
«¿Cuál es la carga de Yahveh?» les dirás: «Vosotros sois la carga, y voy a
dejaros en el suelo – oráculo de Yahveh -.»
34 Y el profeta, el sacerdote o cualquiera que dijere: «Una carga de
Yahveh», yo me las entenderé con él y con su casa.
35 Así os diréis cada uno a su prójimo, y cada uno a su hermano:
«¿Qué ha respondido Yahveh?, ¿qué ha dicho Yahveh?»
36 Pero de eso de la «carga de Yahveh» no os acordaréis más, porque
tal carga sería para cada uno su propia palabra. Porque trastornáis las
palabras del Dios vivo, Yahveh Sebaot nuestro Dios.
37 Así diréis al profeta: «¿Qué te ha respondido Yahveh?, ¿qué ha
dicho Yahveh?»
38 Pero como habléis de «carga de Yahveh», entonces así dice
Yahveh: «Por haber dicho eso de carga de Yahveh por más que os avisé
que no dijerais carga de Yahveh,
39 por lo mismo, he aquí que yo os levanto en alto y os dejo caer a
vosotros y a la ciudad que os di a vosotros y a vuestros padres.
40 Y os pondré encima oprobio eterno y baldón eterno que no será
olvidado.»
Jeremías 24
1 Hízome ver Yahveh, y he aquí que había un par de cestos de higos
presentados delante del Templo de Yahveh – esto era después que
Nabucodonosor, rey de Babilonia, hubo deportado de Jerusalén al rey de
Judá, Jeconías, hijo de Yoyaquim, a los principales de Judá y a los herreros
y cerrajeros de Jerusalén, y los llevó a Babilonia -.
2 Un cesto era de higos muy buenos, como los primerizos, y el otro de
higos malos, tan malos que no se podían comer.
3 Y me dijo Yahveh: «¿Qué estás viendo Jeremías?» Dije: «Higos.
Los higos buenos son muy buenos; y los higos malos, muy malos, que no se
dejan comer de puro malos.»
4 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos:
5 Así habla Yahveh, Dios de Israel: Como por estos higos buenos, así
me interesaré en favor de los desterrados de Judá que yo eché de este lugar
al país de los caldeos.
6 Pondré la vista en ellos para su bien, los devolveré a este país, los
reconstruiré para no derrocarlos y los plantaré para no arrancarlos.
7 Les daré corazón para conocerme, pues yo soy Yahveh, y ellos serán
mi pueblo y yo seré su Dios, pues volverán a mí con todo su corazón.
8 Pero igual que a los higos malos, que no se pueden comer de malos –
sí, así dice Yahveh -, así haré al rey Sedecías, a sus principales y al resto de
Jerusalén: a los que quedaren en este país, y a los que están en el país de
Egipto.
9 Haré de ellos el espantajo, una calamidad, de todos los reinos de la
tierra; el oprobio y el ejemplo, la burla y la maldición por dondequiera que
los empuje,
10 daré suelta entre ellos a la espada, al hambre y a la peste, hasta que
sean acabados de sobre el solar que di a ellos y a sus padres.
Jeremías 25
1 Palabra que fue dirigida a Jeremías tocante a todo el pueblo de Judá
el año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, – o sea el año
primero de Nabucodonosor, rey de Babilonia -,
2 la cual pronunció e profeta Jeremías a todo el pueblo de Judá y a
toda la población de Jerusalén, en estos términos:
3 Desde el año trece de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, hasta este
día, veintitrés años hace que me es dirigida la palabra de Yahveh, y os la he
comunicado puntualmente (pero no habéis oído.
4 También os envió Yahveh puntualmente a todos sus siervos los
profetas, y tampoco oísteis ni aplicasteis el oído),
5 diciendo: Ea, volveos cada cual de su mal camino y de sus malas
acciones, y volveréis al solar que os dio Yahveh a vosotros y a vuestros
padres, desde siempre hasta siempre.
6 (No vayáis en pos de otros dioses para servirles y adorarles, no me
provoquéis con las hechuras de vuestras manos, y no os haré mal.)
7 Pero no me habéis oído (- oráculo de Yahveh – de suerte que con las
hechuras de vuestras manos me provocasteis, para vuestro mal).
8 Por eso, así dice Yahveh Sebaot: Puesto que no habéis oído mis
palabras,
9 he aquí que yo mando a buscar a todos los linajes del norte (-
oráculo de Yahveh – y a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia), y los
traeré contra esta tierra y contra sus moradores (y contra todas estas gentes
de alrededor); los anatematizaré y los pondré por pasmo, rechifla y ruinas
eternos,
10 y haré desaparecer de ellos voz de gozo y voz de alegría, la voz del
novio y la voz de la novia, el ruido de la muela y la luz de la candela.
11 Será reducida toda esta tierra a pura desolación, y servirán estas
gentes al rey de Babilonia setenta años.
12 (Luego, en cumpliéndose los setenta años, visitaré al rey de
Babilonia y a dicha gente por su delito – oráculo de Yahveh – y a la tierra de
los caldeos trocándola en ruinas eternas).
13 Y atraeré sobre aquella tierra todas las palabras que he hablado
respecto a ella, todo lo que está escrito en este libro. Lo que profetizó
Jeremías tocante a la generalidad de las naciones.
14 (Pues también a ellos los reducirán a servidumbre muchas naciones
y reyes grandes, y les pagaré según sus obras y según la hechura de sus
manos.)
15 Así me ha dicho Yahveh Dios de Israel: Toma esta copa de vino de
furia, y hazla beber a todas las naciones a las que yo te envíe;
16 beberán, y trompicarán, y se enloquecerán ante la espada que voy a
soltar entre ellas.
17 Tomé la copa de mano de Yahveh, e hice beber a todas las
naciones a las que me había enviado Yahveh:
18 (a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus
principales, para trocarlo todo en desolación, pasmo, rechifla y maldición,
como hoy está sucediendo);
19 a Faraón, rey de Egipto, a sus siervos, a sus principales y a todo su
pueblo,
20 a todos los mestizos (a todos los reyes de Us); a todos los reyes de
Filistea: a Ascalón, Gaza, Ecrón y al residuo de Asdod;
21 a Edom, Moab, y los ammonitas,
22 a (todos) los reyes de Tiro, a (todos) los reyes de Sidón y a los
reyes de las islas de allende el mar;
23 a Dedán, Temá, Buz; a todos los que se afeitan las sienes,
24 a todos los reyes de Arabia y a todos los reyes de los mestizos
habitantes del desierto;
25 (a todos los reyes de Zimrí) a todos los reyes de Elam y a todos los
reyes de Media,
26 a todos los reyes del norte, los próximos y los remotos, cada uno
con su hermano, y a todos los reinos que hay sobre la haz de la tierra. (Y el
rey de Sesak beberá después de ellos.)
27 Y les dirás: Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Bebed,
emborrachaos, vomitad, caed y no os levantéis delante de la espada que yo
voy a soltar entre vosotros.
28 Y si rehúsan tomar la copa de tu mano para beber, les dices: Así
dice Yahveh Sebaot: Tenéis que beber sin falta,
29 porque precisamente por la ciudad que lleva mi Nombre empiezo a
castigar; ¿y vosotros, quedaréis impunes?: ¡no, no quedaréis!, porque a la
espada llamo yo contra todos los habitantes de la tierra – oráculo de Yahveh
Sebaot -.
30 Tú, pues, les profetizas todas estas palabras y les dices: Yahveh
desde lo alto ruge, y desde su santa Morada da su voz. Ruge contra su
aprisco: grita como los lagareros. A todos los habitantes de la tierra
31 llega el eco, hasta el fin de la tierra. Porque pleitea Yahveh con las
naciones y vence en juicio a toda criatura. A los malos los entrega a la
espada – oráculo de Yahveh -.
32 Así dice Yahveh Sebaot: Mirad que una desgracia se propaga de
nación a nación, y una gran tormenta surge del fin del mundo.
33 Habrá víctimas de Yahveh en aquel día de cabo a cabo de la tierra;
no serán plañidos ni recogidos ni sepultados más: se volverán estiércol
sobre la haz de la tierra.
34 Ululad, pastores, y clamad; revolcaos, mayorales, porque se han
cumplido vuestros días para la matanza, y caeréis como objetos escogidos.
35 No habrá evasión para los pastores ni escapatoria para los
mayorales.
36 Se oye el grito de los pastores, el ulular de los mayorales, porque
devasta Yahveh su pastizal,
37 y son aniquiladas las estancias más seguras por la ardiente cólera
de Yahveh.
38 Ha dejado el león su cubil, y se ha convertido su tierra en
desolación ante la cólera irresistible, ante la ardiente cólera.
Jeremías 26
1 Al principio del reinado de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá,
fue dirigida a Jeremías esta palabra de Yahveh:
2 Así dice Yahveh: Párate en el patio de la Casa de Yahveh y habla a
todas las ciudades de Judá, que vienen a adorar en la Casa de Yahveh,
todas las palabras que yo te he mandado hablarles, sin omitir ninguna.
3 Puede que oigan y se torne cada cual de su mal camino, y yo me
arrepentiría del mal que estoy pensando hacerles por la maldad de sus
obras.
4 Les dirás, pues: «Así dice Yahveh: Si no me oís para andar según mi
Ley que os propuse,
5 oyendo las palabras de mis siervos los profetas que yo os envío
asiduamente (pero no habéis hecho caso),
6 entonces haré con esta Casa como con Silo, y esta ciudad entregaré a
la maldición de todas las gentes de la tierra.»
7 Oyeron los sacerdotes y profetas y todo el pueblo a Jeremías decir
estas palabras en la Casa de Yahveh,
8 y luego que hubo acabado Jeremías de hablar todo lo que le había
ordenado Yahveh que hablase a todo el pueblo, le prendieron los
sacerdotes, los profetas y todo el pueblo diciendo: «¡Vas a morir!
9 ¿Por qué has profetizado en nombre de Yahveh, diciendo: “Como
Silo quedará esta Casa, y esta ciudad será arrasada, sin quedar habitante”?»
Y se juntó todo el pueblo en torno a Jeremías en la Casa de Yahveh.
10 Oyeron esto los jefes de Judá, y subieron de la casa del rey a la
Casa de Yahveh, y se sentaron a la entrada de la Puerta Nueva de la Casa de
Yahveh.
11 Y los sacerdotes y profetas, dirigiéndose a los jefes y a todo el
pueblo, dijeron: «¡Sentencia de muerte para este hombre, por haber
profetizado contra esta ciudad, como habéis oído con vuestros propios
oídos!»
12 Dijo Jeremías a todos los jefes y al pueblo todo: «Yahveh me ha
enviado a profetizar sobre esta Casa y esta ciudad todo lo que habéis oído.
13 Ahora bien, mejorad vuestros caminos y vuestras obras y oíd la voz
de Yahveh vuestro Dios, y se arrepentirá Yahveh del mal que ha
pronunciado contra vosotros.
14 En cuanto a mí, aquí me tenéis en vuestras manos: haced conmigo
como mejor y más acertado os parezca.
15 Empero, sabed de fijo que si me matáis vosotros a mí, sangre
inocente cargaréis sobre vosotros y sobre esta ciudad y sus moradores,
porque en verdad Yahveh me ha enviado a vosotros para pronunciar en
vuestros oídos todas estas palabras.»
16 Dijeron los jefes y todo el pueblo a los sacerdotes y profetas: «No
merece este hombre sentencia de muerte, porque en nombre de Yahveh
nuestro Dios nos ha hablado.»
17 Y se levantaron algunos de los más viejos del país y dijeron a toda
la asamblea del pueblo:
18 «Miqueas de Moréset profetizaba en tiempos de Ezequías, rey de
Judá, y dijo a todo el pueblo de Judá: Así dice Yahveh Sebaot: = Sión será
un campo que se ara, Jerusalén se hará un montón de ruinas, y el monte de
la Casa un otero salvaje. =
19 ¿Por ventura le mataron Ezequías, rey de Judá, y todo Judá?, ¿no
temió a Yahveh y suplicó a la faz de Yahveh, y se arrepintió Yahveh del
daño con que les había amenazado? Mientras que nosotros estamos
haciéndonos mucho daño a nosotros mismos.»
20 Pero también hubo otro que decía profetizar en nombre de Yahveh
Urías hijo de Semaías de Quiryat Yearim – el cual profetizó contra esta
ciudad y contra esta tierra enteramente lo mismo que Jeremías,
21 y oyó el rey Yoyaquim y todos sus grandes señores y jefes sus
palabras, y el rey buscaba matarle. Enteróse Urías, tuvo miedo, huyó y
entró en Egipto.
22 Pero envió el rey Yoyaquim a Elnatán, hijo de Akbor, y otros con
él a Egipto,
23 y sacaron a Urías de Egipto y lo trajeron al rey Yoyaquim, quien lo
acuchilló y echó su cadáver a la fosa común.
24 Gracias a que Ajicam, hijo de Safán, defendió a Jeremías,
impidiendo entregarlo en manos del pueblo para matarle.
Jeremías 27
1 (Al principio del reinado de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, fue
dirigida esta palabra a Jeremías de parte de Yahveh:)
2 Así me ha dicho Yahveh: «Hazte unas coyundas y un yugo, póntelo
sobre la cerviz,
3 y envíalos al rey de Edom, al rey de Moab y al rey de los
ammonitas, al rey de Tiro y al rey de Sidón por medio de los embajadores
que vienen a Jerusalén a ver a Sedecías, rey de Judá,
4 y dales estas instrucciones para sus señores: «Así dice Yahveh
Sebaot, el Dios de Israel: Así diréis a vuestros señores:
5 Yo hice la tierra, el hombre y las bestias que hay sobre la haz de la
tierra, con mi gran poder y mi tenso brazo, y lo di a quien me plugo.
6 Ahora yo he puesto todos estos países en manos de mi siervo
Nabucodonosor, rey de Babilonia, y también los animales del campo le he
dado para servirle
7 (y todas las naciones le servirán a él, a su hijo y al hijo de su hijo,
hasta que llegue también el turno a su propio país – y le reducirán a
servidumbre muchas naciones y reyes grandes -).
8 Así que las naciones y reinos que no sirvan a Nabucodonosor, rey de
Babilonia, y que no sometan su cerviz al yugo del rey de Babilonia, con la
espada, con el hambre y con la peste los visitaré – oráculo de Yahveh – hasta
acabarlos por medio de él.
9 Vosotros, pues, no oigáis a vuestros profetas, adivinos, soñadores,
augures ni hechiceros que os hablan diciendo: “No serviréis al rey de
Babilonia”,
10 porque cosa falsa os profetizan para alejaros de sobre vuestro
suelo, de suerte que yo os arroje y perezcáis.
11 Pero la nación que someta su cerviz al yugo de Babilonia y le sirva,
yo la dejaré tranquila en su suelo – oráculo de Yahveh – y lo labrará y
morará en él.»
12 A Sedecías, rey de Judá, le hablé en estos mismos términos,
diciendo: «Someted vuestras cervices al yugo del rey de Babilonia, servidle
a él y a su pueblo, y quedaréis con vida.
13 (¿A qué morir tú y tu pueblo por la espada, el hambre y la peste,
como ha amenazado Yahveh a aquella nación que no sirva al rey de
Babilonia?)
14 ¡No oigáis, pues, las palabras de los profetas que os dicen: “No
serviréis al rey de Babilonia”, porque cosa falsa os profetizan,
15 pues yo no les he enviado – oráculo de Yahveh – y ellos andan
profetizando en mi Nombre falsamente; no sea que yo os arroje, y perezcáis
vosotros y los profetas que os profetizan.»
16 Y a los sacerdotes y a todo este pueblo les hablé diciendo: «Así
dice Yahveh: No oigáis las palabras de vuestros profetas que os profetizan
diciendo: “He aquí que el ajuar de la Casa de Yahveh va a ser devuelto de
Babilonia en seguida”, porque cosa falsa os profetizan.
17 (No les hagáis caso. Servid al rey de Babilonia y quedaréis con
vida. ¿Para qué ha de quedar esta ciudad arrasada?)
18 Y si ellos son profetas y la palabra de Yahveh les acompaña, que
conjuren, ea, a Yahveh Sebaot para que los objetos que quedaron en la Casa
de Yahveh, en la casa del rey de Judá y en Jerusalén no vayan a Babilonia.
19 Porque así dice Yahveh Sebaot de las columnas, del Mar, de las
basas y de los demás objetos que quedaron en esta ciudad,
20 de los cuales no se apoderó Nabucodonosor, rey de Babilonia, al
deportar a Jeconías, hijo de Yoyaquim, rey de Judá, de Jerusalén a
Babilonia (así como a todos los nobles de Judá y Jerusalén).
21 Sí, porque así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel, respecto a los
objetos que quedaron en la Casa de Yahveh, en la casa del rey de Judá y en
Jerusalén:
22 A Babilonia serán llevados (y allí estarán hasta el día que yo los
visite) – oráculo de Yahveh – (y entonces los subiré y devolveré a este
lugar).»
Jeremías 28
1 Aconteció en aquel mismo año – al principio del reinado de
Sedecías, rey de Judá, en el año cuarto, en el mes quinto – que se dirigió a
mí el profeta Jananías, hijo de Azzur, que era de Gabaón, en la Casa de
Yahveh, a vista de los sacerdotes y de todo el pueblo diciendo:
2 «Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He quebrado el yugo del
rey de Babilonia.
3 Dentro de dos años completos yo hago devolver a este lugar todos
los objetos de la Casa de Yahveh que el rey de Babilonia, Nabucodonosor,
tomó de este lugar y llevó a Babilonia;
4 y a Jeconías, hijo de Yoyaquim, rey de Judá, y a todos los
deportados de Judá que han ido a Babilonia, yo les hago volver a este lugar oráculo de Yahveh – en cuanto rompa el yugo del rey de Babilonia.»
5 Dijo el profeta Jeremías al profeta Jananías, a vista de los sacerdotes
y de todo el pueblo, que estaban parados en la Casa de Yahveh;
6 dijo, pues, el profeta Jeremías: «¡Amen! Así haga Yahveh. Confirme
Yahveh las palabras que has profetizado, devolviendo de Babilonia a este
lugar los objetos de la Casa de Yahveh, y a todos los deportados.
7 Pero, oye ahora esta palabra que pronunció a oídos tuyos y de todo
el pueblo:
8 Profetas hubo antes de mí y de ti desde siempre, que profetizaron a
muchos países y a grandes reinos la guerra, el mal y la peste.
9 Si un profeta profetiza la paz, cuando se cumpla la palabra del
profeta, se reconocerá que le había enviado Yahveh de verdad.»
10 Entonces tomó el profeta Jananías el yugo de sobre la cerviz del
profeta Jeremías y lo rompió;
11 y habló Jananías delante de todo el pueblo: «Así dice Yahveh: Así
romperé el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, dentro de dos años
completos, de sobre la cerviz de todas las naciones.» Y se fue el profeta
Jeremías por su camino.
12 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías en estos
términos, después que el profeta Jananías hubo roto el yugo de sobre la
cerviz del profeta Jeremías:
13 «Ve y dices a Jananías: Así dice Yahveh: Yugo de palo has roto,
pero tú lo reemplazarás por yugo de hierro.
14 Porque así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Yugo de hierro
he puesto sobre la cerviz de todas estas naciones, para que sirvan a
Nabucodonosor, rey de Babilonia, y le servirán (y también los animales del
campo le he dado…).»
15 Dijo también el profeta Jeremías al profeta Jananías: «Oye,
Jananías: No te envió Yahveh, y tú has hecho confiar a este pueblo en cosa
falsa.
16 Por eso, así dice Yahveh: He aquí que yo te arrojo de sobre la haz
del suelo. Este año morirás (porque rebelión has predicado contra
Yahveh).»
17 Y murió el profeta Jananías aquel mismo año, en el mes séptimo.
Jeremías 29
1 Este es el tenor de la carta que envió el profeta Jeremías desde
Jerusalén al resto de los ancianos de la deportación, a los sacerdotes,
profetas y pueblo en general, que había deportado Nabucodonosor desde
Jerusalén a Babilonia
2 – después de salir de Jerusalén el rey Jeconías y la Gran Dama, los
eunucos, los jefes de Judá y Jerusalén, los herreros y cerrajeros -,
3 por mediación de Elasá, hijo de Safán, y de Guemarías, hijo de
Jilquías, a quienes Sedecías, rey de Judá, envió a Babilonia, donde
Nabucodonosor, rey de Babilonia:
4 «Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel, a toda la deportación
que deporté de Jerusalén a Babilonia:
5 Edificad casas y habitadlas; plantad huertos y comed su fruto;
6 tomad mujeres y engendrad hijos e hijas; casad a vuestros hijos y
dad vuestras hijas a maridos para que den a luz hijos e hijas, y medrad allí y
no mengüéis;
7 procurad el bien de la ciudad a donde os he deportado y orad por ella
a Yahveh, porque su bien será el vuestro.
8 Así dice Yahveh Sebaot, el dios de Israel: No os embauquen los
profetas que hay entre vosotros ni vuestros adivinos, y no hagáis caso de
vuestros soñadores que sueñan por cuenta propia,
9 porque falsamente os profetizan en mi Nombre. Yo no los he
enviado – oráculo de Yahveh -.
10 «Pues así dice Yahveh: Al filo de cumplírsele a Babilonia setenta
años, yo os visitaré y confirmaré sobre vosotros mi favorable promesa de
volveros a este lugar;
11 que bien me sé los pensamientos que pienso sobre vosotros –
oráculo de Yahveh – pensamientos de paz, y no de desgracia, de daros un
porvenir de esperanza.
12 Me invocaréis y vendréis a rogarme, y yo os escucharé.
13 Me buscaréis y me encontraréis cuando me solicitéis de todo
corazón;
14 me dejaré encontrar de vosotros (- oráculo de Yahveh -; devolveré
vuestros cautivos, os recogeré de todas las naciones y lugares a donde os
arrojé – oráculo de Yahveh – y os haré tornar al sitio de donde os hice que
fueseis desterrados).
15 «En cuanto a eso que decís: “Nos ha suscitado Yahveh profetas en
Babilonia”,
16 así dice Yahveh del rey que se sienta sobre el solio de David y de
todo el pueblo que se asienta en esta ciudad, los hermanos vuestros que no
salieron con vosotros al destierro;
17 así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo suelto contra ellos la
espada, el hambre y la peste, y los pondré como aquellos higos reventados,,
tan malos que no se podían comer.
18 Los perseguiré con la espada, el hambre y la peste, y los convertiré
en espantajo para todos los reinos de la tierra: maldición, pasmo, rechifla y
oprobio entre todas las naciones a donde los arroje,
19 por cuanto que no oyeron las palabras – oráculo de Yahveh – que
les envié por mis siervos los profetas asiduamente; pero no oísteis – oráculo
de Yahveh -.
20 Vosotros, pues, oíd la palabra de Yahveh, todos los deportados que
envié de Jerusalén a Babilonia.
21 «Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel, sobre Ajab, hijo de
Colaías, y sobre Sedecías, hijo de Maasías, que os profetizan falsamente en
mi Nombre: He aquí que yo los pongo en manos de Nabucodonosor, rey de
Babilonia; él los herirá ante vuestros ojos,
22 y de ellos tomarán esta maldición todos los deportados de Judá que
se encuentran en Babilonia: “Vuélvate Yahveh como a Sedecías y como a
Ajab, a quienes asó al fuego el rey de Babilonia”,
23 porque obraron con fatuidad en Jerusalén, cometieron adulterio con
las mujeres de sus prójimos y fingieron pronunciar en mi Nombre palabras
que yo no les mandé. Yo soy sabedor y testigo – oráculo de Yahveh -.»
24 Semaías el najlamita despachó en su propio nombre cartas (a todo
el pueblo que hay en Jerusalén) a Sofonías, hijo del sacerdote Maasías (y a
todos los sacerdotes), diciendo:
26 «Yahveh te ha puesto por sacerdote en vez del sacerdote Yehoyadá
como inspector en la Casa de Yahveh de todos los locos y seudoprofetas:
tú debes meterlos en los cepos y en el calabozo.
27 Pues entonces, ¿por qué no has sancionado a Jeremías de Anatot
que se os hace pasar por profeta?
28 Porque, en efecto, nos ha enviado a Babilonia un mensaje diciendo:
“Es para largo. Edificad casas y habitadlas; plantad huertos y comed su
fruto”»
29 El sacerdote Sofonías leyó esta carta a oídos del profeta Jeremías.
30 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías en estos
términos:
31 «Envía este mensaje a todos los deportados: Así dice Yahveh
respecto a Semaías el najlamita, por haberos profetizado sin haberle yo
enviado, inspirándoos una falsa seguridad.
32 Sí, por cierto, así dice Yahveh: He aquí que yo voy a visitar a
Semaías el najlamita y a su descendencia. No habrá en ella ninguno que se
siente en medio de este pueblo ni que vea el bien que yo haga a mi pueblo –
oráculo de Yahveh – porque predicó la desobediencia a Yahveh.»
Eclesiástico 14
1 Feliz el hombre que no se ha deslizado con su boca, ni sufre
tormento por la tristeza del pecado.
2 Feliz aquel a quien su conciencia no reprocha, y que no queda
corrido en su esperanza.
3 Para el hombre mezquino no es buena la riqueza, para el envidioso,
¿de qué sirve el dinero?
4 Quien amontona a expensas de sí mismo, para otros amontona, con
sus bienes se regalarán otros.
5 El que es malo para sí, ¿para quién será bueno? No logrará contento
en medio de sus tesoros.
6 Nadie peor que el que se tortura a sí mismo, esa es la paga de su
maldad.
7 Aun si llega a hacer el bien, lo hace por descuido, al final dejará ver
su maldad.
8 Malo es el de ojo envidioso, que vuelve su rostro y desprecia a los
demás.
9 El ojo del avaro no se satisface con su suerte, la avaricia seca el
alma.
10 El ojo malo se alampa por el pan, hambriento está en su propia
mesa.
11 Hijo, trátate bien, conforme a lo que tengas, y presenta dignamente
tus ofrendas al Señor.
12 Recuerda que la muerte no se tardará, y que el pacto del seol no se
te ha revelado.
13 Antes de morir, haz el bien a tu amigo, según tus medios dale con
largueza.
14 No te prives de pasarte un buen día, no se te escape la posesión de
un deseo legítimo.
15 ¿No dejarás a otro el fruto de tus trabajos y el de tus fatigas, para
que a suertes se reparta?
16 Da y recibe, y recrea tu alma, que en el seol no se puede esperar
buena vida.
17 Toda carne como un vestido envejece, pues ley eterna es: hay que
morir.
18 Lo mismo que las hojas sobre árbol tupido, que unas caen y otras
brotan, así la generación de carne y sangre: una muere y otra nace.
19 Toda obra corruptible desaparece, y su autor se irá con ella.
20 Feliz el hombre que se ejercita en la sabiduría, y que en su
inteligencia reflexiona,
21 que medita sus caminos en su corazón, y sus secretos considera.
22 Sale en su busca como el que sigue el rastro, y en sus caminos se
pone al acecho.
23 Se asoma a sus ventanas, y a sus puertas escucha.
24 Acampa muy cerca de su casa, y clava la clavija en sus muros.
25 Monta su tienda junto a ella, y se alberga en su albergue dichoso.
26 Pone sus hijos a su abrigo, y bajo sus ramas se cobija.
27 Por ella es protegido del calor, y en su gloria se alberga.
Eclesiástico 15
1 Así hace el que teme al Señor, el que abraza la Ley logra sabiduría.
2 Como una madre le sale ella al encuentro, le acoge como una
esposa virgen.
3 Le alimenta con pan de inteligencia, el agua de la sabiduría le da a
beber.
4 Se apoya él en ella y no se dobla, a ella se adhiere y no queda
confundido.
5 Ella le exalta por encima de sus prójimos, en medio de la asamblea
le abre la boca.
6 Contento y corona de gloria encuentra él, nombre eterno en
herencia recibe.
7 Jamás la lograrán los insensatos, los pecadores nunca la verán.
8 Lejos está del orgullo, los mentirosos no se acuerdan de ella.
9 No cabe la alabanza en boca del pecador, porque no le viene del
Señor.
10 Que en la sabiduría se expresa la alabanza, y el Señor la guía por
buen camino.
11 No digas: «Por el Señor me he apartado», que lo que él destesta,
no lo hace.
12 No digas: «El me ha extraviado», pues él no ha menester del
pecador.
13 Toda abominación odia el Señor, tampoco la aman los que le
temen a él.
14 El fue quien al principio hizo al hombre, y le dejó en manos de su
propio albedrío.
15 Si tú quieres, guardarás los mandamientos, para permanecer fiel a
su beneplácito.
16 El te ha puesto delante fuego y agua, a donde quieras puedes llevar
tu mano.
17 Ante los hombres la vida está y la muerte, lo que prefiera cada
cual, se le dará.
18 Que grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder, todo lo
ve.
19 Sus ojos están sobre los que le temen, él conoce todas las obras del
hombre.
20 A nadie ha mandado ser impío, a nadie ha dado licencia de pecar.
Eclesiástico 16
1 No desees multitud de hijos malvados, no te goces en tener hijos
impíos.
2 Aunque sean muchos, no te goces en ellos, si con ellos no se halla
el temor del Señor.
3 No pongas en su vida tu confianza, ni te creas seguro por ser
muchos, que más vale uno que mil, y morir sin hijos que tener hijos impíos.
4 Pues uno solo inteligente poblará una ciudad mas la raza de los sin
ley quedará despoblada.
5 Muchas cosas así han visto mis ojos, y más graves aún oyeron mis
oídos.
6 En la reunión de los pecadores prende el fuego, contra la nación
rebelde se inflama la Cólera.
7 No perdonó él a los antiguos gigantes que se rebelaron fiados de su
fuerza.
8 No pasó por alto al vecindario de Lot, a los que abominaba por su
orgullo.
9 No se apiadó de la nación perdida, de los que estaban engreídos en
sus pecados.
10 Igual trató a los seiscientos mil de a pie que se habían unido en la
dureza de su corazón.
11 Aunque fuera uno solo el de dura cerviz, sería asombroso que
quedara impune. Pues misericordia e ira están con El, tan poderoso en
perdón como pródigo en ira.
12 Tan grande como su misericordia es su severidad, según sus obras
juzga al hombre.
13 No escapará el pecador con su rapiña, ni quedará fallida la
paciencia del piadoso.
14 Para toda limosna tiene él un sitio, cada cual hallará según sus
obras.
17 No digas: «Del Señor me esconderé, y ¿quién allá arriba se
acordará de mí? Entre la gran muchedumbre no seré reconocido, pues ¿qué
soy yo en la inmensa creación?»
18 Mira, el cielo, y el cielo de los cielos, el abismo y la tierra serán
sacudidos a la hora de su visita.
19 A una los montes y los cimientos de la tierra bajo su mirada
temblarán de espanto.
20 Mas en todo esto no piensa el corazón del hombre, y en sus
caminos, ¿quién repara?
21 Hay tempestad que no ve el hombre, y la mayoría de sus obras se
hacen en secreto.
22 «Las obras de la justicia, ¿quién las anuncia? ¿quién las aguarda?
¡Pues la alianza está lejos!»
23 Esto piensa el ruin de corazón; el estúpido, el perdido, sólo piensa
necedades.
24 Escúchame, hijo, y el saber aprende, aplica tu corazón a mis
palabras.
25 Con mesura te revelaré la doctrina, con precisión anunciaré el
saber.
26 Cuando creó el Señor sus obras desde el principio, desde que las
hizo les asignó su puesto.
27 Ordenó para la eternidad sus obras, desde sus comienzos por todas
sus edades. Ni tienen hambre ni se cansan, y eso que no abandonan su tarea.
28 Ninguna choca con otra, jamás desobedecen su palabra.
29 Después de esto el Señor miró a la tierra, y de sus bienes la colmó.
30 De todo ser viviente cubrió su faz, y a ella vuelven todos.
Juan 3
22 Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y
allí se estaba con ellos y bautizaba.
23 Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque
había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba.
24 Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel.
25 Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío
acerca de la purificación.
26 Fueron, pues, donde Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba
contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está
bautizando y todos se van a él.»
27 Juan respondió: «Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del
cielo.
28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: “Yo no soy el
Cristo, sino que he sido enviado delante de él.”
29 El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que
asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi
alegría, que ha alcanzado su plenitud.
30 Es preciso que él crezca y que yo disminuya.
31 El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la
tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo,
32 da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo
acepta.
33 El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
34 Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios,
porque da el Espíritu sin medida.
35 El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano.
36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el
Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.»
Juan 4
1 Cuando Jesús se enteró de que había llegado a oídos de los fariseos
que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan –
2 aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus discípulos -,
3 abandonó Judea y volvió a Galilea.
4 Tenía que pasar por Samaria.
5 Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la
heredad que Jacob dio a su hijo José.
6 Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del
camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta.
7 Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de
beber.»
8 Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le
dice a la mujer samaritana:
9 «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer
samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.)
10 Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que
te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua
viva.»
11 Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es
hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva?
12 ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y
de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
13 Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener
sed;
14 pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino
que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para
vida eterna.»
15 Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más
sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»
16 El le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.»
17 Respondió la mujer: «No tengo marido.» Jesús le dice: «Bien has
dicho que no tienes marido,
18 porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido
tuyo; en eso has dicho la verdad.»
19 Le dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta.
20 Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en
Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.»
21 Jesús le dice: «Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este
monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
22 Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que
conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
23 Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores
verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el
Padre que sean los que le adoren.
24 Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y
verdad.»
25 Le dice la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo.
Cuando venga, nos lo explicará todo.»
26 Jesús le dice: «Yo soy, el que te está hablando.»
27 En esto llegaron sus discípulos y se sorprendían de que hablara con
una mujer. Pero nadie le dijo: «¿Qué quieres?» o «¿Qué hablas con ella?»
28 La mujer, dejando su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente:
29 «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho.
¿No será el Cristo?»
30 Salieron de la ciudad e iban donde él.
31 Entretanto, los discípulos le insistían diciendo: «Rabbí, come.»
32 Pero él les dijo: «Yo tengo para comer un alimento que vosotros no
sabéis.»
33 Los discípulos se decían unos a otros: «¿Le habrá traído alguien de
comer?»
34 Les dice Jesús: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha
enviado y llevar a cabo su obra.
35 ¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega? Pues bien,
yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la
siega. Ya
36 el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de
modo que el sembrador se alegra igual que el segador.
37 Porque en esto resulta verdadero el refrán de que uno es el
sembrador y otro el segador:
38 yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado.
Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga.»
39 Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las
palabras de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»
40 Cuando llegaron donde él los samaritanos, le rogaron que se
quedara con ellos. Y se quedó allí dos días.
41 Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras,
42 y decían a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras; que nosotros
mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del
mundo.»
43 Pasados los dos días, partió de allí para Galilea.
44 Pues Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima
en su patria.
45 Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen
recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén
durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
46 Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en
vino. Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm.
47 Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue
donde él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir.
48 Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis.»
49 Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo.»
50 Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive.» Creyó el hombre en la
palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.
51 Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron
que su hijo vivía.
52 El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor.
Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre.»
53 El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho
Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia.
54 Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de
Judea a Galilea.
Juan 5
1 Después de esto, hubo una fiesta de los judíos, y Jesús subió a
Jerusalén.
2 Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en
hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos.
3 En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos,
esperando la agitación del agua.
4 Porque el Ángel del Señor bajaba de tiempo en tiempo a la piscina y
agitaba el agua; y el primero que se metía después de la agitación del agua,
quedaba curado de cualquier mal que tuviera.
5 Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
6 Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le
dice: «¿Quieres curarte?»
7 Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en
la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que
yo.»
8 Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda.»
9 Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a
andar. Pero era sábado aquel día.
10 Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no
te está permitido llevar la camilla.»
11 El le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: Toma tu
camilla y anda.»
12 Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho:
Tómala y anda?»
13 Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido
porque había mucha gente en aquel lugar.
14 Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás
curado; no peques más, para que no te suceda algo peor.»
15 El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había
curado.
16 Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en
sábado.
17 Pero Jesús les replicó: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también
trabajo.»
18 Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque
no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre,
haciéndose a sí mismo igual a Dios.
19 Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: «En verdad, en verdad
os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al
Padre: lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo.
20 Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él hace. Y
le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis.
21 Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así
también el Hijo da la vida a los que quiere.
22 Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha
entregado al Hijo,
23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no
honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado.
24 En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en
el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha
pasado de la muerte a la vida.
25 En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en
que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán.
26 Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha
dado al Hijo tener vida en sí mismo,
27 y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre.
28 No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en
los sepulcros oirán su voz
29 y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de
vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio.
30 Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y
mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que
me ha enviado.
31 «Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería
válido.
32 Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el
testimonio que da de mí.
33 Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la
verdad.
34 No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto
para que os salvéis.
35 El era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos
una hora con su luz.
36 Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las
obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que
realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado.
37 Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí.
Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro,
38 ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que El ha
enviado.
39 «Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas
vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí;
40 y vosotros no queréis venir a mí para tener vida.
41 La gloria no la recibo de los hombres.
42 Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios.
43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene
en su propio nombre, a ése le recibiréis.
44 ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y
no buscáis la gloria que viene del único Dios?
45 No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro
acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza.
46 Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió
de mí.
47 Pero si no creéis en sus escritos, cómo vais a creer en mis
palabras?»