# 145

Daniel 8

1 El año tercero del reinado del rey Baltasar, yo, Daniel, tuve una
visión después de la tenida anteriormente.
2 Miré durante la visión y me veía en Susa, la plaza fuerte que está en
la provincia de Elam; en la visión miré, y me encontraba en la puerta del
Ulay.
3 Levanté los ojos para ver, y vi un carnero que estaba delante de la
puerta. Tenía dos cuernos; los dos cuernos eran altos, pero uno más que otro
y el más alto había despuntado el último.
4 Vi que el carnero acometía contra el oeste, el norte y el sur. Ninguna
bestia podía resistirle, nada podía escapar a su poder. Hacía lo que le
parecía y así se hizo grande.
5 Estaba yo cavilando, y he aquí que un macho cabrío vino de
occidente, recorriendo la tierra entera sin tocar el suelo; este macho cabrío
tenía un cuerno «magnífico» entre los ojos.
6 Vino donde el carnero de dos cuernos que yo había visto en pie
delante de la puerta y corrió hacia él con todo el ardor de su fuerza.
7 Vi cómo alcanzaba al carnero, enfurecido contra él; embistió al
carnero, y le rompió los dos cuernos, sin que el carnero tuviera fuerzas para
resistirle; lo echó por tierra y lo pisoteó; no había nadie que librara al
carnero de su mano.
8 El macho cabrío se hizo muy grande, pero cuando estaba en la
plenitud de su poder, el gran cuerno se rompió y en su lugar despuntaron
cuatro «magníficos» en la dirección de los cuatro vientos del cielo.
9 De uno de ellos salió un cuerno, pequeño, que creció mucho en
dirección del sur, del oriente y de la Tierra del Esplendor.
10 Creció hasta el ejército del cielo, precipitó en tierra parte del
ejército y de las estrellas, y las pisoteó con sus pies.
11 Llegó incluso hasta el Jefe del ejército, abolió el sacrificio perpetuo
y sacudió el cimiento de su santuario
12 y al ejército; en el lugar del sacrificio puso la iniquidad y tiró por
tierra la verdad; así obró y le acompañó el éxito.
13 Oí entonces a un santo que hablaba, y a otro santo que decía al que
hablaba: «¿Hasta cuándo la visión: el sacrificio perpetuo, la iniquidad
desoladora, el santuario y el ejército pisoteados?»
14 Le respondió: «Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas: después
será reivindicado el santuario.»
15 Mientras yo, Daniel, contemplaba esta visión y trataba de
comprenderla, vi de pronto delante de mí como una apariencia de hombre,
16 y oí una voz de hombre, sobre el Ulay, que gritaba: «Gabriel,
explícale a éste la visión.»
17 El se acercó al lugar donde yo estaba y, cuando llegó, me aterroricé
y caí de bruces. Me dijo: «Hijo de hombre, entiende: la visión se refiere al
tiempo del Fin.»
18 Mientras él me hablaba, yo me desvanecí, rostro en tierra. El me
tocó y me hizo incorporarme donde estaba.
19 Luego dijo: «Mira, voy a manifestarte lo que ocurrirá al fin de la
Ira, porque el Fin está fijado.
20 El carnero que has visto, sus dos cuernos, son los reyes de los
medos y los persas.
21 El macho cabrío velludo es el rey de Yaván; el cuerno grande entre
sus ojos, es el primer rey.
22 El cuerno roto y los cuatro cuernos que despuntaron en su lugar,
son cuatro reinos salidos de su nación, pero que no tendrán su fuerza.
23 «Y al término de su reino, cuando lleguen al colmo los pecados,
surgirá un rey, insolente y hábil en engaños.
24 Se hará poderosa su fuerza – mas no por su fuerza misma – tramará
cosas inauditas, prosperará en sus empresas, destruirá a poderosos y al
pueblo de los santos.
25 Y, por su habilidad, triunfará el engaño entre sus manos. Se
exaltará en su corazón, y por sorpresa destruirá a muchos. Se alzará contra
el Príncipe de los Príncipes, pero – sin que mano alguna intervenga – será
quebrantado.
26 Es verdad la visión de las tardes y mañanas que se ha dicho, mas tú
guarda en secreto la visión, pues habrá aún para muchos días.»
27 Yo, Daniel, desfallecí y estuve enfermo unos cuantos días. Luego
me levanté para ocuparme de los asuntos del rey. Seguía perplejo por la
visión, que no se podía comprender.

Daniel 9

1 El año primero de Darío, hijo de Asuero, de la raza de los medos,
que subió al trono del reino de Caldea,
2 el año primero de su reinado, yo, Daniel, me puse a investigar en las
Escrituras sobre el número de años que, según la palabra de Yahveh
dirigida al profeta Jeremías, debían pasar sobre las ruinas de Jerusalén, a
saber setenta años.
3 Volví mi rostro hacia el Señor Dios para implorarle con oraciones y
súplicas, en ayuno, sayal y ceniza.
4 Derramé mi oración a Yahveh mi Dios, y le hice esta confesión:
«¡Ah, señor, Dios grande y temible, que guardas la Alianza y el amor a los
que te aman y observan tus mandamientos.
5 Nosotros hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos sido
malos, no hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de
tus normas.
6 No hemos escuchado a tus siervos los profetas que en tu nombre
hablaban a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres, a todo el
pueblo de la tierra.
7 A ti, Señor, la justicia, a nosotros la vergüenza en el rostro, como
sucede en este día, a nosotros, a los hombres de Judá, a los habitantes de
Jerusalén y a Israel entero, próximos y lejanos, en todos los países donde tú
los dispersaste a causa de las infidelidades que cometieron contra ti.
8 Yahveh, a nosotros la vergüenza, a nuestros reyes, a nuestros
príncipes, a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti.
9 Al Señor Dios nuestro, la piedad y el perdón, porque nos hemos
rebelado contra él,
10 y no hemos escuchado la voz de Yahveh nuestro Dios para seguir
sus leyes, que él nos había dado por sus siervos los profetas.
11 Todo Israel ha transgredido tu ley, ha desertado sin querer escuchar
tu voz, y sobre nosotros han caído la maldición y la imprecación escritas en
la ley de Moisés, siervo de Dios, porque hemos pecado contra él.
12 El ha cumplido las palabras que había pronunciado contra nosotros
y contra los príncipes que nos gobernaban: que haría venir sobre nosotros
una calamidad tan grande como no habría jamás bajo el cielo otra mayor
que la que alcanzara a Jerusalén.
13 Según está escrito en la ley de Moisés, toda esta calamidad nos ha
sobrevenido, pero nosotros no hemos aplacado el rostro de Yahveh nuestro
Dios, convirtiéndonos de nuestras iniquidades y aprendiendo a conocer tu
verdad.
14 Yahveh ha estado atento a esta calamidad, la ha descargado sobre
nosotros. Porque es justo Yahveh nuestro Dios en todas las obras que ha
hecho, pero nosotros no hemos escuchado su voz.
15 Y ahora, Señor Dios nuestro, que con mano fuerte sacaste a tu
pueblo del país de Egipto y te granjeaste con ello un nombre que dura hasta
el presente, nosotros hemos pecado, hemos sido malos.
16 Señor, por todas tus justicias, retira tu cólera y tu furor de
Jerusalén, tu ciudad, monte santo tuyo; pues, a causa de nuestros pecados y
de las iniquidades de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el escarnio
de todos los que nos circundan.
17 Y ahora, oh Dios nuestro, escucha la oración de tu siervo y sus
súplicas. Ilumine tu rostro tu santuario desolado, ¡por ti mismo, Señor!
18 Inclina, Dios mío, tu oído y escucha. Abre tus ojos y mira nuestras
ruinas y la ciudad sobre la cual se invoca tu nombre. No, no nos apoyamos
en nuestras obras justas para derramar ante ti nuestras súplicas, sino en tus
grandes misericordias.
19 ¡Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ¡Señor, atiende y obra! ¡No
tardes más, por ti mismo, Dios mío, pues tu nombre se invoca sobre tu
ciudad y sobre tu pueblo.»
20 Todavía estaba yo hablando, haciendo mi oración, confesando mis
pecados y los pecados de mi pueblo Israel, y derramando mi súplica ante
Yahveh mi Dios, por el santo monte de mi Dios;
21 aún estaba hablando en oración, cuando Gabriel, el personaje que
yo había visto en visión al principio, vino volando donde mí a la hora de la
oblación de la tarde.
22 Vino y me habló. Dijo: «Daniel, he salido ahora para ilustrar tu
inteligencia.
23 Desde el comienzo de tu súplica, una palabra se emitió y yo he
venido a revelártela, porque tú eres el hombre de las predilecciones.
Comprende la palabra, entiende la visión:
24 Setenta semanas están fijadas sobre tu pueblo y tu ciudad santa
para poner fin a la rebeldía, para sellar los pecados, para expiar la culpa,
para instaurar justicia eterna, para sellar visión y profecía, para ungir el
santo de los santos.
25 «Entiende y comprende: Desde el instante en que salió la orden de
volver a construir Jerusalén, hasta un Príncipe Mesías, siete semanas y
sesenta y dos semanas, plaza y foso serán reconstruidos, pero en la angustia
de los tiempos.
26 Y después de las sesenta y dos semanas un mesías será suprimido,
y no habrá para él… y destruirá la ciudad y el santuario el pueblo de un
príncipe que vendrá. Su fin será en un cataclismo y, hasta el final, la guerra
y los desastres decretados.
27 El concertará con muchos una firme alianza una semana; y en
media semana hará cesar el sacrificio y la oblación, y en el ala del Templo
estará la abominación de la desolación, hasta que la ruina decretada se
derrame sobre el desolador.»

Daniel 10

1 El año tercero de Ciro, rey de Persia, una palabra fue revelada a
Daniel, por sobrenombre Beltsassar. Palabra verdadera: gran lucha. El
comprendió la palabra; le fue dada en visión su inteligencia.
2 En aquel tiempo, yo, Daniel, hice penitencia durante tres semanas:
3 no comí alimento sabroso; ni carne ni vino entraron en mi boca, ni
me ungí, hasta el término de estas tres semanas.
4 El día veinticuatro del primer mes, estando a orillas del río grande,
el Tigris,
5 levanté los ojos para ver. Vi esto: Un hombre vestido de lino,
ceñidos los lomos de oro puro:
6 su cuerpo era como de crisólito, su rostro, como el aspecto del
relámpago, sus ojos como antorchas de fuego, sus brazos y sus piernas
como el fulgor del bronce bruñido, y el son de sus palabras como el ruido
de una multitud.
7 Sólo yo, Daniel, contemplé esta visión: los hombres que estaban
conmigo no veían la visión, pero un gran temblor les invadió y huyeron a
esconderse.
8 Quedé yo solo contemplando esta gran visión; estaba sin fuerzas; se
demudó mi rostro, desfigurado, y quedé totalmente sin fuerzas.
9 Oí el son de sus palabras y, al oírlo, caí desvanecido, rostro en tierra.
10 En esto una mano me tocó, haciendo castañear mis rodillas y las
palmas de mis manos.
11 Y me dijo: «Daniel, hombre de las predilecciones, comprende las
palabras que voy a decirte, e incorpórate, porque yo he sido enviado ahora
donde ti.» Al decirme estas palabras me incorporé temblando.
12 Luego me dijo: «No temas, Daniel, porque desde el primer día en
que tú intentaste de corazón comprender y te humillaste delante de tu Dios,
fueron oídas tus palabras, y precisamente debido a tus palabras he venido
yo.
13 El Príncipe del reino de Persia me ha hecho resistencia durante
veintiún días, pero Miguel, uno de los Primeros Príncipes, ha venido en mi
ayuda. Le he dejado allí junto a los reyes de Persia
14 y he venido a manifestarte lo que le ocurrirá a tu pueblo al fin de
los días. Porque hay todavía una visión para esos días.»
15 Al decirme estas palabras, di con mi rostro en tierra y quedé en
silencio;
16 y he aquí que una figura de hijo de hombre me tocó los labios. Abrí
la boca para hablar y dije a aquel que estaba delante de mí: «Señor mío,
ante esta visión la angustia me invade y ya no tengo fuerzas.
17 Y ¿cómo este siervo de mi Señor podría hablar con mi Señor,
cuando ahora las fuerzas me faltan y ni aliento me queda?»
18 El que tenía aspecto de hombre me tocó de nuevo y me reanimó.
19 Me dijo: «No temas, hombre de las predilecciones; la paz sea
contigo, cobra fuerza y ánimo.» Y, mientras me hablaba, me sentí
reanimado y dije: «Hable mi Señor, porque me has confortado.»
20 Me dijo entonces: «¿Sabes por qué he venido donde ti? Y ahora
volveré a luchar con el Príncipe de Persia: cuando haya terminado, verás
que viene el Príncipe de Yaván.
21 Pero voy a revelarte lo que está consignado en el Libro de la
Verdad. Nadie me presta ayuda para esto, excepto Miguel, vuestro Príncipe,

Daniel 11

1 mi apoyo para darme ayuda y sostenerme.
2 Pero ahora voy a revelarte la verdad. «Mira: En Persia habrá todavía
tres reyes; el cuarto tendrá más riquezas que todos ellos, y cuando por su
riqueza se haya hecho poderoso provocará a todos los reinos de Yaván.
3 Surgirá entonces un rey valeroso que dominará en un gran imperio y
actuará a placer.
4 En trance de engrandecerse, su reino será quebrantado y repartido a
los cuatros vientos del cielo, pero no entre su descendencia ni con un
dominio como el que él había ejercido, porque su reino será extirpado y
entregado a otros distintos de aquélla.
5 «El rey del Mediodía se hará fuerte; uno de sus príncipes se hará
más fuerte que él y tendrá un imperio mayor que el suyo.
6 Algunos años después concertarán una alianza, y la hija del rey del
Mediodía vendrá donde el rey del Norte para realizar el convenio. Pero no
resistirá la fuerza de su brazo, ni subsistirá su descendencia: será entregada,
ella y las personas de su séquito, así como su hijo y el que era su apoyo. En
aquel tiempo,
7 se alzará en su lugar un retoño de sus raíces, que vendrá contra el
ejército, entrará en la fortaleza del rey del Norte, y los tratará como
vencedor.
8 Sus mismos dioses, sus estatuas y sus objetos preciosos de plata y
oro serán el botín que se llevará a Egipto, y durante algunos años se
mantendrá a distancia del rey del Norte.
9 Este entrará en el reino del rey del Mediodía y luego regresará a su
país.
10 Sus hijos se prepararán para la guerra y reunirán una gran multitud
de tropas, y él vendrá, irrumpirá como un río, pasará y se levantará de
nuevo en guerra hasta su fortaleza.
11 Entonces el rey del Mediodía, montando en cólera, saldrá a
combatir contra el rey del Norte, que movilizará una gran multitud; pero
esta multitud caerá en sus manos.
12 La multitud quedará aniquilada; su corazón se exaltará entonces,
aplastará a miríadas de hombres, pero no durará su fuerza.
13 El rey del Norte volverá a la carga después de movilizar una
multitud más numerosa que la primera, y al cabo de algunos años irrumpirá
con un gran ejército y abundante aparato.
14 Por entonces se levantarán muchos contra el rey del Mediodía y los
violentos de entre los de tu pueblo se alzarán con ánimo de cumplir la
visión, pero fracasarán.
15 Vendrá el rey del Norte, levantará trincheras y tomará una ciudad
fortificada. Los brazos del rey del Mediodía no resistirán; ni siquiera lo
mejor del pueblo tendrá fuerzas para resistir.
16 Aquel que avanza contra él le tratará a su capricho, sin que haya
quien pueda resistirle: se establecerá en la Tierra del Esplendor, llevando en
sus manos la destrucción.
17 Concebirá el proyecto de subyugar su reino entero; luego hará un
pacto con él dándole una hija de las mujeres con el fin de destruirle, pero
esto no se logrará ni resultará así.
18 Entonces se volverá hacia las islas y tomará un buen número de
ellas; pero un magistrado pondrá fin a su ultraje sin que él pueda devolverle
el ultraje.
19 «Luego se volverá hacia los baluartes de su país, pero tropezará,
caerá y no se le encontrará más.
20 En su lugar surgirá otro, que enviará un exactor contra el esplendor
real: en pocos días será destruido, mas no en público ni en guerra.
21 «En su lugar se levantará un miserable, a quien no se le darán los
honores reales. Se insinuará astutamente y se apoderará del reino por
intrigas.
22 Las fuerzas invasoras se hundirán ante él y serán destruidas, así
como también el Príncipe de una alianza.
23 Por medio de sus cómplices obrará con engaño y, aunque con poca
gente, se irá haciendo fuerte.
24 Invadirá a placer los lugares ricos de la provincia y hará lo que no
habían hecho ni sus padres ni los padres de sus padres: distribuirá entre
ellos botín, despojos y riquezas, y tramará maquinaciones contra las
fortalezas, aunque sólo por un tiempo.
25 «Incitará su fuerza y su corazón contra el rey del Mediodía con un
gran ejército. El rey del Mediodía saldrá a la guerra con un ejército muy
grande y muy poderoso, pero no podrá resistir, pues se tramarán contra él
maquinaciones.
26 Y los mismos que compartían sus manjares le destruirán; su
ejército quedará hundido y caerán muchos muertos.
27 «En cuanto a los dos reyes, su corazón lleno de maldad, incluso
sentados a la misma mesa, sólo se dirán mentiras; pero no lograrán nada,
porque el tiempo fijado está aún por venir.
28 El volverá a su país con grandes riquezas, su corazón contra la
Alianza santa; actuará y luego regresará a su país.
29 Llegado el momento, volverá de nuevo hacia el Mediodía, pero
esta vez no resultará como la primera.
30 Vendrán contra él las naves de los Kittim, y se desanimará.
Volverá atrás y se encorajinará furiosamente contra la Alianza santa, y una
vez más tendrá en consideración a los que abandonen la Alianza santa.
31 «De su parte surgirán fuerzas armadas, profanarán el santuario –
ciudadela, abolirán el sacrificio perpetuo y pondrán allí la abominación de
la desolación.
32 A los violadores de la Alianza los corromperá con halagos, pero el
pueblo de los que conocen a su Dios se mantendrá firme y actuará.
33 Los doctos del pueblo instruirán a la multitud; mas sucumbirán
bajo la espada y la llama, la cautividad y la expoliación, durante algún
tiempo.
34 Cuando sucumban, recibirán poca ayuda; y muchos se unirán a
ellos traidoramente.
35 Entre los doctos sucumbirán algunos, para que entre ellos haya
quienes sean purgados, lavados y blanqueados, hasta el tiempo del Fin,
porque el tiempo fijado está aún por venir.
36 «El rey actuará a placer; se engreirá y se exaltará por encima de
todos los dioses, y contra el Dios de los dioses proferirá cosas inauditas;
prosperará hasta que se haya colmado la Ira, – porque lo que está decidido
se cumplirá.
37 No hará caso de los dioses de sus padres, no se cuidará del favorito
de las mujeres ni de ningún otro dios; sólo a sí mismo se exaltará por
encima de todos.
38 En su lugar venerará al dios de las fortalezas; venerará con oro y
plata, piedras preciosas y joyas, a un dios a quien sus padres no conocieron.
39 Pondrá como defensores de las fortalezas al pueblo de un dios
extranjero; a los que le reconozcan, les colmará de honores dándoles
dominio sobre muchos y repartiéndoles la tierra como recompensa.
40 «Al tiempo del Fin, el rey del Mediodía se enfrentará a él; el rey
del Norte irrumpirá contra aquél con carros, jinetes y numerosas naves.
Entrará en sus tierras, las invadirá y atravesará.
41 Vendrá a la Tierra del Esplendor, donde caerán muchos, pero de
sus manos escaparán los siguientes: Edom, Moab y los restos de los
ammonitas.
42 «Extenderá su mano sobre los países: ni el país de Egipto escapará.
43 Se apoderará de los tesoros de oro y plata y de todos los objetos
preciosos de Egipto. Libios y kusitas le seguirán.
44 Pero noticias venidas del Oriente y del Norte le turbarán; saldrá
entonces con gran furor, con ánimo de destruir y exterminar a muchos.
45 Plantará sus tiendas reales entre el mar y el santo monte de la
Tierra del Esplendor. Entonces llegará a su fin y nadie vendrá en su ayuda.

Daniel 12

1 «En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que defiende a los
hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de angustia como no habrá habido
hasta entonces otro desde que existen las naciones. En aquel tiempo se
salvará tu pueblo: todos los que se encuentren inscritos en el Libro.
2 Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán,
unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno.
3 Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que
enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.
4 «Y tú, Daniel, guarda en secreto estas palabras y sella el libro hasta
el tiempo del Fin. Muchos andarán errantes acá y allá, y la iniquidad
aumentará.»
5 Yo, Daniel, miré y vi a otros dos que estaban de pie a una y otra
parte del río.
6 Uno de ellos dijo al hombre vestido de lino que estaba sobre las
aguas del río: «¿Cuándo será el cumplimiento de estas maravillas?»
7 Y oí al hombre vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río,
jurar, levantando al cielo la mano derecha y la izquierda, por Aquel que
vive eternamente: «Un tiempo, tiempos y medio tiempo, y todas estas cosas
se cumplirán cuando termine el quebrantamiento de la fuerza del Pueblo
santo.»
8 Yo oí, pero no comprendí. Luego dije: «Señor mío, ¿cuál será la
última de estas cosas?»
9 Dijo: «Anda, Daniel, porque estas palabras están cerradas y selladas
hasta el tiempo del Fin.
10 Muchos serán lavados, blanqueados y purgados; los impíos
seguirán haciendo el mal; ningún impío comprenderá nada; sólo los doctos
comprenderán.
11 Contando desde el momento en que sea abolido el sacrificio
perpetuo e instalada la abominación de la desolación: mil doscientos
noventa días.
12 Dichoso aquel que sepa esperar y alcance mil trescientos treinta y
cinco días.
13 Y tú, vete a descansar; te levantarás para recibir tu suerte al Fin de
los días.»

Daniel 13

1 Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín.
2 Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jilquías, que
era muy bella y temerosa de Dios;
3 sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de
Moisés.
4 Joaquín era muy rico, tenía un jardín contiguo a su casa, y los
judíos solían acudir donde él, porque era el más prestigioso de todos.
5 Aquel año habían sido nombrados jueces dos ancianos, escogidos
entre el pueblo, de aquellos de quienes dijo el Señor: «La iniquidad salió en
Babilonia de los ancianos y jueces que se hacían guías del pueblo.»
6 Venían éstos a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían
algún litigio se dirigían a ellos.
7 Cuando todo el mundo se había retirado ya, a mediodía, Susana
entraba a pasear por el jardín de su marido.
8 Los dos ancianos, que la veían entrar a pasear todos los días,
empezaron a desearla.
9 Perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus
justos juicios.
10 Estaban, pues, los dos apasionados por ella, pero no se descubrían
mutuamente su tormento,
11 por vergüenza de confesarse el deseo que tenían de unirse a ella,
12 y trataban afanosamente de verla todos los días.
13 Un día, después de decirse el uno al otro: «Vamos a casa, que es
hora de comer», salieron y se fueron cada uno por su lado.
14 Pero ambos volvieron sobre sus pasos y se encontraron de nuevo
en el mismo sitio. Preguntándose entonces mutuamente el motivo, se
confesaron su pasión y acordaron buscar el momento en que pudieran
sorprender a Susana a solas.
15 Mientras estaban esperando la ocasión favorable, un día entró
Susana en el jardín como los días precedentes, acompañada solamente de
dos jóvenes doncellas, y como hacía calor quiso bañarse en el jardín.
16 No había allí nadie, excepto los dos ancianos que, escondidos,
estaban al acecho.
17 Dijo ella a las doncellas: «Traedme aceite y perfume, y cerrad las
puertas del jardín, para que pueda bañarme.»
18 Ellas obedecieron, cerraron las puertas del jardín y salieron por la
puerta lateral para traer lo que Susana había pedido; no sabían que los
ancianos estaban escondidos.
19 En cuanto salieron las doncellas, los dos ancianos se levantaron,
fueron corriendo donde ella,
20 y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve.
Nosotros te deseamos; consiente, pues, y entrégate a nosotros.
21 Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que estaba contigo un
joven y que por eso habías despachado a tus doncellas.»
22 Susana gimió: «¡Ay, qué aprieto me estrecha por todas partes! Si
hago esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no escaparé de vosotros.
23 Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo hecho
que pecar delante del Señor.»
24 Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Los dos ancianos
gritaron también contra ella,
25 y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín.
26 Al oír estos gritos en el jardín, los domésticos se precipitaron por
la puerta lateral para ver qué ocurría,
27 y cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron
muy confundidos, porque jamás se había dicho una cosa semejante de
Susana.
28 A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de
Joaquín, su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos de pensamientos
inicuos contra Susana para hacerla morir.
29 Y dijeron en presencia del pueblo: «Mandad a buscar a Susana,
hija de Jilquías, la mujer de Joaquín.» Mandaron a buscarla,
30 y ella compareció acompañada de sus padres, de sus hijos y de
todos sus parientes.
31 Susana era muy delicada y de hermoso aspecto.
32 Tenía puesto el velo, pero aquellos miserables ordenaron que se le
quitase el velo para saciarse de su belleza.
33 Todos los suyos lloraban, y también todos los que la veían.
34 Los dos ancianos, levantándose en medio del pueblo, pusieron sus
manos sobre su cabeza.
35 Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía
puesta su confianza en Dios.
36 Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros nos paseábamos solos
por el jardín, entró ésta con dos doncellas. Cerró las puertas y luego
despachó a las doncellas.
37 Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se
acostó con ella.
38 Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver esta
iniquidad, fuimos corriendo donde ellos.
39 Los sorprendimos juntos, pero a él no pudimos atraparle porque
era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó.
40 Pero a ésta la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven.
41 No quiso revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.» La
asamblea les creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la
condenaron a muerte.
42 Entonces Susana gritó fuertemente: «Oh Dios eterno, que conoces
los secretos, que todo lo conoces antes que suceda,
43 tú sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y
ahora voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado
contra mí.»
44 El Señor escuchó su voz
45 y, cuando era llevada a la muerte, suscitó el santo espíritu de un
jovencito llamado Daniel,
46 que se puso a gritar: «¡Yo estoy limpio de la sangre de esta
mujer!»
47 Todo el pueblo se volvió hacia él y dijo: «¿Qué significa eso que
has dicho?»
48 El, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, hijos de
Israel, para condenar sin investigación y sin evidencia a una hija de Israel?
49 ¡Volved al tribunal, porque es falso el testimonio que éstos han
levantado contra ella!»
50 Todo el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a
Daniel: «Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, ya que
Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad.»
51 Daniel les dijo entonces: «Separadlos lejos el uno del otro, y yo les
interrogaré.»
52 Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo:
«Envejecido en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu
vida pasada,
53 dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y
absolvías a los culpables, siendo así que el Señor dice: “No matarás al
inocente y al justo.”
54 Conque, si la viste, dinos bajo qué árbol los viste juntos.»
Respondió él: «Bajo una acacia.»
55 «En verdad – dijo Daniel – contra tu propia cabeza has mentido,
pues ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte por
el medio.»
56 Retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que
no de Judá; la hermosura te ha descarriado y el deseo ha pervertido tu
corazón!
57 Así tratabais a las hijas de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban
a vosotros. Pero una hija de Judá no ha podido soportar vuestra iniquidad.
58 Ahora pues, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste juntos?» El
respondió: «Bajo una encina.»
59 En verdad, dijo Daniel, tú también has mentido contra tu propia
cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para partirte
por el medio, a fin de acabar con vosotros.»
60 Entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a
Dios que salva a los que esperan en él.
61 Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes, por su
propia boca, había convencido Daniel de falso testimonio
62 y, para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la misma pena que
ellos habían querido infligir a su prójimo: les dieron muerte, y aquel día se
salvó una sangre inocente.
63 Jilquías y su mujer dieron gracias a Dios por su hija Susana, así
como Joaquín su marido y todos sus parientes, por el hecho de que nada
indigno se había encontrado en ella.
64 Y desde aquel día en adelante Daniel fue grande a los ojos del
pueblo.

Daniel 14

1 El rey Astiages fue a reunirse con sus padres, y le sucedió Ciro el
Persa.
2 Daniel era comensal del rey y más honrado que ningún otro de sus
amigos.
3 Tenían los babilonios un ídolo, llamado Bel, con el que se gastaban
cada día doce artabas de flor de harina, cuarenta ovejas y seis medidas de
vino.
4 El rey también le veneraba y todos los días iba a adorarle. Daniel,
en cambio, adoraba a su Dios.
5 El rey le dijo: «¿Por qué no adoras a Bel?» El respondió: «Porque
yo no venero a ídolos hechos por mano humana, sino solamente al Dios
vivo que hizo el cielo y la tierra y que tiene poder sobre toda carne.»
6 Díjole el rey: ¿Crees que Bel no es un dios vivo? ¿No ves todo lo
que come y bebe a diario?»
7 Daniel se echó a reír: «Oh rey, no te engañes – dijo -, por dentro es
de arcilla y por fuera de bronce, y eso no ha comido ni bebido jamás.»
8 Entonces el rey, montando en cólera, mandó llamar a sus sacerdotes
y les dijo: «Si no me decís quién es el que come este dispendio, moriréis;
pero si demostráis que el que lo come es Bel, morirá Daniel por haber
blasfemado contra Bel.»
9 Daniel dijo al rey: «¡Hágase según tu palabra!» Eran setenta los
sacerdotes de Bel, sin contar las mujeres y los hijos.
10 El rey se dirigió, pues, con Daniel al templo de Bel,
11 y los sacerdotes de Bel le dijeron: «Mira, nosotros vamos a salir de
aquí; tú, oh rey, manda poner la comida y el vino mezclado; luego cierra la
puerta y séllada con tu anillo; si mañana por la mañana, cuando vuelvas, no
encuentras que Bel se lo ha comido todo, moriremos nosotros; en caso
contrario, morirá Daniel que nos ha calumniado.»
12 Estaban ellos tranquilos, porque se habían hecho una entrada
secreta debajo de la mesa y por allí entraban normalmente a llevarse las
ofrendas.
13 En cuanto salieron y el rey depositó la comida ante Bel,
14 Daniel mandó a sus criados que trajeran ceniza y la esparcieran
por todo el suelo del templo, sin más testigo que el rey. Luego salieron,
cerraron la puerta, la sellaron con el anillo real, y se fueron.
15 Los sacerdotes vinieron por la noche, como de costumbre, con sus
mujeres y sus hijos, y se lo comieron y bebieron todo.
16 El rey se levantó muy temprano y Daniel con él.
17 El rey le preguntó: «Daniel, ¿están intactos los sellos?» –
«Intactos, oh rey», respondió él.
18 Nada más abierta la puerta, el rey echó una mirada a la mesa y
gritó en alta voz: «¡Grande eres, Bel, y no hay en ti engaño alguno!»
19 Daniel se echó a reír y, deteniendo al rey para que no entrara más
adentro, le dijo: «Mira, mira al suelo, y repara de quién son esas huellas.»
20 – «Veo huellas de hombres, de mujeres y de niños», dijo el rey;
21 y, montando en cólera, mandó detener a los sacerdotes con sus
mujeres y sus hijos. Ellos le mostraron entonces la puerta secreta por la que
entraban a consumir lo que había sobre la mesa.
22 Y el rey mandó matarlos y entregó a Bel en manos de Daniel, el
cual lo destruyó, así como su templo.
23 Habían también una gran serpiente a la que los babilonios
veneraban.
24 El rey dijo a Daniel: «¿Vas a decir también que ésta es de bronce?
Mira, está viva y come y bebe: no puedes decir que no es un dios vivo; así
que adórale.»
25 Daniel respondió: «Yo adoro sólo al Señor mi Dios; él es el Dios
vivo. Mas tú, oh rey, dame permiso y yo mataré a esta serpiente sin espada
ni estaca.»
26 Dijo el rey: «Te lo doy.»
27 Daniel tomó entonces pez, grasa y pelos, lo coció todo junto e hizo
con ello unas bolitas que echó en las fauces de la serpiente; la serpiente las
tragó y reventó. Y dijo Daniel: «¡Mirad qué es lo que veneráis!»
28 Al enterarse los babilonios, se enfurecieron mucho; se amotinaron
contra el rey y dijeron: «El rey se ha hecho judío: ha destruido a Bel, ha
matado a la serpiente, y a los sacerdotes los ha asesinado.»
29 Fueron, pues, a decir al rey: «Entréganos a Daniel; si no, te
mataremos a ti y a toda tu casa.»
30 Ante esta gran violencia, el rey se vio obligado a entregarles a
Daniel.
31 Ellos le echaron en el foso de los leones, donde estuvo seis días.
32 Había en el foso siete leones a los que se les daba diariamente dos
cadáveres y dos carneros; entonces no se les dio nada, para que devoraran a
Daniel.
33 Estaba a la sazón en Judea el profeta Habacuc: acababa de
preparar un cocido y de desmenuzar pan en un plato, y se dirigía al campo a
llevárselo a los segadores.
34 El ángel del Señor dijo a Habacuc: «Lleva esa comida que tienes a
Babilonia, a Daniel que está en el foso de los leones.»
35 «Señor – dijo Habacuc – no he visto jamás Babilonia ni conozco
ese foso.»
36 Entonces el ángel del Señor le agarró por la cabeza y, llevándole
por los cabellos, le puso en Babilonia, encima del foso, con la rapidez de su
soplo.
37 Habacuc gritó: «Daniel, Daniel, toma la comida que el Señor te ha
enviado.»
38 Y dijo Daniel; «Te has acordado de mí, Dios mío, y no has
abandonado a los que te aman.»
39 Y Daniel se levantó y se puso a comer, mientras el ángel de Dios
volvía a llevar al instante a Habacuc a su lugar.

40 El día séptimo, vino el rey a llorar a Daniel; se acercó al foso,
miró, y he aquí que Daniel estaba allí sentado.
41 Entonces exclamó: «Grande eres, Señor, Dios de Daniel, y no hay
otro Dios fuera de ti.»
42 Luego mandó sacarle y echar allá a aquellos que habían querido
perderle, los cuales fueron al instante devorados en su presencia.

OSEAS
Oseas 1

1 Palabra de Yahveh que fue dirigida a Oseas, hijo de Beerí, en tiempo
de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá, y en tiempo de Jeroboam,
hijo de Joás, rey de Israel.
2 Comienzo de lo que habla Yahveh por Oseas. Dijo Yahveh a Oseas:
«Ve, tómate una mujer dada a la prostitución e hijos de prostitución, porque
la tierra se está prostituyendo enteramente, apartándose de Yahveh.»
3 Fue él y tomó a Gómer, hija de Dibláyim, la cual concibió y le dio a
luz un hijo.
4 Yahveh le dijo: «Ponle el nombre de Yizreel, porque dentro de poco
visitaré yo la casa de Jehú por la sangre derramada en Yizreel, y pondré fin
al reinado de la casa de Israel.
5 Aquel día romperé el arco de Israel en el valle de Yizreel.»
6 Concibió ella de nuevo y dio a luz una hija. Y Yahveh dijo a Oseas:
«Ponle el nombre de “No-compadecida”, porque yo no me compadeceré
más de la casa de Israel, soportándoles todavía.
7 (Pero de la casa de Judá me compadeceré y los salvaré por Yahveh
su Dios. No los salvaré con arco ni espada ni guerra, ni con caballos ni
jinetes.)»
8 Después de destetar a «No-compadecida», concibió otra vez y dio a
luz un hijo.
9 Y dijo Yahveh: «Ponle el nombre de “No-mi-pueblo”, porque
vosotros no sois mi pueblo ni yo soy para vosotros El-Que-Soy.»

Oseas 2

1 El número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no
se mide ni se cuenta. Y en el lugar mismo donde se les decía «No-mipueblo», se les dirá: «Hijos-de-Dios-vivo.»
2 Se juntarán los hijos de Judá y los hijos de Israel en uno, se pondrán
un solo jefe, y desbordarán de la tierra, porque será grande el día de Yizreel.
3 Decid a vuestros hermanos: «Mi pueblo», y a vuestras hermanas:
«Compadecida».
4 ¡Pleitead con vuestra madre, pleitead, porque ella ya no es mi mujer,
y yo no soy su marido! ¡Que quite de su rostro sus prostituciones y de entre
sus pechos sus adulterios;
5 no sea que yo la desnude toda entera, y la deje como el día en que
nació, la ponga hecha un desierto, la reduzca a tierra árida, y la haga morir
de sed!
6 Ni de sus hijos me compadeceré, porque son hijos de prostitución.
7 Pues su madre se ha prostituido, se ha deshonrado la que los
concibió, cuando decía: «Me iré detrás de mis amantes, los que me dan mi
pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas.»
8 Por eso, yo cercaré su camino con espinos, la cercaré con seto y no
encontrará más sus senderos;
9 perseguirá a sus amantes y no los alcanzará, los buscará y no los
hallará. Entonces dirá: «Voy a volver a mi primer marido, que entonces me
iba mejor que ahora.»
10 No había conocido ella que era yo quien le daba el trigo, el mosto y
el aceite virgen, ¡la plata yo se la multiplicaba, y el oro lo empleaban en
Baal!
11 Por eso volveré a tomar mi trigo a su tiempo y mi mosto a su
estación, retiraré mi lana y mi lino que habían de cubrir su desnudez.
12 Y ahora descubriré su vergüenza a los ojos de sus amantes, y nadie
la librará de mi mano.
13 Haré cesar todo su regocijo, sus fiestas, sus novilunios, sus
sábados, y todas sus solemnidades.
14 Arrasaré su viñedo y su higuera, de los que decía: «Ellos son mi
salario, que me han dado mis amantes»; en matorral los convertiré, y la
bestia del campo los devorará.
15 La visitaré por los días de los Baales, cuando les quemaba incienso,
cuando se adornaba con su anillo y su collar y se iba detrás de sus amantes,
olvidándose de mí, – oráculo de Yahveh.
16 Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré a su
corazón.
17 Allí le daré sus viñas, el valle de Akor lo haré puerta de esperanza;
y ella responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que
subía del país de Egipto.
18 Y sucederá aquel día – oráculo de Yahveh – que ella me llamará:
«Marido mío», y no me llamará más: «Baal mío.»
19 Yo quitaré de su boca los nombres de los Baales, y no se mentarán
más por su nombre.
20 Haré en su favor un pacto el día aquel con la bestia del campo, con
el ave del cielo, con el reptil del suelo; arco, espada y guerra los quebraré
lejos de esta tierra, y haré que ellos reposen en seguro.
21 Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en
justicia y en derecho en amor y en compasión,
22 te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahveh.
23 Y sucederá aquel día que yo responderé – oráculo de Yahveh –
responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra;
24 la tierra responderá al trigo, al mosto y al aceite virgen, y ellos
responderán a Yizreel.
25 Yo la sembraré para mí en esta tierra, me compadeceré de «Nocompadecida», y diré a «No-mi-pueblo»: Tú «Mi pueblo», y él dirá: «¡Mi
Dios!»

Oseas 3

1 Yahveh me dijo: «Ve otra vez, ama a una mujer que ama a otro y
comete adulterio, como ama Yahveh a los hijos de Israel, mientras ellos se
vuelven a otros dioses y gustan de las tortas de uva.»
2 Yo me la compré por quince siclos de plata y carga y media de
cebada.
3 Y le dije: «Durante muchos días te me quedarás quieta sin
prostituirte ni ser de ningún hombre, y yo haré lo mismo contigo.»
4 Porque durante muchos días se quedarán los hijos de Israel sin rey ni
príncipe, sin sacrificios ni estela, sin efod ni terafim.
5 Después volverán los hijos de Israel; buscarán a Yahveh su Dios y a
David, su rey, y acudirán con temor a Yahveh y a sus bienes en los días
venideros.

Oseas 4

1 Escuchad la palabra de Yahveh, hijos de Israel, que tiene pleito
Yahveh con los habitantes de esta tierra, pues no hay ya fidelidad ni amor,
ni conocimiento de Dios en esta tierra;
2 sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y violencia,
sangre que sucede a sangre.
3 Por eso, la tierra está en duelo, y se marchita cuanto en ella habita,
con las bestias del campo y las aves del cielo; y hasta los peces del mar
desaparecen.
4 ¡Pero nadie pleitee ni reprenda nadie, pues sólo contigo, sacerdote,
es mi pleito!
5 En pleno día tropezarás tú, también el profeta tropezará contigo en la
noche, y yo haré perecer a tu madre.
6 Perece mi pueblo por falta de conocimiento. Ya que tú has
rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio; ya que tú has
olvidado la Ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.
7 Todos, cuantos son, han pecado contra mí, han cambiado su Gloria
por la Ignominia.
8 Del pecado de mi pueblo comen y hacia su culpa llevan su avidez.
9 Mas será del sacerdote lo que sea del pueblo: yo le visitaré por su
conducta y sus obras le devolveré.
10 Comerán, pero no se saciarán, se prostituirán, pero no proliferarán,
porque han abandonado a Yahveh para dedicarse
11 a la prostitución. El vino y el mosto arrebatan el seso.
12 Mi pueblo consulta a su madero, y su palo le adoctrina, porque un
espíritu de prostitución le extravía, y se prostituyen sacudiéndose de su
Dios.
13 En las cimas de los montes sacrifican, en las colinas queman
incienso, bajo la encina, el chopo o el terebinto, ¡porque es buena su
sombra! Por eso, si se prostituyen vuestras hijas y vuestras nueras cometen
adulterio,
14 no visitaré yo a vuestras hijas porque se prostituyan ni a vuestras
nueras porque cometan adulterio, pues que ellos también se retiran con esas
prostitutas y sacrifican con las consagradas a la prostitución; ¡y el pueblo,
insensato, se pierde!
15 Si tú, Israel, te prostituyes, que no se haga culpable Judá. ¡No
vayáis a Guilgal, No subáis a Bet-Aven, no juréis «por vida de Yahveh»!
16 Ya que Israel se ha embravecido cual vaca brava, ¿los va a
apacentar ahora Yahveh como a un cordero en ancho prado?
17 Efraím se ha apegado a sus ídolos, ¡déjale!
18 En saliendo de beber se prostituyen más y más, prefieren a su Prez
la Ignominia.
19 El viento los cerrará entre sus alas, y se avergonzarán de sus
sacrificios.

Eclesiástico 40

1 Grandes trabajos han sido creados para todo hombre, un yugo
pesado hay sobre los hijos de Adán, desde el día que salieron del vientre de
su madre, hasta el día del retorno a la madre de todo.
2 Sus reflexiones, el miedo de su corazón es la idea del futuro, el día
de la muerte.
3 Desde el que está sentado en un trono glorioso, hasta el que en
tierra y ceniza está humillado,
4 desde el que lleva púrpura y corona, hasta el que se cubre de tela
grosera, sólo furor, envidia, turbación, inquietud, miedo a la muerte,
resentimiento y discordia.
5 A la hora del descanso en la cama, el sueño de la noche altera el
conocimiento.
6 Poco, casi nada, reposa, y ya en sueños, como en día de guardia, se
ve turbado por las visiones de su corazón, como el que ha huído ante el
combate.
7 A la hora de su turno se despierta, sorprendido de su vano temor.
8 Para toda carne, del hombre hasta la bestia, mas para los pecadores
siete veces más:
9 Muerte, sangre, discordia, espada, adversidades, hambre,
tribulación, azote.
10 Contra los sin ley fue creado todo esto, y por su culpa se produjo
el diluvio.
11 Todo cuanto de tierra viene, a tierra vuelve, y cuanto de agua, en
el mar desemboca.
12 Todo don e injusticia serán aventados, más la fidelidad subsistirá
por siempre.
13 Las riquezas de los injustos se esfumarán como un torrente, como
un gran trueno que en tormenta estalla.
14 Cuando él abre las manos, se contenta, así los transgresores
desaparecerán por completo.
15 Los vástagos de los impíos no tienen muchas ramas, las raíces
impuras sólo hallan piedra áspera.
16 Caña que brota en toda agua o borde de río será arrancada antes
que toda hierba.
17 La caridad es como un paraíso de bendición, y la limosna
permanece para siempre.
18 La vida del que se basta a sí mismo y del obrero es dulce, pero
más que ambos el que encuentra un tesoro.
19 Los hijos y la fundación de una ciudad perpetúan el nombre, pero
más que ambas cosas es estimada la mujer intachable.
20 El vino y la música ponen contento el corazón, pero más que
ambas cosas el amor a la sabiduría.
21 La flauta y el salterio hacen el canto suave, pero más que ambas
cosas la lengua dulce.
22 Gracia y belleza el ojo anhela, pero más que ambas cosas el verdor
del sembrado.
23 Amigo y compañero se encuentran a su hora, pero más que ambos
la mujer con el marido.
24 Amigos y socorro para el tiempo de tribulación, pero más que
ambos salva la limosna.
25 Oro y plata hacen el paso firme, pero más que ambos se estima el
consejo.
26 La riqueza y la fuerza realzan el corazón, pero más que las dos, el
temor del Señor. En el temor del Señor no existe mengua, con él no hay ya
por qué buscar ayuda.
27 El temor del Señor como un paraíso de bendición, protege él más
que toda gloria.
28 Hijo, no lleves una vida de mendicidad, que más vale morir que
mendigar.
29 Hombre que mira a la mesa de otro no merece el nombre de vida
su existencia. Con comida ajena mancha su boca, pero el hombre instruido
y educado de ello se guardará.
30 En la boca del descarado la mendicidad resulta dulce, pero en su
vientre es un fuego que abrasa.

Eclesiástico 41

1 ¡Oh muerte, qué amargo es tu recuerdo para el hombre que vive en
paz entre sus bienes, para el varón desocupado a quien en todo le va bien, y
todavía con fuerzas para servirse el alimento!
2 ¡Oh muerte, buena es tu sentencia para el hombre necesitado y
carente de fuerzas, para el viejo acabado, ahíto de cuidados, que se rebela y
ha perdido la paciencia!
3 No temas la sentencia de la muerte, recuerda tus comienzos y tu fin.
4 Esta sentencia viene del Señor sobre toda carne, ¿por qué
desaprobar el agrado del Altísimo? Ya se viva diez, cien, mil años, no se
reprocha en el seol la vida.
5 Hijos abominables son los hijos de los pecadores que viven en
vecindad de impíos.
6 La herencia de los hijos de los pecadores va a la ruina, con su linaje
se perpetúa el oprobio.
7 Al padre impío le reprochan sus hijos, porque por causa de él viven
en oprobio.
8 ¡Ay de vosotros, impíos, que la ley del Altísimo habéis
abandonado!
9 Si nacéis, para la maldición nacéis, si morís, la maldición heredáis.
10 Todo cuanto viene de tierra, a tierra volverá, así irán los impíos de
la maldición a la ruina.
11 El duelo de los hombres se dirige a sus cuerpos, pero el nombre de
los pecadores, que no es bueno, se borrará.
12 Preocúpate de tu nombre, que eso te queda, más que mil grandes
tesoros de oro.
13 La vida buena tiene un límite de días, pero el buen nombre
permanece para siempre.
14 Conservad la instrucción en paz, hijos. Sabiduría escondida y
tesoro invisible, ¿qué provecho hay en ambos?
15 Más vale hombre que oculta su necedad, que hombre que oculta su
sabiduría.
16 Así pues, ruborizaos de lo que os voy a señalar, que no es bueno
guardar toda vergüenza, ni todo es apreciato fielmente por todos.
17 Ante un padre y una madre avergonzaos de la fornicación, de la
mentira, ante el jefe y el poderoso;
18 del extravío, ante juez y el magistrado, de la iniquidad, ante la
asamblea y el pueblo;
19 de la injusticia, ante el compañero y el amigo, del robo, ante el
lugar en que resides;
20 y ante la verdad de Dios y la alianza: de clavar los codos en los
panes,
21 de despreciar la recepción y el don, de callarse ante los que
saludan,
22 de mirar a mujer prostituta, de volver la cara a tu pariente,
23 de quitar la parte y el don de otro, de clavar los ojos en mujer
casada,
24 de intimidades con la criada – ¡no te acerques a su lecho! –
25 de palabras injuriosas ante los amigos – después de dar no hagas
reproches –
26 de repetir la palabra oída, de revelar las palabras secretas.
27 Serás entonces de verdad un hombre ruboroso, y ante todo el
mundo hallarás gracia.

Eclesiástico 42

1 Pero de lo que sigue no te avergüences, y no peques por tener
acepción de personas:
2 de la ley del Altísimo y de su alianza, del juicio que justifica a los
impíos,
3 de contar con compañero de viaje, de dar la herencia a compañeros,
4 de la exactitud de balanzas y pesas, de obtener grandes y pequeñas
ganancias,
5 de provecho en la venta a comerciantes, de la copiosa instrucción de
los hijos, de ensangrentar las costillas de un mal siervo.
6 Con mujer mala es bueno usar el sello, y, donde hay muchas manos,
echa la llave.
7 Lo que entregues, hazlo con cuenta y medida, el haber y el debe,
sea todo por escrito.
8 No te avergüences de enseñar al tonto y al necio, y al viejo acabado
juzgado como joven. Serás entonces de verdad educado, y estimado de todo
viviente.
9 Una hija es para el padre un secreto desvelo, aleja el sueño la
inquietud por ella. En su juventud, miedo a que se le pase la edad, si está
casada, a que sea aborrecida.
10 Cuando virgen, no sea mancillada y en la casa paterna quede
encinta. Cuando casada, a que sea infiel, cohabitando, a que sea estéril.
11 Sobre la hija desenvuelta refuerza la vigilancia, no sea que te haga
la irrisión de tus enemigos, comidilla en la ciudad, corrillos en el pueblo, y
ante el vulgo espeso te avergüence.
12 De ningún hombre te quedes mirando la belleza, y entre mujeres
no te sientes.
13 Porque de los vestidos sale la polilla, y de la mujer la malicia
femenina.
14 Vale más maldad de hombre que bondad de mujer, la mujer cubre
de vergüenza y oprobio.

Apocalipsis 13

1 Y vi = surgir del mar una Bestia = que tenía diez cuernos y siete
cabezas, y en sus cuernos diez diademas, y en sus cabezas títulos blasfemos.
2 La Bestia que vi = se parecía a un leopardo, = con las patas como de
oso, = y las fauces como fauces = de león =: y el Dragón le dio su poder y
su trono y gran poderío.
3 Una de sus cabezas parecía herida de muerte, pero su llaga mortal se
le curó; entonces la tierra entera siguió maravillada a la Bestia.
4 Y se postraron ante el Dragón, porque había dado el poderío a la
Bestia , y se postraron ante la Bestia diciendo: «¿Quién como la Bestia? ¿Y
quién puede luchar contra ella?»
5 Le fue dada = una boca que profería grandezas = y blasfemias, y se
le dio poder de actuar durante 42 meses;
6 y ella abrió su boca para blasfemar contra Dios: para blasfemar de su
nombre y de su morada y de los que moran en el cielo.
7 Se le concedió = hacer la guerra a los santos y vencerlos; se le
concedió poderío = sobre toda raza, pueblo, lengua y nación.
8 Y la adorarán todos los habitantes de la tierra cuyo nombre no está
inscrito, desde la creación del mundo, en el libro de la vida del Cordero
degollado.
9 El que tenga oídos, oiga.
10 = «El que a la cárcel, a la cárcel ha de ir; el que ha de morir a
espada, a espada ha de morir». = Aquí se requiere la paciencia y la fe de los
santos.
11 Vi luego otra Bestia que surgía de la tierra y tenía dos cuernos
como de cordero, pero hablaba como una serpiente.
12 Ejerce todo el poder de la primera Bestia en servicio de ésta,
haciendo que la tierra y sus habitantes adoren a la primera Bestia, cuya
herida mortal había sido curada.
13 Realiza grandes señales, hasta hacer bajar ante la gente fuego del
cielo a la tierra;
14 y seduce a los habitantes de la tierra con las señales que le ha sido
concedido obrar al servicio de la Bestia, diciendo a los habitantes de la
tierra que hagan una imagen en honor de la Bestia que, teniendo la herida
de la espada, revivió.
15 Se le concedió infundir el aliento a la imagen de la Bestia, de suerte
que pudiera incluso hablar la imagen de la Bestia y hacer que fueran
exterminados = cuantos no adoraran la imagen de la Bestia. =
16 Y hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y
esclavos, se hagan una marca en la mano derecha o en la frente,
17 y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la
marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre.
18 ¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la
Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666.

Apocalipsis 14

1 Seguí mirando, y había un Cordero, que estaba en pie sobre el monte
Sión, y con él 144.000, que llevaban escrito en la frente el nombre del
Cordero y el nombre de su Padre.
2 Y oí un ruido que venía del cielo, como el ruido de grandes aguas o
el fragor de un gran trueno; y el ruido que oía era como de citaristas que
tocaran sus cítaras.
3 Cantan un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro
Vivientes y de los Ancianos. Y nadie podía aprender el cántico, fuera de los
144.000 rescatados de la tierra.
4 Estos son los que no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes.
Estos = siguen = al Cordero a dondequiera que vaya, y han sido rescatados
de entre los hombres como = primicias para Dios = y para el Cordero,
5 y = en su boca no se encontró mentira: = no tienen tacha.
6 Luego vi a otro Ángel que volaba por lo alto del cielo y tenía una
buena nueva eterna que anunciar a los que están en la tierra, a toda nación,
raza, lengua y pueblo.
7 Decía con fuerte voz: «Temed a Dios y dadle gloria, porque ha
llegado la hora de su Juicio; adorad = al que hizo el cielo y la tierra, el mar
= y los manantiales de agua.»
8 Y un segundo Ángel le siguió diciendo: = «Cayó, cayó la Gran
Babilonia, = la que dio a beber a todas las naciones el = vino del furor.» =
9 Un tercer Ángel les siguió, diciendo con fuerte voz: «Si alguno
adora a la Bestia y a su imagen, y acepta la marca en su frente o en su
mano,
10 tendrá que beber también del vino del furor de Dios, que está
preparado, puro, en la copa de su cólera. Será atormentado = con fuego y
azufre, = delante de los santos Ángeles y delante del Cordero.
11 Y = la humareda = de su tormento = se eleva por los siglos = de los
siglos; no hay reposo, = ni de día ni de noche, = para los que adoran a la
Bestia y a su imagen, ni para el que acepta la marca de su nombre.»
12 Aquí se requiere la paciencia de los santos, de los que guardan los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
13 Luego oí una voz que decía desde el cielo: «Escribe: Dichosos los
muertos que mueren en el Señor. Desde ahora, sí – dice el Espíritu -, que
descansen de sus fatigas, porque sus obras los acompañan.»
14 Y seguí viendo. Había = una nube = blanca, = y sobre la nube =
sentado = uno como Hijo de hombre =, que llevaba en la cabeza una corona
de oro y en la mano una hoz afilada.
15 Luego salió del Santuario otro Ángel gritando con fuerte voz al que
estaba sentado en la nube: = «Mete tu hoz = y siega, porque ha llegado la
hora de segar; = la mies = de la tierra = está madura.» =
16 Y el que estaba sentado en la nube metió su hoz en la tierra y se
quedó segada la tierra.
17 Otro Ángel salió entonces del Santuario que hay en el cielo; tenía
también una hoz afilada.
18 Y salió del altar otro Ángel, el que tiene poder sobre el fuego, y
gritó con fuerte voz al que tenía la hoz afilada: «Mete tu hoz afilada y
vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque están en sazón sus
uvas.»
19 El Ángel metió su hoz en la tierra y vendimió la viña de la tierra y
lo echó todo en el gran lagar del furor de Dios.
20 Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad y brotó sangre del lagar
hasta la altura de los frenos de los caballos en una extensión de 1.600
estadios.

Apocalipsis 15

1 Luego vi en el cielo otra señal grande y maravillosa: siete Ángeles,
que llevaban siete plagas, las últimas, porque con ellas se consuma el furor
de Dios.
2 Y vi también como un mar de cristal mezclado de fuego, y a los que
habían triunfado de la Bestia y de su imagen y de la cifra de su nombre, de
pie junto al mar de cristal, llevando las cítaras de Dios.
3 Y cantan el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del
Cordero, diciendo: «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios

Todopoderoso; justos y verdaderos tus caminos, = ¡oh Rey de las naciones!

4 = ¿Quién no temerá, = Señor, y no glorificará tu nombre? Porque
sólo tú eres santo, = y todas las naciones vendrán y se postrarán ante ti, =
porque han quedado de manifiesto tus justos designios».
5 Después de esto vi que se abría en el cielo el Santuario de la Tienda
del Testimonio,
6 y salieron del Santuario los siete Ángeles que llevaban las siete
plagas, vestidos de lino puro, resplandeciente, ceñido el talle con cinturones
de oro.
7 Luego, uno de los cuatro Vivientes entregó a los siete Ángeles siete
copas de oro llenas del furor de Dios, que vive por los siglos de los siglos.
8 = Y el Santuario se llenó del humo de la gloria de Dios = y de su
poder, = y nadie podía entrar en el Santuario = hasta que se consumaran las
siete plagas de los siete Ángeles.

Apocalipsis 16

1 Y oí una fuerte voz que desde el Santuario decía a los siete Ángeles:
«Id y derramad sobre la tierra las siete copas del furor de Dios.»
2 El primero fue y derramó su copa sobre la tierra; y sobrevino una
úlcera maligna y perniciosa a los hombres que llevaban la marca de la
Bestia y adoraban su imagen.
3 El segundo derramó su copa sobre el mar; y se convirtió en sangre
como de muerto, y toda alma viviente murió en el mar.
4 El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre los manantiales de
agua; y se convirtieron en sangre.
5 Y oí al Ángel de las aguas que decía: «Justo eres tú, “Aquel que es y
que era”, el Santo, pues has hecho así justicia:
6 porque ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas y tú
les has dado a beber sangre; lo tienen merecido.»
7 Y oí al altar que decía: «Sí, Señor, Dios Todopoderoso, tus juicios
son verdaderos y justos».
8 El cuarto derramó su copa sobre el sol; y le fue encomendado
abrasar a los hombres con fuego,
9 y los hombres fueron abrasados con un calor abrasador. No obstante,
blasfemaron del nombre de Dios que tiene poder sobre tales plagas, y no se
arrepintieron dándole gloria.
10 El quinto derramó su copa sobre el trono de la Bestia; y quedó su
reino en tinieblas y los hombres se mordían la lengua de dolor.
11 No obstante, blasfemaron del Dios del cielo por sus dolores y por
sus llagas, y no se arrepintieron de sus obras.
12 El sexto derramó su copa sobre el gran río Eufrates; y sus aguas se
secaron para preparar el camino a los reyes del Oriente.
13 Y vi que de la boca del Dragón, de la boca de la Bestia y de la boca
del falso profeta, salían tres espíritus inmundos como ranas.
14 Son espíritus de demonios, que realizan señales y van donde los
reyes de todo el mundo para convocarlos a la gran batalla del Gran Día del
Dios Todopoderoso.
15 (Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela y
conserve sus vestidos, para no andar desnudo y que se vean sus
vergüenzas).
16 Los convocaron en el lugar llamado en hebreo Harmaguedón.
17 El séptimo derramó su copa sobre el aire; entonces salió del
Santuario una fuerte voz que decía: «Hecho está».
18 Se produjeron relámpagos, fragor, truenos y un violento terremoto,
= como no lo hubo desde que existen = hombres = sobre la tierra, = un
terremoto tan violento.
19 La Gran Ciudad se abrió en tres partes, y las ciudades de las
naciones se desplomaron; y Dios se acordó de la Gran Babilonia para darle
la copa del vino del furor de su cólera.
20 Entonces todas las islas huyeron, y las montañas desaparecieron.
21 Y un gran pedrisco, con piedras de casi un talento de peso, cayó del
cielo sobre los hombres. No obstante, los hombres blasfemaron de Dios por
la plaga del pedrisco; porque fue ciertamente una plaga muy grande.

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