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Jeremías 37

1 Vino a reinar, en vez de Konías, hijo de Yoyaquim, el rey Sedecías,
hijo de Josías, al que Nabucodonosor, rey de Babilonia, puso por rey en
tierra de Judá,
2 pero tampoco él ni sus siervos, ni el pueblo de la tierra, hicieron
caso de las palabras que Yahveh había hablado por medio del profeta
Jeremías.
3 El rey Sedecías envió a Yukal, hijo de Selemías, y al sacerdote
Sofonías, hijo de Maaseías, a decir al profeta Jeremías: «¡Ea! Ruega por
nosotros a nuestro Dios Yahveh.»
4 Y Jeremías iba y venía en público, pues no le habían encarcelado.
5 Las fuerzas de Faraón salieron de Egipto, y al oír hablar de ellos los
caldeos que sitiaban a Jerusalén, levantaron el sitio de Jerusalén.
6 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh al profeta Jeremías:
7 Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Así diréis al rey de Judá que os
envía a mí, a consultarme: He aquí que las fuerzas de Faraón que salían en
vuestro socorro se han vuelto a su tierra de Egipto,
8 y volverán los caldeos que atacan a esta ciudad, la tomarán y la
incendiarán.
9 Así dice Yahveh: No cobréis ánimos diciendo: «Seguro que los
caldeos terminarán por dejarnos y marcharse»; porque no se marcharán,
10 pues aunque hubieseis derrotado a todas las fuerzas de los caldeos
que os atacan y les quedaren sólo hombres acribillados, se levantarían cada
cual en su tienda e incendiarían esta ciudad.
11 Cuando las tropas caldeas estaban levantando el sitio de Jerusalén,
replegándose ante las tropas del Faraón, aconteció que
12 Jeremías salía de Jerusalén para ir a tierra de Benjamín a asistir a
un reparto en el pueblo.
13 Y encontrándose él en la puerta de Benjamín, donde había un
vigilante llamado Yiriyías, hijo de Selemías, hijo de Jananías, éste prendió
al profeta Jeremías diciendo: «¡Tú te pasas a los caldeos!»
14 Dice Jeremías: «¡Falso! Yo no me paso a los caldeos.» Pero
Yiriyías no le hizo caso, y poniendo preso a Jeremías, le llevó a los jefes,
15 los cuales se irritaron contra Jeremías, le dieron de golpes y le
encarcelaron en casa del escriba Jonatán, convertida en prisión.
16 Así que Jeremías ingresó en el calabozo y en las bóvedas y
permaneció allí mucho tiempo.
17 El rey Sedecías mandó traerle, y le interrogó en su casa, en secreto:
«¿Hay algo de parte de Yahveh?» Dijo Jeremías: «Lo hay.» Y añadió: «En
mano del rey de Babilonia serás entregado.»
18 Y dijo Jeremías al rey Sedecías: «¿En qué te he faltado a ti, a tus
siervos y a este pueblo, para que me hayáis puesto en prisión?
19 ¿Pues dónde están vuestros profetas que os profetizaban: “No
vendrá el rey de Babilonia contra vosotros ni contra esta tierra?
20 Ahora, pues, oiga el rey mi señor, caiga bien en tu presencia mi
petición de gracia y no me vuelvas a casa del escriba Jonatán, no muera yo
allí.»
21 Entonces el rey Sedecías mandó que custodiasen a Jeremías en el
patio de la guardia y se le diese un rosco de pan por día de la calle de los
panaderos, hasta que se acabase todo el pan de la ciudad. Y Jeremías
permaneció en el patio de la guardia.

Jeremías 38

1 Oyeron Sefatías, hijo de Mattán, Guedalías, hijo de Pasjur, hijo de
Malkiyías, las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo:
2 «Así dice Yahveh: Quien se quede en esta ciudad, morirá de espada,
de hambre y de peste, mas el que se entregue a los caldeos vivirá, y eso
saldrá ganando.
3 Así dice Yahveh: Sin remisión será entregada esta ciudad en mano
de las tropas del rey de Babilonia, que la tomará.»
4 Y dijeron aquellos jefes al rey: «Ea, hágase morir a ese hombre,
porque con eso desmoraliza a los guerreros que quedan en esta ciudad y a
toda la plebe, diciéndoles tales cosas. Porque este hombre no procura en
absoluto el bien del pueblo, sino su daño.»
5 Dijo el rey Sedecías: «Ahí le tenéis en vuestras manos, pues nada
podría el rey contra vosotros.»
6 Ellos se apoderaron de Jeremías, y lo echaron a la cisterna de
Malkiyías, hijo del rey, que había en el patio de la guardia, descolgando a
Jeremías con sogas. En el pozo no había agua, sino fango, y Jeremías se
hundió en el fango.
7 Pero Ebed Mélek el kusita – un eunuco de la casa del rey – oyó que
habían metido a Jeremías en la cisterna. El rey estaba sentado en la puerta
de Benjamín.
8 Salió Ebed Mélek de la casa del rey, y habló al rey en estos
términos:
9 «Oh mi señor el rey, está mal hecho todo cuanto esos hombres han
hecho con el profeta Jeremías, arrojándole a la cisterna. Total lo mismo se
iba a morir de hambre, pues no quedan ya víveres en la ciudad.»
10 Entonces ordenó el rey a Ebed Mélek el kusita: «Toma tú mismo
de aquí treinta hombres, y subes al profeta Jeremías del pozo antes de que
muera.»
11 Ebed Mélek tomó consigo a los hombres y entrando en la casa del
rey, al vestuario del tesoro, tomó allí deshechos de paños y telas, y con
sogas los descolgó por la cisterna hasta Jeremías.
12 Dijo Ebed Mélek el kusita a Jeremías: «Hala, ponte los deshechos
de paños y telas entre los sobacos y las sogas.» Así lo hizo Jeremías,
13 y halando a Jeremías con las sogas le subieron de la cisterna. Y
Jeremías se quedó en el patio de la guardia.
14 Entonces el rey Sedecías mandó traer al profeta Jeremías a la
entrada tercera que había en la Casa de Yahveh, y dijo el rey a Jeremías:
«Yo te pregunto una cosa: no me ocultes nada.»
15 Dijo Jeremías a Sedecías: «Si te soy sincero, seguro que me
matarás; y aunque te aconseje, no me escucharás.»
16 El rey Sedecías juró a Jeremías en secreto: «Por vida de Yahveh, y
por la vida que nos ha dado, que no te haré morir ni te entregaré en manos
de estos hombres que andan buscando tu muerte.»
17 Dijo Jeremías a Sedecías: «Así dice Yahveh, el Dios Sebaot, el
Dios de Israel: Si sales a entregarte a los jefes del rey de Babilonia, vivirás
tú mismo y esta ciudad no será incendiada: tanto tú como los tuyos viviréis.
18 Pero si no te entregas a los jefes del rey de Babilonia, esta ciudad
será puesta en manos de los caldeos e incendiada, y tú no escaparás de sus
manos.»
19 Dijo el rey Sedecías a Jeremías: «Me preocupan los judíos que se
han pasado a los caldeos, no vaya a ser que me entreguen en sus manos, y
éstos hagan mofa de mí.»
20 Pero replicó Jeremías: «No te entregarán. ¡Ea!, oye la voz de
Yahveh en esto que te digo, que te resultará bien y quedarás con vida.
21 Mas si rehusas a salir, esto es lo que me ha mostrado Yahveh.
22 Mira que todas las mujeres que han permanecido en la casa del rey
de Judá serán sacadas adonde los jefes del rey de Babilonia, e irán diciendo:
Te empujaron y pudieron contigo aquellos con quienes te saludabas. Se
hundieron en el lodo tus pies, hiciéronse atrás.
23 Y a todas tus mujeres y tus hijos irán sacando adonde los caldeos, y
tú no escaparás de ellos, sino que en manos del rey de Babilonia serás
puesto, y esta ciudad será incendiada.»
24 Entonces dijo Sedecías a Jeremías: «Que nadie sepa nada de esto, y
no morirás.
25 Aunque se enteren los jefes de que he estado hablando contigo, y
viniendo a ti te digan: “Decláranos qué has dicho al rey sin ocultárnoslo, y
así no te mataremos, como también lo que el rey te ha hablado”,
26 tú les dirás: “He pedido al rey la gracia de que no se me devuelva a
casa de Jonatán a morirme allí.”»
27 En efecto, vinieron todos los jefes a Jeremías, le interrogaron, y él
les respondió conforme a lo que queda dicho que le había mandado el rey: y
ellos quedaron satisfechos, porque nada se sabía de lo hablado.
28 Así quedó Jeremías en el patio de la guardia, hasta el día en que fue
tomada Jerusalén. Ahora bien, cuando fue tomada Jerusalén…

Jeremías 39

1 En el año nueve de Sedecías, rey de Judá, el décimo mes, vino
Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra Jerusalén, y la
sitiaron.
2 En el año once de Sedecías, el cuarto mes, el nueve del mes, se abrió
una brecha en la ciudad,
3 y entraron todos los jefes del rey de Babilonia y se instalaron en la
Puerta Central: Nergal Sareser, Samgar Nebo, Sar Sekim, jefe superior,
Nergal Sareser, alto funcionario y todos los demás jefes del rey de
Babilonia.
4 Al verles Sedecías, rey de Judá, y todos los guerreros, huyeron de la
ciudad salieron de noche camino del parque del rey por la puerta que está
entre los dos muros, y se fueron por el camino de la Arabá.
5 Las tropas caldeas les persiguieron y dando alcance a Sedecías en
los llanos de Jericó, le prendieron y le subieron a Riblá, en tierra de Jamat,
adonde Nabucodonosor, rey de Babilonia, que lo sometió a juicio.
6 Y el rey de Babilonia degolló a los hijos de Sedecías en Riblá a la
vista de éste; luego el rey de Babilonia degolló a toda la aristocracia de
Judá,
7 y habiendo cegado los ojos a Sedecías le ató con doble cadena de
bronce para llevárselo a Babilonia.
8 Los caldeos incendiaron la casa del rey y las casas del pueblo y
demolieron los muros de Jerusalén;
9 cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, a los desertores
que se habían pasado a él y a los artesanos restantes los deportó
Nebuzaradán, jefe de la guardia, a Babilonia.
10 En cuanto a la plebe baja, los que no tienen nada, hízoles quedar
Nebuzaradán, jefe de la guardia, en tierra de Judá, y en aquella ocasión les
dio viñas y parcelas.
11 Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dado instrucciones a
Nebuzaradán, jefe de la guardia, respecto a Jeremías en este sentido:
12 «Préndele y tenle a la vista; y no le hagas daño alguno, antes harás
con él lo que él mismo te diga.»
13 Entonces (Nebuzaradán, jefe de la guardia) Nebusazbán, jefe
superior, Nergal Sareser, oficial superior, y todos los grandes del rey de
Babilonia
14 enviaron en busca de Jeremías, y lo confiaron a Godolías, hijo de
Ajicam, hijo de Safán, para que le hiciese salir a casa, y permaneció entre
la gente.
15 Estando Jeremías detenido en el patio de la guardia, le había sido
dirigida la palabra de Yahveh en estos términos:
16 Vete y dices a Ebed Mélek el kusita: Así dice Yahveh Sebaot, el
Dios de Israel: Mira que yo hago llegar mis palabras a esta ciudad para su
daño, que no para su bien, y tú serás testigo en aquel día,
17 pero yo te salvaré a ti aquel día – oráculo de Yahveh – y no serás
puesto en manos de aquellos cuya presencia evitas temeroso,
18 antes bien te libraré, y no caerás a espada. Saldrás ganando la
propia vida, porque confiaste en mí – oráculo de Yahveh.

Jeremías 40

1 Palabra dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, luego que
Nebuzaradán, jefe de la guardia, le dejó libre en Ramá, cuando le tomó
aparte, estando él esposado con todos los deportados de Jerusalén y Judá
que iban camino de Babilonia.
2 En efecto, el jefe de la guardia tomó aparte a Jeremías y le dijo: «Tu
Dios Yahveh había predicho esta desgracia a este lugar,
3 y lo ha cumplido. Yahveh ha hecho conforme había predicho. Y esto
os ha sucedido porque pecasteis contra Yahveh y no oísteis su voz.
4 Ahora bien, desde hoy te suelto las esposas de tus muñecas. Si te
parece bien venirte conmigo a Babilonia, vente, y yo miraré por ti. Pero si
te parece mal venirte conmigo a Babilonia, déjalo. Mira, tienes toda la tierra
por delante; adonde mejor y más cómodo te parezca ir, vete.»
5 Aún no había dado media vuelta cuando le dijo: «Vuelve adonde
Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, a quien el rey de Babilonia ha
encargado de las ciudades de Judá, y quédate a vivir con él entre esta gente.
En suma, vete adonde mejor te acomode.» Luego el jefe de la guardia le
proporcionó algunos víveres y ayuda de costa y le despidió.
6 Jeremías, por su parte, vino al lado de Godolías, hijo de Ajicam, a
Mispá, y se quedó a vivir con él entre la población que había quedado en el
país.
7 Todos los jefes de guerrilleros, así como sus hombres, oyeron cómo
el rey de Babilonia había encargado del país a Godolías, hijo de Ajicam, y
cómo le había encargado de los hombres, mujeres, niños y de aquella gente
baja de la tierra, que no habían sido deportados a Babilonia,
8 y fueron donde Godolías, a Mispá, Ismael, hijo de Netanías,
Yojanán y Jonatán, hijo de Caréaj, Seraías, hijo de Tanjumet, los hijos de
Efay el netofita y Yaazanías de Maaká en compañía de sus hombres.
9 Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, les hizo un juramento a
ellos y a sus hombres: «No temáis ser siervos de los caldeos. Quedaos en el
país y servid al rey de Babilonia, y os irá bien.
10 Por mi parte, aquí me tenéis establecido en Mispá, para responder a
los caldeos que vengan a nosotros; y vosotros cosechad vino, mieses y
aceite, metedlo en vuestras vasijas, y vivid en las ciudades que hayáis
recuperado.»
11 También todos los judíos que había en Moab, entre los ammonitas,
y en Edom, y los que había en todos los demás países oyeron que había
dejado el rey de Babilonia un resto a Judá y que había encargado de él a
Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán.
12 Todos estos judíos regresaron de los distintos lugares adonde se
habían refugiado y venidos al país de Judá, junto a Godolías, a Mispá,
cosecharon vino y mieses en gran abundancia.
13 Entonces Yojanán, hijo de Caréaj, y todos sus jefes de guerrilleros
vinieron adonde Godolías a Mispá
14 y le dijeron: «¿Sabes que Baalís, rey de los ammonitas, ha enviado
a Ismael, hijo de Netanías, para asesinarte?» Godolías, hijo de Ajicam, no
les dio crédito.
15 Entonces Yojanán, hijo de Caréaj, dijo a Godolías secretamente en
Mispá: «Ea, iré yo y asestaré el golpe a Ismael, hijo de Netanías, sin que
nadie lo sepa. ¿Por qué tiene que asesinarte él a ti, lo que supondría la
desbandada de todo Judá, apiñado en torno tuyo, y la pérdida del resto de
Judá?»
16 Godolías, hijo de Ajicam, replicó a Yojanán, hijo de Caréaj: «No
hagas eso, porque es falso lo que dices de Ismael.»

Jeremías 41

1 Pues bien, el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisamá,
de linaje real, se dirigió en compañía de algunos grandes del rey y diez
hombres a Godolías, hijo de Ajicam, a Mispá, y allí en Mispá comieron
juntos.
2 Se levantó Ismael, hijo de Netanías, y los diez que estaban con él, y
acuchillaron a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, y dieron muerte a
aquel a quien el rey de Babilonia había encargado del país.
3 También mató Ismael a todos los judíos que estaban con él, con
Godolías, en Mispá y a los guerreros caldeos que se hallaban allí.
4 Era al día siguiente del asesinato de Godolías, y nadie lo sabía.
5 Unos hombres venían de Siquem de Silo y de Samaría, ochenta
entre todos, la barba raída, harapientos y arañados, portadores de oblaciones
e incienso que traían a la Casa de Yahveh.
6 Salió Ismael, hijo de Netanías, a su encuentro desde Mispá. Iba
llorando mientras caminaba, y llegando junto a ellos, les dijo: «Venid
adonde Godolías, hijo de Ajicam.»
7 Y así que hubieron entrado dentro de la ciudad, Ismael, hijo de
Netanías, los degolló con la ayuda de sus hombres, y los echó dentro de una
cisterna.
8 Entre aquellos hombres hubo diez que dijeron a Ismael: «No nos
mates, que en el campo tenemos escondites de trigo, cebada, aceite y miel.»
Y no les mató como a sus hermanos.
9 La cisterna adonde echó Ismael todos los cadáveres de los hombres
que mató, era la cisterna grande. Es la que hizo el rey Asá para prevenirse
contra Basá, rey de Israel; Ismael, hijo de Netanías, la llenó de asesinados.
10 Luego Ismael hizo prisioneros a todo el resto del pueblo que
quedaba en Mispá, a las hijas del rey y a todo el pueblo que quedaba en
Mispá, que Nebuzaradán, jefe de la guardia, había encomendado a
Godolías, hijo de Ajicam; y de madrugada se fue Ismael, hijo de Netanías, a
pasarse a los ammonitas.
11 Oyó Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las fuerzas que le
acompañaban, todos los crímenes que había hecho Ismael, hijo de
Netanías.
12 Tomando a todos sus hombres fueron a luchar con Ismael, hijo de
Netanías, al que encontraron junto a la gran alberca, que está en Gabaón.
13 Apenas toda la gente que esta con Ismael vio a Yojanán, hijo de
Caréaj, y a todos los jefes de las fuerzas que le acompañaban, se llenaron de
gozo,
14 y dando media vuelta toda aquella gente que Ismael llevaba
prisionera de Mispá, regresaron al lado de Yojanán, hijo de Caréaj,
15 en tanto que Ismael, hijo de Netanías, se escapaba de Yojanán con
ocho hombres, rumbo a los ammonitas.
16 Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las fuerzas que le
acompañaban recogieron de Mispá a todo el resto de la gente que Ismael,
hijo de Netanías, había hecho prisionera después que hubo matado a
Godolías, hijo de Ajicam – hombres, gente de guerra, mujeres, niños y
eunucos -, a los cuales hizo volver de Gabaón.
17 Ellos se fueron y se instalaron en el Refugio de Kimham, que está
al lado de Belén, para seguir luego hasta Egipto
18 huyendo de los caldeos, pues les temían por haber matado Ismael,
hijo de Netanías, a Godolías, hijo de Ajicam, a quien el rey de Babilonia
había encargado del país.

Jeremías 42

1 Entonces se llegaron todos los jefes de las fuerzas, así como
Yojanán, hijo de Caréaj, Azarías, hijo de Hosaías y el pueblo en masa, del
chico al grande,
2 y dijeron al profeta Jeremías: «Caiga bien nuestra demanda de favor
ante ti, y ruega a tu Dios Yahveh por nosotros, por todo este resto, pues
hemos quedado pocos de muchos que éramos, como tus ojos están viendo,
3 y que nos indique tu Dios Yahveh el camino por donde hemos de ir
y lo que hemos de hacer.»
4 Díceles el profeta Jeremías: «De acuerdo: ahora mismo me pongo a
rogar a vuestro Dios Yahveh como decís, y sea cual fuere la respuesta de
Yahveh para vosotros, yo os la declararé sin ocultaros palabra.»
5 Y ellos dijeron a Jeremías: «Séanos Yahveh testigo veraz y leal, si
no obramos conforme a cualquier mensaje que tu Dios Yahveh te envía
para nosotros.
6 Sea grata o sea ingrata, nosotros oiremos la voz de nuestro Dios
Yahveh a quien te enviamos, por cuanto que bien nos va cuando oímos la
voz de nuestro Dios Yahveh.»
7 Pues bien, al cabo de diez días fue dirigida la palabra de Yahveh a
Jeremías.
8 Este llamó a Yojanán, hijo de Caréaj, a todos los jefes de las fuerzas
que había con él y al pueblo todo, del chico al grande,
9 y les dijo: «Así dice Yahveh, el Dios de Israel, a quien me habéis
enviado en demanda de su favor:
10 Si os quedáis a vivir en esta tierra, yo os edificaré y no os destruiré,
os plantaré y no os arrancaré, porque me pesa del mal que os he hecho.
11 No temáis al rey de Babilonia, que tanto os asusta: no temáis nada
de él – oráculo de Yahveh – que con vosotros estoy yo para salvaros y
libraros de su mano.
12 Haré que se os tenga compasión y él os la tendrá y os devolverá a
vuestro suelo.
13 Pero si decís vosotros: “No nos quedamos en este país”, desoyendo
así la voz de vuestro Dios Yahveh,
14 diciendo: “No, sino que al país de Egipto iremos, donde no veamos
guerra, ni oigamos toque de cuerno, ni tengamos hambre de pan, y allí nos
quedaremos”;
15 ¡pues bien! en ese caso, oíd la palabra de Yahveh, oh resto de Judá.
Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Si vosotros enderezáis rumbo a
Egipto, y entráis como refugiados allí,
16 entonces la espada que teméis os alcanzará allí en Egipto, y el
hambre que receláis, allá os irá pisando los talones; y allí, en Egipto mismo,
moriréis.
17 Así sucederá que todos los que enderecen rumbo a Egipto como
refugiados morirán por la espada, por el hambre y por la peste, y no les
quedará superviviente ni evadido del daño que yo traiga sobre ellos.
18 Porque así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Como se vertió
mi ira y mi cólera sobre los habitantes de Jerusalén, así se verterá mi cólera
contra vosotros como entréis en Egipto, y seréis tema de imprecación y
asombro, de maldición y oprobio, y no veréis más este lugar.
19 Ha dicho Yahveh respecto a vosotros, resto de Judá: “No entréis en
Egipto.” Podéis estar seguros que os lo he avisado hoy,
20 que os estáis engañando a vosotros mismos, pues que vosotros me
habéis enviado a vuestro Dios Yahveh diciendo: “Ruega por nosotros a
nuestro Dios Yahveh, y cuanto diga nuestro Dios Yahveh nos lo declaras,
que lo haremos.”
21 Yo os lo he declarado hoy, pero no hacéis caso de vuestro Dios
Yahveh en nada de cuanto me ha enviado a deciros.
22 Ahora, pues, podéis estar seguros de que por la espada, el hambre y
la peste moriréis en aquel lugar adonde deseáis refugiaros.»

Jeremías 43

1 Ahora bien, así que hubo acabado Jeremías de transmitir a todo el
pueblo el recado de Yahveh su Dios, que Yahveh le había dado para ellos,
2 dijo Azarías, hijo de Hosaías, y también Yojanán, hijo de Caréaj, y
todos los hombres insolentes se pusieron a decir a Jeremías: «Estás
mintiendo. No te ha encargado nuestro Dios Yahveh decir: “No vayáis a
Egipto como refugiados allí”».
3 Sino que Baruc, hijo de Neriyías, te azuza contra nosotros con
objeto de ponernos en manos de los caldeos para que nos hagan morir y nos
deporten a Babilonia.
4 Además, ni Yojanán, hijo de Caréaj, ni ninguno de los jefes de las
tropas, ni nadie del pueblo escuchó la voz de Yahveh que mandaba
quedarse en tierra de Judá;
5 antes bien, Yojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las tropas
tomaron consigo a todo el resto de Judá, los que habían regresado, para
habitar en tierra de Judá, de todas las naciones adonde habían sido
rechazados:
6 a hombres, mujeres, niños, a las hijas del rey y a toda persona que
Nebuzaradán, jefe de la guardia, había dejado en paz con Godolías, hijo de
Ajicam, hijo de Safán, y también al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de
Neriyías,
7 y entrando en la tierra de Egipto, – pues desoyeron la voz de Yahveh
-, se adentraron hasta Tafnis.
8 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías en Tafnis
como sigue:
9 Toma en tus manos piedras grandes, y las hundes en el cemento de
la terraza que hay a la entrada del palacio de Faraón en Tafnis, a vista de los
judíos,
10 y les dices: Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que
yo mando en busca de mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y
pondrá su sede por encima de estas piedras que he enterrado, y desplegaré
su pabellón sobre ellas.
11 Vendrá y herirá a Egipto, quien sea para la muerte, a la muerte;
quien para el cautiverio, al cautiverio; quien para la espada, a la espada;
12 y prenderá fuego a los templos de los dioses de Egipto, los
incendiará, y a los dioses les hará cautivos. Despiojará a Egipto como
despioja un pastor su zalea, y saldrá de allí victorioso.
13 Romperá los cipos de Bet Semes que hay en Egipto, y los templos
de los dioses egipcios abrasará.

Jeremías 44

1 Palabra que fue dirigida a Jeremías con destino a todos los judíos
establecidos en territorio egipcio en Migdol, Tafnis, Nof, y en territorio de
Patrós.
2 Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Vosotros habéis visto la
calamidad que he acarreado a Jerusalén y a todas las ciudades de Judá, y
ahí las tenéis arruinadas hoy en día, sin que haya en ellas habitante,
3 en vista de la maldad que hicieron para irritarme, yendo a incensar y
servir a otros dioses desconocidos de ellos, de vosotros y de vuestros
padres.
4 Yo me afané por enviaros a todos mis siervos, los profetas, a
deciros: «Ea, no hagáis esta abominación que detesto.»
5 Mas no oyeron ni aplicaron el oído para convertirse de su malicia y
dejar de incensar a otros dioses.
6 Derramóse mi cólera y mi ira y ardió en las ciudades de Judá y en
las calles de Jerusalén, que fueron reducidas a ruinas desoladas, como lo
están hoy día.
7 Ahora, pues, así dice Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: ¿Por
qué os hacéis tanto daño a vosotros mismos, hasta borraros a hombre y
mujer, niño y lactante de en medio de Judá sin que os quede resto,
8 irritándome con las hechuras de vuestras manos, quemando incienso
a otros dioses en Egipto, adonde habéis venido como refugiados, como
queriendo acabar de borraros a vosotros mismos y acabar en tema de
maldición y oprobio en todas las naciones de la tierra?
9 ¿Si será que habéis olvidado las maldades de vuestros padres y las
de los reyes de Judá y de sus caudillos, y las propias vuestras y las de
vuestras mujeres; maldades que hacían en tierra de Judá y en las calles de
Jerusalén?
10 No se han compungido hasta la fecha, ni han temido ni andado en
la Ley y los preceptos que propuse a vosotros y a vuestros padres.
11 Por tanto, así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Mirad que yo
me fijo en vosotros para mal, y para raer a todo Judá.
12 Echaré mano al resto de Judá – los que enderezaron rumbo a
Egipto, para entrar allí como refugiados – y serán acabados todos ellos en
Egipto, y caerán por la espada, por el hambre serán acabados. Del chico al
grande por la espada y por el hambre morirán, y serán tema de imprecación
y asombro, de maldición y oprobio.
13 Visitaré a los que viven en Egipto, lo mismo que visité a Jerusalén:
con la espada, el hambre y la peste,
14 y del resto de Judá, que, como refugiados vinieron acá a Egipto, no
quedará evadido ni superviviente para volver a tierra de Judá, adonde se
prometen volver para quedarse allí, porque ya no volverán más que algunos
huidos.
15 Respondieron a Jeremías todos los hombres que sabían que sus
mujeres quemaban incienso a otros dioses, y todas las mujeres presentes –
una gran concurrencia – y todo el pueblo establecido en territorio egipcio,
en Patrós:
16 «En eso que nos has dicho en nombre de Yahveh, no te hacemos
caso,
17 sino que cumpliremos precisamente cuanto tenemos prometido,
que es quemar incienso a la Reina de los Cielos y hacerle libaciones, como
venimos haciendo nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros
jefes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que nos
hartábamos de pan, éramos felices y ningún mal nos sucedía.
18 En cambio, desde que dejamos de quemar incienso a la Reina de
los Cielos y de hacerle libaciones, carecemos de todo, y por la espada y el
hambre somos acabados.»
19 «Pues y cuando nosotras quemábamos incienso a la Reina de los
Cielos y nos dedicábamos a hacerle libaciones, ¿ acaso sin contar con
nuestros maridos le hacíamos pasteles con su efigie derramando
libaciones?»
20 Jeremías dijo a todo el pueblo, a hombres, a mujeres y a todos sus
interlocutores:
21 «¿No es aquel incienso que ofrecíais en las ciudades de Judá y en
las calles de Jerusalén vosotros y vuestros padres, vuestros reyes y jefes y el
pueblo de la tierra lo que ha recordado Yahveh y le ha venido a las mientes?
22 ¿Y no pudiendo Yahveh aguantar más el espectáculo de vuestras
malas acciones, de las abominaciones que habíais hecho, ha venido a ser la
tierra vuestra una ruina, tema de pasmo y maldición y sin habitantes – como
lo es hoy día -;
23 y porque ofrecisteis incienso y pecasteis contra Yahveh y desoísteis
la voz de Yahveh, y no os condujisteis según su Ley, sus preceptos y sus
estatutos, pronunció contra vosotros esta calamidad, como sucede hoy día?»
24 Y dijo Jeremías a todo el pueblo y a todas las mujeres: «Oíd la
palabra de Yahveh – todo Judá, los que vivís en Egipto -.
25 Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Vosotros y vuestras
mujeres hablasteis con vuestras bocas, y con vuestras manos cumplisteis lo
dicho: “Sin falta realizaremos los votos que hicimos de quemar incienso a
la Reina de los Cielos y de hacerle libaciones.” Mantened, pues, vosotras
vuestros votos y realizad vuestros votos sin falta.
26 Empero, oíd la palabra de Yahveh, todo Judá, los que vivís en
Egipto. Mirad que yo he jurado por mi gran Nombre – dice Yahveh – que no
será más mi Nombre pronunciado por boca de ninguno de Judá que diga:
“¡Por vida del Señor Yahveh!” en toda la tierra de Egipto.
27 Mirad que yo estoy alerta sobre ellos para mal, no para bien, y
serán consumidos todos los de Judá que están en Egipto, por la espada y el
hambre hasta su acabamiento,
28 sólo unos pocos, escapados de la espada, volverán de Egipto a Judá
y sabrá todo el resto de Judá, los que han venido a Egipto como refugiados
aquí, qué palabra se mantendrá: si la mía o la suya.
29 Y esto será para vosotros señal – oráculo de Yahveh – de que os
visito yo en este lugar, de suerte que sepáis que han de mantenerse sin falta
mis palabras para desgracia vuestra.
30 Así dice Yahveh: Mirad que yo entrego al Faraón Jofrá, rey de
Egipto, en manos de sus enemigos y de los que buscan su muerte, como
entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de
Babilonia, su enemigo, que buscaba su muerte.»

Jeremías 45

1 Palabra que dijo el profeta Jeremías a Baruc, hijo de Neriyías,
cuando éste copiaba estas palabras en un libro al dictado de Jeremías, en el
año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá.
2 Así dice Yahveh, el Dios de Israel, respecto a ti, oh Baruc:
3 Tú dijiste: «¡Ay de mí, que añade Yahveh congoja a mi sufrimiento!
Me he agotado en mi jadeo, pero sosiego no hallé.»
4 Así le dirás: Esto dice Yahveh: Mira que lo que edifiqué, yo lo
derribo, y aquello que planté, yo lo arranco, esto por toda la tierra.
5 ¡Y tú andas buscándote grandezas! No las busques porque mira que
yo traigo desgracia sobre toda carne – oráculo de Yahveh – pero a ti te daré
la vida salva por botín a donde quiera que vayas.

Jeremías 46

1 Lo que fue dicho por Yahveh al profeta Jeremías sobre las naciones.
2 Para Egipto. Sobre el ejército del Faraón Nekó, rey de Egipto, que
estuvo sobre el río Eufrates, en Karkemis, al cual batió Nabucodonosor, rey
de Babilonia, el año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá.
3 Ordenad escudo y pavés, y avanzad a la batalla.
4 Uncid los caballos y montad, caballeros. Poneos firmes con los
cascos, pulid las lanzas, vestíos las cotas.
5 ¡Pero qué veo! Ellos se desmoralizan, retroceden, y sus valientes son
batidos y huyen a la desbandada sin dar la cara. Terror por doquier – oráculo
de Yahveh -.
6 No huirá el ligero, ni escapará el valiente: al norte, a la orilla del
Eufrates, tropezaron y cayeron.
7 ¿Quién es ése que como el Nilo sube, y como los ríos de
entrechocantes aguas?
8 Egipto como el Nilo sube, y como ríos de entrechocantes aguas. Y
dice: «Voy a subir, voy a cubrir la tierra. Haré perecer a la ciudad y a los
que viven en ella.
9 Subid, caballos, y enfureceos, carros, y salgan los valientes de Kus y
de Put que manejan escudo, y los ludios que asestan el arco.»
10 Aquel día será para el Señor Yahveh, día de venganza para
vengarse de sus adversarios. Devorará la espada y se hartará y se abrevará
de su sangre; pues será la matanza de Yahveh Sebaot en la tierra del norte,
cabe el río Eufrates.
11 Sube a Galaad y recoge bálsamo, virgen, hija de Egipto; en vano
menudeas las curas: alivio no hay para ti.
12 Han oído las naciones tu deshonra, y tu alarido llenó la tierra,
porque valiente contra valiente tropezaron, a una cayeron entrambos.
13 La palabra que habló Yahveh al profeta Jeremías acerca de la
venida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para atacar a Egipto.
14 Anunciad en Egipto y hacedlo oír en Migdol, y hacedlo en Nof y
en Tafnis. Decid: Tente tieso y erguido, que ha devorado la espada tus
contornos.
15 ¡Cómo es que ha huido Apis y tu forzudo no se ha sostenido! Es
que Yahveh le empujó.
16 Hizo menudear los tropezones, hasta hacer caer al uno sobre el
otro; y decía: «Arriba, y volvamos a nuestro pueblo y a nuestra patria, ante
la espada irresistible.»
17 Llamad a Faraón, rey de Egipto: «Ruido. – Dejó pasar la ocasión.»
18 ¡Por vida mía! – oráculo del Rey cuyo nombre es Yahveh Sebaot –
que cual el Tabor entre los montes, y como el Carmelo sobre el mar ha de
venir.
19 Avíos de destierro haz para ti, población, hija de Egipto, porque
Nof parará en desolación, y quedará arrasada sin habitantes.
20 Novilla hermosísima era Egipto: un tábano del norte vino sobre
ella.
21 Asimismo sus mercenarios que había en ella eran como novillos de
engorde. Pues también ellos volvieron la cara, huyeron a una, sin pararse,
cuando el día de su infortunio les sobrevino, el tiempo de su castigo.
22 Una voz emite como de serpiente que silba, mientras en torno suyo
andan y con hachas le acometen, como leñadores.
23 Talaron su selva – oráculo de Yahveh – porque era impenetrable,
pues eran más numerosos que la langosta, y no se les podía contar.
24 Han puesto en vergüenza a la hija de Egipto: ha sido entregada al
pueblo del norte.
25 Dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que yo visito a
Amón de No, a Faraón y a Egipto y a sus dioses y reyes, a Faraón y a los
que confían en él,
26 y los pongo en manos de los que buscan su muerte, en manos de
Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en manos de sus siervos; tras de lo
cual será repoblado como antaño – oráculo de Yahveh.
27 Pero tú no temas, siervo mío Jacob, ni desmayes, Israel, pues mira
que yo acudo a salvarte desde lejos y a tu linaje del país de su cautiverio;
volverá Jacob, se sosegará y estará tranquilo, y no habrá quien le inquiete.
28 Tú no temas, siervo mío Jacob, – oráculo de Yahveh – que contigo
estoy yo, pues acabaré con todas las naciones adonde te empujé, pero
contigo no acabaré; aunque sí te corregiré como conviene, ya que impune
no te dejaré.
Jeremías 47
1 Lo que fue dicho por Yahveh al profeta Jeremías sobre los filisteos,
en vísperas de batir el Faraón a Gaza.
2 Así dice Yahveh: He aquí unas aguas que suben del norte y se hacen
torrente inundante, y van a inundar la tierra y lo que la llena, la ciudad y los
que moran en ella; y clamará la gente, y ululará todo morador de la tierra
3 al son del galopar de los caballos de sus adalides, al ruido de sus
carros y al estrépito de sus ruedas. No se volverán padres a hijos, por el
cansancio de sus brazos,
4 hasta que llegue el día de asolar a toda Filistea, y de raer a Tiro y a
Sidón todo auxiliar fugado, porque va a asolar Yahveh a Filistea, residuo de
la isla de Kaftor.
5 Llegó la rapadura a Gaza, muda ha quedado Ascalón; tú, el resto de
su valle, ¿hasta cuándo te arañarás?
6 ¡Ay, espada de Yahveh! ¿Cómo va a estarse quieta? Recógete a tu
vaina, date reposo y calla.
7 ¿Cómo va a estarse quieta, si Yahveh la mandó? En Ascalón y el
litoral marítimo, allá la citó.

Eclesiástico 19

1 Un obrero bebedor nunca se enriquecerá, el que desprecia las cosas
pequeñas, poco a poco caerá.
2 Vino y mujeres pervierten a los inteligentes, el que va a prostitutas
es aún más temerario.
3 De larvas y gusanos será herencia, el temerario perderá su vida.
4 Quien se confía enseguida, ligero es de corazón, el que peca, a sí
mismo se hace daño.
5 El que se regodea en el mal será condenado,
6 el que odia la verborrea escapará al mal.
7 No repitas nunca lo que se dice, y en nada sufrirás menoscabo.
8 Ni a amigo ni a enemigo cuentes nada, a menos que sea pecado para
ti, no le descubras.
9 Porque te escucharía y se guardaría de ti, y en la ocasión propicia te
detestaría.
10 ¿Has oído algo? ¡Quede muerto en ti! ¡Animo, no reventarás!
11 Por una palabra oída ya está el necio en dolores, como por el hijo
la mujer que da a luz.
12 Una flecha clavada en el muslo, tal es la palabra en las entrañas
del necio.
13 Interoga a tu amigo: quizá no haya hecho nada, y si acaso lo ha
hecho, para que no reincida.
14 Interroga a tu prójimo: quizá no ha dicho nada, y si acaso lo ha
dicho, para que no repita.
15 Interroga a tu amigo: que hay calumnia a menudo, no creas todo lo
que se dice.
16 A veces se resbala uno sin querer, y ¿quién no ha pecado con su
lengua?
17 Interroga a tu prójimo antes de amenazarle, y obedece a la ley del
Altísimo.
20 Toda sabiduría es temor del Señor, y en toda sabiduría se practica
la ley.
22 Mas no es sabiduría el conocimiento del mal, no está en el consejo
de los pecadores la prudencia.
23 Hay un saberlo todo que es abominación, es estúpido el que carece
de sabiduría.
24 Más vale ser vacío de inteligencia y lleno de temor, que desbordar
prudencia y traspasar la ley.
25 Hay un saberlo todo que sirve a la injusticia, que para mantener el
derecho usa de argucias.
26 Hay malhechor que anda encorvado por el tedio, mas su interior
está lleno de dolo:
27 tapándose la cara, haciéndose el sordo, mientras no es reconocido
te tomará la delantera.
28 Si por su escasa fuerza no se atreve a pecar, en cuanto encuentre
ocasión, se dará a hacer el mal.
29 Por la mirada se reconoce al hombre, por el aspecto del rostro se
reconoce al pensador.
30 El atuendo del hombre, la risa de sus dientes, su caminar revelan
lo que es.

Eclesiástico 20

1 Hay reprensión intempestiva, y hay silencioso de verdad sensato.
2 ¡Cuánto mejor reprender que estar airado!
3 El que se acusa de su falta evita la pena.
4 Como pasión de eunuco por desflorar a una moza, así el que ejecuta
la justicia con violencia.
5 Hay silencioso tenido por sabio, y quien se hace odioso por su
verborrea.
6 Hay quien se calla por no tener respuesta, y quien se calla porque
sabe su hora.
7 El sabio guarda silencio hasta su hora, mas el fanfarrón e insensato
adelanta el momento.
8 El desmedido en palabras se hace abominable, y el que pretende
imponerse se hace odioso.
9 Hay quien encuentra fortuna en la desgracia, y hay suerte que acaba
en postración.
10 Hay dádiva que no te da provecho, y dádiva que recibe el doble.
11 Hay postración causada por la gloria, y hay quien, desde la
humillación, levanta la cabeza.
12 Hay quien compra mucho con poco dinero, pero luego lo paga
siete veces más caro.
13 Por sus palabras se hace amable el sabio, mas los favores de los
necios se malgastan.
14 El don del insensato no te sirve de nada, porque sus ojos no son
uno, son muchos;
15 da poco y echa en cara mucho, y abre su boca como un pregonero;
presta hoy y mañana reclama, es un hombre detestable este sujeto.
16 Dice el necio: «No tengo ni un amigo, no hay gratitud para mis
beneficios;
17 los que comen mi pan tienen lengua insolente.» ¡Cuántos con
frecuencia se ríen de él!
18 Mejor es resbalar en empredado que resbalar con la lengua, así la
caída de los malos llega de repente.
19 Hombre sin gracia es cuento inoportuno por boca de ignorantes
repetido.
20 De boca de necio no se acepta el proverbio, pues jamás lo dice a
su hora.
21 Hay quien no puede pecar por indigencia: en su reposo no tendrá
remordimiento.
22 Hay quien se pierde a sí mismo por vergüenza, por respeto a un
insensato se pierde.
23 Hay quien por timidez hace promesas a su amigo, y así, por nada
se gana un enemigo.
24 Gran baldón para un hombre la mentira en boca de ignorantes
repetida.
25 Es preferible un ladrón que el que persiste en la mentira, aunque
ambos heredarán la perdición.
26 El hábito de mentiroso es una deshonra, su vergüenza le acompaña
sin cesar.
27 Por sus palabras el sabio se hace grande, y el hombre sensato a los
grandes agrada.
28 El que cultiva la tierra llena hasta arriba su granero, el que agrada
a los grandes expía la injusticia.
29 Presentes y regalos ciegan los ojos de los sabios, como bozal en
boca ahogan los reproches.
30 Sabiduría escondida y tesoro invisible, ¿qué provecho hay en
ambos?
31 Más vale hombre que oculta su necedad, que hombre que oculta su
sabiduría.

Juan 7

25 Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren
matar?
26 Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán
reconocido de veras las autoridades que este es el Cristo?
27 Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el
Cristo, nadie sabrá de dónde es.»
28 Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me
conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta;
sino que verdaderamente me envía el que me envía; pero vosotros no le
conocéis.
29 Yo le conozco, porque vengo de él y él es el que me ha enviado.»
30 Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía
no había llegado su hora.
31 Y muchos entre la gente creyeron en él y decían: «Cuando venga el
Cristo, ¿hará más señales que las que ha hecho éste?»
32 Se enteraron los fariseos que la gente hacía estos comentarios
acerca de él y enviaron guardias para detenerle.
33 Entonces él dijo: «Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros,
y me voy al que me ha enviado.
34 Me buscaréis y no me encontraréis; y adonde yo esté, vosotros no
podéis venir.»
35 Se decían entre sí los judíos: «¿A dónde se irá éste que nosotros no
le podamos encontrar? ¿Se irá a los que viven dispersos entre los griegos
para enseñar a los griegos?
36 ¿Qué es eso que ha dicho: “Me buscaréis y no me encontraréis”, y
“adonde yo esté, vosotros no podéis venir”?»
37 El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie,
gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba
38 el que crea en mí», como dice la Escritura: De su seno correrán ríos
de agua viva.
39 Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que
creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había
sido glorificado.
40 Muchos entre la gente, que le habían oído estas palabras, decían:
«Este es verdaderamente el profeta.»
41 Otros decían: «Este es el Cristo.» Pero otros replicaban: «¿Acaso
va a venir de Galilea el Cristo?
42 ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de
David y de Belén, el pueblo de donde era David?»
43 Se originó, pues, una disensión entre la gente por causa de él.
44 Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano.
45 Los guardias volvieron donde los sumos sacerdotes y los fariseos.
Estos les dijeron: «¿Por qué no le habéis traído?»
46 Respondieron los guardias: «Jamás un hombre ha hablado como
habla ese hombre.»
47 Los fariseos les respondieron: «¿Vosotros también os habéis
dejado embaucar?
48 ¿Acaso ha creído en él algún magistrado o algún fariseo?
49 Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos.»
50 Les dice Nicodemo, que era uno de ellos, el que había ido
anteriormente donde Jesús:
51 «¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y
sin saber lo que hace?»
52 Ellos le respondieron: «¿También tú eres de Galilea? Indaga y
verás que de Galilea no sale ningún profeta.»
53 Y se volvieron cada uno a su casa.

Juan 8

1 Mas Jesús se fue al monte de los Olivos.
2 Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el
pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.
3 Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio,
la ponen en medio
4 y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante
adulterio.
5 Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué
dices?»
6 Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acuasarle. Pero Jesús,
inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.
7 Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.»
8 E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.
9 Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro,
comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que
seguía en medio.
10 Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha
condenado?»
11 Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te
condeno. Vete, y en adelante no peques más.»
12 Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que
me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.»
13 Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu
testimonio no vale.»
14 Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi
testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros
no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy.
15 Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie;
16 y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo
y el que me ha enviado.
17 Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es
válido.
18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha
enviado, el Padre, da testimonio de mí.»
19 Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?» Respondió Jesús: «No
me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais
también a mi Padre.»
20 Estas palabras las pronunció en el Tesoro, mientras enseñaba en el
Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
21 Jesús les dijo otra vez: «Yo me voy y vosotros me buscaréis, y
moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir.»
22 Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: “Adonde
yo voy, vosotros no podéis ir?»
23 El les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros
sois de este mundo, yo no soy de este mundo.
24 Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no
creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados.»
25 Entonces le decían: «¿Quién eres tú?» Jesús les respondió: «Desde
el principio, lo que os estoy diciendo.
26 Mucho podría hablar de vosotros y juzgar pero el que me ha
enviado es veraz, y lo que le he oído a él es lo que hablo al mundo.»
27 No comprendieron que les hablaba del Padre.
28 Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del
hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia
cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo.
29 Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo,
porque yo hago siempre lo que le agrada a él.»
30 Al hablar así, muchos creyeron en él.
31 Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os
mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos,
32 y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»
33 Ellos le respondieron: «Nosotros somos descendencia de Abraham
y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?»
34 Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que
comete pecado es un esclavo.
35 Y el esclavo no se queda en casa para siempre; mientras el hijo se
queda para siempre.
36 Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres.
37 Ya sé que sois descendencia de Abraham; pero tratáis de matarme,
porque mi Palabra no prende en vosotros.
38 Yo hablo lo que he visto donde mi Padre; y vosotros hacéis lo que
habéis oído donde vuestro padre.»
39 Ellos le respondieron: «Nuestro padre es Abraham.» Jesús les dice:
«Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham.
40 Pero tratáis de matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de
Dios. Eso no lo hizo Abraham.
41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.» Ellos le dijeron:
«Nosotros no hemos nacido de la prostitución; no tenemos más padre que a
Dios.»
42 Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a
mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino
que él me ha enviado.
43 ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi
Palabra.
44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los
deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se
mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira,
dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira.
45 Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis.
46 ¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador? Si digo la
verdad, ¿por qué no me creéis?
47 El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; vosotros no las
escucháis, porque no sois de Dios.»
48 Los judíos le respondieron: «¿No decimos, con razón, que eres
samaritano y que tienes un demonio?»
49 Respondió Jesús: «Yo no tengo un demonio; sino que honro a mi
Padre, y vosotros me deshonráis a mí.
50 Pero yo no busco mi gloria; ya hay quien la busca y juzga.
51 En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá
la muerte jamás.»
52 Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un
demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: “Si alguno
guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás.”
53 ¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham, que murió?
También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?»
54 Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no
valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: “El es
nuestro Dios”,
55 y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que
no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y
guardo su Palabra.
56 Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio
y se alegró.»
57 Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y
has visto a Abraham?»
58 Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que
Abraham existiera, Yo Soy.»
59 Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y
salió del Templo.
Juan 9
1 Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento.
2 Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus
padres, para que haya nacido ciego?»
3 Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se
manifiesten en él las obras de Dios.
4 Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras
es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
5 Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.»
6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el
barro los ojos del ciego
7 y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir
Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.
8 Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían:
«¿No es éste el que se sentaba para mendigar?»
9 Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le
parece.» Pero él decía: «Soy yo.»
10 Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?»
11 El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó
los ojos y me dijo: “Vete a Siloé y lávate.” Yo fui, me lavé y vi.»
12 Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» El respondió: «No lo sé.»
13 Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego.
14 Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
15 Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista.
El les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»
16 Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque
no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador
realizar semejantes señales?» Y había disensión entre ellos.
17 Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que
te ha abierto los ojos?» El respondió: «Que es un profeta.»
18 No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta
que llamaron a los padres del que había recobrado la vista
19 y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació
ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?»
20 Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro
hijo y que nació ciego.
21 Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos,
eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí
mismo.»
22 Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se
habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo,
quedara excluido de la sinagoga.
23 Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él.»

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