# 148

MIQUEAS

Miqueas 1

1 Palabra de Yahveh que fue dirigida a Miqueas de Moréset, en
tiempo de Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá. Sus visiones sobre
Samaria y Jerusalén.
2 ¡Escuchad, pueblos todos, atiende tierra y cuanto encierras! ¡Sea
testigo Yahveh contra vosotros, el Señor desde su santo Templo!
3 Pues he aquí que Yahveh sale de su lugar, baja y huella las alturas
de la tierra.
4 Debajo de él los montes se derriten, y los valles se hienden, como la
cera al fuego, como aguas que se precipitan por una pendiente.
5 Todo esto por el delito de Jacob, por los pecados de la casa de Israel.
¿Cuál es el delito de Jacob? ¿No es Samaria? ¿Cuál es el pecado de la casa
de Judá? ¿No es Jerusalén?
6 «Voy a hacer de Samaria una ruina de campo, un plantío de viñas.
Haré rodar sus piedras por el valle, pondré al desnudo sus cimientos.
7 Todos sus ídolos serán machacados, todos sus dones quemados al
fuego, todas sus imágenes las dejaré en desolación, porque han sido
amontonadas con don de prostituta y a don de prostituta tornarán.»
8 Por eso me lamentaré y gemiré, andaré descalzo y desnudo, lanzaré
aullidos como los chacales, y lamentos como las avestruces;
9 porque su herida es incurable, hasta Judá ha llegado, ha tocado hasta
la puerta de mi pueblo, hasta Jerusalén.
10 = ¡No lo contéis en Gat = en… no derraméis llanto! ¡En Bet Leafrá
revolveos en el polvo!
11 ¡Toca el cuerno, habitante de Safir! ¡De su ciudad no sale la que
habita en Saanán! ¡Bet Haesel desde sus cimientos ha sido arrancada, desde
la base de su emplazamiento!
12 ¿Cómo podrá esperar el bien la que habita en Marot? Porque ha
llegado el mal de parte de Yahveh a la puerta de Jerusalén.
13 ¡Unce al carro los corceles, habitante de Lakís! (Tal fue el
comienzo del pecado para la hija de Sión, porque en ti se encontraban los
delitos de Israel.)
14 Por eso tendrás que devolver la dote a Moréset Gat. Bet Akzib será
una mentira para los reyes de Israel.
15 ¡Aún te traeré al conquistador, habitante de Maresá! Hasta Adullam
se irá la gloria de Israel!
16 ¡Arranca tus cabellos, mésate, por los hijos de tus delicias,
ensancha tu calva como la del buitre, porque lejos de ti van deportados!

Miqueas 2

1 ¡Ay de aquellos que meditan iniquidad, que traman maldad en sus
lechos y al despuntar la mañana lo ejecutan, porque está en poder de sus
manos!
2 Codician campos y los roban, casas, y las usurpan; hacen violencia
al hombre y a su casa, al individuo y a su heredad.
3 Por eso, así dice Yahveh: He aquí que yo medito, contra esta ralea,
una hora de infortunio de la que no podréis sustraer vuestro cuello. ¡No
andaréis con altivez, porque será un tiempo de desgracia!
4 Aquel día se proferirá sobre vosotros una sátira, se plañirá una
lamentación y se dirá: «¡Estamos despojados del todo; la porción de mi
pueblo se ha medido a cordel, y no hay quien restituya; a nuestros
saqueadores les tocan nuestros campos!»
5 Por eso no habrá para vosotros nadie que tire el cordel sobre un lote
en la asamblea de Yahveh.
6 «¡No babeéis – babean ellos – que no babeen de esa manera! ¡El
oprobio no nos alcanzará!
7 ¿Es acaso maldita la casa de Jacob? ¿Se ha cortado el soplo de
Yahveh? ¿Es ése su proceder? ¿Es que no favorecen sus palabras a su
pueblo Israel?»
8 Sois vosotros los que contra mi pueblo como enemigos os alzáis. Al
irreprochable le arrancáis el manto; al que pasa confiado le infligís los
desastres de la guerra.
9 A las mujeres de mi pueblo expulsáis de las casas de sus delicias; de
sobre sus niños arrancáis mi honor para siempre:
10 «¡Levantaos, marchad, que esta no es hora de reposo! Por una
bagatela exigís una prenda agobiante.
11 Si un hombre anda al viento, inventando mentiras: «Yo babeo para
ti vino y licor», ése será el baboso de este pueblo.
12 Voy a reunir a Jacob todo entero, voy a recoger al Resto de Israel;
los agruparé como ovejas en el aprisco, como rebaño en medio del pastizal,
harán estrépito lejos de los hombres.
13 El que abre brecha subirá delante de ellos; abrirán brecha, pasarán
la puerta, y por ella saldrán; su rey pasará delante de ellos, y Yahveh a su
cabeza.

Miqueas 3

1 Yo dije: Escuchad, pues, jefes de Jacob, y dirigentes de la casa de
Israel: ¿No es cosa vuestra conocer el derecho,
2 vosotros que odiáis el bien y amáis el mal, (que les arrancáis la piel
de encima, y la carne de sobre sus huesos?)
3 Los que han comido la carne de mi pueblo y han desollado su piel y
quebrado sus huesos, los que le han despedazado como carne en la caldera,
como vianda dentro de una olla,
4 clamarán entonces a Yahveh, pero él no les responderá: esconderá
de ellos su rostro en aquel tiempo, por los crímenes que cometieron.
5 Así dice Yahveh contra los profetas que extravían a mi pueblo, los
que, mientras mascan con sus dientes, gritan: «¡Paz!», mas a quien no pone
nada en su boca le declaran guerra santa.
6 Por eso tendréis noche sin visión, oscuridad sin adivinación; ¡se
pone el sol sobre los profetas, sobre ellos el día se oscurece!
7 Tendrán vergüenza los videntes, y confusión los adivinos; y se
taparán todos el bigote, por no haber ya respuesta de Dios.
8 Yo, en cambio, estoy lleno de fuerza, por el espíritu de Yahveh, y de
juicio y bravura, para denunciar a Jacob su delito, y a Israel su pecado.
9 Escuchad esto, jefes de la casa de Jacob, y dirigentes de la casa de
Israel, que abomináis el juicio y torcéis toda rectitud,
10 que edificáis a Sión con sangre, y a Jerusalén con maldad.
11 Sus jefes juzgan por soborno, sus sacerdotes enseñan por salario,
sus profetas vaticinan por dinero, y se apoyan en Yahveh diciendo: «¿No
está Yahveh en medio de nosotros? ¡No vendrá sobre nosotros ningún
mal!»
12 Por eso, por culpa vuestra, Sión será un campo que se ara,
Jerusalén se hará un montón de ruinas, y el monte de la Casa un otero
salvaje.

Miqueas 4

1 Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será
asentado en la cima de los montes, y se alzará por encima de las colinas. Y
afluirán a él los pueblos,
2 acudirán naciones numerosas y dirán: «Venid, subamos al monte de
Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y
nosotros sigamos sus senderos». Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén
la palabra de Yahveh.
3 El juzgará entre pueblos numerosos, y corregirá a naciones
poderosas; forjarán ellas sus espadas en azadones, y sus lanzas en
podaderas. No blandirá más la espada nación contra nación, ni se
adiestrarán más para la guerra.
4 Se sentará cada cual bajo su parra, y bajo su higuera, sin que nadie le
inquiete, ¡la boca de Yahveh Sebaot ha hablado!
5 Pues todos los pueblos caminan cada uno en el nombre de sus
dioses, pero nosotros caminamos en el nombre de Yahveh nuestro Dios,
para siempre jamás.
6 Aquel día – oráculo de Yahveh – yo recogeré a la oveja coja, reuniré
a la perseguida, y a la que yo había maltratado.
7 De las cojas haré un Resto, de las alejadas una nación fuerte.
Entonces reinará Yahveh sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y por
siempre.
8 Y tú, Torre del Rebaño, Ofel de la hija de Sión, va a venir, va a
entrar en ti el dominio de antaño, la realeza de la hija de Jerusalén.
9 Y ahora, ¿por qué clamas? ¿es que no hay rey en ti? ¿Ha perecido tu
consejero, que un espasmo te atenaza cual de mujer en parto?
10 ¿Retuércete y grita, hija de Sión, como mujer en parto, porque
ahora vas a salir de la ciudad, y en el campo morarás. Llegarás hasta Babel,
y allí serás liberada, y allí te rescatará Yahveh de la mano de tus enemigos.
11 Ahora se juntan contra ti numerosas naciones; y dicen: «¡Sea
profanada, que en Sión se regodeen nuestros ojos!»
12 Pero ellos no conocen los proyectos de Yahveh, ni comprenden su
designio: que los ha reunido como gavillas en la era.
13 ¡Levántate y trilla, hija de Sión! Que yo haré tu cuerno de hierro, y
haré de bronce tus pezuñas: triturarás a pueblos numerosos, y consagrarás
su botín en anatema a Yahveh, y su riqueza al Señor de toda la tierra.
14 ¡Y ahora, fortifícate, Fortaleza! ¡Se ha puesto asedio contra
nosotros, con vara hieren en al mejilla al juez de Israel!

Miqueas 5

1 Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de
Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos
orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño.
2 Por eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha
de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel.
3 El se alzará y pastoreará con el poder de Yahveh, con la majestad
del nombre de Yahveh su Dios. Se asentarán bien, porque entonces se hará
él grande hasta los confines de la tierra.
4 El será la Paz. Si Asur invade nuestra tierra, y huella nuestro suelo,
suscitaremos contra él siete pastores, y ocho príncipes de hombres.
5 Ellos pastorearán el país de Asur con espada, y el país de Nemrod
con acero. El nos librará de Asur, si invade nuestra tierra, y huella nuestro
término.
6 Y será el Resto de Jacob, en medio de pueblos numerosos, como
rocío que viene de Yahveh, como lluvia sobre la hierba, él, que no espera en
el hombre ni aguarda nada de los hijos de hombre.
7 Será entonces el Resto de Jacob entre las naciones, en medio de
pueblos numerosos, como león entre las bestias de la selva, como leoncillo
entre los rebaños de ganado menor, que si pasa, pisotea, y si desgarra, no
hay quien libre.
8 ¡Que tu mano se alce contra los adversarios y todos tus enemigos
sean extirpados!
9 Y sucederá aquel día – oráculo de Yahveh – que yo extirparé de en
medio de ti tus caballos, y haré desaparecer tus carros;
10 extirparé las ciudades de tu tierra, y demoleré todas tus fortalezas;
11 extirparé de tu mano las hechicerías, y no habrá para ti más
adivinos;
12 extirparé tus estatuas y tus estelas de en medio de ti, y ya no podrás
postrarte más ante la obra de tus manos,
13 arrancaré de en medio de ti tus cipos y aniquilaré tus ídolos.
14 ¡Venganza tomaré con cólera y furor de las naciones que no
escucharon!

Miqueas 6

1 Escuchad ahora lo que dice Yahveh: «¡Levántate, pleitea con los
montes y oigan las colinas tu voz!»
2 ¡Escuchad, montes, el pleito de Yahveh, prestad oído, cimientos de
la tierra, pues Yahveh tiene pleito con su pueblo, se querella contra Israel:
3 «Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he molestado?
Respóndeme.
4 ¿En que te hice subir del país de Egipto, y de la casa de servidumbre
te rescaté, y mandé delante de ti a Moisés, Aarón y María?
5 Pueblo mío, recuerda, por favor, qué maquinó Balaq, rey de Moab, y
qué le contestó Balaam, hijo de Beor, … desde Sittim hasta Guilgal, para
que conozcas las justicias de Yahveh.»
6 – «¿Con qué me presentaré yo a Yahveh, me inclinaré ante el Dios
de lo alto? ¿Me presentaré con holocaustos, con becerros añales?
7 ¿Aceptará Yahveh miles de carneros, miríadas de torrentes de
aceite? ¿Daré mi primogénito por mi delito, el fruto de mis entrañas por el
pecado de mi alma?»
8 – «Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti
reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar
humildemente con tu Dios.»
9 La voz de Yahveh grita a la ciudad: ¡Escuchad, tribu y consejo de la
ciudad!
10 He de soportar yo una medida falsa y una arroba menguada,
abominable?
11 ¿Tendré por justa la balanza infractora y la bolsa de pesas de
fraude?
12 ¡Sus ricos están llenos de violencia, y sus habitantes hablan
falsedad: (su lengua es la mentira en su boca)!
13 Por eso yo también he comenzado a herirte, a devastarte por tus
pecados.
14 Tú comerás, pero no te saciarás, tu mugre estará dentro de ti.
Pondrás a buen recaudo, mas nada salvarás, y lo que hayas salvado lo
entregaré yo a la espada.
15 Sembrarás y no segarás, pisarás la aceituna y no te ungirás de
aceite, el mosto, y no beberás vino.
16 Tú observas los decretos de Omrí, y todas las prácticas de la casa
de Ajab; te conduces según sus consejos, para que yo te convierta en
estupor y a tus habitantes en rechifla, y soportéis el oprobio de los pueblos

Miqueas 7

1 ¡Ay de mí, que he venido a ser como en las recolecciones de verano,
como en las rebuscas de la vendimia! ¡Ni un racimo que comer, ni una
breva que tanto desea mi alma!
2 ¡Ha desaparecido de la tierra el fiel, no queda un justo entre los
hombres! Todos acechan en busca de sangre, cada cual atrapa en la red a su
hermano.
3 Para el mal sus dos manos adiestran: el príncipe exige, y también el
juez, recompensa; el grande habla de la codicia de su alma, y él y ellos lo
urden.
4 Su bondad es como cardo, peor que un zarzal su rectitud. ¡El día de
tus centinelas, tu visita ha llegado! ¡Ahora será su consternación!
5 ¡No creáis en compañero, no confiéis en amigo; de la que se acuesta
en tu seno guarda la puerta de tu boca!
6 Porque el hijo ultraja al padre, la hija se alza contra su madre, la
nuera contra su suegra, y enemigos de cada cual son los de su casa.
7 Mas yo miro hacia Yahveh, espero en el Dios de mi salvación: mi
Dios me escuchará.
8 No te alegres de mí, enemiga mía, porque si caigo, me levantaré, y si
estoy postrada en tinieblas, Yahveh es mi luz.
9 La cólera de Yahveh soportaré, ya que he pecado contra él, hasta
que él juzgue mi causa y ejecute mi juicio; él me sacará a la luz, y yo
contemplaré su justicia.
10 Lo verá mi enemiga, y se cubrirá de vergüenza, ella que me decía:
«¿Dónde está Yahveh tu Dios?» ¡Mis ojos se regodearán en ella cuando sea
cosa pisoteada como el fango de las calles!
11 ¡El día de reedificar tus muros! ¡Aquel día será dilatada la frontera,
12 el día que se venga hacia ti desde Asiria hasta Egipto, desde Tiro
hasta el Río, de mar a mar, de monte a monte!
13 Y la tierra quedará en desolación, a causa de sus habitantes, como
fruto de sus obras.
14 Apacienta tu pueblo con tu cayado, el rebaño de tu heredad, que
mora solitario en la selva, en medio de un campo feraz Que pazcan en
Basán y Galaad como en los días de antaño.
15 Como en los días de tu salida del país de Egipto, hazme ver
prodigios.
16 Verán las naciones y se avergonzarán de toda su prepotencia;
pondrán en la boca la mano y sus oídos quedarán sordos.
17 Lamerán el polvo como la serpiente, como los reptiles de la tierra.
¡Se estremecerán desde sus encierros, hacia Yahveh nuestro Dios vendrán
temblando, y tendrán miedo de ti!
18 ¿Qué Dios hay como tú, que quite la culpa y pase por alto el delito
del Resto de tu heredad? No mantendrá su cólera por siempre pues se
complace en el amor;
19 volverá a compadecerse de nosotros, pisoteará nuestras culpas. ¡Tú
arrojarás al fondo del mar todos nuestros pecados!
20 Otorga fidelidad a Jacob amor a Abraham, como juraste a nuestros
padres, desde los días de antaño.

NAHÚM
Nahúm 1

1 Oráculo sobre Nínive. Libro de la visión de Nahúm de Elcós.
2 ¡Dios celoso y vengador Yahveh, vengador Yahveh y rico en ira! Se
venga Yahveh de sus adversarios, guarda rencor a sus enemigos.
3 Yahveh tardo a la cólera, pero grande en poder, y a nadie deja
impune Yahveh. En la tempestad y el huracán camina, y las nubes son el
polvo de sus pies.
4 Amenaza al mar y lo deja seco, y todos los ríos agota. … languidecen
el Basán y el Carmelo, la flor del Líbano se amustia.
5 Tiemblan los montes ante él, y las colinas se estremecen; en su
presencia se levanta la tierra, el orbe y todos los que en él habitan.
6 Ante su enojo ¿quién puede tenerse? ¿Quién puede resistir el ardor
de su cólera? Su furor se derrama como fuego, y las rocas se quiebran ante
él.
7 Bueno es Yahveh para el que en él es pera, un refugio en el día de la
angustia; él conoce a los que a él se acogen,
8 cuando pasa la inundación. Hace exterminio de los que se alzan
contra él, a sus enemigos persigue hasta en las tinieblas.
9 ¿Qué meditáis contra Yahveh? El es el que hace exterminio, no se
alzará dos veces la opresión;
10 porque ellos, espinos aún enmarañados, empapados de bebida,
como paja seca serán enteramente consumidos.
11 ¡De ti ha salido el que medita el mal contra Yahveh, el consejero de
Belial!
12 Así dice Yahveh: Por más incólumes que estén, por más que sean,
serán talados y desaparecerán. Si te he humillado, no volveré a humillarte
más.
13 Y ahora voy a quebrar de sobre ti su yugo, y a romper tus cadenas.
14 Y sobre ti ha dado orden Yahveh: No habrá más descendencia de tu
nombre; de la casa de tus dioses extirparé imágenes esculpidas y fundidas,
preparé tu tumba, porque eres despreciable.

Nahúm 2

1 ¡He aquí por los montes los pies del mensajero de buenas nuevas, el
que anuncia la paz! Celebra tus fiestas, Judá, cumple tus votos, porque no
volverá a pasar por ti Belial: ha sido extirpado totalmente.
2 ¡Sube un destructor contra ti! ¡Monta la guardia en la fortaleza,
vigila el camino, cíñete los lomos, refuerza bien tu fuerza!
3 Pues Yahveh restablece la viña de Jacob, como la viña de Israel.
Devastadores la habían devastado, habían destruido sus sarmientos.
4 El escudo de sus bravos es rojo, valientes vestidos de escarlata; con
fuego de hierros brillan los carros, el día que los preparan, y son
impacientes los jinetes.
5 Por las calles corren furiosos los carros, se precipitan en las plazas,
su aspecto es semejante a antorchas, como relámpago se lanzan.
6 Se da la voz a los bravos; en su marcha se entrechocan; se apresuran
hacia la muralla y se prepara el parapeto.
7 Las puertas que dan al Río se abren y en el palacio cunde el pánico.
8 La Belleza es deportada, arrancada, sus siervas gimen, como gemido
de palomas, y se golpean el corazón.
9 Nínive es como una alberca cuyas aguas se van. «¡Deteneos,
deteneos!» Pero nadie se vuelve.
10 «Saquead la plata, saquead el oro.» ¡Es un tesoro que no tiene fin,
grávido de todos los objetos preciosos!
11 ¡Destrozo, saqueo, devastación! ¡Corazones que se disuelven y
rodillas que vacilan y estremecimiento en todos los lomos y todos los
rostros que mudan de color!
12 ¿Dónde está el cubil de los leones, la cueva de los leoncillos, a
donde iba el león a llevar la cría del león, sin que nadie le inquietase?
13 El león dilaceraba para sus cachorros, estrangulaba para sus leonas,
llenaba de presas sus escondrijos y de rapiñas sus cubiles.
14 Aquí estoy contra ti, – oráculo de Yahveh Sebaot -: encenderé en
humareda tus carros, y la espada devorará a tus leoncillos; suprimiré de la
tierra tu presa, y no se oirá más la voz de tus mensajeros.

Nahúm 3

1 ¡Ay de la ciudad sanguinaria, mentira toda ella, llena de rapiña, de
incesante pillaje!
2 ¡Chasquido de látigos, estrépito de ruedas! ¡Caballos que galopan,
carros que saltan,
3 caballería que avanza, llamear de espadas, centellear de lanzas…
multitud de heridos, montones de muertos, cadáveres sin fin, cadáveres en
los que se tropieza!
4 Es por las muchas prostituciones de la prostituta, bella de gracia y
maestra en sortilegios, que vendía a las naciones con sus prostituciones y a
los pueblos con sus sortilegios.
5 Aquí estoy contra ti – oráculo de Yahveh Sebaot -: voy a alzar tus
faldas hasta tu cara, mostraré a las naciones tu desnudez, a los reinos tu
vergüenza.
6 Arrojaré inmundicia sobre ti, te deshonraré y te pondré como
espectáculo.
7 Y sucederá que todo el que te vea huirá de ti y dirá: «¡asolada está
Nínive! ¿Quién tendrá piedad de ella? ¿Dónde buscarte consoladores?»
8 ¿Eres acaso tú mejor que No Amón, la asentada entre los Nilos,
(rodeada de aguas), cuya barrera era el mar, cuya muralla las aguas?
9 Etiopía y Egipto eran su fuerza que no tenía límite; Put y los libios
venían en su ayuda.
10 También ella fue al destierro, al cautiverio partió, también sus
niños fueron estrellados en el cruce de todas las calles; se echaron suertes
sobre sus notables, y todos sus grandes fueron aherrojados con cadenas.
11 También tú quedarás ebria, serás ésa que se esconde, también tú
buscarás un refugio contra el enemigo.
12 Todas tus fortalezas son higueras cargadas de brevas: si se las
sacude, caen en la boca de quien va a comerlas.
13 He ahí a tu pueblo: mujeres en medio de ti; a tus enemigos se abren
enteras las puertas de tu país, el fuego ha devorado tus cerrojos.
14 Sácate agua para el asedio, refuerza tus fortalezas, métete en la
arcilla, pisa el mortero, toma el molde de ladrillos.
15 Allí el fuego te consumirá, la espada te exterminará, (te devorará
como el pulgón.) Multiplícate como el pulgón, multiplícate como la
langosta;
16 multiplica tus mercaderes más que las estrellas del cielo, se
despliegan los pulgones y se vuelan,
17 tus guardias como langostas, y tus escribas como enjambres de
insectos, que se posan en las tapias en un día de frío; sale el sol y se van, y
nadie sabe dónde. ¡Ay, cómo están
18 dormidos tus pastores, rey de Asur! Dormitan tus capitanes, tu
pueblo está disperso por los montes, y no hay quien los reúna.
19 ¡No hay remedio para tu herida, incurable es tu llaga! Todos los
que noticia de ti oyen baten palmas sobre ti; pues ¿sobre quién no pasó sin
tregua tu maldad?

HABACUC

Habacuc 1

1 Oráculo que tuvo en visión el profeta Habacuc.
2 ¿Hasta cuándo, Yahveh, pediré auxilio, sin que tú escuches, clamaré
a ti: «¡Violencia!» sin que tú salves?
3 ¿Por qué me haces ver la iniquidad, y tú miras la opresión? ¡Ante mí
rapiña y violencia, querella hay y discordia se suscita!
4 Por eso la ley se desvirtúa, y no aparece el juicio. ¡Sí, el impío
asedia al justo, por eso aparece el juicio pervertido!
5 Mirad a las gentes, contemplad, quedad estupefactos, atónitos: voy a
hacer yo una obra en vuestros días que no creeríais si se os contara.
6 Pues he aquí que yo suscito a los caldeos, pueblo acerbo y fogoso,
que recorre las anchuras de la tierra, para apoderarse de moradas ajenas.
7 Espantoso es y terrible; de él solo salen su juicio y su grandeza;
8 más raudos son que leopardos sus caballos, más agudos que lobos de
la tarde; sus jinetes galopan, vienen de lejos sus jinetes, vuelan como águila
que se precipita a devorar.
9 Llegan todos para hacer violencia, el ardor de sus rostros, como un
viento del este, amontona cautivos como arena.
10 Y él se burla de los reyes, los soberanos le sirven de irrisión; se ríe
de toda fortaleza, levanta un terraplén y la toma.
11 Luego se cambia el viento y pasa, y él aparece culpable por hacer
de su fuerza su dios.
12 ¿No eres tú desde antiguo, Yahveh, mi Dios, mi santo? ¡Tú no
mueres! ¡Para juicio le pusiste tú, Yahveh, oh Roca, para castigar le
estableciste!
13 Muy limpio eres de ojos para mirar el mal, ver la opresión no
puedes. ¿Por qué ves a los traidores y callas cuando el impío traga al que es
más justo que él?
14 Tú tratas a los hombres como a peces del mar, como a reptiles que
no tienen amo.
15 A todos los saca él con anzuelo, los atrae en su red, en su traína los
recoge. Por eso se alegra y regocija,
16 por eso sacrifica a su red, e inciensa a su traína, porque gracias a
ellas es pingüe su porción, y suculenta su comida.
17 Por eso vacía sin cesar su red para matar naciones sin piedad.

Habacuc 2

1 En mi puesto de guardia me pondré, me plantaré en mi muro, y
otearé para ver lo que él me dice, lo que responde a mi querella.
2 Y me respondió Yahveh y dijo: «Escribe la visión, ponla clara en
tablillas para que se pueda leer de corrido.
3 Porque es aún visión para su fecha, aspira ella al fin y no defrauda;
si se tarda, espérala, pues vendrá ciertamente, sin retraso.
4 «He aquí que sucumbe quien no tiene el alma recta, más el justo por
su fidelidad vivirá.»
5 ¡Oh, ciertamente es traidora la riqueza! ¡Es hombre fatuo y no tendrá
éxito el que ensancha como el seol sus fauces; como la muerte, él nunca se
sacia, reúne para sí todas las naciones, acapara para sí los pueblos todos!
6 ¿No profetizarán todos éstos sobre él una sátira, adivinanzas y
enigmas sobre él? Dirán: ¡Ay de quien amontona lo que no es suyo (¿hasta
cuándo?) y se carga de prendas empeñadas!
7 ¿No se alzarán de repente tus acreedores, no se despertarán tus
vejadores, y serás presa de ellos?
8 Por haber saqueado a naciones numerosas, te saqueará a ti todo el
resto de los pueblos, por la sangre del hombre y la violencia a la tierra, a la
ciudad y a todos los que la habitan.
9 ¡Ay de quien gana ganancia inmoral para su casa, para poner su nido
en alto y escapar a la garra del mal!
10 ¡Vergüenza para tu casa has sentenciado: al derribar a muchos
pueblos, contra ti mismo pecas!
11 Porque la piedra grita desde el muro, y la viga desde el maderamen
le responde.
12 ¡Ay de quien edifica una ciudad con sangre, y funda un pueblo en
la injusticia!
13 ¿No viene de Yahveh Sebaot que los pueblos se fatiguen para el
fuego y las gentes se agoten para nada?
14 = ¡Pues la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de
Yahveh, como las aguas cubren el mar! =
15 ¡Ay del que da de beber a sus vecinos, y les añade su veneno hasta
embriagarlos, para mirar su desnudez!
16 ¡Te has saciado de ignominia, no de gloria! ¡Bebe tú también y
enseña tu prepucio! ¡A ti se vuelve el cáliz de la diestra de Yahveh, y la
ignominia sobre tu gloria!
17 Pues la violencia hecha al Líbano te cubrirá y la matanza de los
animales te aterrará, (por la sangre del hombre y la violencia a la tierra, a la
ciudad y a todos los que la habitan).
18 ¿De qué sirve una escultura para que su autor la esculpa, una
imagen fundida, un oráculo engañoso, para que en ellos confíe el autor de
tal obra haciendo ídolos mudos?
19 ¡Ay de quien dice al madero: «Despierta», «Levántate», a la piedra
muda! ¿Da ello algún oráculo? ¡Está, sí, cubierto de oro y plata, pero ni un
soplo en su interior!
20 Mas Yahveh está en su santo Templo: ¡silencio ante él, tierra
entera!

Habacuc 3

1 Oración del profeta Habacuc, en el tono de las lamentaciones.
2 ¡Yahveh, he oído tu fama, tu obra venero, Yahveh! ¡En medio de los
años hazla revivir en medio de los años dala a conocer, aun en la ira
acuérdate de tener compasión!
3 Viene Dios de Temán, el Santo, del monte Parán. = Pausa. = Su
majestad cubre los cielos, de su gloria está llena la tierra.
4 Su fulgor es como la luz, rayos tiene que saltan de su mano, allí se
oculta su poder.
5 Delante de él marcha la peste, sale la fiebre tras sus pasos.
6 Se planta él y hace temblar la tierra, mira y hace estremecerse a las
naciones; se desmoronan los montes eternos, se hunden los collados
antiguos, ¡sus caminos de siempre!
7 En desgracia he visto las tiendas de Kusán, se estremecen los
pabellones de Madián.
8 ¿Contra los ríos arde tu cólera, Yahveh, contra el mar tu furor, para
que montes en tus caballos, en tus carros de victoria?
9 Tú desnudas tu arco, sacias su cuerda de saetas. = Pausa. = De ríos
surcas tú la tierra;
10 te ven y se espantan los montes, un diluvio de agua pasa, el abismo
deja oír su voz. En alto levanta sus manos
11 el sol, la luna se detiene en su sitio, a la luz de tus saetas que
parten, al fulgor del centellear de tu lanza.
12 Con furia atraviesas la tierra, con cólera pisoteas las naciones.
13 Tú sales a salvar a tu pueblo, a salvar a tu ungido. Estrellas la
cabeza de la casa del impío, desnudas sus cimientos hasta el cuello. =
Pausa. =
14 Traspasas con tus dardos la cabeza de sus nobles que se lanzaban
para dispersarnos con su estrépito, como si fuesen a devorar al desdichado
en su escondrijo.
15 Tú surcas el mar con tus caballos, el borbotar de las inmensas
aguas.
16 ¡He oído y mis entrañas se estremecen, a esa voz titubean mis
labios, penetra la caries en mis huesos, bajo mí tiemblan mis pasos!
Tranquilo espero el día de la angustia, que va a subir sobre el pueblo que
nos asalta.
17 (Pues la higuera no volverá a echar brotes, ni habrá que recoger en
las viñas. Fallará la cosecha del olivo, los campos no darán alimento, faltará
el ganado menor en el aprisco, no habrá ganado mayor en los establos.)
18 ¡Mas yo en Yahveh exultaré, jubilaré en el Dios de mi salvación!
19 Yahveh mi señor es mi fuerza, él me da pies como los de ciervas, y
por las alturas me hace caminar. Del maestro de coro. Para instrumentos de
cuerda.

Eclesiástico 47

1 Después de él surgió Natán para profetizar en los días de David.
2 Como grasa puesta aparte en el sacrificio de comunión, así David
de entre los hijos de Israel.
3 Con leones jugó cual con cabritos, con osos como con corderos.
4 ¿No mató de joven al gigante, y quitó el oprobio del pueblo,
blandiendo en la mano la piedra de la honda y abatiendo la arrogancia de
Goliat?
5 Pues invocó al Señor Altísimo, que a su diestra dio vigor, para
aniquilar a un potente guerrero, y realzar el cuerno de su pueblo.
6 Por eso le dieron gloria por diez mil, y le alabaron con las
bendiciones del Señor, ofreciéndole la diadema de gloria.
7 Pues él aplastó a los enemigos del contorno, aniquiló a los filisteos,
sus adversarios, para siempre quebrantó su cuerno.
8 En todas sus obras elevó acción de gracias al Santo Altísimo en
oráculo de gloria. Con todo su corazón entonó himnos, mostrando su amor
a su Hacedor.
9 Ante el altar instituyó salmistas y con sus voces dio dulzura a los
cantos.
10 Dio a las fiestas esplendor, vistosidad acabada a las solemnidades,
cuando ellos alaban el santo nombre del Señor, cuando resuena desde la
aurora el santuario.
11 El Señor le perdonó sus pecados y exaltó su cuerno para siempre:
le otorgó la alianza real, un trono de gloria en Israel.
12 Después de él surgió un hijo sabio, que gracias a él vivió en
holgura.
13 Reinó Salomón en días de paz, Dios le concedió reposo por
doquier, para que levantara una Casa a su nombre y preparara un santuario
eterno.
14 ¡Qué sabio eras en tu juventud, lleno de inteligencia como un río!
15 Cubrió tu alma la tierra, la llenaste de proverbios enigmáticos.
16 Tu nombre llegó hasta las islas lejanas, y fuiste amado en medio
de tu paz.
17 Por tus cantos, tus sentencias, tus proverbios y tus interpretaciones
te admiraron los países.
18 En nombre del Señor Dios, el llamado Dios de Israel, amontonaste
oro como estaño, como plomo multiplicaste plata.
19 Mas reclinaste tu costado en mujeres, y te dejaste dominar en tu
cuerpo.
20 Pusiste así tacha a tu gloria, y profanaste tu linaje, acarreando la
ira sobre tus hijos y llenándoles de aflicción por tu locura,
21 hasta quedar partida en dos la dinastía y surgir de Efraím un reino
apóstata.
22 Pero el Señor no renuncia jamás a su misericordia, no deja que se
pierdan sus palabras ni que se borre la descendencia de su elegido, el linaje
de quien le amó no extirpa. Por eso dio a Jacob un resto, y un brote a David
salido de él.
23 Descansó Salomón con sus padres, y después de él dejó a uno de
su linaje, lo más loco del pueblo, falto de inteligencia, Roboam, que apartó
de su cordura al pueblo.
24 Y Jeroboam, hijo de Nabat, fue el que hizo pecar a Israel, y señaló
a Efraím el camino del pecado. Desde entonces se multiplicaron sus
pecados tanto que expulsaron al pueblo de su tierra.
25 Toda clase de maldades frecuentaron, hasta que vino sobre ellos el
castigo.

Eclesiástico 48

1 Después surgió el profeta Elías como fuego, su palabra abrasaba
como antorcha.
2 El atrajo sobre ellos el hambre, y con su celo los diezmó.
3 Por la palabra del Señor cerró los cielos, e hizo también caer fuego
tres veces.
4 ¡Qué glorioso fuiste, Elías, en tus portentos! ¿quién puede jactarse
de ser igual que tú?
5 Tú que despertaste a un cadáver de la muerte y del seol, por la
palabra del Altísimo;
6 que hiciste caer a reyes en la ruina, y a hombres insignes fuera de su
lecho;
7 oíste en el Sinaí la reprensión, y en el Horeb los decretos de castigo;
8 ungiste reyes para tomar venganza, y profetas para ser tus
sucesores;
9 en torbellino de fuego fuiste arrebatado en carro de caballos ígneos;
10 fuiste designado en los reproches futuros, para calmar la ira antes
que estallara, = para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, = y
restablecer las tribus de Jacob.
11 Felices aquellos que te vieron y que se durmieron en el amor, que
nosotros también viviremos sin duda.

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS
Lucas 1

1 Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas
que se han verificado entre nosotros,
2 tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron
testigos oculares y servidores de la Palabra,
3 he decidido yo también, después de haber investigado
diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre
Teófilo,
4 para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado
Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón,
que se llamaba Isabel;
6 los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los
mandamientos y preceptos del Señor.
7 No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada
edad.
8 Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su
grupo,
9 le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el
Santuario del Señor para quemar el incienso.
10 Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del
incienso.
11 Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del
incienso.
12 Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él.
13 El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido
escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por
nombre Juan;
14 será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento,
15 porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará
lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre,
16 y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios,
17 e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, = para hacer
volver los corazones de los padres a los hijos, = y a los rebeldes a la
prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.»
18 Zacarías dijo al ángel: = «¿En qué lo conoceré? = Porque yo soy
viejo y mi mujer avanzada en edad.»
19 El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios,
y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva.
20 Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que
sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se
cumplirán a su tiempo.»
21 El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su
demora en el Santuario.
22 Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había
tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció
mudo.
23 Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue
a su casa.
24 Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta
durante cinco meses
25 diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en
que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres.»
26 Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret,
27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de
David; el nombre de la virgen era María.
28 Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo.»
29 Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría
aquel saludo.
30 El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia
delante de Dios;
31 vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás
por nombre Jesús.
32 El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le
dará el trono de David, su padre;
33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá
fin.»
34 María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no
conozco varón?»
35 El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo
y será llamado Hijo de Dios.
36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez,
y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril,
37 = porque ninguna cosa es imposible para Dios.» =
38 Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra.» Y el ángel dejándola se fue.
39 En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la
región montañosa, a una ciudad de Judá;
40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
41 Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de
gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo;
42 y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu seno;
43 y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?
44 Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo
el niño en mi seno.
45 ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor!»
46 Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor
47 y mi espíritu = se alegra en Dios mi salvador =
48 porque = ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, = por eso
desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
49 porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, = Santo es su
nombre =
50 = y su misericordia alcanza de generación en generación a los que
le temen. =
51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en
su propio corazón.
52 = Derribó a los potentados = de sus tronos = y exaltó a los
humildes. =
53 = A los hambrientos colmó de bienes = y despidió a los ricos sin
nada.
54 = Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia =
55 – como había anunciado a nuestros padres – en favor de Abraham y
de su linaje por los siglos.»
56 María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
57 Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo.
58 Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran
misericordia, y se congratulaban con ella.
59 Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían
ponerle el nombre de su padre, Zacarías,
60 pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar
Juan.»
61 Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre.»
62 Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase.
63 El pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Y todos
quedaron admirados.
64 Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a
Dios.
65 Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de
Judea se comentaban todas estas cosas;
66 todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues
¿qué será este niño?» Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.
67 Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo, y profetizó
diciendo:
68 = «Bendito el Señor Dios de Israel = porque ha visitado y =
redimido a su pueblo. =
69 y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su
siervo,
70 como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus
santos profetas,
71 que nos salvaría de nuestros = enemigos y de las manos de = todos
= los que nos odiaban =
72 haciendo = misericordia = a = nuestros padres y recordando su =
santa = alianza =
73 y el juramento que juró a Abraham nuestro padre, de concedernos
74 que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor
75 en santidad y justicia delante de él todos nuestros días.
76 Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante =
del Señor = para = preparar sus caminos =
77 y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus
pecados,
78 por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos
visite una Luz de la altura,
79 a fin de iluminar = a los que habitan en tinieblas y sombras de
muerte = y guiar nuestros pasos por el = camino de la paz.» =
80 El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta
el día de su manifestación a Israel.

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