# 137

Lamentaciones 4
1 = Alef. = ¡Cómo, ay, se ha deslucido, el oro se ha alterado el oro
mejor! Las piedras sagradas están, ay, esparcidas por las esquinas de todas
las calles.
2 = Bet. = Los hijos de Sión, los excelentes, valiosos como el oro fino,
¡son, ay, considerados como vasos de arcilla, obra de manos de alfarero!
3 = Guímel. = Hasta los chacales desnudan la teta, dan de mamar a sus
cachorros; la hija de mi pueblo se ha vuelto tan cruel como las avestruces
del desierto.
4 = Dálet. = La lengua del niño de pecho se pega de sed al paladar; los
pequeñuelos piden pan: no hay quien se lo reparta.
5 = He. = Los que comían manjares deliciosos desfallecen por las
calles; los que se criaban entre púrpura abrazan los estercoleros.
6 = Vau. = La culpa de la hija de mi pueblo supera al pecado de
Sodoma, que fue aniquilada en un instante sin que manos en ello se
cansaran.
7 = Zain. = Más limpios que la nieve eran sus nazireos, más blancos
que la leche; de cuerpo más rojo que corales, un zafiro su figura.
8 = Jet. = Más oscuro es su semblante que el hollín, ya no se les
reconoce por las calles. Su piel está pegada a sus huesos, seca como
madera.
9 = Tet. = Más dichosos fueron los muertos a cuchillo que los muertos
de hambre, que extenuados sucumben, por falta de los frutos de los campos.
10 = Yod. = Las mismas manos de tiernas mujeres cocieron a sus
hijos: triste alimento fueron para ellas, en la ruina de la hija de mi pueblo.
11 = Kaf. = Yahveh ha apurado su furor, ha derramado el ardor de su
cólera; encendió fuego en Sión que ha devorado sus cimientos.
12 = Lámed. = Nunca creyeron los reyes de la tierra ni cuantos moran
en el mundo, que el adversario y el enemigo entrarían por las puertas de
Jerusalén.
13 = Mem. = ¡Fue por los pecados de sus profetas, por las culpas de
sus sacerdotes, que en medio de ella derramaron sangre de justos!
14 = Nun. = Titubeaban por las calles como ciegos, manchados de
sangre, sin que nadie pudiera tocar sus vestiduras.
15 = Sámek. = «¡Apartaos! ¡Un impuro!», les gritaban, «¡Apartaos,
apartaos! ¡No tocar!» Si huían errantes, se decía entre las naciones: «¡No
seguirán de huéspedes aquí!»
16 = Pe. = El Rostro de Yahveh los dispersó, no volverá a mirarlos.
No hubo respeto para los sacerdotes, ni piedad para los ancianos.
17 = Ain. = Y aún se consumían nuestros ojos, esperando un socorro:
¡ilusión! Desde nuestros oteros oteábamos a una nación incapaz de salvar.
18 = Sade. = Se acechaban nuestros pasos, para que no anduviéramos
por nuestras plazas. Cerca estaba nuestro fin, cumplidos nuestros días, sí,
llegaba nuestro fin.
19 = Qof. = Nuestros perseguidores eran raudos, más que las águilas
del cielo; nos acosaban por los montes, en el desierto nos tendían
emboscadas.
20 = Res. = Nuestro aliento vital, el ungido de Yahveh, quedó preso
en sus fosas; aquel de quien decíamos: «¡A su sombra viviremos entre las
naciones!»
21 = Sin. = ¡Regocíjate, exulta, hija de Edom, que habitas en el país de
Us! ¡También a ti pasará la copa: te embriagarás y te desnudarás!
22 = Tau. = ¡Se ha borrado tu culpa, hija de Sión; no volverá él a
desterrarte! ¡Pero ha de visitar tu culpa, hija de Edom, pondrá al desnudo
tus pecados!
Lamentaciones 5
1 ¡Acuérdate, Yahveh, de lo que nos ha sobrevenido, mira y ve
nuestro oprobio!
2 Nuestra heredad ha pasado a extranjeros, nuestras casas a extraños.
3 Somos huérfanos, sin padre; nuestras madres, como viudas.
4 A precio de plata bebemos nuestra agua, nuestra leña nos llega por
dinero.
5 El yugo a nuestro cuello, andamos acosados; estamos agotados, no
se nos da respiro.
6 Hacia Egipto tendemos nuestra mano, hacia Asur para quitar el
hambre.
7 Nuestros padres pecaron: ya no existen; y nosotros cargamos con
sus culpas.
8 Esclavos nos dominan, nadie nos libra de su mano.
9 A riesgo de la vida logramos nuestro pan, afrontando la espada del
desierto.
10 Nuestra piel abrasa como un horno, a causa del ardor del hambre.
11 Han violado a las mujeres en Sión, a las vírgenes en las ciudades de
Judá.
12 Colgados fueron por sus manos los príncipes; la faz de los ancianos
no ha sido respetada.
13 Han arrastrado la muela los muchachos, bajo la leña se han doblado
los niños.
14 Los ancianos han dejado de acudir a la puerta, los muchachos han
parado sus cantares.
15 Ha cesado la alegría de nuestro corazón, se ha trocado en duelo
nuestra danza.
16 Ha caído la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, que hemos
pecado!
17 Por eso está dolorido nuestro corazón, por eso se nublan nuestros
ojos:
18 por el monte Sión, que está asolado; ¡las raposas merodean en él!
19 Mas tú, Yahveh, para siempre te sientas; ¡tu trono de generación en
generación!
20 ¿Por qué has de olvidarnos para siempre, por qué toda la vida
abandonarnos?
21 ¡Haznos volver a ti, Yahveh, y volveremos. Renueva nuestros días
como antaño,
22 si es que no nos has desechado totalmente, irritado contra nosotros
sin medida!
BARUC
Baruc 1
1 Este es el texto del libro que Baruc, hijo de Neriyías, hijo de Maaseías,
hijo de Sedecías, hijo de Asadías, hijo de Jilquías, escribió en Babilonia,
2 el año quinto, el día siete del mes, en el tiempo en que los caldeos habían
tomado e incendiado Jerusalén.
3 Baru leyó el texto de este libro a oídos de Jeconías, hijo de Yoyaquim,
rey de Judá, y a oídos de todo el pueblo venido para escuchar el libro;
4 a oídos de las autoridades y de los hijos del rey, a oídos de los ancianos, a
oídos del pueblo entero desde el menor al mayor, de todos los que habitaban en
Babilonia, a orillas del río Sud.
5 Todos lloraron, ayunaron y oraron delante del Señor.
6 Luego reunieron dinero, según las posibilidades de cada uno,
7 y lo enviaron a Jerusalén, al sacerdote Joaquín, hijo de Jilquías, hijo de
Salom, a los demás sacerdotes y a todo el pueblo que se encontraba con él en
Jerusalén.
8 Y a Baruc, el día diez del mes de Siván, había tomado los objetos
sagrados de la Casa del Señor que habían sido llevados del Templo, con ánimo
de volverlos a llevar a la tierra de Judá; objetos de plata mandados hacer por
Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá,
9 después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a
Jeconías, a los príncipes, a los cerrajeros, a las autoridades y al pueblo de la
tierra, llevándolos a Babilonia.
10 Se les decía: Ahí os enviamos dinero; comprad con él holocaustos,
sacrificios por el pecado e incienso; haced oblaciones y ofrendas sobre el altar
del Señor Dios nuestro.
11 Rogad por la vida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y por la vida de
su hijo Baltasar, para que sean sus días como los días del cielo sobre la tierra.
12 El Señor nos dará fuerzas e iluminará nuestros ojos para vivir a la
sombra de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y a la sombra de su hijo Baltasar;
les serviremos largos días y hallaremos gracia a sus ojos.
13 Rogad también por nosotros al Señor Dios nuestro, porque hemos
pecado contra el Señor Dios nuestro, y todavía hoy no se ha retirado de nosotros
el furor y la ira del Señor.
14 Y leed este libro que os mandamos para que hagáis lectura pública en la
Casa del Señor, el día de la fiesta y en días oportunos.
15 Diréis: Al Señor Dios nuestro la justicia, a nosotros, en cambio, la
confusión del rostro, como sucede en este día; a los hombres de Judá y a los
habitantes de Jerusalén,
16 a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros
profetas y a nuestros padres.
17 Porque hemos pecado ante el Señor,
18 le hemos desobedecido y no hemos escuchado la voz del Señor Dios
nuestro siguiendo las órdenes que el Señor nos había puesto delante.
19 Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres del país de Egipto
hasta el día de hoy hemos sido indóciles al Señor Dios nuestro y prestos en desoír
su voz.
20 Por esto se nos han pegado los males y la maldición con que el Señor
conminó a su siervo Moisés el día que sacó a nuestros padres del país de Egipto
para darnos una tierra que mana leche y miel, como sucede en este día.
21 Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor Dios nuestro de acuerdo
con todas las palabras de los profetas que nos ha enviado,
22 sino que hemos sido, cada uno de nosotros según el capricho de su
perverso corazón, a servir a dioses extraños, a hacer lo malo a los ojos del Señor
Dios nuestro.

Baruc 2
1 Por eso el Señor Dios nuesro ha cumplido la palabra que había
pronunciado contra nosotros, contra nuestros jueces que juzgaron a Israel, contra
nuestros reyes y nuestros príncipes, contra los habitantes de Israel y de Judá.
2 Jamás se hizo debajo del cielo entero nada semejante a lo que hizo él en
Jerusalén, conforme está escrito en la Ley de Moisés,
3 hasta el punto de que llegamos a comer uno la carne de su propio hijo,
otro la carne de su propia hija.
4 Y los entregó el Señor en poder de todos los reinos de nuestro alrededor
para que fuesen objeto de oprobio y maldición entre todos los pueblos
circundantes donde el Señor los dispersó.
5 Hemos pasado a estar debajo y no encima, por haber pecado contra el
Señor Dios nuestro desoyendo su voz.
6 Al Señor Dios nuestro la justicia; a nosotros y a nuestros padres la
confusión del rostro, como sucede en este día.
7 Lo que el Señor había dicho contra nosotros, todos esos males nos han
sobrevenido.
8 Pero nosotros no hemos suplicado al rostro del Señor volviéndonos cada
uno de los pensamientos de su perverso corazón.
9 Por eso el Señor ha estado atento a los males y los ha descargado el
Señor sobre nosotros; porque es justo el Señor en todas las obras que nos ordenó;
10 y nosotros no hemos escuchado su voz siguiendo las órdenes que el
Señor nos había puesto delante.
11 Y ahora, oh Señor, Dios de Israel, que sacaste a tu pueblo del país de
Egipto con mano fuerte, entre señales y prodigios, con gran poder y tenso brazo,
haciéndote así un nombre como se ve en este día,
12 nosotros hemos pecado, hemos sido impíos, hemos cometido injusticia,
Señor Dios nuestro, contra todos tus decretos.
13 Que tu furor se retire de nosotros, porque hemos quedado bien pocos
entre las naciones en medio de las cuales tú nos dispersaste.
14 Escucha, Señor, nuestra oración y nuestra súplica, líbranos por ti
mismo, y haz que hallemos gracia a los ojos de los que nos deportaron,
15 para que sepa toda la tierra que tú eres el Señor Dios nuestro y que tu
Nombre se invoca sobre Israel y sobre su raza.
16 Mira, Señor, desde tu santa Casa y piensa en nosotros; inclina, Señor, tu
oído y escucha;
17 abre, Señor, tus ojos y mira que no son los muertos en el seol, aquellos
cuyo espíritu fue arrancado de sus entrañas, los que dan gloria y justicia al Señor,
18 sino el alma comada de aflición, el que camina encorvado y extenuado,
los ojos lánguidos y el alma hambrienta, esos son los que te dan gloria y justicia,
Señor.
19 No apoyados en las obras justas de nuestros padres y de nuestros reyes
derramamos nuestra súplica de piedad ante tu rostro, oh Señor Dios nuestro.
20 Porque has descargado sobre nosotros tu furor y tu ira, como habías
hablado por medio de tus siervos los profetas diciendo diciendo:
21 «Así dice el Señor: = Doblegad vuestra espalda, servid al rey de
Babilonia, = y os asentaréis en la tierra que yo di a vuestros padres.
22 Pero si no escucháis la invitación del Señor a servir al rey de Babilonia,
23 = yo haré cesar en las ciudades de Judá y en Jerusalén el canto de
alegría y el canto de alborozo, el canto del novio y el canto de la novia, y todo el
país quedará hecho un desierto, sin habitantes.» =
24 Pero nosotros no escuchamos tu invitación de servir al rey de Babilonia,
y tú entonces ha cumplido tus palabras, pronunciadas por medio de tus siervos
los profetas: que los huesos de nuestros reyes y los huesos de nuestros padres
serían sacados de sus sepulcros.
25 Y he aquí que efectivamente yacen = tirados por el suelo al calor del día
y al frío de la noche; = y ellos murieron en medio en medio de atroces
sufrimientos,de hambre, de espada y de peste;
26 y la Casa sobre la que se invoca tu Nombre la has reducido al estado en
que se encuentra en este día, a causa de la maldad de la casa de Israel y de la casa
de Judá.
27 Sin embargo has obrado con nosotros, Señor Dios nuestro, según toda tu
indulgencia y tu gran misericordia,
28 como habías hablado por medio de tu siervo Moisés, el día en que le
ordenaste escribir tu Ley en presencia de los hijos de Israel, diciendo:
29 «Si no escucháis mi voz, esta misma grande, inmensa muchedumbre
quedará reducida a un pequeño número en medio de las naciones donde yo los
dispersaré.
30 Pues bien sé que no me escucharán, porque es un pueblo de dura cerviz;
pero se convertirán en sus corazones en el país de su destierro;
31 y reconocerán entonces que yo soy el Señor su Dios. Yo les daré un
corazón y unos oídos que oigan.
32 Y ellos me alabarán en el país de su destierro, se acordarán de mi
nombre,
33 desistirán de su dura cerviz y de su perversa conducta acordándose de lo
que les sucedió a sus padres que pecaron delante del Señor.
34 Yo les volveré a la tierra que bajo juramento prometí a sus padres, a
Abraham, Isaac y Jacob, y tomarán posesión de ella. Los multiplicaré y ya no
menguarán.
35 Y estableceré con ellos una alianza eterna de ser yo su Dios y ser ellos
mi pueblo, y no volveré a arrojar ya a mi pueblo Israel de la tierra que les di.»

Baruc 3
1 Señor omnipotente, Dios de Israel, mi alma en angustia, mi espíritu
abatido es el que clama a ti.
2 Escucha, Señor, ten piedad, porque hemos pecado ante ti.
3 Pues tú te sientas en tu trono eternamente; mas nosotros por siempre
perecemos.
4 Señor omnipotente, Dios de Israel, escucha la oración los muertos de
Israel, de los hijos de aquellos que pecaron contra ti: desoyeron ellos la voz del
Señor su Dios, y por eso se han pegado a nosotros estos males.
5 No te acuerdes de las iniquidades de nuestros padres, sino acuérdate de tu
mano y de tu Nombre en esta hora.
6 Pues eres el Señor Dios nuestro, y nosotros queremos alabarte, Señor.
7 Para eso pusiste tu temor en nuestros corazones, para que invocáramos tu
Nombre. Queremos alabarte en nuestro destierro, porque hemos apartado de
nuestro corazón toda la iniquidad de nuestros padres, que pecaron ante ti.
8 Aquí estamos todavía en nuestro destierro, donde tú nos dispersaste, para
que fuésemos oprobio, maldición y condenación por todas las iniquidades de
nuestros padres que apartaron del Señor Dios nuestro.
9 Escucha, Israel, los mandamientos de vida, tiende tu oído para conocer la
prudencia.
10 ¿Por qué, Israel, por qué estás en país de enemigos, has envejecido en
un país extraño,
11 te has contaminado con cadáveres, contado entre los que bajan al seol?
12 ¡Es que abandonaste la fuente de la sabiduría!
13 Si hubieras andado por el camino de Dios, habrías vivido en paz
eternamente.
14 Aprende dónde está la prudencia, dónde la fuerza, dónde la inteligencia,
para saber al mismo tiempo dónde está la longevidad y la vida, dónde la luz de
los ojos y la paz.
15 Pero ¿quién ha encontrado su mansión, quién ha entrado en sus tesoros?
16 ¿Dónde están los príncipes de las naciones, y los que dominan las
bestias de la tierra,
17 los que juegan con las aves del cielo, los que atesoran la plata y el oro
en que confían los hombres, y cuyo afán de adquirir no tiene fin;
18 los que labran la plata con cuidado, mas no dejan rastro de sus obras?
19 Desaparecieron, bajaron al seol, y otros surgieron en su lugar.
20 Otros más jóvenes que ellos vieron la luz, y vivieron en la tierra; pero el
camino de la ciencia no lo conocieron,
21 ni comprendieron sus senderos. Sus hijos tampoco se preocuparon de
ella, quedaron lejos de su camino.
22 No se oyó hablar de ella en Canaán, ni fue vista en Temán.
23 Los hijos de Agar, que andan buscando la inteligencia en la tierra, los
mercaderes de Madián y de Temán, los autores de fábulas y los buscadores de
inteligencia, no conocieron el camino de la sabiduría ni tuvieron memoria de sus
senderos.
24 ¡Oh Israel, qué grande es la casa de Dios, qué vasto el lugar de su
dominio!
25 Grande es y sin límites, excelso y sin medida.
26 Allí nacieron los famosos gigantes antiguos, de alta estatura y expertos
en la guerra.
27 Pero no fue a éstos a quienes eligió Dios ni les enseñó el camino de la
ciencia;
28 y perecieron por no tener prudencia, por su locura perecieron.
29 ¿Quién subió al cielo y la tomó? ¿quién la hizo bajar desde las nubes?
30 ¿Quién atravesó el mar y la encontró? ¿quién la traerá a precio de oro
puro?
31 No hay quien conozca su camino, nadie imagina sus senderos.
32 Pero el que todo lo sabe la conoce, con su inteligencia la escrutó, el que
dispuso la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos,
33 el que envía la luz, y ella va, el que llama, y temblorosa le obedece;
34 brillan los astros en su puesto de guardia llenos de alegría,
35 los llama él y dicen: ¡Aquí estamos!, y brillan alegres para su Hacedor.
36 Este es nuestro Dios, ningún otro es comparable a él.
37 El descubrió el camino entero de la ciencia, y se lo enseñó a su siervo
Jacob, y a Israel su amado.
38 Después apareció ella en la tierra, y entre los hombres convivió.

Baruc 4
1 Ella es el libro de los preceptos de Dios, la Ley que subsiste eternamente:
todos los que la retienen alcanzarán la vida, mas los que la abandonan morirán.
2 Vuelve, Jacob y abrázala, camina hacia el esplendor bajo su luz.
3 No des tu gloria a otro, ni tus privilegios a nación extranjera.
4 Felices somos, Israel, pues lo que agrada al Señor se nos ha revelado.
5 ¡Animo, pueblo mío, memorial de Israel!
6 Vendidos habéis sido a las naciones, mas no para la destrucción. Por
haber provocado la ira de Dios, habéis sido entregados a los enemigos.
7 Pues irritasteis a vuestro Creador, sacrificando a los demonios y no a
Dios.
8 Olvidasteis al Dios eterno, el que os sustenta, y afligisteis a Jerusalén, la
que os crió.
9 Pues vio ella caer sobre vosotros la ira que viene de Dios, y dijo:
Escuchad, vecinas de Sión: Dios me ha enviado un gran dolor:
10 he visto el cautiverio de mis hijos y mis hijas que el Eterno hizo venir
sobre ellos.
11 Con gozo los había yo criado, y los he despedido con lágrimas y duelo.
12 Que nadie se regocije de mí, la viuda abandonada de tantos; estoy en
soledad por los pecados de mis hijos, porque se desviaron de la Ley de Dios,
13 no conocieron sus decretos, no fueron por el camino de los
mandamientos de Dios, ni siguieron las sendas de disciplina según su justicia.
14 ¡Que vengan las vecinas de Sión! Acordaos del cautiverio de mis hijos y
mis hijas, que el Eterno hizo venir sobre ellos.
15 Pues él trajo sobre ellos una nación de lejos, nación insolente, de
lenguaje extraño, que no respetó al anciano, ni del niño tuvo compasión,
16 se llevó a los hijos amados de la viuda, y la dejó sola, privada de sus
hijas.
17 Y yo ¿cómo puedo ayudaros?
18 Aquel que trajo sobre vosotros los males os librará de la mano de
vuestros enemigos.
19 Andad, hijos, andad vuestro camino, que yo me he quedado sola.
20 Me ha quitado el vestido de paz, me he puesto el sayal de mis súplicas,
clamaré al Eterno mientras viva.
21 Animo, hijos, clamad al Señor: el os librará de la tiranía y de la mano de
vuestros enemigos.
22 Yo espero del Eterno vuestra salvación, del Santo me ha venido la
alegría, por la misericordia que llegará pronto a vosotros de parte del Eterno,
vuestro Salvador.
23 Os despedí con duelo y lágrimas, pero Dios os devolverá a mí entre
contento y regocijo para siempre.
24 Y como las vecinas de Sión ven ahora vuestro cautiverio, así verán
pronto vuestra salvación de parte de Dios, que os llegará con gran gloria y
resplandor del Eterno.
25 Hijos, soportad con paciencia la ira que de parte de Dios os ha
sobrevenido. Te ha perseguido tu enemigo, pero pronto verás su ruina y en su
cerviz pondrás tu pie.
26 Mis hijos más delicados han marchado por ásperos caminos, han sido
llevados como rebaño arrebatado por enemigos.
27 ¡Animo, hijos, clamad a Dios! pues el que os trajo esto se acordará de
vosotros;
28 y como vuestro pensamiento sólo fue de alejaros de Dios, vueltos a él,
buscadle con ardor diez veces mayor.
29 Pues el que trajo sobre vosotros estos males os traerá la alegría eterna
con vuestra salvación.
30 ¡Animo, Jerusalén!: te consolará Aquel que te dio nombre.
31 Desdichados los que te hicieron daño y se alegraron de tu caída.
32 Desdichadas las ciudades a las que sirvieron tus hijos. desdichada la que
a tus hijos recibió.
33 Pues como se alegró de tu caída y de tu ruina se regocijó, así se afligirá
por su desolación.
34 Yo le quitaré su alborozo de ciudad bien poblada y en duelo se trocará
su orgullo.
35 Fuego vendrá sobre ella de parte del Eterno por largos días, y será
morada de demonios durante mucho tiempo.
36 Mira hacia Oriente, Jerusalén, y ve la alegría que te viene de Dios.
37 Mira, llegan tus hijos, a los que despediste, vuelven reunidos desde
oriente a accidente, a la voz del Santo, alegres de la gloria de Dios.

Baruc 5
1 Jerusalén, quítate tu ropa de duelo y aflición, y vístete para siempre el
esplendor de la gloria que viene de Dios.
2 Envuélvete en el manto de la justicia que procede de Dios, pon en tu
cabeza la diadema de gloria del Eterno.
3 Porque Dios mostrará tu esplendor a todo lo que hay bajo el cielo.
4 Pues tu nombre se llamará de parte de Dios para siempre: «Paz de la
Justicia» y «Gloria de la Piedad».
5 Levántate, Jerusalén, sube a la altura, tiende tu vista hacia Oriente y ve a
tus hijos reunidos desde oriente a occidente, a la voz del Santo, alegres del
recuerdo de Dios.
6 Salieron de ti a pie, llevados por enemigos, pero Dios te los devuelve
traídos con gloria, como un trono real.
7 Porque ha ordenado Dios que sean rebajados todo monte elevado y los
collados eternos, y comados los valles hasta allanar la tierra, para que Israel
marche en seguro bajo la gloria de Dios.
8 Y hasta las selvas y todo árbol aromático darán sombra a Israel por orden
de Dios.
9 Porque Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su gloria, con la
misericordia y la justicia que vienen de él. Copia de la carta que envió Jeremías a
los que iban a ser llevados cautivos a Babilonia por el rey de los babilonios, para
comunicarles lo que Dios le había ordenado.

Baruc 6
1 Por los pecados que habéis cometido delante de Dios, vais a ser llevados
cautivos a Babilonia por Nabucodonosor, rey de los babilonios.
2 Una vez llegados a Babilonia, estaréis allí muchos años y por largo
tiempo, hasta siete generaciones; pero después yo os sacaré de allí en paz.
3 Ahora vais a ver en Babilonia dioses de plata, de oro y de ma madera,
que son llevados a hombros y que infunden temor a los gentiles.
4 Estad alerta, no hagáis vosotros también como los extranjeros de modo
que os entre temor de esos dioses,
5 cuando veáis la turba delante y detrás de ellos adorándoles. Decid
entonces en vuestro interior: «A ti solo se debe adoración, Señor.»
6 Pues mi ángel está con vosotros: él tiene cuidado de vuestras vidas.
7 Porque la lengua de esos dioses ha sido limada por un artesano, y ellos,
por muy dorados y plateados que estén, son falsos y no pueden hablar.
8 Como para una joven presumida, así ellos toman oro y preparan coronas
para las cabezas de sus dioses.
9 Ocurre a veces que los sacerdotes roban a sus dioses oro y plata y lo
emplean en sus propios gastos, y llegan a dárselo incluso a las prostitutas de la
terraza.
10 Los adornan también con vestidos como si fuesen hombres, a esos
dioses de plata, oro y madera; pero éstos no se libran ni de la roña ni de los
gusanos.
11 Por muy envueltos que estén en vestidos de púrpura, tienen que lavarles
la cara, debido al polvo de la casa que los recubre espesamente.
12 Hay quien empuña el cetro como un gobernador de provincia, pero no
podría aniquilar al que le ha ofendido.
13 Otro tiene en su diestra espada y hacha, pero no puede defenderse de la
guerra ni de los ladrones.
14 Por donde bien dejan ver que no son dioses. Así que no les temáis.
15 Como el vaso que un hombre usa, cuando se rompe, se hace inservible,
así les pasa a sus dioses una vez colocados en el templo.
16 Sus ojos están llenos del polvo levantado por los pies de los que entran.
17 Lo mismo que a uno que ha ofendido al rey se le cierran bien las
puertas, como que está condenado a muerte, así los sacerdotes aseguran las casas
de estos dioses con puertas, cerrojos y trancas, para que no sean saqueados por
los ladrones.
18 Les encienden lámparas y aun más que para ellos mismos, cuando los
dioses no pueden ver ni una sola de ellas.
19 Les pasa lo mismo que a las vigas de la casa cuyo interior se dice que
está aplillado. A los gusanos que suben del suelo y los devoran, a ellos y sus
vestidos, no los sienten.
20 Sus caras están ennegrecidas por la humareda de la casa.
21 Sobre su cuerpo y sus cabezas revolotean lechuzas vencejos y otros
pájaros; y también hay gatos.
22 Por donde podéis ver que no son dioses; así que no les temáis.
23 El oro mismo con que los recubren para embellecerlos no lograría
hacerlos brillar si no hubiera quien le limpiara la herrumbre, pues ni cuando eran
fundidos se daban cuenta.
24 A enorme precio han sido comprados esos dioses en los que no hay
soplo de vida.
25 Al no tener pies, son llevados a hombros, exhibiendo así a los hombres
su propia ignominia; y quedan también en vergüenza sus servidores, porque si
aquéllos llegan a caer en tierra, tienen que ser levantados por ellos.
26 Si se les pone en pie, no pueden moverse por sí mismos; si se les tumba,
no logran enderezarse solos; como a muertos, se les presentan las ofrendas.
27 Sus víctimas las venden los sacerdotes y sacan provecho de ellas;
también sus mujeres ponen una parte en conserva, sin repartir nada al pobre ni al
enfermo; y las mujeres que acaban de dar a luz y las que están en estado de
impureza tocan sus víctimas.
28 Conociendo, pues, por todo esto que no son dioses, no les temáis.
29 ¿Cómo, en efecto, podrían llamarse dioses? Son mujeres las que
presentan ofrendas ante estos dioses de plata, oro y madera.
30 Y en sus templos los sacerdotes se están sentados, con las túnicas
desgarradas, las cabezas y las barbas rapadas y la cabeza descubierta;
31 y vocean chillando delante de sus dioses como hacen algunos en un
banquete fúnebre.
32 Los sacerdotes les quitan la vestimenta para vestir a sus mujeres y sus
hijos.
33 Si alguien les hace daño o favor, no pueden darle su merecido. Ni
pueden poner ni quitar rey.
34 Tampoco son capaces de dar ni riquezas ni dinero. Si alguien les hace
un voto y no lo cumple, no le piden cuentas.
35 Jamás libran a un hombre de la muerte, ni arrancan al débil de las
manos del poderoso.
36 No pueden devolver la vista al ciego, ni liberar al hombre que se halla
en necesidad.
37 No tienen piedad de la viuda ni hacen bien al huérfano.
38 A los peñasos sacados del monte se parecen esos maderos recubiertos
de oro y plata, y sus servidores quedan en vergüenza.
39 ¿Cómo, pues, se puede creer o afirmar que son dioses?
40 Más aún, los mismos caldeos los desacreditan cuando, al ver a un mudo
que no puede hablar, lo llevan donde Bel, pidiéndole que le devuelva el habla,
como si este dios pudiera percibir.
41 Y no pueden ellos, que piensan, abandonar a sus dioses que no sienten
nada.
42 Las mujeres, ceñidas de cuerdas, se sientan junto a los casminos
quemando como incienso el salvado,
43 y, cuando una de ellas, solicitada por algún transeúnte, se acuesta con
él, reprocha a su vecina de no haber sido hallada digna como ella y de no haber
sido rota su cuerda.
44 Todo lo que se hace en honor de ellos es engaño. ¿Cómo, pues, se puede
creer o afirmar que son dioses?
45 Han sido fabricados por artesanos y orfebres, y no son cosa que lo que
sus artífices quieren que sean.
46 Los mismos que los han fabricado no duran mucho tiempo; ¿cómo,
pues, van a ser dioses las cosas fabricadas por ellos?
47 Sólo mentira y oprobio han dejado a su posteridad.
48 Y cuando les sobrevienen guerras o calamidades, los sacerdotes
deliberan entre sí dónde esconderse con ellos.
49 ¿Cómo, pues, no darse cuenta de que no son dioses los que no pueden
salvarse a sí mismos de la guerra ni de las calamidades?
50 No siendo otra cosa que madera dorada y plateada, se reconocer
reconocerá más tarde que no son más que mentira. Para todos, naciones y reyes,
quedará claro que no son dioses, sino obras de manos de hombres, y que no hay
en ellos obra alguna de un dios.
51 ¿A quién, pues, no parecerá evidente que no son dioses?
52 No pueden poner rey en un país, ni dar a los hombres la lluvia.
53 No saben juzgar sus pleitos, ni liberar y proteger al agraviado, porque
son incapaces; como cornejas son entre el cielo y la tierra.
54 Pues si llega a prender el fuego en la casa de esos dioses de madera,
dorados y plateados, sus sacerdotes escaparán y se pondrán a salvo, pero ellos
serán, como postes, presa de las llamas.
55 Tampoco pueden resistir a rey ni a ejército enemigo.
56 ¿Cómo pues, admitir o creer que son dioses?
57 Ni de ladrones y salteadores pueden defenderse estos dioses de madera,
plateados y dorados; aquéllos, más fuertes que ellos, les quitan el oro, la plata y
la vestimenta que los recubre, y se van con ello, sin que los dioses puedan
socorrerse a sí mismos.
58 De modo que es mucho mejor ser un rey que ostenda su poder, o un
utensilio provechoso en una casa, del cual se sirve su dueño, que no estos falsos
dioses; o una puerta en una casa, que guarda cuanto hay dentro de ella, que no
estos falsos dioses; o bien un poste de madera en un palacio, que no estos falsos
dioses.
59 El sol, la luna y las estrellas, que brillan y tienen una misión, son
obedientes:
60 igualmente el relámpago, cuando aparece, es bien visible; asimismo el
viento sopla en todo país;
61 las nubes, cuando reciben de Dios la orden de recorrer toda la tierra, la
ejecutan al punto; y el fuego, enviado de lo alto a consumir montes y bosques,
hace lo que se le ha ordenado.
62 Pero aquéllos no pueden compararse a ninguna de estas cosas, ni en
presencia, ni en potentia.
63 Así que no se puede creer ni afirmar que sean dioses, puesto que no son
capaces de hacer justicia ni de proporcionar bien alguno a los hombres.
64 Sabiendo, pues, que no son dioses, no les temáis.
65 Tampoco pueden maldecir ni bendecir a los reyes;
66 ni hacer ver a las naciones señales en el cielo; ni resplandecen como el
sol, ni alumbran como la luna.
67 Las bestias valen más que ellos, porque pueden, refugiándose bajo
cubierto, ser útiles a sí mismas.
68 Por ningún lado, pues, aparece que sean dioses; así que no les temáis.
69 Como espantajo en cohombral, que no guarda nada, así son sus dioses
de madera, dorados y plateados.
70 También a un espino en un huerto, en el que todos los pájaros se posan,
o a un muerto echado en lugar oscuro, se pueden comparar sus dioses de madera,
dorados y plateados.
71 Por la púrpura y el lino que se pudre encima de ellos, conoceréis
también que no son dioses. Ellos mismos serán al fin devorados y serán un
oprobio para el país.
72 Mucho más vale, pues, el hombre justo, que no tiene ídolos; él estará
lejos del oprobio.

Eclesiástico, 25

1.Con tres cosas me adorno y me presento bella ante el Señor y ante los hombres: concordia entre hermanos, amistad entre prójimos, y marido y mujer bien avenidos.

2.Mas tres clases de gente odia mi alma, y su vida de indignación me llena: pobre altanero, rico mentiroso, y viejo adúltero, falto de inteligencia.

3.Si en la juventud no has hecho acopio, ¿cómo vas a encontrar en tu vejez?

4.¡Qué bien sienta el juicio a las canas, a los ancianos el tener consejo!

5.¡Qué bien parece la sabiduría en los viejos, la reflexión y el consejo en los ilustres!

6.Corona de los viejos es la mucha experiencia, su orgullo es el temor del Señor.

7.Nueve cosas que imagino tengo por felices en mi corazón, y una décima la diré con mi lengua: el hombre que recibe de sus hijos contento, que ve, en vida, la caída de sus enemigos.

8.Feliz quien vive con mujer juiciosa, quien no ara con un buey y un asno, quien no se desliza con su lengua, quien no sirve a amo indigno de él;

9.feliz quien ha encontrado la prudencia, y quien la expone a oídos que escuchan.

10.¡Qué grande el que ha encontrado la sabiduría! Mas no aventaja a quien teme al Señor.

11.El temor del Señor sobresale por encima de todo, el que lo posee, ¿a quién es comparable?

13.¡Cualquier herida, pero no herida del corazón! ¡cualquier maldad, pero no maldad de mujer!

14.¡Cualquier desgracia, pero no desgracia de parte de adversarios! ¡cualquier venganza, pero no venganza de enemigos!

15.No hay veneno como veneno de serpiente, ni furia como furia de enemigo.

16.Prefiero convivir con león o dragón a convivir con mujer mala.

17.La maldad de la mujer desfigura su semblante, oscurece su rostro como un oso.

18.En medio de sus vecinos se sienta su marido, y sin poder contenerse suspira amargamente.

19.Toda malicia es poca junto a la malicia de mujer, ¡que la suerte del pecador caiga sobre ella!

20.Cuesta arenosa bajo los pies de un viejo, así es la mujer habladora para un marido pacífico.

21.No te dejes llevar por belleza de mujer, por mujer no te apasiones.

22.Blanco de ira, de deshonra y gran vergüenza, eso es la mujer que mantiene a su marido.

23.Corazón abatido, rostro sombrío, herida del corazón eso es la mujer mala. Manos caídas y rodillas paralizadas, eso es la que no hace feliz a su marido.

24.Por la mujer fue el comienzo del pecado, y por causa de ella morimos todos.

25.No des salida al agua, ni a mujer mala libertad de hablar.

26.Si no camina como marca tu mano, de tu carne córtala.”

Eclesiástico 26

1 Feliz el marido de mujer buena, el número de sus días se duplicará.
2 Mujer varonil da contento a su marido, que acaba en paz la suma de
sus años.
3 Mujer buena es buena herencia, asignada a los que temen al Señor:
4 sea rico o pobre, su corazón es feliz, en todo tiempo alegre su
semblante.
5 Tres cosas hay que teme mi corazón, y una cuarta me espanta:
desunión de ciudad, motín de plebe, y falsa acusación: todo ello más penoso
que la muerte;
6 pero dolor de corazón y duelo es una mujer celosa de otra, látigo de
lengua que con todos se enzarza.
7 Yugo mal sujeto es la mujer mala, tratar de dominarla es como
agarrar un escorpión.
8 Blanco de gran ira es la mujer bebedora, no podrá ocultar su
ignominia.
9 La lujuria de la mujer se ve en la procacidad de sus ojos, en sus
párpados se reconoce.
10 Sobre hija desenvuelta refuerza la guardia, no sea que, si ve
descuido, se aproveche.
11 Guárdate de ir tras ojos descarados, no te extrañes si te llevan al
mal.
12 Cual caminante sediento abre ella la boca, y de toda agua que se
topa bebe; ante toda clavija de tienda, impúdica, se sienta, y a toda flecha
abre su aljaba.
13 La gracia de la mujer recrea a su marido, y su ciencia reconforta
sus huesos.
14 Un don del Señor la mujer silenciosa, no tiene precio la bien
educada.
15 Gracia de gracias la mujer pudorosa, no hay medida para pesar a la
dueña de sí misma.
16 Sol que sale por las alturas del Señor es la belleza de la mujer
buena en una casa en orden.
17 Lámpara que brilla en sagrado candelero es la hermosura de un
rostro sobre un cuerpo esbelto.
18 Columnas de oro sobre basas de plata, las bellas pierras sobre
talones firmes.
28 Dos cosas entristecen mi corazón y la tercera me produce mal
humor: el guerrero que desfallece de indigencia, los inteligentes cuando son
menospreciados, y el que de la justicia al pecado reincide: el Señor le
destina a la espada.
29 Difícilmente se libra de falta el negociante, el comerciante no
quedará limpio de pecado.

Eclesiástico 27

1 Por amor a la ganancia han pecado muchos, el que trata de
enriquecerse desvía la mirada.
2 Entre dos piedras juntas se planta una estaca, y entre venta y
compra se introduce el pecado.
3 Quien no se aferra enseguida al temor del Señor, pronto verá
derruida su casa.
4 Cuando la criba se sacude, quedan los desechos; así en su reflexión
se ven las vilezas del hombre.
5 El horno prueba las vasijas de alfarero, la prueba del hombre está en
su razonamiento.
6 El fruto manifiesta el cultivo del árbol; así la palabra, el del
pensamiento del corazón humano.
7 Antes que se pronuncie no elogies a nadie, que esa es la prueba de
los hombres.
8 Si persigues la justicia, la alcanzarás, y la revestirás como túnica de
gloria.
9 Los pájaros van a posarse donde sus semejantes, la verdad vuelve a
quienes la practican.
10 El león acecha a su presa, así el pecado a los que practican la
injusticia.
11 La conversación del piadoso es siempre sabiduría, mas el
insensato cambia como la luna.
12 En medio de imbéciles aguarda tu momento, entre los que piensan
demórate.
13 La conversación de los necios es algo irritante, su risa estalla en la
molicie del pecado.
14 El hablar del jurador eriza los cabellos, ante sus disputas se tapan
los oídos.
15 Disputa de orgullosos trae efusión de sangre, sus injurias son
penosas de oír.
16 Quien revela los secretos, pierde el crédito, no encontrará jamás
amigo íntimo.
17 Ama a tu amigo y confíate a él, mas si revelas sus secretos, deja de
ir tras él;
18 porque como el que mata elimina a su víctima, así has destruido la
amistad de tu compañero.
19 Como a pájaro que soltaste de tu mano, así has perdido a tu
compañero y no lo recobrarás.
20 No vayas en su busca, porque se fue lejos, huyó como gacela de la
red.
21 Que la herida puede ser vendada, y para la injuria hay
reconciliación, pero el que reveló el secreto, perdió toda esperanza.
22 Quien guiña el ojo, anda urdiendo el mal, nadie podrá apartarle de
él.
23 Ante tus ojos pone dulce su boca, y por tus palabras muestra
admiración; mas después cambia de lenguaje, y con tus palabras anda
dando escándalo.
24 Muchas cosas detesto, mas nada como a éste, y también el Señor
le detesta.
25 Quien tira una piedra al aire, sobre su propia cabeza la tira, el
golpe a traición devuelve heridas.
26 Quien cava una fosa, caerá en ella, quien tiende una red, en ella
quedará preso.
27 Quien hace el mal, lo verá caer sobre sí sin saber de dónde le
viene.
28 Escarnio y ultraje son cosa de orgulloso, mas la venganza como
león le acecha.
29 Caerán en la red los que se alegran de la caída de los piadosos, el
dolor los consumirá antes de su muerte.
30 Rencor e ira son también abominables, esa es la propiedad del
pecador.

Juan 14

1 «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí.
2 En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría
dicho; porque voy a prepararos un lugar.
3 Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os
tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.
4 Y adonde yo voy sabéis el camino.»
5 Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos
saber el camino?»
6 Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al
Padre sino por mí.
7 Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo
conocéis y lo habéis visto.»
8 Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
9 Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me
conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú:
“Muéstranos al Padre”?
10 ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las
palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en
mí es el que realiza las obras.
11 Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos,
creedlo por las obras.
12 En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las
obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre.
13 Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre
sea glorificado en el Hijo.
14 Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.
15 Si me amáis, guardaréis mis mandamientos;
16 y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con
vosotros para siempre,
17 el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque
no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros.
18 No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros.
19 Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros si me
veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis.
20 Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en
mí y yo en vosotros.
21 El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama;
y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a
él.»
22 Le dice Judas – no el Iscariote -: «Señor, ¿qué pasa para que te
vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?»
23 Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.
24 El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que
escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado.
25 Os he dicho estas cosas estando entre vosotros.
26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi
nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho.
27 Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo.
No se turbe vuestro corazón ni se acobarde.
28 Habéis oído que os he dicho: “Me voy y volveré a vosotros.” Si me
amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más
grande que yo.
29 Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda
creáis.
30 Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe
de este mundo. En mí no tiene ningún poder;
31 pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el
Padre me ha ordenado. Levantaos. Vámonos de aquí.»

Juan 15

1 «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.
2 Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da
fruto, lo limpia, para que dé más fruto.
3 Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.
4 Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el
sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así
tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
5 Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo
en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.
6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento,
y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden.
7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid
lo que queráis y lo conseguiréis.
8 La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis
discípulos.
9 Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros;
permaneced en mi amor.
10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como
yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
11 Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo
sea colmado.
12 Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros
como yo os he amado.
13 Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
15 No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su
amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi
Padre os lo he dado a conocer.
16 No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a
vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto
permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo
conceda.
17 Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.»
18 «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a
vosotros.
19 Su fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois
del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el
mundo.
20 Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su
señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han
guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán.
21 Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no
conocen al que me ha enviado.
22 Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían
pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado.
23 El que me odia, odia también a mi Padre.
24 Si no hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún otro,
no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos odian a mí y a mi Padre.
25 Pero es para que se cumpla lo que está escrito en su Ley: = Me han
odiado sin motivo. =
26 Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el
Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí.
27 Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo
desde el principio.

Juan 16

1 Os he dicho esto para que no os escandalicéis.
2 Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo
el que os mate piense que da culto a Dios.
3 Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
4 Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que
ya os lo había dicho. «No os dije esto desde el principio porque estaba yo
con vosotros.
5 Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de
vosotros me pregunta: “¿Dónde vas?”
6 Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado
de tristeza.
7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si
no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré:
8 y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado,
en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio;
9 en lo referente al pecado, porque no creen en mí;
10 en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me
veréis;
11 en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está
juzgado.
12 Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello.
13 Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad
completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os
anunciará lo que ha de venir.
14 El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a
vosotros.
15 Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo
mío y os lo anunciará a vosotros.
16 «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me
volveréis a ver.»
17 Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es
eso que nos dice: “Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco
me volveréis a ver” y “Me voy al Padre”?»
18 Y decían: «¿Qué es ese “poco”? No sabemos lo que quiere decir.»
19 Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis
preguntándoos acerca de lo que he dicho: “Dentro de poco no me veréis y
dentro de otro poco me volveréis a ver?”
20 «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el
mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en
gozo.
21 La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su
hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el
gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.
22 También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se
alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar.
23 Aquel día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo:
lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre.
24 Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y
recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado.
25 Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no
os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del
Padre.
26 Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al
Padre por vosotros,
27 pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que
salí de Dios.
28 Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el
mundo y voy al Padre.»
29 Le dicen sus discípulos: «Ahora sí que hablas claro, y no dices
ninguna parábola.
30 Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te
pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios.»
31 Jesús les respondió: «¿Ahora creéis?
32 Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis
cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el
Padre está conmigo.
33 Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo
tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo.»

Juan 17

1 Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado
la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti.
2 Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también
vida eterna a todos los que tú le has dado.
3 Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero,
y al que tú has enviado, Jesucristo.
4 Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me
encomendaste realizar.
5 Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu
lado antes que el mundo fuese.
6 He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado
tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu
Palabra.
7 Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti;
8 porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las
han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han
creído que tú me has enviado.
9 Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has
dado, porque son tuyos;
10 y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido
glorificado en ellos.
11 Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo
voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que
sean uno como nosotros.
12 Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me
habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de
perdición, para que se cumpliera la Escritura.
13 Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan
en sí mismos mi alegría colmada.
14 Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son
del mundo, como yo no soy del mundo.
15 No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del
Maligno.
16 Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo.
17 Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad.
18 Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al
mundo.
19 Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean
santificados en la verdad.
20 No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio
de su palabra, creerán en mí,
21 para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que
ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has
enviado.
22 Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como
nosotros somos uno:
23 yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el
mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como
me has amado a mí.
24 Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén
también conmigo, para que contemplan mi gloria, la que me has dado,
porque me has amado antes de la creación del mundo.
25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y
éstos han conocido que tú me has enviado.
26 Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a
conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en
ellos.»

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