Jeremías 30
1 Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh:
2 Así dice Yahveh el Dios de Israel: Escríbete todas las palabras que
te he hablado en un libro.
3 Pues he aquí que vienen días – oráculo de Yahveh – en que haré
tornar a los cautivos de mi pueblo Israel (y de Judá) – dice Yahveh – y les
haré volver a la tierra que di a sus padres en posesión.
4 Estas son las palabras que dirigió Yahveh a Israel (y a Judá).
5 Así dice Yahveh: Voces estremecedoras oímos: ¡Pánico, y no paz!
6 Id a preguntar, y ved si pare el macho. Entonces ¿por qué he visto a
todo varón con las manos en las caderas, como la que da a luz, y todas las
caras se han vuelto amarillas?
7 ¡Ay! porque grande es aquel día, sin semejante, y tiempo de angustia
es para Jacob; pero de ella quedará salvo.
8 (Acontecerá aquel día – oráculo de Yahveh Sebaot – que romperé el
yugo de sobre tu cerviz y tus coyundas arrancaré, y no te servirán más los
extranjeros,
9 sino que Israel y Judá servirán a Yahveh su Dios y a David su rey,
que yo les suscitaré.)
10 Pero tú no temas, siervo mío Jacob – oráculo de Yahveh – ni
desmayes, Israel, pues mira que yo acudo a salvarte desde lejos y tu linaje
del país de su cautiverio; volverá Jacob, se sosegará y estará tranquilo, y no
habrá quien le inquiete,
11 pues contigo estoy yo – oráculo de Yahveh – para salvarte: pues
acabaré con todas las naciones entre las cuales te dispersé. pero contigo no
acabaré; aunque sí te corregiré como conviene, ya que impune no te dejaré.
12 Porque así dice Yahveh: Irremediable es tu quebranto, incurable tu
herida.
13 Estás desahuciado; para una herida hay cura, para ti no hay
remedio.
14 Todos tus amantes te olvidaron, por tu salud no preguntaron.
Porque con herida de enemigo te herí, castigo de hombre cruel, (por tu gran
culpa, porque son enormes tus pecados).
15 ¿Por qué te quejas de tu quebranto? Irremediable es tu sufrimiento;
por tu gran culpa, por ser enormes tus pecados te he hecho esto.
16 No obstante todos los que te devoran serán devorados, y todos tus
opresores, todos ellos, irán al cautiverio; serán tus despojadores despojados,
y a todos tus saqueadores los entregaré al saqueo.
17 Sí; haré que tengas alivio, de tus llagas te curaré – oráculo de
Yahveh -. Porque «La Repudiada» te llamaron. «Sión de la que nadie se
preocupa».
18 Así dice Yahveh: He aquí que yo hago volver a los cautivos de las
tiendas de Jacob y de sus mansiones me apiadaré; será reedificada la ciudad
sobre su montículo de ruinas y el alcázar tal como era será restablecido.
19 Y saldrá de entre ellos loor y voz de gente alegre; los multiplicaré y
no serán pocos, los honraré y no serán menguados,
20 sino que serán sus hijos como antes, su comunidad ante mí estará
en pie, y yo visitaré a todos sus opresores.
21 Será su soberano uno de ellos, su jefe de entre ellos saldrá, y le
haré acercarse y él llegará hasta mí, porque ¿quién es el que se jugaría la
vida por llegarse hasta mí? – oráculo de Yahveh -.
22 Y vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.
23 Mirad que una tormenta de Yahveh ha estallado, un torbellino
remolinea: sobre la cabeza de los malos descarga.
24 No ha de apaciguarse el ardor de la ira de Yahveh hasta que la
ejecute, y realice los designios de su corazón. En días futuros os percataréis
de ello.
Jeremías 31
1 En aquel tiempo – oráculo de Yahveh – seré el Dios de todas las
familias de Israel, y ellos serán mi pueblo.
2 Así dice Yahveh: Halló gracia en el desierto el pueblo que se libró
de la espada: va a su descanso Israel.
3 De lejos Yahveh se me apareció. Con amor eterno te he amado: por
eso he reservado gracia para ti.
4 Volveré a edificarte y serás reedificada, virgen de Israel; aún
volverás a tener el adorno de tus adufes, y saldrás a bailar entre gentes
festivas.
5 Aún volverás a plantar viñas en los montes de Samaría: (plantarán
los plantadores, y disfrutarán).
6 Pues habrá un día en que griten los centinelas en la montaña de
Efraím: «¡Levantaos y subamos a Sión, adonde Yahveh, el Dios nuestro!»
7 Pues así dice Yahveh: Dad hurras por Jacob con alegría, y gritos por
la capital de las naciones; hacedlo oír, alabad y decid: «¡Ha salvado Yahveh
a su pueblo, al Resto de Israel!»
8 Mirad que yo los traigo del país del norte, y los recojo de los
confines de la tierra. Entre ellos, el ciego y el cojo, la preñada y la parida a
una. Gran asamblea vuelve acá.
9 Con lloro vienen y con súplicas los devuelvo, los llevo a arroyos de
agua por camino llano, en que no tropiecen. Porque yo soy para Israel un
padre, y Efraím es mi primogénito.
10 Oíd la palabra de Yahveh, naciones, y anunciad por las islas a lo
lejos, y decid: «El que dispersó a Israel le reunirá y le guardará cual un
pastor su hato.»
11 Porque ha rescatado Yahveh a Jacob, y le ha redimido de la mano
de otro más fuerte.
12 Vendrán y darán hurras en la cima de Sión y acudirán al regalo de
Yahveh: al grano, al mosto, y al aceite virgen, a las crías de ovejas y de
vacas, y será su alma como huerto empapado, no volverán a estar ya
macilentos.
13 Entonces se alegrará la doncella en el baile, los mozos y los viejos
juntos, y cambiaré su duelo en regocijo, y les consolaré y alegraré de su
tristeza;
14 empaparé el alma de los sacerdotes de grasa, y mi pueblo de mi
regalo se hartará – oráculo de Yahveh -.
15 Así dice Yahveh: En Ramá se escuchan ayes, lloro amarguísimo.
Raquel que llora por sus hijos, que rehúsa consolarse – por sus hijos –
porque no existen.
16 Así dice Yahveh: Reprime tu voz del lloro y tus ojos del llanto,
porque hay paga para tu trabajo – oráculo de Yahveh -: volverán de tierra
hostil,
17 y hay esperanza para tu futuro – oráculo de Yahveh -: volverán los
hijos a su territorio.
18 Bien he oído a Efraím lamentarse: «Me corregiste y corregido fui,
cual becerro no domado. Hazme volver y volveré, pues tú, Yahveh, eres mi
Dios.
19 Porque luego de desviarme, me arrepiento, y luego de darme
cuenta, me golpeo el pecho, me avergüenzo y me confundo luego, porque
aguanto el oprobio de mi mocedad.»
20 ¿Es un hijo tan caro para mí Efraím, o niño tan mimado, que tras
haberme dado tanto que hablar, tenga que recordarlo todavía? Pues, en
efecto, se han conmovido mis entrañas por él; ternura hacia él no ha de
faltarme – oráculo de Yahveh -.
21 Plántate hitos, ponte jalones de ruta, presta atención a la calzada al
camino que anduviste. Vuelve, virgen de Israel, vuelve a estas ciudades.
22 ¿Hasta cuándo darás rodeos, oh díscola muchacha? Pues ha creado
Yahveh una novedad en la tierra: la Mujer ronda al Varón.
23 Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Todavía dirán este
refrán en tierra de Judá y en sus ciudades, cuando yo haga volver a sus
cautivos: «¡Bendígate Yahveh, oh estancia justa, oh monte santo!»
24 Y morarán allí Judá y todas sus ciudades juntamente, los labradores
y los que trashuman con el rebaño,
25 porque yo empaparé el alma agotada y toda alma macilenta
colmaré.
26 En esto, me desperté y vi que mi sueño era sabroso para mí.
27 He aquí que días vienen – oráculo de Yahveh – en que sembraré la
casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombres y ganados.
28 Entonces, del mismo modo que anduve presto contra ellos para
extirpar, destruir, arruinar, perder y dañar, así andaré respecto a ellos para
reconstruir y replantar – oráculo de Yahveh -.
29 En aquellos días no dirán más: «Los padres comieron el agraz, y
los dientes de los hijos sufren de dentera»;
30 sino que cada uno por su culpa morirá: quienquiera que coma el
agraz tendrá la dentera.
31 He aquí que días vienen – oráculo de Yahveh – en que yo pactaré
con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza;
32 no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la
mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice
estrago en ellos – oráculo de Yahveh -.
33 Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel,
después de aquellos días – oráculo de Yahveh -: pondré mi Ley en su
interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo.
34 Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su
hermano, diciendo: «Conoced a Yahveh», pues todos ellos me conocerán
del más chico al más grande – – oráculo de Yahveh – cuando perdone su
culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.
35 Así dice Yahveh, el que da el sol para alumbrar el día, y gobierna
la luna y las estrellas para alumbrar la noche, el que agita el mar y hace
bramar sus olas, cuyo nombre es Yahveh Sebaot.
36 Si fallaren estas normas en mi presencia – oráculo de Yahveh –
también la prole de Israel dejaría de ser una nación en mi presencia a
perpetuidad.
37 Así dice Yahveh: Si fueren medidos los cielos por arriba, y
sondeadas las bases de la tierra por abajo, entonces también yo renegaría de
todo el linaje de Israel por todo cuanto hicieron – oráculo de Yahveh -.
38 He aquí que vienen días – oráculo de Yahveh – en que será
reconstruida la ciudad de Yahveh desde la torre de Jananel hasta la Puerta
del Angulo;
39 y volverá a salir la cuerda de medir toda derecha hasta la cuesta de
Gareb, y torcerá hasta Goá,
40 y toda la hondonada de los Cuerpos Muertos y de la Ceniza, y toda
la Campa del Muerto hasta el torrente Cedrón, hasta la esquina de la Puerta
de los Caballos hacia oriente será sagrado de Yahveh: no volverá a ser
destruido ni dado al anatema nunca jamás.
Jeremías 32
1 Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh el año diez
de Sedecías, rey de Judá – o sea, el año dieciocho de Nabucodonosor:
2 A la sazón las fuerzas del rey de Babilonia sitiaban a Jerusalén,
mientras el profeta Jeremías estaba detenido en el patio de la guardia de la
casa del rey de Judá,
3 donde le tenía detenido Sedecías, rey de Judá, bajo esta acusación:
«¿Por qué has profetizado: Así dice Yahveh: He aquí que yo entrego esta
ciudad en manos del rey de Babilonia, que la tomará,
4 y el rey de Judá, Sedecías, no escapará de manos de los caldeos, sino
que será entregado sin remisión en manos del rey de Babilonia, con quien
hablará boca a boca, y sus ojos se encontrarán con sus ojos,
5 y a Babilonia llevará a Sedecías, y allí estará (hasta que yo le visite –
oráculo de Yahveh. ¡Aunque luchéis con los caldeos, no triunfaréis!)»
6 Dijo Jeremías: He recibido una palabra de Yahveh que dice así:
7 «He aquí que Janamel, hijo de tu tío Sallum, va a dirigirse a ti
diciendo: “Ea, cómprame el campo de Anatot, porque a ti te toca el derecho
de rescate para comprarlo.”»
8 Vino, pues, a mí Janamel, hijo de mi tío, conforme al dicho de
Yahveh, al patio de la guardia, y me dijo: «Ea, cómprame el campo de
Anatot – que cae en territorio de Benjamín – porque tuyo es el derecho de
adquisición y a ti te toca el rescate. Cómpratelo.» Yo reconocí en aquello la
palabra de Yahveh,
9 y compré a Janamel, hijo de mi tío, el campo que está en Anatot. Le
pesé la plata: diecisiete siclos de plata.
10 Lo apunté en mi escritura, sellé, aduje testigos y pesé la plata en la
balanza.
11 Luego tomé la escritura de la compra, el documento sellado según
ley y la copia abierta,
12 y pasé la escritura de la compra a Baruc, hijo de Neriyías, hijo de
Majseías, a vista de mi primo Janamel y de los testigos firmantes en la
escritura de la compra, y a vista de todos los judíos presentes en el patio de
la guardia,
13 y a vista de todos ellos di a Baruc este encargo:
14 Así dice Yahveh Sebaot el Dios de Israel: Toma estas escrituras: la
escritura de compra, el documento sellado y la copia abierta, y las pones en
un cántaro de arcilla para que duren mucho tiempo.
15 Porque así dice Yahveh Sebaot el Dios de Israel: «Todavía se
comprarán casas y campos y viñas en esta tierra.»
16 Después de haber entregado la escritura de propiedad a Baruc, hijo
de Neriyías, oré a Yahveh diciendo:
17 «¡Ay, Señor Yahveh! He aquí que tú hiciste los cielos y la tierra
con tu gran poder y tenso brazo: nada es extraordinario para ti,
18 el que hace merced a millares, que se cobra la culpa de los padres a
costa de los hijos que les suceden, el Dios grande, el Fuerte, cuyo nombre
es Yahveh Sebaot,
19 grande en designios y rico en recursos, que tiene los ojos fijos en la
conducta de los humanos, para dar a cada uno según su conducta y el fruto
de sus obras;
20 tú que has obrado señales y portentos en Egipto, hasta hoy, y en
Israel y en la humanidad entera, y te has hecho un nombre, como hoy se
ve;
21 y sacaste a tu pueblo Israel de Egipto con señales y prodigios y con
mano fuerte y tenso brazo y con gran aparato,
22 y les diste esta tierra que habías jurado darla a sus padres: tierra
que mana leche y miel.
23 Entraron en ella y la poseyeron, pero no hicieron caso de tu voz, ni
conforme a tus leyes anduvieron: nada de lo que les mandaste hacer
hicieron, y les conminaste con esta calamidad.
24 He aquí que los terraplenes llegan a la ciudad para tomarla y la
ciudad está ya a merced de los caldeos que la atacan, por causa de la espada
y del hambre y de la peste; lo que habías dicho, ha sido, y tú mismo lo estás
viendo.
25 ¡Precisamente tú me has dicho, oh Señor Yahveh: “Cómprate el
campo y aduce testigos” cuando la ciudad está entregada a manos de los
caldeos!»
26 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh como sigue:
27 Mira que yo soy Yahveh, el Dios de toda carne. ¿Habrá cosa
extraordinaria para mi?
28 Pues así dice Yahveh: He aquí que yo pongo esta ciudad en manos
de los caldeos y en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que la
tomará,
29 y entrarán los caldeos que atacan a esta ciudad y le prenderán fuego
incendiándola junto con las casas en cuyos terrados se incensaba a Baal y
se libaban libaciones a otros dioses para provocarme.
30 Porque los hijos de Israel y los hijos de Judá no han hecho otra
cosa sino lo que me disgusta desde sus mocedades (porque los hijos de
Israel no han hecho más que provocarme con las obras de sus manos –
oráculo de Yahveh -).
31 Porque motivo de mi furor y de mi ira ha sido para mí esta ciudad,
desde el día en que la edificaron hasta hoy, que es como para quitármela de
delante,
32 por toda la maldad de los hijos de Israel y de los hijos de Judá, que,
para provocarme, obraron ellos, sus reyes, sus jefes, sus sacerdotes y
profetas, el hombre de Judá y el habitante de Jerusalén,
33 y me volvieron la espalda, que no la cara. Yo les adoctriné
asiduamente, mas ellos no quisieron aprender la lección,
34 sino que pusieron sus Monstruos abominables en la Casa que
llaman por mi Nombre, profanándola,
35 y fraguaron los altos del Baal que hay en el Valle de Ben Hinnom
para hacer pasar por el fuego a sus hijos e hijas en honor del Moloc – lo que
no les mandé ni me pasó por las mientes -, obrando semejante abominación
con el fin de hacer pecar a Judá.
36 Ahora, pues, en verdad así dice Yahveh, el Dios de Israel, acerca
de esta ciudad que – al decir de vosotros – está ya a merced del rey de
Babilonia por la espada, por el hambre y por la peste.
37 He aquí que yo los reúno de todos los países a donde los empujé en
mi ira y mi furor y enojo grande, y les haré volver a este lugar, y les haré
vivir en seguridad,
38 serán mi pueblo, y yo seré su Dios;
39 y les daré otro corazón y otro camino, de suerte que me teman
todos los días para bien de ellos y de sus hijos después de ellos.
40 Les pactaré alianza eterna – que no revocaré después de ellos – de
hacerles bien, y pondré mi temor en sus corazones, de modo que no se
aparten de junto a mí;
41 me dedicaré a hacerles bien, y los plantaré en esta tierra
firmemente, con todo mi corazón y con toda mi alma.
42 Porque así dice Yahveh: Como he traído sobre este pueblo todo
este gran perjuicio, así yo mismo voy a traer sobre ellos todo el beneficio
que pronuncio sobre ellos,
43 y se comprarán campos en esta tierra de la que decís vosotros que
es una desolación, sin personas ni ganados, y que está a merced de los
caldeos;
44 se comprarán campos con dinero, anotándose en escritura,
sellándose y llamando testigos, en la tierra de Benjamín y en los contornos
de Jerusalén, en las ciudades de Judá, en las de la Montaña, en las de la
Tierra Baja y en las del Négueb, pues haré tornar a sus cautivos – oráculo de
Yahveh -.
Jeremías 33
1 De nuevo fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías, que estaba
aún detenido en el patio de la guardia, en estos términos:
2 Así dice Yahveh, hacedor de la tierra, que la formó para hacerla
subsistir, Yahveh es su nombre:
3 Llámame y te responderé y mostraré cosas grandes, inaccesibles,
que desconocías.
4 Porque así dice Yahveh, el Dios de Israel, tocante a las casas de esta
ciudad y a las de los reyes de Judá que han sido derruidas. Junto a los
terraplenes y a la espada,
5 se traba combate con los caldeos para llenar la ciudad de cadáveres
humanos, a los que herí en mi ira y mi furor, y por cuya malicia oculté mi
rostro de esta ciudad.
6 He aquí que yo les aporto su alivio y su medicina. Los curaré y les
descubriré una corona de paz y seguridad.
7 Haré tornar a los cautivos de Judá y a los cautivos de Israel y los
reedificaré como en el pasado,
8 y los purificaré de toda culpa que cometieron contra mí, y perdonaré
todas las culpas que cometieron contra mí, y con que me fueron rebeldes.
9 Jerusalén será para mí un nombre evocador de alegría, será prez y
ornato para todas las naciones de la tierra que oyeren todo el bien que voy
a hacerle, y se asustarán y estremecerán de tanta bondad y de tanta paz
como voy a concederle.
10 Así dice Yahveh: Aún se oirá en este lugar, del que vosotros decís
que está abandonado, sin personas ni ganados, en todas las ciudades de Judá
y en las calles de Jerusalén desoladas, sin personas ni habitantes ni ganados,
11 voz de gozo y de alegría, la voz del novio y la voz de la novia, la
voz de cuantos traigan sacrificios de alabanza a la Casa de Yahveh
diciendo: «Alabad a Yahveh Sebaot, porque es bueno Yahveh, porque es
eterno su amor», pues haré tomar a los cautivos del país, y volverán a ser
como antes – dice Yahveh -.
12 Así dice Yahveh Sebaot: Aún habrá en este lugar abandonado de
hombres y ganados y en todas sus ciudades, dehesa de pastores que hagan
acostarse a las ovejas:
13 en las ciudades de la Montaña, y en las de la Tierra Baja, en las del
Négueb y en la tierra de Benjamín y en los contornos de Jerusalén y en las
ciudades de Judá, volverán a pasar ovejas ante la mano del que las cuente –
dice Yahveh.
14 Mirad que días vienen – oráculo de Yahveh – en que confirmaré la
buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Judá.
15 En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un
Germen justo, y practicará el derecho y la justicia en la tierra.
16 En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén vivirá en seguro.
Y así se la llamará: «Yahveh, justicia nuestra.»
17 Pues así dice Yahveh: No le faltará a David quien se siente en el
trono de la casa de Israel;
18 y a los sacerdotes levíticos no les faltará quien en presencia mía
eleve holocaustos y queme incienso de oblación y haga sacrificio cada día.
19 Fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías como sigue:
20 Así dice Yahveh: Si llegareis a romper mi alianza con el día y con
la noche, de suerte que no sea de día o de noche a su debido tiempo,
21 entonces también mi alianza romperíais con mi siervo David, de
suerte que le falte un hijo que reine sobre su trono y con los levitas
sacerdotes, mis servidores.
22 Así como es incontable el ejército de los cielos, e incalculable la
arena de la mar, así multiplicaré el linaje de mi siervo David y de los
levitas que me sirven.
23 Fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías como sigue:
24 ¿No has visto qué ha dicho este pueblo?: «Los dos linajes que
había elegido Yahveh, los ha rechazado», y a mi pueblo menosprecian,
como que ni lo tienen por nación.
25 Pues bien, dice Yahveh: Si no he creado el día y la noche, ni las
leyes de los cielos y la tierra he puesto,
26 en ese caso también rechazaré el linaje de Jacob y de mi siervo
David, para no escoger más de su linaje a quienes imperen sobre el linaje
de Abraham, Isaac y Jacob, cuando yo haga tornar a sus cautivos y les tenga
misericordia.
Jeremías 34
1 Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, mientras
Nabucodonosor, rey de Babilonia, y todas sus fuerzas y todos los reinos de
la tierra sometidos a su poder y todos los pueblos atacaban a Jerusalén y a
todas sus ciudades:
2 Así dice Yahveh el Dios de Israel: Ve y dices a Sedecías, rey de
Judá; le dices: Así dice Yahveh: «Mira que yo entrego esta ciudad en
manos del rey de Babilonia, y la incendiará.
3 En cuanto a ti, no te escaparás de su mano, sino que sin falta serás
capturado, y en sus manos te pondré y tus ojos verán los ojos del rey de
Babilonia, y su boca hablará a tu boca, y a Babilonia irás.
4 Empero, oye una palabra de Yahveh, oh Sedecías, rey de Judá: Así
dice Yahveh respecto a ti: No morirás por la espada.
5 En paz morirás. Y como se quemaron perfumes por tus padres, los
reyes antepasados que te precedieron, así los quemarán por ti, y con el
«¡ay, señor!» te plañirán, porque lo digo yo – oráculo de Yahveh -.
6 Y habló el profeta Jeremías a Sedecías, rey de Judá, todas estas
palabras en Jerusalén,
7 mientras las fuerzas del rey de Babilonia atacaban a Jerusalén y a
todas las ciudades de Judá que quedaban: a Lakís y Azecá, pues estas dos
plazas fuertes habían quedado de todas las ciudades de Judá.
8 Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, después de
llegar el rey Sedecías a un acuerdo con todo el pueblo de Jerusalén,
proclamándoles una manumisión,
9 en orden a dejar cada uno a su siervo o esclava hebreos libres
dándoles la libertad de suerte que ningún judío fuera siervo de su hermano.
10 Todos los jefes y todo el pueblo que entraba en el acuerdo
obedecieron, dejando libres quién a su siervo, quién a su esclava, dándoles
la libertad de modo que no hubiese entre ellos más esclavos: obedecieron y
les dejaron libres.
11 Pero luego volvieron a apoderarse de los siervos y esclavas que
habían manumitido y los redujeron a servidumbre y esclavitud.
12 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías en estos
términos:
13 Así dice Yahveh, el Dios de Israel: yo hice alianza con vuestros
padres el día que los saqué de Egipto, de la casa de servidumbre, diciendo:
14 «Al cabo de siete años cada uno de vosotros dejará libre al
hermano hebreo que se le hubiera vendido. Te servirá por seis años, y le
enviarás libre de junto a ti.» Pero no me hicieron caso vuestros padres ni
aplicaron el oído.
15 Vosotros os habéis convertido hoy y habéis hecho lo que es recto a
mis ojos proclamando manumisión general, y llegando a un acuerdo en mi
presencia, en la Casa que se llama por mi Nombre;
16 pero os habéis echado atrás y profanado mi Nombre, os habéis
apoderado de vuestros respectivos siervos y esclavas a quienes habíais
manumitido, reduciéndolos de nuevo a esclavitud.
17 Por tanto, así dice Yahveh: Vosotros no me habéis hecho caso al
proclamar manumisión general. He aquí que yo proclamo contra vosotros
manumisión de la espada, de la peste y del hambre – oráculo de Yahveh – y
os doy por espantajo de todos los reinos de la tierra.
18 Y a los individuos que traspasaron mi acuerdo, aquellos que no han
hecho válidos los términos del acuerdo que firmaron en mi presencia, yo los
volveré como el becerro que cortaron en dos y por entre cuyos pedazos
pasaron:
19 a los jefes de Judá, los jefes de Jerusalén, los eunucos, los
sacerdotes y todo el pueblo de la tierra que han pasado por entre los
pedazos del becerro,
20 les pondré en manos de sus enemigos y de quienes buscan su
muerte y sus cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de
la tierra.
21 Y a Sedecías, rey de Judá, y a sus jefes les pondré en manos de sus
enemigos y de quienes buscan su muerte y del ejército del rey de Babilonia
que se ha retirado de vosotros.
22 Mirad que yo lo ordeno – oráculo de Yahveh – y les hago volver
sobre esta ciudad, y la atacarán, la tomarán y le darán fuego, y las ciudades
de Judá las trocaré en desolación sin habitantes.
Jeremías 35
1 Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, en tiempo
de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá.
2 «Ve a la casa de los rekabitas y les hablas. Les llevas a la Casa de
Yahveh, a una de las cámaras, y les escancias vino.»
3 Tomé, pues, a Yazanías, hijo de Jeremías, hijo de Jabassinías, y a
sus hermanos, a todos sus hijos y a toda la casa de los rekabitas,
4 y les llevé a la Casa de Yahveh, a la cámara de Ben Yojanán, hijo de
Yigdalías, hombre de Dios, la cual cámara está al lado de la de los jefes, y
encima de la de Maaseías, hijo de Sallum, guarda del umbral,
5 y presentando a los hijos de la casa de los rekabitas unos jarros
llenos de vino y tazas, les dije: «¡Bebed vino!»
6 Dijeron ellos: «No bebemos vino, porque nuestro padre Yonadab,
hijo de Rekab, nos dio este mandato: “No beberéis vino ni vosotros ni
vuestros hijos nunca jamás,
7 ni edificaréis casa, ni sembraréis semilla, ni plantaréis viñedo, ni
poseeréis nada, sino que en tiendas pasaréis toda vuestra existencia, para
que viváis muchos días sobre la faz del suelo, donde sois forasteros.”
8 Nosotros hemos obedecido a la voz de nuestro padre Yonadab, hijo
de Rekab, en todo cuanto nos mandó, absteniéndonos de beber vino de por
vida, nosotros, nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestras hijas,
9 y no edificando casas donde vivir, ni poseyendo viña ni campo de
sementera,
10 sino que hemos vivido en tiendas, obedeciendo y obrando en todo
conforme a lo que nos mandó nuestro padre Yonadab.
11 Pero al subir Nabucodonosor, rey de Babilonia, contra el país,
dijimos: “Venid y entremos en Jerusalén, para huir de las fuerzas caldeas y
de las de Arán”, y nos instalamos en Jerusalén.»
12 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías como sigue:
13 Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Ve y dices a los
hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ¿ No aprenderéis la lección
que os invita a escuchar mis palabras? – oráculo de Yahveh -.
14 Se ha cumplido la palabra de Yonadab, hijo de Rekab, que prohibió
a sus hijos beber vino, y no han bebido hasta la fecha, porque obedecieron
la orden de su padre. Yo me afané en hablaros a vosotros y no me oísteis.
15 Me afané en enviaros a todos mis siervos los profetas a deciros: Ea,
tornad cada uno de vuestro mal camino, mejorad vuestras acciones y no
andéis en pos de otros dioses para servirles, y os quedaréis en la tierra que
os di a vosotros y a vuestros padres; mas no aplicasteis el oído ni me
hicisteis caso.
16 Así, los hijos de Yonadab, hijo de Rekab, han cumplido el precepto
que su padre les impuso, mientras que este pueblo no me ha hecho caso.
17 Por tanto, así ha dicho Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel:
He aquí que yo traigo contra Judá y contra los habitantes de Jerusalén todo
el mal que pronuncié respecto a ellos, por cuanto les hablé y no me oyeron,
les llamé y no me respondieron.
18 A la casa de los rekabitas dijo Jeremías: «Así dice Yahveh Sebaot,
el Dios de Israel: Por cuanto que habéis hecho caso del precepto de vuestro
padre Yonadab y habéis guardado todos esos preceptos y obrado conforme
a cuanto os mandó,
19 por lo mismo, así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: No faltará
a Yonadab, hijo de Rekab, quien siga ante mi faz todos los días.»
Jeremías 36
1 Aconteció que en el año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de
Judá, fue dirigida esta palabra a Jeremías de parte de Yahveh:
2 Tómate un rollo de escribir, y apuntas en él todas las palabras que te
he hablado tocante a Israel, a Judá y a todas las naciones, desde la fecha en
que te vengo hablando – desde los tiempos de Josías hasta hoy -.
3 A ver si la casa de Judá se entera de todo el mal que he pensado
hacerle, de modo que se convierta cada uno de su mal camino, y entonces
yo perdonaría su culpa y su pecado.
4 Llamó, pues, Jeremías a Baruc, hijo de Neriyías, y apuntó Baruc al
dictado de Jeremías todas las palabras que Yahveh le había hablado, en un
rollo de escribir.
5 Dio Jeremías a Baruc estas instrucciones: «Yo estoy detenido; no
puedo ir a la Casa de Yahveh.
6 Así que, vete tú, y lees en voz alta el rollo en que has apuntado al
dictado mío las palabras de Yahveh, a oídos del público de la Casa de
Yahveh el día del ayuno, y las lees también a oídos de todos los de Judá que
vienen de sus ciudades;
7 a ver si presentan sus súplicas a Yahveh, y se vuelven cada uno de
su mal camino; porque grande es la ira y el furor que ha expresado Yahveh
contra este pueblo.»
8 Hizo Baruc, hijo de Neriyías, conforme a todo cuanto le había
mandado el profeta Jeremías, y leyó en el libro las palabras de Yahveh en
la Casa de Yahveh.
9 Precisamente en el año quinto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de
Judá, el mes noveno, se proclamaba ayuno general delante de Yahveh, tanto
para el pueblo de Jerusalén como para toda la gente venida de las ciudades
de Judá a Jerusalén.
10 Baruc, pues, leyó en el libro las palabras de Jeremías en la Casa de
Yahveh, en la cámara de Guemarías, hijo de Safán el escriba, en el patio
alto, a la entrada de la Puerta Nueva de la Casa de Yahveh, a oídos de todo
el pueblo.
11 Oye Miqueas, hijo de Guemarías, hijo de Safán, todas las palabras
de Yahveh según el libro,
12 baja a la casa del rey, al cuarto del escriba, y se encuentra con que
allí estaban todos los jefes sentados: el escribano Elisamá, Delaías, hijo de
Semaías, Elnatán, hijo de Akbor, Guemarías, hijo de Safán, Sedecías, hijo
de Jananías, y todos los demás jefes.
13 Y Miqueas declaró todas las palabras que había oído leer a Baruc
en el libro a oídos del pueblo.
14 Entonces todos los jefes enviaron a Yehudí, hijo de Netanías, hijo
de Selemías, hijo de Kusí a decir a Baruc: «Toma en tus propias manos el
rollo en el que has leído en voz alta al pueblo y vente.» Baruc, hijo de
Neriyías, tomó el rollo en sus manos y se dirigió adonde ellos.
15 Dícenle: «Ea, siéntate y ten a bien leérnoslo a nosotros.» Y Baruc
se lo leyó.
16 Como oyeron todas aquellas palabras, se asustaron y dijeron cada
cual a su vecino: «Anunciemos sin falta al rey todas estas palabras.»
17 Y a Baruc le pidieron: «Explícanos cómo has escrito todas estas
palabras.»
18 Díceles Baruc: «Al dictado. El me recitaba todas estas palabras y
yo las iba escribiendo en el libro con tinta.»
19 Dicen los jefes a Baruc: «Vete, escondeos tú y Jeremías, y que
nadie sepa dónde estáis.»
20 Y entraron adonde el rey, a la corte (el rollo lo consignaron en la
cámara de Elisamá el escriba) y anunciaron a oídos del rey todas aquellas
palabras.
21 Entonces envió el rey a Yehudí a apoderarse del rollo, y éste lo
tomó del cuarto de Elisamá el escriba. Y Yehudí lo leyó en voz alta al rey y
a todos los jefes que estaban en pie en torno al rey.
22 El rey estaba sentado en la casa de invierno, – era en el mes noveno
-, con un brasero delante encendido.
23 Y así que había leído Yehudí tres hojas o cuatro, él las rasgaba con
el cortaplumas del escriba y las echaba al fuego del brasero, hasta terminar
con todo el rollo en el fuego del brasero.
24 Ni se asustaron ni se rasgaron los vestidos el rey ni ninguno de sus
siervos que oían todas estas cosas,
25 y por más que Elnatán, Delaías y Guemarías suplicaron el rey que
no quemara el rollo, no les hizo caso.
26 Luego el rey ordenó a Yerajmeel, hijo del rey, a Seraías, hijo de
Azriel, y a Selemías, hijo de Abdel, apoderarse del escriba Baruc y del
profeta Jeremías, pero Yahveh los ocultó.
27 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías – tras de
haber quemado el rey el rollo y las cosas que había escrito Baruc al dictado
de Jeremías – como sigue:
28 «Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las cosas que antes
había en el primer rollo que quemó Yoyaquim, rey de Judá.
29 Y a Yoyaquim, rey de Judá, le dices: Así dice Yahveh: Tú has
quemado aquel rollo, diciendo: “¿Por qué has escrito en él: Vendrá sin falta
el rey de Babilonia y destruirá esta tierra y se llevará cautivos de ella a
hombres y bestias?”
30 Por tanto, así dice Yahveh a propósito de Yoyaquim, rey de Judá:
No tendrá quien le suceda en el trono de David y su propio cadáver yacerá
tirado, expuesto al calor del día y al frío de la noche.
31 Yo pasaré revista a sus culpas y las de su linaje y sus siervos, y
traeré sobre ellos y sobre todos los habitantes de Jerusalén y los hombres
de Judá todo el mal que les dije, sin que hicieran caso.»
32 Entonces Jeremías tomó otro rollo, que dio al escriba Baruc, hijo
de Neriyías, y éste escribió al dictado de Jeremías todas las palabras del
libro que había quemado Yoyaquim, rey de Judá, e incluso se añadió a
aquéllas otras muchas por el estilo.
Eclesiástico 17
1 De la tierra creó el Señor al hombre, y de nuevo le hizo volver a
ella.
2 Días contados le dio y tiempo fijo, y dioles también poder sobre las
cosas de la tierra.
3 De una fuerza como la suya los revistió, a su imagen los hizo.
4 Sobre toda carne impuso su temor para que dominara a fieras y
volátiles.
6 Les formó lengua, ojos, oídos, y un corazón para pensar.
7 De saber e inteligencia los llenó, les enseñó el bien y el mal.
8 Puso su ojo en sus corazones, para mostrarles la grandeza de sus
obras.
10 Por eso su santo nombre alabarán, contando la grandeza de sus
obras.
11 Aun les añadió el saber, la ley de vida dioles en herencia.
12 Alianza eterna estableció con ellos, y sus juicios les enseñó.
13 Los ojos de ellos vieron la grandeza de su gloria, la gloria de su
voz oyeron sus oídos.
14 Y les dijo: «Guardaos de toda iniquidad», y a cada cual le dio
órdenes respecto de su prójimo.
15 Sus caminos están ante él en todo tiempo, no se ocultan a sus ojos.
17 A cada nación asignó un jefe, mas la porción del Señor es Israel.
19 Todas sus obras están ante él, igual que el sol, e incesantes sus
ojos sobre sus caminos.
20 No se le ocultan sus iniquidades, todos sus pecados están ante el
Señor.
22 La limosna del hombre es como un sello para él, el favor del
hombre lo guarda como la pupila de sus ojos.
23 Después se levantará y les retribuirá, sobre su cabeza pondrá su
recompensa.
24 Pero a los que se arrepienten les concede retorno, y consuela a los
que perdieron la esperanza.
25 Conviértete al Señor y deja tus pecados, suplica ante su faz y quita
los obstáculos.
26 Vuélvete al Altísimo y apártate de la injusticia, odia con toda el
alma la abominación.
27 ¿Quién en el seol alabará al Altísimo si los vivientes no le dan
gloria?
28 No hay alabanza que venga de muerto, como de quien no existe;
es el que vive y goza de salud quien alaba al Señor.
29 ¡Qué grande es la misericordia del Señor, y su perdón para los que
a él se convierten!
30 Pues no todo puede estar en poder de los hombres, que no es
inmortal el hijo de hombre.
31 ¿Qué hay más luminoso que el sol? Con todo, desaparece. Mas la
carne y la sangre sólo el mal conciben.
32 Al ejército de lo alto de los cielos pasa él revista, pero polvo y
ceniza son los hombres.
Eclesiástico 18
1 El que vive eternamente lo creó todo por igual,
2 sólo el Señor será llamado justo.
4 A nadie dio poder de proclamar sus obras, pues ¿quién podrá
rastrear sus maravillas?
5 El poder de su majestad, ¿quién lo calculará? ¿quién pretenderá
contar sus misericordias?
6 Nada hay que quitar, nada que añadir, y no se pueden rastrear las
maravillas del Señor.
7 Cuando el hombre cree acabar, comienza entonces, cuando se para,
se queda perplejo.
8 ¿Qué es el hombre? ¿para qué sirve? ¿cuál es su bien y cuál su mal?
9 El número de los días del hombre mucho será si llega a los cien
años.
10 Como gota de agua del mar, como grano de arena, tan pocos son
sus años frente a la eternidad.
11 Por eso el Señor es paciente con ellos, y derrama sobre ellos su
misericordia.
12 El ve y sabe que su fin es miserable, por eso multiplica su perdón.
13 La misericordia del hombre sólo alcanza a su prójimo, la
misericorida del Señor abarca a todo el mundo. El reprende, adoctrina y
enseña, y hace volver, como un pastor, a su rebaño.
14 Tiene piedad de los que acogen la instrucción, y de los que se
afanan por sus juicios.
15 Hijo, con tus beneficios no mezcles el reproche ni a tus regalos
juntes palabras tristes.
16 ¿No aplaca el rocío el viento ardiente? Así vale más la palabra que
el regalo.
17 ¿No ves que la palabra es más que un buen presente? Pues el
hombre dadivoso une los dos.
18 El necio aun sin dar hace afrenta, quema los ojos el don del
envidioso.
19 Antes de hablar infórmate, cuídate antes de estar enfermo.
20 Antes de juzgar examínate a ti mismo, y en el día de la visita
encontrarás perdón.
21 Antes de estar enfermo humíllate, cuando peques muestra
arrepentimiento.
22 Nada te impida cumplir tu voto en el momento dado, no aguardes
hasta la muerte para justificarte.
23 Antes de hacer un voto prepárate; no seas como el hombre que
tienta al Señor.
24 Acuérdate de la ira de los últimos días, y del momento del castigo,
cuando Dios vuelva su rostro.
25 En tiempo de abundancia recuerda el tiempo de hambre, la
pobreza y la penuria en días de riqueza.
26 De la mañana a la tarde corre el tiempo, todo pasa presto delante
del Señor.
27 El hombre sabio es precavido en todo, en la ocasión de pecar se
anda con cuidado.
28 Todo hombre prudente conoce la sabiduría, al que la encuentra le
da su parabién.
29 Los prudentes en palabras hacen sabiduría y prodigan los
proverbios acertados.
30 No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena.
31 Si te consientes en todos los deseos, te harás la irrisión de tus
enemigos.
32 No te complazcas en la buena vida, no te avengas a asociarte con
ella.
33 No te empobrezcas festejando con dinero prestado, cuando nada
tienes en tu bolsa.
Juan 6
1 Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el
de Tiberíades,
2 y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en
los enfermos.
3 Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos.
4 Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.
5 Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice
a Felipe: «¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?»
6 Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.
7 Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que
cada uno tome un poco.»
8 Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:
9 «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos
peces; pero ¿qué es eso para tantos?»
10 Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.» Había en el lugar
mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000.
11 Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los
repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que
quisieron.
12 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos
sobrantes para que nada se pierda.»
13 Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los
cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
14 Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es
verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.»
15 Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la
fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.
16 Al atardecer, bajaron sus discípulos a la orilla del mar,
17 y subiendo a una barca, se dirigían al otro lado del mar, a
Cafarnaúm. Había ya oscurecido, y Jesús todavía no había venido donde
ellos;
18 soplaba un fuerte viento y el mar comenzó a encresparse.
19 Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, ven a
Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo.
20 Pero él les dijo: «Soy yo. No temáis.»
21 Quisieron recogerle en la barca, pero en seguida la barca tocó tierra
en el lugar a donde se dirigían.
22 Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del
mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado
en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado
solos.
23 Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían
comido pan.
24 Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus
discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.
25 Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has
llegado aquí?»
26 Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me
buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los
panes y os habéis saciado.
27 Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que
permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a
éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.»
28 Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de
Dios?»
29 Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha
enviado.»
30 Ellos entonces le dijeron: «¿Qué señal haces para que viéndola
creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está
escrito: = Pan del cielo les dio a comer.» =
32 Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés
quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del
cielo;
33 porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al
mundo.»
34 Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.»
35 Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no
tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.
36 Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis.
37 Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo
echaré fuera;
38 porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la
voluntad del que me ha enviado.
39 Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de
lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día.
40 Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo
y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.»
41 Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan
que ha bajado del cielo.»
42 Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre
conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?»
43 Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros.
44 «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae;
y yo le resucitaré el último día.
45 Está escrito en los profetas: = Serán todos enseñados por Dios. =
Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
46 No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de
Dios, ése ha visto al Padre.
47 En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna.
48 Yo soy el pan de la vida.
49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron;
50 este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.
51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan,
vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del
mundo.»
52 Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a
comer su carne?»
53 Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne
del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le
resucitaré el último día.
55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera
bebida.
56 El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en
él.
57 Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el
Padre, también el que me coma vivirá por mí.
58 Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros
padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»
59 Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.
60 Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje.
¿Quién puede escucharlo?»
61 Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban
por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza?
62 ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?…
63 «El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las
palabras que os he dicho son espíritu y son vida.
64 «Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús
sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo
iba a entregar.
65 Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se
lo concede el Padre.»
66 Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya
no andaban con él.
67 Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis
marcharos?»
68 Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú
tienes palabras de vida eterna,
69 y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.»
70 Jesús les respondió: «¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce? Y
uno de vosotros es un diablo.»
71 Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste le iba a
entregar, uno de los Doce.
Juan 7
1 Después de esto, Jesús andaba por Galilea, y no podía andar por
Judea, porque los judíos buscaban matarle.
2 Pero se acercaba la fiesta judía de las Tiendas.
3 Y le dijeron sus hermanos: «Sal de aquí y vete a Judea, para que
también tus discípulos vean las obras que haces,
4 pues nadie actúa en secreto cuando quiere ser conocido. Si haces
estas cosas, muéstrate al mundo.»
5 Es que ni siquiera sus hermanos creían en él.
6 Entonces les dice Jesús: «Todavía no ha llegado mi tiempo, en
cambio vuestro tiempo siempre está a mano.
7 El mundo no puede odiaros; a mí sí me aborrece, porque doy
testimonio de que sus obras son perversas.
8 Subid vosotros a la fiesta; yo no subo a esta fiesta porque aún no se
ha cumplido mi tiempo.»
9 Dicho esto, se quedó en Galilea.
10 Pero después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces él
también subió no manifiestamente, sino de incógnito.
11 Los judíos, durante la fiesta, andaban buscándole y decían:
«¿Dónde está ése?»
12 Entre la gente había muchos comentarios acerca de él. Unos
decían: «Es bueno.» Otros decían: «No, sino que engaña al pueblo.»
13 Pero nadie hablaba de él abiertamente por miedo a los judíos.
14 Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar.
15 Los judíos, asombrados, decían: «¿Cómo entiende de letras sin
haber estudiado?»
16 Jesús les respondió: «Mi doctrina no es mía, sino del que me ha
enviado.
17 Si alguno quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de
Dios o hablo yo por mi cuenta.
18 El que habla por su cuenta, busca su propia gloria; pero el que
busca la gloria del que le ha enviado, ese es veraz; y no hay impostura en él.
19 ¿No es Moisés el que os dio la Ley? Y ninguno de vosotros cumple
la Ley. ¿Por qué queréis matarme?»
20 Respondió la gente: «Tienes un demonio. ¿Quién quiere matarte?»
21 Jesús les respondió: «Una sola obra he hecho y todos os
maravilláis.
22 Moisés os dio la circuncisión (no que provenga de Moisés, sino de
los patriarcas) y vosotros circuncidáis a uno en sábado.
23 Si se circuncida a un hombre en sábado, para no quebrantar la Ley
de Moisés, ¿os irritáis contra mí porque he curado a un hombre entero en
sábado?
24 No juzguéis según la apariencia. Juzgad con juicio justo.»